La Piedra del Matrimonio

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Para evitar las maquinaciones del Ministerio, Harry debe casarse con el reacio Severus Snape. Pero el matrimo... Meer

Capítulo 1: La piedra del matrimonio
Capítulo 2: Con Este Anillo
Capítulo 3: Habitantes de la mazmorra
Capítulo 4: Enfrentándose al mundo
Capítulo 5: Marcas oscuras
Capítulo 6: Vivir con Snape
Capítulo 7: Lazos que unen
Capítulo 8: Todos los hombres del Rey
Capítulo 9: La estrella del perro
Capítulo 10: Espadas y flechas
Capítulo 11: Enfrentándose a Gryffindors
Capítulo 12: Emplazando culpas
Capítulo 13: Entendiendo a los hombres lobo
Capítulo 14: Volviendo a la normalidad
Capítulo 15: Modales
Capítulo 16: Conociendo a los cuñados
Capítulo 17: Espinas
Capítulo 18: El corazón del laberinto
Capítulo 19: Vínculos
Capítulo 20: Sinistra
Capítulo 21: Serpientes
Capítulo 22: Familia
Capítulo 23: Lobos
Capítulo 24: Lecciones de Historia
Capítulo 25: Nochebuena
Capítulo 26: Regalos de Navidad
Capítulo 27: Antes de la tormenta
Capítulo 28: Vikingos
Capítulo 29: Entender el deber
Capítulo 31: Acortando distancias
Capítulo 32: El dolor de crecer
Capítulo 33: Largas historias
Capítulo 34: A dormir
Capítulo 35: Al abismo
Capítulo 36: Cargando la piedra
Capítulo 37: El otro lado
Capítulo 38: Política
Capítulo 39: Honor familiar
Capítulo 40: La locura del lobo
Capítulo 41: Salvaje
Capítulo 42: Caramelos de limón
Capítulo 43: Para eso están los amigos
Capítulo 44: Cierra los ojos
Capítulo 45: Amaestrando al dragón
Capítulo 46: Viendo rojo
Capítulo 47: Cedo
Capítulo 48: El Lobo en la puerta
Capítulo 49: Bailando
Capítulo 50: La materia de los sueños
Capítulo 51: Grandes gestos románticos
Capítulo 52: San Valentín
Capítulo 53: Afecto de cortesía
Capítulo 54: Despertando a Lunático
Capítulo 55: Maniobras legales
Capítulo 56: Peones
Capítulo 57: Obviedades
Capítulo 58: El significado de las cosas
Capítulo 59: Algo maligno
Capítulo 60: La voz del Rey
Capítulo 61: La llamada
Capítulo 62: Stonehenge
Capítulo 63: El corazón sangrante
Capítulo 64: El resto del mundo
Capítulo 65: En la luna
Capítulo 66: Sinestesia
Capítulo 67: Cantos afilados
Capítulo 68: La búsqueda del poder
Capítulo 69: Al final de este camino
Capítulo 70: El precio del valor
Capítulo 71: Lo que importa
Capítulo 72: Yendo hacia delante
Capítulo 73: Así es como el mundo acaba
Capítulo 74: El sol moribundo
Capítulo 75: Valeroso mundo nuevo
Capítulo 76: Los indignos
Capítulo 77: Historia antigua
Capítulo 78: Regresando a casa
Capítulo 79: Solucionando
Capítulo 80: Decisiones y Progreso
Capítulo 81: El amanecer de un nuevo día
Capítulo 82: Echando una mano a las cosas
Capítulo 83: Sorpresas en todas partes
Capítulo 84: Extraños compañeros de cama
Capítulo 85: Borrones
Capítulo 86: Furia
Capítulo 87: Pasiones
Capítulo 88: De vuelta al negocio
Capítulo 89: Idas y Venidas
Capítulo 90: Maniobras Legales II
Capítulo 91: Rosas
Capítulo 92: Educación continua
Capítulo 93: Los recién llegados
Capítulo 94: Experiencias de aprendizaje
Capítulo 95: Encuentros cercanos
Capítulo 96: En desacuerdo
Capítulo 97: Hacer las Paces
Capítulo 98: ¿Quién sabe?
Capítulo 99: La paz se desmorona
Capítulo 100: Comienzan las hostilidades
Capítulo 101: Primeras señales del futuro
Capítulo 102: Lecciones desplegadas
Capítulo 103: El fin de los vampiros
Capítulo 104: Reconocimiento y premonición
Capítulo 105: Verdadera naturaleza
Capítulo 106: Exámenes finales
Capítulo 107: Explicaciones
Capítulo 108: La calma antes de la tormenta
Capítulo 109: Reescribiendo la historia
Capítulo 110: La fuerza del vínculo
Capítulo 111: Magia salvaje
Capítulo 112: Consecuencias del ataque
Capítulo 113: Últimos días de tranquilidad
Capítulo 114: Rudos Despertares
Capítulo 115: Primeras Impresiones
Capítulo 116: Desquitarse
Capítulo 117: Nuevos comienzos
Capítulo 118: Tiempos felices
Capítulo 119: Tiempos de fiesta
Capítulo 120: Favor de Merlín
Capítulo 121: Fin del verano, parte 1
Capítulo 122: Fin del verano, parte 2
Capítulo 123: Una falta cercana
Capítulo 124: Retrasar lo inevitable
Capítulo 125: Las formas de la primera ola
Capítulo 126: Compañeros de cama más extraños
Capítulo 127: Planificación de la Operación Castillo Mágico
Capítulo 128: Revelaciones
Capítulo 129: La primera ola se rompe
Capítulo 130: Limpiando
Capítulo 131: Padrinos
Capítulo 132: Percepciones erróneas
Capítulo 133: Zona de conflicto
Capítulo 134: Visitantes
Capítulo 135: Pez fuera del agua
Capítulo 136: La segunda ola
Capítulo 137: La batalla de Hogsmeade
Capítulo 138: Algunas explicaciones que hacer
Capítulo 139: Decir adios
Capítulo 140: Faltas de comunicación
Capítulo 141: Las formas de la tercera ola
Capítulo 142: El Campeón del Rey
Capítulo 143: La batalla de Hogwarts
Capítulo 144: La gratitud del rey
Capítulo 145: Los Comienzos del Rey
Capítulo 146: La Vida del Rey

