La Piedra del Matrimonio

By alseidetao

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Para evitar las maquinaciones del Ministerio, Harry debe casarse con el reacio Severus Snape. Pero el matrimo... More

Capítulo 1: La piedra del matrimonio
Capítulo 2: Con Este Anillo
Capítulo 3: Habitantes de la mazmorra
Capítulo 4: Enfrentándose al mundo
Capítulo 5: Marcas oscuras
Capítulo 6: Vivir con Snape
Capítulo 7: Lazos que unen
Capítulo 8: Todos los hombres del Rey
Capítulo 9: La estrella del perro
Capítulo 10: Espadas y flechas
Capítulo 11: Enfrentándose a Gryffindors
Capítulo 12: Emplazando culpas
Capítulo 13: Entendiendo a los hombres lobo
Capítulo 14: Volviendo a la normalidad
Capítulo 15: Modales
Capítulo 16: Conociendo a los cuñados
Capítulo 17: Espinas
Capítulo 18: El corazón del laberinto
Capítulo 19: Vínculos
Capítulo 20: Sinistra
Capítulo 21: Serpientes
Capítulo 22: Familia
Capítulo 23: Lobos
Capítulo 24: Lecciones de Historia
Capítulo 25: Nochebuena
Capítulo 26: Regalos de Navidad
Capítulo 27: Antes de la tormenta
Capítulo 28: Vikingos
Capítulo 29: Entender el deber
Capítulo 30: Persecución
Capítulo 31: Acortando distancias
Capítulo 32: El dolor de crecer
Capítulo 33: Largas historias
Capítulo 34: A dormir
Capítulo 35: Al abismo
Capítulo 36: Cargando la piedra
Capítulo 37: El otro lado
Capítulo 38: Política
Capítulo 39: Honor familiar
Capítulo 40: La locura del lobo
Capítulo 41: Salvaje
Capítulo 42: Caramelos de limón
Capítulo 43: Para eso están los amigos
Capítulo 44: Cierra los ojos
Capítulo 45: Amaestrando al dragón
Capítulo 46: Viendo rojo
Capítulo 47: Cedo
Capítulo 48: El Lobo en la puerta
Capítulo 49: Bailando
Capítulo 50: La materia de los sueños
Capítulo 51: Grandes gestos románticos
Capítulo 52: San Valentín
Capítulo 54: Despertando a Lunático
Capítulo 55: Maniobras legales
Capítulo 56: Peones
Capítulo 57: Obviedades
Capítulo 58: El significado de las cosas
Capítulo 59: Algo maligno
Capítulo 60: La voz del Rey
Capítulo 61: La llamada
Capítulo 62: Stonehenge
Capítulo 63: El corazón sangrante
Capítulo 64: El resto del mundo
Capítulo 65: En la luna
Capítulo 66: Sinestesia
Capítulo 67: Cantos afilados
Capítulo 68: La búsqueda del poder
Capítulo 69: Al final de este camino
Capítulo 70: El precio del valor
Capítulo 71: Lo que importa
Capítulo 72: Yendo hacia delante
Capítulo 73: Así es como el mundo acaba
Capítulo 74: El sol moribundo
Capítulo 75: Valeroso mundo nuevo
Capítulo 76: Los indignos
Capítulo 77: Historia antigua
Capítulo 78: Regresando a casa
Capítulo 79: Solucionando
Capítulo 80: Decisiones y Progreso
Capítulo 81: El amanecer de un nuevo día
Capítulo 82: Echando una mano a las cosas
Capítulo 83: Sorpresas en todas partes
Capítulo 84: Extraños compañeros de cama
Capítulo 85: Borrones
Capítulo 86: Furia
Capítulo 87: Pasiones
Capítulo 88: De vuelta al negocio
Capítulo 89: Idas y Venidas
Capítulo 90: Maniobras Legales II
Capítulo 91: Rosas
Capítulo 92: Educación continua
Capítulo 93: Los recién llegados
Capítulo 94: Experiencias de aprendizaje
Capítulo 95: Encuentros cercanos
Capítulo 96: En desacuerdo
Capítulo 97: Hacer las Paces
Capítulo 98: ¿Quién sabe?
Capítulo 99: La paz se desmorona
Capítulo 100: Comienzan las hostilidades
Capítulo 101: Primeras señales del futuro
Capítulo 102: Lecciones desplegadas
Capítulo 103: El fin de los vampiros
Capítulo 104: Reconocimiento y premonición
Capítulo 105: Verdadera naturaleza
Capítulo 106: Exámenes finales
Capítulo 107: Explicaciones
Capítulo 108: La calma antes de la tormenta
Capítulo 109: Reescribiendo la historia
Capítulo 110: La fuerza del vínculo
Capítulo 111: Magia salvaje
Capítulo 112: Consecuencias del ataque
Capítulo 113: Últimos días de tranquilidad
Capítulo 114: Rudos Despertares
Capítulo 115: Primeras Impresiones
Capítulo 116: Desquitarse
Capítulo 117: Nuevos comienzos
Capítulo 118: Tiempos felices
Capítulo 119: Tiempos de fiesta
Capítulo 120: Favor de Merlín
Capítulo 121: Fin del verano, parte 1
Capítulo 122: Fin del verano, parte 2
Capítulo 123: Una falta cercana
Capítulo 124: Retrasar lo inevitable
Capítulo 125: Las formas de la primera ola
Capítulo 126: Compañeros de cama más extraños
Capítulo 127: Planificación de la Operación Castillo Mágico
Capítulo 128: Revelaciones
Capítulo 129: La primera ola se rompe
Capítulo 130: Limpiando
Capítulo 131: Padrinos
Capítulo 132: Percepciones erróneas
Capítulo 133: Zona de conflicto
Capítulo 134: Visitantes
Capítulo 135: Pez fuera del agua
Capítulo 136: La segunda ola
Capítulo 137: La batalla de Hogsmeade
Capítulo 138: Algunas explicaciones que hacer
Capítulo 139: Decir adios
Capítulo 140: Faltas de comunicación
Capítulo 141: Las formas de la tercera ola
Capítulo 142: El Campeón del Rey
Capítulo 143: La batalla de Hogwarts
Capítulo 144: La gratitud del rey
Capítulo 145: Los Comienzos del Rey
Capítulo 146: La Vida del Rey

