DETRÁS DEL REFLEJO [#4]

By BlondeSecret

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CUARTO LIBRO DE LA SERIE #4 «Soy el reflejo de miles de espejos rotos. » La escuela de reflejo ha abierto sus... More

DETRÁS DEL REFLEJO
Prefacio
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By BlondeSecret

La oscuridad de las tinieblas, todo un misterio era.

Y sin embargo estaban aquellos que, aceptando, entraron a su mundo, sin importar la muerte que llamaba a su puerta. 

— ¿A dónde carajos se fueron? ¿De vacaciones a Bali?

—Detestas Bali, Daxon.

—Al menos debiste incluirme, Vega. Es de muy mal gusto abandonar a tus invitados en un jodido Espejo mágico.

Contuve el aliento al ver a Daxon en perfectas condiciones. Fue como si él solo hubiera traspasado el Espejo y llegado directamente a esa extraña sala repleta de antigüedades y sillones bastante cómodos, por lo que estaban por sugerir mis piernas.

Necesitaba acostarme y...

—Por los jodidos Antiguos...

Ese lugar no estaba repleto de antigüedades. No. Eran incluso las mismísimas pertenencias de los antepasados de los Kuznetzov. ¿Dónde habíamos terminado realmente? No tenía ni idea si Daxon o Tauren eran conscientes de lo que estaba frente a nuestros ojos, especialmente el último mencionado, ya que estaba mucho más concentrado en mi trasero que en el lugar.

—Pensé que se habían perdido.

Tauren finalmente carraspeó, dándose cuenta que no era capaz de decir palabra alguna. Yo ya me estaba divirtiendo con los cofres sellados y cerrados frente a mí.

Por favor... ¿cerrados? Esa era una clara invitación con mi nombre.

—Tuvimos un contratiempo con el Espejo de la Verdad.

—Contratiempo. ¿Qué tipo de contratiempo? —Sin que tuviera que verlo, sabía que me estaba observando con atención—. ¿Vega?

Giré sobre mis talones, acercándome a los marcos de oro que en realidad hacían muchas más cosas de las que creían. Recordaba haber robado uno en un banco para entrar y salir cuando quisiera y tomar dinero sin que las cámaras me vieran.

—Pff, lo de siempre. Ya sabes que los Espejos tienen esa bonita intención de matarte en un parpadeo si se te da por entrar.

No era mentira, pero tampoco la verdad.

Lo último que necesitaba hablar en ese momento con Daxon, era mi vida romántica. Además, al reflejo nunca le agradó el chico mágico, era mejor guardar esa conversación para otro momento.

Uno donde no estuviéramos buscando un tesoro y...

Me detuve frente a un cofre con la marca K. Bueno... no sabía exactamente dónde habrían pistas. Los Espejos habían estado ahí, eso era claro, el aroma... Antiguos, el poder y la energía que habían quedado en ese salón seguían impregnando cada libro en las repisas y cajas olvidadas.

El poder que tenían los Espejos era algo que no podía pasar desapercibido. En especial si teníamos en cuenta que había dejado todo mi aroma en uno de ellos, todo mi poder esparcido en él. Quizás por eso, dentro de cada dificultad, Tauren había logrado encontrarme.

— ¿Y en todo el tiempo que estuviste aquí, encontraste algo interesante, Daxon?

Su altura se apoderó en segundos del pequeño espacio, los libros a sus espaldas y las mesas en forma de estrella y pétalos de rosa brillaron gracias a las joyas que el reflejo siempre usaba. Una corta línea de tinieblas se paseó por sus brazos.

—Oh, amor, me conoces. Soy fascinante, en especial cuando tengo súper tareas.

— ¿Lo que quiere decir...?

—Rompieron uno de los Espejos.

Algo en mí se retorció.

No, no, no.

— ¿Qué quieres decir con que rompieron uno de los Espejos?

Di un paso hacia atrás, observando cada detalle del lugar. Cómo las obras de arte de mármol en realidad eran espías que podías despertar con gemas, las mesas que resguardaban tesoros si sabías mover las flores de oro de forma correcta, los lienzos blancos con polvo de Espejo que te ayudaban a encontrar algún lugar repleto de sentimientos... todo estaba hecho con un propósito, todo bajo el poder de los Kuznetzov.

Y sin embargo, los Espejos...

—¿Cómo lo sabes? ¿Es... Estás seguro?

