¡Sí, soy gay! 🌈kiribaku/baku...

By cupcakemofoo30

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Kirishima a sus 16 años podía dudar de muchas cosas, pero había algo de lo que estaba seguro: era gay. No se... More

🏳️‍🌈 prólogo 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 uno 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 dos 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 tres 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 cuatro 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 cinco 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 seis 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈 siete 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈ocho🏳️‍🌈
🏳️‍🌈nueve🏳️‍🌈
🏳️‍🌈diez🏳️‍🌈
🏳️‍🌈doce🏳️‍🌈
🏳️‍🌈trece🏳️‍🌈
🏳️‍🌈catorce🏳️‍🌈
🏳️‍🌈quince🏳️‍🌈
🏳️‍🌈dieciséis 🏳️‍🌈
🏳️‍🌈diecisiete🏳️‍🌈

🏳️‍🌈once🏳️‍🌈

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By cupcakemofoo30

Apenas abrió sus ojos, sintió que algo no andaba bien.

No le tomó mucho saber que el techo que miraba no era el de su habitación, definitivamente no lo era, y menos lo eran las paredes, pues reconocía fácilmente que estas más bien eran las de la habitación de Bakugō, cosa que llevaba a la siguiente y más preocupante incógnita: ¿qué diablos hacía allí? Según él y su memoria, debía de estar no en esa si no que en su propia cama, en la cual se había quedado dormido luego de haber tenido una discusión mental consigo mismo intentando buscarle algún "pero" a sus sentimientos, aunque cabía destacar que no logró hallar ninguno.

No entendía cómo, por qué ni cuándo terminó allí, es decir, ni siquiera recordaba cuándo fue que se quedó dormido. A la mente se le vinieron las peores explicaciones, las cuales hicieron que se sintiera avergonzado y temeroso. ¿Qué tal si había ido a la habitación del rubio como sonámbulo? ¿Y si le había dicho alguna estupidez al estar medio dormido?

Mierda, eso no era bueno.

Se sentó en la cama y así pudo observar mejor el lugar. Efectivamente estaba en la habitación de Bakugō, sin embargo no había rastro de él. Había algo raro en el ambiente, por lo que al no verlo esa sensación de estar fuera de lugar se acrecentó. Sin embargo, a pesar de lo extraño de la situación, decidió no darle más vueltas al tema. Quizá y podía sacar provecho a la ausencia del mayor; si se iba antes de que Bakugō volviera se ahorraría la vergüenza de afrontar cualquiera fuera la razón por la que estaba allí. Así que intentó levantarse cautelosamente de la cama del rubio, pero no bien sus pies quedaron colgando una fuerte mano lo detuvo de forma repentina, sosteniéndolo del hombro por detrás. Se asustó y rápidamente giró a ver quién lo había detenido pues él no había visto a nadie segundos atrás cuando revisó sus alrededores. Y, para sorpresa suya, la mano que lo agarró fue nada más ni nada menos que la de Katsuki, sin embargo el verlo acostado de lado donde él mismo estaba segundos atrás lo descolocó por completo.

¿De dónde mierda había salido?

Intentó hablar, intentó preguntar para aclarar sus dudas pues se sentía muy fuera de lugar, sin embargo la voz no le salió, no podía decir nada, y eso lo aterró. Volvió a tratar, pero nuevamente no lograba emitir sonido alguno. Siguió intentando una y otra vez, y estaba tan ensimismado en tratar de hablar que no se percató del momento en que Bakugō, aún sosteniéndolo a él del hombro, levantó su cuerpo lo suficiente para tomarlo bruscamente de la mandíbula y girarle el rostro para plantar sus labios sobre los de él de forma feroz y hambrienta, tomando desprevenido al chico y dejándolo atónito por un acto tan repentino y súbito como ese. ¿Bakugō lo estaba besando? ¿El chico que recientemente descubrió que lo tenía loco lo estaba... besando? 

¿Acaso era real lo que pasaba?

No supo si el estar preguntándose eso último lo desconcentró o qué, pues no se dio cuenta en qué momento sus posiciones habían cambiado. En un abrir y cerrar de ojos él ya no estaba sentado en la cama y tomado de un hombro por Katsuki; su espalda estaba apoyada en el colchón, contra el cual estaba siendo presionado pues el rubio estaba sobre él y seguía besándolo incluso más intensamente que antes, sosteniendo su propio peso en sus manos apoyadas en la cama. Las manos de Eijirō, mientras tanto, apretaban la tela de la playera negra del rubio, playera que pareció esfumarse por arte de magia pues sus manos en cuestión de segundos se encontraban acariciando la desnuda espalda y los abdominales del contrario, incluso si no recordaba haberle quitado la camisa al chico o que él mismo lo hubiera hecho. Pero no le podía importar menos, se sentía increíble la firmeza de su varonil y esbelto cuerpo contra las palmas de sus manos. En todo ese tiempo, que se le estaba haciendo eterno, no habían dejado de besarse hasta ese momento en el que Katsuki separó sus labios muy a pesar del pelirrojo, pesar que no le duró nada ya que con la misma rudeza de antes esos labios atacaron su cuello. Lamió y mordisqueó la bronceada piel de Kirishima, desde su pecho hasta su mentón, cosa que hizo al pobre y excitado muchacho suspirar pesadamente, y los ojos de Katsuki, los que no habían mirado a Eijirō directamente en todo ese tiempo, lo hicieron, y rojos como la sangre le erizaron la piel con esa mirada tan hambrienta y fiera. 

