Sirius Black: el velo de la m...

By TheLittleRose_

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Primera y Segunda Generación La mente de Isadora le habló, pero en lugar de la suya, escuchó la voz de Sirius... More

Fianto Duri
Amato Animo Animato Animagus
Alohomora
Arresto Momentum
Confundus
Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta
Engorgio
Lacarnum inflamarae
Baile de Navidad I
Petrificus Totalus
Anapneo
Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas
Travesura Realizada
Alarte Ascendare
Wolfsbane
Vermillious
Ascendio
Defodio
Expelliarmus
Finite Incantatem
Aguamenti
Amortentia
Diminuendo
Impedimenta
Evanesco
Muffliato
La Orden del Fénix
Expulso
Imperio
Sonorus
Rictusempra
Tergeo
James y Lily Potter
Glisseo
Oppugno
Incarcerous
Fidelio
Rennervate
Noviembre - 1981 -
Noviembre - 1985-
Julio - 1993 -
Confringo
El Prisionero de Azkaban
Albus Dumbledore
Focus
Levicorpus
Accio
Crucio
Episkey
Obliviate
Dissendium
Everte Statum
A James y Lily
Bombarda
Prior Incantato
Avada Kedavra
El velo de la muerte
Wingardium Leviosa
Lumos Solem
Relashio
Harmonia Nectere Passus
RAB
Partis Temporus
Piertotum Locomotor
Legeremens
Morsmordre
Salvio Hexia
Sectumsempra
Expecto Patronum
Epílogo
House of Black
The Marauder
AVISO

Vulnera Sanentur

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By TheLittleRose_

....2....

En un abrir y cerrar de ojos había comenzado.

Los mortífagos se elevaron del suelo como humo negro espeso y volaron en dirección al castillo incendiando todo a su paso; y los gigantes arremetieron contra las estatuas vivientes.

Minerva McGonagall ordenó a los gritos que entraran todos al castillo para esquivar el fuego; algunos intentaron descender el rastrillo de la entrada pero no lograron cruzar la puerta y las llamas los consumieron, otros se quedaron combatiendo en el patio principal.

- ¡Cuidado! – exclamó Allie echándose hacia atrás.

Los gigantes habían llegado a la entrada y rompían las paredes con mazos tan altos como los muros que derribaban.

Los mortífagos y carroñeros ya estaban sobre ellos, lanzando maldiciones de todo tipo.

Cuatro de estos rodearon a Isadora y otros tantos a sus amigos.

- ¡Crucio! – exclamó uno de ellos. Isadora logró esquivar el hechizo, alzó la varita y con un movimiento lo expulsó hacia las llamas.

- Avada Kedavra – dijo atacando a los otros, de los cuales uno huyó y dos murieron.

- ¡No veo a Sirius! – dijo Isadora - ¡Estaba afuera con los demás y no lo vi entrar!

- Debe estar aún allí, vamos, tenemos que entrar – dijo Allie tironeándole de la mano - ¡Protego!

El conjuro de Allie no fue lo suficientemente fuerte para detener por completo el del mortífago y, aunque debilitado, le asestó en la mitad de la cara.

- ¡No! – exclamó la bruja asustada.

Isadora apuntó al mortífago con la varita, el cuello le giró sobre sí mismo produciendo un chasquido y el mago cayó al suelo.

- ¿Allie, estás bien? – preguntó Isadora queriendo guiarla hasta la escalera; pero la chica parecía horrorizada y al mismo tiempo perpleja con lo que la había visto hacer.

- No... no puedo ver de este lado – dijo finalmente con la voz temblorosa – pero puedo seguir.

En el patio principal de Hogwarts las luces de todos los colores provenientes de miles de varitas estallaban en los oponentes e iluminaban la noche. Isadora y Allie esquivaban gigantes y acromántulas mientras lanzaban hechizos a todos los mortífagos que veían.

Abriéndose paso entre la gente lograron llegar al primer piso, éste rebalsaba de alumnos de Hogwarts que se batían a duelo de a dos o tres contra los mortífagos. Ric se les unió de nuevo, Isadora no se había dado cuenta que se había separado de ellas hasta que lo vio regresar salpicado de tierra y sangre con el cabello rubio oscurecido por la suciedad.

Llegaron al segundo piso, allí se encontraron a Arthur Weasley peleando contra dos mortífagos junto a Bill Weasley y a la derecha de éste último estaba Sirius, ocupado con tres carroñeros.

- Sectumsempra – dijo ella apuntándoles con la varita. Ninguno de los tres la vio llegar, pues estaban abrumados por los hechizos que Sirius les lanzaba y apenas los resistían. – estás herido – dijo a Sirius, cuyo antebrazo izquierdo goteaba sangre y manchaba el suelo, y la manga de su chaqueta estaba tan empapada que se le pegaba a la piel.

- No es nada – respondió él, alzando la varita con la otra mano.

De pronto ambos bandos fueron desestabilizados por un temblor que afectó todo el castillo, un ala entera con todos sus pisos se derrumbó dejando a la vista el cielo nocturno e Isadora pudo ver como los escombros se llevaban consigo una docena de personas sin distinción entre buenos y malos.

La batalla no tardó en reanudarse y los últimos en reaccionar eran quienes perdían los duelos. Pero todo aquello duró muy poco. Una voz aguda y fría sonó tan cerca de ellos que les erizó la piel.

La voz de Lord Voldemort retumbaba en las paredes como si emanara de ellas y del mismo suelo. Hablaba para que todos lo oyeran como si él estuviese a su lado, echándoles el aliento en la nuca, a punto de lanzarles una maldición asesina.

