La Piedra del Matrimonio

By alseidetao

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Para evitar las maquinaciones del Ministerio, Harry debe casarse con el reacio Severus Snape. Pero el matrimo... More

Capítulo 1: La piedra del matrimonio
Capítulo 2: Con Este Anillo
Capítulo 3: Habitantes de la mazmorra
Capítulo 4: Enfrentándose al mundo
Capítulo 5: Marcas oscuras
Capítulo 6: Vivir con Snape
Capítulo 7: Lazos que unen
Capítulo 8: Todos los hombres del Rey
Capítulo 9: La estrella del perro
Capítulo 10: Espadas y flechas
Capítulo 11: Enfrentándose a Gryffindors
Capítulo 12: Emplazando culpas
Capítulo 13: Entendiendo a los hombres lobo
Capítulo 14: Volviendo a la normalidad
Capítulo 15: Modales
Capítulo 16: Conociendo a los cuñados
Capítulo 17: Espinas
Capítulo 18: El corazón del laberinto
Capítulo 19: Vínculos
Capítulo 20: Sinistra
Capítulo 21: Serpientes
Capítulo 22: Familia
Capítulo 23: Lobos
Capítulo 24: Lecciones de Historia
Capítulo 25: Nochebuena
Capítulo 26: Regalos de Navidad
Capítulo 27: Antes de la tormenta
Capítulo 28: Vikingos
Capítulo 29: Entender el deber
Capítulo 30: Persecución
Capítulo 31: Acortando distancias
Capítulo 32: El dolor de crecer
Capítulo 33: Largas historias
Capítulo 34: A dormir
Capítulo 35: Al abismo
Capítulo 36: Cargando la piedra
Capítulo 37: El otro lado
Capítulo 38: Política
Capítulo 39: Honor familiar
Capítulo 40: La locura del lobo
Capítulo 41: Salvaje
Capítulo 42: Caramelos de limón
Capítulo 43: Para eso están los amigos
Capítulo 44: Cierra los ojos
Capítulo 45: Amaestrando al dragón
Capítulo 46: Viendo rojo
Capítulo 47: Cedo
Capítulo 48: El Lobo en la puerta
Capítulo 49: Bailando
Capítulo 50: La materia de los sueños
Capítulo 51: Grandes gestos románticos
Capítulo 52: San Valentín
Capítulo 53: Afecto de cortesía
Capítulo 54: Despertando a Lunático
Capítulo 55: Maniobras legales
Capítulo 56: Peones
Capítulo 57: Obviedades
Capítulo 58: El significado de las cosas
Capítulo 59: Algo maligno
Capítulo 60: La voz del Rey
Capítulo 61: La llamada
Capítulo 62: Stonehenge
Capítulo 63: El corazón sangrante
Capítulo 65: En la luna
Capítulo 66: Sinestesia
Capítulo 67: Cantos afilados
Capítulo 68: La búsqueda del poder
Capítulo 69: Al final de este camino
Capítulo 70: El precio del valor
Capítulo 71: Lo que importa
Capítulo 72: Yendo hacia delante
Capítulo 73: Así es como el mundo acaba
Capítulo 74: El sol moribundo
Capítulo 75: Valeroso mundo nuevo
Capítulo 76: Los indignos
Capítulo 77: Historia antigua
Capítulo 78: Regresando a casa
Capítulo 79: Solucionando
Capítulo 80: Decisiones y Progreso
Capítulo 81: El amanecer de un nuevo día
Capítulo 82: Echando una mano a las cosas
Capítulo 83: Sorpresas en todas partes
Capítulo 84: Extraños compañeros de cama
Capítulo 85: Borrones
Capítulo 86: Furia
Capítulo 87: Pasiones
Capítulo 88: De vuelta al negocio
Capítulo 89: Idas y Venidas
Capítulo 90: Maniobras Legales II
Capítulo 91: Rosas
Capítulo 92: Educación continua
Capítulo 93: Los recién llegados
Capítulo 94: Experiencias de aprendizaje
Capítulo 95: Encuentros cercanos
Capítulo 96: En desacuerdo
Capítulo 97: Hacer las Paces
Capítulo 98: ¿Quién sabe?
Capítulo 99: La paz se desmorona
Capítulo 100: Comienzan las hostilidades
Capítulo 101: Primeras señales del futuro
Capítulo 102: Lecciones desplegadas
Capítulo 103: El fin de los vampiros
Capítulo 104: Reconocimiento y premonición
Capítulo 105: Verdadera naturaleza
Capítulo 106: Exámenes finales
Capítulo 107: Explicaciones
Capítulo 108: La calma antes de la tormenta
Capítulo 109: Reescribiendo la historia
Capítulo 110: La fuerza del vínculo
Capítulo 111: Magia salvaje
Capítulo 112: Consecuencias del ataque
Capítulo 113: Últimos días de tranquilidad
Capítulo 114: Rudos Despertares
Capítulo 115: Primeras Impresiones
Capítulo 116: Desquitarse
Capítulo 117: Nuevos comienzos
Capítulo 118: Tiempos felices
Capítulo 119: Tiempos de fiesta
Capítulo 120: Favor de Merlín
Capítulo 121: Fin del verano, parte 1
Capítulo 122: Fin del verano, parte 2
Capítulo 123: Una falta cercana
Capítulo 124: Retrasar lo inevitable
Capítulo 125: Las formas de la primera ola
Capítulo 126: Compañeros de cama más extraños
Capítulo 127: Planificación de la Operación Castillo Mágico
Capítulo 128: Revelaciones
Capítulo 129: La primera ola se rompe
Capítulo 130: Limpiando
Capítulo 131: Padrinos
Capítulo 132: Percepciones erróneas
Capítulo 133: Zona de conflicto
Capítulo 134: Visitantes
Capítulo 135: Pez fuera del agua
Capítulo 136: La segunda ola
Capítulo 137: La batalla de Hogsmeade
Capítulo 138: Algunas explicaciones que hacer
Capítulo 139: Decir adios
Capítulo 140: Faltas de comunicación
Capítulo 141: Las formas de la tercera ola
Capítulo 142: El Campeón del Rey
Capítulo 143: La batalla de Hogwarts
Capítulo 144: La gratitud del rey
Capítulo 145: Los Comienzos del Rey
Capítulo 146: La Vida del Rey

