Fingiendo Amor © Nueva Versi...

By KarenMataGzz

55.1M 3.7M 6.9M

Ellie Russell es la admiración de muchas chicas. Hija de padres millonarios, capitana del equipo de animadora... More

Antes de leer...
Sinopsis
Prólogo | El origen de todos mis problemas
Capítulo 1 | Un trato con Hunter Cross
Capítulo 2 | Comienzan los rumores
Capítulo 3 | La nueva reina del instituto
Capítulo 4 | El club de los marginados
Capítulo 5 | Visitas inesperadas
Capítulo 6 | Burritos congelados
Capítulo 7 | La gota que derramó el vaso
Capítulo 8 | Pequeños secretos
Capítulo 9 | Cometiendo ilegalidades
Capítulo 10 | Primera vez en detención
Capítulo 11 | El lado oscuro de Hunter Cross
Capítulo 12 | Sentimientos encontrados
Capítulo 13 | Es hora de soltar y dejar ir
Capítulo 14 | Cita clandestina
Capítulo 15 | Nueva condición
Capítulo 16 | Nido de pájaros y el ataque de un vampiro
Capítulo 17 | Un sueño demasiado real
Capítulo 18 | Carne de res y pollo agridulce
Capítulo 19 | La dura y cruel realidad
Capítulo 20 | Clases de defensa personal
Capítulo 21 | Red Velvet
Capítulo 22 | Música, juegos y alcohol
Capítulo 23 | Hunter Cross, tu niñera de confianza
Capítulo 24 | Compartiendo información
Capítulo 25 | Primogénito no nacido
Capítulo 26 | Silencio en la biblioteca
Capítulo 27 | Nos vamos de campamento
Capítulo 28 | Primer día en el campamento
Capítulo 29 | Segundo día en el campamento
Capítulo 30 | Bad boys bring heaven to you
Capítulo 31 | Flores favoritas
Capítulo 32 | Pequeños imprevistos
Capítulo 33 | Ataques de ira
Capítulo 34 | Más y nuevos imprevistos
Capítulo 35 | Cena familiar
Capítulo 36 | El trato se termina
Capítulo 37 | No todo es color de rosa
Capítulo 38 | Buenas calificaciones y rodajas de pepinillos
Capítulo 39 | Gustos musicales
Capítulo 40 | Reunión familiar
Capítulo 41 | Fiesta de cumpleaños
Capítulo 42 | Sólo el principio
Capítulo 43 | Planes a futuro
Capítulo 44 | Cita doble
Capítulo 45 | Ropa negra y funerales
Capítulo 46 | Confesión y separación
Capítulo 47 | Una mejor versión de sí mismo
Capítulo 48 | Punto de quiebre
Capítulo 49 | Noticia inesperada
Capítulo 50 | Algo que sólo yo puedo ver
Capítulo 51 | Latidos
Capítulo 52 | Vamos a casa
Capítulo 53 | Dame una oportunidad
Capítulo 54 | Manzanas caramelizadas
Capítulo 55 | Había una vez, hace mucho, mucho tiempo
Capítulo 57 | Pérdida
Capítulo 58 | Aún no

Capítulo 56 | No puedes huir y tampoco esconderte

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By KarenMataGzz

¿Cuánto tiempo más piensas quedarte ahí? —Esa voz... ¿era la mía? Pero ¿cómo es que...?—. Venga, levántate. No tenemos todo el día —insistió, apurándome—. Tenemos que encontrar la manera de salir de aquí.

De pie a un lado de la cama, la otra Ellie miraba con una expresión de reproche.

—Es inútil —suspiré, y me arrebujé aún más entre las sábanas—. Desaparece, estoy cansada.

¿Tan rápido te has dado por vencida? —No dije nada—. ¿Qué hay de Lexie?

—Silencio, necesito dormir.

Ella también está aquí, en algún lado. Debemos hacer algo.

—¿Por qué?

Tú sabes muy bien por qué.

