N/A: ¿Están listos para lo que se viene?
Capítulo 67: Secretos a la luz.
Había pasado una semana desde la noche de Sunrise, y Johnny se había negado a hablar con nadie. Se limitaba a cumplir con sus responsabilidades, pero ni siquiera en la radio estaba como siempre: contestaba vagamente, estaba tan decaído que dolía verlo así.
Su rostro, siempre tan fresco y risueño, ahora tenía grandes ojeras negras, y su piel había adquirido un color grisáceo. ¿Cómo puede ser que los sentimientos afecten de esa manera al estado físico?
Estaba preocupada. Dolida, y preocupada.
—De verdad lo siento, Scarlett. Lo dije porque estaba enojada, y no estaba pensando. Por esto no quería que nadie sepa —me dijo Chanel un día en el que le expresé lo que le estaba ocurriendo a mi mejor amigo—. Intenté comunicarme con él, pero no hay manera: ni siquiera me atiende la puerta. Creo que lo mejor es dejar que él lo procese, ¿no es así?
—¿Siempre lo supiste? —pregunté lo que llevaba varios días pensando.
—Desde el primer momento. Con Leonard usé protección.
—¿Y con Johnny? —ese idiota...
—También. Pero tan pronto como iniciaron las clases dejé de tomar las pastillas anticonceptivas. Dicen que te alteran el ciclo y el organismo, y las fechas coinciden. Si a él le preocupa, podríamos hacer el test de paternidad... pero yo lo sé.
Naturalmente, como esperabamos que ocurriera, todo el colegio se enteró. Ni siquiera se molestaban en disimular que estaban cotorreando a nuestras espaldas, porque tan pronto como Chanel pasaba por los pasillos, los murmullos se hacían presentes. Pero quien peor lo tenía era Johnny, a quien había visto varias veces ser felicitado por haber tenido sexo con la rubia. Patéticos.
Nick me había dicho que le diera tiempo, y espacio. Que el sabría cuándo estaba listo para hablar, y que cuando lo hiciera, debería escucharlo, más no juzgarlo. Desde luego, tenía razón.
Nick...
—No entiendo la lógica de esta película. Lo único que hicieron fue peinarla. —me dijo Nick, mientras acariciaba mi cabello.
Estabamos sentados en un puf en mi habitación, completamente solos. Más bien, él estaba sentado en un puf, porque yo estaba recostada sobre su pecho. Me sentía tan tranquila, tan imperturbable.
—También la maquillaron. —puntualicé. Estabamos viendo "She's all that" de Freddie Prinze Jr. y Rachael Leigh Cook.
La película es famosísima por explotar a la perfección la típica trama de "chica nerd/incomprendida que es hermosa pero nadie lo nota hasta que el chico popular hace una apuesta y descubre que es hermosa y diferente". Sé que lo han leído, esa trama está en muchos libros actualmente.
Bueno, esta película era una joya de los 2000.
—Tiene algo que me encanta, absolutamente. Es sentimental, es graciosa, está llena de personajes divertidos. —enumeré con los dedos de mi mano. En la escena, los protagonistas se besaban y el jardín entero se iluminaba. Tan romántico.
—Te quiero.
—¿Qué? —pregunté, mirándolo confundida.
—Acabo de darme cuenta de lo mucho que te quiero.
Mi corazón comenzó a latir desbocado, como si fuera a salir de mi pecho. Él podía ponerme muy nerviosa con una sola palabra, era como un mago. Un experto conocedor en temas de mi corazón, que le pertenecía a él y sólo a él.
—Y yo te quiero. —le dije, con una sonrisa tonta formándose en mi rostro.
—Después de ver el espectáculo del sábado pasado, ver a Riley hacer lo que hizo solo por... ni siquiera sé por qué. ¿Venganza, odio, diversión? En fin, me hizo darme cuenta de lo inteligente que fui al separarme de ella, y lo inteligente que fui al enamorarme de ti.
Y en ese momento, dejé de respirar.
¡Dijo la palabra con "e"! ¡Nick Rogers esta enamorado de mí!
Y diablos, yo estaba enamorada de él.
"Summer diría que te lo dijo, y yo también lo haré. Te lo dije, cabeza de fosforo" me dijo burlonamente la voz de mi consciencia.
—Yo... wow.
Si, sonaba estúpida, pero no sabía que más decir. Me agarró con la guardia totalmente baja y aún no superaba la impresión, ni la emoción.
—Si, Riley es una perra —alcancé a decir, y escuché a Nick reírse con ganas—. No, lo que quiero decir es... yo... yo también lo estoy, Nick. Estoy enamorada. De ti.