Tauren me observó con cautela, notando cómo evidentemente algo en mí se había desestabilizado con las novedades de Daxon. Las pequeñas lámparas de luz Driagna azuladas empezaron a perderse para mi, incluso la pequeña ventisca que seguía llegando gracias a la energía mágica del lugar, se desvaneció. Era imposible que llegara a mis pulmones.

Si uno de los Espejos estaba roto...

Cada Espejo era poderoso a su modo, y si uno de ellos lo tenían las Driagnas, sabía que de haber notado algo raro lo habrían dado a conocer a los Kuznetzov. Sin embargo, los otros dos... uno era un conducto, y el otro era de donde había salido tras mi exilio. En este había contenida demasiada energía, como si hubiera absorbido parte de mi poder durante los siglos que estuve encerrada. Quien supiera usarlo, usar lo que había dentro y el mismo Espejo, esto...

Mierda.

—Recordé lo que me contaste sobre los Espejos más poderosos, sobre aquellos que habían sido tocados incluso por los Antiguos. —Claro, en una de las tantas noches cuando Daxon y yo habíamos conectado, nuestra amistad sobrepasando todo, incluso mi deseo de confiar—. Hay trozos de Espejo roto. Negro.

Tauren caminó con tranquilidad y gracia hacia los trozos al lado de uno de los ventanales. En vez de ver un abismo como siempre, solo había árboles y el susurro del viento dulce, un peculiar aroma a frutas tropicales impregnando todo aunque estuviéramos dentro de ese salón tallado en piedra.

Había una energía ahí, algo muy diferente a lo que estaba acostumbrada. Y estaba segura que si nuestra misión no fuera encontrar pistas, habría querido salir por esa ventana a descubrir qué lugar era ese y de dónde provenía ese poder. Era como la brisa y el sol envueltos en una melodía, como si te lograse transportar a otro lugar para hacerte sentir cada cosa posible en el cuerpo y alma.

No sabía de dónde o de quién provenía, pero era fascinante.

—Los Antiguos al regir mundos, dejaban siempre una señal, una muestra de su poder. Conectaban con la energía que les proporcionaba ese mundo. En el caso de la Tierra, están las gemas, y cuando usaban elementos que provenían de este mundo, al quebrarse o perder su poder o propósito principal, se convierte en una gema.

—En este caso...—proseguí, adorando que el chico mágico supiera todo ese tipo de cosas. No solo porque era un ratón de biblioteca, sino que me fascinaba que supiese cosas sobre el pasado al que pertenecía, y que si no sabía algo, me guiaría—, no es una gema cualquiera. Es diamante negro.

Daxon tocó los trozos que habían quedado en el suelo de piedra. Las lucecitas retocando su cabello aun mas largo que hace unas semanas, el aro en su boca brillando mientras lo mojaba con su juguetona lengua.

— ¿Y por qué? Quiero decir...—sus ojos se oscurecieron mientras aclamaba sus propias tinieblas, para probar un poco de ese poder que yacía en el diamante negro que parecía morir entre sus manos. Algo oscuro y cálido infestó el espacio—, es diamante negro. Pero ¿creen que lo rompieron adrede? ¿Querían la gema solamente?

Había poder en esos cristales, pero no suficiente como para hacer algo... valía más usar el Espejo. Sin embargo no descarte la idea de Daxon. A ese punto, podía ser cualquier cosa.

— ¿Crees que solo quieren el diamante negro?

Daxon se me acercó, sus largos dedos rozando mi muñeca. No pude evitar observar a Tauren, quien también veía con detalle la cercanía del reflejo, y aunque no había un aire posesivo en sus ojos, seguramente prefería que el reflejo evitara ciertos acercamientos, en especial teniendo en cuenta nuestra... situación. Bueno, ¿cómo podía llamarla? El hecho de que nos hubiéramos besado y tuviésemos una atracción que ardía a kilómetros, eso no nos hacía pareja.

Aún así, viendo cómo Tauren se cruzaba de brazos mostrando la dureza de su pecho, y detallando los labios de Daxon, no pude evitar imaginar la lengua de Daxon paseándose por mi cuello, mientras el Dranor pasaba sus enormes manos por mis muslos.

Ay, por la madre Tierra.

Opaqué de nuevo el aroma de mis tinieblas y cualquier intento de estas mismas de salir a consumir, porque evidentemente mis propias emociones las estaban enloqueciendo al punto que cada parte de mi cuerpo empezó a arder con locura, como si solo percibir y compartir el aire con ellos me estuviera quemando por partes.

Culpaba al Espejo. Sí, porque incluso en ese hermoso trozo de antigüedades y objetos mágicos, una parte de mí se dejaba llevar por ese tipo de emociones.