Capítulo 64: El resto del mundo

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By alseidetao

Una llamada a la puerta distrajo a Severus de la primera plana del diario. No se sentía preparado para enfrentarse al resto del mundo: se sentía con los nervios a flor de piel y extrañamente vulnerable. Además, si era honesto consigo mismo, tampoco quería que Harry se enfrentara al mundo tampoco. Parecía mejor quedarse encerrados en sus habitaciones, donde nada ni nadie pudiese alcanzarles...

La llamada se repitió, y Severus suspiró derrotado: listo o no, el mundo no se iba a desvanecer tras la puerta. Tomó aliento y la abrió. Sirius y Remus esperaban en el pasillo. Les hizo pasar.

– ¿Dónde está Harry? –preguntó Sirius de inmediato.

–En la ducha –repuso Severus. Vio que Remus aferraba una copia del Profeta en sus manos.

–Albus bajará en unos minutos –les dijo el hombre lobo, mientras se dirigían hacia la chimenea para tomar asiento delante de ella– Está reuniendo ejemplares de prensa internacional, y creo que quería informarse sobre qué ocurre con el Ministerio.

Sirius miró hacia la puerta cerrada del dormitorio, con gesto preocupado.

– ¿Cómo se encuentra? –preguntó. Severus supo enseguida a quién se refería, pero desgraciadamente no tenía una respuesta adecuada para eso. Se encogió de hombros, desamparado.

–Confuso, pero manteniendo el tipo. Como siempre –Harry siempre parecía soportar aquel tipo de cosas, ocurriera lo que ocurriese. Tenía que soportar cargas que nadie más soportaba, y las aceptaba como si fuese natural que lo hiciera.

– ¿Por qué no estabas allí anoche? –preguntó Sirius entonces, tomando desprevenido a Severus. Le miró asombrado, preguntándose cómo podía haberlo sabido... y entonces lo comprendió. Black había sido llamado. Claro, había sido llamado, y al contrario que Severus, había sido capaz de acudir. Sirius vio su sorpresa y se encogió de hombros– Tú y yo nos hemos peleado lo bastante a menudo como para saber cuán fuerte es el otro. Si yo fui llamado, tú también.

–La Marca Oscura –replicó Severus con amargura– me impidió responder a la llamada. El Señor Oscuro ostenta mi lugar, así como mi poder –no había forma de suavizar la realidad, y tampoco hubiese tenido sentido hacerlo. Black y los demás necesitaban saber cómo estaban las cosas. Por un largo instante, Sirius simplemente se lo quedó mirando con fijeza, y luego la comprensión se abrió paso en su rostro.