Resoplé y asomé la cabeza fuera de las sábanas.

—Tengo las manos destrozadas de todas las veces que he intentado abrir la puerta —le recordé—. He revisado el suelo, el techo y las paredes cientos de veces, pero no hay nada. Nada. ¿Qué más quieres que haga?

Aún hay algo que no has intentado.

—Sí, claro, no me digas.

Confía en mí, tengo un plan.

—¿Qué clase de...?

¿Con quién diablos estás hablando? —exclamó la voz de alguien real, Zoella—. No es la primera vez que te escucho hablando sola, pero sigue siendo muy extraño. Es realmente divertido ver cómo es que poco a poco vas perdiendo la cabeza.

Me incorporé y miré directamente la cámara.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí encerrada? —le pregunté.

Hoy se cumple un mes.

Se me entumecieron todos los músculos del cuerpo.

—¿Qué está pasando allá afuera? —quise saber—. ¿Aún... hay gente... buscándonos?

¿Quieres oír la verdad?

Tragué saliva con dificultad antes de asentir con la cabeza.

La investigación aún está abierta, de modo que la policía sigue buscándolas, aunque ya no con la misma intensidad de antes —explicó con infinita calma—. Hace unos días encontraron varios mensajes en la computadora de tu amiga en donde ambas se ponen de acuerdo para tomar un avión juntas a cualquier parte fuera de los Estados Unidos. Y eso no es todo. Resulta que también encontraron una carta escrita por ti en la que te despides de Hunter y le pides que no te busque.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

—Espera, ¿dices que encontraron una carta escrita por mí? —repetí, incrédula.

Así es. Una carta escrita con tu puño y letra.

—Pero eso es imposible, yo no...

Michael lo hizo posible —dijo—. Manipuló los mensajes y también escribió la carta. Es un genio.

—Hunter conoce mi letra.

Créeme, si hubieras visto esa carta, incluso tú habrías pensado que fuiste tú quien la escribió.

El corazón empezó a latirme cada vez con más fuerza.

—La carta... ¿qué decía exactamente?

Zoella suspiró.

Lo típico, ya sabes, un puñado de cursilerías que alguien como tú sin duda escribiría.

—¿Eso es todo? ¿No ponía algo más?

¿Hay algo en especial que te habría gustado que dijera? —se burló.

El bebé. Si en la carta no se mencionaba a nuestro bebé, era un hecho que Hunter no se lo iba a creer.

—¿Cómo es que conoces a Michael? —pregunté, cambiando de tema para distraerla.

Zoella chasqueó la lengua con desdén.

Lo mío con Michael no es asunto tuyo.

—¿Estás saliendo con él?

No —respondió, pero, tras una larga pausa, agregó—: Aún no.

—Sabes que él es mi medio hermano ¿verdad?

Por supuesto, se todo sobre él. Entre nosotros no hay ningún secreto.

—¿Qué harás cuando me lleve a Francia con él?

¿No es obvio? Michael me va a llevar con ustedes.

—¿Qué hay de Hunter? Pensé que estabas haciendo todo esto por él.

Se quedó en silencio durante tanto que pensé que ya no iba a responder.

Hunter ha... cambiado. Ya no es el mismo chico que solía ser.

—¿A qué te refieres?

Hubo otra larga pausa antes de que ella finalmente dijera:

Cuando nos conocimos, Hunter era alguien que buscaba pelea todo el tiempo. Su agresividad era lo que más me gustaba de él, pero ahora, gracias a ti, se ha convertido en un hombre demasiado... blando, por decirlo de algún modo. —Se echó a reír—. Tenías razón, ¿sabes? Cuando dijiste que yo sería la primear persona de quien iban a sospechar. Hunter fue a buscarme sin la presencia de los policías. Me exigió como un loco que le dijera tu paradero y, durante un breve instante, realmente pensé que iba a pegarme. —Suspiró—. Al final, su ira se disipó y él se marchó. Fue sumamente decepcionante.

Miré a la cámara con el ceño fruncido.

