Te quiero (Como te odio, Perc...

By AnyAngie1

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Como te odio, Percy #1.5 (No leer a menos que hayas leído la primera parte, por favor). Todos conocen a P... More

Reencuentros poco amistosos.
Primer castigo y Elena.
Pizzas y apuestas.
Pequeñas peleas y charlas con amigos.
Una charla con Annabeth.
¿Porqué huyes de tus problemas?
Desconfianza y rechazo.
Percy, el gruñón.
El vago recuerdo de una fiesta.
Recuerdos, resacas y cafeterías.
Convenciendo a la listilla.
La grabación.
En la pizzería con Rachel.
Fiesta y karaoke.
Los Arruina-Canciones.
Un plan maestro.
La lista.
¡No persigas a Chispita!
El desastre por la licuadora.
Guerra de comida en navidad.
Scott, el hombre mono.
Un brindis a la navidad.
El pavo explosivo.
El concierto del Tío Fred.
Conteo regresivo.
El plan de Percy.
Cien rosas rojas.
Burlas y confesiones.
Enamorarse o no enamorarse.
Corazones rotos.
Habla con él.
El farsante.
Odio.
Fiesta.
La llamada.
Los secretos de Zack.
Aclaraciones y confusiones.
Pequeño ladronzuelo.
Respuestas.
Disfraces.
Un chico falso.
Más de un pretendiente.
Accidente.
Capítulo 44: Preguntas peligrosas.
Te extrañaremos, Leo.
Desconfianza.
Epílogo.
Agradecimientos.

Una discusión tras otra.

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By AnyAngie1


Capítulo 41: Una discusión tras otra.

Sally Jackson parece ser una de esas súper mamás que siempre sabe lo que están pensando sus hijos. Durante el desayuno —que fueron panqueques azules— ella no deja de mirar a Percy con extrañeza, sabiendo que algo le pasa.

—¿Todo está bien, Percy? —pregunta su madre. De inmediato Percy deja el tenedor en el plato, se coloca en pie sin dar explicaciones y se marcha al colegio. Esa es la razón por lo que ha llegado tan temprano a clases.

No quiere explicarle a su madre todos los problemas amorosos que está teniendo. Ella le cuestionará mil cosas y Percy no tiene ánimos para hablar. Solo desea que todos esos sentimientos desaparezcan, quizá así pueda enamorarse de Rachel y vivir una vida finalmente en paz y feliz.

Percy entra al colegio, viendo que tiene media hora libre antes de ir a clases. La primera persona en verlo es Zack. Ese día, su amigo lleva puesta una gorra de color verde cubriéndole el cabello azabache.

—Hola, Luigi —salude Percy con una sonrisa, no pudiendo evitar el chiste.

Zack rueda los ojos pero tiene una sonrisa dibujada en los labios.

—Ja, ja. Muy gracioso —dice él con sarcasmo—. ¿Qué estás haciendo aquí tan temprano?

—Quiero probar cosas nuevas —dice Percy, no atreviéndose a confesar la verdad. Zack se burlaría de él—. ¿Qué haces tú aquí tan temprano? —Hasta donde él sabe, Zack entra mucho más tarde que él a clases.

—Iba a encontrarme con una amiga, pero ella no ha venido. Iré a casa.

—Señor Jackson —la imponente voz del director Bloom se abre paso entre tantas otras conversaciones. Percy se voltea para mirar al opulento director que se acerca a él por el pasillo—. ¿Ha visto a la señorita Chase? Les he cambiado el castigo. Los quiero en cinco minutos en el aula quince, ¿quedó claro? —Antes de que Percy pueda abrir la boca, el director se aleja por donde vino.

—Será mejor que busque a Annabeth para no tentar la ira de ese luchador libre —dice Percy, mirando a sus lados y pensando en dónde podrá encontrar a la listilla.

—No debe estar lejos de la biblioteca —dice Zack leyendo sus pensamientos—. Ten mi gorra de Luigi. Tal vez te de suerte con Annabeth y logres aguantarla —dice con un guiño.

Zack se quita la gorra verde y se la pasa a Percy. Él suspira y la guarda en su mochila, dirigiéndose a la biblioteca para ver si encuentra a Annabeth ahí. Al final, no es necesario entrar. La ve fuera de la biblioteca, luciendo bastante seria y hasta un poco irritada. Percy se fija que ese día se ha vestido mucho más bonita que las veces anteriores. ¿Será que va a una cita? Ese pensamiento hace enojar a Percy y cuando llega a su lado no puede evitar que la voz le salga llena de veneno.