–Todos esos lugares libres –siseó– no estaban vacíos. Eran Mortífagos. Ya me sorprendía que Lucius Malfoy y mi prima Bellatrix no estuvieran presentes...

– ¿Cuántos? –Preguntó Remus– ¿Cuántos lugares había vacíos?

–Casi la mitad –respondió Sirius. Severus palideció al comprender lo que aquello implicaba. La mitad de los más poderosos magos y brujas del mundo portaban la Marca Oscura...

– ¡Merlín! –Exclamó Remus– ¿Contra eso luchamos? ¿Contra eso está luchando Harry...?

– ¿Lo sabías? –preguntó Sirius a Severus, acusador. Éste le lanzó una mirada negra:

– ¡Claro que no! –Protestó– ¡Ninguno de nosotros lo sabía! ¿Acaso te piensas que habríamos aceptado la marca si hubiésemos sabido eso? ¿Te imaginas a Lucius Malfoy renunciando a semejante posición? Además, ¡lo último que hubiese querido hacer yo era ayudar a Voldemort!

–Va a haber muchísima gente furiosa hoy por ahí –comentó Black.

–No creo que al Señor Oscuro le importe –replicó Severus– Si ha llegado al punto de dedicarse a invocar demonios antiguos, es que ya no está cuerdo ni de lejos.

El fuego llameó súbitamente y segundos más tarde Dumbledore entró por la chimenea, con un montón de periódicos en las manos. El anciano parecía cansado. Severus se preguntó cuánto habría dormido aquella noche. Albus saludó y ofreció caramelos de limón, que todos rechazaron.

–Bueno –dijo Albus tomando asiento en el sillón opuesto al de Severus– el mundo entero anda sacudido por los eventos de ayer, y me temo que las cosas no están yendo bien en el Ministerio –dejó los diarios sobre la mesilla de café. Los tres hombres se dedicaron a ojearlos, mirando diversas primeras planas.

Severus se detuvo en mirar con más atención los periódicos franceses. Albus había traído tanto diarios mágicos como muggles. En el muggle se hablaba de un ataque terrorista a un centro comercial de gran importancia en Montpellier, al sur de Francia. Además de provocar la destrucción de varios edificios y muchas muertes, había habido un escape de gas que había causado alucinaciones colectivas. En la revista mágica, en cambio, se describía al demonio antiguo que había aparecido repentinamente en medio de una tienda muggle para desaparecer instantes después, causando en el proceso una gran destrucción. Por la explicación que daban, era la misma criatura que había aparecido en el campo de quidditch de Hogwarts.

–Esa criatura viajó por todo el mundo –explicó Albus– Hay artículos sobre sus apariciones en todos los continentes, aunque sólo estuvo unos segundos en cada lugar. Hogwarts, al parecer, era su destino final, y por eso no se fue de motu propio.

– ¿Buscaría algo? –preguntó Remus. Albus se encogió de hombros:

–Tal vez. En todo caso, todo el mundo está aterrorizado. Los gobiernos de todos los países piden poder contactar con Harry directamente. Dicen que si aparece otra criatura como esa, necesitan tener la seguridad de que Harry acudirá de inmediato para detenerla.

Severus sintió que su corazón se encogía. Había sabido, por supuesto, que habría peticiones internacionales de ese tipo, pero el oírselo decir a Albus le daba un tinte definitivo a ello.

– ¿Cuál ha sido la respuesta del Ministerio? –no se imaginaba que el gobierno inglés fuese a ceder voluntariamente el poco control que tenía sobre Harry. Rey o no, salvador o no, Harry seguía siendo un ciudadano inglés. Albus suspiró y se tironeó de la barba:

–Me temo que tenemos nuestros propios problemas ahora mismo. Tenemos un golpe de estado en curso en estos momentos.

Severus, Sirius y Remus miraron a Albus, atónitos. Severus sabía que Fudge iba a tener problemas debido a las decisiones que había tomado, pero ni se le había ocurrido que podía haber un cambio de gobierno.

– ¿Quién...? –tartamudeó Remus, para agitar la cabeza al no ocurrírsele cómo formular correctamente la pregunta.