Capítulo 53: Afecto de cortesía

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By alseidetao

Cuando Harry se dirigió al Gran Comedor para cenar la noche siguiente, lo que menos esperaba era encontrarse a sus dos mejores amigos al pasar la esquina abrazándose apasionadamente. Obviamente le estaban esperando: aquel pasillo rara vez se utilizaba, excepto por los propios Severus y Harry cuando iban al comedor. Sin embargo, parecía que habían encontrado una actividad más interesante que charlar de mientras. Harry les miró con la boca abierta.

Podía ver a Hermione apoyada contra la pared a la luz de las antorchas. Ron tenía las manos apoyadas una a cada lado de su cabeza y el cuerpo apretado contra el de ella mientras la besaba. Una de sus manos se deslizó por sus cabellos castaños para mover su cabeza a un lado, buscando la manera de profundizar el hambriento beso. Al parecer, Hermione encontró aquella maniobra agresiva de lo más grata: un suave gemido se escapó de su garganta.

Era la segunda vez en dos días que Harry se encontraba a dos personas besándose, y lo mismo que cuando había visto a Charlie y Draco, se sintió sonrojarse. Por supuesto sabía que Ron estaba loco por Hermione y que ella le correspondía; es más, los dos llevaban una eternidad rondándose mutuamente. Algo así era previsible que llegara, pero aquel espectáculo le había cogido desprevenido de todas formas. No pudo evitar preguntarse cuántas veces se habrían besado así. Hacía relativamente poco que Hermione le había dado a entender que su relación no progresaba...

Sin embargo, tenían dieciséis años, y los dieciseisañeros nunca habían sido famosos por su austeridad y autocontrol. Tal vez el intercambio de regalos de San Valentín había sido la chispa que había encendido sus emociones...

Mientras miraba, Harry sintió algo nuevo, que nada tenía que ver con la vergüenza. ¿Qué se debía sentir cuando te besaban de aquella forma? Por un instante trató de imaginárselo. Y entonces se quedó perplejo.

¿En qué posición estaría él, de darse las circunstancias? ¿En la de Ron, o en la de Hermione?

Si alguien fuese a besarle... alguien... ¿Severus, quizás? Estaba casado con él, a fin de cuentas, y tras numerosas clases de esgrima, se había empezado a plantear que no sentía repulsa ante el contacto físico con él. La cuestión era si sería él quien acabaría contra la pared, o el agresor.

Imágenes de sus sueños le vinieron a la cabeza. El hombre que aparecía en ellos era fuerte y poderoso, capaz de manipular su cuerpo con facilidad y de forma hábil. En sus sueños se había sentido superado por las sensaciones, por el tacto y el calor de otro cuerpo moviéndose contra el suyo. Severus era fuerte, pensó, de cuerpo trabajado, y no había pasividad alguna en él. Por mucho que lo intentara no podía imaginarse a Severus en la posición de Hermione. Su corazón se aceleró al preguntarse qué se sentiría al tener a Severus encima suyo como veía ahora a Ron sobre Hermione... o como el hombre de sus sueños. Se sonrojó, súbitamente acalorado.

Por Dios, ¿qué le estaba ocurriendo? Él no era... ¿qué? No era gay... ¿o sí? Ciertamente, se sentía atraído por hombres. Por Severus, al menos... por muy raro que pareciera. ¡Su Maestro en Pociones, su némesis personal! Pero no había nadie en el mundo con ojos tan intensos como los suyos, y su voz... Harry se estremeció. Su voz sería capaz de derretir el acero. Diablos, incluso le gustaba su olor, o al menos le gustaba cuando no estaba cubierto de vapores de extrañas pociones.

