Te quiero (Como te odio, Perc...

By AnyAngie1

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Como te odio, Percy #1.5 (No leer a menos que hayas leído la primera parte, por favor). Todos conocen a P... More

Reencuentros poco amistosos.
Primer castigo y Elena.
Pizzas y apuestas.
Pequeñas peleas y charlas con amigos.
Una charla con Annabeth.
¿Porqué huyes de tus problemas?
Desconfianza y rechazo.
Percy, el gruñón.
El vago recuerdo de una fiesta.
Recuerdos, resacas y cafeterías.
Convenciendo a la listilla.
La grabación.
En la pizzería con Rachel.
Fiesta y karaoke.
Los Arruina-Canciones.
Un plan maestro.
La lista.
¡No persigas a Chispita!
El desastre por la licuadora.
Guerra de comida en navidad.
Scott, el hombre mono.
Un brindis a la navidad.
El pavo explosivo.
El concierto del Tío Fred.
Conteo regresivo.
El plan de Percy.
Cien rosas rojas.
Burlas y confesiones.
Enamorarse o no enamorarse.
Corazones rotos.
Habla con él.
El farsante.
Odio.
Fiesta.
La llamada.
Los secretos de Zack.
Aclaraciones y confusiones.
Pequeño ladronzuelo.
Respuestas.
Disfraces.
Un chico falso.
Una discusión tras otra.
Accidente.
Capítulo 44: Preguntas peligrosas.
Te extrañaremos, Leo.
Desconfianza.
Epílogo.
Agradecimientos.

Más de un pretendiente.

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By AnyAngie1

Capítulo 42: Más de un pretendiente.

El eterno día de castigo al fin termina. Cuando la campana suena para anunciar el final del día escolar, Percy no puede evitar sentir un gran alivio. Ese, sin duda, fue el peor castigo que ha tenido.

Annabeth toma sus cosas y sale volando del aula como una exhalación. Percy se toma unos segundos para salir, puesto que no quiere reencontrarse con la listilla fuera del aula. Ahora más que nunca está totalmente decidido a mantenerse lejos de Annabeth. Él se esforzó mucho en mantenerla lejos para que ella siguiera adelante y así ninguno seguiría sufriendo, pero la dura realidad es que él es quien no puede seguir adelante. No sin Annabeth. No puede soportar tenerla cerca, sin poder mirarla y sin poder besarla. Y sus celos... Oh, sus celos sin duda son un problema. Un problema gravísimo. Solo le confirman lo que ya sabe: que está perdidamente enamorado de Annabeth, que todos esos años de odio solo eran una forma de autodefensa por el dolor que ambos se causaron mutuamente.

Todos esos sentimientos y esas emociones deben parar ya. Eso solo les está lastimando a ambos y no es justo para ninguno. Percy lo sabe, pero lo complicado es aceptar la realidad y continuar con su vida. ¿Cómo va a hacer para apagar sus sentimientos?

Percy sale al patio exterior, feliz de estar al fin a la luz del día, rodeado de civilización. Busca a sus amigos con la mirada y los divisa a muy poca distancia a todos reunidos, a excepción de Zack. Percy lo prefiere así. No habría podido controlarse si lo ve a la cara, sabiendo que está tratando de conquistar al amor de su vida.

Antes de que Percy llegue a alcanzar al grupo, ve que Leo se separa del resto para acercarse a Annabeth.

—¿A dónde fue Leo? —pregunta Percy luego de saludar a sus amigos.

—Pues hemos hecho una pequeña apuesta —dice Jason con una sonrisa malévola—. Él supo que le confesé a Piper mi usuario a pesar de que habíamos dicho que mantendríamos un perfil bajo. Así que lo reté a decirle su usuario a Annabeth. Veinte ziales a que no se atreve.

—Pues parece que sí se atrevió —comenta Frank viendo como Leo charla con una sorprendida Annabeth.

—Tu adicción a las apuestas no es sano —bromea Percy—. Que bueno que tu padre tiene mucho dinero, sino estarías en la ruina.

Jason suelta una jovial carcajada.

—Dices eso porque siempre te gano.