- Han luchado con valor – decía –. Lord Voldemort sabe apreciar la valentía.

Sin embargo han sufrido numerosas bajas. Si siguen ofreciéndome resistencia, morirán todos, uno por uno. Pero yo no quiero que esto ocurra; cada gota de sangre mágica derramada es una pérdida y un derroche.

Lord Voldemort es compasivo, y voy a ordenar a mis fuerzas que se retiren de inmediato.

Les doy una hora. Entierren a sus muertos como merecen y atiendan a sus heridos.

Y ahora me dirijo directamente a ti, Harry Potter: has permitido que tus amigos mueran en tu lugar en vez de enfrentarte personalmente conmigo; esperaré una hora en el bosque prohibido, y si pasado ese plazo no has venido a buscarme, si no te has entregado, entonces se reanudará la batalla. Esta vez yo entraré en el combate, Harry Potter, y te encontraré, y castigaré a cualquier hombre, mujer o niño que haya intentado ocultarte de mí.

En el castillo reinó un silencio nada natural y ya no había destello de luz, ni estallidos, gritos o alaridos. Las losas del desierto vestíbulo estaban manchadas de sangre; había maderas astilladas, trozos de mármol y barandales regados por doquier. El aire olía a pólvora, madera quemada y metal.

Allie, Ric, Arthur, Bill, Isadora y Sirius se miraron entre sí sin decir una palabra. En ese momento fueron plenamente conscientes de lo que había a su alrededor y comenzaron a notar los cadáveres que yacían en los rincones en las extrañas posiciones en que habían muerto. Los seguidores de Voldemort se habían desaparecido.

Bill fue el primero en acercarse a uno de los fallecidos, conjuró un hechizo y lo hizo levitar.

- Llevémoslos abajo, al gran comedor.

Los demás lo imitaron, excepto Sirius. Isadora lo llamó antes de que se perdiera de vista.

- Tengo que encontrar a Harry – dijo con la frente perlada de sudor a causa del dolor. Tenía el rostro muy pálido, como si toda la sangre hubiese abandonado su cuerpo a través de su herida.

- No puedes ir así – dijo Isadora, un cadáver levitaba a su lado de manera perturbadora – al menos atiende esa herida.

- No tengo ese tiempo, Harry va a entregarse a Voldemort, si no me voy ahora tal vez no lo encuentre nunca. Eso es lo más importante.

Isadora no quiso discutir más, Sirius tenía, al menos, parte de la razón.

- Ve – dijo finalmente. Abrazó a Sirius durante una fracción de segundo y luego él giró sobre sí mismo y desapareció.

Todos quienes seguían con vida colaboraban, pero ya había pasado algo más de un cuarto de hora y no habían terminado de reunir a los fallecidos, la gran mayoría de ellos eran desconocidos. Cada vez que uno nuevo llegaba los ojos se Isadora parecían resistirse a mirar, pues no sabía quién podía llegar a ser.

Isadora paseó por todo el gran comedor tratando de encontrar a Remus y Tonks en algún sitio, pero ninguno parecía estar allí.

En ese momento Percy Weasley entró por la enorme puerta de madera, él y George cargaban a alguien con ellos.

- Fred... - susurró. Se acercó corriendo - ¿Está bien? ¿Qué le paso? – pero las preguntas se respondieron en ese mismo instante, Fred no estaba bien, estaba muerto. George y Percy no se molestaron en confirmarlo. – Lo siento – dijo ella con un hilo de voz. Abrazó a Percy brevemente y luego a George – Lo siento mucho.

Acarició el cabello de Fred una vez y abandonó el comedor para encontrar a sus amigos. Mientras se perdía en los pasillos escuchó el eco de los sollozos de Molly.

- ¡Tonks! – exclamó con alivio al ver a la bruja, golpeada, llena de tierra y sangre, pero fuera de eso bien.

- ¿Has visto a Remus? – preguntó sin rodeos – Aberforth dijo que la última vez que lo vio peleaba contra Dolohov.

Isadora negó con la cabeza, se le hizo un nudo en el estómago, Dolohov era un mortífago hábil. Deseaba con toda su alma que Remus lo fuese más.

- Vamos a buscarlo, ¿No estaba en el tercero?

- Estuve con él pero nos separamos cuando Bellatrix apareció con otro montón de mortífagos.

Subieron las escaleras hasta el tercer piso, Isadora saltó un escalón evanescente que su memoria muscular recordaba, pero ella no.

El tercer piso estaba igual de devastado que los demás, había gran cantidad de escombros por todas partes que impedían recorren los pasillos con rapidez.

Tonks llamaba a Remus a los gritos pero no obtenía respuesta, lo único que veían eran personas aplastadas por los escombros y otros tantos muertos por vaya a saber qué hechizo.

- No lo veo aquí, la verdad – Dijo Isadora.

Tonks no parecía escucharla, se asomó a lo que quedaba de la ventana y miró hacia el patio; Isadora tuvo que seguirla en cuando la vio correr. Se desapareció, pues estaba harta de correr.

- ¡Remus! – gritó Tonks llegando a una pila de escombros en el patio - ¡Remus!

Pero él no respondía. Isadora llegó junto a ella y se le heló el alma al verlo allí tirado, con la mitad del cuerpo cubierta de ladrillos. Tonks lo tomó de la ropa y lo sacudió con fuerza, llorando. Isadora en la desesperación lo abofeteó una vez en cada mejilla, tratando de despertarlo.

