Meliflua

By xaturna

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¿Quién creería que un simple hashtag era lo suficientemente poderoso como para hacer que una escritora termin... More

ANTES DE LEER
E P Í G R A F E
P R E F A C I O
CAPÍTULO 01
CAPÍTULO 02
CAPÍTULO 03
CAPÍTULO 04
CAPÍTULO 05
CAPÍTULO 06
CAPÍTULO 07
CAPÍTULO 08
CAPÍTULO 09
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPITULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
E X T R A
A G R A D E C I M I E N T O S

CAPÍTULO 11

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By xaturna


—Su color favorito era el blanco, tenía 16 años Y un novio dos años mayor. Su familia es millonaria, tenía cincuenta mil seguidores en Instagram,no tenía hermanos, amaba a Shawn Mendes, estudiaba ciencias, y era rusa.

Emily asentía con cada dato que oía salir de mis labios.

La familia de Inna era tan poderosa que investigar sobre ella había sido tan sencillo cómo buscar su apellido en la web. Con solo hacerlo supe cosas como que sus vacaciones eran en Grecia y que sus padres eran dueños de una compañía que se centraba en la seguridad...

—También sé el día de la fiesta ella estaba con un chico. No era algo formal que apareciera en internet, pero ella me dijo que no era la primera vez en la que se coqueteaban. Fue la última persona con la que la vi...

—¿Quién?

—No sé. Era pelirrojo.

—Eso no aporta nada— concluyó Emily.

Bajé mi mirada hacia el suelo y me tomé una pequeña respiración. ¿Cómo no iba a aportar nada? Era un punto de partida perfecto.

—Sí. Muchos pelirrojos— sumó Johann.

—No estoy tan segura...— quise continuar.

Emily bufó interrumpiéndome.

—Mi turno— anunció, dándole una mirada a la hoja en su mano—. El color favorito de Denian también era el blanco, también tenía 16, estudiaba leyes, era de Egipto, no tenía redes sociales y era de familia millonaria.

La pelinegra volvió a guardar el celular en un bolsillo tan rápido como habló y luego miró a Johann, esperando que aprovechara su turno.

Íbamos de camino a Punta Ballena, y aprovechábamos para comentar todo lo que habíamos investigado en esos tres días sobre las personas asesinadas. Juntarnos al final de las clases se estaba volviendo un hábito.

Decidimos visitar primero Punta Ballena, ya que era más lejos y, además, no tenía idea de cómo entraríamos al edificio de leyes sin una tarjeta de ingreso. De todas formas, ¿no sería un allanamiento ilegal de propiedad privada?

—Federic estudiaba leyes, nació en Egipto al igual que Denian, tenía mil seguidores y una familia millonaria. También tenía 16 y en sus fotos usaba mucho el color blanco, si sirve de algo— el chico comentó tras elevar sus hombros y mantuvo la vista en el celular, quizás fantaseando con que apareciera algo más de información.

No estaba segura de qué significaban las muertes para ellos... No estaban siendo incriminados y casi que no conocían a las personas asesinadas. Me preocupaba que todo fuese un juego en el que estúpidamente me había involucrado.

—¿Entonces lo único que tienen en común es la edad, el dinero y el color blanco?— la periodista me miró—. Deberíamos seguir investigando— concluyó lo obvio.

—Sí...— murmuró Johann.

Finalmente llegamos a Punta Ballena y ninguno parecía querer romper el extraño silencio que nos envlovía. Había una vibra extraña en cuanto recordaba lo que había pasado en aquel lugar. Quería huir. Podía sentir mis vellos erizarse y mi mente no quería borrar el rostro preocupado de Inna antes de ira besarse con el pelirrojo. ¿Es que aquello se había significado algo y lo había dejado pasar? Preguntas así no me dejaban dormir en la noche...

—Ahora nos separamos y buscamos pistas— anunció Emily de repente, llamando mi atenció y comenzando a alejarse por el lado derecho.

Johann pareció casi correrla para alcanzarla.

—¡Espera!— le gritó, logrando que la pelinegra frenara—. ¿No miras películas de terror? ¡Si nos separamos morimos!