Capítulo 30: Persecución

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Sirius se apresuró en volver a las habitaciones de Remus en el castillo, con el hombre lobo apenas a unos pasos de él. Sin hablar, empezaron a reunir todo el equipo de viaje, cambiándose a trajes más recios de cuero de dragón y guantes y capas hechizadas para dar calor. Como hacía poco que habían regresado de una misión de reconocimiento para Dumbledore, todo su equipo estaba a mano, y sólo les tomó unos instantes prepararse.

Una vez listos, se dirigieron a las mazmorras, sin necesitar intercambiar ni una palabra para saber que estaban pensando lo mismo. Recogerían a Severus Snape y luego perseguirían a los hombres que acababan de raptar a Harry de Hogwarts.

Debería ser James quien les acompañase, pensó Sirius. James debería estarles dirigiendo, y Remus y Sirius deberían seguirle. En lugar de ello, era Severus Snape quien tenía el lugar de preeminencia en la vida de Harry. Sirius no pudo evitar pensar en lo mucho que le había fallado a su amigo de infancia.

–No podríamos pedir mejor compañero que Severus para esto –dijo Remus súbitamente, sobresaltando a Sirius. Miró a su amigo, captando una mirada de comprensión en sus ojos ambarinos. Era extraño cuando Remus hacía ese tipo de cosas, como si pudiese leerle la mente– Severus no se detendrá ante nada, hasta que le haya puesto a salvo.

– ¿Y piensas que James no hubiese hecho exactamente lo mismo? –exigió saber Sirius. Aún le costaba comprender por qué Remus aceptaba a Snape con tanta facilidad. Él se había perdido los años durante los cuales las lealtades de Snape habían surgido a la luz, y era realmente duro para él ver más allá de sus prejuicios y recuerdos del Slytherin.

–A veces hay que ser despiadado –le dijo Remus– y James fue siempre demasiado amable.

Sirius se estremeció. Le resultaba perturbador oír a Remus decir ese tipo de cosas. Era el hombre más amable y gentil que hubiese conocido jamás. Siempre le sobresaltaba que hablase de forma que demostraba que conocía la oscuridad demasiado bien.

Encontraron a Diana Snape esperando en el pasillo, junto al retrato de Salazar Slytherin con una enorme serpiente. Considerando las posibles ventajas que podían surgir del libro de notas que Harry había traducido para Navidad, Sirius no podía mirar al Señor de Slytherin con la misma cara.

Ignorando a la mujer, Sirius llamó en el retrato. Un segundo después se abrió y Severus Snape les indicó a todos que entraran. Una rápida ojeada al hombre les mostró que ya estaba preparado para viajar: vestía también cuero negro endurecido con escamas de dragón, y sobre el traje un abrigo hecho de pieles negras de Wyvern que Sirius sabía que detendría a la mayoría de espadas. Era un estilo que muchos Slytherin habían utilizado cuando él iba a la escuela. Para su sorpresa, Snape miró con dureza a su hermana.

