Enredada con el chef

By Bermardita

1.7M 60.7K 22K

Margo está rota, siente un vacío enorme en su interior. Thomas es un chef de élite, ¿podrán sus coqueteos y p... More

SINOPSIS
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (+18)
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71 (+18)
Capítulo 72 (+18)
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80 (FINAL)
EPÍLOGO

Capítulo 8

30.9K 1K 257
By Bermardita


"Una receta no tiene alma. Es el cocinero quien debe darle alma a la receta"

―Thomas Keller


***

Estuve enojada con Thomas más de lo normal... o eso me gustaría decir.

Thomas se fue de visita con sus padres por tres días completos. Gracias a eso, tuve el apartamento para mí sola y, durante su ausencia, estuve comiendo toda clase de comida rápida. Realmente lo disfruté.

El incidente del beso fue perdiendo valor y mi enojo se apaciguó con la soledad y con mis estudios. Sin embargo, me prometí no bajar nunca más la guardia estando a su lado. Sin Thomas a mi alrededor, las cosas eran calmadas y podía avanzar estudiando. Al caer la noche del día martes, me encontraba sentada frente a la mesa de la sala rodeada libros y hojas. Tenía ejercicios a entregar la próxima semana.

Intuí que Thomas había llegado en alguna hora de la mañana mientras estaba en la universidad; y desde entonces casi no intercambiamos palabra, estaba demasiado ocupada para prestarle atención. Aunque admitía que me resultaba intrigante su silencio, parecía algo inquieto.

Dejé mi lápiz sobre unas hojas blancas, ladeé la cabeza, curiosa, y observé con detenimiento al hombre situado a unos pasos.

Thomas se mantenía sentado sobre uno de los sillones que conformaban la sala de su apartamento. Sostenía en su mano derecha una copa de vino tinto, que movía con pereza en leves movimientos circulares. Parecía absorto en sus pensamientos, viendo un punto muerto sobre un cuadro grande de fotografía clavado a la pared.

Parecía estar cansado, con sueño y absorto en lo que fuesen sus pensamientos, tal vez en asuntos concernientes a su cocina. Dejó la copa sobre el centro de mesa para recargarse con más libertad sobre el respaldo del sillón. Se masajeó las sienes con la punta de los dedos, como si estuviera hastiado o con dolor. Luego se frotó los ojos fuertemente antes de alborotar su cabello negro con desgana.

Cerró los ojos e intentó relajarse, pero se removía por momentos, inquieto. Abandoné mi asiento y fui a la cocina. Quizá tenía un dolor de cabeza y por eso no podía estar tranquilo. Busqué una taza de la alacena y entre las cajas de té busqué uno que sirviera como relajante.

Después, me dirigí a donde se encontraba. Al estar lo suficientemente cerca, noté que se encontraba con los ojos cerrados. Dejé la taza despacio en la mesa, dudé si despertarlo o dejarlo dormir. Tomé una respiración profunda, rodeé el sillón para encaminarme al otro lado. Dudosa, pensé. Cuando tenía dolor de cabeza, un buen masaje o un baño me calmaba y no había necesidad de medicamentos.

Él era amable conmigo, bajo esa excusa, coloqué mis manos sobre su cabeza y empecé a hacer movimientos circulares a lado de su cabeza, moviéndome en distintas partes de manera uniforme, alborotando más su cabello azabache. Bajo mis dedos, el cabello de Thomas se sentía suave.

¡Qué envidia! Ni siquiera yo lo tenía así.

Cuando creí que estaba profundamente dormido, abrió los ojos tan pronto escuchó que alguien trataba de ingresar al apartamento, tecleando la clave de seguridad que bloqueaba la puerta de entrada.

¿Quién podría ser?

Preocupada, alejé mis manos en mi vano intento de marcar distancia. Thomas de inmediato fue a agarrar mi muñeca cuando sospechó que iba alejarme.

―Suéltame.

―No quiero ―respondió, con la voz vaga.

―Últimamente dices mucho esas dos palabras. ¡Suéltame! ―dije y tiré con fuerza mis brazos hasta lograr zafarme. Rodeé el sillón y regresé por la taza de té que preparé―. Te había preparado té pero mejor me lo voy a beber.

Thomas rio. Me encaminé a la mesa donde estaba estudiando y fingí no haberme movido de mi sitio, para que la persona que entrara al apartamento se percatara que, aunque Thomas y yo vivíamos juntos, cada uno estaba en su propio mundo.

El ruido que provocó el desbloqueo de la puerta principal y al cerrarse de nuevo, lo prosiguieron unos pasos pesados, como si arrastrara los pies con pereza o tirara fuertemente de algo pesado. Thomas tomó una respiración profunda y sonrió.

A juzgar la manera ruidosa de caminar, intuí de inmediato de quién se trataba.

―¿Qué pasa, Edward? ―preguntó, somnoliento. Tiró de su cuerpo hacia adelante para ponerse de pie, aunque no se giró ni mostró estar dispuesto a recibir a su invitado.