Pero, ¿y Severus? ¿Era homosexual él? Por lo que él sabía, a lo mejor prefería a mujeres rubias y altas, en vez de jovencitos Gryffindor...

Un pensamiento repentino le llenó de indignación. ¿Y si Severus tenía novia? O novio, tanto daba. Lo mismo podía estar sosteniendo una larga relación de años; nunca habían hablado de ello. Se pasaba tanto tiempo pensando en que le habían obligado a casarse con Severus, que ni se le había ocurrido pensar que también Severus se había visto forzado a casarse con él. Nadie le había preguntado aquella noche meses atrás si tenía pareja ya. Podría tener docenas de amantes escondidos, y Harry en la inopia...

– ¡Oh, Harry! –exclamó Hermione sorprendida, devolviéndole al mundo real.

– ¡Harry! –exclamó a su vez Ron, violentamente ruborizado. Los dos parecían sentir que les había pillado con las manos en la masa, demasiado avergonzados como para separarse siquiera.

– ¡Lo siento! –exclamó Harry, igualmente incómodo por habérselos quedado mirando. Los tres se miraron unos a otros durante unos segundos, antes de empezar a reír de forma nerviosa.

–Vamos a cenar –sugirió Hermione, dando carpetazo al asunto. Con estas palabras, todo volvía a estar en orden en el universo. Ansiosos por dejar atrás aquello, corrieron pasillo abajo hasta el Gran Comedor, entrando en él con un suspiro de alivio.

Habitualmente Ron y Hermione se sentaban uno en frente del otro, pero vistas las circunstancias a Harry no le sorprendió que prefiriesen sentarse juntos. Harry les dedicó una sonrisa sumisa mientras tomaba asiento delante de ellos. Sin embargo, para su consternación, se encontró con que Lavender Brown y Parvati Patil se sentaban una a cada lado. Otras chicas se unieron a ellas, incluyendo a Ginny y a chicas tanto de quinto como de sexto curso. Estaban teniendo una discusión bastante agitada sobre el matrimonio.

Los diversos romances de Hogwarts habían sido el tema de conversación el día anterior, durante el día de San Valentín. El matrimonio de Draco Malfoy había sido el tema candente entre las chicas tras la ceremonia: todas querían saber si Charlie había llevado a cabo su compromiso y se había casado realmente con el heredero de los Malfoy. Aunque coincidían en que éste era muy guapo, su difícil personalidad repelía a la mayoría. Querían saber con todo detalle cómo se había comportado con Charlie. Al parecer los ánimos no se habían calmado precisamente, aunque ahora las chicas discutían sobre las ventajas de un matrimonio concertado, y a juzgar por la forma en que Lavender y Parvati se cernían sobre Harry, querían su opinión al respecto. Suspiró con irritación. ¿Por qué las chicas eran tan afectuosas físicamente?

–Ahora mis padres quieren arreglarme un compromiso –protestaba Lavender– Piensan que vuelve a estar de moda; si es bueno para Harry Potter, tiene que ser bueno para todo el mundo. Y creen que también los Malfoy han caído bajo esa moda. Mis padres, que solían ser tan progresistas, ¡ahora quieren ser tradicionales!

–Pero el matrimonio de Draco no fue concertado –interrumpió Hermione– Mejor dicho, lo concertaron Draco y Charlie, no sus padres.

–Vista la forma en que comenta las cosas el Señor Malfoy, no da esa impresión –respondió Parvati– Los periódicos sugieren que Dumbledore tuvo mucho que ver con el proceso. Mis padres están pensando en consultarle para buscarme un compromiso a mí también.

–En todo caso, yo no quiero un matrimonio de conveniencia –declaró Lavender– ¡No puedo ni imaginarme lo que debe ser!

–Lavender –cortó Hermione, echando una mirada de disculpa a Harry. Probablemente la chica ni se había dado cuenta de que prácticamente le estaba insultando.

– ¡Oh, vaya...! –gruñó Lavender. Pasó un brazo por los hombros de Harry y apretó unos segundos, antes de darle unas palmaditas en la pierna, contrita-. Lo siento, Harry. Ya sé que tu matrimonio fue concertado, ¡pero de todas formas...! No quiero verme atrapada. ¿Y si mis padres escogen a alguien horrible? ¿Qué tengo que hacer con el resto de mi vida? Si las cosas van mal, puedes acabar con alguien por quien sólo sentirías desprecio, o incomodidad distante. Lo mejor que te puede pasar es que, como mucho, recibas cierto afecto cortés. ¡Quién quiere vivir así, sin pasión, sin fuego! ¡Antes me muero!

Parvati, del otro lado de Harry, le sonrió mientras jugueteaba con su pelo:

– ¿Qué has logrado tú, Harry? ¿Desprecio, incomodidad o afecto de cortesía?