– ¡Quién no! –Declaró Albus– Todo el mundo exige que Fudge dimita, incluso hay un grupo radical que opina que debería ser juzgado y ejecutado por crímenes contra el estado. El Wizengamot está intentando mantener el orden, pero todos los Aurores han desafiado abiertamente la autoridad de Fudge, lo cual equivale a una moción de censura, y le deja temporalmente fuera del poder. Lo cual hace que el Wizengamot esté en una posición de dudosa autoridad al carecer de Ministro que lo dirija.

– ¿Pero qué ha provocado esta situación? –preguntó Severus asombrado. Ayer mismo Stark y sus hombres no habían estado muy satisfechos con Fudge, pero habían seguido sus órdenes para restaurar el orden tras el ataque. El actual líder de los Aurores, Maxwell Darmut, era un tradicionalista y un legalista. Aquella reacción tenía que estar causada por algún motivo de peso. Albus miró al cielo con gesto de paciencia, una expresión poco común en él, como si tampoco pudiese acabar de creerse que las cosas se hubiesen descontrolado de aquella forma.

–Fudge decidió dictar una orden de arresto contra Harry, sobre la base de que era una amenaza a nuestra forma de vida. Entonces tuvo que lidiar con el revuelo consiguiente, e intentó controlarlo con ayuda de las autoridades muggles. Al parecer tenía acuerdos con el gobierno muggle. El Primer Ministro muggle también ha ordenado que se detenga a Harry, ya que lo han considerado una amenaza a la seguridad nacional, y ha ordenado al ejército que tomen el control del Ministerio.

– ¿Los muggles han ocupado el Ministerio? –preguntó Sirius, con asombro. Él y los otros dos miraban a Albus con incredulidad. Albus negó con la cabeza:

–No, el Wizengamot bloqueó de inmediato el Ministerio: nadie puede entrar o salir del edificio ahora mismo, y los muggles ni siquiera pueden encontrarlo físicamente hablando. Así que tenemos las calles entorno al Ministerio llenas de soldados muggles que buscan algo que les permita entrar. Pero ése no es el problema real.

– ¿Hay más cosas? –preguntó Remus, horrorizado. Albus asintió esta vez:

–Cuando el Ministerio cerró sus puertas, había un cierto número de personas notables en él; entre ellos estaba Lucius Malfoy, que al parecer estaba enloquecido. Al descubrir que estaba encerrado ahí dentro, empezó a desafiar a duelos formales a la gente. Hay una cláusula poco conocida en nuestros libros de leyes que establece que, si no hay un Ministro en funciones, nuestro sistema legal revierte automáticamente al orden feudal, que coloca a cada miembro del Wizengamot como sheriff de una provincia específica de Inglaterra. Esto se estableció así para asegurarse de que el orden se mantenía en caso de asesinato de uno o más de nuestros líderes.

– ¡Pero eso significa que tendrían que obtener sus escaños por Derecho Mágico, en vez de por voto! –exclamó Remus. Severus estaba igualmente inquieto por la noticia, ya que sólo los miembros de la Confederación Internacional de Magos lograban sus puestos por Derecho Mágico, y poco tenían que ver con el gobierno diario del mundo. La mayoría de puestos del Wizengamot eran electos, con pocas excepciones (una de las más notables era Albus), y la mayoría de sus miembros eran políticos en vez de magos o brujas poderosos.

–El Wizentamot hubiese debido evacuar el Ministerio antes de cerrar puertas, pero la súbita aparición del ejército muggle les obligó a actuar con precipitación. Durante lo que llevamos de mañana, Lucius Malfoy ha desafiado ya a cinco magos, de los cuales se ha quedado las varitas, y ahora legalmente ostenta cinco escaños en el Wizengamot. Seguramente esta tarde habrá obtenido muchos más. Está disolviendo nuestro gobierno tal y como existía hasta ahora –explicó Albus. Luego su expresión se volvió extrañada– Curiosamente, no ha matado a nadie todavía.

– ¿Qué? –exclamó Severus sorprendido. Había visto luchar a Lucius en muchos duelos, y siempre iba a matar, sin mostrar piedad jamás.

–Los cinco magos con los que ha combatido sigue vivos. Los dejó inconscientes. No puedo menos que suponer que planea algo que no sabemos.

