Ya había pasado la hora de la comida cuando Harry y Severus pudieron dejar la enfermería y volver a sus estancias. Ninguno de los dos quería pasar por los corredores y arriesgarse a encontrarse con los estudiantes, así que fueron a través del Flú. Harry estaba cansado de que se le quedaran mirando, cansado de responder preguntas, y Severus no podía culparle por ello. Además, ambos estaban cubiertos de sangre: Harry se había ensuciado considerablemente al correr para ayudar a Severus. La ropa de Severus, no hay ni que decirlo, había visto mejores días.
Harry fue preparando el té mientras Severus iba a ducharse primero. El hombre sabía que Harry estaba inquieto y probablemente quisiera hablar más con él. Lo cierto es que tenían mucho de lo que conversar, y Severus no tenía ni idea de cómo comenzar. Ahora comprendía por qué Harry había hecho lo que había hecho con Malfoy, pero eso no aminoraba su preocupación por lo que Lucius Malfoy pudiese hacer a Harry si le tenía cerca. Tal vez Harry confiara en los caminos del destino, pero Severus no.
Una vez estuvo limpio y vestido con su habitual túnica negra, dejó paso a Harry para que se lavara a su vez. Mientras esperaba, Severus ordenó a un sobreexcitado Dobby que les trajera la comida. Ésta estaba esperando sobre la mesa de café casi antes de que hubiese finalizado de pedirla.
Severus rebuscó en el bolsillo interior de su túnica arruinada para recuperar el libro de anotaciones que Aventine le había dado, junto con los rollos que había recuperado de la Cofradía. Sintió alivio al ver que no habían sufrido daños, ya que mientras luchaba en los duelos se había olvidado por completo de su existencia. Ojeó el libro de notas, reconociendo los trazos ilegibles, tan similares a la escritura de los diarios de Slytherin. La caligrafía era distinta, pero los caracteres eran los mismos, completamente indescifrables. No pudo menos que preguntarse cuándo iba a tener tiempo Harry de traducirlo, ya que apenas disponía del suficiente como para ir a clase. Y sin embargo, sabía que el chico haría un hueco para ello: le había prometido al vampiro que le ayudaría, y no era el tipo de persona que rompía ese género de promesas. Con un suspiro, Severus dejó el libro y las notas a un lado.
Hambriento tras todo el ejercicio realizado aquella mañana, Severus se sentó agotado en el sofá y comenzó a devorar los bocadillos que les había traído Dobby, apretando un poco los dientes cuando su pierna le dio un rampazo de dolor. Poppy le había curado la herida, pero pasarían días hasta que la magulladura desapareciera. Su mente volvió a los duelos que había realizado: Clovis había sido el más difícil de vencer, aunque todos ellos habían sido complicados. Debía admitir que Black había hecho un buen trabajo, pese a que dudaba que el hombre hubiese podido pelear desde la época anterior a su encierro. Y por mucho que le molestara admitirlo, la manipulación teóricamente accidental de los escudos protectores que había llevado a cabo Lupin había sido hilarante. Merlín sabía cuántas veces había sido él víctima de las bromas de los Merodeadores... era agradable beneficiarse de ellas, por una vez.
No pudo menos que recordar el momento en que Harry había intervenido. El poder del joven era aterrador en ocasiones, sobre todo cuando se le escapaba de las manos como había hecho. Curiosamente, sospechaba que la actuación de Harry le daría más problemas que alegrías, a la larga: al día siguiente todo el mundo sabría qué opinaba Harry Potter respecto a que desafiaran a duelo a su compañero vinculado, así que antes que arriesgarse a exponerse a sus iras, simplemente enviarían asesinos. Debería haber sido más cuidadoso... pero lo cierto es que no había esperado que le desafiaran tan pronto, o tan abiertamente.
Tomó un segundo bocadillo, justo cuando Harry salía del dormitorio. Se volvió a mirarle: vestía de nuevo su uniforme escolar. El chico se sentó delante de Severus y tomó un bocadillo también. Comieron en silencio por unos momentos. Severus se percató de que el joven apenas tomaba nada: aparentemente los nervios del día le habían quitado el apetito.
Harry parecía meditabundo, y estaba mirando con fijeza su bocadillo de pollo, como si ocultara los secretos del universo. Severus se preguntó en qué estaría pensando. Había tantas cosas que ponderar: el ataque del demonio, encontrarse convertido en rey, la Llamada, lo ocurrido en el Ministerio... no era raro que el joven pareciese tan perdido en sus pensamientos.