Y eso último pareció funcionar, sus ojos se abrieron débilmente, aún conservaban algo de brillo.

Tonks, entre la risa y el llanto, comenzó a quitar los escombros que le cubrían las piernas, pero inmediatamente hizo un paso hacia atrás. Isadora trató de disimular el espanto. Por debajo de la rodilla derecha su pierna pendía de un hilo de piel que se cortó. Y la poca sangre que parecía quedarle manaba con lentitud de la herida.

- Hay que ir a encontrar a Poppy, ya mismo – dijo Isadora. Tonks no parecía querer moverse, así que ella misma fue a buscarla.

Entre las tres llevaron a Remus al gran comedor para poder atenderlo, Slughorn también ayudó.

- No puedo volver a unirla a la rodilla – dijo Madame Pomfrey – lo siento. Pero podemos detener la sangre y restaurar la que perdió.

- Lo que sea, pero hágalo, por favor – Dijo Tonks mientras le sostenía con fuerza la mano.

Remus parecía no tener opiniones al respecto, sólo miraba al techo como si no estuviese allí, pero los espasmos de dolor que le daban de a ratos daban la certeza de que estaba aún con vida.

Mientras Poppy y Slughorn trabajaban y Tonks cuidaba de Remus, Isadora no podía dejar de mirar el rincón donde se hallaban los Weasley. Ver a Fred inerte en el suelo le parecía irreal siendo que tan solo unas horas antes había estado con él, lo había escuchado bromear y sugerirle a Neville en qué momento derribar el puente cubierto del castillo; le parecía que había sido ayer que él y George jugaban con Raphie y encantaban sus juguetes para que ella los atrapara. Pero ahora no eran Fred y George, era sólo George, llorando a su hermano.

La pena y la rabia le impidieron seguir mirando. Se aseguró de que Remus se encontrase, al menos, igual que antes y no peor; y fue a ver si podía ayudar a alguien más. Lo único que deseaba era no perder a nadie más.

Sirius cruzó la puerta del gran comedor, blanco como un papel, con ojeras muy oscuras y trastabillando a pesar de que el suelo era liso.

- No está en el castillo, pero ya debe estar yendo al bosque – dijo con la voz fatigada.

- Black, ¿Qué haces?, no vas a llegar ni a las escaleras de mármol en ese estado – lo regañó Poppy Pomfrey en cuanto lo vio. Sirius no hizo caso, pero se sentó, luchando por mantener los ojos abiertos.

- Búscalo – le dijo a Isadora – Que no vaya.

Y con tal de que él no se desangrara en el camino, inició la búsqueda de Harry Potter. Era evidente que el muchacho no quería ser encontrado, además, tenía la capa de James. No iba a ser tan fácil. Y si era como sus padres, era seguro que planeaba ir a buscar a Voldemort.

Al pasar por el pasillo principal, Isadora vio a Neville Longbottom aun juntando cadáveres.

- ¿Has visto a Harry? – preguntó.

- Harry, ¡Sí!, hace un momento.

- ¿En dónde? – volvió a preguntar con prisa.

- Andaba por aquí – dijo Neville buscándolo con la vista.

- ¿No le dijiste que se quede?

- Parecía ocupado, ¡pero descuida!, no planea entregarse ni nada de eso eh, me lo ha dicho.

Isadora no resultó muy convencida.

- Pero dijo que se iría un rato, tenía algo que hacer.

- ¿Dijo en dónde era eso?

- Pues... no. – Neville ya no sonaba tan convencido como antes.

Isadora agradeció la información y volvió al comedor.

Tal vez era cierto, tal vez Harry también creía que la mejor opción era luchar contra Voldemort. Vencerlo era la única opción para poder vivir en paz.

Sirius parecía ligeramente mejor, al menos ya no se tambaleaba cuando caminaba; Remus había logrado sentarse, tenía lo que quedaba de su pierna derecha envuelto en varias capas de vendas y trapos.

- ¿Lo encontraste?

Isadora negó con la cabeza.

- Sólo queda un lugar – dijo Sirius – el bosque, hay que ir al bosque.

- Neville Longbottom lo vio, le dijo que no planeaba entregarse, tal vez es cierto – Sirius soltó un bufido débil.

- Claro que no lo es.

Isadora miró a su alrededor, todos lloraban a sus muertos o atendían heridos, nadie parecía tan desesperado como Sirius por encontrar a Harry Potter. Decidido como estaba, no hizo caso a Remus ni a Isadora y enfiló hacia lo que quedaba de las puertas del gran comedor.

- ¡Alguien viene! – gritó una chica con uniforme de Ravenclaw desde la escalera de mármol.

La muchacha tenía razón, podían escucharse los murmullos del caminar de decenas de personas.

Voldemort comenzó a hablar, y, como la vez anterior, su voz fría e insensible se escuchó en todos los rincones, como si sonara en la cabeza de cada uno de los que allí se encontraban.

- Harry Potter ha muerto. Lo mataron cuando huía, intentando salvarse mientras ustedes entregaban su vida por él. Les hemos traído su cadáver para demostrarles que su héroe ha sucumbido.

- Mentira – murmuró Sirius junto a Isadora – mentira.

- Hemos ganado la batalla y ustedes han perdido a la mitad de sus combatientes. Mis mortífagos los superan en número y el niño que sobrevivió ya no existe. No debe haber más guerras. Aquel que continúe resistiendo, ya sea hombre, mujer o niño será sacrificado junto con toda su familia. Y ahora, salgan del castillo, arrodíllense ante mí, y se salvarán. Sus padres e hijos, sus hermanos y hermanas vivirán y serán perdonados, y todos se unirán a mí en el nuevo mundo que construiremos juntos.