Emily rodó los ojos como respuesta y agregó: —Hagamos una llamada grupal si les preocupa tanto.

Lo realmente extraño era que a ella no le "preocupara tanto". Sacó su celular del bolsillo de su chaqueta y, a los segundos, el mío comenzó a vibrar. Atendí y el del rubio hizo lo mismo volviendo a mi lado.

Emily se acercó el celular a su boca.

—Así no nos asesinarán taan separados— se burló susurrando y nuestros celulares le hicieron eco. Sin más volteó y caminó hacia el sitio en donde fue la fiesta, me alegraba que alguien más cubriera esa zona, porque yo no quería siquiera aproximarme, sabía que recordaría el dolorde mis rodillasen el psio o el ardoren mi pecho. 

Le eché una mirada a Johann -quien siquiera lo notó por usar el celular, aparentemente revisando su propio perfil de Instagram- y me alejé para caminar hacia el acantilado.

El atardecer estaba comenzando y caminando por el borde podía detallarlo perfectamente. Sus tonalidades rosas, naranjas y celestes se visualizaban de forma hermosa sobre el océano. Inevitablemente me recordó a aquellas tardes con mi hermano, en las que tomabamos té y observando el cielo.

Me tomé unos segundos para respirar antes de comenzar a investigar de verdad. No me tentaba demasiado hacerlo, pero ¿si no lo hacía yo quién más?

—¿Ya encontraron algo?

La voz de Emily perturbó mi tranquilidad, al nivel de desestabilizarme y casi tropezar. En ese instante reaccioné, consideré que quizás podía caer (y morir) y me alejé a una distancia considerable del borde. A pesar de que todo podría calmarse con algo tan sencillo como mi propia muerte, o suicidio, porque sería precisamente lo que se vería desde fuera.

—Apenas comenzamos— Johann habló del otro lado.

Le eché una mirada al sol para observar los últimos rayos de luz que nos proporcionaría ese día.

—¿Mía? ¿Sigues viva?— preguntó la periodista.

—Sí— sonó a queja.

—Pues aquí solo hay un poco de ¿sangre seca?— habló la pelinegra.

Mi estómago se removió al saber que -posiblemente- era de Inna. Superar su muerte era difícil. Y no solo por el cariño en sí, sino por la culpa del saber que yo había inspirado de alguna forma su asesinato. Sabía que era un peligro estar cerca de mí, pero de todas formas me aferré a ella como garrapata y así había terminado... Todo sería más sencillo si yo estuviese en su lugar.

Mi hermano solía decirme que la culpa es nuestro mayor enemigo, porque se adueña de los pensamientos y cuesta alejarla sin un cierre; y con Inna muerta dudaba encontrar algo similar. Yo sabía lo que había pasado.

Guardé mi celular en el bolsillo con el micrófono hacia arriba y me dispuse a analizar la arena, como si de alguna forma el asesino o Inna hubieran llegado hasta aquí. La habían encontrado por la zona de la cocina.

—¿Y si salió un personaje del libro?

Fruncí el ceño tras oír hablar a Emily.

—¿Eh?

—Lo vengo pensando hace algunos días— continuó la pelinegra—. Hay audios subliminales y rituales para eso.

—No creo— hablé yo—. Deberían haber salido muchos si eso llegara a pasar y sería muy extraño. Es básicamente imposible.

—Nada es imposible dicen por ahí— Johann habló con misterio y luego soltó una risa.

No se tomaban nada en serio. Por un momento consideré su teoría, pero realmente era imposible. ¿Cómo saldrían de sus respectivos libros? ¿En ese caso sabrían que yo los creé? ¿Me odiarían por haberles hecho vidas tan miserables y me lo querían devolver?

—¿Y qué haría el supuesto profesor de matemáticas?— el rubio volvió a hablar—. O sea, básicamente eres su madre, o su Dios, sabes todo sobre ellos y cómo se comportarían. Así que, si eso fuera posible, tú eres quién lo sabría todo .

Fruncí el entrecejo otra vez.

—No creo que eso esté pasando— repetí, más segura—. Pero en ese caso seguiría con su vida normal hasta que el mejor amigo de la chica lo descubra.

