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76. El destino no puede cambiar.
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Las palabras de Draco no podían salir de la cabeza de la bruja.
«—Y qué es lo que se supone que le diré a Fred o cómo se supone que tendré el coraje de traicionar todo lo que me han enseñado.
—Es parte del precio, tienes que olvidar. Tienes que hacer que él te olvide. Tienes que borrar cualquier recuerdo que él puedo tomar e ir hacia ti— pronunció —Si lo hace, todo habrá sido en vano.
—Osea que más que abandonar a todos a quienes amo, además debo convertirlos en cáscaras vacías. No sé si puedo hacerlo.
—Yo estaré junto a tí, yo voy a estar para ti. Piensa en que lo haces para algo superior, por algo a lo que estás dispuesta a entregar hasta tu vida misma.
—¿Vas a estar conmigo, Draco? ¿No vas a dejar que me derrumbe en medio de todo?
Draco sacó su varita y levantó la manga de su brazo derecho. Acto seguido, levantó la manga del brazo izquierdo de Nina y tomó su antebrazo.
—Yo, Draco Malfoy, juro mediante el pacto de un Juramento Inquebrantable que ayudaré a Nina Illich en todo lo que requiera en el propósito de mantener con vida a Fred Weasley, sea cual sea el método o formula que ella estime conveniente —pronunció mientras un halo de luz que unía sus brazos se trenzaba entre ambos...»
A su edad ya había hecho dos juramentos inquebrantables, los había hecho con dos de las personas que más amaba en su vida. Uno con Fred y ahora uno con Draco, si había algo contraproducente en ello, no le importaba; ya estaba hecho.
—¿Qué debo hacer, Draco?
—Entre más pronto huyas de este castillo y escondas tu rastro, será mejor. No puedo hacerle una promesa eterna al señor tenebroso— recalcó—, si le digo que vendrás en un mes, pues debe ser en esa cantidad de tiempo.
—¿Ese es el plazo que tengo?
—Créeme que de hecho estoy siendo generoso, su huyeras conmigo el día de hoy sería mucho más ventajoso. Pero no soy capaz de pedir más.
—¿Por qué haces esto, Draco? ¿Por qué te ofreciste a conseguir a alguien más? Esto no tenía nada que ver contigo.
—Uno de los dos tiene que tratar de ser feliz, sí, es sumamente ridículo teniendo en consideración lo que está pasando, lo que te estoy pidiendo y lo que tendremos que hacer. Pero sé que si esto llega a suceder, tendrás la esperanza de reencontrarte con Fred, o de al menos haber salvado su vida...>>
Se hallaba tendida sobre su cama, sin ninguna intención de quitarse el pijama y bañarse; los paseos a Hogsmeade eran lo único que podría decir que sacaban a los estudiantes del estado de constante caos en el que se encontraban, sin embargo Nina no quería poner un pie afuera del castillo ese fin de semana.
Fred le había escrito para que se vieran, iba a estar en la plaza del pueblo esperándola y ella no sabía con qué cara enfrentarse a él.
¿Acaso debía decirle el peligro que corría por tan sólo acercarse a ella?
¿Ella podría pasar una tarde con él sin caer en un ataque de pánico debido a lo que tenía que ocultarle?
La voz de Pansy la sacó de sus pensamientos, la Slytherin se acomodó en la cama junto a ella cruzándose de piernas.
—¿Qué demonios pasa contigo? ¿No tenías que ir a intercambiar saliva con tu novio el día de hoy?
—Sí— respondió sombría —, pero tengo una jaqueca de los mil demonios—recalcó —, estoy harta de los interrogatorios sobre el día de la muerte de Dumbledore y del día del ataque al expreso —resopló.
—¿Y por qué te lo tomas personal? ¿Acaso crees que van tras de ti?
—No, pero siento que por el hecho de estar emparentados con Draco somos los blancos de la investigación.
—Bueno, si yo me decidiera a ser una ridícula auror, creo que comenzaría a unir la piezas de la historia con los cercanos —declaró —, lamentablemente estamos demasiado implicados por ser sumamente cercanas a los Malfoy.
—Mi mente no está descansando nada, Pansy. Temo por lo que suceda con él, por lo que ha sucedido con Luna. Nadie hace absolutamente nada por garantizar nuestra seguridad.
