Meliflua

By xaturna

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¿Quién creería que un simple hashtag era lo suficientemente poderoso como para hacer que una escritora termin... More

ANTES DE LEER
E P Í G R A F E
P R E F A C I O
CAPÍTULO 01
CAPÍTULO 02
CAPÍTULO 03
CAPÍTULO 05
CAPÍTULO 06
CAPÍTULO 07
CAPÍTULO 08
CAPÍTULO 09
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPITULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
E X T R A
A G R A D E C I M I E N T O S

CAPÍTULO 04

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By xaturna


Había recibido cientos de mensajes por parte de Emily, por diferentes redes sociales; detalle que descubrí cuando me la crucé dos veces tuiteando sobre mí, y decidí buscarla en todas las demás. No había dicho nada extraño, por suerte. También me había interceptado cada vez que salía de alguna clase y hasta le había rogado a Mary, pero finalmente lo logró. Me tenía en su oficina aguardando por sus preguntas, lista para realizar la entrevista.

—En realidad será algo sencillo— me contaba la pelinegra, mientras encendía una cámara—. Tenemos unas preguntas elaboradas para ti y luego publicaremos la entrevista en el periódico escolar— explicó—. Únicamente para inspirar a los estudiantes a cumplir sus metas, como tú cumpliste las tuyas.

Y lo entendía, esa era la excusa para la mayoría de entrevistas. Mis supuestas metas nunca podrían pertenecerme por completo. Si fuera por mí estaría estudiando sociología, viviría frente al mar y la escritura no sería más que un hobbie... Las entrevistas no eran para inspirar, eran para hacerme soltar spoilers y, en el mejor de los casos, comenzar algún rumor.

Dos cámaras, un micrófono y dos pares de ojos me rodeaban. No estaba nerviosa, pero me parecía demasiado excesivo para un simple periódico escolar. Di golpecitos en mi pierna mientras los veía organizarse. El único chico de la sala se encontraba detrás de la cámara y Emily se encontraba sentada junto a mí. La periodista se miraba a sí misma a través de la cámara y acomodaba su cabello de un lado a otro, aparentemente buscandole el mejor ángulo, a pesar de que se veía igual de cualquier manera; era demasiado lacio como verse diferente.

Ya había tenido decenas de entrevistas -más cuando la gente se obsesionó con que publicara libros a los trece- y aún así me seguía provocando incomodidad, el no saber cuándo podría arruinarlo todo con las palabras equivocadas. La gente se había vuelto fan de manipular y malinterpretar.

Finalmente Emily acercó la grabadora a su boca y comenzó: —¿Cuándo empezaste a escribir?

Era una pregunta típica que hacían en la mayoría de las entrevistas. Esperaba más de ella, y no por ser dramática, pero había insistido tanto que creí que iba a recibir un par de sorpresas. Había supuesto que a lo mejor me preguntaría algo sobre cómo comía las empanadas o cuánto dinero había en mi cuenta, para sorprenderse con la respuesta de que, en realidad, no tenía cuenta bancaria.

—A los diez años— contesté sonriente—. Escribía mis pesadillas porque creía en el dicho de: "si pasa por el papel allí quedará".

Sentí mi sonrisa tambalear. De hecho mi hermano me lo había enseñado. Pero sonreí. Ann siempre decía: "sonríe, parecerás más simpática".

—¿Por qué te interesaste en escribir terror, suspenso y misterio?

Otra pregunta típica, aunque generalmente lo acompañaban con un "siendo mujer". Y yo tenía que pretender que mi género tenía algo que ver, como si el miedo no nos abasteciera a todos.

—Como ya dije anteriormente. Solía plasmar mis pesadillas en textos y se volvió un hábito.

Volví a sonreír mientras regresaba mi vista al chico, que me miraba fijamente. Me notó detenida en él y retiró su vista, sacudiendo su cabello rubio -casi gris- antes de regresar el foco de la cámara a Emily.

—Tengo entendido que Red Garden fue el primero de tus libros publicados. ¿Cómo surgió el escribirlo?— se inclinó hacia adelante.

—Fue parte de un sueño. Va, una pesadilla, sobre el jardin de mi casa. Y lo complementé con que la sangre me daba miedo. Entonces, cuando me lastimaba, mi familia solía decirme que lo imaginara con glitter. Algo tonto, pero me servía de niña.

Sonreí, esta vez con incomodidad. ¿Cuántas veces iba a tener que repetirle que todo se basaba en sueños? No podía dar otra respuesta más compleja, no era tan interesante.

La pelinegra removió su cabeza hacia un lado, aparentemente inconforme con mis respuestas, y volvió su vista a las notas sobre sus piernas, repasando. Sí me sentí pequeñita en mi asiento, insuficiente, como si tuviese que ser algo más allá de lo que era para satisfacerla. Pero no podía. Hubiese formulado preguntas más interesantes.