—Debemos ser el mejor amigo— murmuró la periodista, más para sí misma que para nosotros.

Se quedaron en silencio y yo solo me limité a oír mi corazón acelerado, por culpa de la oscuridad que comenzaba a rodearnos. Me desvié del camino y avancé hacia el edificio en donde me había encontrado con Nick.

Encendí la linterna de mi celular.

Guiaba mi vista hacia todos lados deseando no encontrarme con nada, ni nadie; realmente no quería encontrar nada. Como siempre en momentos así comencé a tararear la primera canción que llegó a mi mente, sin darle importancia al hecho de que me estarían escuchando a través de sus celulares. No era tan grave.

Sentí un ruido en los arbustos y automáticamente apunté con la luz hacia el lado contrario, para mirar sin que fuera demasiado obvio, si es que allí había algo... Me aproximé con cautela.

—¡Mierda!— oímos a Johann gritar.

Casi por inercia sollté un leve grito.

—¿Qué les pasó?— la pelinegra habló preocupada.

—Solo me asustó el grito— aclaré rápido, sin pretender que nadie se preocupara.

—Me clavé algo en el pie— respondió el rubio antes de bufar.

—Sus gritos literalmente se oyeron desde donde estoy— reprochó Emily.

—Lo siento— murmuré.

—Tampoco es que sea muy lejos— replicó el periodista.

Al notar que no había más movimiento en el arbusto me aproximé e iluminé en donde anteriormente se movía. De todas formas ya había gritado, no parecía haber más que perder, y lo que hubiese por perder tampoco me preocupaba demasiado.

Enfrentar mis temores, eso hacía. Probablemente una estupidez, pero las decisiones estúpidas son las que hacen más emocionante la vida, ¿no? 

No.

Me paré frente al arbusto, extendí mi mano y sacudí algunas hojas, intentnando reconocer algo en él. Me gustaría decirles que no había nada, pero sí me encontré con algo, era blanco, peludo y tenía algo de sangre sobre él. Di un paso hacia atrás y detuve la linterna en esa zona por algunos segundos.

—Hay algo— anuncié a la llamada.

—Algo como...— Emily me incitó a terminar.

—Blanco, peludo y ensangrentado— contesté.

—Suena a menstruación de albina— Johann carcajeó.

La risa ni se asomó en mi rostro.

—Revisa— la pelinegra pidió—. ¿Dónde estás? Nosotros vamos.

—¡Ey!— se quejó Johann—. Yo no puedo caminar.

—¿No estuviste haciendo nada en todo este tiempo?— reclamó Emily. La respuesta del rubio fue mantenerse en silencio—. Entonces yo iré y luego iremos a buscar al imbécil.

—¡Ey!— volvió a quejarse.

—En Casapueblo— finalmente informé.

—Estoy yendo— fue su respuesta—. Pero revisa— pidió nuevamente la pelinegra.

Tomé coraje, suspiré, miré el arbusto por algunos segundos y nuevamente moví las hojas. Aguanté mi respiración como si aquello pudiera servirme de algo. Extendí la manga de mi suéter hasta que tapó mi mano por completo, para que no quedaran mis huellas en eso, y para no tocar nada con mis dedos que me resultara desagradable.

Le di un toquecito. Se sentía muy liviano. Me alivió reconocer que no era un cuerpo. Dejé de retener el aire y lo levanté, para sostenerlo a unos centímetros de mi rostro y poder analizarlo mejor. Era un guante, un gran guante. Parecía parte de un disfraz.

—¿Qué hace?— oí una voz gruesa y desconocida tras mí.

Casi al instante dejé caer el guante al piso por el susto.

Volteé a gran velocidad, si alguien quería a asesinarme menos me gustaría saber de quién se trataba. Par mi sorpresa me encontré con un señor de traje beige. 

Bajé el volumen de la llamada intentando que los periodistas no me dejaran en evidencia frente al extraño y aquello desecadenara una catásftrofe.

—Nada— contesté con la vista fija en el hombre.

—¿Qué es lo que soltó?— indagó dando un paso hacia adelante.

Yo retrocedí.