—Chase.

Annabeth se gira con enojo a mirar a Percy.

—¿Que quieres, Jackson? —pregunta con brusquedad.

—El director me ha dicho que te avise que tenemos que ir ahora mismo al aula quince.

—¿A qué? —cuestiona ella.

—¿A qué crees? —Su voz sigue sonando enojada—. ¿A jugar ajedrez? Recuerda que tenemos un castigo, listilla.

—Me acuerdo, pero se supone que es al final de clases.

—Hubo un cambio de planes, ya verás si vienes o no. —Percy se da media vuelta y comienza a caminar al aula 15, cerrando los ojos un segundo para controlar su repentino arrebato. No tiene sentido enfurecerse sin siquiera saber si sus teorías son ciertas. Annabeth pudo haber ido con ese lindo vestido floreado para cambiar de estilo y no por una cita... ¿cierto?

Unos minutos más tarde, en el aula quince...

El castigo que les ha puesto el director Bloom es de esos en los que prefieres estar encerrado en un salón de clases escuchando palabras aburridas de un profesor que permanecer en soledad en un aula con el aire acondicionado apagado.

El aula quince es un salón algo más grande que el resto, casi nunca se usa y está pintado con paredes azul oscuro y piso de granito, tiene un ventanal en una pared que deja ver el exterior, aunque ahora está cerrada con cortinas y sólo dispone de dos sillones, uno violeta y uno verde esmeralda. Usualmente se usa para practicar obras sencillas de parte del club de teatro, hoy le toca ser el sitio de castigo de Annabeth y Percy.

Según el director, pasar un rato juntos no les vendría nada mal, pero Annabeth no le ha querido dirigir la palabra al pelinegro, está enfadada y no quiere estallar su ira contra el pobre chico que no ha hecho nada. Por otro lado, Percy aún no puede sacarse de la cabeza que Annabeth tiene una cita con alguien más y por eso está tan guapa. Solo quiere saber quién es ese chico para ir a partirle la nariz.

La rubia se sienta en el silloncito violeta y saca un libro de su mochila. Percy permanece en pie, observando a la rubia y pensando en que se ve muy tierna con el ceño fruncido y la cara roja de enojo. ¿Annabeth está enojada con él? No le sorprendería.

La puerta del salón se vuelve a abrir y entra el imponente director.

—Bien, chicos, pasará lo siguiente. Van a estar aquí hasta el final del día, ninguno de los dos intentará irse porque si uno lo hace, los dos serán castigados de nuevo. —El director los mira por un segundo más y sale por la puerta.

Annabeth suspira y sigue leyendo su libro.

Percy se deja caer en el sillón de al lado, el verde esmeralda. Ellos se mantienen en total silencio. Annabeth finge que él no existe y Percy empieza a sentir que esa habitación es muy pequeña para los dos. No puede soportar la presencia de la rubia a su lado sin evitar pensar en lo mucho que le ha mentido. Pasan al menos tres minutos cuando Percy agarra su mochila y se pone de pie.

—¿A dónde vas? —pregunta ella cuando él agarra el pomo de la puerta.

—A mi casa —dice él como si fuese lo más obvio. No quiere seguir soportando esa tortura.

—No, no te irás. —La chica también se pone de sobre sus pies y lo mira seriamente.

—¿Y por qué he de quedarme? —interroga el muchacho alzando una ceja, queriendo escuchar que la listilla le diga que porque lo ama y no puede vivir sin él.

—Porque nos van a castigar a los dos si te vas —responde Annabeth, fastidiada. Eso dolió justo en su ego.

—¿Es la única razón? ¿Segura que no quieres que me quede por algo más? —pregunta él con una sonrisa presumida.

—Perseus Jackson, no te vas a ir —le ordena la rubia cruzándose de brazos.

—Oblígame —la reta él abriendo la puerta para irse, Annabeth le agarra la mochila causando que ésta se abra de algún modo, y la rubia ve un destello de verde dentro que hace que ella suelte de golpe la mochila. ¿Sus ojos la engañan o acaba de ver una gorra verde? ¿La misma que vio en el chico de la biblioteca? Es imposible, no pueden ser los mismos.