—¿Querías que Hunter te golpeara?

Oye, si tú juzgas mis gustos, yo juzgaré los tuyos.

—Pero él no... —sacudí la cabeza—, Hunter jamás golpearía a una mujer.

Que yo sepa, a ti casi te rompió la nariz.

—Eso fue un accidente —le aclaré entre dientes.

Si tú lo dices...

Suspiré, aparté las sábanas y me levanté de la cama. Pensando únicamente en el bienestar del bebé, me acerqué al escritorio de madera en donde se encontraba mi regular plato con pasta de camarones. A pesar de no sentir nada de apetito, me senté en una silla, retiré la tapa que mantenía caliente la comida y tomé un tenedor.

Michael me ha dicho que esa es tu comida favorita, pero nunca te he visto comer los camarones.

Me quedé quieta un instante, pensando en una excusa para responder.

—No me gustan cuando no están bien cocidos —mentí, la verdad era que no sabía si podía comer mariscos estado embarazada. Tras obligarme a comer un par de bocados, miré de nuevamente a la cámara—. ¿Cómo está?

¿Quién?

—Hunter.

Ah, pues ¿qué te digo? Se está volviendo loco. Igual que tú, supongo. Aunque, a diferencia de ti, él no habla solo.

Esbocé una sonrisa irónica.

—¿Por eso hoy estás hablando más de lo habitual? —divagué, haciendo a un lado los camarones en mi plato—. ¿Michael te pidió que conversaras más conmigo para evitar que me vuelva loca encerrada en este lugar?

Sí, algo así.

Me limpié un poco de salsa de la comisura de los labios con una servilleta.

—¿Dónde está? —pregunté.

¿Michael? —Asentí—. No lo sé, todavía no ha regresado de su viaje.

—Lleva fuera mucho tiempo —observé—. ¿Sabes qué está haciendo?

Está preparando todo para llevarnos a Francia con él.

—Mmm...

¿Qué?,

—¿Estás segura de que va a llevarte a ti también? Yo soy su hermana, su familia, pero tú...

Lo hará —exclamó, forzándose a sí misma a creer que así sería.

—No pareces muy convencida. —Picoteé una vez más la pasta, me llevé el tenedor a los labios y me obligué a masticar despacio para no acabar vomitando—. Si mis cuentas están bien, mi cumpleaños es en tres días.

Zoella dejó escapar un largo y exhausto bostezo.

¿Y? ¿Vas a querer que te despierte con un tortazo en la cara?

—Al morir, mi abuela me nombró heredera universal de toda su fortuna —continué, girando el tenedor de plástico sobre mi comida—. En tres días, cuando cumpla diecinueve, todo ese dinero será mío.

¿Cuánto es «todo ese dinero»?

—Millones de dólares.

¡No me jodas!

—Si dejas ir a...

Zoella se echó a reír, interrumpiendo mi propuesta.

No me creas tan estúpida, niña. Tratar de comprarme con dinero no te va a funcionar.

—¿Estás segura?

¿Quieres que deje ir a tu amiga a cambio de varios millones de dólares?

—Sí —respondí, sin apartar la mirada de mi plato.

Sabes, por una cantidad de dinero como esa, podrías pedirme que las deje ir a las dos.

—Pero no lo harás. Al menos, no a mí, así que...

No.

Sujeté con fuerza el tenedor que sostenía entre los dedos de mi mano izquierda.

—Por favor —susurré, pero Zoella no respondió.

Apreté los párpados e inspiré hondo mientras me decía a mí misma que no valía la pena perder de nuevo los estribos. Empecé a contar del uno al cien para calmarme, pero antes de que pudiera llegar al diez, ya había lanzado mi plato hacia un lado. La pasta manchó de salsa la pared y luego se esparció por el suelo bajo mis pies.

Venga ya, aquí vamos otra vez —se quejó Zoella—. Limpia eso ahora mismo.

—No lo haré.

¡Hazlo!

—¡No!