—No sé.

Tras mi respuesta avanzó aún más hacia mí y, sin darme tiempo de temer aún más por mi vida, me rodeó y se arrodilló frente al objeto. Me limité a observarlo con cautela. El hombre sacó un guante de latéx de su riñonera, se lo colocó y tomó el objeto que había encontrado, luego simplemente sacó una bolsita transparente y lo metió dentro.

Miré atentamente cada uno de sus movimientos.

—Soy el detective Renzo Atrio— se presentó.

Extendió su mano hacia mí, aún con el guante de látex sobre la suya, y me la quedé mirando, sin querer tocarlo. El sonrió como disculpa, se lo quitó, lo guardó en uno de sus bolsillos y volvió a extenderme su mano; la tomé por educación.

—Fui contratado por la familia Pasternak. ¿Y usted es?— dijo luego de soltarme.

—Mía Pepper.

—La autora— reconoció—. Amiga de Inna, también.

Como respuesta únicamente lo contemplé en silencio y luego a nuestros alrededores, sin saber qué hacer.

—¿Qué hace aquí sola?— cuestión observando nuestro entorno, al parecer notando que yo también lo había hecho, y el corazón se me aceleró nuevamente—. Y a esta hora— agregó.

—Vine con unos amigos— hablé, con lo que pude sacar de voz.

¿Era el asesino que buscábamos?

Sonrió mostrándome una dentadura perfecta y luego guió una mano a su riñonera, nuevamente.

Mi ansiedad se intensificó cuando entendí que estaba a punto de matarme. No estaba segura de aún poder respirar.

—Esta es mi tarjeta— informó extendiéndome un pequeño pedazo de cartón —. Texteeme cuando pueda hablar.

La cortesía en su voz me causaba un poco de confusión, e incomodidad...

Sin más se alejó, con nuestra única pista. Lo observé avanzar, pero de todas formas mi respiración no conseguía normalizarse.

—¿Quién era él?

Emily llegó a mi lado mientras lo contemplaba caminar. Me pregunté si se había marchado al notar que la pelinegra se aproximaba a nosotros.

—Según dice es un detective contratado por los Pasternak.

La sentí asentir con comprensión.

—Un poco de ayuda no nos viene mal—comentó. La miré intentando descifrar si ella realmente creía que nos ayudaba a nosotros y elevó los hombros en mi dirección—. Ahora vayamos por el idiota de Johann. Debemos ir a BC01.

Les conté sobre el guante ensangrentado mientras volvíamos al internado, más específicamente al apartamento de Denian. El detective fue nuestro único tema de conversación durante los minutos en los que volvimos a Silver Study.

El edificio BC01 era el mismo edificio del que salieron policías en mi segundo día. Y aunque escuchaba a Emily y Johann hablar sin parar no podía detener las dudas que atravesaban sin parar mi mente.

—¿Cómo vamos a entrar al edificio?— interrumpí su conversación.

Ambos se mantuvieron en silencio, se miraron entre ellos y luego Johann sacó una tarjeta blanca de su bolsillo trasero; una de identificación, como la que utilizaba para entrar a mi propio apartamento.

—¿Es tu edificio?— pregunté sin comprender.

Emily rodó los ojos, le quitó la tarjeta y me la extendió. No tomé la tarjeta, pero un Nibbas pálido y con profundas ojeras destacaba en la tarjeta. Elevé nuevamente mi mirada hacia ellos.

—¿Cómo...

—La primera opción era Sila, porque además de rubia y rica, es muy buena conquistando— contestó el rubio sin dejarme terminar la pregunta—, pero no llegaron a darse ni un piquito cuando pude quitársela el día del accidente— dijo dando unos saltitos de emoción, demasiado orgulloso de sí mismo.

Abrí brevemente mi boca con sorpresa. Jamás noté cuando se aprovecharon de Nibbas en su accidente.

—Básicamente te aprovechaste del herido— resumí.

—Me gusta más llamarlo: "ayudé al sexy Badiaga y toqué su pecho para quitar la tarjeta que nos salvaría de trepar a su habitación"— llevó su mano hacia su frente con dramatismo—. Oh, yeah. ¡Gracias, Johann! Eres nuestro héroe— dijo con voz aguda, al parecer imitándonos.