Todos quienes estaban en el castillo salieron atropelladamente del castillo hacia el patio principal, pero el silencio reinaba en Hogwarts, todos querían ver para creer.

- ¡Vamos! – ordenó Voldemort. Los pasos se escucharon más apurados.

Allí estaba Voldemort, con sus ojos rojos de serpiente y una piel blanca brillante que era cualquier cosa menos humana. Podía ser reconocido desde lejos con facilidad, al igual que Hagrid, quien iba a su lado y cargaba a alguien en brazos. Isadora no quiso mirar demasiado, no quería saber quién era, aunque lo sabía.

Cuando la cercanía fue tal que todos podían ver, Voldemort dio la voz de alto.

Los mortífagos se detuvieron, se desplegaron frente a las puertas del colegio. Y Hagrid se acercó más y más.

Isadora no miró al principio, pero pudo verlo todo en el rostro de Sirius como si él se lo estuviese contando.

- ¡¡Nooo!! – Gritó Minerva Mcgonagall de tal forma que a Isadora se le puso la carne de gallina.

Sirius, a su lado, blanco como un fantasma, se tuvo que sostener de ella para no caer, pero aun así quería llegar al frente, a dónde estaba Harry, como si pudiese ayudarlo. Isadora nunca había visto una mirada igual en sus ojos. Nunca.

Era cierto, Harry yacía muerto en los brazos de Hagrid, quien lloraba sin parar. En ese momento se oyó reír a una mujer; Bellatrix Lestrange se regodeaba con la desesperación de los demás. Sirius sacó la varia de su manga, pero Isadora lo detuvo con poco esfuerzo antes de que avanzara más, pues dudaba que estuviese en condiciones de enfrentarse a ella.

Al grito de McGonagall se sumaron los del resto de los supervivientes a medida que salían del castillo y descubrían lo que había sucedido.

Voldemort, que estaba de pie y acariciaba a Nagini con un dedo, cerró los ojos. Cuando se cansó de escuchar las exclamaciones de quienes lloraban a Harry gritó:

- ¡Silencio! – hubo un estallido y un destello de luz. Todos obedecieron a la fuerza. - ¡Todo ha terminado! ¡Ponlo en el suelo Hagrid, a mis pies, que es donde le corresponde estar! – el guardabosque lo depositó en hierba - ¿lo ven? – se jactó Voldemort, paseándose alrededor del muchacho - ¡Harry Potter ha muerto! ¿lo entienden ahora ilusos? ¡Nunca fue más que un niño que confió en que otros se sacrificarían por él!

- ¡Harry te venció! – gritó Ron. Sus palabras hicieron trizas el hechizo y los defensores de Hogwarts comenzaron a gritar e insultar de nuevo hasta que Voldemort volvió a callarlos.

- Lo mataron cuando intentaba huir de los jardines del castillo – dijo Voldemort, regodeándose con la mentira –. Lo mataron cuando intentaba salvarse.

Voldemort se interrumpió. Alguien comenzó a correr, hubo un estallido, un destello de luz y luego otro estallido y un gruñido de dolor. Neville Longbottom se había separado del grupo y había embestido a Voldemort; pero cayó al suelo víctima de un encantamiento de desarme.

- ¿A quién tenemos aquí? – preguntó con su voz de reptil - ¿Quién se ha ofrecido como voluntario para demostrar qué les pasa a quienes siguen luchando cuando la batalla está perdida?

Bellatrix rió con regocijo e informó:

- ¡Es Neville Longbottom, mi señor! ¡El chico que tantos problemas ha causado a los Carrow! Es el hijo de los Aurors, ¿Se acuerda?

- ¡Ah, sí, ya me acuerdo – afirmó Lord Voldemort – Pero tú eres un sangre pura, ¿Verdad, mi valiente amigo? – le preguntó a Neville, que lo enfrentaba con los puños muy apretados.

- ¡Sí!, ¿Y qué?

- Demuestras temple y valentía, y desciendes de una noble estirpe. Así que serás un valioso mortífago. Necesitamos gente como tú, Neville Longbottom.

- ¡Me uniré a ustedes el día que se congele el infierno! – espetó Neville - ¡Ejército de Dumbledore! – chilló, y los demás estallaron en vítores que los encantamientos de Voldemort no lograron reprimir.

- Muy bien – dijo el Señor de las Tinieblas – si así lo quieres, Longbottom, volveremos al plan original. La responsabilidad es tuya – añadió sin alterarse.

Voldemort agitó su varita y segundos más tarde un bulto salió por las ventanas del castillo y voló hasta posarse en su mano. Él tomó aquella cosa enmohecida por un extremo puntiagudo y lo sostuvo en alto: era el sombrero seleccionador.

- Ya no volverá a haber otra Ceremonia de Selección en el colegio de Hogwarts, y tampoco casas. El emblema, el escudo y los colores de mi noble antepasado, Salazar Slytherin, servirán para todos, ¿No es así, Neville Longbottom?

Apuntó su varita al joven, que se quedó rígido e inmóvil, y entonces le plantó el sombrero en la cabeza, hundido hasta los ojos. Se produjo cierta agitación entre la multitud que observaba la escena desde los escalones de piedra, pero los Mortífagos enarbolaron amenazadoramente las varitas para disuadirlos.

