Aliviado, y no muy dispuesto a preguntarse a sí mismo por qué lo estaba, Harry aceleró el paso pasillo abajo, notando de paso lo vacío que estaba el castillo. Pasarían días antes de que los estudiantes regresaran de las vacaciones. No obstante, seguramente los trabajadores que debían trabajar en el campo de Quidditch empezarían a llegar mañana mismo. Si las pruebas nacionales iban a tener lugar en dos semanas, tendría que empezar cuanto antes. A Ron le encantaría la noticia, pero en cambio a Harry la posibilidad de un ataque le resultaba demasiado preocupante para disfrutar del acontecimiento.
Se encontró a Ron y Hermione en el gran comedor en compañía de GInny y, sorprendentemente, de Draco también. Charlie trabajaba durante el día y Draco se aburría si se quedaba solo, así que se había quedado jugando a ajedrez contra Ron mientras Ginny y Hermione observaban. Desde que Draco se casara, la relación con él había sido algo extraña: la primera conversación entre él y Ron, cuando éste último le diera la bienvenida a la familia, había asentado el precedente sobre el cuál fundaban su trato. Ninguno de los dos se sentía cómodo si se mostraban afecto o amistad, así que Ron todavía llamaba "hurón" a Draco, y Draco a Ron "comadreja", y todos se sentían mucho mejor así.
Draco y Ginny se trataban con educación, aunque Harry suponía que tenía mucho que ver con la forma en que un "sangre limpia" trataría a una fémina de su familia, pero con Hermione, Draco no sabía qué hacer. Parecía pensar que era parte de la familia Weasley en cierta manera, pero no tenía ni idea de cómo tratar a la hija de unos muggles. Sin duda, una vida entera de recibir como doctrina el que los muggles tenían algo fundamentalmente erróneo en su ser le llenaba de prejuicios, y no sabía muy bien cómo superarlos. Hermione, por su parte, no tenía intención de hacer borrón y cuenta nueva respecto a todos los insultos que había recibido. El concepto "sangre sucia" todavía resultaba una barrera entre ellos. Sin embargo, ambos intentaban mostrarse mínimamente civiles, pese a todo.
Por otro lado, Draco no parecía tener problema en aceptar a Harry como parte de su nuevo entorno, algo que Harry encontraba extremadamente raro, aunque sospechaba que se debía a que el Slytherin había sido criado para respetar el poder, y quisiera o no Harry sabía perfectamente que era más poderoso que sus compañeros de curso.
Los cuatro alzaron la mirada al entrar Harry, fijándose rápidamente en su poco habitual traje. Normalmente sólo le veían de uniforme. Harry no se sentía muy cómodo cuando se salía de sus hábitos. Hermione y Ginny le echaron un vistazo admirativo, Ron pareció vagamente deseoso de poder tener semejante ropaje, mientras que Draco pareció ligeramente impresionado e inclinó la cabeza, como haría con alguien de su rango.
– ¿Qué tal ha...? –empezó a decir Hermione, pero se detuvo bruscamente echando una mirada a Draco. No habían comentado las noticias de Remus con el Slytherin.
–Todo bien –dijo Harry, tomando asiento junto a ellos. Ron, Hermione y Ginny sonrieron, aliviados.
– ¿El profesor Lupin ha quedado libre de cargos, entonces? –preguntó Draco inesperadamente. Los otros le miraron sorprendidos. Él resopló– ¡Por favor! Sigo la actualidad, y sé que la vista tenía lugar hoy... y no es como si no estuviese yo implicado en el tema.
–No, desde luego –asintió Hermione– dado que fue tu padre quien realizó la acusación.
–Sea como sea, ¿debo entender que todo está bien? ¿Ha sido declarado inocente? –dijo Draco, sin molestarse por la acusación implícita.
–Se han retirado los cargos –respondió Harry– No tuvieron más remedio... pero mañana saldrá todo en detalle en los periódicos.
Draco asintió y movió uno de sus caballos en el tablero.
– ¿Y el profesor Lupin? –preguntó el rubio. Cuando nadie contestó, suspiró y miró a Harry– Está bien, ¿no? Quiero decir, no está... enfadado conmigo, ¿verdad?
Harry por fin entendió qué le estaba preguntando el Slytherin. Asintió con la cabeza. Al parecer Draco sabía lo suficiente como para estar preocupado de que su compromiso con Sirius Black lanzara a un lobo salvaje a por su cuello.