La pelinegra volvió a rodar los ojos y continuó avanzando. Johann tomó la tarjeta de mis manos y volvió a guardarla en su bolsillo.

Emily se volvió a mí: —La cosa es así: Nibbas es el hijo de Mary, la desaparición de su tarjeta a esta altura ya es importante y el hecho de que alguien entró a su apartamento va a ser notado al instante, y las cámaras de seguridad están en todo el camino, así que bastante rápido podremos ser reconocidos.

—¿Cámaras de seguridad?— la interrumpí.

—Están en todos lados— concretó la periodista—. El punto. Tenemos que entrar por algún lugar que no sea la entrada. El internado tiene todo perfeccionado.

—Todo...

—... tiene fallas— terminé por el rubio. Casi al instante mi mente pareció hacer click y conectar demasiado puntos—. El arroyo— les informé—. El otro día caminé dentro del internado sin destino y llegué a un arroyo con conexión al exterior. Sin seguridad.

Ya estabamos ingresando por el campo.

—La entrada y salida de Nibbas— murmuró Johann volteando hacia su amiga—. Es lo que decía Sila— sacudió a la pelinegra emocionado—. La entrada y salida de Nibbas— repitió, aunque esta vez con más volumen.

Fruncí el ceño sin entender de qué hablaban. Recordé la noche en la que vi al Badiaga menor reposando sobre aquel árbol.

¿La entrada y salida de Nibbas?

Antes de seguir analizando me concentré en tratar de ver sin utilizar la linterna. Llevábamos al rededor de diez minutos merodeando a lo largo del arroyo, buscando una forma de pasar sin mojarnos como consecuencia.

Finalmente visualizamos un camino de rocas y ninguno dudó en atravesarlo. Emily fue la primera en cruzar el arroyo, yo la segunda y Johann tercero. Por suerte nadie se cayó.

—¿No hay cámaras?— murmuré hacia Emily.

—Es la falla de Nibbas— repitió Johann, como si yo lo tuviera igual de claro que ellos y solo me faltara razonarlo.

Pero aún no entendía.

—¿Eh?

Se los dejé saber.

—El hijo de la directora general necesita una forma de salir del internado sin su madre interrogándolo constantemente, como todo adolescente— resumió la periodista—. Él sabe dónde su madre tiene cámaras y dónde no, así que sabe el recorrido que hacer para no ser visto.

—Encontraste la falla de Nibbas— me celebró el rubio.

No les contesté nada.

¿Tendría relación con sus "negocios turbios"? ¿Ellos sabían del tema? No era correcto preguntar. 

Luego de eso avanzamos en silencio, para que ni siquiera se notaran nuestras voces. Nos costó descifrar bien el camino porque, los periodistas sabían que, únicamente con salir durante un segundo en alguna cámara, seríamos descubiertos; yo no estaba segura de que se nos estuviese prestando tanta atención.

Así que allí estábamos, estáticos.

Analicé nuestro entorno en silencio y una pequeña mancha de pintura rosa sobre un edificio captó mi atención. Elevé un poco más la vista y noté que en la esquina de la cuadra siguiente a esa estructura había otra.

—Las manchas rosas— señalé en voz alta.

El rubio avanzó hacia allí con demasiada seguridad y Emily lo detuvo. Y claro que la comprendía, ¿que nos aseguraba que no fuesen más que manchas o una distracción?

—¿Qué tenemos para perder?— replicó Johann hacia ella.

—No sé. Los estudios, capaz— Emily le contestó con ironía.

—Es la única opción que tenemos.

La pelinegra quitó el brazo que tenía frente a él, lo miró caminar y al cabo de unos segundos lo siguió, así que yo también.

En menos de seis minutos nos encontramos frente a la puerta trasera del edificio BC01, de leyes.

—Este es mi momento— murmuró Johann, sacando dramáticamente la tarjeta de su bolsillo.

En cuanto se aproximó a la puerta notó que, en realidad, se necesitaba una llave.

—¿Fue al pedo?— murmuró.