Joder, ¿quieres que te apague las malditas luces?

Mi cuerpo entero se estremeció. La última vez había apagado las luces durante casi dos días. O al menos, eso era más o menos el tiempo que había calculado yo. Esperaba no tener que vivir una cosa así jamás.

—Está bien —murmuré.

Me levanté de mi silla, me postré sobre mis rodillas y recogí los restos de comida.

Asegúrate de limpiar también la pared porque yo no lo voy a hacer.

Limpié las manchas de salsa en la pared con el dobladillo de la camiseta que llevaba puesta ese día. Por suerte, el juego de ropa que aparecía todos los días sobre la mesita junto a mi cama era siempre varias tallas más grande. El exceso de tela me venía bien a la hora de cubrir mi vientre que, para entonces, ya empezaba a notarse.

Cuando termines ve a darte una ducha y ponte ropa limpia —ordenó, probablemente desperezándose en su lugar desde donde me observaba todos los días a través de la cámara—. Si Michael llegara de pronto y te viera así, con quien se va a molestar va a ser conmigo y no contigo. Mierda, quizás sí que debería aceptar tus millones de dólares...

Me volví de nuevo hacia la cámara, esperanzada, pero la expresión en mi rostro la hizo reír.

Ay, eres tan ingenua que das pena.

—Zoella...

—Ve a ducharte, no me hagas repetirlo.

Suspiré, tomé la ropa limpia e hice exactamente lo que me pidió.

****

No supe exactamente qué fue lo que me despertó al día siguiente. Sólo sé que, cuando abrí los ojos, la otra Ellie estaba mirándome desde el otro lado la cama con el rostro a escasos centímetros de distancia.

A diferencia de mí, ella no respiraba.

Tenemos que salir de aquí.

Medio dormida, dejé escapar un gruñido.

—¿Cómo? —pregunté con voz ronca, frotándome la cara con las manos.

Ya te lo he dicho, tengo un plan.

—¿Y cuál es ese dichoso plan?

La cámara. Hay que deshacernos de la cámara.

Miré la esquina desde donde parpadeaba una pequeña luz roja y fruncí el ceño.

—¿Por qué?

Porque sin ella, Zoella no sabrá qué es lo que estamos haciendo aquí dentro.

—¿Y qué vamos a estar haciendo aquí dentro?

Esperar.

—¿Esperar qué?

La otra Ellie me miró como si yo fuera estúpida.

Zoella sólo entra a la habitación para dejarte ropa limpia y comida cuando te quedas profundamente dormida. Si nos deshacemos de la cámara, esa mujer ya no tendrá manera de saber cuándo estás o no despierta. Entonces, lo único que deberemos hacer es esperar a que abra la puerta y, una vez que eso suceda, nos lanzaremos al ataque sobre ella.

—¿Y si nos apaga las luces? —susurré, estremeciéndome ante la idea.

No lo hará. Y si lo hace, será una desventaja para ella, no para nosotras.

—Pero...

Confía en mí.

Me toqué el vientre por debajo de las sábanas para que la cámara no me captara.

—Está bien —suspiré luego de varios minutos—. Hagamos lo que dices.

*****

Llevar a cabo nuestro plan fue más complicado de lo que habíamos imaginado. Después de subirme a la silla en el que comía todos los días, me di cuenta de que ni estirando los brazos ni poniéndome de puntillas lograba tocar la cámara con los dedos. Al final, me vi obligada a arrastrar el escritorio para colocar encima la silla.

¿Tienes esa cosa contigo?

—Sí, aquí la tengo.

No te vayas a caer, agárrate bien de la pared.

—Eso hago. —Tragué saliva—. ¿Ahora qué?

Ahora deshazte de la cámara.

Inspiré hondo, me aferré a lo que quedaba de la base de la lámpara y comencé a aporrear la cámara desde la cuál Zoella me vigilaba. Lo extraño era que, hasta ese momento, ella no se había manifestado. ¿Qué podría estar haciendo para no verme destrozando la cámara? ¿Será que la habíamos atrapado en sus horas de descanso?