Todo el mundo se río en la mesa y Harry se sonrojó, echándoles una mirada furibunda.

– ¿Esas son mis únicas elecciones? –inquirió.

–Al parecer sí –comentó Ron, igualmente molesto con el tema. Echó una mirada negra a las chicas– Supongo que pensáis que es todo a cuanto puede aspirar mi hermano también.

– ¡Se ha casado con un Malfoy! –le recordó Lavender– ¡Hacen que la palabra "helado" adquiera nuevo significado!

–No sé qué decirte –comentó Neville, desde su posición algo alejada– No me pareció tan frío cuando estaba arrojando cosas a la mesa de los profesores.

–Bueno punto –asintió Dean– y yo diría que también tacha el concepto "cortés"...

Se oyeron más risas ante aquella salida.

–Para el profesor Snape también –añadió Sean.

–Ya veis –dijo Hermione a las dos chicas– vais a tener que ampliar vuestra definición de matrimonio de conveniencia.

Lavender, no obstante, no se arredró:

–No me irás a decir que querrías que tus padres te arreglaran un compromiso, ¿verdad? –Preguntó– Quiero decir... ¡imagínate que te dijeran mañana que tienes casarte con Ernie McMillian la semana que viene, y tú no pudieras hacer nada en contra de eso!

–Para empezar, mis padres son muggles y no creen en los matrimonios concertados –le recordó Hermione– Y para seguir, no he dicho que me guste la idea. Sólo quería recalcar que hay mucha gente que no tiene elección en el tema, y que no deberías desprestigiar esa costumbre. Muchos matrimonios de conveniencia funcionan perfectamente. Se puede ser perfectamente feliz en un matrimonio concertado.

–Perfectamente feliz –gruñó Lavender– Claro, perfectamente felices de forma mediocre, sin pasión. ¡Dime un solo matrimonio de conveniencia que haya acabado en amor verdadero!

–Mis padres –declaró Ron al punto. Todo el mundo se giró hacia él, que se encogió de hombros– Se concertó su matrimonio cuando tenían diez años. Se enamoraron durante su época de estudiantes en Hogwarts. No me dirás que en sus vidas no hay pasión... ¡mi madre vuelve a estar embarazada, por Merlín!

Hubo exclamaciones de sorpresa por parte de las chicas, que parecían haberse perdido aquel dato el día anterior, y Lavender se quedó atónita. En cuestión de segundos el tema de conversación varió de los matrimonios a los bebés. Harry alzó la vista al cielo y miró fijamente a Ron y Hermione. Prefería cuando se sentaban en sus sitios habituales, con Dean, Seamus y Neville alrededor.

Mientras volvía a sus estancias, no pudo evitar sumergirse en sus pensamientos. Vidas mediocres, faltas de pasión... ¿realmente pensaban que ese era el destino al que estaba condenado? O tal vez lograra un poco de afecto lleno de cortesía... ¿eso era todo a cuanto podía aspirar? No pudo menos que recordar el apasionado beso de bodas de Charlie y Draco, o el que había visto hacía poco entre Ron y Hermione. Una vez más se preguntó si Severus tendría a alguien en su vida.

Le molestaba darse cuenta de que sabía tan poco sobre su pasado o su vida privada, pese a que ya llevaban casi medio años viviendo juntos. Aquel hombre era demasiado intenso y poderoso para vivir su vida de forma abúlica. Fuesen cuales fueran sus relaciones, no serían frías o desapasionadas.

¿Pero y si no fuese una relación? le preguntó una vocecilla interna. ¿Y si se tratara sólo de sexo? Severus no era un Gryffindor, al fin y al cabo, así que Harry dudaba que creyera en amor verdadero o en la fidelidad. Los alumnos a menudo especulaban sobre la forma en que los miembros de cada casa encaraban esos temas: Los Gryffindors tenía grandes romances llenos de épica pasión, tragedia y amor eterno; los Hufflepuffs preferían las relaciones tranquilas y sutiles que permanecían sin cambios y que se basaban en una buena amistad; los Ravenclaw eran dados a elegir de forma lógica a un compañero compatible, que les ayudara a construir un futuro con objetivos comunes y un hogar tranquilo; en cambio, los Slytherin... Harry suspiró. Los Slytherin eran fríos y calculadores, yendo de flor en flor y dejando tras de sí una estela de corazones rotos.

Por supuesto, aquellas categorías rígidas no se podían tomar al pie de la letra. Draco no las había seguido, precisamente, ya que se había lanzado a la versión gran romance. Y Remus y Sirius... bueno, de acuerdo, esos dos sí que parecían seguir el tópico actualmente, aunque por lo que Remus decía, Sirius había sido un pendón desorejado de joven, actuando de forma más parecida al tópico Slytherin que a un Gryffindor. Por supuesto, provenía de una familia de Slytherins, lo cual podía haberle influido; quizás no había sabido de qué otra forma encarar su vida. Además, Sirius le había confesado que incluso entonces se había interesado por Remus, pero la aparente indiferencia de Remus le había disuadido de intentar nada con él.