Emily se aproximó sin decirle nada, pero Johann se apartó para dejarla pasar. La pelinegra se quitó un pasador del cabello y en cuestión de segundos abrió la puerta, tal como lo hacían en las películas. Tras abrirla la empujó levemente, observó su interior y luego se volteó hacia nosotros.

—La cámara engloba el ascensor y la puerta principal. Si vamos por este lado y subimos la escalera, ni siquiera tendrán registro de nosotros— informó.

—¿En las escaleras no hay cámaras?— dudé.

Negó.

Tanto Johann como yo seguimos sus órdenes a gran velocidad, sin detenernos a pensarlo demasiado mientras corriamos escaleras arriba. Y, cuando finalmente llegamos al apartamento doce, ya nos encontrábamos los tres demasiado agitados. Me sostuve en la pared mientras tomaba aire. 

De seguro las cámaras ya nos habían detectado frente al apartamento, ¿si no como funcionarían?

Johann se acercó al datáfono y yo lo detuvé con mi brazo.

—¿No hay nadie en el apartamento?— pregunté.

—Nibbas se queda con Nick desde la muerte de Denian y el otro chico está en clase de artes— explicó Emily.

—Pero a lo mejor vinieron— murmuré.

—Entonces llama a Nick— respondió la pelinegra elevando los hombros—. Si suena están adentro, porque los Badiaga están siempre juntos.

—No siempre— murmuró Johann—. Y si llamas a Nick de la nada y sin razón, va a ser raro también. Además Iruene confirmó que Gadiel está en clase con ella. Así que, solo por las dudas, me quedo aquí vigilando. Si algo pasa gritaré "jamón"— informó, para luego de abrir la puerta más rápido de lo que pudimos procesarlo.

La periodista no dudó al ingresar al apartamento, yo miré nuevamente la escalera, me pregunté qué haríamos si alguien llegaba. No había escapatoria. Ni siquiera era necesario ir a su apartamento cuando el pobre chico había muerto en un puente... Pero de todas formas la seguí e ingresé. Aparentemente estaba vacío.

Emily entró a la primera habitación que nos cruzamos y yo seguí sus pasos. El color violeta de sus paredes me absorbió al instante. La habitación estaba muy desordenada; habían libros tirados por doquier y ropa acumulada en un rincón.

—Busca algo que indique quién es el propietario de la habitación— pidió Emily caminando hacia el armario.

Caminé hacia las estanterías y toqué la pared que parecía apenas pintada. Habían algunos cuadros.

—Nibbas— informé mirando las fotografías. La primera imágen era de dos pequeños rubios abrazando un conejo, en la segunda había un chico de unos doce años -que reconocí como Nick- enseñando su medalla y la de su hermano menor; y finalmente una de Nibbas, Nick, Mary, un señor desconocido y Liam. Me sorprendió como no sonreía en ninguna foto, siquiera fingiendo.

La pelinegra se acercó a mi lado para observar los cuadros y yo continué caminando por la habitación del rubio; tenía una gran estantería con libros de diferentes géneros, autores y tamaños. Deslicé mi dedo por los títulos en búsqueda de alguno reconocido y, allí estaba "The same song", mi primer libro.

—Al parecer el raro es tu fan— rió la periodista llegando a mi lado.

Sonreí con ironía y comencé a buscar algún otro de mis libros, pero parecía ser el único. Me pregunté si se lo había comprando por su cuenta o se lo habían regalado y como no consiguió devolverlo decidió dejarlo acumulando polvo en su biblioteca... De todas formas no le había gustado lo suficiente como para comprar otro de mis libros; yo lo entendía, a mí tampoco me enloquecían.

Emily se retiró de la habitación y yo le eché una última mirada al caos que posería antes de salir tras la pelinegra.

En la siguiente habitación, al contrario de la de Nibbas, todo estaba en orden, demasiado en orden. No pareció haber forcejeo, siquiera pareciera que alguien hubiera vivido allí. Más bien parecía una habitación que esperaba pacientemente por su nuevo huésped.