Concéntrate, no te distraigas.

Y eso hice. Volví a concentrarme en mi objetivo sin pensar en nada más. Golpeé la cámara por más de treinta minutos continuos hasta que, tras muchísimo esfuerzo, conseguí desprenderla de una vez del techo. Con el corazón latiéndome eufórico en el pecho, arranqué uno a uno los cables que la mantenían conectada.

—¡Lo hiciste! —celebró la otra Ellie—. Ahora sólo...

Antes de que terminara de hablar, las luces se apagaron y me dejaron sumida en la oscuridad. El miedo hizo que se me cerrara la garganta. El estómago me dio un vuelco espantoso y enseguida me asaltaron las náuseas.

Tranquila, no entres en pánico.

—Pero las luces...

Aún estás arriba —me recordó—. Respira, baja despacio y ten mucho cuidado.

—No puedo —mascullé, al borde de las lágrimas.

Sí puedes. Yo sé que puedes.

Me tomó varios minutos armarme de valor para hacer lo que ella me pedía. Respiré profundamente y, uno tras otro, bajé despacio los pies, asegurándome de tener todo el cuidado posible. Una vez hube tocado el suelo, solté el aire que había estado reteniendo en mis pulmones y me deambulé a ciegas hasta dar con la puerta.

Sabía que lo conseguirías.

—¿Qué hacemos ahora? —le pregunté, tenía el pulso aceleradísimo.

Esperar.

Suspiré al oír su respuesta.

—¿De verdad crees que ella vendrá?

Lo hará, ya lo verás.

—Está bien —susurré, se me habían erizado los vellos de los brazos.

No tengas miedo.

—No lo tengo —mentí, y eso la hizo reír.

Levanté las manos para mirarme los dedos, pero la oscuridad era tan espesa y profunda que no podía distinguir el contorno de estos. La falta de iluminación no tardó en envolverme en un manto claustrofóbico. Aislada en un mundo donde el tiempo parecía haberse detenido, cada segundo se estiraba como una eternidad.

Mi corazón comenzó a latir con más fuerza cuando un ruido apenas perceptible rompió aquella burbuja de silencio. Mis sentidos se agudizaron inmediatamente mientras un escalofrío me bajaba por la espalda.

—Allí viene, prepárate.

Escuché el inconfundible sonido de una cerradura al desbloquearse. Escondida detrás de la puerta, me preparé para saltarle encima a Zoella. En cuanto la luz del exterior iluminó la habitación y una sombra se coló, me lancé sobre ella sin pensarlo. Le rodeé el cuello con los brazos y usé todo mi peso para que, de alguna manera, eso le hiciera perder el equilibrio. El forcejeo tomó un giro inesperado cuando la diferencia de fuerza y altura me hizo darme cuenta de que la persona a la que estaba tratando de derribar no era quien yo esperaba que fuera.

El desconocido contrarrestó mi agarre y me estampó bruscamente contra la puerta.

—No debiste cargarte la cámara, Ellie.

—Josh —jadeé sin aliento, haciendo una mueca de dolor.

—Era lo único que te mantenía a salvo de mí.

—¿De qué estás...?

Inmovilizada entre su cuerpo y la pared, Josh hundió la cabeza en mi cuello y me besó. Mi estómago se retorció mientras luchaba por apartarlo, pero sus manos se aferraban a mis brazos como dos poderosos grilletes.

—¡No, suéltame! ¡No me toques!

Un montón de emociones se entremezclaron en mi pecho: miedo, confusión, ira y vulnerabilidad. La cercanía de su cuerpo y el toque de sus labios en mi cuello me dieron ganas de vomitar. En medio del forcejeo, mi mente se nubló tratando de encontrar una salida a esa situación. En un arrebato de desesperación, levanté una rodilla y le asesté con furia un fuerte golpe en la entrepierna. Un grito desgarrador hizo eco en todo el lugar.