Harry gruñó, irritado. ¿Por qué se le ocurrían aquellas cosas justo ahora? ¿No tenía suficientes problemas sin necesidad de preocuparse por su vida amorosa? Dudaba mucho que Severus se plantease aquel tipo de cosas, o que fuese a apreciar las elucubraciones de delectación morosa de un adolescente desconcertado. Maldijo a Cornelius Fudge para sus adentros por provocar aquella situación.

Al entrar, Harry se encontró con que Severus estaba sentado junto al fuego con un libro. Por la forma en que estaba girando las páginas, Harry sospechó que estaba irritado por algún motivo: dudaba que pudiese leer, dada a la velocidad con la que pasaba de hojas.

Se lo quedó mirando atentamente. El hombre se había quitado la túnica de profesor y vestía cómodamente unos pantalones oscuros y una camisa blanca. Después de la clase de esgrima se había duchado y su cabello parecía suave y limpio, con las puntas rizándose ligeramente donde entraban en contacto con sus hombros. No era un hombre guapo, no como Sirius, pero sí atractivo, con rasgos fuertes y orgullosos, y ojos de mirada intensa. Incluso su nariz le parecía ahora a Harry llena de carácter, dándole al resto del rostro una cierta aristocracia. Aquella apreciación parecía ratificar sus anteriores pensamientos, demostrándole que era más que probable que hubiese montones de gente que se podría interesar por Severus. Ahora le parecía estúpido haber presupuesto que no tenía ninguna relación con nadie. Algo pareció tensarse en su interior ante aquella idea.

– ¿Te estás acostando con alguien? –preguntó de sopetón. Inmediatamente se horrorizó ante sus propias palabras y se puso como la grana. ¡No podía creer que acabase de preguntar semejante cosa!

Severus alzó la mirada con gesto de incredulidad y estupor.

–Ahora mismo, no –gruñó desdeñoso. Levantó ligeramente el libro que sostenía– A esto se le llama leer. Tu educación es cuanto menos lamentable, si puedes confundirlo con acostarme con alguien.

–No –tartamudeó Harry, en un tono agudo– Quiero decir si tú... quiero decir... me preguntaba si... si alguien... no quería... –dejó de hablar, completamente incapaz de articular sus pensamientos de forma adecuada. Como se sonrojara más, iba a darle un ataque... Los ojos de Severus se estrecharon.

– ¿Es ésta tu grosera forma de preguntarme si me estoy viendo con alguien en la actualidad?

– ¿Grosera? –exclamó Harry.

–Mucho –Severus resopló– Que expresión tan muggle. La forma educada de inquirir algo así sería preguntarme si estoy teniendo una aventura.

Parte de la humillación que Harry sentía se empezó a convertir en furia.

– ¿Forma educada? ¿Hay una forma educada de preguntar estas cosas?

–Por supuesto –le respondió fríamente Severus, de nuevo pasando las hojas de su libro con cierta agresividad– Aunque lo cierto es que sacar el tema es cuanto menos arriesgado. Podría moverme a empezar a hacer preguntas a mi vez.

Harry no estaba muy seguro de la dirección que estaba tomando la conversación. Se sentía furioso y agitado, además de profundamente confuso.

– ¿Qué preguntas?

–Por ejemplo, podría preguntar a qué se debía que la señorita Brown se pasase toda la hora de la cena manoseándote el muslo hoy –declaró Severus, con fría mofa.

– ¡No hizo eso! –protestó Harry asombrado. Severus cerró bruscamente el libro y miró a su compañero con helada intensidad.

– ¡Ya lo creo que lo estaba haciendo!

Harry intentó rememorar aquella tarde. Desde luego Lavender se había sentado muy cerca de él, y le había pasado el brazo por los hombros varias veces, tocándole más de lo que a él le gustaba que lo hicieran... pero estaba seguro de que habría notado si le hubiese puesto una mano en la pierna. Lo hubiese recordado... ¿verdad?

– ¡No lo hizo! –Negó de nuevo– Creo que me habría dado cuenta si alguien me hubiese tocado de esa forma. No es como si ella pretendiera... –se paró de nuevo, incapaz de encontrar la expresión adecuada.

– ¿Como si pretendiera el qué? –Inquirió Severus, levantándose del asiento y lanzando el libro encima de la mesita– ¡Dado que ni te percataste de que ella tenía la mano en tu muslo, permíteme que dude de tu capacidad de comprender lo que pudiera o no pretender con ello!

– ¡Sé lo que eso significaría! –Gritó Harry furioso– ¡No soy estúpido! ¡Si alguien estuviese coqueteando conmigo me daría cuenta!