Deslizó su mirada por el rostro de Harry, notando las sombras que había bajo sus ojos, y la forma en que se mordisqueaba nerviosamente el labio inferior. Se encontró observando con fijeza aquel labio maltratado, sintiendo el súbito impulso de acariciarlo con los suyos. En vez de ello se fijó en sus manos: Harry estaba quitando la corteza del pan miga a miga. Pero a pesar de aquel gesto inconsciente, sus manos no temblaban, cosa que alivió a Severus: no parecía haber señal de daño nervioso tras el ataque del demonio antiguo. Esperaba que a Harry no le estuviese retornando su recuerdo: incluso ahora, medio desdibujado, era algo terrorífico. ¿Qué nuevas pesadillas le provocaría...?
Su mirada volvió a fijarse en la cara de Harry, en la palidez de aquellos rasgos que le eran cada día más queridos, y en la forma en que su cabello indomable los orlaba. No estaba bien que alguien tan joven pareciera tan estresado. Hubiese deseado saber qué decirle. No sabía en qué pensaba el joven, qué emociones podían estar velando su alma. Intentó encontrar palabras que pudiesen cubrir la distancia que había entre ellos, empezar la conversación que deberían tener, o al menos una de las muchas conversaciones que tenían pendientes. Quizás debiera hablar de la Marca Oscura que había en su brazo, y lo que había ocurrido la otra noche, o quizás debiese empezar por...
– ¿Es porque no hemos consumado nuestro matrimonio? –preguntó Harry repentinamente, pillando a Severus completamente desprevenido. Le miró por un largo instante, intentando ordenar sus pensamientos que aquel repentino comentario había lanzado al más profundo caos. ¿Habían iniciado una conversación que él no recordaba? Dejó su bocadillo a medio comer, temiendo atragantarse si Harry volvía a soltar algo similar.
– ¿Qué? –preguntó, esperando una aclaración. Harry se sonrojó:
–Esos hombres que te atacaron... los duelistas. ¿Es porque nuestro matrimonio no es válido? ¿Lo sabe todo el mundo, o sólo sospechan? ¿Te hubiesen desafiado igualmente si nuestro matrimonio estuviese consumado?
¡Oh, Merlín bendito...! Severus miró atónito a Harry, sin saber cómo contestarle. ¿Era en eso en lo que había estado pensando, de todas las cosas que deberían atormentarle? ¿En los malditos duelos? Y entonces tuvo un pensamiento puramente Slytherin, que le excitó súbitamente. Sería fácil, ¡tan fácil...! simplemente decir que sí. Podía intuir, casi prever, lo que haría Harry entonces, ofrecerse como un sacrificio virginal... Era tan Gryffindor que sería incapaz de hacer otra cosa. Y siendo justos, ¿no se merecía Severus una compensación por todo lo que había pasado? No era tanto pedir... ¿verdad? Maldita sea... Harry podría haber ofrecido agua a un hombre en el desierto con el mismo resultado.
–No –respondió finalmente Severus, dándose de bofetadas mentalmente. ¡Odiaba ser noble, lo odiaba! – Decidieron dejar de lado el asunto y matarme directamente. Si estoy muerto, poca importancia tiene que el matrimonio esté consumado o no.
Harry le contempló durante unos instantes con gesto indescifrable.
– ¿Por qué has dudado? –preguntó, dejando su propio bocadillo en el plato.
– ¿Qué?
–Antes de contestar, has dudado. ¿Por qué? Si ése no era el motivo, ¿por qué has dudado?
Severus le miró anonadado. ¿No le creía? ¿Pensaba que le mentía para salvar... el qué, su virtud?
–He dudado, Harry, porque por muy noble que pretenda ser, sigo siendo un Slytherin de corazón, ¡y es casi imposible que no me aproveche de la situación cuando me estás dando semejante oportunidad!
– ¿Aprovecharte...? –preguntó Harry, confuso, los ojos muy abiertos ante semejante golpe de genio por parte de Severus. Éste le miró furioso. No es como si pudiese malinterpretarle, ¿no? Y entonces vio cómo las mejillas de Harry se coloreaban al entender finalmente las palabras de Severus. El chico exclamó– ¡Oh! Quieres acostarte conmigo.