–Remus está perfectamente –le aseguró– y muy contento por ti y por Charlie.
–Bien –declaró Draco, satisfecho. Luego echó una mirada negra a Ron cuando el alfil del pelirrojo destrozó a uno de sus peones. Al contrario que Harry, Draco era capaz de estar a la altura de Ron en el ajedrez. Cuando Harry jugaba, a las cinco jugadas sus piezas empezaban a gruñir y gemir, dispuestas a rendirse. En cambio, las de Draco hacían poses y aplaudían cada movimiento.
–Hermione –Harry se volvió hacia su amiga– ¿qué sabes de la doctrina de certificación de varitas? –se preguntó si debería decir algo también sobre la Faraona y los hermanos Shelong, pero decidió que ya había tenido bastantes intrigas románticas por un día. Sobre la situación política, en cambio, sí que quería más información. Si en dos semanas venía medio mundo a Hogwarts difícilmente iba a escapar a la prensa de nuevo...
–Ah, sí, me leí la propuesta de ley cuando se publicó –asintió ella– Es una forma de certificar que todas las varitas cumplen con una serie de requisitos, para evitar que te vendan varitas de calidad mediocre.
–No me imagino a Ollivander vendiendo material de segunda calidad -musitó Harry.
–Ollivander es un artesano de primerísima categoría, Harry –le informó Ginny– pero no es el único que fabrica varitas. Mamá y papá tuvieron que ahorrar durante muchísimo tiempo para podernos comprar sus varitas.
Harry frunció el ceño al recordar cómo, en segundo año, Ron había tenido que trabajar durante todo el curso con una varita rota porque su familia no podía permitirse comprarle una nueva. Y todos los libros de Ginny eran de segunda mano, heredados de Ron. Casi esperaba que Draco hiciese algún comentario despectivo sobre la situación económica de los Weasley, pero no fue así.
– ¿Eso es todo? –Preguntó Harry– ¿Es una ley para hacer varitas de calidad media? –no podía entender por qué a nadie podía importarle lo que él pensara sobre el tema. Era como preguntarle qué opinaba sobre la regularización del espesor del metal utilizado en los calderos. ¿Qué importancia podía tener todo aquello?
–Sí, eso es –asintió Hermione. Entonces, Draco resopló divertido, llamando la atención de todos.
–No es eso, en absoluto –les dijo. Hermione le echó una mirada negra.
–Leí la propuesta yo misma –le dijo– Ron, tienes que acordarte, tú también lo leíste, ¿no?
– ¿Ah, sí? –preguntó Ron, perplejo. Hermione suspiró exasperada.
– ¡Por favor...! Salió en los periódicos.
Ron miró a Harry y se encogió de hombros. Sólo porque saliera en la prensa no implicaba que ninguno de ellos se hubiese molestado en leerlo.
–No debía estar en la sección de deportes –indicó. Harry sonrió al oírle, Ginny fingió mirar al cielo con paciencia, pero con una sonrisa en los labios, pero Hermione se quedó un poco desmoralizada ante el comentario
–Tal vez leyeras el proyecto, pero no sabes leer entre líneas –-le dijo Draco a Hermione– Indicaba específicamente que era una ley para regularizar todas las "varitas y objetos similares a ellas" a las bases del Ministerio.
– ¿Y qué? –preguntó Hermione.
–"Objetos similares" puede significar cualquier cosa –le explicó Draco– Es un legalismo deliberadamente ambiguo para que pueda ser interpretado de cualquier forma que el Ministerio desee. La doctrina no pretende regular la calidad de las varitas, sino controlar cualquier objeto mágico. Si se aprueba esa ley, el Ministerio no sólo controlaría quién vende varitas, sino que podrían confiscar o imponer impuestos a todos los poseedores o fabricantes de objetos mágicos en Inglaterra. Eso significaría que el vulgo no podría hacerse sus propias varitas familiares o sus bastones mágicos. También podrían confiscar todas las teteras encantadas, llamadores mágicos o relojes parlantes que tienen los Squibs que habitan entre muggles. Incluso el paraguas de Hagrid sería tasado.
Hermione pareció horrorizarse, pero Harry se quedó algo confuso.