– ¿Crees que quiere una alianza con Harry? –preguntó Severus anonadado. Los ojos del anciano se iluminaron repentinamente:

–Es posible, es posible. No creo que se sintiese muy satisfecho ante los acontecimientos de ayer. Los magos contra los que se ha enfrentado eran los que presentaban mayor amenaza a Harry, y aquellos que apoyaban abiertamente a Fudge.

–No podemos confiar en él –avisó Severus.

–Soy consciente de ello –asintió Albus– pero hasta que no sepamos exactamente qué planea, no podemos hacer nada por evitarlo.

– ¿Ha intentado desafiarte? –preguntó Severus con curiosidad, aunque consideraba poco probable que Lucius corriera semejante riesgo. Albus era uno de los pocos miembros del Wizengamot que ocupaba su lugar por Derecho Mágico, y de los pocos que era parte además de la Confederación Internacional de Magos. Albus negó con la cabeza, aunque Severus se dio cuenta de que parecía intrigado por el tema. Hacía mucho que no sostenía un duelo, o al menos Severus no tenía constancia de ello. Quizás estuviese ansioso por probar sus habilidades ante las nuevas generaciones de magos.

– ¿Qué hay de los otros candidatos a Ministro? –Preguntó Remus– La Señora Bones está en el Wizengamot, y creo que jamás la he visto luchar.

–Es ella quien entró en contacto conmigo para informarme de lo que ocurría –explicó Albus– Hace media hora estaba perfectamente, y ha prometido que me tendría al corriente de todo, pero hay un cierto retraso en la recepción de información, ya que tiene que enviarla a través de los retratos.

–Has hablado de "un cierto número de personas notables" –musitó Severus, pensativo. Frunció el ceño al ver la expresión de Albus ante sus palabras– ¡Ha habido más duelos! ¿Quién más estaba allí presente?

–Un mago llamado Valerian Ventus ha reclamado un escaño en nombre del vampiro Lord Aventine –replicó Albus– Es destacable el hecho de que han recuperado el puesto que perdieron hace cuatrocientos años, cuando se aprobó la ley anti vampiros. También hay un hombre llamado Merik Volpine que ha declarado tomar un lugar en nombre de Remus Lupin.

– ¿Qué? –exclamó Remus atónito. Severus no fue capaz de decir palabra, pues no lograba creer lo que estaba escuchando.

–Volpine es un miembro de la Confederación Internacional de Magos, pero nunca se había interesado por la política –explicó Albus– También es un hombre lobo. A causa de su condición nunca ha tenido hijos, y lleva tiempo buscando un heredero digno de él. Hace años que se anda fijando en ti. Después de que se conociera tu curación, decidió que eras digno de su título. Te acaba de proclamar públicamente su heredero y ha reclamado el escaño en tu lugar, ya que no desea gobernar. Él piensa que tú serás capaz de restaurar los derechos de los hombres lobo.

Remus estaba anonadado. Sirius alargó la mano para aferrar la del otro, reconfortante.

–Pero... ¡todo esto es ilegal! –Protestó Remus– ¡No puedes apropiarte de puestos del Wizengamot a la fuerza!

–Me temo que, ahora mismo, es todo muy legal –replicó Albus– Lucius conoce mejor que nadie la ley mágica. Lo único que les falta en este momento es la forma de imponer su voluntad al resto del país. Los aurores rehúsan escuchar a nadie que no sea Stark o Darmut, y ambos se niegan a aceptar órdenes de nadie del Ministerio hasta que se sepa quién es la autoridad legal real.

–Esa falta de poder para hacer cumplir la ley no durará –apuntó Severus– Lucius tiene dinero de sobras para contratar a un ejército de mercenarios si es necesario, y Lord Aventine tiene a todos los clanes vampíricos a su servicio. Me imagino que los goblins no habrán tomado partido, ¿verdad?

–No –Albus parecía divertido por la idea– En Gringotts sólo se tratan negocios, como siempre.

– ¿Hay alguien más que haya hecho algo que debamos saber? –preguntó Severus.

–Ah, sí –asintió Albus– Esto te va a interesar particularmente, Severus. Tu hermana Diana Snape Brand ha obtenido un escaño en nombre de las Tierras de Invierno, cosa que asienta un nuevo precedente puesto que ahora son considerados una nación soberana. Técnicamente, sus actos serían considerados una invasión... pero por ahora nadie ha mostrado interés en refutarle su derecho al puesto. Ni siquiera Lucius ha querido molestarla. Y hablando de ejércitos, tenemos una tropa de quinientos vikingos acampando fuera de los muros de Hogwarts, listos para tomar armas y proteger a su Rey. Han prometido más hombres si son necesarios.