—Mira, todos se sienten así. Imagina como se siente el resto de simples mortales que no tienen padres aurores. Deberías mantener tu cabeza en blanco y no caer en la histeria, no te servirá de nada —expresó acariciando su cabello —. Ahora quiero que salgas de esta cama y te bañes, pues apestas. Creo que una buena salida con Fred te hará bien, a menos que estés ocultando algo.
Pansy era sumamente astuta, solía descubrir los detalles sobre cosas o acontecimientos que las personas solían ocultar por diversos motivos. A Nina no le convenía que su amiga comenzara a indagar sobre el real motivo que la mantenía en estado de alerta.
—Eres odiosa, Pansy Parkinson.
—Eso lo he oído antes —siseó levantándose tras su amiga, regalándole una palmada en el trasero.
La ducha no consiguió calmarla, si antes se había cuestionado el porqué tenían que pasar por todo eso, ahora se lo recriminaba, no entendía el motivo de que estuviera tan metida en problemas si nunca había hecho algo para buscarlos. Siempre trató de ser una buena hija, de respetar a sus padres e intentar seguir los valores que habían sembrado en ella; cumplir con sus deberes de estudiante y aprender de la magia para realizar el bien.
Ahora estaba en medio de la situación más difícil de su vida, no era que hasta ahora hubiera vivido mucho, pero cuando eres joven, todo se vive más intenso y todo se cuela más en el interior.
Salió de la ducha y limpió el vapor del espejo del baño sin mirar el reflejo, no obstante cuando sus ojos se posaron en el vidrio, la figura de ella encapuchada y sonriéndole, trastabilló hacia atrás y sin querer gritó, alarmando a sus compañeras.
—¡Nina!—Pansy golpeó la puerta con apremio, pero no tuvo la respuesta esperada.
—Estoy bien—respondió la aludida sin abrir, observando su propio reflejo con lágrimas en los ojos.
¿Acaso eso era en lo que se convertiría? ¿Sus decisiones la llevarían a aquello? ¿O siempre había sido un ser oscuro?
Una vez que la perturbación la dejó terminar de vestirse y alistarse sin parecer un muerto caminante se dirigió a Hogsmeade luego de pasar por el insistente y estresante mensaje de los hermanos Carrow, agradecía que Minerva McGonagall no se dejara intimidar por ellos y siguiera defendiendo a los estudiantes a pesar de las constantes discusiones que solían surgir cuando esto acontecía.
Nina caminó por las avenidas del pueblo hasta que llegó a la plaza principal; una punzada de culpa apareció cuando vio a Fred esperando por ella, con su aire despreocupado, su cabello pelirrojo brillando a la luz de la tarde y sus ojos luminosos. Tuvo que fruncir los labios para que el nudo en la garganta se difuminara, las palabras de Draco volvían a su cabeza.
No podría decirle, no podía contarle nada de lo que tenía en mente.
¿Pero qué pasaría con él? ¿Lo que haría significaría realmente poder salvarle?
—Debo decir que hoy te ves más bella que cualquier otro día, pero muy melancólica ¿se puede saber porqué? —preguntó al saludarle con un profundo beso.
Ella correspondió al tacto suave de sus labios, tocó su rostro con lentitud, como si temiera olvidar las líneas que definían sus facciones. De pronto él percibió la incomodidad que podía transmitir Nina.
—Hey ¿Todo está bien?
—Sí—mintió—, sólo que te extraño mucho y Hogwarts actualmente es un real infierno, jamás pensé desear salir de la escuela, quisiera estar en ese castillo mucho tiempo. Ahora es como un lugar ajeno.
—Bueno, la Orden del Fénix está trabajando en ello, sabemos lo que viene. De hecho necesito que me acompañes a ver algo.
—Ah, ¿Osea que no sólo viniste a pasar un sábado conmigo?— bromeó.
—Ven, quiero mostrarte algo.
Nina tomó su mano y caminó a su lado, decidió que no haría mayores preguntas, puesto que no estaba en posición de responder si Fred comenzaba a interrogarla debido a su extraño comportamiento.
Caminaron hacia Cabeza de Puerco, un restaurante de mala muerte que estaba en la lejanía del pueblo, junto al camino que solía llenarse de nieve para todos los inviernos. Por lo general allí iban a embriagarse hombres que no querían volver a sus casas o a su trabajo. Fred entró y Nina se sorprendió por ver parado allí a un hombre con demasiadas similitudes a Albus Dumbledore.
—Aberforth—saludó—, vengo a fiscalizar el trabajo, ya sabes.
—¿Contraseña?— habló de mala gana mientras secaba un vaso.