– ¿Qué quieres decir con "el vulgo"?
–Ya sabes... –Draco se encogió de hombros e hizo un movimiento vago indicando a la nada con la mano– La gente común. Los magos y brujas mediocres. Los que no van a Hogwarts. La chusma.
– ¿Te refieres a la mayoría de los integrantes del mundo mágico? –aclaró Harry. No cabía duda de que el Slytherin estaba intentando resultar agradable, algo muy digno de loa, pero tampoco de que los prejuicios estaban profundamente enraizados en su ser.
–Esos mismos –asintió Draco– Ellos. La mayoría no tienen suficiente magia para molestarse en comprar varitas de verdad, así que muchos se conforman con varitas familiares. Están encantadas para realizar tareas específicas en vez de hechizos en general. Muchas se pasan de generación en generación. Son prácticamente parte de la herencia popular. Incluso he llegado a ver algunas escobas hechas por ellos. A todo ello se le impondría una tasa, se multaría o se podría confiscar bajo la nueva ley.
– ¿Quieres decir que tasarían las labores de punto de mi tía Mildred? –Preguntó Ron asombrado– Tienen hechizos caloríficos...
Draco se lo pensó un momento y luego asintió.
–Efectivamente, podrían aplicar impuestos a su propiedad.
–Y a la tetera de la señora Figg –musitó Harry. De joven no había sabido que la señora Figg era squib, pero recordaba que tenía una tetera que nunca se quedaba sin agua y siempre estaba caliente...
– ¡Pero eso es horrible! –Protestó Hermione– ¿Estás seguro de que ése es su propósito?
Draco la miró, confuso:
– ¿Y qué otra intención podría tener semejante ley? Pedir un certificado de calidad a las varitas es una tontería. Una varita funciona o no funciona, no necesitas que el gobierno certifique absolutamente nada.
– ¿Estás a favor de esa ley? –inquirió Hermione.
–Claro que no –Draco pareció ofendido ante aquella pregunta– ¿Sabes la cantidad de objetos que poseo que me tasarían con esta nueva ley? Cuando se vote seguro que se anula. La mayoría de la gente se da cuenta de lo que quieren hacer –Hermione se sintió claramente ofendida por el comentario y sus mejillas tomaron color. Draco suspiró, y añadió en tono apaciguador– Mira, mi padre es experto en leyes mágicas. Crecí oyéndole hablar de ellas. Sé lo que tengo que esperar, y qué trampas buscar. Tú no. Los Gryffindor siempre os tomáis las cosas de forma literal, nunca buscáis los tres pies al gato.
Apaciguada, Hermione no protestó. Miró hacia Harry, que le dedicó una sonrisa animosa. Draco intentaba ser conciliador, a su retorcida forma Slytherin. Al estar casado con Severus, Harry estaba ya acostumbrado a aquel tipo de cumplidos indirectos.
– ¿Y qué hay del Acta de precedencias? –Les preguntó– ¿Os suena algo?
–Es una intentona de reformar las leyes matrimoniales –explicó Draco, tras echar un rápido vistazo a Hermione y comprobar si quería tomar la palabra ella– El Ministro Fudge está documentándose sobre las alianzas pasadas de las familias, para basar las nuevas alianzas en los viejos cánones. Ahora mismo, todo Jefe de Familia puede cambiar o abolir el Conscriptus familiar, como hicieron los Weasley. Sin embargo, si se aprueba esa ley, tendrías que presentar un precedente histórico para que se te permitiera cambiar tu Conscriptus. Mirad los Black, por ejemplo.
– ¿Qué pasa con ellos? –preguntó Harry, a la defensiva. No sabía hasta qué punto Draco estaba informado de lo importante que era Sirius para él.
–Son una familia Oscura –explicó Draco. Su comentario recibió un coro de protestas por parte de Harry, Hermione y los dos Weasley. Alzó las manos en gesto de rendición– Me refiero por tradición. En general son Oscuros. Vamos a ver, ¿conocéis a Bellatrix, no?
–Sirius no es oscuro –gruñó Harry, molesto.
–No, y se le considera la oveja negra de la familia, sin ánimo de ofender –le recordó Draco– Según precedentes históricos y bajo la nueva ley, los Black sólo podrían aceptar alianzas de otras familias Oscuras. Incluso el Cabeza de Familia estaría constreñido por la ley y sería incapaz de cambiar el Conscriptus sin encontrar un precedente. Otras familias deberían reinstaurar los Conscriptus. Esta ley se supone que serviría para preservar nuestra herencia.