Severus suspiró, exasperado. Le hubiese gustado tener una idea clara de qué pensaba Harry sobre esas cosas, pero entender a los Gryffindor nunca había sido su especialidad. Lo que sí sabía con certeza es que al parecer Harry tenía muchas ideas equivocadas al respecto.
– ¿Qué te ha dado esa impresión? –preguntó sarcástico, acudiendo a la burla como defensa. Pero en vez de sonrojarse y enfurecerse, como hubiese sido habitual en él, Harry se le quedó mirando.
– ¿Y qué pasará cuando cumpla los diecisiete?
La pregunta volvió a descolocar a Severus. ¿Por qué las conversaciones con un Gryffindor eran tan difíciles de seguir? ¿Qué podía tener que ver la edad de Harry con el motivo por el cual Severus había sido desafiado en duelo?
–Supongo que tus amigos te organizarán una fiesta de cumpleaños –exclamó– ¿Qué crees tú que va a pasar?
– ¿No quieres la anulación? –preguntó Harry. Sus palabras fueron como un jarro de agua fría.
– ¿La anulación? –siseó Severus, iracundo al oír aquella pregunta. Trató de calmarse; Harry no entendía realmente lo que estaba diciendo. Conocía tan mal su cultura... seguramente algún amigo suyo con toda la buena intención del mundo le había dicho que una anulación era algo aceptable, incluso inofensivo, sin tener en cuenta la vergüenza que causaría tanto a Severus como a su familia el ser dados de lado, declarados públicamente indignos o incapaces de vincularse. Sin duda, una anulación sería perfectamente legal, y la reputación de Harry no sufriría daño alguno por ello, pero Severus no sería tan afortunado: destruiría complemente su buen nombre. ¿Tan mal esposo había sido, como para que alguien le deseara algo así? – ¿De dónde has sacado semejante idea?
–No sé... –Harry sacudió la cabeza, confuso– Cosas que has dicho, cosas que dijo Hermione...
– ¡Yo no discuto mi vida privada con Hermione Granger! –Ladró Severus– ¡Y jamás he hablado de ese tema! ¿Por qué has pensado eso? –apartó violentamente la mesa de café para levantarse, tratando de agarrar a Harry para sacudirle y hacerle entrar en razón.
Harry se levantó de golpe, con aspecto alarmado, y retrocedió. Pese que estaba obviamente asustado, el joven le señaló acusadoramente:
–Tú dijiste... dijiste... ¡no recuerdo qué dijiste, pero no querías practicar el sexo por la anulación!
¿Que no quería sexo? Severus apretó los dientes. Ese malentendido iba a aclararlo ahora mismo. Avanzando con pasos lentos y deliberados, miró con furia a su esposo.
–Te hubiese tomado la primera noche, si hubiese pensado que estabas preparado para ello –le dijo. Harry abrió mucho los ojos, con incredulidad.
– ¡Si ni siquiera te gustaba entonces! –protestó, retrocediendo aún hacia el centro de la habitación para evitar que le arrinconara contra la pared.
–Eso no cambia el hecho de que eres un joven muy atractivo –gruñó Severus, disfrutando de la indignación de Harry. Sintió una cierta satisfacción al ver aquella reacción.
– ¿Te acostarías con alguien que no te gusta sólo porque es atractivo?
–He practicado el sexo con menos motivo que ése, ¡créeme! –le dijo Severus, lamentando sólo vagamente la forma en que Harry se tensó al oír aquello. Sabía que al joven no le gustaba oír hablar de aquellos temas de forma casual y distante, pero estaba tan furioso que le daba igual– ¿Es eso lo que planeas? ¿Esperar hasta cumplir los diecisiete y entonces anular nuestro matrimonio, dejarlo de lado como una carga de la que ambos estaríamos mejor libres? Tal vez haya sido demasiado indulgente contigo. ¿Es ésta tu forma de decirme que eso es lo que quieres?
–Yo no he dicho... –protestó Harry.
– ¡Nunca dices lo que piensas! –Le gritó Severus– ¡Si quieres librarte de este matrimonio, dímelo, dímelo ya! ¡Fudge ya no gobierna, está en prisión! ¡Ya no es una amenaza, así que dime qué diablos quieres!
Harry le observaba con incredulidad, atónito, con la mirada algo vidriosa incluso. Y entonces el chico hizo lo menos Gryffindor que le había visto hacer jamás: se dio la vuelta y corrió hacia la salida.