—Los Kuznetzov tienen la mayoría de minas, y el diamante negro aunque predomina también en otras familias de reflejos, no la comparten con cualquiera. Hubo bastardos que quedaron muy mal tras la batalla en Ciudad Luna... —Lastima habérmela perdido... Suspiré, detallando las pequeñas mesas que tenían más cofres a su alrededor—. El diamante negro es lo unico que los podía sacar de la miseria en la que ya estaban.

—Un objeto con tanto poder y que puede convertirse en diamante negro... —Tauren sopesó sus propias palabras. Como si la energía del lugar lo escuchara, lo sintiera, el aire empezó a tornarse más fresco, una pequeña ventisca de calma—. Podría ser así, pero no por esos motivos. Un bastardo no entraría al Espejo de la Verdad de los Kuznetzov, especialmente si los guía a su propiedad privada.

Eso enseguida llamó mi atención.

— ¿Estamos en la propiedad de los Kuznetzov?

— ¿Su propiedad?

Tauren ocultó la risita que estuvo a punto de salir.

—Sí, Vega. El Espejo nos llevaría a los tesoros de los Kuznetzov, y ellos tienen la red de seguridad más poderosa del mundo de tinieblas. Hay varias zonas, a excepción de la sagrada biblioteca a la que nadie puede entrar sin permiso previo.

— ¿Cómo nos dejó entrar el Espejo? —preguntó Daxon.

—Tú eres copropietario de varios objetos, y yo ya había estado aquí, así que puede ser por eso.

Inconscientemente mientras ellos seguían hablando sobre cómo eran importantes al poder entrar a la cueva de los tesoros Kuznetzov, di zancadas hacia uno de los cofres que desde el inicio había llamado mi atención. No porque hubiese alguna joya o dinero. No. Había historia. Y amor.

El cofre con la inicial K era de roble viejo, casi simple, pero una vez que quité la pequeña cerradura, atisbé en segundos el color dorado. Había miles de trazos y dibujos de árboles y pájaros en la parte frontal, como si hubieran tapizado todo su interior cuando en realidad había sido trabajo a mano, largas horas y detalles para resguardar... cartas.

Una cargada exhalación se me escapó de los labios al tomar una de las cartas. Todas estaban abiertas, se diferenciaban por tener dos sellos diversos. La famosa K, elegante, y una pequeña estrella casi quebrada.

"Quizás lo supe desde el momento en el que tus ojos se clavaron en mí, con aquel particular resplandor inexistente en otros. Y... sí, sabía cómo acabaría mi corazón, Alexey, pero aún así te lo he entregado. El temor me recorre el cuerpo, sabiendo que me tienes entre tus manos, pero temo más perderte.

Más que cualquier otra cosa.

Sé que probablemente he de recibir solo tu silencio, pero si alguna vez una sola emoción o sentimiento te recorrió como creí, te pido que, aunque sea un susurro, sea enviado para finalmente llorarte y danzar contigo en mis sueños y dejarte ir para vivir esta cruda realidad.

Con cada trozo de mí, Diane C."

Mis tinieblas se revolvieron al ver ese nombre. Antiguos, no era solo un nombre. No era una tonta carta olvidada en un Espejo. Tauren y Daxon tomaron otras cartas y les dieron un vistazo, y puede que intentaran descifrar parte de lo que eran, pero yo conocía la verdad.

Tomé otra, reconociendo la letra y el idioma.

"Lo he intentado, Diane.

Di tantos pasos hacia el horizonte esta noche, que creí que me perdería. Y así fue. Me perdí en el recuerdo de tu aroma, en tu respiración y el latir de tu precioso corazón que sentí desde la primera noche. Caí profundamente en la devota emoción que nace en tus ojos gracias al arte. Hasta llegué a imaginar que me comparabas con una de las tantas obras que atesoras, y por primera vez sentí que algo en mi interior no podía dejar de bombear, intensamente, todo enloqueciendo con solo una de tus caricias.

No, no puedo y no podría alejarme de ti, cuando en cada suspiro te has robado mis pensamientos y deseos. Mi respiración se acorta y mis propios movimientos han quedado inhibidos, guiándome solo hacia un lugar donde me deleite con tu sola presencia.

Fui tuyo desde la primera canción que bailamos, y perdí mi alma, con tal de encontrarte, la misma noche que me dejaste probar tus labios.

Te amo, Diane. Si es que esas palabras, tan humanas, bastan para cuantificar lo que verdaderamente siento por ti.