– ¿Y es probable que sea aprobada? –preguntó Harry, aprensivo, previendo todos los problemas que aquello podría acarrear. Draco se encogió de hombros.
–Es difícil de decir. Hay muchas familias "sangre limpia" que estarían encantadas de volver a recuperar las antiguas costumbres. Por otro lado, esto usurpa un poder considerable al Cabeza de Familia, algo que no complace a nadie. Tal vez alguien proponga una versión suavizada de esta ley que sí se apruebe. O quizás alguien al que todos escuchen hable en contra de ella, y no tengamos de qué preocuparnos.
Aunque aquel comentario fue hecho en términos generales, Harry notó la clara insinuación que subyacía en él. Miró largamente al Slytherin antes de suspirar, apoyar los codos en la mesa y recostar la frente en las manos.
–Odio mi vida –murmuró.
–Desde luego, Potter... –Draco suspiró y movió su reina para realizar un jaque mate al rey de Ron– Vosotros, los Gryffindor, sois incapaces de aprovechar una buena oportunidad cuando la tenéis delante.
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Al día siguiente, por la mañana, Severus se encontraba leyendo tranquilamente el periódico en su sillón junto al fuego. Como había supuesto, la foto de Harry y él había tomado precedencia sobre el resto: aunque la cabecera proclamaba el descubrimiento de la cura a la licantropía, el artículo principal comentaba profusamente el apasionado beso entre el héroe del mundo mágico y su compañero vinculado, visto por varios reporteros del Profeta. Las fotografías de Albus y Lupin, así como la explicación completa de la cura y la transcripción del juicio aparecían más abajo.
Severus sonrió satisfecho, recreándose en la foto: había tenido razón, Harry estaba perfecto. De hecho, ambos estaban espectaculares, aunque estuviese mal que él lo dijera. Como había predicho, toda la especulación sobre el Faraón y los hermanos Shelong había quedado reducida a meros rumores en las últimas páginas. Tampoco había mención alguna a su relación previa con André, lo cual le hacía pensar que André había sido discreto al respecto. Quizás se había dado cuenta que tales rumores habrían obrado en su contra en la sociedad mágica... al fin y al cabo, ¿quién quería atraer las iras del Chico-que-vivió?
Viendo el beso repetirse en la foto le hizo recordar a Severus otras cosas ocurridas la víspera. Cuando Harry le había aferrado la muñeca se había sentido atónito, no tanto por el inesperado contacto como por lo que aquello significaba. Era la primera vez que Harry mostraba posesividad. Dudaba que el muchacho se hubiese dado cuenta de ello, pero él no había perdido detalle de su expresión. El chico había querido asegurarse de que Severus no iba a encontrarse con André.
Posesividad, se dijo Severus. El chico no sabía qué sentía por Severus, pero estaba claro que temía cualquier amenaza a su paz familiar. Sin embargo, ¿se debía esto a que el joven sentía algo profundo por él, o habría aceptado a cualquiera debido a sus carencias afectivas? Lo cierto es que los Gryffindor solían ser territoriales, y por tanto aquel gesto podía no ser significativo.
¿Pero y si lo era?
Severus miró pensativo la fotografía. Harry pronto cumpliría los diecisiete años y sería adulto según todas las leyes. Era posible que entonces el joven se diese cuenta de que no tenía la necesidad de continuar casado para evitar que el Ministerio interfiriese con su vida, y aunque un divorcio sería inapropiado, si su matrimonio no estaba consumado podría pedir la anulación. Si Harry pedía la anulación, ¿qué iba a hacer él?
Pero... ¿y si no la pedía? se preguntó Severus. ¿Y si el chico se sentía lo suficientemente unido a él como para no aceptar que les separaran? Harry había hablado en más de una ocasión de familia, le había insistido en que ambos formaban una. Y si se estaba sintiendo territorial, si se sentía posesivo hacia él, incluso celoso, tal vez el escollo de sus diecisiete años pasara sin alterar la vida de ninguno de los dos.