Mientras Emily ingresaba al baño yo buscaba alguna clase de pista bajo la cama, pero estaba vacío. Apoyé mi mano sobre una alfombra gris para sostenerme e inclinarme un poco más hacia adelante, pero esta se movió y caí de rostro sobre ella, podía sentir su textura incómoda y un poco de polvo ingresando por mi nariz.

Volteé para sacudirme la cara y contemplé a Emily saliendo del baño a gran velocidad, al parecer preocupada por el sonido que yo había generado; antes de que pudiese preguntarme algo oímos la puerta principal cerrarse y ambas nos miramos con temor.

Unos pasos apurados se acercaban y me estaba comenzando a parar cuando descubrimos que se trataba de Johann.

—¿Qué pasó?— indagó cerrando la puerta tras él.

Emily rió tras relajarnos, pero se detuvo repetinamente. Yo observé su rostro intentando descifrar de qué se trataba.

—Mira eso— la pelinegra señaló a mi lado.

Me detuve, la miré y luego miré el sitio que señalaba. Había una pequeña mancha de pintura celeste en donde anteriormente estaba la alfombra. Aún de rodillas avancé hacia la mancha y removí por completo la alfombra. Habían dos manchas celestes y, lo que más llamó nuestra atención, una marca de labios sobre una, junto con una palabra raspada en el piso de madera.

Gift.

—¿Regalo?— preguntó Emily arrodillándose a un lado de mí.

—En aleman es veneno— murmuré.

La periodista agarró su celular y tomó una foto.

—¿Sabía cómo lo iban a matar?— Johann se arrodilló junto a nosotras

—No, es el asesino— informé tajante. Ellos me miraron detenidamente—. Esto literalmente está en mi libro— me senté sobre mis pantorrillas—. Y los personajes que lo descubren mueren asesinados en cuestión de...— traté de hacer memoria—. ¿Siete minutos?

—Que específica— murmró Johann.

—¿Está dejando el mismo rastro que el asesino en el libro?— Emily interrogó levantándose.

—No sé— murmuré.

Me miró por unos segundos en silencio y luego chasqueó su lengua.

—Está esperando a que lo encuentres— concluyó la pelinegra hacia mí.

¿Está esperando a que lo encuentre?

La puerta fue cerrada por segunda vez y ambas miramos a Johann a gran velocidad, verifiando que no había sido nuevamente él, a pesar de que era obvio.

—¿Jamón?— susurró entonces.

Fast— la voz de Nick resonó en la sala.

Devolví mi vista con los ojos abiertos hacia Emily. ¿Ahora es cuando nos matan?

La pelinegra colocó su pie sobre la alfombra y la devolvió a su sitio. Avanzó hacia el baño mientras su compañero y yo nos parábamos para seguirla, sin dudar de ninguno de sus pasos.

Gadiel it's here?

"¿Gadiel está aquí?"

La voz de Nibbas pareció poner más nerviosa a Emily que trataba de ocultarse dentro de la bañera, nosotros la imitábamos tras cerrar la puerta.Mi corazón estaba más acelerado que nunca mientras Johann aún ingresaba a nuestro lado. El rubio había logrado cerrar la cortina unos instantes antes de que la puerta de la habitación en la que estuvimos segundos atrás fuera abierta.

Emily estaba a mi derecha y Johann a mi izquierda, el rubio se tapaba su boca con ambas mano sy yo decidí imitarlo. Emily no nos prestaba mucha atención, ella se centraba en oír cada uno de los pasos de los Badiaga, que podíamos oír a menos de un metro de nosotros.

—Art class— habló Nibbas.

"Clase de arte."

What exactly do you need?— la voz de Nick se aproximaba a la puerta que nos separaba. Yo intentaba convencerme de que todo iba a estar bien, que no era tan grave, que ellos solamente estaban en su propio apartamento y tenía todo el sentido.

"¿Qué es exactamente lo que necesitas?"

Is red— fue su única respuesta.

"Es rojo."

Fast. We need to look for the camera— murmuró Nick antes de que volviera a sentir sus pasos alejándose.

"Rápido. Necesitamos buscar la cámara."

Demoraron en irse lo que pareció una eternidad y nosotros aguardamos alrededor unos ocho minutos más antes de retirarnos.

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