Con todos, y cada uno de mis sentimientos, Alexey K."

—Espera, espera... estas son...

Daxon miró cada lado de la carta que tenía entre sus manos. Una que otra pintura yacía oculta bajo todas las cartas en el cofre, y estaba segura que así como ese contenía una gran cantidad de papel, los demás cofres también estaban en las mismas condiciones, y probablemente con más pertenencias de Diane Caetari.

—Son cartas de Alexey Kuznetzov, el precedente rey de tinieblas, y su difunta esposa. La humana Diane Caetari.

Tauren no se movió ni un centímetro, concentrado en algo que provenía desde las ventanas y la misma roca que nos rodeaba. Quizás el mismo viento contándole secretos ajenos que ningún otro ser lograba escuchar.

— ¿Cómo lo sabes? Nadie habla de la humana que hizo sentir a Alexey, es como si la hubieran borrado de la historia.

—Su padre nunca habría dejado que arruinaran su nombre. Porque un reflejo como Alexey, con el linaje más fuerte y poderoso de diamante negro, no podría haber sentido, jamás. Y aún así lo hizo. Fue la prueba viva que pudo sentir y sobrevivir a eso, que pudo amar aunque le costó parte de su poder e inmortalidad.

— ¿A qué te refieres?

Daxon se acercó en cuanto el Dranor se giró, aún atento a cada una de mis palabras, pero precavido con lo que su poder le estaba diciendo gracias a las energías del lugar.

—Diane era parte importante de la aristocracia en Italia. Su familia era aliada de las Driagnas, pero solían llamarlas de otra forma para evitar que pensaran que usaban magia oscura, así que solo hacían sanaciones o pocos experimentos—expliqué, recordando bien cada detalle—. Yo vi a Diane crecer, la vi juguetear, llorar y escribirle estas cartas a Alexey. Siempre sentí que vivía a través de ella mientras la observaba desde mi prisión en ese Espejo.

»En ese entonces, el mundo de tinieblas era mucho más oscuro y temible de lo que es ahora. Alexey apenas había tomado el cargo un siglo antes, no habían cambiado muchas cosas, hasta que se enamoró perdidamente de Diane. Podías verlos juntos en una habitación y todo se paralizaba a su alrededor. Ellos eran la propia imagen de devoción. Pero los padres de Diane sabían que Alexey no era un humano común, los Dranors se los advirtieron. La relación entre ambas especies era delicada, aunque Idina intentaba calmar el conflicto, era casi imposible que estuvieran en la misma habitación. Por eso mismo había reglas que les impedían tener relaciones entre ellos, y persistía esa ley. Y que un reflejo entrara a la vida de la única hija de los aristócratas más importantes de todo el país, era un golpe, y para las Driagnas, una traición.

—Pensé que había sido un accidente, que Alexey solo había sentido deseo y perdió el control de su diamante negro.

Era lo que la mayoría había deseado creer. Incluso el mismo Alexey los había dejado crear más y más rumores con tal de proteger la imagen de su familia, para que su nombre no cayera ni mucho menos su reinado ni el futuro de su hijo y sus sobrinos. Ya habían sufrido una recaída de poder con la pérdida de su hermano, no podían sufrir más golpes.

Observé la letra de Diane, casi eclipsada en el tiempo. Aún podía recordar su voz y sus carcajadas cuando se acercaba al Espejo a hablar. Muchas veces creí que ella me recordaría como una amiga creada por su imaginación, ya que cuando creció dejó de hablarme como antes.

Yo estaba en el Espejo de su habitación.

Lo vi y viví todo. Vi sus lágrimas, vi el dolor y la ira.

Por mucho tiempo las Driagnas tuvieron en su poder algunos Espejos, con tal de controlar a los reflejos. Pero así mismo fue como Idina creó lazos con Alexey, y le devolvió la mayor parte de los Espejos, y el que se hallaba en la casa de Diane. Donde me encontraba como prisionera.

—Recuerda que sentir siempre será visto como una debilidad. Pensarán que perdió su poder, cuando en realidad los sentimientos pueden hacerlos inquebrantables—susurró Tauren. Puede que fuera un Dranor, pero había estudiado el comportamiento de todos los seres por mucho tiempo. Sus pasos se fueron alejando hacia el ventanal, sus botas masticando el ruido que provocaba el leño bajo sus pies—. Idina salvó a Aník cuando nació, y la vida de Alexey cuando sintió, pero nunca perdió el control. Solo renunció a parte de su poder, sus tinieblas dejaron de ser tan fuertes como antes, pero siguen siendo superiores a las de cualquier otro ser.