Percy nota la consternación de la rubia pero no se pregunta a qué se debe. Él sale del aula quince cerrando la puerta detrás de sí.

Al salir, el chico se encamina por el pasillo dispuesto a marcharse. Pero al cruzar la esquina ve al director charlando con un profesor en el pasillo. ¡No puede ser! Percy no pierde el tiempo: da media vuelta y corre para volver al aula de castigo antes de que el director lo pille. Ese hombre tiene ojos en todos lados.

—Pensé que te ibas a ir —comenta Annabeth con asombro al verlo regresar.

—Iba a hacerlo hasta que vi al director, por poco me pilla —dice el chico sentándose.

La rubia no dice nada, guarda el libro y mira a Perseus.

—¿Como está Zack? —pregunta ella de repente. Él frunce el entrecejo, extrañado por la espontánea pregunta.

—Supongo que bien. ¿Por qué? —Él la observa atentamente, empezando a sacar cálculos mentales.

—Curiosidad —dice la chica, con aparente indiferencia—. Iba a encontrarme con él en la biblioteca.

—¿Ah, sí? —pregunta extrañado. Por fuera, mantiene una mueca de extrañeza, pero por dentro siente la ira arder en su pecho. ¡Iba a tener una cita con Zack y su amigo no le dijo una sola palabra! ¿Cómo pudo hacerle eso?

—Sí —afirma ella—. Llegué tarde y no lo encontré.

—Yo lo vi hace un rato, antes de buscarte. Me dijo que se iba a casa porque no se ha encontrado con su amiga. Creo que hablaba de ti —dice el chico.

Annabeth no puede evitar una sonrisa.

—¿Te ha hablado de mí? —pregunta. Percy la mira con ojos entrecerrados, sintiéndose cada vez más furioso.

—¿Te gusta Zack? —se obliga a que su voz salga natural para no revelar que todo eso lo está destrozando por dentro.

La rubia abre los ojos como platos y eso solo rompe el corazón de Percy.

—¡No! Pues... sí... Ay, no sé. —La chica suspira—. Me atrae su misterio, pero no sé si me gusta. No estoy segura de sentir algo por él.

Percy se queda en silencio, analizando sus palabras. Le ha sorprendido la respuesta de ella. ¿Tan rápido se olvidó de él? ¡Hace tres días aún lo amaba! Pero sobretodo, se siente furioso y muy dolido. Se reprocha a sí mismo mentalmente por sentirse celoso. Él no tiene derecho a celar a la rubia porque él mismo se ha esforzado millones de veces para alejarla. Esos celos son completamente irracionales pero ¿cómo evita sentirlos?

Le cuesta toda su fuerza de voluntad mantener el rostro sereno y no apretar los puños. La verdad es que en ese momento solo quiere arrojar cosas y romperlo todo.

—¿Sabes si él siente algo por mi? —pregunta Annabeth luego de un rato en silencio. Percy se queda varios segundos en silencio, pensando en darle miles de respuestas diferentes que hagan que la listilla deje de gustar de su mejor amigo.

—Él siente algo por todas —responde Percy finalmente, esperando que eso sea suficiente para que Annabeth recapacite. La rubia parece algo decepcionada y de inmediato Percy se arrepiente. <<¿Qué estás haciendo?>>, se cuestiona a sí mismo. Él ha alejado a Annabeth para que ella sea feliz, pero solo está ocasionándole más daño.

—Es un rompecorazones —deduce la chica.

—Podría decirse que sí, nunca le he conocido una relación seria —contesta el pelinegro. Annabeth parece aún más triste que antes y Percy decide callar.

Durante las próximas tres horas, ambos permanecen en total silencio.

* * *

Llevan tres largas y tortuosas horas en ese salón y aún no termina el castigo. Annabeth mira la hora en su celular: 1:45 Pm, aún faltan tres horas y media para irse.

Percy mira de reojo a la listilla, que parece mirar la hora de su teléfono a cada dos segundos. Él por su lado, está jugando al tetris en su teléfono, fingiendo que está haciendo algo muy importante. Él nota que Annabeth posa sus grisáceos ojos en él y Percy se apresura a volver la vista al juego, encajando una pieza verde vertical y marcando nuevos puntos.

—¿No te aburres? —le cuestiona ella con curiosidad.