Severus sintió un acceso de rabia mezclada con pánico ante la idea de que Harry estaba huyendo. No pensaba dejarle escapar. Se lanzó tras él, le aferró por el brazo y tiró hacia atrás, haciéndole girar. Ni siquiera pensó antes de colocar la pierna entre las de Harry y hacerle una llave que le dejó en el suelo.
– ¡No voy a dejarte marchar! –le gritó, inmovilizando sus manos sobre la cabeza, contra el suelo.
Besó al joven, dejándole sin aliento y forzando su lengua entre los dientes, obligándole a responder. Cuando Harry se debatió e intentó escapar, dejó caer sobre él todo su peso, inmovilizándolo efectivamente y separando sus piernas con una de las propias. Los intentos de huir de Harry sólo lograron aumentar el roce entre ellos y Severus se apretó contra él, buscando alivio a meses y meses de frustración sexual.
Oyó la exclamación ahogada de sorpresa de Harry cuando aquel fuego se le contagió. Severus devoró la boca del joven. El calor del cuerpo que había bajo el suyo era perfecto, demasiado perfecto, el sabor de su boca era delicioso. Sintió la energía de la magia de Harry ondeando a su alrededor, alzándose para rodearle y consumirle. Deseaba aquello tan intensamente, tan desesperadamente... Nunca le dejaría marchar, nunca le permitiría abandonarle.
Harry gimió, y Severus se movió sobre él, deseando escuchar más sonidos parecidos, dejando que aumentara la fricción. Notó cómo su propia magia respondía a la de Harry, desesperada por emerger y encontrarse con ella. Nunca había tenido un amante que le tentara a unir sus magias. Quería esto, lo necesitaba... Y Harry lo sabía, lo entendía, no lucharía contra él, no realmente. Cedería, aceptaría a Severus. Debería haberle aceptado hace mucho, en realidad. Se preocupaba por él, ¡sabía que lo hacía! ¿Qué importaba que las bandas de plata que mantenían a raya la Marca Oscura se estuviesen calentando...? Severus hubiese gruñido ante aquel recordatorio de que el Señor Oscuro le poseía. No había sabido que la marca reaccionaría a un vínculo. Y seguía sin saber si aquello podía hacer daño a Harry. No podía arriesgarse... ¡pero tampoco deseaba detenerse!
Pero la presencia de la marca le trajo un desagradable recuerdo: con repentino sudor frío, se percató de que la noche aquella había estado en esa misma postura. Había mantenido a Harry prisionero contra el suelo y había tratado de forzarle, de violarle.
Se tensó y se apartó, mirando a Harry horrorizado. El joven respiraba agitadamente, tenía los labios hinchados, los ojos velados por la pasión. Era obvio, penosamente obvio, que estaba excitado; pero Severus vio también miedo en su mirada, y supo que Harry estaba recordando el mismo momento que él. Tal vez en esta ocasión no hubiese sangre manchando el suelo, pero había demasiadas semejanzas como para ignorar el paralelismo. Era también evidente que Harry no sabía qué hacer, indeciso, tembloroso y asustado como estaba.
Severus maldijo para sí. ¿Es que estaban condenados a repetir siempre los mismos errores, a dar un paso adelante y dos atrás...? ¿Era él acaso tan horrible como persona, que era incapaz de hacer algo bueno con aquel joven que se había convertido en el centro de su universo? ¿Es que tenía que destruir cuanto bueno había en su vida?
Esta vez no, se dijo. ¡Esta vez no!
Dejó que su cuerpo se relajara contra el de Harry, enterrando la cara en su cuello mientras inspiraba hondo para intentar vencer a sus demonios interiores. El joven se había quedado rígido y tenso bajo él.
–No pasa nada, Harry –le susurró tranquilizador, besando con suavidad la pálida piel que había bajo la oreja izquierda del joven. Notó cómo éste se estremecía ante la caricia– Todo va bien. Sabes que yo nunca te haría daño...
Muy lentamente, fue soltando su presa en torno a las muñecas de Harry, liberando sus brazos. Bajó una de sus manos para acariciar el cabello del joven, musitando palabras tranquilizadoras, relajantes. Besó de nuevo su cuello, repetidamente, deslizando los labios como un roce de plumas sobre su mandíbula, probando brevemente su piel mientras hablaba, simplemente porque no podía retenerse. Debajo de él notó cómo el corazón del joven dejaba el ritmo frenético para ir adoptando uno más lento al ceder el pánico. Severus siguió acariciando su cabello, y sabedor de que a Harry le gustaba su voz, le murmuró en tonos profundos y bajos, como si tratase de calmar a un animal salvaje.