El mayor volvió a recorrer con sus labios el cuello ajeno, haciéndolo gemir temblorosamente mientras su cabeza se hacía atrás de forma involuntaria, como si lo invitara a ir más allá. Se percató de cómo una de las manos del chico se apoyaba en el respaldo de la cama, y aunque no entendió bien porque al principio, lo hizo cuando sintió la otra mano allí abajo, jugando con el botón de su pantalón, todo mientras la boca de este subía hacia su oreja. Era obvio que allí abajo tenía un problema, y eso no hacía más que aumentar debido a la excitante sensación del caliente aliento del otro chocando contra su oreja.

Esperaba alguna palabra excitante, provocadora, algo que lo hiciera derretirse por completo ante el incandescente calor que Katsuki le provocaba. Pero, contrario a cualquier pronóstico, lo que sus oídos escucharon fue una palabra que le cayó como balde de agua fría.

«Despierta».

¿Qué?

No tuvo ni tiempo de reaccionar o decir algo cuando fue traído a la realidad ante la sensación de frío. Mucho, mucho frío.

Se sentó de golpe en la cama, y sus sentidos no se demoraron mucho en despertar pues no le tomó más de una exagerada inspiración el sentir su rostro, cabello y parte de su torso empapado de agua helada. No, helada no, heladísima.

Pudo percibir de soslayo una figura a su lado, y cuando giró se encontró con la persona que menos quería ver.

Era, literalmente, el hombre de sus sueños. Parado como si nada, con sus manos guardadas en los bolsillos de su holgado pantalón luego de haber dejado la huella del delito (el vaso ya vacío) en la mesita de noche. Sus ojos se desviaron solitos a esa parte descubierta del pecho de Katsuki, y era en momentos así que odiaba que el rubio no se abrochara los primeros cuatro botones de la camisa del uniforme ni usara corbata. Eso solo provocó que cierto amigo allí abajo se emocionara aún más, y con esa sensación fue que cayó en cuenta de la situación. 

Había tenido un sueño erótico con el chico frente a él. Con su mejor amigo. Y tenía una erección por culpa de eso.

—Mierda, Bakugō, ¿no puedes ser un poco más delicado para despertar a la gente? —dijo intentando no sonar más nervioso que nunca, aunque su furioso sonrojo y el que, de la forma menos disimulada posible, cubriera su entrepierna con una almohada lo delataba.

—Te estuve intentando despertar un buen rato, pero duermes como piedra... irónicamente. Así que si no es por las buenas tenía que ser por las malas —explicó como si nada el rubio—. Ahora levántate y vístete que estamos cortos de tiempo.

El muchacho tragó saliva y negó con su cabeza, sin moverse un centímetro de su posición. Murmuró un «no puedo» en un hilo de voz, cosa que extrañó al mayor quien lo miró con el entrecejo arrugado. Sin embargo, no le tomó mucho a Bakugō el entender lo que ocurría, pues no había otra razón para taparse la entrepierna que... pues, eso. Y es que ambos eran adolescentes, a esa edad eso era más que normal. Bakugō también había tenido esas visitas indeseadas mañaneras, aunque su solución era nada más que una ducha fría.

Pero el que fuera normal a su edad no quitaba lo incómodo de la situación.

—Ah. —Fue lo único que dijo Katsuki, sus mejillas inevitablemente tomando un intenso tono rojizo, aunque él intentase mantenerse serio. Ambos guardaron silencio por unos segundos, y seguido el rubio aclaró su garganta y desvió la mirada—. Te... Eh, te espero abajo, entonces —murmuró sin establecer contacto visual, y Kirishima solo pudo asentir antes de que el rubio dejara la habitación.

Si la tierra lo tragara le haría un gran favor.

¿Lo peor? No había sido la única erección que tuvo en la semana a causa de Bakugō. Bueno, sí fue la única que el rubio supo que pasó, pero al parecer esa semana las hormonas le estaban jugando la contra al pobre muchacho y en vez de, bueno, emocionarse de forma moderada se emocionaba más de la cuenta. Y es que ya no podía tener al chico cerca sin acordarse de ese maldito sueño, le era imposible. Su perfume, su piel, sus mirada..., todo le recordaba a esa erótica ensoñación y a la forma en que su mente jugó con él.