Severus dio un paso hacia él, amenazante, pero Harry estaba demasiado enfurecido para preocuparse por ello.

– ¿Coqueteando? Coquetear es intercambiar indirectas e ironías cargadas de dobles sentidos. ¡Manosearte el muslo es más bien lanzarse encima de ti!

– ¡No hacía nada de eso! –insistió Harry, mirándole con rabia– ¡Creo que me daría cuenta si alguien se me insinuara!

– ¿De veras? –Se burló Severus– ¿También te fijaste en el momento preciso en que la Señorita Patil empezó a juguetear con tu cabello?

– ¿Qué? –Harry le miró absolutamente desconcertado. Recordaba vagamente que alguien le había tirado del pelo, pero lo había considerado irritante y poco más– ¡No estaba... ella no estaba... ninguna de las dos pretendía nada raro! ¡Yo lo sabría si fuese así!

– ¡Estaba a punto de besarte! –siseó Severus, mirándole con desdén desde su superior estatura. Harry notó como su aliento le azotaba el rostro. El corazón se le había acelerado.

– ¡Estás completamente desquiciado! –Exclamó Harry furioso, sin saber de qué otra forma responder a las emociones que le agitaban– ¡Si una persona fuese a besarme yo lo sabría!

El brazo que se enroscó en torno a su cintura le tomó de improviso, lo mismo que la mano que se enredó en su cabello. Su exclamación de sorpresa se vio ahogada por la presión de unos labios contra los suyos cuando Severus le prodigó un beso apasionado y exigente, que convirtió su mente en un caos. Su cuerpo quedó apresado contra el de Severus, modelándose desde el pecho hasta la cadera para amoldarse al del otro, que parecía quemarle con su calor. La sensación de una lengua que se apretaba contra su boca, de unos labios que se movían contra los suyos, de aquella calidez que le devoraba... aquello le hizo gemir.

Sin querer alzó las manos para aferrar las caderas delgadas y fuertes del hombre que le besaba, notando los firmes músculos que se movían deslizándose bajo sus palmas. No podía pensar, sólo reaccionar, incapaz de centrarse en nada que no fuese aquella explosión de sensación, de sabor, de contacto. El ardor de los labios de Severus era embriagador.

Y justo entonces le liberaron, con la boca aún sensible y el cuerpo vibrando de energía, y se encontró mirando a los ojos hipnóticos de Severus Snape.

– ¿¡Viste venir esto!? –prácticamente aulló el hombre, antes de girarse y salir caminando a largos trancos de la habitación y encerrarse en su laboratorio dando un portazo. Harry quedó sólo y sin aliento, todavía temblando por la reacción.

En aquel momento no hubiese sido capaz de reaccionar, así hubiesen entrado un tropel de Mortífagos para atacarle. Harry se había quedado completamente en blanco. Lentamente se llevó la mano a los labios, que todavía parecían arder por el contacto. El olor y el sabor de Severus parecían impresos en él. Las palabras que había oído aquella noche volvieron a su mente. ¿Desprecio, incomodidad distante... o afecto cortés? ¿Qué había sido aquello? Ciertamente no le hubiese molestado recibir un poco más de lo que quiera que fuese. Su corazón aún latía de forma acelerada.

¡Dios santo, le había besado! ¿Qué había hecho para provocar que lo hiciera? Una vocecilla indiscreta en su interior añadió otra pregunta más... ¿Podía repetirlo...? Rápidamente acalló aquel pensamiento.

Caminó ausente hacia el dormitorio, aún con los dedos sobre los labios sensibilizados por el rudo beso. Ahora empezaba a comprender por qué sus compañeros estaban tan obsesionados con aquellos temas. Había sido... bueno, no estaba muy seguro de cómo describirlo, ni mucho menos cómo encarar el hecho de que fuera Severus Snape quien le hubiese hecho sentir así. Si seis meses antes alguien le hubiese sugerido algo así, habría reaccionado de forma bien diferente.

Harry se detuvo bruscamente al percatarse de una cosa. ¡Severus no le había contestado! De hecho, como buen Slytherin... ¡había evitado la pregunta! Grosero, pensó. ¡Era grosero preguntarse si su compañero vinculado tenía una aventura!

– ¡Maldita sea! –gritó Harry antes de meterse en el cuarto y cerrar dando un portazo violento.

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¡No pensaba disculparse! Severus mantuvo aquella resolución firme en su mente mientras se sentaba en su mesa y sacaba una pluma para empezar a poner notas a los deberes de los alumnos. ¡No, definitivamente no iba a disculparse! Así que le había besado... pues bien, ¡era obvio que el chico necesitaba que le besaran, si era tan ingenuo como para no darse cuenta cuándo dos chicas -¡DOS!- se le estaban tirando encima en público!

