LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)

By JamesA_L

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Esa bestia había terminado con todo lo que la niña quería, había destrozado y acabado con su inocencia y se h... More

DEDICATORIA
SINOPSIS
EPÍRAFE
ACLARACIONES
MAPA DE TIERRAS SANTAS
EL CUENTO DEL SOL QUE NUNCA SE CONTÓ
CAPÍTULO UNO: HABÍA UNA VEZ
CAPÍTULO DOS: CAPERUCITA ROJA
CAPÍTULO TRES: ¡LARGA VIDA PARA EL LIDER!
CAPÍTULO CUATRO: UN PASADO ROJO, UN PRESENTE FRÍO
CAPÍTULO CINCO: UN GRITO A LA LUNA
CAPÍTULO SEIS: LAS GARRAS DE UN LIDER
CAPÍTULO SIETE: UNA CAZADORA OLVIDADA
CAPÍTULO OCHO: LO QUE EL VIENTO CALLA
CAPÍTULO NUEVE: QUIEN TIENE MIEDO
CAPÍTULO DIEZ: ALIANZA
DATOS IMPORTANTES:
CAPÍTULO ONCE: SOY HIJA DE GARIOT
CAPÍTULO DOCE: RUMPELSTILSKIN Y CAPERUCITA ROJA
CAPÍTULO TRECE: LA CORTE Y LOS REYES
CAPÍTULO CATORCE: LOS SENTIMIENTOS DE MIREIA
CAPÍTULO QUINCE: EL EJERCITO
CAPÍTULO DIECISÉIS: POR MI MANADA
CAPÍTULO DIECISIETE: VERDADES QUE MATAN
CAPÍTULO DIECIOCHO: LOS OJOS DEL LOBO
CAPÍTULO DIECINUEVE: LOS SECRETOS DE LA DIOSA
CAPÍTULO VEINTE: LOS SECRETOS DE LA DIOSA II
CAPÍTULO VEINTIUNO: REGLAS ROTAS
CAPÍTULO VEINTIDÓS: OLOR A MUERTE
Personajes I
Personajes II
CAPITULO VEINTITRÉS: EL VIAJERO I
CAPÍTULO VEINTICINCO: EL PODEROSO REY
SEGUNDO BOOKTRAILER Y FINAL
CAPÍTULO VEINTISÉIS: LA VERDAD DE CAPERUCITA
CAPÍTULO VEINTISIETE: REINOS UNIDOS
CAPÍTULO VEINTIOCHO: EL REY DE HIERRO
CAPÍTULO VEINTINUEVE: SUEÑOS Y TRAICIONES
CAPÍTULO TREINTA: LA HISTORIA QUE NO FUE CONTADA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO: LAS RAZAS UNIDAS.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS: ¿QUÉ HAS HECHO?
CAPÍTULO TREINTA Y TRES: LA BATALLA HA COMENZADO
Grupo de facebook: Caperucitas rojas.
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO: URSURPADOR DE TRONO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO: LOS MUERTOS NO REGRESAN
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS: LA HISTORIA DE MAILES
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE: LA HISTORIA DE MAILES II
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO: EL FAVOR DE RUMPEL
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE: ¿DÓNDE ESTÁ CAPERUCITA?
CAPÍTULO CUARENTA: LAIRS
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO: LA BESTIA QUE SIEMPRE FUE
Nota del autor: Vamos a compartir la novela
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS: EL FUEGO FRÍO
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES: EL REY Y CAPERUCITA
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO: LA CORDURA DE GARIOT
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO: LOS PRIMEROS EN PARTIR
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS: EL MONTE DE LOS DIOSES
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE: ¿QUIÉN ES EL MALO?
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO: LAS MANOS DE LA MUERTE
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE: LA CAPERUCITA ROJA
CAPÍTULO CINCUENTA: EL GRAN LOBO
CAPITULO CINCUENTA Y UNO: EL VERDADERO ENEMIGO
CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS: LA PAZ ENTRE LOS DEDOS
CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES: CIELO ARDIENTE
CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO: FESTEJOS
EPILOGO
NIEVES Y EL LÉON

CAPÍTULO VEINTICUATRO: EL REY Y EL VIAJERO

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By JamesA_L


Elihan sujetó la copa de cristal la cual estaba llena por vino, el mejor, hecho por el mejor. Ocultó su cabello en su capa y volvió su mirada al paraíso, porque eso era el campo que se abría ante sus ojos y muy lejos de ahí se encontraban sus tierras. Como las extrañaba allá, su gente, todo. Pero sabía muy que lo que hacía estaba bien, solo él podría encontrar al culpable.