Con cada palabra murmurada, cada suave beso, sentía cómo la tensión del cuerpo de Harry se iba relajando. Cuando notó un par de manos que le tocaban tentativamente la espalda casi rompe a llorar de alivio. Pese a todo, Harry le abrazó cautelosamente. Severus le besó la mejilla.
–Sabes que nunca te haría daño, Harry, ¿lo sabes, verdad? –preguntó, agonizando al no recibir una respuesta inmediata.
–Sí –respondió Harry tras una pausa, con voz temblorosa. Severus se irguió un poco para poder mirar los ojos confusos del joven. La cicatriz de su frente destacaba en vívido contraste contra su rostro arrebolado.
– ¿Recuerdas que mágicamente eres más fuerte que yo? –Le dijo Severus– Podrías haberme rechazado y lanzarme contra la pared del otro lado de la habitación con un simple pensamiento...
–No quiero hacerte daño –admitió Harry, con ojos atormentados y doloridos. Al parecer la mera idea le resultaba hiriente. Severus se maldijo a sí mismo: el joven era incapaz por completo de luchar contra aquellos a los que quería. Ese era el motivo por el cual los Dursley habían sido capaces de maltratarle durante tantos años: no había sido capaz de volverse contra ellos, aunque supiese que era más fuerte que todos ellos juntos. Severus no deseaba volver a colocarle en semejante situación, en la que tuviese que elegir entre su propio bienestar o el de una persona a quien apreciaba, a quien tuviese que detener antes de que le hiriera. Porque sabía que al joven le importaba él; ignoraba si le amaba, y era posible que él nunca fuese digno de semejante sentimiento, pero Harry le consideraba parte de su familia.
–Ya somos dos, entonces, Harry –le dijo Severus, deseando poder salvar aquel momento. El que Harry no le hubiese empujado para liberarse era buena señal.
Inclinándose, besó suavemente a Harry en los labios. El joven dejó escapar una leve exclamación de sorpresa, pero sus manos se tensaron a la espalda del otro. Pero no le rechazó. Severus le besó de nuevo y atrapó el labio inferior del joven entre sus dientes, jugando con él antes de volver a recorrer su mandíbula. A Harry se le aceleró la respiración, pero no se debatió ni trató de apartarle, sino que siguió abrazándole.
Severus deslizó los dedos por las mejillas del joven, acariciándole la piel. Esta vez, cuando movió la cabeza de Harry con suavidad, éste aceptó su beso: cuando probó con su lengua los labios de Harry, éste abrió la boca y le permitió el acceso, devolviendo el beso tentativamente, primero con torpeza, y luego con creciente entusiasmo.
Severus le besó lenta y profundamente, disfrutando lánguidamente de su boca, embriagándose del calor que iba creciendo entre ellos. No obstante, procuró mantener el cuerpo quieto, concentrándose únicamente en el beso y sin permitirse ir más lejos. Cuando notó los dedos de Harry enredándose en su cabello, sintió que su corazón se derretía de felicidad.
Al final tuvo que detenerse antes de ir demasiado lejos, ya que no sabía qué hacer con la Marca Oscura. Sin embargo, ahora sabía que no podría volver a la relación casta que había mantenido con su compañero vinculado todos estos meses.
– ¿Podemos volver a empezar, Harry? –preguntó en voz baja, con la mirada fija en el rostro del joven en busca de pistas sobre cómo se sentía. Por primera vez en meses, los ojos verdes del muchacho estaban tranquilos. Su rostro sin embargo mostró confusión ante aquella pregunta.
– ¿Volver a empezar el qué? ¿La conversación? –inquirió. Severus negó con la cabeza: si lograba salirse con la suya, nunca repetirían aquella situación.
–Nuestra relación –aclaró. Harry se sintió aún más desconcertado.
–No entiendo...
Severus trató de buscar una forma de expresarse:
– ¿Quieres salir conmigo? –preguntó. Nunca antes había pedido algo así a otra persona. Por lo general, los Slytherin no tenían citas: practicaban el sexo o se las apañaban para ser vistos juntos si era de provecho para ambos, pero no salían juntos.