Durante todo el día había estado contener sus ánimos, que no se habían calmado desde su conversación de la víspera con Albus. Al fin y al cabo, no era culpa de Harry que el resto del mundo se hubiese empezado a interesar por él, y que unos completos extraños le pidiesen en matrimonio. Y tampoco era culpa de los estudiantes, aunque no pensaba reponer los cincuenta puntos que había quitado de diversas casas durante el día. Esa parte la había disfrutado.

En general había estado en un estado de ánimo incluso ligeramente cordial, hasta la hora de la cena. Harry se había encontrado con él para clase de esgrima, y había podido deshacerse de gran parte de su frustración de forma sana. Había saludado cortésmente a Albus y Minerva con una inclinación, había preguntado a Hagrid sobre su salud, y se había servido un poco del rosbif que había en la fuente. Los elfos domésticos habían servido buenas bebidas para acompañar, incluyendo algún vino de buena calidad, algo que sólo se permitía en raras ocasiones en la mesa presidencial.

La cena iba más que bien, pese a que las Hufflepuff aún soltaban risitas al verle. Los Ravenclaw discutían sobre algún tema referente a la vida, el universo y todo lo demás que estaban seguros que todo el resto del mundo había interpretado mal. Los Slytherin se susurraban cosas, sin duda en proceso de crear un plan para conquistar el mundo. Y los Gryffindor armaban jaleo y resultaban molestos, como siempre. Todo estaba como siempre.

Y entonces Lavender Brown le había pasado el brazo por los hombros a Harry, y apretando su más bien amplio busto contra él.

Severus había notado que algo se retorcía en su interior al verlo. ¿Pero qué era eso? Obviamente los Gryffindor estaban inmersos en una acalorada discusión, de la que desde la distancia en que estaba no podía oír los detalles; lo que se preguntaba era por qué aquel debate requería que Lavender Brown y Parvati Patil se sentaran tan pegadas a Harry.

Cuando vio cómo Lavender sonreía y deslizaba la mano debajo de la mesa, se le habían helado las tripas. ¿¡Estaba acariciándole el muslo!? Trató de que sus emociones no se transmitieran en su expresión, lo cual no evitó que la furia le invadiera igualmente.

Al otro lado de Harry, Parvati se inclinaba hacia él, menos bien dotada en cuanto a físico pero con una cara más hermosa. Le sonreía cálidamente, hablándole con suavidad. Casi parecía que le estuviese susurrando al oído. Al ver cómo acariciaba el cabello de Harry, el puño de Severus se había tensado en torno a la daga. ¿Qué rayos estaba pasando en aquella mesa? ¿¡Y por qué las chicas achuchaban a su compañero vinculado!?

Suponiendo que no le iban a permitir asesinar a nadie en el gran comedor -al menos delante de Dumbledore- Severus salió de allí como una nube negra, demasiado furioso para continuar contemplando a los de Gryffindor. ¿Sería alguna de las propuestas de matrimonio que Albus había recibido de alguno de los estudiantes? Intentó recordar las costumbres matrimoniales en India. Las Patil eran indias, al fin y al cabo... ¿sería algo habitual tomar más de un compañero en su tierra? Brown en cambio era inglesa, pero la pequeña zorra seguramente no diese la menor importancia a las costumbres o al honor.

Se había estado intentando calmar antes de que Harry volviese, pero se había pasado aquellos largos minutos preguntándose si el chico volvería en realidad. Aquello no le había relajado precisamente. Instantes después Harry le había preguntado, al llegar, si se estaba acostando con alguien. ¡Demonios!

Así que le había besado. Probablemente no fuese la mejor respuesta, pero Severus estaba cansándose de ser tan estúpidamente honorable. ¡Qué noble por su parte! Tenía un hermoso, núbil, poderoso -completamente DESPISTADO- joven durmiendo en su cama cada noche y no le había puesto la mano encima. Y era como si Harry le provocara... Por Merlín, ¡que estaban casados! No era como si nadie fuese a juzgarle por besarle. No, definitivamente no iba a disculparse.

Lo cierto es que el chico había estado tan hermoso cuando se había enfadado... ojos relampagueantes, el rostro sonrojado por la emoción... pedirle que no reaccionara hubiese resultado ridículo. Por Merlín, ¿acaso era él un Hufflepuff? En ese momento recordó aquel asunto de los tres alumnos de Hufflepuff de cuarto año y decidió que la comparación ya no era apropiada.

–Él es quien debería disculparse conmigo –se dijo mientras escribía una T de Troll en la parte superior del pergamino que estaba corrigiendo. ¡Menuda pregunta de hacer! Desde que se habían casado habían dormido juntos cada noche, y haciendo lo imposible por mantenerle a salvo. ¿De dónde podría haber sacado tiempo para tener una aventura? ¿Y qué le importaba eso a Harry, para empezar?

Pero le importaba... Severus se quedó rígido ante aquel pensamiento. ¿Le importaba realmente? Trató de recordar la expresión exacta de Harry cuando había formulado su pregunta. ¿Estaba celoso... o no había sido más que mera curiosidad? La fidelidad era un concepto importante para Harry, eso lo sabía por anteriores conversaciones. ¿Realmente estaba especulando sobre la vida privada de su compañero vinculado? ¿Podía Severus convertir eso en una ventaja, de algún modo, en caso de ser cierto?