La más destacable, la única que no ocurrió a causa de un sueño sino por un hecho, fue la ocurrida el día miércoles, seis días después de que Bakugō lo encontrase en la incómoda situación de una erección mañanera. Estaban en los vestidores luego de haberse duchado tras la clase de educación física, y claramente con lo poco maduros que eran él y su grupo de amigos se molestaban tirándose cosas y golpeándose con las toallas. Él logró escaparse mientras Kaminari y Sero seguían haciendo enojar a Bakugō, y aprovechó de terminar de vestirse pues solo tenía puesto la parte inferior del uniforme. Al abrir el casillero, antes de sacar la camisa tomó su desodorante pues porque sin eso seguramente sus axilas apestarían. Sin embargo y desafortunadamente se le resbaló, cayendo en el piso a su derecha. Al momento de agacharse no se percató que el rubio iba camino a su propio casillero, que estaba al lado del suyo. Así que, por esos azares del destino, Eijirō se agachó sin darse cuenta que el otro chico estaba caminando en esa dirección, y Katsuki no se dio cuenta que el pelirrojo estaba agachado pues estaba muy ocupado mandando a la mierda y a otros lugares innombrables a Denki y Hanta. 

Sucedieron dos cosas. La primera, y la más obvia, fue que Bakugō terminó tropezando con Kirishima y ambos cayeron a causa de esto, quedando en una posición no muy decente, pues Bakugō estaba literalmente encima de Kirishima. La segunda, y la que seguramente solo fue notada por Kirishima, fue que... Bueno, eran de la misma estatura, y Kirishima agachándose hacía que su trasero quedase a la misma altura que la entrepierna del otro. Y, sí, fue por un segundo pues no le tomó mucho el perder el equilibrio, pero Bakugō cuando tropezó con él había rozado su trasero con su entrepierna.

Mente sana, mente inocente, mente pura y sobre todo mente no homosexual.

Para nadie significó mucho más que un motivo para carcajearse de forma escandalosa y burlarse un poco, haciendo a Bakugō molestarse, y no sólo insultando a los demás, sino a él también por andar de distraído y agacharse en medio del camino. ¿Eijirō? Estaba muy ocupado intentando ocultar el bulto en sus pantalones (que agradecía que no fueran ajustados), así que muchas ganas de hacerle frente a Katsuki no habían. Claro que al principio lo intentó calmar, diciéndole que él solo se agachó para recoger el desodorante, pero eso solo generó el cuestionamiento de cómo se le resbalaba un desodorante. Pero, aunque lo estuviera insultando y todo, y las escandalosas risas de todos los demás que seguían en el vestidor sonaran de fondo, Kirishima estaba más concentrado en los labios que se movían más que en las palabras que de estos salían.

Y así había llegado el día viernes, a pesar de que los días se le hicieron extremadamente largos, ello debido a lo tortuoso que se le hacía el tener que siempre ver a Bakugō. Ya era más de una semana la que había pasado desde su cumpleaños como si en un abrir y cerrar de ojos se tratase, y en esa más de una semana aparte de tener un desastre gracias a sus descontroladas hormonas, llegó a una conclusión: admitirse a sí mismo que Bakugō le gustaba fue la peor decisión que pudo haber tomado. Maldecía al idiota de Tetsutetsu, y se maldecía a sí mismo porque él solito fue el que le agarró gusto al chico.

Se pasó la mano por su cabello, suspirando mientras intentaba comprender lo que el enunciado decía. Odiaba las matemáticas, odiaba demasiado las matemáticas, y más las odiaba cuando no se lograba concentrar. Mientras en su cabeza lo único que estuviera  fuera la repetición del sueño de la mañana, esta no daría para resolver ecuaciones de la recta. 

Sacudió su cabeza y se dio leves golpecitos en su sonrojada cara. ¡No podía estar así de distraído por un crush, maldita sea! Tenía que dejar de pensar en él y concentrarse no solo en su tarea sino en todo lo demás. Bakugō tenía que salir de su puta cabeza, porque si no lo hacía terminaría volviéndose loco.

Tomó una bocanada de aire y relajó sus hombros, los cuales llevaban un buen rato tensos debido a todas las cosas que por su cabeza pasaban, quizá era mejor dejar de obligarse a trabajar y tomar un pequeño descanso. Así que dejó el lápiz que estaba en su diestra a un lado y se dispuso a buscar su cuaderno para revisar la materia de aquellos ejercicios, pues seguramente con una pequeña repasada estaría listo para resolver todas esas cosas que hasta ese día le seguían pareciendo innecesarias para su profesión de héroe, pero si para graduarse de UA lo necesitaba, pues tocaba asumir.

Abrió la libreta y con toda la confianza del mundo comenzó a pasar las hojas, esperando a llegar a la fecha de ese día para revisar lo anotado. Sin embargo, como si la mala fortuna del chico ya no fuera ridículamente exagerada, al llegar a donde supuestamente estarían los apuntes de ese día se encontró con una hoja prácticamente vacía, a excepción del título en lápiz rojo; "ecuaciones de la recta", y la expresión algebraica de esto. Pero de ahí, nada más, vacío, solo habían garabatos, un intento de dibujo de Katsuki con corazones a su alrededor y... ¿Era eso baba? Ew, debía dejar de babear al dormir.