- Ahora Longbottom va a mostrarnos qué les ocurre a quienes son lo bastante estúpidos como para seguir oponiéndose a mí – con una sacudida de la varita prendió fuego al Sombrero Seleccionador.

El patio se colmó de gritos, los mortífagos ya no podía amenazar con las varitas, todos iban a luchar, pues Neville ardía en llamas, incapaz de moverse. Isadora dejó de intentar impedirle a Sirius que avanzara y ella misma se acercó al frente con más personas que estaban a punto de atacar.

De pronto se oyó un alboroto proveniente de los límites del colegio. Era como si cientos de personas irrumpieran saltando los muros y salieran disparadas hacia el castillo entre gritos de guerra.

Los gigantes de Voldemort respondieron con un rugido, y al correr hicieron temblar el suelo. Tras ella Isadora oyó los ruidos de cientos de cascos y arcos tensándose, una lluvia de flechas cargó contra los mortífagos, algunos de los cuales no lograron conjurar un hechizo protector y fueron atravesados por éstas.

Neville finalmente pudo moverse, el sombrero se le cayó de la cabeza, lo tomó sacando; y una espada de su interior cortó de un solo tajo la cabeza la serpiente que salió despedida hacia arriba, girando sobre sí misma mientras el cuerpo caía con ruido sordo.

- ¿Dónde está Harry? ¡¿Lo viste?! – gritó Sirius para que Isadora lo pudiese oír – ¡Está bien, está vivo! – dijo con su fe renovada. Un mortífago se acercó a atacarlo y él lo derribó con un solo hechizo.

Isadora quiso responder pero el caos se había desatado; los centauros atacaban a los mortífagos; los gigantes cargaban en contra de los defensores de Hogwarts que corrían en todas direcciones para evitar se pisados. George tiró del brazo de Isadora para correrla del camino de éstos.

Con un terrible estruendo pudieron ver los refuerzos llegar, eran elfos, thestrals, y Buckbeak. Los dos últimos volaban sobre los gigantes golpeándoles las cabezas y Buckbeak les arañaba los ojos. Sirius lanzó un grito de júbilo al ver a Buckbeak en acción.

Sólo quedaban tres gigantes en pie, Isadora alzó su varita hacia ellos y siete figuras de fuego maligno surgieron de ésta: un hipogrifo, un león, un unicornio, un zorro, un lobo, un dragón y un águila; que encendieron a los tres gigantes como si fuesen de papel.

Todos se vieron obligados a refugiarse en el castillo debido a los animales que aún volaban atacándolos y al fuego; debían correr sin detenerse o los que venían detrás los pisoteaban.

La batalla siguió en el gran salón, el número de mortífagos y carroñeros se había reducido considerablemente, por haber sido vencidos o porque se desaparecían y abandonaban la pelea.

Más y más gente comenzó a aparecerse en los pasillos de Hogwarts, todos listos para pelear.

Los centauros irrumpieron en el salón con un estrépito de cascos y embistieron a algunos de los carroñeros.

Los elfos domésticos de Hogwarts entraron atropelladamente en el vestíbulo gritando y blandiendo cuchillos, Kreacher iba a la cabeza y su croar se distinguía a pesar del ruido: <¡Luchen!, ¡Luchen!, ¡Luchen por mi amo, el defensor de los elfos domésticos! ¡Derroten al Señor de las tinieblas en nombre del valiente Regulus! ¡Luchen! >.

Sirius giró a mirar al elfo ante la mención del nombre de su hermano, e inmediatamente volvió a la pelea, esquivando un hechizo de un mortífago y dándole tal puñetazo en medio de la cara que el hombre cayó al suelo.

Los elfos arremetían sin piedad contra las pantorrillas y los tobillos de los Mortífagos, que caían sin piedad como moscas, superados en número y abrumados por las maldiciones, al tiempo que se arrancaban flechas de las heridas, recibían cuchilladas en las piernas, o simplemente trataban de escapar.

George y otro muchacho que Isadora no conocía derribaban a Yaxley; Dolohov caía lanzando un alarido, derrotado por Flitwick y Remus, quien se sostenía e un rincón de la pared. Hagrid arrojó a Macnair desde una punta del salón a la otra, estrellándolo contra la pared. Ron y Neville peleaban contra Fenrir Greyback; Arthur y Percy peleaban contra Thickenesse; Allie y Ric se batían a duelo cada uno con un carroñero distinto. Lucius y Narcisa Malfoy corrían entre el gentío sin atacar a nadie, llamando a su hijo a voz en cuello. Voldemort, en cuyo rostro había un odio inhumano, peleaba contra McGonagall, Slughorn y Kingsley, que lo esquivaban y zafaban de él, peleando inmejorablemente pero incapaces de reducirlo.

Entonces Isadora divisó a Bellatrix, cerca de Voldemort, también luchando contra tres a la vez: Ginny, Hermione y Luna Lovegood, las tres daban lo mejor de sí pero Bellatrix igualaba sus fuerzas y no pasaría mucho tiempo hasta que las superara.

Viendo como Ginny escapaba de un maleficio asesino de milagro, Isadora quiso acercarse a ayudar, pero tres mortífagos le bloquearon el camino. Alzó su varita y conjuró un hechizo protector e inmediatamente otro más, ella misma lo consideraba horrible, pero debía actuar rápido; los tres mortífagos plasmaron el dolor en sus rostros cuando todas sus articulaciones se flexionaron en el sentido contrario con un ruido escalofriante y cayeron al suelo retorciéndose, cosa que duró unos segundos hasta que quedaron inmóviles para siempre.