No —responde él sin apartar la vista de la pantalla, empezando a agarrarle cariño al juego y queriendo superar su última puntuación.

Percy espía por el rabillo del ojo a la rubia, quién extrae una laptop de su mochila. Al cabo de un rato Percy la ve teclear y se pregunta si estará hablando con alguien.

Mientras tanto, Annabeth ha abierto la página del colegio y al ver a Zack conectado, decide hablarle para explicarle por qué no apareció para su encuentro.

OlorAFresa: ¡Hola, Zack!

FreeBoy: Hola.

A Annabeth se le escapa una sonrisa que Percy no pasa por alto.

—¿Qué haces, listilla? —le pregunta el muchacho sin poder evitar la curiosidad. Se inclina para mirar por su pantalla y al ver el nombre de FreeBoy siente su corazón agrietarse—. Ah, hablas con Zack.

—Sí. No hay problema, ¿verdad?

—No, que va —sonríe él volviendo a recostarse en su asiento—. Así le explicas por qué no has ido a tu cita con él.

—No era una cita —se sonroja Annabeth. Percy aprieta los labios al ver el rubor de la rubia, pero se obliga a mantener la compostura.

—Lástima. Sería muy divertido verlos juntos: la listilla y el rompecorazones.

—Tú también eres un rompecorazones, y salimos juntos —replica ella. <<Ojalá lo nuestro hubiera sido real>>, piensa Percy.

Lo nuestro fue falso. Lo tuyo con Zack no lo parece.

La chica no le responde a Percy pero sí le contesta a Zacharias.

OlorAFresa: Perdona por no ir a nuestro encuentro, se me hizo tarde y no te vi.

FreeBoy: No hay problema, Annie. Igual podemos encontrarnos de nuevo otro día.

OlorAFresa: Sería grandioso.

FreeBoy: Cuando quieras.

Percy no soporta escuchar el constante tecleo, por lo que decide hacer algo productivo por una vez. Deja su teléfono a un lado y saca de su mochila el libro de Biología para distraerse. Pone todo su empeño en leer el texto, intentando comprender el tema. Todo con tal de olvidar que el amor de su vida se está enamorando de su mejor amigo.

—Percy, ¿tienes una foto de Zack? —pregunta Annabeth de improviso. El pelinegro la mira con el entrecejo fruncido, ¿a qué viene esa pregunta?

—Mm... Sí... —responde con cautela.

—¿Puedo verla? —vuelve a preguntar con una creciente emoción.

—¿Para qué?

—Aún no he tenido ocasión de conocer a Zacharias, y en serio quiero verle el rostro. Aunque sea por una foto.

Percy se queda callado, pensando. ¿Debería mostrarle una foto de su amigo? Por un momento piensa hacerlo, pero luego recuerda lo misterioso que ha sido Zack en los últimos tiempos. No quiere exponer a la listilla a lo que sea que Zack esté tramando.

—No, lo siento. Debes pedírsela a él. Si tanto misterio mantiene ha de ser por algo.

—¿Cómo sabes que es muy misterioso?

—Somos amigos, ¿lo olvidas? —Percy vuelve a centrar su atención en el libro, o al menos eso finge. Annabeth suspira y vuelve su vista hacia la pantalla del portátil.

OlorAFresa: ¿Qué te parece mañana?

FreeBoy: ¿Dónde y a qué hora?

OlorAFresa: En la pizzería Pascualini, a las dos de la tarde.

El teléfono de Annabeth comienza a sonar y Percy vuelve a mirarla unos segundos.

—¿Qué pasa, Piper? —pregunta la rubia—. En el castigo. El director me ha puesto encerrada con Perseus en el aula quince hasta las cinco de la tarde —dice ella con evidente molestia. Eso le duele un poco a Percy—. Pues sí, pero estoy hablando con Zack para quedar algún día. —Percy lo siente como si se fuera golpeado el dedo meñique del pie contra un mueble—. Lo sé. Pero aun no me responde. —Se queda en silencio un par de segundos—. Adiós.

Annabeth cuelga y lanza un suspiro, volviendo a su conversación con Zack.

FreeBoy: Mañana no puedo.

OlorAFresa: ¿Y eso?

FreeBoy: Saldré con mis amigos mañana.

OlorAFresa: Ahh... Será otro día.

FreeBoy: Te tendré informada.

OlorAFresa: Vale.