Antes de que Percy pueda recordarle que ganó la apuesta de ser amable con Annabeth, Leo regresa con una sonrisa de oreja a oreja.

—Dame mi dinero, Jason Grace —dice Leo, triunfante—. Le confesé a Annabeth mi identidad. Quedó bastante confundida que se lo confesara sin más, pero después de los gritos que le lanzó a Percy no me atreví a decirle que fue por una apuesta.

A regañadientes, Jason le da el billete de veinte ziales a Leo.

—Para la próxima te venceré —dice el rubio—. Lo prometo.

—Mientras tanto este bebé y yo nos divertiremos mucho. —Leo besa el billete y lo guarda en su bolsillo—. Con esto puedo comprarme al menos cinco pizzas.

—¡Entonces puedes invitarnos a comer a todos! —dice Nico.

La sonrisa de Leo se esfuma.

—¿Estás loco? Tengo una cita con Calipso.

—¿Y piensas engordarla con cinco pizzas para que nadie te la robe? —cuestiona Jason, divertido.

Leo se toca la punta de la nariz.

—Touché, compañero. No puedo permitir que nadie más ponga los ojos sobre mi chica. ¡Nos vemos al rato!

Leo sacude la mano a modo de despedida y se dirige hacia la chica que lo está esperando con una dulce sonrisa dibujada en los labios.

El viernes, en el colegio Harrinson...

El profesor Rogelio está muy inspirado hablando de guerras mundiales, pero Percy tiene la mente en otro lado. Mejor dicho, en cierta rubia a varios puestos de distancia, que mira al profesor con aire distraído.

—Señorita Chase —la llama el profesor. Annabeth parpadea, volviendo a la realidad. Percy se pregunta en qué habrá estado pensando la chica—. ¿Puede decirme cual fue la reacción de los americanos?

¿Americanos? Percy frunce el ceño y mira el pizarrón. El profesor está hablando sobre el ataque de Pearl Harbor desde hace cuarenta y cinco minutos y Percy no se había dado cuenta.

A este paso Percy reprobará el año si no deja de distraerse pensando en Annabeth.

—Fue de sorpresa. No esperaban que los japoneses atacaran desde tan lejos —responde la chica luego de pensar unos segundos. El profesor sonríe y continúa su clase. Percy suspira, deseando tener la mente inteligente de Annabeth Chase.

—Percy, ¿qué haremos hoy? —le susurra Rachel a su lado. Percy se sobresalta. Había olvidado que se había sentado junto a la pelirroja cuando llegó tarde y solo había un puesto libre junto a ella. Percy se limita a mirar al profesor, fingiendo que no la ha oído—. Percy, sé que me escuchaste.

—Tengo planes —sisea él entre dientes.

En cualquier otro tiempo, Percy habría aceptado salir con Rachel, ya sea por simple diversión u otro intento de superar a Annabeth, pero ese juego ya le tiene cansado. No es justo que tenga una relación de <<ahora sí, ahora no>> con Rachel, que la use simplemente para olvidar a otra chica. A pesar de que Rachel puede resultar alguien difícil, no merece a un patán como él. Merece a alguien que la haga feliz de verdad, que la valore. Y Percy no es ese alguien. Tarde o temprano va a tener que terminar con ella, pero tiene que buscar el momento indicado para que ella no estalle en enojo ni busque venganza.

El timbre suena y Percy suspira aliviado de poder marcharse sin tener que darle más excusas a Rachel.

Percy sale del aula y ve a Annabeth cerca de la puerta, mirando en la distancia la espalda de alguien alejarse. Con curiosidad, Percy observa también en esa dirección y siente un escalofrío al notar a Zack entre la multitud. ¿Lo estará mirando a él? ¿Ya se han conocido en persona?

Antes de que Percy pueda seguir cavilando, ve que alguien más se acerca a Annabeth, sacándola de su trance. Luke Castellan. Percy se esconde en el umbral de la puerta, sintiendo curiosidad de lo que puedan hablar. Agudiza el oído y espía la conversación.

—Annie —dice Luke. La muchacha se gira y lo mira con sorpresa.

—¿Qué pasa? —pregunta no demasiado amable.