Bellatrix notó a Isadora y le sonrió, ambas alzaron sus varitas, pero cuando la última se acercó más fue corrida de un empujón por Molly Weasley.

- ¡A mi hija no, perra! – exclamó quitándose su capa para tener los brazos libres. Bellatrix soltó una carcajada al ver quien la amenazaba. - ¡Apártense de aquí! – gritó Molly y haciendo un molinete con la varita se dispuso a luchar contra Bellatrix. - ¡Quietos! – ordenó al ver que otros además de Isadora iban a socorrerla, Sirius entre ellos - ¡Apártense! ¡Apártense!, ¡Es mía!

Cientos de personas observaban ambos combates, el de Voldemort y el de Bellatrix

- ¿Qué va a ser de tus hijos cuando te haya matado? – se burló Bellatrix, tan frenética como su amo, dando saltos para esquivar las maldiciones de Molly - ¿Qué les va a pasar cuando vayas a reunirte con Freddie? – Sin dejar de luchar miró a Isadora quien tenía la varita en alto, lista para ayudar a Molly si lo necesitaba - ¿Y tú? ¿Qué no crees que puedas vencerme?

- Ya te vencí – le respondió Isadora sin inmutarse. Bellatrix quedó confundida una fracción de segundo, pero inmediatamente volvió a prestar atención a Molly, quien le lanzaba una maldición tras otra, cada vez más rápido.

Bellatrix soltó una carcajada, una risa de euforia y abrió los ojos sorprendida: la maldición de Molly le había pasado por debajo del brazo extendido y le dio de lleno en el pecho justo encima del corazón. En ese momento fue consciente de lo que le había sucedido, pero entonces tropezó y cayó. La multitud bramó y Voldemort soltó un horrible chillido al ver a su mejor lugarteniente caer. McGonagall, Kingsley y Slughorn salieron despedidos por el aire víctimas de la furia del Señor de las Tinieblas, entonces alzó su varita y apuntó a Molly, pero su hechizo no le hizo nada, había un hechizo protector entre ellos. Voldemort miró hacia todos lados en busca del responsable pero no lo encontraba. Entonces Sirius, Isadora y Flitwick tomaron el lugar que los otros tres habían dejado, listos para derrotar al que era el último mago enemigo en pie; pero en ese momento Harry apareció, despojándose de su capa de invisibilidad. Sirius sonrió y lanzó un grito de alegría al verlo allí. Voldemort quiso atacarlo por eso, pero Sirius logró desviar el hechizo.

Se hizo silencio en el comedor, Harry se acercó a Voldemort y mirándose a los ojos comenzaron a dar vueltas uno alrededor del otro.

- No quiero que nadie intente ayudarme – dijo Harry – Tiene que ser así, tengo que hacerlo yo.

Sirius se apartó pero aún con la varita en alto. Voldemort dio un silbido.

- Potter no lo dice en serio – dijo abriendo mucho sus ojos –. Ese no es su estilo, ¿verdad que no? ¿A quién piensas emplear como escudo hoy, Potter?

- A nadie – respondió Harry llanamente –. Ya no hay más Horrocruxes. Sólo quedamos tú y yo. Ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida, y uno de los dos está a punto de despedirse para siempre...

- ¿Uno de los dos, dices? – se burló Lord Voldemort. Tenía el cuerpo tensionado y no quitaba la vista de Harry - ¿Y no crees que ese serás tú, el niño que sobrevivió por accidente y porque Dumbledore movía los hilos?

- ¿Llamas accidente a que mi madre muriera para salvarme? – replicó Harry. Ambos seguían desplazándose de costado, manteniendo la distancia pero trazando un círculo perfecto - ¿llamas accidente a que esta noche no me haya defendido y aun así siga con vida, y esté aquí para volver a pelear?

- ¡Accidentes, sólo han sido accidentes! – gritó Voldemort, pero no se decidía a atacar. Todos los observaban petrificados - ¡Accidentes y suerte, y el hecho de que te escondieras y gimotearas bajo las faldas de hombres y mujeres mejores que tú, y que me permitieras matarlos por ti!

- Esta noche no vas a matar a nadie más – sentenció Harry – nunca más volverás a matar. ¿No lo entiendes? Estaba dispuesto a morir para impedir que le hicieras daño a esta gente...

- ¡Pero no has muerto!

- Tenía la intención de morir, y con eso ha bastado. Hice lo mismo que mi madre: los he protegido de tu maldad ¿No te has percatado de que ninguno de tus hechizos ha durado? No puedes torturarlos ni tocarlos. Pero no aprender de tus errores, Riddle, ¿Verdad que no?

- ¡Cómo te atreves...!

- Sí, me atrevo – afirmó Harry – yo sé cosas que tú no sabes, Tom Riddle. Sé muchas cosas importantes que tú ignoras. ¿Quieres escuchar alguna, antes de cometer otro grave error?

Voldemort no contestó. Siguió caminando en círculo.

- ¿Estás hablando del dichoso amor? – preguntó finalmente, y su rostro se descompuso en una risa burlona – el amor, la solución preferida de Dumbledore, que según él derrotaría a la muerte; aunque ese amor no evitó que cayera desde la torre y se partiera como una vieja figura de cera. El amor, que no me impidió aplastar a tu madre, esa sangre impura, como a una cucaracha, Potter – Al escuchar el insulto a Lily fue Isadora quien dio un paso al frente, y Sirius, que estaba más cerca de Harry que ella, la detuvo. – Así que, ¿Qué va a impedir que mueras cuando te ataque?