Aproveché que su agarre sobre mí se debilitó para arrastrarme fuera de su alcance y echar a correr. Era la primera vez que salía de la habitación en la que había estado encerrada durante más de un mes. El desconocido pasillo que se extendía frente a mí parecía interminable. Las descarapeladas paredes estaban pintadas de un blanco desgastado y las luces parpadeaban irregularmente, dándole una atmósfera aún más inquietante. El suelo de baldosas estaba cubierto de polvo y rastros de humedad, dándole una sensación de abandono. El silencio era abrumador, sólo interrumpido por el eco de mis propios pasos mientras corría por el pasillo sin un rumbo fijo.

Una vez alcancé el final del pasillo, reparé en que este se torcía hacia la derecha, donde se dividía en tres caminos. Uno de ellos continuaba todo recto mientras que a los lados uno conducía a la izquierda y el otro a la derecha. Antes de elegir el que yo supuse, era el camino principal, eché un vistazo por encima de mi hombro para cerciorarme de que Josh no estuviera pisándome los talones. Tras comprobar que no era así, me adentré en el de la izquierda, que estaba repleto de puertas a ambos lados, todas deterioradas y en aparente abandono.

Revísalas todas, Lexie podría estar en cualquiera de ellas.

Avancé con cautela, mis pasos resonando en el suelo de baldosas. Investigué las puertas una a una, llamando a Lexie en voz baja en caso de que ella pudiera estar escuchándome. Sin embargo, cada puerta cerrada aumentaba mi desesperación por encontrarla, además del miedo a no encontrarla jamás. No obstante, no iba a darme por vencida. A Lexie la habían secuestrado por mi culpa, de modo que irme sin ella no era una opción.

—¡Ellie, espera! ¿Dónde estás? —Mis pasos se detuvieron en seco cuando escuché la voz de Josh muy a lo lejos—. ¡Sólo estaba bromeando, no iba a hacerte nada! Vamos, ven conmigo. Te ayudaré a salir de aquí.

No lo escuches, sigue buscando a Lexie.

Ignorando sus llamados, me apuré en revisar las puertas que aún me quedaban por investigar. Mientras trataba de abrir una de las muchas que se encontraban cerradas, escuché un suave susurro que parecía venir desde la puerta de al lado. Me quedé inmóvil. El susurro se repitió; era un sonido que apenas llegaba a mis oídos. Me acerqué a la otra puerta, con los latidos de mi corazón retumbándome con fuerza en el pecho.

—¿Lexie?

El susurro cesó un momento, pero enseguida volvió a oírse.

Era una voz femenina, débil pero audible.

—Estoy aquí...

Casi pegué el rostro a la puerta.

—Voy a sacarte de ahí —exclamé, aliviada tras haber dado con ella.

Agarré el pomo oxidado y lo giré. Nada. A pesar de no estar en muy buenas condiciones, la cerradura funcionaba y alguien le había echado llave. Miré a todas partes, odiándome por no haber llevado conmigo la base de la lámpara. La había dejado caer cuando apagaron las luces, después de que hubiese destrozado la cámara.

—¿Estás bien? —me preguntó Lexie a través de la puerta.

Se me saltaron las lágrimas al percatarme de lo débil que se escuchaba su voz.

—Sí —respondí—. ¿Y tú?

—Estoy bien.

Zarandeé la puerta.

—Te sacaré de aquí, lo prometo.

—Tal vez deberías...

—No, no pienso irme sin ti.

Seguí tirando del pomo en un intento por abrir la puerta, pero al cabo de unos minutos escuché los pasos de alguien acercándose. Al volverme, mi corazón dio un vuelco. Josh estaba parado en la entrada del pasillo.

—Te encontré.

—No te acerques —espeté.

—¿Quién es? ¿Es Josh? —Se alarmó repentinamente Lexie—. Ellie, no, por favor, corre.

—No, ya te lo dije, no pienso irme sin ti.

—No seas estúpida, tienes que...