—Yo... quería... quiero pedirte disculpas.

—¿Por qué?

—Pues por mentirte. —El chico baja la mirada, parece realmente apenado. Percy frunce el ceño. Luke ni siquiera le ha pedido disculpas a él por haber robado su identidad. ¿Por qué a Annabeth si le pide perdón?

—Hiciste muy mal, Luke. Me engañaste, fingiste ser alguien que no eres y eso no está nada bien. De verdad te había creído.

—Lo sé. Perdóname.

—No va a ser tan fácil.

—¿Qué tengo que hacer para que me perdones?

Percy aprieta los puños, esperando que Annabeth no lo perdone bajo ninguna circunstancia. Luke no lo merece.

—No tienes que hacer nada. Solo esperar a que se me pase el enojo.

Con esa frase, la rubia se da media vuelta y se marcha, sin dejar que él diga una palabra más.

Percy toma una inhalación y se acerca al rubio.

—¿Problemas con las chicas? —le pregunta.

—Algo así. —Luke se gira, entrecerrando los ojos. El pelinegro sonríe, intentando simular que la situación le divierte en lugar de hervirle la sangre—. Más bien solo tengo problemas con una sola.

—Annabeth es una chica muy difícil —dice el pelinegro.

—Demasiado, diría yo —murmura Luke.

—Te gusta —deduce Percy. ¿Es que acaso todo el mundo se ha enamorado de su chica? El rubio se queda en silencio—. Ese silencio me suena a que sí te gusta.

—¿Por qué estamos hablando si no nos llevamos muy bien? —gruñe Luke.

—¿No nos llevamos bien? ¿Desde cuándo? —Percy frunce el entrecejo con sarcasmo, haciéndose el que no se acuerda de su eterna enemistad.

—Nunca me has agradado Jackson, lo sabes —le recuerda Luke entre dientes.

Luke aún recuerda cuando era el capitán del equipo de natación y luego apareció Percy y le arrebató su lugar.

—Ah, sí. Es verdad que no te caigo bien. Te daré un consejo. —Percy se pone algo más serio y se acerca un paso a Luke para que no todos escuchen—. A Annabeth no la vas a conquistar con engaños, justo como haces ahora, si quieres, por lo menos, ser su amigo intenta ser tú mismo y deja de hacerte pasar por mí.

—¿Cómo sabes...?

—¿Qué cómo sé que le dijiste que eres yo? —Percy se ríe, aunque su risa no suena divertida más bien amenazante—. Castellan, deberías saber que si quieres llegar a su corazón no va a ser por mí. Ella me odia y ahora mismo lo que menos necesita es que le recuerdes mi nombre.

Percy toma aire y decide irse antes de enojarse en serio. A pesar de que le dio consejos a Luke para conquista a Annabeth, Percy está muy furioso con Luke. ¿Cómo se ha atrevido a usar su nombre para conquistar a Annabeth? Y aún peor, ¿cómo pudo tener el descaro de pedirle perdón por tal cosa? Eso no se perdona, así de fácil.

En un aula de clases, luego del receso...

La profesora Lillian sale del salón de clases por un llamado de secretaría, Calipso aprovecha ese momento para hablar con su novio.

—Leo —Calipso pronuncia su nombre haciéndolo salir de sus ensoñaciones. ¿En que estará pensando?

—¿Sí? —Leo la mira con una sonrisa.

—Estás muy raro.

—No es así.

—Oh, claro que es así —replica la joven. Leo se queda callado, es imposible luchar contra Calipso y salir vencedor—. Cariño, puedes contarme lo que sea.

—Lo sé, Calip, pero no me pasa nada.

La chica lo mira sin creerle.

—¿Qué me escondes?

—Nada.

—Mientes.

—No es así.

—Sí, es así.

—No, Calipso.

—Leo Valdez, no me mientas.

—No lo hago. —La sonrisa de Leo se borra y la mira algo enojado. Ya le está empezando a cansar la desconfianza de Calipso—. ¿Por qué no me crees? ¿Es tan difícil confiar en tu novio?

Se queda callada un momento.

—¿Entonces porque siento que me mientes?