—Por otro lado tenemos a Cold Lips, o Labios fríos en su edición en español. ¿Cómo te inspiraste para su creación?

Emily regresó a su postura inicial, y yo resistí mis ganas de fruncir el entrecejo con molestia, antes de volver a contestarle.

—Me llamó la atención la idea de una asesina del estilo sirena, con seducción. Y los besos celestes simplemente se me ocurrieron por un labial que le regalaron a mi madre, y al final nunca utilizó.

Sonreí reacomodandome en mi asiento y miré al camarógrafo. Estaba segura de que las respuestas a esas preguntas ya estaban en algunas páginas de internet. 

Fruncí el ceño al enfocar detrás del rubio una foto de mi libro "Cold lips", que parecía incluso oculto tras una cortina. Quise suponer que se trataba de contenido de mis libros para la revista. Eso deseé.

—¿Cómo reaccionaron tus padres al éxito rotundo que tuviste?

Inevitablemente me incliné más hacia la derecha, para observar y analizar mejor, y vi como un hilo unía esa portada con la foto de un chico; era un estilo de foto carnet.

—Genial. Era lo que esperaban de mí, era nuestro sueño— contesté, pero siquiera mirando en su dirección.

—¿Alguna vez se te ocurrió hacer algo como en tus libros?— dijo el rubio entonces, sobresaltándome.

Rápidamente me enderecé en el asiento y detuve mi vista en su dirección frunciendo el ceño.

—No. Por supuesto que no. ¿Cómo podría...— me detuve.

Me estaban acusando.

Sin pronunciar ninguna palabra me levanté de mi asiento, rodeé al chico y coloqué mi mano en la cortina que se encontraba frente a las fotografías. ¿De eso se trataba todo esto, verdad? Por eso mis respuestas la decepcionaban, porque nada de lo que hubiera dicho podría corroborar su teoría.

—No creo que...— Emily advirtió. Sin dejarla terminar de hablar corrí la cortina.

Un conjunto de fotografías me recibieron. Una foto del edificio BC01 -de leyes-, dos chicos morenos tachados con cruces rojas, y las portadas de mis libros: Could Lips y Red Garden. Y finalmente mi foto, en el centro de todo, como acusada principal. 

Lo peor de todo es que tenía sentido. ¿Quién más se veía tan culpable como la chica que sacó todas aquellas muertes de su imaginación? Mierda. Todo eso iba a ser un caos. La carrera de mi padre podría...

Con lentitud regresé mi vista hacia Emily, quien  ya se había levantado de su asiento -por los nervios supuse- y se veía bastante avergonzada, un tono rosáceo se presentó en sus pálidas mejillas.

Creyeron que yo había matado a dos personas. 

Inevitablemente tosí con incomodidad.

—¿Por qué yo?— cuestioné, a pesar de ya saberlo.

Emily se aproximó a mí y de repente allí estabamos ambas, paradas frente al mapa de investigación en mi contra que, aparentemente, ella misma había creado.

—Las pocas pistas que llegamos a tener te apuntaron a ti— resumió levantando sus hombros.

Volví mi vista al rubio de la sala. Él estaba en absoluto silencio, con su vista fija en nosotras, atento a cualquier movimiento. Por primera vez en mi vida me sentí una clase de amenaza, de peligro.

—El primer muerto— Emily llamó mi atención, señalando la foto del moreno con ojos claros—. El quince de septiembre, el día de tu inscripción. Lo peor de todo es que su sangre tenía glitter.

Volví mi vista a ella al escuchar eso. ¿Glitter?

—El segundo muerto— continuó, señalando al chico de la otra foto—. Un día después de tu llegada. Además, tenía un beso celeste en su pecho.

—¿Qué...— intenté cuestionar, pero me estaba faltando el aire—. ¿Vos cómo sabés todo esto?

Me sentí tambalear.

—Es fácil sacar información en este lugar. Lo de tu inscripción lo supimos todos, porque Mary no paraba de decirlo. El glitter y el beso lo supe por el análisis de los forenses. Los recibí en recepción y no evité husmear.

—¿Y por qué yo...

Emily no me dejó terminar de preguntar.

—Como dije, el primer asesinato fue el día de tu inscripción, el segundo fue tras tu llegada. Las pistas que hay apuntan directamente con tus libros.

Inhalé nuevamente, pretendiendo que una gran cantidad de aire en mis pulmones podrían tranquilizar a mi corazón.

—¿Y cómo sabés que son asesinatos? Perfectamente pudieron ser suicidios, como decía en el periódico. No tendría porqué...