Estaba molesto consigo mismo, y soltó una maldición al aire mientras cerraba el cuaderno de mala gana. Estaba comenzando a creer que de verdad el universo lo odiaba y estaba atentando en su contra a propósito cada vez que podía. ¡Oh, mira! ¡Aquí le podemos dar un inconveniente más a Kirishima! Hagámoslo, hagamos sufrir más al pobre chico. Sí, estaba seguro que eso era lo que el universo decía antes de hacerle pasar por percances como ese.

Aunque sabía que podía ir a pedirle a cualquier otro de sus compañeros (de los que sabía que tomaban nota, no como Mina, por no decir más nombres), eso sería una estúpida forma de desperdiciar la oportunidad de poder ir a ver a Katsuki. Y es que, a pesar de que seguía lamentándose porque de todos los hombres del mundo le gustaba su mejor amigo, le seguía, pues, gustando. Y, mierda, ¡odiaba eso! Odiaba siempre estar pendiente de él de forma inconsciente; buscarlo con la mirada sin siquiera darse cuenta de que lo hacía y de cierta manera esperar que él también lo estuviera mirando y, si no lo estaba haciendo, intentaba de forma muy disimulada captar su atención. Sí, definitivamente su atracción por Katsuki lo terminaría de volver loco.

Así que se puso de pie y decidió dirigirse a la habitación de al lado. El plan solo era pedirle las notas y ya, de ahí se iría, y podría dormir tranquilo luego de ver la guapísima cara del rubio. Era un buen plan, infalible, de hecho era tan simple que denominarlo "plan" era estúpido. Nada iba a pasar.

Una vez estuvo frente a la puerta del mayor, golpeó suavemente con sus nudillos la superficie de madera, procurando no ser tan fuerte pues era algo tarde como para que Bakugō estuviese despierto. Esperó unos segundos, mas no recibió respuesta. No sería la primera vez que algo así sucedía, pues el rubio acostumbraba a dormir más temprano que él, o estaba con los audífonos puestos escuchando música. Así que volvió a golpear, un tanto más fuerte, pero otra vez no obtuvo respuesta alguna. Dudó un poco al momento de tomar el pomo de la puerta, pero de verdad necesitaba esos apuntes, así que con cuidado fue abriéndola lentamente, atento de lo que estuviera pasando en el interior de la habitación. Mientras la puerta se abría, se iba revelando la figura del rubio y a su vez la razón de porqué no escuchó los golpes a su puerta.

Bakugō estaba con los audífonos puestos, pero no eran los que usaba para escuchar música, sino los que aislaban el sonido exterior ya que estaban conectados a la batería eléctrica. Sí, Bakugō estaba practicando la batería, y la razón de que esta fuera eléctrica y no una normal era bastante simple, pues hubo un tiempo en que tuvo una normal en su habitación, pero... dígamos que se descontrolaba un poco al practicar, pasándosele la mano con la fuerza y el volumen. Si Kirishima contara la cantidad de baquetas que había roto Katsuki desde que se trajo la batería de la casa de sus padres a la residencia, no le alcanzarían los dedos de las manos ni de los pies juntos. 

Se quedó mirando al chico desde la puerta, pero este parecía estar muy ensimismado en lo que sea que estuviera practicando y no notó su presencia hasta unos segundos después, los que Eijirō aprovechó para apreciar al rubio y el movimiento de sus fuertes brazos, su cabello levemente húmedo por el sudor. Decir que se veía malditamente sexy tocando la batería era poco.

Bakugō una vez notó la presencia del chico detuvo su práctica y miró al pelirrojo con extrañeza mientras se quitaba los audífonos.

—¿Qué mierda haces aquí? —preguntó con su característica manera de hablar tan golpeada, su voz agitada tras el esfuerzo de tocar quién sabe cuántas horas la batería.

—Ehm..., pues... Lo que pasa es que, uh, puede que no haya anotado lo de matemáticas hoy y no puedo hacer los ejercicios porque como no tomé-

—Kirishima —Katsuki interrumpió al manojo de nervios que era Eijirō, mirándolo de forma severa—. Ve al punto.

—¿El punto? Ah, sí, el punto... —El pelirrojo desvió su mirada mientras reía de forma nerviosa y rascaba su sonrosada mejilla—. ¿Tomaste apuntes en matemáticas? —preguntó tímidamente, sus afilados dientes mostrándose en una sonrisa avergonzada.

El rubio puso los ojos en blanco, y tras una pequeña mirada recriminadora al pelirrojo y una sonrisita inocente de vuelta, señaló a lo que Kirishima creía era su mochila, como diciéndole que ahí encontraría lo que buscaba. 