Centauri estaba a un metro suyo, sonriendo como siempre y coqueteando con las hembras que estaban cercas, estás envueltas por su poder de seducción, su fuerza y su atractivo salvaje. Era increíble que él y Fuego fueran hermanos, eran tan diferentes y no solo hablaba de la apariencia física. No lograba comprender porque parecía tan tranquilo, él y apenas y había podido dormir, esa misma mañana saldría en busca de aquel poseedor de aquella magia que podría matarlos. Necesitaba capturarlo, necesitaba tenerlo en sus garras y hacerlo pagar por las almas inocentes.

—Pareciera que no le importa nada —comentó una voz suave a su espalda, se giró y una sonrisa tiró de sus labios al ver a la hembra de pie, con una sonrisa en los labios y vistiendo justo para tentar a cualquier macho. Sus ojos verdes se posaron en él y luego en la copa a media tomar y chasqueó la lengua—. Dioniso estaría muy molesto.

—No es mi Dios, no le debo respeto —murmuró mordaz y la hembra soltó una risa que hizo que su atención nuevamente volara hacia la joven. Era hermosa. Era sensual y casi estaba seguro que terminaría lanzándose a sus brazos y haciéndola suya. ¿Pero qué le sucedía? Habían pasado siglos desde que había deseado a una mujer con esa locura. Nuevamente miró la copa de vino a medio tomar y la dejó en la mesa de cristal y pidió agua de inmediato—. ¿Pero qué tiene ese vino?

—Es el Dios del éxtasis, Elihan —la joven murmuró viendo también el paraíso que tenía ante sus ojos—. Hace poco se terminó mi tiempo con la Diosa, y me dio a escoger entre seguir protegiendo estas tierras o ser libre.

— ¿Qué has decidido?

—Mi libertad. Mi gente. Mi familia —contestó con voz dura. La salvaje niña ya no existía, ahora era una mujer fuerte e inteligente, estaba segura que los hermanos de Hierro la recibirían con los brazos abiertos. Era especial—. Voy acompañarte en tu camino y luego seguiré el mío.

—No volveré al reino.

— ¿Cómo? —Elihan con cuidado envolvió sus dedos alrededor de la muñeca de la joven y ambos salieron del reino, alejándose lo que más podían de aquellas tierras, nadie podía escuchar lo que le diría.

El sanador movió sus dedos con suavidad y se acercó a una de las fogatas que habían, tomó el fuego en sus manos como si no pudiera hacerle nada y después lo aplastó con ambas manos, la joven observó sus manos y luego vio como las abría y ante ella quedaba una pequeña esfera brillante y ahí se reflejaron a los tres reyes, a los hijos de Apolo. Los vio discutir y luego dar órdenes.

—Elihan está siendo buscado, él rompió las reglas y también desobedeció mi mandato —siseó Avah, sus ojos oscurecidos por el poder y la rabia. Kal a su lado no dijo nada, se mantuvo serio—. Él tendrá el peor castigo de todos y luego seguiremos con la princesa Geiat.

—Los de Hierro no van a permitirlo —expuso Kal y sus hermanos lo miraron sorprendidos.

—Veamos que pueden hacer ellos mientras Geiat de Hierro es juzgada, no puede hacer mucho considerando el estado del rey.

El fulgor se hizo nada en las manos de Elihan y Eireny retrocedió lanzando una mirada hacia los guardias que hablaban animadamente, al parecer aun los Dioses no tenían entendido lo que sus hijos habían ordenado, lo mejor era que el sanador empezara a partir de ahí o lo capturarían. La hermana de Fuego sujetó su mano y lo miró a los ojos.

—Debes irte ya, voy a seguirte en unos minutos. Parte ya, y si alguien pregunta le diremos que no te hemos visto, anda antes de que te capturen —la joven dejó caer sus manos en las del amigo de su hermano, el sanador asintió colocándose su capa y empezando a bajar las escaleras sin que se dieran cuenta, y es que la multitud de hembras y machos alrededor lograron que la fuga fuera más fácil. La hembra subió los peldaños y entró al reino buscando con la mirada a su hermano, para después dirigirse a sus aposentos.