―Venía a preguntarte sobre el nuevo menú. Seguí la receta minuciosamente, pero creo que me sigue faltando algo.

Thomas quedó pensativo. Yo tomé un sorbo del té mientras escuchaba atentamente. Con ruido a mi alrededor, iba a ser difícil concentrarme.

―¿Por qué lo dices? ―quiso saber él.

―No tiene el mismo sabor que el tuyo.

―Comprendo. Pero ahora no tengo ingredientes, ¿podría ser mañana?

―Traje del restaurante... ―Con una sonrisa, Edward levantó una bolsa reciclable, repleto por lo que parecían ser verduras, carnes y especias. Incluso llevaba en la otra mano su propio cuchillo de cocina, envuelto en una servilleta de bordados.

Thomas soltó una carcajada suave. Miró por encima de su hombro derecho y recorrió con la vista a Edward, quien llevaba unos pantalones holgados demasiado casuales y un sudadero negro con capucha.

―Sí que eres listo, Ed. ―Él se giró sobre sus talones para encarar por fin a su compañero. Aflojó su corbata alrededor de su cuello mientras hablaba―. Aun así, será mejor mañana. Estoy cansado.

―Ah, de acuerdo. No hay problema.

La desilusión que cubrió el rostro de Edward fue muy evidente y dejó caer los hombros, dándole un aspecto de terrible decepción; aunque recobró la postura casi al instante, tal vez recordando que si se mostraba decepcionado o con ansias, Thomas sería capaz de cambiar de opinión y enseñarle sin importarle cuan cansado estuviera. Porque Thomas actuaba de ese modo.

Edward se encaminó a mano derecha, guiándose hacia la cocina para dejar los productos a la refrigeradora. Me vio y, a modo de saludo, levantó una de sus manos en mi dirección. Yo le hice lo mismo. Mi relación con Edward era de lo más seco, no terminaba de agradarle y no me importaba.

Despreocupada, vacié el contenido de mi taza. Cuando Edward salió de la cocina pasó conmigo a dejarme una manzana sobre mi mesa, sin decir nada. Se dirigió a Thomas e hizo lo mismo.

―¿Estás preocupado por algo, Thomas? ―cuestionó Edward.

Elevé la vista, viendo a ambos hombres, extrañada. Había tenido la misma impresión pero no me atreví a preguntar al respecto. Edward estaba parado al lado del sillón, permanecía atento. Por otro lado, Thomas no respondió, se limitó a desplomarse sobre el sillón.

Edward lo siguió, interesado y con aire despreocupado, en actitud de completo desinterés.

―Suéltalo ―comentó.

―¿El qué? ―Thomas parecía confundido.

―¿Cómo que el qué? ―dijo―, pues lo que te inquieta, tonto.

―Aaah ―balbuceó, riendo con soltura. Volvió a colocar la mirada sobre la fotografía―. Algo que dijo mi padre no lo entiendo.

―¿Qué es?

―Algo.

Edward apoyó sus codos sobre las rodillas, un poco molesto.

―¿Tiene algo que ver con la chica que contrataste hoy?

Las cejas de Thomas se arrugaron, confundido. También elevé la vista en su dirección, ¿una chica nueva?

―¿Qué? No. Ese fue solamente un impulso del momento. ―Por fin se mostró un poco más relajado, divertido, como solía ser siempre. Aunque el enojo de Edward aumentó más, especialmente al escuchar lo último.

―¿Un impulso? ¿En serio? ―preguntó con desdén―. ¿Qué te pasa por la cabeza? Eres consciente de que ya no hay dormitorios, ¿verdad?

―¿Ya no hay?

Edward le propició un golpe en la nuca en un intento por hacerlo reaccionar.

―No hay ―repitió―. No sé cómo lo vas a solucionar, pero esa chica se va mañana. Dile que solo fue una broma, que solo es producto de un impulso ―dijo, haciendo énfasis en la palabra final.

―No te enojes, Ed. Envejecerás más rápido ―intentó bromear, pero fue inútil. Al ver la expresión impasible de Edward, él se limitó a soltar otro suspiro. Apenado, añadió―: aún si tú lo dices, yo no puedo hacer eso.

―¿Por qué? ―inquirió, todavía con malhumor―. No es tan difícil.

―Ella no tiene a donde ir ―soltó Thomas.

Edward fue quien soltó un suspiro ahora.

―Dime Thomas, ¿recibirás a todos lo que no tengan a dónde ir?

―¿Solo a todos? ―volvió a decir, dudando. Incluso Thomas tenía miedo de Edward cuando se ponía de malhumor.

―Eres demasiado desconfiado, Thomas. ¿Y si esas personas resultan ser ladrones? ¿Y si vienen con malas intenciones? Algún día, Thomas, alguien aparecerá y le dará la espalda a esa amabilidad tuya.

Thomas se volvió hacia su compañero y lo miró a los ojos sin pestañear.