No pude oír el resto de sus palabras. Josh se lanzó hacía mí con un movimiento tan rápido que por poco no lo vi venir. Por suerte, las clases de defensa personal que Hunter solía darme hasta no hace mucho me habían vuelto más rápida. O eso creía yo. Me aparté de su trayectoria justo antes de que me embistiera con su cuerpo como a un jugador de americano en un partido de fútbol, y eché a correr a toda prisa por donde él había llegado.

—Veo que tienes ganas de jugar —masculló riendo a mis espaldas.

Si bien antes había tardado en encontrarme debido al golpe que yo le había dado en los testículos, ahora que su dolor había disminuido, alcanzarme en una carrera le tomó a lo mucho cinco segundos. Dejé escapar un alarido cuando Josh me agarró por el pelo y tiró de mí hacia atrás, arrojándome al suelo con demasiada facilidad.

—La próxima vez no pierdas el tiempo buscando a tu amiga —escupió.

Rodé sobre mi costado izquierdo, retorciéndome de dolor. Cerré los ojos y apoyé la frente sobre las frías baldosas del suelo, llenando y vaciando mis pulmones con una enorme cantidad de aire.

—Levántate si no quieres que te arrastre hasta tu habitación.

De algún modo, me las arreglé para ponerme de pie por mi propia cuenta, y entre tambaleos a la habitación regresé de la que había conseguido escapar hace un par de unos minutos. Al llegar, Josh me dio una patada detrás de las rodillas que me hizo caer de bruces. Fue algo tan repentino que ni siquiera tuve tiempo de reaccionar. Me aplastó duramente contra el suelo, se subió encima de mí y me inmovilizó los brazos por encima de la cabeza.

—Suéltame ahora o... o...

—¿O qué? ¿Qué harás? ¿Hmm?

Dos lágrimas calientes se deslizaron lentamente por mis sienes.

—Por favor, Josh, por favor, no hagas esto.

Sus ojos entrecerrados despedían destellos de odio.

—¿Por qué no iba a hacerlo? —preguntó, la sonrisa en los labios era retorcida. Hundió la cara una vez más en mi cuello e inspiró hondo—. ¿Sabes durante cuánto tiempo he deseado que llegara este momento?

—Te conozco, no eres esta clase de persona —murmuré.

—En realidad, lo que conoces de mí no es más que...

—¿Qué estás haciendo? —exclamó de pronto una voz desde la puerta.

Josh se tensó y, sin soltarme, se volvió hacia atrás.

—Joder, qué puto susto me diste.

Zoella puso los ojos en blanco.

—La cámara tiene visión nocturna, de nada te servirá que apagues las luces.

—Ya no hay cámara —le informó Josh—. Esta idiota se la cargó.

—¿Qué? —Zoella se echó a reír—. Mierda, ¿hablas en serio?

Me quedé helada, con un enorme nudo atorado en la garganta.

Jamás debí haber destrozado la cámara.

—¿Te vas a quedar ahí mirando o me vas a ayudar?

—¿Y en qué diablos se supone que te voy a ayudar?

—En sostenerla, para evitar que se mueva.

—No —me apresuré a decir—. Zoella, por favor, no dejes que...

—Bien —me interrumpió, y se colocó detrás para sujetarme los brazos—. Lo que sea que vayas a hacer, asegúrate de hacerlo rápido. Ah, y si en algún momento Michael se entera, le diré que yo no tuve nada que ver.

—¡No! —grité, retorciendo mi cuerpo de un lado a otro.

Josh acercó su rostro al mío, el olor de su aliento casi me provocó una arcada.

—Descuida, seré bueno, muy bueno.

Cierra los ojos.

—Por favor, por favor... —susurré entre lágrimas, rogando por que alguien me escuchara.

Es mi culpa, fue mi idea, así que yo... asumiré las consecuencias.

Parpadeé varias veces, viéndome a mí misma contemplarme con tristeza.

Tú sólo...

Hice una mueca.

—... cierra bien los ojos.

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