La hembra se quitó el vestido rojo que llevaba y rápidamente se puso su ropa que usaba mayormente para entrenar. Amarró las botas de piel que llegaban hasta sus rodillas y encima se colocó su capa negra que la abrigaría del frío. Tomó su arco y se la puso en la espalda y por último la espada que con cuidado la puso en la vaina negra. Como guerreras de la Diosa, muy poco utilizaba su poder, en cambio los habían entrenado con arco y espada. Esos fueron sus primeros juguetes y ahora sus cómplices en batalla.

La hembra ató su cabello alejando cualquiera mecha que la molestara y luego guardó algunas mudas de ropas y las metió en la bolsa de tela. Salió de sus aposentos dando una rápida mirada al lugar que la había acogido desde que era una niña, y sin volver a mirar salió en dirección a la Diosa. Muchos machos y hembras que pertenecían a la corte, los guardianes y las guerreras se sorprendieron al verla vestida así y más de uno se detuvo a preguntar, pero no respondió. La hembra mantuvo su semblante serio y se detuvo a unos metros de la Diosa, se inclinó y mantuvo la rodilla pegada al brillante suelo esperando que Artemisa le diera la orden para hablar.

—Mi señora.

— ¿Eireny? —la Diosa hizo señales para que todos guardaran silencio y la guardiana apretó los labios sintiéndose cohibida. ¡Ella! La hembra que no conocía la timidez y era conocida por ser salvaje y romper las reglas.

—Mi señora, vengo a despedirme —se puso de pie con lentitud y la miró, la Diosa también se había puesto de pie y la estaba mirando fijamente esperando que fuera una broma. Le había dicho que podía irse, o muy bien se podía quedar, pero no creía que ella escogería ser nadie entre sus hijos, a no estar ahí, siendo alguien, siendo su guardiana y guerrera—. Es hora de volver con mi gente, con mi hermano.

— ¿Eireny? —Centauri la miró herido, molesto por la respuesta de su hermana. ¿Se iba? ¿Con fuego? ¡Pero él los había abandonado!—. Pero, ¿Qué dices?

—Los de Hierro me necesitan y debo ir —explicó con el rostro inexpresivo aunque por dentro se sentía angustiada. Apenas y conocía a los de Hierro, sus nombres y sus coronas, pero su atención siempre había estado en uno de ellos. No entendía porque quería ir allá y protegerlos, pero solo tal vez, quería esa emoción y ser parte de algo, aunque le dolería dejar a su hermano, pero era hora de avanzar, y esta oportunidad había llegado y no podía dejarla ir—. Mairu es una de los mejores guardianes y está capacitada para protegerla. La he entrenado yo, y aparte es mi segunda, ella podrá ocupar muy bien mi lugar.

— ¿Estás segura?

—Si mi señora.

—Muy bien Eireny, entonces vete, no te retengo más —aunque su voz fue ruda, la hembra pudo ver en sus ojos el rastro de preocupación, miedo y tristeza. La quería como una hija, tanto como ella a la Diosa, pero debía avanzar. Hace muchos años había estado investigando su origen pero lo había dejado atrás, ahora que podría irse, tendría el tiempo y la fuente para saber quiénes eran sus progenitores—. Que la verdad de acompañe Eireny, hija de nadie.

La hembra asintió y con una última inclinación se giró con dirección a la salida, apretó sus puños y apresuró sus pasos al escuchar los gritos de su hermano, unos gritos demandantes y furiosos. Apretó los labios y bajó de dos en dos los peldaños de las escaleras y cuando llegó con su caballo, su hermano la hizo girar sosteniéndola con fuerza del brazo. Sus ojos negros la observaron con firmeza y aquella cicatriz en su rostro hizo que en ese momento se sintiera pequeña y temerosa. Centauri movió la nariz recogiendo el aroma a miedo, un olor dulzón que lo hizo ronronear.

—¿Qué has dicho allá adentró? —la joven lo empujó y se alejó unos pasos, manteniendo su distancia sabiendo que si se acercaba otra vez ella lo atacaría—. Habla Reny.

—Centauri debo ir, así que no te metas —siseó molesta y lo empujó, se giró y trató de subir al caballo pero nuevamente su hermano tiró de ella y la miró molestó, incluso le gruñó y para no enfurecerlo aún más, bajó la cabeza, esperando que su hermano se calmara—. Tengo mucho que encontrar y esta es la oportunidad. Deja que me vaya, debes entenderme.