―Entonces sabré compadecer a esa persona.

―¿Por qué?

―Porque yo no seré el miserable. ¿Por qué debería preocuparme por eso?, además, si pasara eso realmente, sé qué tú estarás ahí... ¿no es así?

Edward se volteó a mirar a otro lado, clavando la mirada en una pantufla tirada en el piso a unos metros. No sé si era impresión mía o si en verdad sucedía, pero noté a Edward nervioso y... ¿sonrojado?

Él se levantó del sillón, dispuesto a marcharse.

―Me voy ―dijo―, vendré temprano.

―Como quieras. Ve con cuidado.

Edward no respondió, caminó recto hacia la puerta sin ver atrás. Pero antes de llegar, Thomas se aclaró la garganta y agregó:

―Ed, sé que dijiste que en À plus tard ya no hay espacio, pero me gustaría que hicieras uno, no importa si es en la sala o en el cuarto de alguien.

Edward parecía exasperado. Se giró sobre sus talones y encaró a Thomas, se miraron por unos segundos.

―No tengo otra opción, terminas saliéndote con la tuya de todos modos ―dijo Edward.

Thomas rio.

Sin decir más, Edward abandonó el apartamento.

Y yo me quedé patidifusa. ¿Una chica en el restaurante? ¿Un impulso del momento?

No entendía a Thomas en absoluto. Sabía que era demasiado amable pero no sabía hasta qué punto podía llegar a serlo. Ahora me daban ganas de preguntarle la verdadera razón de haberme ofrecido trabajo y un techo donde vivir... ¿fui también un producto del impulso del momento o de la amabilidad?

De alguna forma y razón extraña, me sentía ofendida y decepcionada. Guardé mis libros y despejé la mesa, las ganas de estudiar se esfumaron. No tenía sueño ni quería hacer algo en particular, tan solo deseaba salir un rato afuera para enfriar mis pensamientos.

―¿Terminaste de estudiar? ―preguntó Thomas.

―Sí ―mentí.

―Mañana es miércoles, Margo ―comentó, soltando un suspiro profundo para mi sorpresa―. Mañana tendré una cita con Ashley.

Ah, se me había olvidado por completo su novia.

―Perdón, se me había olvidado ―dije, con una expresión despreocupada. Me metí mi dedo pulgar a la boca, mordisqueándome la uña―. Voy a organizar de nuevo tu agenda y pediré una reservación en el restaurante favorito de ella. Te compraré flores y chocolates mañana, saliendo de clases.

Me volví hacia él y lo miré a los ojos.

―No tienes de que preocuparte, todo saldrá bien ―agregué.

Mientras lo observaba, algo en su expresión cambió por completo. No sabía cómo interpretarlo, pero me dio la sensación que eso no era lo que quería. El ambiente pronto se sumió en un tenso silencio.

―Como sea ―dijo―. Te dejaré dormir.

¿Qué mosca le habrá picado?

Antes parecía inquieto y preocupado, ahora lucía molesto. Fui por mi libreta y revisé que hubiese dicho bien los gustos de Ashley. En sus citas anteriores, ella no dejaba de mencionar lo mucho que le encantaban los chocolates y las flores, por eso mencioné que sería buena idea llevarle mañana porque la semana pasada Thomas fue con las manos vacías.

Luego de llamar al restaurante y suplicar que me concedieran una reservación para mañana a las seis, revisé mejor la agenda de Thomas para ver si podía modificar o posponer alguna actividad a otro día. Por suerte, no había nada de qué preocuparse.

Pude dormir tranquila poco después. 



¿Alguien por aquí? ¿Nadie?

Continue Reading

You'll Also Like

59.4K 7.8K 10
JongIn aprende a escuchar con el corazón cuando conoce a KyungSoo. 8 capítulos + especial Portada hecha por una lectora preciosa, ha preferido quedar...
1.5K 71 18
Han pasado 2 años, y todo a cambiado, absolutamente todo, Alex a cometido un grave error y gracias a ello a perdido lo más preciado para el, tendrá q...
222K 10.6K 35
-Odio cuando traes a mujeres al apartamento - Ella me grito, demostrando el gran enojo que sentía -Por que mierda es tan molesto para ti? - Pregunté...
116K 9.5K 33
𝙿┃𝗔𝗥𝗚𝗘𝗡𝗧𝗜𝗡𝗔 ▃▃▃▃▃▃▃▃▃🎐*ೃ༄ ┊͙ 𝖺 𝗃𝖺𝖾𝖽𝖾𝗇 𝗆𝖺𝗋𝗍𝖾𝗅𝗅 𝖿𝖺𝗇𝖿𝗂𝖼 ♯ 𝖽𝗈́𝗇𝖽𝖾 𝗌𝗈𝖿𝗂𝖺 𝗌𝖾 𝗆𝗎𝖽𝖺 𝖼𝗈𝗇 𝗌𝗎 𝖿𝖺𝗆𝗂𝗅𝗂𝖺...