Severus gruñó, consternado. Aquello se les iba de las manos, era una locura...

– Albus, ¿qué vamos a...? –empezó a preguntar Remus, para interrumpirse cuando la puerta del dormitorio se abrió para dar paso a Harry, recién duchado y vestido.

Los cuatro hombres inmediatamente se levantaron. Severus vio la extraña expresión de Harry, cosa que hizo que se quedara un segundo pensativo antes de mirar a los otros tres. Se habían alzado por instinto, y por el gesto algo avergonzado de ellos, se habían percatado de aquel hecho a la vez. Harry no pareció particularmente satisfecho ante aquel comportamiento, y deliberadamente cruzó la habitación, en silencio, hasta la mesa que tenía el servicio de té de Severus.

Los cuatro hombres se miraron unos a otros ante el poco habitual silencio de Harry y tomaron asiento de nuevo, incómodos, mientras Harry se preparaba el té de la mañana. El joven murmuró algo y Dobby apareció al instante a su lado, ofreciéndole numerosas tazas para la bandeja que estaba preparando, antes de desaparecer de nuevo.

Harry trajo la bandeja y la puso en la mesilla de café. Se arrodilló frente a ella y, mientras todos le miraban en silencio, Harry preparó cinco tazas: dos cafés fuertes, solos, que colocó ante Severus y Sirius, una taza de té con leche y tres terrones que puso ante Albus, y dos tazas más de té con leche y un terrón, una que colocó ante Remus, tomando la otra para sí. Entonces se levantó y rodeó la mesa para sentarse entre Remus y Sirius, en el sofá. El mensaje estaba claro: seguía siendo el mismo de siempre. El resto del mundo ya sería bastante carga para él, no podría soportar que sus amigos y su familia empezaran a tratarle de forma diferente. Sirius le pasó el brazo por los hombros y le dio un beso en la sien.

–Lo siento, chico –se disculpó por todos. Harry asintió, comprensivo, antes de señalar las numerosas revistas que había repartidas por la mesa.

– ¿Ha habido muchos daños? –preguntó a desgana.

–Bueno –empezó a decir Sirius, guiñándole el ojo a Remus– al parecer todos aquellos que estuvimos en el campo ayer vamos a tener nuestro propio cromo de las ranas de chocolate. Por supuesto, yo ya tenía la mía, pero ahora van a tener que rehacerla ya que he pasado de la categoría de "criminal peligroso" a "héroe". La otra seguramente se convertirá en un objeto de colección, lo cual está muy bien porque Remus tiene diecisiete.

Harry se echó a reír cuando vio cómo Remus se sonrojaba. Pese a todo, Severus tuvo que sonreír, aunque se guardó mucho de que los demás le vieran hacerlo. Black sabía muy bien qué decir para aliviar la tensión existente y hacer que Harry volviera a estar a gusto. Hubiese deseado tener aquella habilidad, pero supuso que debería conformarse con su habitual estoicismo. A cada uno sus talentos.

Entre los cuatro tardaron unos veinte minutos en poner al día a Harry, incluyendo la noticia de que los estudiantes de Hogwarts sólo habían recibido heridas menores. El número de víctimas causadas por el derrumbe de la grada había sido elevado, más o menos unas doscientas personas heridas, pero sólo había habido veintitrés muertos, de los cuales quince habían sido devorados por la criatura y no habían dejado restos que enterrar. La expresión de dolor de Harry fue una que Severus no deseaba volver a ver jamás. No entendía cómo podía soportar un sentimiento de culpabilidad tan inmenso por las pérdidas de vidas inocentes. Todos ellos intentaron animarle hablando de la cantidad de gente a la que había salvado.

Harry estudió la prensa internacional mientras Albus le contaba las otras apariciones de la criatura. Le llamó la atención sobre todo la prensa francesa, que mostraba una foto fija de tipo muggle del centro comercial devastado.

–Estaba marcando un glifo en el suelo –les dijo repentinamente– No sé por qué, o qué significaba esa runa, no la vi bien. No creo que la criatura supiese tampoco para qué servía, sólo que Voldemort le había ordenado realizarlo.

Los cuatro se miraron incómodos ante aquellas palabras.

– ¿Te mostraron esto los cuervos, Harry? –preguntó Albus con una calma engañosa.