Por supuesto, Severus podría tomar cartas en el asunto. La idea de seducirle iba en contra de su conciencia: el chico era demasiado inocente como para corromperle, se sentiría demasiado traicionado si descubría qué estaba haciendo y el porqué. Pero ¿qué había de un simple romance, de hacerle la corte...? Nadie lo vería de forma negativa, sin duda... y aquello atraería al absurdo sentimentalismo de los Gryffindor.
El problema es que él, como Slytherin, y siendo además considerablemente cínico y amargado, no tenía la menor idea de cómo enfocar tal cosa. ¿Qué debería hacer, regalarle flores? ¿Dulces? ¿Componer poemas? Bufó ante pensamientos tan ridículos. Algunas flores eran útiles en pociones, y eso tenía cierto valor, sí. Pero los dulces le hacían pensar en el Director y sus caramelos de limón, mientras que la poesía le resultaba un método de cortejo inviable. Al fin y al cabo, el chico era Gryffindor. Bastante logro era que supiera leer.
Severus suspiró y resiguió la silueta de Harry en la foto. Tenía que enmarcarla. Era de buena calidad, pese a haber sido tomada a través de las barreras anti-prensa.
El fuego llameó en aquel momento, haciéndole dar un respingo cuando llamas verdosas invadieron el hogar. Se levantó de un salto. Sirius Black apareció entonces, trastabillando y con una copia del Profeta medio aplastada en un puño. Recuperó rápidamente el equilibrio, alzó el periódico ondeándolo como una bandera y se volvió hacia Severus con los ojos relampagueando de furia. La mano de Severus se movió instintivamente hacia la varita.
– ¡Snape! ¿¡Qué significa esto!? –Aulló el otro– ¡Te dije que si le ponías una mano encima...!
Pero antes que Sirius pudiese continuar con su discurso, la puerta del dormitorio se abrió de golpe y Harry salió a la salita, vestido pero con el cabello aún húmedo de la ducha.
– ¡Sirius! –gritó Harry, corriendo a sujetar a su padrino– ¡Cálmate! ¿Qué ocurre?
Severus retrocedió ligeramente mientras Sirius se volvía hacia su ahijado. Sospechaba que Harry le había visto sacar discretamente la varita de la manga, porque le lanzó una mirada de advertencia. ¡Maldición! ¿Ya no podría maldecir a Black nunca más...? Había ciertas desventajas en el matrimonio que hasta ahora no se había planteado...
– ¡Esto es lo que ocurre! –exclamó Sirius, enarbolando el periódico frente a Harry. Exasperado, el joven le arrebató la revista mientras le sujetaba todavía con la mano libre. Miró la foto que aparecía en primera plana, la misma que Severus había estado admirando antes. El hombre se fijó en cómo las mejillas del muchacho tomaban un ligero colorido. Y entonces, Harry hizo algo que le dejó completamente atónito: mintió a su padrino.
–Sirius –suspiró Harry– no te has fijado bien en la foto. Él no me besó, fui yo quien le besó a él.
La expresión patidifusa de Black casi hacía que valieran la pena todos los insultos que el hombre le había lanzado. Severus no pudo contener una débil sonrisa burlona, por mucho que lo intentó.
– ¿Qué? –Chilló Black, con voz aguda y rota– ¿Por qué?
–Para agradecerle que curara a Remus –dijo Harry con una mirada inocente. Severus se sintió muy impresionado al ver cómo el chico manipulaba a su padrino: aquella simple frase le había dejado sin fuelle. Sirius miró con incredulidad a Harry.
–No tenías por qué hacerlo –dijo al final. Harry parpadeó, con gesto confuso.
– ¿No tenía que darle las gracias?
– ¡No tenías que besarle! –exclamó Black. Harry se encogió de hombros, con una sonrisa conciliadora.
–Fue un impulso –explicó– Tú también se lo agradeciste, ¿no?
– ¡Yo no le besé! –los ojos de Black parecieron a punto de salirse de sus órbitas.
–Demos gracias a Merlín –añadió Severus. Había que decir que sí, tanto Lupin como Black le habían agradecido profusa y sinceramente su ayuda. Harry le echó una mirada de censura, indicándole claramente que se mantuviese al margen de la conversación.