Él me agarró de los codos y me acomodó de manera de que quede encima suyo, nuestras narices chocando. Dio el primer paso y atrapó mi boca con la suya, y nos fundimos en un largo y apasionado beso que elevó rápidamente la temperatura.
"Esto es. Llegó el momento" pensé, al observar cómo se sacaba la camisa y la tiraba arriba de mi cama. Luego, me tomó por la cintura y se puso de pie. Caímos encima de mi cama, y yo me encargué de acariciar su pecho mientras él depositaba pequeños besos en mi cuello, y comenzó a bajar.
Se deshizo de mi remera y lo escuché tragar saliva, lo que me hizo reír. Siempre supe que Nick no era virgen. Es decir, salía con Riley, estaba seguro de que habían tenido sexo anteriormente. Pero aún así, jamás lo oí decir algo respecto a tener relaciones, porque él sabía que yo aún era virgen.
Supongo que nunca me puse a pensar en lo que significaba para él esta "abstinencia".
Acercó una de sus manos a uno de mis senos, y me miró fijamente, como esperando mi consentimiento. Tomé su mano derecha y la apoyé encima de mi corpiño, y me acerqué a besarlo.
Todo parecía surreal. Iba a suceder. Realmente iba a suceder.
—¿Estás segura, Scarlett? —me preguntó, separándose de mí con la respiración sumamente agitada. Dios, se veía tan sensual.
—Lo estoy. Por supuesto que lo estoy.
Me dirigió una sonrisa encantadora, y me dio un corto beso en los labios. Se dirigió a desprenderme el corpiño cuando ocurrió.
Los golpes en la puerta.
Lo escuché maldecir cuando la voz de Patrick me llamó.
—Scarlett, sé que estás aquí. Puedo escuchar la televisión prendida —se quejó, y yo procedí a levantarme del regazo de Nick a ponerme la remera. Sabía que él no se iría—. ¡No me ignores, Zanahoria!
—¿Qué ocurre? —grité, abriendo la puerta de sopetón. Detrás de mí, Nick se había puesto la camisa y observaba con los brazos cruzados.
—Vengo a buscar el libro de... Física. Esperen un momento. ¿Estaban teniendo sexo? —abrí la boca, atónita, cuando lo vi sacudir la cabeza— Olvídalo, no quiero saberlo. Dame mi libro.
Me acerqué refunfuñando hacia mi estantería, saqué el libro de la pila ordenada y prácticamente se lo tiré antes de cerrar la puerta en su rostro.
—Ya me van a extrañar, imbéciles. —gritó del otro lado, y luego escuché pasos alejarse.
Me di vuelta, y miré a Nick con mi mejor sonrisa de disculpa. No era mi culpa, desde luego, pero sabía que él estaba tan frustrado como yo.
—Lamento eso.
—Está bien. —dijo, y extendió los brazos para que me dirija hacia él.
Él me abrazó por los hombros y yo posicioné mi cabeza en el hueco de su cuello. Olía tan bien. Él me besó la coronilla y luego me propuso ir a comer algo afuera, así que asentí con la cabeza. Eran las seis, hasta las ocho podíamos salir sin ser sancionados.
—Espérame un momento, iré a cambiarme el top y vuelvo. ¿Puedes desconectar el teléfono?
Me metí al baño y me dediqué básicamente a ponerme presentable nuevamente. Tenía la cara enrojecida y el cabello alborotado. No había que ser un genio para darse cuenta de lo que ocurría.
Sin embargo, cuando salí, algo cambió.
—¿Qué es esto, Scarlett? —me dijo, con voz totalmente seria. Me enderecé a mi lugar, sintiendome totalmente extrañada.
—No se a qué te refieres, Rogers.
—¡Esto! ¡A esto me refiero! —me gritó cuando me acerqué, y pude ver perfectamente lo que sostenía.
¡Mierda! ¡¡Por todas las mierdas!!
En la mano de Nick se encontraba una tira de cuatro fotografías. Los protagonistas eran una pareja sonriente que se besaba y hacían caras graciosas. Los conocía perfectamente. Riley Piper y Drake Murphy.
—Yo... no es lo que piensas.
—Lo que pienso es que esto es del baile de bienvenida. ¿Lo es? ¿Lo es, Scarlett?
Asentí con la cabeza, sin atreverme a mirarlo a los ojos. Estaba bien jodida.