–Maldita sea –musitó para sí. ¿Qué le estaba ocurriendo últimamente? ¿Por qué se obsesionaba de aquella forma con un muchacho al que apenas había tocado? Nadie antes había sido tan vital para él, y no sabía cómo manejar aquella situación.

Se quedó inmerso en sus pensamientos por largo rato, sin prestar la menor atención a los ejercicios que se suponía que estaba corrigiendo. Últimamente se pasaba demasiado tiempo contemplando a Harry. Seis meses antes, cuando se había casado con él, lo había hecho únicamente para protegerle, porque Albus le había dicho que el chico le necesitaba. Se había prometido a sí mismo que sería un compañero honorable, ya que le habían educado en el convencimiento de que uno debía tratar a su compañero vinculado de forma respetuosa y atenta, sin importar qué sentimientos personales pudiese tener respecto a esa persona. Había pensado que eso sería lo único que tendría que hacer, pero en algún momento sus emociones se habían inmiscuido en el asunto.

Había creído que, llegado el momento en que Harry volviese sus atenciones hacia alguien más apropiado, él podría aceptarlo tranquilamente y hacer oídos sordos a cualquier indiscreción, siempre y cuando fuese en la intimidad, lejos de los ojos del público. Sin embargo, ahora se daba cuenta de que sería difícil que hiciese algo así... era poco razonable a estas alturas pensar que pudiese hacerse el loco frente a los deseos de Harry. Y sin embargo no quería herir al chico tampoco. Todo aquello le dejaba como única salida desear estúpidamente que Harry pudiese sentir algo por él. Eso sin duda solventaría el problema, ¿verdad?

Ante la mera idea sintió desprecio por sí mismo: la esperanza era para los Gryffindor, no para los Slytherin. Los Slytherin eran más astutos. Lo que menos le interesaba era empezar a actuar como un estúpido Gryffindor.

Suspirando, Severus dejó la pluma y ordenó los pergaminos de la mesa. Se hacía tarde, y quedarse sentado meditando su desgracia no iba a ayudarle a solucionar nada. Se dirigió hacia el dormitorio, pensando que quizás al día siguiente las cosas mejoraran. Al menos, sabría qué calamidad le reportaba aquel beso.

Harry ya dormía, hecho un ovillo en su lado de la cama y con un vial vacío de la pócima para no soñar en la mesilla. Severus sintió cierto alivio por ello: pese a su comportamiento el chico no había empezado a desconfiar instintivamente de él y rechazado la pócima en pro de mantenerse alerta para rechazar cualquier avance que pudiese hacerle. Severus aún se sentía culpable al pensar en aquella noche en que se había aprovechado del chico mientras dormía.

Pese a haberse duchado antes, volvió a hacerlo para ocuparse de sus necesidades antes de meterse en la cama. Bajo la cascada de agua caliente se acarició, dejando por una vez libre a su imaginación para que le supliera de imágenes de lo que podría hacer si tuviese la oportunidad: cómo tocaría y probaría a Harry si pudiera. Besarle mientras estaba despierto había sido una experiencia mucho más agradable que cuando estaba dormido; dormido era tranquilo y sumiso, pero esta vez había respondido con fuego, con pasión. Primero se había debatido brevemente para luego dejarse ir, abriendo paso a su lengua y respondiendo con una intensidad hambrienta, casi furiosa que había hecho que la magia que había en su interior vibrara a través de su cuerpo.

Aceleró el ritmo, cerrando los ojos para imaginarse a Harry y volver a ver sus labios algo hinchados, sus ojos nublados. Cerró la mano libre sobre la Piedra del Corazón que pendía de su cuello para sentir la magia de Harry pulsando de forma embriagadora a través de sus propias venas. Se mordió el labio con furia para retener el grito que quería escapar de su boca al llegar violentamente. Su cuerpo estaba demasiado ansioso y sensible como para durar.

Maldijo para sí. Qué estúpido, qué desesperado. Furioso consigo mismo, lavó todo signo de su pequeña indiscreción antes de dejar la ducha y vestirse con su ropa de cama, ocultando de nuevo la Piedra del Corazón bajo ella.

Con un gesto de varita apagó todas las velas excepto una. Se metió en el lecho e, incapaz de contenerse, se volvió a contemplar a Harry, dejando que sus dedos se deslizaran por sus rasgos. El chico se volvió hacia él, pero sin despertarse. Sus labios se entreabrieron en sueños, y Severus notó que la tensión en su entrepierna volvía.

–Estúpido Gryffindor –susurró– Deberías saber que no hay que tentar a una serpiente.

Pero claro, eso era loque los Gryffindor sabían hacer mejor.        

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