— ¿Qué pasó con Diane?

—Murió. Era humana después de todo... —Mi voz, aunque evité demostrar demasiado, se apagó al instante, como si los mismos fantasmas de mi pasado regresaran para llevarse consigo mis pensamientos—. Las gemas nunca hicieron efecto en ella, como si el bebé durante el embarazo lo hubiera absorbido todo. Era demasiado. Pasaron pocos segundos después del nacimiento de Aník Kuznetzov, y solo sucedió. Era joven, bella e inteligente, y aunque su carácter parecía frío e indiferente, tenía el mejor modo de hacerte sentir importante si de verdad veía en ti colores y magia. Reía... como nadie. Nunca juzgó a nadie, adoraba hablar con la gente, adoraba el arte y todo lo que tenía que ver con la música y los anocheceres.

—Nunca me hablaste de ella.

—Hay muertos que merecen la paz, incluso de ser nombrados—susurré, cerrando el cofre.

Habría querido abrir los demás, revisar cada cosa para saber si en algún momento de su vida habló con alguien sobre la jovencita con la que hablaba a través de un Espejo. Aún podía recordar la curiosidad con la que me vio los primeros días, y cómo en vez de huir, volvió con muchas preguntas.

Fue la única persona con la que logré abrirme en realidad.

Sabía que aunque conociera a demás personas a lo largo de mi vida, jamás podría llegar a ser como lo fui con Diane.

—Si el Espejo nos reconoció y nos dejó entrar, quiere decir que quien entró a robar los Espejos, también es importante. Al menos lo suficiente como para que lo dejaran entrar.

El comentario de Daxon me hizo regresar a la realidad. Ni siquiera Tauren se inmutó. Tenía ambas manos sobre lo que parecía ser un cubo de cristal repleto de flores en su interior. Parecía hielo, y él estaba usando su poder para...

Bueno, era mejor no preguntar.

—Sigo sin comprender por qué razón rompería el Espejo. Repararlo sería casi imposible—dije, tomando los trozos de diamante negro. La vibración en mis manos fue evidente, su poder abrazando el mío en un bajo gruñido—. Tauren, ¿qué podrían hacer con los trozos del Espejo?

Yo conocía el poder del Espejo como tal, lo que lograba hacer solo y unido a los demás Espejos, cómo manipulaba el mundo y el peligro que yacía en él. Sin embargo, desconocía por completo lo que podía suceder si estaba roto, si ese diamante seguía cargado con alguna parte de poder y si cabía la posibilidad de que hiciera algo más.

Parpadeé un par de veces, notando que el ambiente había cambiado en segundos. No, no solo eso. Una especie de humo blanco entró al salón. ¿El tiempo se nos había acabado en el Espejo? ¿Nos estaban atacando?

— ¿Tauren?

El Dranor no respondió.

Tosí, moviendo las manos, inevitablemente cayendo en la pizca de desesperación que a veces lograba salir de mí. El humo cada vez se volvió más espeso al punto que me fue imposible ver más allá de un metro, justo donde Tauren se había quedado admirando el ventanal y los muros de piedra oscura. Daxon, por su parte, fue mucho más ágil y se agachó, tomándome del pie para que hiciera lo mismo. Al parecer el humo no estaba descendiendo velozmente.

— ¿Qué es esto? —preguntó, sus ojos abriéndose y cerrándose, las tinieblas de su cuerpo moviéndose, listas para cualquier ataque que pudiera amenazar nuestras vidas.

— ¿Dónde está Tauren?

Daxon empezó a gatear, dejándome detrás de él. Los dibujos, las líneas negras rellenaban cada centímetro de su cuerpo, las tinieblas susurrándome al oído que me protegerían. Y aunque el reflejo conocía parte de mi historia, conocía el fuego que vivía en mi interior, me resguardó.

Fue cuando murmuró algo—quizás demasiado lejos, o el mismo humo impedía que pudiéramos comunicarnos con facilidad—, que noté un cosquilleo en mi espalda.

No, no era un cosquilleo.

Algo me estaba caminando por la espina dorsal, bajando hacia mis piernas. ¿Qué...?

— ¡Escorpiones de cristal! ¡Vega!

Antes de que pudiera inhalar nuevamente el humo con aroma tropical, me envolví en fuego puro, mis tinieblas en segundo haciendo un espiral por todo mi cuerpo para bajar directamente bañado en llamas anaranjadas.