Sentí la necesidad de sacarme un poco de culpa de encima, no quería pensar en que había inspirado a un criminal. No quería pensar en qué tipo de personas estaban leyendo mis libros, o de qué maneras extrañas los estaban interpretando los lectores. ¿En qué momento se les ocurrió seguirlos como si fuesen pasos?

Emily elevó una ceja con ironía y me sonrió.

—Es obvio. Además de las cosas basadas en tus libros, no es como si estuviéramos viviendo una fiebre de suicidios dentro del internado. Esto no era así antes de ti.

Emily sonrió mínimamente, como si se hubiera sacado un peso de encima. Y claro que se lo había sacado, lo había multiplicado y lo había enviado a reproducirse con constancia en mi propia cabeza.

Literalmente mis pesadillas se están volviendo realidad.

—En fin. Por "casualidad"— continuó, haciendo comillas con sus dedos—, ambos son egipcios y estudian leyes.

—Medio xenófobo el asesino— acotó el chico, finalmente uniéndose a la conversación.

No era un beneficio del todo, pero sentí una preocupación menos en el momento en el que decidieron dejar de tratarme como una potencial asesina.

—Por cierto, él es Johann. Escribe la sección de chismes— acotó Emily, direccionando su cuerpo a él.

Lo miré fijamente.

—Un gusto— me sonrió.

—La entrevista era solo para sacarte información. En realidad no vamos a publicarla, pero si puedes nos gustaría hacerte una normal. Sin cámaras y eso, para hacer feliz a Mary y demás admiradores de tus libros.

Hizo una mueca como disculpa.

—Después arreglamos— contesté.

Y, por si no sabían, el significado de "después arreglamos" es un: "nunca va a pasar pero pretendamos que sí". No quería dar ideas nuevas.

Emily se inclinó sobre la cartelera y cambió los hilos, de forma en donde solo los libros estaban conectados conmigo. Sentí un alivio, a pesar de que aún no me confiaba del todo, y seguramente ella tampoco.

—Ven— me pidió rodeándome—. Te presentaré a todo el equipo.

Seguí sus pasos y Johann caminó detrás de mí. Emily abrió una puerta y nos encontramos con dos chicas escribiendo en laptops; al sentirnos elevaron la vista hacia nosotros.

Por mi mente no dejaban de pasar los asesinatos, mis libros. ¿Acaso había alguien intentando incriminarme? ¿O era un caso aislado?

—Ella es Iruene.

La pelinegra señaló con la cabeza a una rubia, que tenía las puntas de su cabello celestes, y reposaba sus pies sobre el escritorio. Ella no le tomó mucha importancia a nuestra presencia.

—Escribe el sector de deportes— continuó Emily.

—Y es una amargada— complementó Johann.

La rubia al oírlo elevó nuevamente su cabeza en nuestra dirección y le dedicó el dedo del medio. El chico soltó una carcajada, y Emily rodó los ojos; luego señaló a una rubia -de perfecta postura- que se pasaba un bálsamo por sus labios, mientras simultáneamente escribía.

—Ella es Sila— explicó la pelinegra, y la chica de ojos verdosos elevó la vista al oír su nombre—. Escribe el sector de moda.

La nombrada me dedicó una sonrisa y asintió brevemente como saludo.

—Cumple el estereotipo de rubia guapa, rica y tonta— me susurró Johann, justo junto a mi oído.

Emily asintió hacia mí, dándole la razón.

La personalidad del rubio se veía tan forzada que no me agradaba.

—Pero es simpática, sabe mucho sobre moda y escribe genial— resumió la pelinegra elevando sus hombros con indiferencia—. ¿Te acompaño hasta la puerta?

No me dejó ni contestar cuando ya estaba caminando en dirección hacia la salida. Yo volví mi vista a las periodistas, que ya se habían concentrado nuevamente en escribir. En silencio seguí a la pelinegra hasta la puerta, la saludé con un beso en la mejilla y, cuando creí que ya podía retirarme, me agarró de la muñeca.

—¿Entonces nos ayudarás?

—¿Con qué?— cuestioné frunciendo el ceño. 

Ella soltó mi brazo y ambas mantuvimos la vista allí, en la previa interacción.

—Con el asesino— murmuró.

Pestañeé por unos segundos regresando mi vista a ella. El asesino, un asesino, que forzadamente me e staba volviedo parte, a lo mejor hasta cómplice.

—¿Cómo sabés que es uno?— pregunté.

—Para eso necesito tu ayuda. Es evidente que tus libros tienen relación con esto, ¿y quién más que tú puede saber todo sobre ellos?— explicó, pero aún así dudé—. Además, estás involucrada. No creo que seamos ni los primeros, ni los últimos en acusarte.