– ¿Me estás pidiendo una cita? –Harry no salía de su asombro– Ya estamos casados.
–Lo sé –asintió Severus– pero no parece que llevemos la parte romántica demasiado bien.
– ¿La parte romántica...? –Harry abrió mucho los ojos y le escrutó atentamente. Severus se sintió incómodo: Harry no parecía tener problema en aceptar que quisiese acostarse con él, pero se quedaba anonadado al pensar en tener una relación sentimental. ¿Había estropeado tanto las cosas que Harry creía que sólo sentía lujuria por él? El remordimiento que había reprimido al decir antes aquellas palabras tan secas sobre sus motivos para realizar el acto sexual volvió multiplicado: no debería haber dicho aquello, ni siquiera movido por la furia. Un Gryffindor no podía entender algo así.
– ¿Quieres...? –empezó a decir Harry, pero Severus le puso un dedo en los labios para acallarle. Merlín, ¡era tan atractivo! Con aquellas mejillas sonrojadas y los labios hinchados, y aquellos ojos atormentados orlados de largas pestañas oscuras... ¿cómo se suponía que debía mantener las distancias?
–Olvida lo que yo quiera, olvida lo que te he dicho antes. Te estoy pidiendo una cita. Sé que no podemos salir de Hogwarts, pero puedo hacerte la cena. Podemos pasar la noche charlando, puedo enseñarte a bailar... esta vez sin espadas. Podemos salir a pasear a la luz de la luna. Puedo besarte al terminar –estaba más o menos seguro de que todo aquello entraba dentro de lo que un Gryffindor consideraría propio de una cita, o al menos eso esperaba, porque no tenía más ideas.
–Pero... ya dormimos en la misma cama –le recordó Harry. Severus no necesitaba que le recordaran aquello, pero comprendió qué le estaba preguntando realmente: en la mente de Harry el intimar con Severus aparecía como un todo o nada... y Harry no estaba listo para ello todavía.
–Ya pensaré algo –le prometió– Sólo dime si quieres intentarlo. ¿Quieres salir conmigo?
Harry seguía pareciendo confuso, pero también maravillado. Y si había una sola cosa en la que los Gryffindor destacaran, era en confiar, incluso en las circunstancias menos favorables. El joven asintió y sonrió.
–De acuerdo –dijo simplemente.
Severus no pudo menos que sonreír triunfante al sentir que, por una vez, había logrado hacer algo bien. No se resistió a la tentación de inclinarse para robar un último beso. Luego se levantó, alzando a Harry de nuevo. Era difícil de creer que acababa de tener una de las conversaciones más importantes de su vida tirado en el suelo. Sabía que ambos tenían que ponerse en marcha: él tenía que ver qué daños habían resultado de que Charlie Weasley llevara su asignatura, y Harry tenía clases a las que ir, pero antes tenía que terminar de atar cabos.
– ¿Este viernes en la noche, entonces? –preguntó. Si no quedaban en una fecha, tal vez no tuviesen nunca aquella cita. Harry asintió de nuevo, aunque miraba a Severus de forma extraña.
–Severus, tú no paseas a la luz de la luna.
–Para tu conocimiento, lo hago constantemente –respondió Severus con falsa indignación– Vale que la mayor parte del tiempo sea para castigar alumnos, pero de todas formas cuenta.
Harry sonrió, pero seguía mirando atentamente a Severus.
– ¿Haces esto por mí? –preguntó suavemente. Severus le sonrió con tristeza, a sabiendas de que lo que Harry preguntaba era otra cosa, algo que no se atrevía a formular en palabras. La vida con los Dursley había enseñado a Harry que él no valía nada. Por desgracia, Severus conocía esa sensación demasiado bien.
–Harry, moriría por ti –le dijo honestamente– Esto lo hago por mí mismo.
Los ojos verdes del joven se iluminaron cálidamente y, por primera vez, sin presión de ninguna clase, por voluntad propia, Harry se adelantó y le besó en los labios, quedándose unos instantes de más con los ojos cerrados y el aliento cálido contra el rostro de Severus, como si memorizara la sensación.
–Que tengas un buen día, Severus –dijo finalmente, antes de retirarse y salir.
Severus se llevó una mano a los labios, temblando por entero a causa de la reacción. Así que esto era amor.
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