–No –empezó a decir Harry, para luego hacer una pausa meditabunda, como si no estuviese seguro de algo– No lo sé... quizás. Sólo sé que a un momento dado estaba mirando a los jugadores de quidditch, y al siguiente estaba en Canadá, dentro de la mente de esa criatura –se estremeció y volvió a sacudir la cabeza, de forma casi violenta, como si intentara sacarse de encima recuerdos terribles. Tanto Remus como Sirius se adelantaron para aferrar las manos de Harry. Severus tuvo que contenerse para no ir a su lado, al recordar en qué estado había quedado Harry tras el ataque del día anterior.

–Los glifos podrían ser puntos de traslación –sugirió Remus, mirando hacia Albus.

– ¿Puntos de traslación? –preguntó Harry. Remus asintió:

–Algunos símbolos aritmánticos son utilizados para conectar las chimeneas en el sistema Flú, o para crear puntos de aparición públicos, o para los trasladadores. Conectan dos puntos mágicamente.

–Entonces... ¿crees que puede estar creando puntos de ataque? –Preguntó Harry– ¿Lugares para hacer aparecer a sus Mortífagos?

–Las protecciones no se han visto afectadas –intervino Albus, negando con la cabeza mientras su ceño se fruncía por la concentración de intentar desvelar aquel enigma– Si hubiese creado un punto de aparición dentro del campo de quidditch de Hogwarts, las barreras mágicas lo indicarían.

–A menos que no sea Mortífagos lo que quiere trasladar –sugirió Severus. Todos le miraron, alarmados– Lucius dijo que parecía haber perdido todo interés en los Mortífagos, que se rodeaba de criaturas mágicas, de nuevos sirvientes. ¿Y si no planea usar Mortífagos, sino un ejército de demonios?

Todos abrieron la boca para protestar, pero la cerraron de inmediato al percatarse que discutir la lógica de aquella idea era absurdo: Voldemort ya había demostrado que no estaba precisamente cuerdo al llamar al demonio antiguo.

–Hay algo más que no estamos viendo –les dijo Harry, con la mirada fija en las llamas– Él dijo que había descubierto un secreto terrible y magnífico, y que con él acabaría la guerra. No creo que se refiriese a ningún tipo de ejército.

Severus y Albus se miraron preocupados, recordando la conversación que habían tenido sobre el gran secreto que Grindelwald había querido desentrañar, el secreto que le habría permitido gobernar el mundo. Albus estaba más pálido de lo que Severus le había visto jamás.

–Harry –dijo el anciano– Esto es importante. ¿Dijo que conocía ese secreto... o que lo estaba intentando desvelar?

–Lo conoce –dijo Harry con ojos atormentados– Lo descubrió el pasado otoño. Recuerdo haber soñado con ello, recuerdo que se sentía feliz. Era algo que descubrió en los libros de Slytherin, en los oscuros.

–Entonces quizás la respuesta esté en los libros que estás traduciendo –sugirió Albus, esperanzado.

–No he encontrado nada por el estilo –respondió Harry– Ninguna referencia a grandes secretos, ni a guerras, ni a conquistas, ni a batallas. No los he estudiado todos en detalle, pero los he leído todos –por ahora, sólo había acabado de traducir tres de ellos, que Severus y Albus habían estado revisando minuciosamente– Recordaría si hubiese dicho algo de un secreto que podría conquistar el mundo.

–Tal vez no esté indicado de forma tan obvia –musitó Albus– Voldemort ha tenido esos libros en sus manos desde hace cincuenta años, y debe haberlos releído miles de veces. Si acaba de descubrir ese secreto recientemente, debe ser porque está bien oculto, porque no es nada evidente.

–Tal vez sea algo que debes estar loco para entender –replicó Harry. Agarró el Profeta y miró con fijeza la foto, que un reportero había captado, de la batalla en el campo de quidditch. La imagen en movimiento mostraba el horror al que se habían tenido que enfrentarse ayer mismo, a los hombres y mujeres que morían, la expresión determinada de Harry, los rostros aterrados pero resueltos de aquellos que se habían colocado detrás suyo y le habían escudado de los ataques de la criatura. Era una foto espantosa, y que seguramente permanecería como recordatorio de lo ocurrido en los libros de historia– Algo peor aún que esto –susurró Harry mirando con fijeza al ser. Nadie supo qué responder. Severus no quería ni imaginarse qué podía ser peor que lo que había visto la víspera. ¿Qué podía superar en horror a un demonio antiguo libre? Harry dejó a un lado el periódico, suspirando– Director, todo este sinsentido sobre ser rey... es como lo de las Tierras de Invierno, ¿verdad? No significa nada en absoluto en realidad, ¿no?