—Me estas diciendo que la que en ese entonces era mi novia y uno de mis mejores amigos solían salir bajo mis narices, ¡¿y tú lo supiste todo el tiempo?!
Es algo que todos sospechaban, pero entiendo por qué su dolor. No por Riley, desde luego. Por Drake. Por el que era uno de sus más cercanos amigos, sin tener escrúpulos. Y por mí, que se lo oculté todo este tiempo.
—¿Por qué tienes esto? —me preguntó, un poco más calmado.
—La foto estaba pegada a las nuestras. No supe que hacer en ese momento, realmente lo lamento.
—¿Sabes que pienso, Scarlett? Que tanto tú, como mi mejor amigo, se han estado riendo de mí a mis espaldas.
—¿Qué dices? ¡Claro que no! ¡Eso es—
—No puedo hacer esto. —negó con la cabeza, y se marchó. Me dejó la fotografía entre las manos, y me dejo sola. Llorando.
Esa sería la última vez que hablaríamos en un largo tiempo.
***
Habían pasado dos semanas, y la gente lo sospechaba. El mes de marzo se había marchado, dejandome con el corazón roto en un abril lleno de ensayos de la obra. Y verlo me dolía.
Me dolía como mil demonios.
Mis amigos intuían lo que había ocurrido, pero yo no le conté nada a nadie. En cambio, rompía a llorar cada vez que me mencionaban el nombre de Nick Rogers.
Lloraba como había prometido nunca llorar.
—Necesito que estés más presente en los ensayos, Scarlett. ¿Qué te ocurre? Te equivocas las líneas la mitad de las veces. ¿En donde tienes la cabeza? —me había preguntado Heather una vez, y en ese segundo comencé a llorar.
—Lo lamento, lo lamento, Heather. —gesticulé mientras negaba con la cabeza. La mujer me acercó a su cuerpo y me abrazó con fuerza.
Me recordó a mamá. Quería estar en casa. Quería que ella me aconseje que hacer. Me sentía desvastada.
Por otro lado, Johnny había vuelto ser el de antes. O algo así. Se lo notaba decaído, pero ya nos volvía a hablar normalmente y eso era un avance.
Podía notar que se preocupaba por mí. Y yo me preocupaba por él.
Como un maldito circulo vicioso sin fin.
—¿Quieres ir ver una película en mi habitación?
Cerré el casillero y lo miré extrañada. A mi lado, me miraba Johnny con una sonrisa tímida en su rostro y las manos en los bolsillos de la campera azul de los jugadores.
Mi corazón pinchó.
—Yo... ¿qué?
—Te extraño —me dijo, mirando al suelo—. Te necesito, Simba.
Dejé escapar un sollozo y me tiré a sus brazos sin dudarlo. Él me respondió el abrazo y acarició el cabello suavemente hasta que me calmé un poco.
—¿Qué dices? ¿Películas de terror con Johnny?
—Suena como un plan. —le respondí, limpiando una lágrima de mi rostro.
Una hora más tarde, una vez que había concluído el día lectivo, estabamos sentados en su habitación con un enorme balde de pochoclo que habíamos cocinado en un microondas del comedor.
No era la mayor fan del género del terror, porque era una total gallina, pero era increíblemente eficiente para despejarnos la cabeza de nuestros problemas. Y, durante dos horas enteras, no había pensado en Nick. Hasta ahora.
—¿Cómo está Nick? —le pregunté a Johnny, comiendo el resto del maíz en el fondo del balde. Él me miró con curiosidad.
—¿Quieres la verdad?
Asentí con la cabeza. Lo peor de una separación es el frío que comienza a reinar entre dos personas que solían ser las más cercanas, por que el mundo seguía igual después de eso. Eso me había ocurrido a mí, ya que cada semana en la clase de Historia tenía que sentarme al lado de mi ex y discutir sobre un trabajo de cien preguntas que parecía nunca terminar.
Y lo notaba frío, y distante. Y mi corazón se rompía un poco cada vez que lo escuchaba hablarme de esa manera.
—Se lo nota destrozado, Simba. Cada entrenamiento es más agresivo que el otro, y se enoja por las cosas más ridículas. Sé que la próxima semana es el partido contra Whitmore, pero es exagerado.
Bien, entonces no era la única totalmente herida por la separación. Él también lo sentía. Y, por alguna razón, eso alivió un poco mi escozor.
—Oye, Johnny. Si quieres hablar de...
Él me negó con la cabeza, y vi como su cara se vio atravezada por el dolor. No estaba listo.
—Serás la primera a la que acudiré cuando quiera hacerlo. Te lo prometo.