–Bueno, yo sí –respondió el chico– así que no le eches la culpa a él. Todo está bien –tiró del brazo de Black, dirigiéndole de vuelta a la chimenea. Sorprendentemente, Black no intentó resistirse– Ahora más vale que vuelvas con Remus antes de que le entre el pánico, pensando que estás matando a Severus o algo así. Lo que menos necesitamos es que te metas en más líos, cuando aún tenemos que limpiar tu reputación. Además, ya sabes lo mucho que se preocupa Remus...
Al parecer aquello era justo lo que Black necesitaba oír, porque su actitud cambió bruscamente y miró con gesto culpable hacia el fuego. Sin duda había dejado a Lupin sin dar explicaciones. Ni siquiera protestó cuando Harry lanzó el polvo Flu al fuego y le empujó adentro, asegurándole que todo estaba en orden.
Severus se sintió profundamente impresionado por la forma en que Harry había actuado, y no pudo menos que mirarle asombrado. Pero cuando Harry se volvió a mirarle sintió un repentino sobresalto: Harry parecía sumamente infeliz.
–Supongo que no eres el único capaz de mover peones –le dijo el chico. A Severus le volvió a la cabeza aquella breve conversación previa al beso. Al chico no le gustaba nada realizar aquel tipo de acciones, sobre todo cuando se relacionaban con algo que debería haber sido íntimo y que se convertía en un movimiento calculado.
–Harry –suspiró Severus, deseoso de encontrar las palabras adecuadas para tranquilizar al muchacho. Pero Harry sacudió la cabeza, quitándole importancia a cualquier cosa que pensara decir. Era un gesto mecánico, defensivo, y Severus lo entendió así.
–Voy a ir a ver a Ron y Hermione –le dijo el chico antes de dirigirse hacia la puerta.
¡Maldición! Severus no tenía la menor idea de cómo actuar ante aquel tipo de situaciones. Las emociones no eran un campo que dominara precisamente, al menos no las más tiernas.
–No te metas en problemas –le dijo como despedida. Se llamó estúpido por decir semejantes palabras: lo más probable es que el chico se lo tomara como un paternalismo o una crítica, cosa que estaba lejos de ser lo que pretendía en aquel momento. Sorprendentemente, el chico se detuvo antes de abrir la puerta y se volvió ligeramente, como dudoso de si debía hablar o no.
–Yo... ¿qué vas a hacer hoy...?
El tono, la expresión, la inquietud de sus ojos verdes eran idénticos a los que había captado en el joven la víspera, cuando le agarrara del brazo en el pasillo. En esto, al menos, Severus podía ayudarle.
–No voy a ver a André, si es lo que estás preguntando. No me he citado con él, o con ninguna otra persona, desde que nos casamos.
Por un momento, el rostro de Harry pareció reflejar miles de emociones, tan deprisa que Severus no pudo analizarlas. Al final, el chico suspiró profundamente, como si le hubiesen quitado un peso de encima realmente molesto.
–De todas formas, no hubiese tenido razón para protestar por ello, ¿no? –preguntó en voz baja, el color de sus mejillas debido ahora a la vergüenza. Severus no pudo menos que preguntarse cuán a menudo habría sido maltratado por los Dursley por el mero hecho de preguntar algo así, o por mostrar interés en sus vidas. Probablemente de niño habría querido unirse a la vida familiar, y lo más seguro era que no sólo se le hubiese rechazado, sino incluso castigado por ello.
–Sí, la tendrías –le respondió con firmeza, dispuesto a dejarse de ambigüedades– Estamos casados. Tienes todo el derecho del mundo a esperar ciertas cosas de mí. Si yo te exijo fidelidad, tú puedes exigírmela a mí –hubo un tiempo en que pensó que podría fingir que no ocurría nada si Harry se interesaba en otra persona, pero hacía mucho que sabía que ya no era así.
– ¿Y lo haces? –Preguntó el chico– ¿Esperas que yo te sea fiel?
Severus dio unos cuantos pasos hacia él, deseoso de aclarar las cosas de una vez por todas.
–Sí –gruñó, a sabiendas de que debía parecer vagamente amenazador; en aquel momento, poco le importaba– ¡Lo cual significa que nada de pensar en Brown, o en las hermanas Patil, o en el Faraón, o en los hermanos Shelong!
La vergüenza desapareció del rostro de Harry, tal y como había esperado, reemplazada por el enfado.
– ¡Si ni siquiera les conozco! Y lo de Lavender y Parvati no iba en serio... ¡no se me estaban insinuando!