Había una mirada esperanzada en los ojos de Harry, que deseaba por encima de todo que le dieran la razón. Severus vio cómo Albus suspiraba pesadamente, mientras su expresión se colmaba de compasión.

–Me temo que no es tan simple, Harry –respondió– La reunión de ayer fue, en esencia, una coronación. Los más poderosos magos y brujas del mundo se reunieron para confirmar tu nuevo estatus, y ni siquiera Voldemort discutió tu situación. Aunque esto no afecta directamente a los gobiernos de los países, te da una posición legal por encima de ellos.

–No lo entiendo –dijo Harry.

–Te lo expliqué estas navidades –le recordó Remus– El Ministerio y el Wizengamot son los responsables de gobernar el día a día de nuestro país, así como otras naciones tienen sus propias formas de gobierno. Pero las leyes antiguas de la magia, aquellas que todo el mundo mágico debe seguir, son controladas por la Confederación Internacional de Magos.

–Todo aquel que estuvo presente en el círculo ayer noche es un miembro en potencia de la Confederación –añadió Albus con una mirada significativa a Sirius y a Severus. Severus sintió que se le retorcían las tripas ante la idea: ligado como estaba a Voldemort, no podía reclamar tal honor. Black en cambio parecía sobresaltado por la mera idea– Sólo los más poderosos son adecuados para ello. No todos los que estuvieron elegirán participar activamente en la vida política, y lo más probable es que hasta ayer la mayoría no fuesen conscientes de su poder mágico y la situación en que les colocaba, pero cualquiera de ellos podría pedir un puesto en el concilio.

– ¿Incluso Voldemort? –preguntó Harry, a lo que Albus asintió:

–Incluso Voldemort, aunque dudo que se molestara en ello. Prefiere ignorar las autoridades legales, antes que formar parte de ellas. De todas formas, ayer te convertiste en el jefe de la Confederación. Otra cosa es el nivel de influencia que decidas ejercer. Aunque hay un aspecto de tu nueva posición que no van a ignorar: tienes autoridad para juzgar cualquier conflicto o caso criminal, de cualquier lugar del mundo. Te guste o no, la gente de todo el planeta se volverá hacia ti para intentar que resuelvas sus problemas.

–Eso también implica que los estados de todo el mundo harán todo lo posible para concurrir en tu favor e influenciar tu opinión –añadió Severus, que quería que Harry supiese exactamente a qué clase de presión se iba a tener que enfrentar.

–Existen procedimientos para lidiar con ese tipo de cosas creados por la Confederación –explicó Albus– pero es más fácil influenciar a un hombre solo que a la Confederación al completo, así que intentarán acceder directamente a ti, obviando al resto de la organización.

Harry estaba horrorizado:

– ¡Pero yo no quiero juzgar a nadie! –protestó. Albus le sonrió con amabilidad.

–Entonces haremos todo cuanto esté en nuestra mano para mantener a todos a raya durante tanto tiempo como sea posible.

– ¿Durante tanto tiempo como sea posible? –repitió Harry. Volvió sus ojos verdes hacia Severus, con una mirada tan intensa que Severus notó un escalofrío. De golpe le vino a la memoria una imagen de la noche anterior, de estar en brazos de Harry mientras se iba quedando inconsciente a causa de la poción que el joven le había hecho tomar. "Te alejarán de mí", había dicho en aquel momento, aterrado por la idea de perder a Harry tras todo lo que habían vivido juntos. Harry lo había negado, le había prometido que no permitiría que ocurriera tal cosa. Por la expresión fiera y atormentada de sus ojos, Severus supo que Harry recordaba la misma escena que él– No me voy a marchar –les dijo Harry– Ésta es mi casa. Sois mi familia. No me marcharé de aquí.

Les había hablado a todos, pero Severus supo que sus palabras estaban dirigidas a él específicamente. Su corazón se aceleró. No sabía qué les reservaba el futuro,pero sí que se iba a aferrar con todas sus fuerzas a aquella promesa. Tenía que creer en ella, porque no había alternativa posible.        
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