El usuario FreeBoy se ha desconectado.

Percy está pensando seriamente en buscar un mejor pasatiempo que leer el libro de Biología cuando el teléfono de la listilla vuelve a sonar. Como buen metiche, Percy vuelve a agudizar el oído para escuchar mientras esconde el rostro detrás del libro.

—Espero que ésta vez sí sea importante —dice la listilla. Luego ella baja la voz y susurra algo que Percy no alcanza a oír. Al cabo de un rato en silencio, Annabeth dice—: Te llamo luego.

Corta la llamada sin despedirse y mira a Percy.

—¿Quién eres en la página? Porque TodosMeAman es Jason.

—Pues sí, esa es su cuenta —dice el chico sin inmutarse.

—¡¿Y por qué me dijiste que esa es tu cuenta?! —Ahora sí está enojada.

—No dije nada de que sea mi cuenta. Sólo dije <<Soy Percy>>. Ese día estaba desde su cuenta —se justifica él, pero en parte él comprende su enojo. Él dijo totalmente adrede que la cuenta de TodosMeAman le pertenecía solo para no revelar su verdadero usuario. No quiere que Annabeth piense que él y Zack son la misma persona y que él es un mentiroso que miente sobre su verdadero nombre.

—¡¿Y quién rayos eres tú en la página?! —le grita ella, enfurecida.

—No sé por qué te alteras tanto —de inmediato se arrepiente. Usar esas palabras con las chicas es como echarle gasolina al fuego.

—¡Porque me han vuelto a engañar! —vocifera Annabeth. Parece a punto de arrojarle el sillón por la cabeza.

—¿Y qué? Estás enganchada por un chico que te esconde más cosas que yo.

—No es así, los dos son igual de misteriosos. Siempre sonriendo con esa misma sonrisa de peligro, mirando con desafío, actuando como si tuvieran mil secretos... ¡Parecen gemelos! ¡Y encima ni quiere que vea su cara! —Hace una pausa y abre los ojos, como si acabara de entender algo—. ¡Parece que todo es mentira, que no es real! ¡Seguro es otro de tus engaños y son la misma persona! ¡Tú eres Zacharias! le grita ella fuera de sí. Percy la mira sin expresión, pero por dentro se siente aún más enojado. Él no quería que ella lo confundiera con Zack y ahora lo ha hecho. Sin pensarlo, agarra su teléfono y comienza a buscar un número—. ¡Y ahora me ignoras! ¡Yo tenía razón! Me equivoqué contigo, nunca debí enamorarme de ti. ¡Puras mentiras es lo que me has dicho!

»Y hace un momento no hablaba con el tal Zack, hablaba de seguro con uno de tus amigos haciéndose pasar por él. ¿Eso hiciste también en la fiesta? ¿Usaste a uno de tus amigos? ¡Responde!

Percy sigue sin alterarse y se lleva el teléfono al oído. Hace una llamada. ¡Que indigno! ¡Ella acusándolo y él decide hacer llamadas!

—¡Hola, Percy! ¿La gorra de Luigi funcionó?

—¿Hola? Alguien aquí quiere hablar contigo —dice el pelinegro. Le tiende el teléfono a la rubia.

Ella lo mira con desconfianza. Al final lo toma y escucha.

—¿Hola? —dice una voz del otro lado de la línea. Suena familiar... Es similar a la de Perseus—. ¿Annabeth? Tengo entendido que quieres hablar conmigo, preciosa.

Se queda petrificada. Mira el nombre de la persona a la que Percy ha llamado: Zacharias.

—¿Zack? ¿Eres real?

—No, soy Zeus que te habla desde el Olimpo. ¡Claro que soy real! ¿Qué clase de pregunta es esa? —Escucha una suave risa al otro lado de la línea. Es la misma que escuchó con El Zorro, y la misma que tiene Percy. ¿Acaso son hermanos? ¡Se parecen tanto!

Annabeth cuelga y mira a Percy.

—¿Sigues pensando que te mentí? —le cuestiona el chico.

—Pudo haber sido uno de tus amigos. No necesariamente Zack.

Percy le arrebata el teléfono y sigue con su juego de tetris. Los bloques de color no le van a echar un regaño ni lo van a llamar mentiroso.

El resto del castigo lo pasan en silencio.


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¡Feliz año nuevo! ¡Gracias por tanto!

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