– ¿Sabes dónde están las Tierras de Invierno? –exigió saber. Pero ella agitó la cabeza:

–No, nunca he estado allí. Alrik siempre me dijo que era demasiado peligroso. Hemos vivido en Inglaterra durante todo este tiempo.

Esto pareció sobresaltar a Snape:

– ¿Alrik no vive contigo?

La mujer se encogió de hombros, con ojos brillantes.

–Sólo una semana de cada mes –admitió. Resultaba extraño que Snape no supiese eso de su propia hermana, pero Sirius recordó que había oído decir que el hombre no estaba en buenas relaciones con su propia familia.

– ¿Qué clase de matrimonio es ése?

Ella miró brevemente hacia Sirius y Remus, pero luego volvió a encogerse de hombros.

–Le amo, Severus –dijo simplemente– Tomo de él todo cuanto puedo –suspiró y retiro el cabello negro de su rostro pálido– Y la verdad, me gusta mi vida en Colina Alta. Tengo tiempo de sobras y libertad para estudiar mis libros...

– ¿Hace cuánto que conoces este complot en contra de Harry? –le espetó Severus. Ella le dedicó una sonrisa triste.

–Acabo de descubrirlo, justo antes de que se marcharan. Me dijeron que me habían avisado para que alguien fuese a buscar a los otros niños y que no se quedasen tirados en la nieve.

Para gran sorpresa de Sirius, Severus resopló en dirección a su hermana, antes de volver su mirada negra hacia los dos hombres.

–Venid conmigo –masculló. Se trasladó a la librería y movió su varita hacia una de las enormes estanterías de la pared más lejana. Inmediatamente la estantería se deslizó a un lado, revelando una pared cubierta de armas: espadas, arcos, ballestas, hachas. Era una impresionante colección de todos los periodos históricos existentes. La familia Black había tenido una similar en su hogar ancestral. Severus inmediatamente tomó una larga espada de fina hoja recubierta de runas druídicas. Probó la punta mientras hacía un gesto a Sirius y Remus– Coged lo que queráis –les dijo.

Sirius no dudó y escogió una espada larga inglesa de la panoplia. La hizo girar en el aire para comprobar su peso y equilibrio. Era el tipo de espada que tanto él como su hermano Regulus habían usado con mayor frecuencia en los entrenamientos. Era el tipo de arma con la que se sentía cómodo.

–Coge una, Lupin –insistió Severus. Sirius se giró, encontrándose a Remus que seguía de pie junto a la puerta de la librería. Sabía que su amigo nunca había estudiado esgrima, ya que su familia era demasiado pobre para afrontar aquel tipo de gastos. Y su temperamento nunca le había impulsado a combatir en duelos.

–No sé cómo utilizar una espada, Severus. Nunca aprendí –le dijo Remus agitando la cabeza.

Severus maldijo por lo bajo y volvió a la pared, tomando una pesada maza de hierro del soporte. A juzgar por la forma en que Severus la sostenía con ambas manos, haciendo una ligera mueca al alzarla, Sirius pudo deducir que se trataba de un arma extraordinariamente pesada. No era más que un enorme mango con una gran bola de hierro con puntas en su extremo. Se lo ofreció a Remus.

–Esto no exige mucha habilidad. Sólo hace falta que lo blandas y golpees a todo lo que se mueva con ello.

Sirius vio el brillo de disgusto en la mirada de Remus, pero tomó la maza de manos de Severus sin dificultad, como si no pesara nada. Era tan fácil olvidar la fuerza que poseía el hombre lobo... Siempre hacía lo imposible para ocultarla.

–Esto le abrirá la cabeza a cualquiera que golpee –le dijo Remus.

–Y lo usarás en contra de cualquiera que quiera detenernos –le informó Severus. Sirius entendía ahora qué entendía Remus por despiadado­– Pero no son los seres humanos lo que me preocupan. Las Tierras de Invierno están habitadas por toda clase de monstruos; por comparación, el Bosque Prohibido es un jardín para niños.

Remus asintió, cruzando una mirada con Sirius a través del cuarto. Sirius trató de devolverle una sonrisa reconfortante, pero sospechaba que había sido fallida, puesto que el hombre no parecía estar más animado. Lo cierto es que poco podía hacer por otros cuando él mismo era incapaz de pensar siquiera en el peligro al que Harry debía estar sometido.