—Gracias —murmuró Eijirō, pero Katsuki ya no lo estaba escuchando pues ya se había puesto nuevamente los audífonos para seguir practicando.

El pelirrojo buscó en la mochila el cuaderno que sabía era el que usaba su amigo para matemáticas, aunque se distrajo un poco al percatarse del aroma de Bakugō impregnado levemente en la mochila. Sin embargo, buscó y rebuscó una y mil veces, sacando todos los cuadernos, y ahí no encontraba el cuaderno. Mordió su labio, preguntándose si estaba buscando mal o algo, pero por más que revisaba una y otra vez no hallaba nada. Inglés, japonés, lecciones de héroe, arte, ¡pero no había rastro de matemáticas!

—¿Qué tanto te demoras?

Le tomó por sorpresa oír la voz del chico, sintiéndose avergonzado pues seguramente estaba molestando a Katsuki en medio de su práctica. Sabía que odiaba que lo interrumpieran cuando estaba haciendo algo, por eso mismo se encogió de hombros y se giró al contrario nervioso.

—Es que no encuentro el cuaderno —respondió soltando una risita nerviosa y rascando su nuca.

El rubio soltó un gruñido y bruscamente dejó a un lado las baquetas. Rápidamente se puso de pie y mientras soltaba maldiciones por lo bajo caminaba dando fuertes pisadas hacia Kirishima.

—¡¿Cómo mierda no vas a encontrar el puto cuaderno si estoy seguro que-?!

Las maldiciones del chico se vieron interrumpidas abruptamente cuando, en cuestión de segundos y por un mínimo descuido, su pie topó levemente con algo que estorbaba en el suelo, mas ese leve toque fue suficiente para que el chico tropezara. Ninguno tuvo tiempo para reaccionar, ni Kirishima para evitar que Bakugō se cayera ni él para evitar caer encima de Eijirō, haciendo que ambos terminaran contra el suelo. Lo único que los reflejos del rubio le permitieron hacer fue que sus manos frenaran su caída, pues lograron apoyarse en el suelo a tiempo, sosteniendo su peso con estas.

Fue todo tan rápido que ninguno asimiló bien la situación, no hasta que ambos miraron los ojos del otro y notaron que estaban muy cerca, no solo su rostro sino que su cuerpo entero. La posición era una completa burla a su situación actual. Él, espalda contra el suelo, y las manos de Katsuki apoyadas a los lados de su cabeza mientras su cuerpo prácticamente rozaba el suyo. Notaba cómo el pecho de Bakugō subía y bajaba, cómo la posición de sus brazos hacía que sus músculos se marcaran más de lo normal y lo rojo que su rostro y pecho estaban, pues la camisa sin mangas que estaba usando no dejaba mucho sin ver. Pero había algo peor, y era la intensidad del perfume de Bakugō; esa dulce esencia masculina torturándolo cruelmente con lo rápido que impregnaba sus fosas nasales y lo llevaba a desear enterrar su cara en el cuello del otro para embriagarse. Pero no, nada de eso haría, pues estaba demasiado ocupado intentando despegar sus ojos de los ajenos, su cara estaba tan roja como su propio cabello.

Eijirō, aunque se demoró, logró hacer funcionar su cerebro, y una vez pudo sacarlo del shock inicial y procesar la situación, se dio cuenta de que esa misma posición estaba registrada en su cerebro como una imagen borrosa de lo poco que recordaba de sus sueño, pero estaba ahí, y podía rememorar lo que acontecía luego de esa posición inicial. Ya no estaba considerando si era verdad o no su teoría respecto a cuánto lo odiaba el universo, más bien estaba confirmándola y reafirmándola. 

¿Y Bakugō? Él estaba igual de rojo que él, y aunque a Kirishima se le hizo eterno ese momento, no fueron más que unos cuantos segundos hasta que el rubio reaccionó, poniéndose abruptamente de pie, logrando así que el pelirrojo también volviera en sí.

Katsuki rápidamente buscó en un estante junto a su escritorio y de ahí sacó el dichoso cuaderno, el que el idiota de Kirishima estaba buscando en la mochila. No dijo nada más que un "devuélvelo después" mientras le golpeaba el pecho con la libreta, sin mirarlo, y así mismo volvió a su pequeño taburete, se puso los audífonos y continuó con la práctica.

El pobre Kirishima estaba abrumado. En cuestión de segundos pudo tenerlo tan cerca pero al mismo tiempo tan lejos, ya que, aunque estuvo a no más de unos milímetros de él, sabía que no podía besarlo ni abrazarlo como su cabeza le pidió a gritos que hiciera. No podía, no podía, no podía. Él estaba más que seguro de cómo se sentía con Bakugō, pero por reacciones así sabía que para el rubio no era nada más que su amigo. ¡Y eso estaba bien! Lo que no estaba bien era lo que en su propia cabeza sucedía, ese caos de sensaciones que lo atormentaban. Quería llorar, quería reír, quería gritar. Quería abrazar a Bakugō, quería besar a Bakugō, quería sentir a Bakugō y hacer su sueño, literalmente, realidad. Pero sabía que era imposible, que aunque el chico estuviese a pasos de él físicamente, sentimentalmente estaba a años luz; tan inalcanzable como el Sol.