El aullido ensordecedor llenó la habitación, uno, dos, tres cristales rompiéndose en sintonía con cada grito que nos rodeó. Daxon volvió a mi lado, tomando mi mano. Evidentemente estaba atacando con sus propias tinieblas a los escorpiones de cristal, los ojos coloridos de gema era lo único visible entre el humo blanquecino. Los escorpiones de cristal resonando al chocar entre sí, amontonándose para llegar a nosotros. Así que abrí un camino de fuego, con tal de encontrar una salida.

— ¡VEGA!

Tauren...

Algo en mi pecho se retorció al instante. Tauren seguía allá, en alguna parte de esa habitación, y aunque era seguramente el Dranor más poderoso que había conocido nunca, él...

— ¡Sigue gritando! ¡Déjame guiarme por tu voz!

Daxon siguió arrastrándose conmigo a su lado, ambos creando una barrera contra los pequeños seres de cristal. El afilado aguijón listo para enterrarse en nuestra piel... justo como lo hizo con el reflejo que, sin darse cuenta, había llevado en su espalda un escorpión todo el tiempo.

El gruñido cargado de dolor se le escapó antes de que pudiera reaccionar, rosticé el cristal hasta dejarlo en cenizas, bañadas aún en aquel aroma a frutas tropicales. La piel del reflejo pronto empezó a tornarse casi azulada, evidentemente un efecto que no esperábamos, además de la sangre que fue bañando su camisa.

—Necesitamos salir de aquí.

—Vamos a levantarnos a la cuenta de tres... dos...

—Uno.

Daxon soltó un bufido a mis espaldas, conociendo bien que no iba a esperar ni un segundo más. Pronto uní ambas manos e hice una pequeña ola de calor y fuego para abrirnos paso. El salón antes nos había parecido casi diminuto, pero ahora resultaba enorme y cada pedazo del lugar era un enigma completo cubierto de humo blanco.

Si sabía dónde estaba la puerta del Espejo, sería simple devolver todos esos bichos malignos con mi poder, pero era imposible ver o sentir algo. El humo blanco era un impedimento para todo, incluso pensé que en cualquier momento nos desmayaríamos.

Los escorpiones saltaron de la superficie y chocaron contra las paredes de roca. El impacto los hizo estallar, mientras que a los más fuertes solo los hizo enojar. Escuchaba sus pequeños pasos, cómo se arrastraban con tal de llegar a nosotros mientras Daxon aún concentraba sus tinieblas como barrera para evitar que llegaran a nosotros con tanta rapidez.

Se formaron ondas de esos bichos, como olas del mar que buscaban llegar hacia nosotros. Sin embargo no fue el mayor problema, no cuando las mismísimas Icris, lianas bastardas que con cualquier sonido que las despertara, atacarían hasta ahorcarte y dejarte tan azul como lo era el cuello del reflejo.

Antiguos, debíamos salir de ese lugar y buscar ayuda.

Pero no había rastro de Tauren.

Me levanté, harta de eso. Si el Espejo nos estaba rechazando, había una razón, pero no dejaría que nos hundieran de esa forma. Bastaba con un piquete de esos bichos, no con perdernos. Concentré cada tiniebla en mi interior y esa luz particular que definía mi poder, mi corazón enloquecido, mi corazón mitad diamante negro, mitad humano y con pedazos de gema, lo sintió, dejando fluir todo aquello que siempre retuve.

El salón comenzó a temblar, los escorpiones rechinaron entre sí, cayendo uno tras otro gracias a la barrera que Daxon seguía manteniendo, pero mi golpe fue más fuerte, una onda de poder salió de mí envuelta en luz y fuego, los colores reluciendo en mis ojos, todo saltando, rompiendo las Icris de donde fuera que hubieran salido, dejando solo espacios gruesos entre las paredes de piedra, haciéndolas salir por los ventanales.

Habría querido despejar el ambiente, pero el humo persistió hasta que Daxon abrió la ventana. No lográbamos ver con claridad, pero sí lo suficiente como para darnos cuenta que Tauren, ya no estaba.

Estábamos solos. 


***

WENAAAAAAAAS

Adoré escribir este cap. Se los juro que me emociono un montón cuando las cosillas del pasado y también las hermosas criaturas del mundo de tinieblas salen a la luz. Ahora muchas cosas serán reveladas, y además, tendremos invitados especiales en los próximos capítulos. 

Espero lo disfruten tanto como yo. 

Les quiere, Nat. 

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