- Sólo una cosa – aseguró Harry

- Si no es el amor lo que te salvará esta vez, debes creer que posees una magia que no está a mi alcance, o un arma más poderosa que la mía, ¿No?

- Creo que ambas cosas – Voldemort se sorprendió, pero luego echó a reír.

- ¿entonces crees que dominas la magia mejor que yo? ¿Te crees más hábil que Lord Voldemort, que ha obra prodigios con los que Dumbledore jamás soñó?

- Si soñó con ellos, pero él sabía más que tú, sabía lo suficiente para no caer tan bajo como tú.

- ¡Él era débil! ¡demasiado débil para atreverse, demasiado débil para tomar lo que haría podido ser suyo, lo que ahora será mío!

- No, Dumbledore era más inteligente, mejor mago y mejor persona que tú.

- ¡Yo provoqué la muerte de Albus Dumbledore!

- Eso creíste, pero estabas equivocado.

Por primera vez la silenciosa multitud reaccionó: cientos de personas soltaron una exclamación de asombro al unísono.

- ¡Dumbledore está muerto! ¡Su cuerpo se pudre en la tumba de mármol de los jardines del castillo! ¡Lo he visto con mis propios ojos, él no volverá!

- Sí, Dumbledore está muerto – admitió Harry con calma – pero tú no decidiste su muerte. Él decidió como iba a morir, meses antes de que ocurriera, y lo organizó todo con quien tú considerabas tu servidor.

- ¿Qué tonterías estás diciendo? – se extrañó Lord Voldemort, sin decidirse a atacar.

- Severus Snape no te pertenecía. Él era fiel a Dumbledore, y lo fue desde el momento en que empezaste a perseguir a mi madre. Pero nunca te diste cuenta, y por eso no eres capaz de entender nada. ¿verdad que jamás viste a Snape hacer aparecer un Patronus, Riddle?

Voldemort no contestó. Continuaban describiendo círculos, como dos lobos a punto de destrozarse el uno al otro.

- El Patronus de Snape era una cierva – explicó Harry –, igual que el de mi madre, porque él la amó casi toda su vida, desde que eran niños. Debiste darte cuenta; por algo pidió que no la mataras, ¿no?

- La deseaba, eso es todo – se burló Voldemort –, pero cuando ella murió, Snape aceptó que había otras mujeres, y de sangre más pura, más dignas de él...

- ¡Por supuesto que te dijo eso, pero se convirtió en espía de Dumbledore desde el momento en que la amenazaste, y desde entonces trabajó siempre para él y contra ti! ¡Dumbledore ya se estaba muriendo cuando Snape puso fin a su vida!

- ¡Eso no importa! – chilló Voldemort y soltó una carcajada enloquecida - ¡No importa que Snape me fuera fiel a mi o a Dumbledore, ni qué insignificantes obstáculos intentaran poner en mi camino! ¡Los aplasté a ambos como aplasté a tu madre! ¡Ah, todo tiene sentido ahora Potter, y de un modo que no comprender! Dumbledore pretendía impedir que me apodere de la varita de saúco, quería que Snape fuera el verdadero dueño de ella. Pero yo llegue antes que tú, mocoso, y conseguí la varita antes de que le pusieras las manos encima y descifré la verdad antes que tú, ¡Hace tres horas he matado a Severus Snape, y la varita de saúco ha pasado a ser mía! ¡El plan de Dumbledore salió mal Potter!

- Sí, salió mal. Tienes razón. Pero antes de que intentes matarme, te aconsejo que recapacites sobre lo que has hecho... piensa, e intenta arrepentirte un poco, Riddle...

- ¿Qué quieres decir?

- Es tu última oportunidad – continuó Harry –. Es lo único que te queda... He visto en qué te convertirás si no lo haces... Sé hombre... Intenta arrepentirte un poco...

- ¿Cómo te atreves...? – volvió a decir Lord Voldemort

- Sí, me atrevo – repitió Harry –, porque el plan de Dumbledore no me ha fallado en absoluto. Te ha fallado a ti.

La mano con la que Voldemort sujetaba la varita temblaba, y Harry asía la suya con fuerza.

- Esa varita no te funciona bien porque has matado a la persona equivocada. Severus Snape no era el verdadero dueño, nunca venció a Dumbledore.

- Snape mató...

- ¡Snape nunca venció a Dumbledore porque la muerte la planearon juntos!

- ¡En ese caso, Potter, es como si me la hubiese regalado! – la voz de Voldemort temblaba con malévolo placer - ¡Yo robé la varita de la tumba de su dueño! ¡se la quité en contra de sus deseos! ¡Su poder es mío!

- No basta con poseer la varita...La varita ha reconocido a un nuevo dueño antes de morir Dumbledore. Ese nuevo dueño se la arrebató sin querer, sin tener conciencia de lo que hacía. El verdadero dueño de la varita es Draco Malfoy

- ¿Y qué importancia tiene eso? - interrumpió Voldemort – aunque tuvieras razón, tú ya no tienes la varita de pluma de fénix, así que batámonos a duelo contando con sólo nuestra habilidad...y cuando te haya matado me encargaré de Draco Malfoy.

- Lo siento pero llegas tarde; has dejado pasar tu oportunidad. Ya me adelanté: le quité ésta varita a Draco – dijo sacudiendo la varita con que apuntaba a Lord Voldemort –. Entonces todo se reduce a esto, ¿no? – susurró -. ¿Sabe la varita que tienes en la mano que a su anterior ambo lo desarmaron? Porque si lo sabe, yo soy el verdadero dueño.