Porque Bakugō no era más que eso, una inalcanzable y lejana ensoñación, y debía mantenerlo así, debía quedarse en esa zona segura y mirar de lejos lo que tanto anhelaba, pues era la única forma de nunca perderlo. Mierda, era tan imposible que no sabría qué decir o hacer si ese sueño estuviera al alcance de su mano. 

—Gracias —murmuró incluso a sabiendas de que Bakugō no lo escucharía.

Se puso de pie y, sin mirar atrás, salió de la habitación, llevándose el cuaderno consigo aunque este ya no fuera necesario. Los ejercicios de ecuación de la recta habían pasado a segundo plano, pues en ese momento era más importante obligarse a no llorar por algo así que la tarea. Es decir, ¡por Dios! Ya debía de haber tenido asumido que lo de él y Bakugō no era posible, no había forma en que sus sentimientos fueran recíprocos.

Ugh, ojalá existiera un botón que apagase el maldito cerebro que tanto lo hacía torturarse a sí mismo.

Bakugō, Bakugō, Bakugō. Katsuki. Su cabeza repetía lo mismo una y otra vez, sin parar. Imágenes del chico, recuerdos, y su corazón solo se aceleraba más y más, mientras los ojos le ardían al igual que su pecho. No, mierda, no iba a llorar, no por Bakugō. Es más, ya no solo quería llorar, quería desahogarse. Quería gritar, y es que, ¿por qué mierda era tan estúpido? ¿Por qué no podía controlar a su maldito cerebro y el explicarle que Bakugō no le podía gustar? Estaba molesto y triste, y esa mezcla no era buena, al menos no en él.

Necesitaba consejos y había solo una persona que le escucharía y se los daría. No, claro que no era buena idea contárselo a ella pues la última vez que le contó algo que debía haberse guardado toda la clase se terminó enterando, pero era eso o seguir recurriendo al inútil del buscador Google para leer foros aconsejando "cómo superar tu enamoramiento por tu mejor amigo", y hasta el momento todo lo que había leído era o muy inútil o involucraba confesar sus sentimientos, y claramente eso no era una opción.

Pero obvio, Kirishima no era impulsivo, él pensaba las cosas con calma y no actuaba de forma estrepitosa. Él siempre que debía tratar un tema importante y sensible lo hacía de la manera más sutil posible. 

Aunque, bueno, habían excepciones.

—Mina, te juro que no doy más. —Y antes de siquiera analizarlo bien ya se encontraba en la habitación de su amiga, entrando como si de su casa se tratara y cerrando la puerta tras de él—. Te juro que estoy al borde del colapso y en cualquier minuto voy a tener la peor crisis de mi vida porque esto va a consumirme y seguramente me ponga a llorar en el momento menos indicado si alguien llega a decir algo que no debía haber dicho.

Ashido se asustó ante la abrupta interrupción del pelirrojo, pues el chico había entrado sin tocar la puerta y apenas lo hizo comenzó a hablarle a la chica como si ella tuviera idea de lo que decía. Sin embargo, la cara con la que ella miraba al más alto luego de bajar la revista que estaba leyendo dejaba claro que no, no tenía ni la más mínima idea de lo que decía.

—Okay, eh... sabía que las matemáticas te complicaban pero no creía que una tarea te pusiera así. Además, ¿no podías haber avisado que venías o al menos tocar la puerta? —cuestionó Ashido mientras señalaba su rostro, el cual estaba cubierto por una mascarilla.

—¡Esto no se trata de matemáticas, ojalá fuera por las matemáticas, pero esto es peor que las matemáticas! —Ok, eso sí la sorprendió. Algo peor que las matemáticas indicaba que era algo muy feo, y los ojos llorosos del pelirrojo ayudaban a tener esa impresión. Ya se estaba poniendo nerviosa, ¿qué le habría pasado a Kirishima?—. ¡Las matemáticas aunque te cuesten las puedes terminar comprendiendo y resolviendo al final! 

Mina arrugó el ceño, confundida—. ¿De qué...?

—¡Esto es algo que no se puede ni comprender ni resolver porque ni el puto cerebro se puede entender a sí mismo! —Okay, Kirishima estaba demasiado alterado, y eso estaba asustando a la chica. 

—A ver, cálmate-

—¡Y es que a mí me encantaría saber qué diablos estaba pensando mi cerebro cuando se le ocurrió la genial idea de decir "Oh, ¿sabes qué? Él te va a gustar. Aunque existan muchísimas personas más en todo el mundo él es el que te va a gustar y nadie más, el hombre al que menos te tenías que sentir atraído"!

—¡Kirishima, ¿podrías-?!