–Tal vez no la señorita Patil –concedió Severus, aunque lo dudaba mucho– pero Brown se metería en tu cama en cuanto le dieses el mínimo indicio de que serías favorable al concepto.
Los ojos de Harry se iluminaron por la sorpresa.
– ¡No tengo la más mínima intención de dejar que nadie se meta en mi cama!
Severus estaba seguro de que el chico había vuelto a hablar sin pensar. Efectivamente, segundos más tarde pareció percatarse de lo que había dicho y se sonrojó violentamente.
Severus fue incapaz de no tomarle el pelo:
– ¿No me digas que estás considerando seriamente esa idea loca de Black de entrar en un monasterio? –se burló. Lo cierto es que no quería ni pensar en los conceptos "Harry" y "cama" juntos, pues se le venían imágenes demasiado gráficas a la cabeza.
– ¿Sabías eso? –preguntó Harry, extremadamente sorprendido. Severus suspiró y cruzó el cuarto, en dirección a un secreter. De uno de los cajones sacó un puñado de papeles coloristas y llamativos, mostrándoselos a Harry.
–Obsequio de Black –explicó– Es muy explícito al respecto.
Anonadado, Harry se acercó para ojear los panfletos de diversos monasterios. Incluso había uno en tono humorístico que se titulaba: "¿Así que quieres ser monje?".
– ¿Conventos mágicos? –Harry frunció el ceño, interesado– ¿Los magos son cristianos? –parecía confuso, como tantas veces respecto a la sociedad mágica. Severus alzó la vista al cielo con exasperación.
–La vida monacal existe desde antes de la cristiandad –le explicó. Al ver el interés del chico por los anuncios, se los arrebató de las manos rápidamente y los devolvió al cajón, dispuesto a tirarlos a la primera oportunidad– ¡No pienso dejarte entrar a un monasterio! –exclamó cuando Harry protestó. Eso hizo que el descaro del Gryffindor volviera a la carga:
– ¿Y por qué no? –preguntó desafiante, aunque en su rostro había tal sonrisa que Severus supo que bromeaba– ¡A lo mejor me gustaba!
Pero, fuese o no en broma, Severus sabía que si el público en general captaba el interés -real o imaginario- de Harry por semejante forma de vida, empezarían a llegar miles de propuestas de grupos religiosos. Y no pensaba soportar las peticiones de las órdenes religiosas, además de las propuestas matrimoniales de los jefes de otros estados.
–No estás hecho para la vida monacal –dijo con fiereza. En los ojos de Harry hubo un brillo de desafío.
– ¿Y cómo estás tan seguro de ello?
A esto sí que podía contestar de forma definitiva. El chico podía estar confuso en cuanto a sus sentimientos, pero no había confusión posible en la forma en que su cuerpo reaccionaba cuando era tocado. Aferró el rostro de Harry haciendo que se alzara y tomó posesión de sus labios con un beso firme e intenso. El chico soltó una exclamación de sorpresa, cosa que Severus aprovechó para profundizar el beso y probar la boca a cuyo sabor se estaba volviendo cada vez más adicto. Su sangre se aceleró y su cuerpo reaccionó con necesidad, con ansia, mostrando un hambre ardiente que le hizo difícil detener las cosas allí, más allá del simple beso. O quizás no tan simple... ya que Harry tembló y se estremeció, antes de corresponder y gemir dulcemente cuando Severus le apretó contra él. Una vez más, la sensación de la poderosa magia de Harry pareció inundarle.
Cuando se apartó, el chico estaba sonrojado y con los ojos desorbitados; esta vez, no obstante, no había ni resignación ni dolor en su mirada.
–No estás destinado a un monasterio –ronroneó Severus. Vio claramente el efecto que aquel tono tenía en el muchacho, que se quedó sin aliento– Ahora ve con tus amigos antes de que me olvide de mis modales.
Los ojos de Harry se abrieron más aún ante aquel comentario. Un momento después había huido de la forma menos digna de un Gryffindor. Severus tuvo que contenerse para no reír a carcajadas. Tal vez no era tan malo en esos temas románticos como creía... Por primera vez sintió que había esperanza de que hubiese algo entre ellos, fuera lo que fuera. Hacía mucho que se había resignado a aceptar que tomaría lo que se le ofreciera.
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