— ¿Quieres ir con él? ¿Con el gran hermano que nos dejó aquí?

— ¿Y hemos sido infelices? ¿Nos han maltratado? —Inquirió con los puños apretados, levantando esta vez la mirada para ver el rostro frío de su hermano—. Él tomó la mejor decisión. Somos conocidos por nuestros nombres y no por lo que él ha hecho. No me voy para estar con él, me voy para rendirle protección a mi rey, a sus hermanos y encontrarme.

—Hemos estado siempre juntos, y la sola idea de que te vayas me enferma —confesó envolviendo su mano alrededor de la delgada cintura de la joven para atraerla hacia su pecho y abrazarla. Enterró su rostro en su cabello y la joven cerró los ojos—. Hemos estado juntos..., esto no será fácil.

—Tú también puedes venir conmigo.

—No es mi destino y mucho menos mi sueño. Estoy feliz donde estoy y lo que hago —con cuidado se sacó el collar con una pequeña piedra, le indicó a su hermana que se girara y se la colocó, para después dejar un beso en la coronilla de su cabeza—. Solo llámame y estaré para ti. Voy a protegerte siempre.

—Que los Dioses cuiden nuestros caminos.

—Que los Dioses cuiden nuestros caminos —repitió y con dulzura besó su frente, acarició su cabello con cuidado y le sonrió, y su rostro se deformó de una manera única y preciosa—. Vamos, Elihan te espera.

Él mismo la ayudó a subir al caballo y la vio partir, mirando siempre hacia atrás. Su hermana era muy fuerte, inteligente y sabría defenderse, pero al tenerla también lejos, se preguntó si había tomado la decisión correcta, el quedarse ahí, tal vez hubiera sido bueno seguirla, pero luego comprendió que su destino estaba lejos de una manada. Él amaba lo que hacía y amaba proteger a los Dioses. No más. Por ahora tendría que vivir con la ausencia de otro hermano. De otro hijo de nadie.

(***)

—La fiebre ha bajado, su cuerpo mantiene la calentura normal —Geiat cambió los paños por unos más fríos. Acarició el cabello húmedo de su hermano lo echó hacia atrás para que no lo molestara. Estaba delgado, pálido y con grandes ojeras bajo esos preciosos ojos. Habían pasado ya semanas desde que él estaba postrado en una cama y no despertaba. ¿Qué podría retenerlo tanto? Sus heridas estaban curando muy bien incluso con la magia de la mujer del líder pantera. Todo estaba bien, pero él aún seguía atado en la cama, rehusándose a levantarse y causando el dolor en sus hermanos.

La muchacha apretó los labios y se alejó de la cama saliendo de la habitación para poder comer algo, bajó las escaleras y recogió un poco su vestido ya que este se arrastraba, cuando llegó al salón sus hermanos e invitados estaban cenando, al ver rápidamente se pusieron de pie, la joven lanzó una rápida mirada y sus ojos se encontraron con Sigurd y luego con Cabiriet, la curiosa de su reino y su hembra, como decían algunos machos.

Gorius se puso de pie y con cuidado se acercó, tomando sus manos y dejando un beso ahí. Ambos se sonrieron y la guio hasta su lugar. Goliat besó con dulzura su frente, tanto como Fuego y Mireia la saludan con media sonrisa en los labios. Levanta la mirada encontrándose con los ojos cambiantes de Blazz, él sostiene la copa con licor y la levanta, saludándole y regalándole una sonrisa. Una muy bonita.

Los reyes se habían ido días después de la llegada de su hermano, y era mejor así. Estar con ellos en sus propias tierras era sofocante, nadie podía moverse como quisiera. La joven hembra pensó que tanto el líder de los osos y de las panteras se irían, pero seguían ahí y no comprendía. Aun se sentía nerviosa entre la presencia de ambos, cautivada por aquel gran oso y confundida por la pantera, que constantemente la seguía y trataba de hablar con ella. De joven había soñado con tener una vida como esposa de alguno de ellos, aunque sus pensamientos siempre caían en Sigurd, pero cuando creció, cuando sus padres se fueron y sus hermanos murieron, fue ella quien tuvo que madurar de golpe y hacerse a la idea de que ningún príncipe la vendría a rescatar, porque ella misma era la heroína de su historia. Ella misma vencía al dragón.