Y, para mi mala suerte, tenía razón.

Quería llegar a casa a hablarlo con Ann, pero tras pensarlo unos segundos llegué a la conclusión de que, si lo hacía, ella me sacaría de aquí, mi padre se enfadaría por "el desperdicio de tiempo", y eso sin tener en cuenta a dónde llegaría todo esto si él se enteraba que estaban asesinando gente en aquel lugar que había confiado para dejarme. Y yo no tendría tiempo para indagar qué estaba pasando, ni para quitarme la responsabilidad del medio. O al menos para alejar ese peso que me estaba comprimiendo.

Pero para eso necesitaba que esto no llegara a ningún medio de comunicación. Literalmente a ninguno.

—Solo si me prometes no habla de mis libros, ni a mí en tu periódico— fue mi único pedido, y aún así ella me miró con duda—. Si lo hacés y llega a medios más grandes de comunicación me sacarán de acá y no voy a poder ayudarlos— exhalé—. También te puedo denun...

—Es un trato.

Me extendió su mano con rapidez, la tomé como sello y me despedí con una sonrisa falsa. La puerta se cerró detrás de mí, conecté mis auriculares y, como si la hubiera llamado con el pensamiento, cayó un mensaje de Ann.

"Está todo bien?"

Le contesté que "todo bien" y quise seguir mi camino, pero una conversación agitada a un lado de la heladería llamó mi atención.

¿Conocen la típica escena del beso?¿En donde la persona más alta arrincona a otra en la pared, apoyando un brazo a su lado? Pues, eso estaba ocurriendo entre Nick y una pelirroja, la diferencia era que, en vez de un beso, la cara de la chica ardía de furia, y pude ver como se limpiaba posibles lágrimas de sus mejillas.

No quería meterme en conversaciones ajenas pero, luego de lo que escuché cuando Nibbas fue al apartamento, quería entender qué estaba pasando ahí. O por qué demonios lo escondían de mí. ¿Eran ellos los asesinos? Todo cerraba, por eso se escondían, o me alejaban.

Me sentí temblar un poco, pero caminé hacia la heladería, quitándome los auriculares, y me coloqué en la fila, detrás de un chico. Parecía que en sí, nadie más había notado la discusión.

—¿Posta me lo estás diciendo? Boludo, llegás, me susurrás "mi amor" y al final, ¡terminás yéndote con él! Nick, te creí absolutamente todo, soy u...

—Ya sé, pero no es tan así como tu crees— tranquilamente Nick interrumpió a la chica.

—¿No? ¡Porque vos...— la chica volvió a hablar, pero aparentemente se tomó un segundo para respirar; al parecer se estaba ahogando entre lágrimas—... me rogaste que te dejara entrar! ¡Me rogaste que dejara de ser tan seca! ¡Y era solo mi defensa contra la gente de mierda como vos! ¿Qué chota tiene que no tengo yo? Porque no se esfuerza ni por dedicarte una sonrisa y yo que estoy ahí siempre parece que te chupo diez huevos.

—Nada, Dina. Nadie podría pedir nada mejor que vos— dejó salir el rubio, junto con un suspiro.

Dina.

Ella pareció ignorarlo y continuó: —¡Y encima, después de que te dejo conocer hasta los mambos por los que lloro todas las noches, me metés en esos negocios de mierda de tu hermano!

Y ahí estaba la información que me interesaba.

Can you speak in english? Shit— Nick se apuró a decirlo en cuanto ella formuló la última palabra.

"¿Puedes hablar en inglés? Mierda."

—¿En serio creés que nadie va a entendernos por hablar inglés? ¡Tenemos seis horas semanales de inglés! ¡Y hay alumnos hasta de Tuvalu!

—Pero no se meten tanto si es otra lengua, que no les concierne...

Volvió a ser interrumpido.

—Esto es lo que más me molesta. Por momentos parecés el pibe más inteligente del mundo, que siempre está treinta pasos adelante del resto, pero no considerás boludeces como esas.

Levanté la vista del suelo y vi como el chico frente a mí se iba con su pedido.

—Siguiente— me llamó la chica de la caja.

Avancé dos pasos cuando volví a escucharlos.

—¡Ahora Rayhan está detrás de mi hermana y parece que no te interesa en lo más mínimo! ¡Tiene quince años y, si se mete en estas mierdas, juro que te voy a matar, Nick Badiaga!

Rayhan.

—Siguiente— repitió, contemplándome dudosa.

Me disculpé y procedí a pedirme mi sabor de helado favorito: vainilla.

Durante los segundos que demoró mi pedido no los volví a escuchar hablar y, cuando pasé por la esquina, justo donde ellos estaban, se estaban besando. Rodé los ojos.

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