De repente un resplandor rojo y dorado irrumpió por el techo encantado del Gran Salón, al mismo tiempo que una porción del deslumbrante sol del amanecer aparecía sobre el alféizar de la ventana más cercana. La luz les dio de lleno en la cara a ambos contrincantes. Voldemort chilló con aquella voz tan aguda, y Harry también gritó, apuntando su varita:

- ¡Avada Kedavra!

- ¡Expelliarmus!

El estallido retumbó como un cañonazo, y las llamas doradas que surgieron entre ambos contendientes, en el mismo dentro del círculo que estaban describiendo, marcaron el punto de colisión de los hechizos.

Entonces la varita de Voldemort saltó por los aires girando sobre sí misma hacia el techo encantado, y dando vueltas en el aire llegó hasta Harry, quien la atrapó.

Voldemort caía hacia atrás, con los brazos extendidos y aquellos ojos rojos de delgadas pupilas vueltos hacia adentro. Tom Riddle cayó en el suelo, el cuerpo flojo y encogido, las blancas manos vacías, la cara de serpiente inexpresiva y sin conciencia. Esta muerto. Y Harry allí inmóvil con ambas varitas en mano, contemplando el cadáver de su enemigo.

Hubo un estremecedor instante de silencio en el cual la conmoción de lo ocurrido quedó en suspenso. Y entonces el tumulto se desató alrededor de Harry: los gritos, los vítores y los bramidos de los espectadores surcaron el aire. Sirius, que era quien estaba más cerca, fue el primero en abrazarlo, tenía tal expresión de orgullo que no le entraba en el cuerpo y sonreía a más no poder. Luego de él siguieron los demás, todos queriendo su turno para poder tocar, abrazar o agradecer a Harry Potter.

El sol fue ascendiendo por el cielo de Hogwarts y el Gran Salón se llenó de luz y vida.

Sirius se acercó a Isadora la abrazó y la besó.

- Ya terminó – dijo finalmente.

- Ya terminó – Repitió ella. Cuando la conmoción y la emoción abandonó el cuerpo de Sirius, y finalmente pudo sentirse tranquilo, la fuerza con la que se mantenía en pie también pareció abandonarlo - ¡Sirius! – exclamó Isadora - ¿Sirius, estás bien? Siéntate.

Sirius no opuso ningún tipo de resistencia cuando Isadora se dispuso a examinar sus vendajes, empapados en sangre otra vez.

- No es nada – dijo él con los ojos cerrados. Pero cuando Isadora vio la herida sintió que le bajaba la presión. Allí donde debía haber músculo, blanqueaba el hueso en el antebrazo. La bruja llamó a Poppy a los gritos y ésta acudió de inmediato.

- Tranquila - dijo la mujer – lo arreglaré.

Isadora asintió frenéticamente.

- Pero mira, necesito que ayudes allí – señaló a un grupo de gente, entre ellos Remus. Todos aquellos parecían estar bien, pero Isadora entendió que Poppy no la quería allí estorbando y se alejó.

- Remus – dijo Isadora abrazándolo – Te ves mejor que hace unas horas.

- Sí, bueno, recuperé un poco de sangre... y perdí unos kilos – dijo señalando el lugar por debajo de su rodilla donde su pierna debería estar - ¿Qué pasa con Sirius?

- Lo hirieron, no pensé que fuese tanto hasta que lo vi recién. Poppy se está encargando.

Remus abrazó a Isadora y le acarició el cabello unos minutos mientras desde lejos veían a Sirius y Madame Pomfrey discutir.

- Todo va a estar bien – dijo Remus – en unas horas llegaremos a tu casa y verás a tus hijas, y yo veré a Teddy... Si lo piensas todos tuvimos suerte, hasta hace unas horas eso no parecía una posibilidad. Y Sirius está discutiendo con madame Pomfrey ¿Ves?, eso es buena señal.

A medida que transcurría la mañana iban llegando noticias: los que se encontraban bajo el maleficio Imperius habían vuelto en sí; los Mortífagos que no había sido capturados huían; los inocentes habían sido liberados de Azkaban; Kingsley había sido nombrado provisionalmente ministro de la magia; Tonks recibió un Patronus de su madre avisándole que allí todos estaba bien.

El cadáver de Voldemort fue trasladado a una cámara adyacente al gran salón, lejos de los cadáveres de quienes habían muerto combatiéndolo.

Minerva McGonagall volvió a poner en su lugar las mesas de las casas para que todos pudieran sentarse.

Isadora y Tonks ayudaron a Remus hasta uno de las sillas. Los tres agarraron comida de la que aparecía en la mesa sin fijarse qué era.

- Bueno, ya está – dijo Madame Pomfrey con malhumor y mirando a Sirius con reproche – Si te quedas quieto como sugerí hace unas horas no deberías de tener muchos problemas, pero tendrías que hacer seguimiento de eso en San Mungo.

- ¿No puedo pegarle a Malfoy? Mire, está allí en una esquina eh...

- Yo diría que no, Black – respondió Madame Pomfrey decidiéndose entre sonreír o regañarlo.

Sirius sonrió y le dio las gracias; y con su brazo sano alcanzó un trozo de pan que había en la mesa.

- ¿No te vas a sentar? – preguntó Remus.

- ¿Qué? ¡No!, Hay dos personitas en casa que debo ir a abrazar. 

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