—¿Yo qué sé? Es cosa tuya si no quieres creerme. ¿Sabes qué? Estoy harto de toda esta falta de confianza.

—¿Qué quieres decir? —pregunta ella con una pisca de miedo.

—Estoy terminando contigo, Calipso. Se acabó.

Eso hace que un nudo se forme en la garganta de la chica.

Leo se pone de pie, recoge sus cosas y se sienta en una mesa libre en el fondo. No lo demuestra, pero pronunciar esas seis palabras ha sido lo más difícil que ha tenido que decir.

En otra parte de esa misma aula...

Rachel mira a su novio sentado a su lado.

—Percy, ¿por qué estás tan serio?

—¿Lo estoy? —Él la mira con una pequeña sonrisa, disimulando.

—Sí. Llevas como media hora con una cara... ¿Qué tienes?

—No es nada, Rachel. Estaba escuchando lo que decía Lillian —dice el pelinegro sonriendo un poco más. Rachel frunce el entrecejo, hace diez minutos que la profesora se fue, pero no quiere discutir con Percy. Ha escuchado lo que decían Leo y Calipso, y como terminó todo por ella insistir.

—Si tú dices... —sonríe Rachel.

—Lo digo porque es cierto. —Percy se aproxima a ella y le da un cortito beso en los labios.

Ella se queda con una gran sonrisa y ya no tiene ganas de interrogar al pelinegro. Es increíble lo que un simple beso puede lograr. Lo cierto es que Percy no puede dejar de pensar en Luke y Zack, si ellos se han enamorado de Annabeth e intentan conquistarla, ¿habrá otros contrincantes?

A ese paso, Percy no tiene ninguna oportunidad con la listilla.

Unas horas más tarde...

Un chico posa su vista sobre la hermosa ciudad en la noche desde la ventana de la habitación de su amigo. Su expresión es de máxima tranquilidad, como siempre.

—¿Te has enamorado de Annabeth? —pregunta Zack desde la ventana.

Percy estaba recostado en un sofá hasta que escucha la pregunta y da un sobresalto ante la repentina pregunta.

—No lo sé —responde Percy. Zack aparta la vista de la ventana y mira a su amigo—. Si para mí es confuso, ella lo debe estar pasando fatal.

—Supongo que tienes razón, Percy. Jason me ha dicho que su novia le contó que la pobre Annie está envuelta en una crisis mental.

—Además piensa que tú y yo somos la misma persona, Zack —dice Percy.

—Que absurda idea —se ríe Zacharias.

Es verdad que él y su amigo tienen muchos parecidos: los dos tienen los ojos verdes como el mar, cabello negro alborotado y piel ligeramente bronceada y musculosa. Pero de ahí a pensar que son los mismos es demasiado.

—Intenté hacerle ver la verdad, pero es imposible.

—Annabeth es muy imposible —está de acuerdo Zack—. Pero me atrae.

Percy tarda dos segundos en responder. Él ya se temía esa terrible verdad, pero no esperaba que Zack lo confesara de manera tan simple y con tanta tranquilidad. La confesión causa en Percy emociones opuestas y duda antes de responder:

—Le gustas, se puso rojísima cuando le pregunté.

—Soy irresistible —sonríe Zack y ahora es Percy quién se ríe, pero su risa es forzada—. Debemos tener cuentas separadas, que los dos tengamos el mismo usuario en la página del colegio complica las cosas. Annabeth no sabe si habla con Zack o Percy.

—Piensa que habla contigo —dice Percy sentándose en otro sofá.

—Pensaba. Ahora piensa que habla es con su sesos de algas.

Perseus sonríe.

—Deberías conocerla en persona de una vez.

—Ya lo hice en la fiesta de disfraces —señala Zack.

—No. Sólo hablaste con ella por diez minutos. Pero fui yo quién bailó con ella y con quién habló todo el rato, hasta que me devolviste mi disfraz de pirata.

—Al menos hablé. Pronto la volveré a ver, y será en persona.

Más te vale. La pobre ya no sabe en que creer.

Los dos sonríen y permanecen en silencio un tiempo, perdidos en sus pensamientos.


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