Después de la cena los machos hablaban y todos mantuvieron el tema de Gorkan alejado y le molestó. Era su rey, pero comprendió que ya todos estaban demasiados angustiados con aquel tema. Vio a su tío Herios hablar con aquella hembra, la curiosa que tenía la atención de todos los machos e incluso la de sus hermanos. Le molestaba. Le enfurecía eso. Pero quiso olvidarse y alejar los celos y se concentró en su sobrino que reía entre sus brazos, tan hermoso y bello como Gokan.

Sus ojos rasgados brillaban con intensidad cuando ella le regalaba una sonrisa, su cabello lacio negro estaba recogido en una pequeña colita para que no lo molestara. Era precioso, un cachorro hermoso que los tenía babeando. La princesa con cuidado lo sentó en el suelo y éste miró alrededor para después colocarse sobre sus rodillas y empezar a gatear, pero caía rápidamente, gruñó y levantó la mirada al ver a sus tíos reír a carcajadas a unos metros. Se movió tanto como pudo ante las miradas de su madre y tía, enamoradas del pequeño, pero cuando iba a bajar, Fuego lo tomó en sus brazos riendo. Casi y se cae. Mireia le agradeció y éste negó, sin soltarlo.

Incluso a Fuego había capturado, solía decir que así sostenía a sus hermanitos, niños que no sabía que existían y tampoco donde estaban exactamente, pero era todo lo que se le podía sacar a un tipo como él. Alguien que tiene la boca cocida y si la abría, el infierno dejaría salir a sus peores demonios.

Geiat lo sostuvo en sus brazos otra vez, rozando su nariz con la pequeñita de él. Le traía calma, le traía esperanza. Tanto como Blazz y Sigurd no pudieron evitar mirarla, una hembra preciosa y que en sus brazos llevaba a su sobrino, y tampoco pudieron evitarla imaginarla preñada de ellos, teniendo a su cachorro, ante aquellos ambos ronronearon y todo quedó en silencio. Blazz aclaró su garganta pasando sus manos por su cabello y disimulando lo que su cuerpo había causado. Sigurd se excusó y terminó saliendo de ahí, incomodo.

—¿Cómo sigue Gorkan? —Fuego caminó hasta ellos y Gorius soltó el aire que no sabía que contenía.

—La fiebre sube y baja, pero yo no veo mejora —esta vez sus ojos fueron hacia su pequeña hermana que sostenía a su sobrino—. Él no parece querer despertar. No lo entiendo.

—Le hicieron mucho daño, ninguna criatura merece lo que él sufrió —Fuego siseó y apretó los puños. Goliat gruñó mostrando los colmillos y Blazz comprendió el dolor de ellos, él nunca fue gran amigo de los de Hierro y mucho menos de Gorkan, pero ahora diferente. Los apoyaría, porque su corazón había sido robado por la princesa, su princesa.

—Está muy delgado, agregando que su piel está demasiado pálida —señaló Galiat con la voz dura, fría y sin ánimos.

—Solo queda esperar, cada que he querido comunicarme con él mediante el sueño..., él me empuja, me rechaza —explicó la curiosa del reino de los panteras—. Es muy poderoso, demasiado.

La joven mostró los moretones en su cuerpo, y más de uno miro su piel expuesta, pero después se dieron cuenta de las marcas. Goliat frunció el ceño en dirección a Gorius, buscando respuestas.

— ¿A qué te refieres? —el líder león la miró esperando que hablara, la joven tartamudeó y cuando Sigurd volvió le dio más seguridad y pudo hablar.

—Su mente está cerrada, como si él mismo haya puesto un hechizo que expulse a cualquiera que intente meterse ahí —explicó con cautela—. La primera vez todo estaba oscuro y luego él salió de la nada y me expulso, su voz era demasiado animal...., no escuchaba palabras. Y desde entonces es así, una lucha y yo terminó mal.

—En nuestra familia no hay curiosos, nadie ¿Verdad tío? —Herios negó tratando de recordar, Goliat miró a Gorius para que hablara ya que él conocía la historia de los leones—. ¿Gorius?

—No, mi abuelo lo hubiera dicho y con vergüenza —explicó con dureza—. No hay ningún curioso, y es casi imposible. Al mezclarse las razas de nuestros padres, todo eso hubiera acabado.

—Entonces no encuentro respuesta ante eso —finalizó el tema. Todos después se despidieron cada uno con temas que hacer, Gorius pidió a los reyes que lo siguieran al igual que Goliat.