—¡Porque que te guste tu mejor amigo es lo peor que te puede pasar! ¡Y aunque las matemáticas sean difíciles, al menos tienen solución, no como esta mierda que no tiene otra solución más que confesar tus sentimientos y ser obviamente rechazado, o llorar en tu cuarto escuchando la música más triste que podrías haber encontrado porque no puedes aguantar más el saber que cada vez que lo veas te vas a tener que tragar las ganas de decirle cuánto lo quieres tener a tu lado incluso sabiendo que él jamás te querrá de esa forma!

Y ahí fue cuando Mina comprendió porqué estaba tan alterado. No era necesario preguntarle nada después de eso, pues entendió perfectamente todo: a Eijirō le gustaba Katsuki. Y, quizá, no solo le gustaba, si no que mucho más.

Esperó unos segundos a ver si el chico tenía algo más que sacar de su pecho, pero al parecer ya había dicho todo lo que necesitaba decir, porque solo se quedó ahí parado con la respiración agitada y los puños apretados. Era obvio que estaba aguantando las ganas de llorar.

Ella no dijo nada, estaba tan sorprendida que no lograba pensar en las palabras correctas, pues sabía que si decía algo fuera de lugar haría estallar al chico, y a veces era mejor actuar en silencio que arriesgarse a decir algo indebido. Así que solo se movió, sentándose en su cama y le indicó a su amigo que se sentara a su lado, cosa que él hizo. Le acarició la espalda mientras él dejaba caer su cuerpo hacia delante y tapaba su rostro. Por lo rojo que estaba y sus sollozos, supo que cedió ante el llanto. Lo dejó llorar cuanto fuera necesario, pues sabía que aunque llorar no resolviera los problemas en lo absoluto, le quitaría un gran peso de encima.

Minutos después pareció calmarse un poco y cambió su posición para apoyar su cabeza en el hombro de Ashido.

—No sé qué hacer —El chico suspiró temblorosamente y pasó sus manos por sus ojos, secando las lágrimas que aún se escapaban—. Lo quiero demasiado, y sabiendo cómo es el contarle lo que me pasa arruinaría la amistad que tenemos.

—Si supiera decirte qué podrías hacer, lo haría, pero... —Hizo una mueca, como si lo que iba a decir a continuación fuera complicado—. Es Bakugō de quien estamos hablando, la persona más impredecible y cerrada del instituto. Saber qué pasa por su cabeza está bien complicado. 

Kirishima soltó un bufido, desanimado—. Pues no hay que ser un genio para saber que yo jamás le llegaré a gustar de esa forma.

—¿Por qué estás tan seguro de eso? —cuestionó Ashido, arrugando su ceño.

—Es obvio, Mina —El pelirrojo se separó y la miró a los ojos—. Él ya lo dijo, no le interesa esto del amor. Además, dudo que le gusten los hombres.

—Una cosa es lo que él dice, otra es lo que él sienta, ambos sabemos bien eso —explicó ella, encogiéndose de hombros—. Y para tu información, en ningún momento ha demostrado que le gusten las mujeres —dijo intentando buscar algo positivo.

—Y tampoco ha demostrado que le gusten los hombres —contestó él, desganado y dejándose caer en la cama por completo. 

—Bueno, aún así —Mina también se recostó y ambos quedaron mirando el techo—, no tienes forma de asegurar que no le puedes gustar. 

—Pero él ha dicho y demostrado que no le interesa, y no quiero agobiarlo con cosas que no le importan. —Eijirō entrelazó sus manos sobre su abdomen y soltó un suspiro—. Si su único objetivo es ser el mejor héroe, no puedo yo llegar y ser un estorbo para él. Porque eso para él es el amor, un estorbo. 

—Eso es para él el amor. ¿Pero sabes qué es para todos el amor? Impredecible. Jamás sabes cuándo va a llegar, no lo puedes controlar, y tú lo sabes, yo lo sé. Pero entiendo que es difícil, entiendo que esto es algo que te está agobiando... pero está en tus manos saber qué debes hacer al respecto. Debes darte un tiempo para aclarar las cosas en tu cabeza, y dependiendo de eso tendrás que tomar una decisión. Si necesitas distraerte aquí estaré yo para ti. Además, tú tranquilo, que esto es solo al principio, incluso puede que sea una confusión o algo temporal, así que intenta mantener la calma y no apresures nada.

Kirishima mordió el interior de su labio, pensativo. Quizá Ashido estaba en lo correcto, se estaba apresurando mucho y no se había dado el tiempo suficiente para pensar las cosas con la cabeza fría. Eso sí, dudaba que fuera una confusión, ya tenía claro que no lo era, ¡pero a lo mejor sí era algo temporal! Y quizá en unas semanas más estará tranquilo y dejaría de pensar en Bakugō de esa forma... O quizá no, y se estaba armando falsas esperanzas para no afrontar la realidad de su amorío imposible. Porque, aunque no supiera si existía una posibilidad, aunque fuera la más pequeña, le aterrorizaba el pensar en el rechazo. Le aterrorizaba imaginar el que Katsuki lo mandara a la mierda y nunca más le volviera a hablar.