Fred se acercó a él y susurró en su oído. El mago asintió e hizo un gesto en dirección a Nina.
—¿Y ella?
—Es mi novia, viejo. Ella viene conmigo.
El hombre analizó el semblante de la chica, ella se sintió completamente expuesta ante los ojos inexcrutables del hombre.
—¿Confías en esta mujer, Weasley?
—Sí, ¿hay algún inconveniente?
El hombre volvió a darle otra mirada. Una larga mirada.
—No— mencionó después de unos segundos—, decisión tuya.
Fred asintió y avanzó para después entrar en una habitación que estaba separada del resto de bar.
—¿Por qué se parece tanto a ...?
—¿A Dumbledore? pues porque es su hermano.
—¿Qué? No tenía idea que él tuviera más familia, viva...
—No seas cruel, amor.
Con la varita mágica abrió un pasadizo secreto en el piso, nombrando una fecha en particular.
Nina quedó con una expresión de no comprender del todo lo que veía. Fred le ofreció la mano para que descendiera por la escalera que que conducía a una especie de túnel largo y profundo.
—¿Qué se supone que es esto, Freddie?
—Una vía de escape, Nina— terció—, una salida en caso de que la guerra estalle y todo se vuelve inconcebible.
—¿A dónde conduce?— interrogó, algo fascinada por el lugar.
—A Sortilegios Weasley. Es un túnel secreto.
Nina se plantó delante de él , observándole con algo de incredulidad.
—¿Creen que eso pueda pasar pronto?
—Cada día la inseguridad es parte del Londres mágico, quizás tú lo vives en menor medida. Pero el destino no puede cambiar, la guerra está aquí y ahora. No es algo que podamos hacer desaparecer, el señor tenebroso no parará ante nadie.
—¿Por qué la fecha?
—Nadie sabe el significado, creen que es una fecha al azar, no saben que es el día en que te pedí que te casaras conmigo— sonrió.
—¿Hay mucho peligro allá, en el callejón Diagon?
—Hemos mantenido la tienda cerrada, sólo estamos haciendo envíos, desde que fue atacada la tienda de Ollivanders nada es lo mismo, los mortífagos merodean por el sitio como si les perteneciera, saben que el Caldero Chorreante es la puerta donde muchas personas de interés pueden huir al mundo muggle donde pueden perderse de la incesante búsqueda.
—¿Crees que se trate de alguna persecución o de asedio en tu familia?
—No sé si particularmente con nosotros, pero honestamente he visto muchos rostros nuevos en los últimos días, los carroñeros suelen cambiar de sector, han estado buscando muchos magos nacidos de muggles y pues sobretodo a Harry.
—¿Qué acaso él no está en tu casa?
—No, huyeron, desconocemos a qué. Él, Ronald y Hermione no han vuelto desde el ataque en la boda de mi hermano ¿Recuerdas el ataque?
Cómo iba a olvidarlo, pero trataba que su mente lo evitara lo máximo posible. Recordaba la forma en que la Orden peleó contra ellos, como ellos huyeron y la manera en la que todos combatieron entre ellos, después cómo los interrogaron a todos, los golpearon a pesar de que vieron como se fueron del lugar, finalmente habían dejado en paz a los Weasley, pero no estarían lejos del ojo de los carroñeros y aliados de Voldemort.
—Merde...
—¿No crees que llevas mucho tiempo en Londres para que sigas blasfemando en francés?
Fred siempre intentaba distender los ambientes tensos con ironías y sarcasmo, no obstante no podría quitar la incomodidad de ella.
—¿Conoces a algún carroñero que merodee cerca de Sortilegios Weasley?
—Sí y no pensé que sólo admitieran a tontos en su pandilla estúpida. Xavier Zimej estuvo el otro día rondando, me miró lógicamente como una persona que recuerda nuestras anteriores rencillas, cree que puede intimidarme.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de la bruja y besó con urgencia, casi con violencia los labios de Fred, este respondió algo desconcertado, pues sabía muy a sus adentros que algo pasaba.
—Sabes que ese maldito no me intimida ¿verdad?
Nina asintió y lo abrazó con fuerza, evadiendo completamente la mirada pensativa de su novio.
Xavier estaba siendo conciso y estaba actuando rápidamente.
Ella debía actuar más rápido que él.
Había llegado la hora de dejar todo atrás.
Tenía que hacer todo por salvarle y lo haría, las palabras de Fred habían calado en su interior.
El destino no podía cambiarse y el de ella no era la excepción.