Fuego había ido en busca de algunos guerreros, mientras las hembras se quedaron en el salón junto con Herios. El pequeño cachorro parecía con ganas de seguir riendo y jugando, haciéndole más complicada la vida a su madre que se sentía agotada, no podía seguir su rumbo, y es que por eso estaban los machos, ellos trataban de desgastar la energía de sus hijos. Geiat tomó en sus brazos a su sobrino y le entregó una pelota pequeña y aguada, Basil rápidamente se la metió a la boca, mordiendo tratando de que sus colmillos no le picaran y tampoco lastimara sus pequeños labios. Pasó sus dedos por su boquita y minutos después salió sus hermanos con los otros diciendo que volverían pronto.

La curiosa que acompañaba a Sigurd se excusó y no la volvieron a ver.

—Geiat deberías descasar hija, apenas y has dormido —Herios dejó el libro aun lado y miró a su sobrina que bostezaba y tallaba sus ojos. Su pequeña princesa—. Daré la orden para que lleven agua caliente a tu habitación y puedas bañarte y luego dormir. Nosotros cuidaremos a Gorkan.

—Pero tío...

—Pero nada cariño —se puso de pie y se perdió en el pasillo. La joven esbozó una sonrisa y luego miró a su cuñada que reía pasando sus dedos por el cabello de su Basil—. Estará muy feliz de verlos cuando despierte.

— ¿Tú crees?

—Los ama, estoy segura —ese cachorrito era la esperanza de todos, él traería nuevamente a su hermano Gorkan.

Estuvieron hablando, riendo y viendo a Gorkan gruñirle a las aves que se detenían en las ventanas a silbar, éste se erguía y mostraba aquello pequeños colmillos. Todo estaba bien hasta que las puertas del reino fueron abiertas con fuerza, la joven se puso de pie de inmediato tratando de proteger a su sobrino, al igual que Mireia. La joven sostuvo uno de los cuchillos que estaba cerca y esperó a que cruzaron el salón.

Su sorpresa fue mayor cuando ingresaron guerreros de los reyes, guardianes feroces que la miraban a ella. Trató de hablar pero un tigre se lanzó hacia a ella, la joven fue rápida y lo empujó con sus piernas, mostrándole los colmillos pero este era rápido y fuerte, le ganaría. A los segundos se vio rodeada por varios guardianes y guerreros, todos apuntándole mientras que otros sostenían a Mireia y Basil el cual lloraba al ver a su tía en esa situación.

—Geiat de Hierro, usted ha roto las reglas y ha desobedecido a los reyes —siseó uno de ellos, su voz fue ronca, seca y escalofriante—. Será llevada al reino y será juzgada por su falta. No ponga resistencia o la atacaremos.

— ¡Suéltenme! ¡Yo no he hecho nada! —gritó la joven desesperada al sentir el agarre de unos en sus brazos, incluso sus garras apretándola y lastimándose. Gimoteó y trató de soltarse pero fue imposible. Ellos no la soltarían. Sus ojos rápidamente se llenaron de lágrimas mientras la sacaban y volvió a gritar—. ¡Suéltenme! ¡Yo no he hecho nada!

Herios al escuchar los gritos salió corriendo, mostrando los colmillos pero dos panteras lo empujaron con fuerza, reteniéndolo, y aunque luchó. No pudo ganarles. Los otros guardianes la sacaron del reino, entre gritos y llantos. La muchacha buscaba desesperadamente a sus hermanos hasta que un gruñido feroz se escuchó en la entrada. Las aves empezaron a volar lejos y los machos y hembras empezaron a salir de sus casas desesperados por aquel grito.

Ella levantó la mirada y su sorpresa fue grande al ver a Gorkan ahí, con las manos en el suelo, el cabello cubriendo parte de su rostro y mostrando unos grandes colmillos. Su cuerpo incluso parecía más grande y más aterrador. Las cicatriz en su cuerpo heló el cuerpo de muchos de ahí y la joven pudo oler su miedo, mucho miedo y asqueada trató de tapar su nariz. A lo lejos escuchó a Gorius y a los demás, pero se detuvieron al ver a Gorkan.

— ¡Soy el rey de Hierro! —exclamó con la voz gélida. Lentamente levantó la mirada mostrando la pequeña cicatriz en la ceja. Sus ojos brillaron de oscuridad y los colmillos relucieron viéndose filudos—. Yo les ordeno dejar a mi hermana, la princesa de este reino.