—Es como yo con Sero —Afortunadamente Ashido volvió a captar su atención, y esa tortura mental se vio interrumpida—. Al principio me asusté y pensé que mis sentimientos por él me terminarían consumiendo y que arruinaría nuestra amistad, pero después de un tiempo me calmé y me terminé acostumbrando.

—Pero tú eres una chica y él un chico, es más fácil —murmuró él como si fuera algo obvio.

—Tampoco así, Eijirō. De hecho, la única razón por la que no se lo he dicho es porque si él no se siente igual podría llegar a arruinar al squad —El pelirrojo arrugó el entrecejo, pues él había llegado a pensar eso mismo en su caso—. Si hubiera sido cualquier otro chico ya se lo hubiera dicho sin importarme si también le gusto o no, pero la cosa es que no quiero afectar al grupo. ¿Entiendes?

El muchacho asintió a la vez que hacía un sonido afirmativo—. Y con Bakugō podría llegar a pasar lo mismo.

—Sí, también...

Se mantuvieron en silencio por unos segundos luego de haber suspirado al mismo tiempo, sus miradas fijas en el techo como si fuera lo más interesante y tranquilizador. 

—O sea que, en resumen, el amor es una mierda. —Y así, con esa repentina frase por parte del pelirrojo, Ashido estalló en carcajadas, carcajadas que se le terminaron contagiando al contrario.

—Sí, podríamos resumirlo así —respondió ella, calmando sus risas de a poco.

—Es que de verdad que tengo mala suerte yo —Se quejó el chico, haciendo estirando sus manos como para hacer énfasis en cuán grande era su mala suerte—. Primero Tomo, que nunca supimos qué era lo que pasaba entre nosotros y sin poder saberlo tuve que irme, y ahora Bakugō, que es mi mejor amigo y no hay forma de saber si le puedo llegar a gustar o no.

—A ver, tan mala suerte no, que los dos están guapísimos —La cara con la que miró Kirishima a la chica la hizo volver a reír, pero sin aviso alguno ella le dio un suave golpe en el hombro—. ¡Pero ya deja de pensar en eso! Como te dije, mi trabajo de ahora en adelante será distraerte, así que quédate ahí sentado que ahorita voy a buscar las cosas para hacerte una mascarilla. —Y así se levantó de la cama a hacer lo dicho.

—Eso me asusta y me intriga —dijo sentándose nuevamente en la cama, cruzando sus piernas ya apoyando sus brazos en estas—. ¿No duele?

—¿Por qué dolería? —cuestionó ella mirándolo con extrañeza desde el otro lado de la habitación, pero no le dio tiempo al pelirrojo de responder pues ni bien abrió la boca lo interrumpió—. ¡Oh, oh! ¡Tengo una mejor idea! —exclamó tomando una cajita de se mesita de noche—. ¿Te puedo pintar las uñas? —pidió demasiado emocionada, juntando sus manos a modo de súplica.

—¿Qué? ¿Crees que porque soy gay voy a dejar que me pintes las uñas? —dijo con un fingido tono ofendido, a lo que ella lo miró algo decepcionada y temerosa—. Tranquila, es broma —Ashido soltó un gruñido, haciéndole entender que no le dio tanta gracia aunque se rió cuando él también lo hizo—. Está bien, aunque en verdad no sé absolutamente nada sobre estas... —Eijirō señaló la caja de los esmaltes, intentando recordar el nombre.

—Esmaltes —Le dijo ella tan acostumbrada a esa palabra, tomando asiento junto al chico.

—Eso mismo —murmuró, dejando que ella le tomara la mano—. Espera, ¿crees que me vayan a decir algo? —habló algo temeroso, retrayendo su mano. Ella alzó la mirada y lo miró alzando una ceja.

—¿Te importaría si te dijeran algo?

Eijirō lo pensó, ladeando su cabeza. Luego sonrió y negó. Tenía razón.

—No, la verdad no.

—Por cierto —agregó Ashido mientras abría el esmalte rojo—, ahora te shippeo con Bakugō.

—¡Mina, deja de shippear todo lo que se mueve! —La regañó, pero ella solo rió y le sacó la lengua, a lo que él rodó los ojos.

No tenía remedio.

Yo el capítulo anterior dije que este no sería tan largo como el diez... Salieron 6300 palabras. Alguien deténgame (??????)

BUENO, ESTOY EMOCIONADO PORQUE SE VIENE LO MEJOR Y AAA DJAKDHKS ESTOY FELIZ PORQUE ESTOY LLEGANDO A LA PARTE QUE QUERÍA LLEGAR MMSÍ.

BUeno, gracias a todos por leer, los adoro mucho. ¡Ya son casi 40k de leídas! Y tbh cada vez me cuesta más creerlo ;;; gracias por darle una oportunidad a esta historia, se los quiere.

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