— ¡Nosotros tenemos ordenes! —siseó un guardián, era un oso y a su lado un tigre. Mostrando también sus colmillos y aquellos ojos coloridos que los hacia realzar de los demás. Estos se prepararon para atacar, para luchar contra un rey—. ¡Su hermana ha roto reglas y ha de pagar! ¡Los reyes lo han decidido así!

—Ellos no gobiernan estás tierras —su voz seguía siendo ronca y pesada. Se levantó con cuidado, caminando como un gato tras su presa. Su cabello cayendo en sus hombros mientras abría los brazos y mostraba unas garras afiladas a punto de cortar carne. Más de uno tuvo miedo y retrocedió, y ella también lo hubiera hecho, y es que, su hermano le causó mucho miedo.

— ¡No puedes imponerte o te llevaremos también! —masculló el tigre con firmeza.

— ¿Así? —Inquirió burlón lanzándoles una mirada al pequeño grupo de criaturas—. Entonces ven y enfrentame, hazlo y veamos qué tan bueno eres, gatito.

El tigre rugió y se lanzó hacia Gorkan. Mala idea. El líder de Hierro también lo hizo, convirtiéndose en un lobo, grande y feroz. Mostrando sus colmillos y sus garras, el tigre era pequeño, delgado pero ágil, así que cuando se lanzó hacia el lobo pudo atacarlo y éste no lo vio venir, pero el segundo ataque fue más fácil de ver y de regresar el golpe.

Gorkan aulló y luego se lanzó, yendo directamente a su cuello para clavar sus colmillos. El tigre levantó las garras tratando de atacarlo pero el lobo ya había enterrado sus garras y colmillos en su piel, causándole mucho dolor.

Geiat se llevó la mano a la boca viendo la forma en que su hermano peleaba, su ferocidad y la poca humanidad. Todos retrocedieron cuando vieron al tigre caer al suelo, ensangrentado y sin vida. Lentamente volvió a su forma humana y Gorkan saltó encima de su cuerpo, mirando a todos con recelo, con orgullo. Segundos después volvió a su forma original y miró sus manos y su boca manchada de sangre, levantó la mirada y los guardianes que sostenía a Geiat la soltaron con cuidado.

— ¿Alguien más que quiera desafiar? ¡¿Alguien más que quiera desafiar al rey lobo?! —gritó abriendo los brazos y todos bajaron la cabeza. Se inclinó y echó la cabeza hacia atrás rugiendo causando que más de uno tapara sus oídos y los que no pertenecían a sus tierras, huyeran de ahí. El cuerpo bajo su pie aún seguía caliente pero pronto su alma dejaría aquel cuerpo. Gorkan se tambaleó y sus ojos fueron hacia los de su hermana. Había escuchado sus gritos y se había levantado, la ira lo había cegado y no había parado hasta salvarla, como no pudo salvar a Eliana.

Geiat corrió hacia él cuando este se tambaleó, pero su peso la venció y a los segundos Gorius lo sostenía junto con Blazz. Lo levantaron con cuidado y solo su hermano lo ayudó a regresar a su habitación, aún estaba débil, no lograba comprender como es que había vendido a la primera. La princesa miró el cuerpo inmóvil en el suelo y su cuerpo se sacudió, el líder lobo que estaba cerca la sostuvo de la cintura y la ayudó a entrar.

Cuando ingresaron se sorprendieron al ver al líder sentado, aun sucio y con la mirada oscurecida. La curiosa de los panteras estaba ahí, tartamudeando y diciendo algo en una lengua que desconocían, pero a todos se les heló la sangre cuando Gorkan levantó lentamente la mirada y una sonrisa siniestra cruzó sus labios. Era aterrador.

No era el Gorkan que conocían. Parecía que la oscuridad había tomado su corazón, parecía que había visitado el infierno y su alma se hubiera quedado allá.

¿Quién era él?


Bien. Un capítulo largo, de cerca de diez hojas. Espero les guste y lo mimen mucho. También quiero decirles algo. Somos escritores, pero lejos de esto tenemos una vida, una pareja, trabajo, estudios y amigos. Entre ese tiempo sacamos algo para escribir, y bueno, la mayoría aun no vivimos de nuestros escritos y a lo que quiero llegar es que, sería muy bueno si nos apoyan con votos, nos cuentan que les pareció el capítulo, eso realmente sube mucho la moral.

Sin más que decir: espero les guste. ¡Buen inicio de semana! 

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