Minerva entró instantes más tarde, llamando a los hombres desde la habitación principal. Con las armas en la mano, fueron hacia donde estaba ella. La profesora les observó con ojo crítico, antes de tenderle a Severus una bolsa de viaje.

–Aquí hay comida y el mapa más reciente que he podido encontrar de las Tierras de Invierno –explicó– Los chicos han despertado. Hermione dice que les lanzaron algún tipo de bomba para dejarles inconscientes. Ninguno ha sufrido más daño que una migraña. No vieron a los hombres que se llevaron a Harry.

– ¿Ha vuelto Albus? –preguntó Severus, pero Minerva negó con la cabeza.

–Ya sabes cómo es el Ministerio.

–No podemos esperar –decidió Severus, lanzando una mirada a su hermana– ¿Vas a quedarte aquí?

–Es lo menos que puedo hacer –asintió ella– Daré las clases en tu lugar, si no puedes volver a tiempo para ellas.

Severus estrechó la mirada, pero asintió de todas formas:

– ¿No vas a rogarme que le perdone la vida?

Sirius dio la espalda a la escena. Era el tipo de pregunta que su padre hubiese hecho. Nunca entendería a los Slytherins.

– ¿Serviría para algo? –Preguntó Diana, con la voz repleta de amargura– Ha raptado a tu compañero vinculado. Siempre he creído que eras un hombre bueno, pero no un hombre piadoso.

Para sorpresa de Sirius, Minerva no reprochó a Severus sus crueles palabras.

–Sed muy cuidadosos –les dijo sencillamente la profesora, como si no se hubiese dado cuenta de que aquel hombre acababa de amenazar de muerte a su cuñado. Desde luego, si a Harry le había ocurrido algo, Sirius lo mataría con sus propias manos... pero de todas formas, seguía siendo inapropiado.

Severus se echó a la espalda el paquete que Minerva le había dado, cogió su abrigo del sofá y Remus y Sirius le siguieron fuera de las mazmorras. Hagrid les esperaba en las puertas de Hogwarts, sosteniendo una linterna mágica que apartaba las sombras de los rincones.

–Cierra las puertas a cal y canto cuando nosotros nos marchemos –le dijo Remus– Si corre la noticia de que Harry ha desaparecido, este sitio se va a llenar de Aurores y reporteros –Hagrid asintió:

–Traedle de vuelta –les dijo, antes de observar cómo desaparecían en la noche.

Una vez más allá de las guardias en contra de la Aparición del castillo, Severus les preguntó:

– ¿Conocéis el punto de Aparición hacia Colina Sagrada en Cascada de Hielo? –les preguntó Severus, nombrando un punto de la costa en el norte del más intrazable condado de Bretaña. Ambos asintieron– Os veré allí. Tiene que haber un guardián vigilando, así que sugiero que te transformes primero y te lleve Lupin –con estas palabras, Severus desapareció.

Sirius miró de reojo a Remus, que simplemente le sonrió de forma sombría. Se centró en la magia y se transformó, sintiendo cómo su cuerpo rielaba y se modelaba en la forma familiar de Canuto. La transformación fue algo más lenta de lo habitual debido a la espada que portaba en el cinto: no tenía costumbre de transmutar acero con aquel hechizo, pero no estaba dispuesto a dejar el arma.

Cuando estuvo listo, Remus se agachó a su lado y le envolvió con uno de sus brazos, apretándole contra su cuerpo. Por un instante se relajó ante el calor de su compañero, e instantes después fueron lanzados a través del país por la magia de Remus.

Reaparecieron en un muelle de madera de la pequeña ciudad de Colina Sagrada. Sirius sintió la bofetada del viento helado que soplaba en aquella bahía. Estaba demasiado oscuro para ver más allá de la entrada del rompeolas, hacia el mar abierto que acechaba detrás. Había pequeños botes de pesca amarrados a lo largo del puerto, desde barcas de dos plazas de aspecto tosco hasta amplias fragatas. Ninguno era de diseño muggle, ninguno impulsado por motores.

Severus estaba ya hablando con el jefe del puerto, y Remus y Canuto se acercaron a ellos, una bestia inmensa y pesada de treinta remos.

– ¿Cuánto hace que se marcharon? –preguntó Severus. El viejo se rascó la cabeza por debajo de la gruesa gorra que llevaba.

–Hace unas dos horas. Vinieron en un Trasladador, muchos hombres.

– ¿Había un chico joven con ellos? –preguntó Remus, pero el hombre se encogió de hombros:

–No me fijé. Qué idea tan loca cruzar el mar en esta época del año.

–Necesitaremos una embarcación –le dijo Severus, escrutando los distintos barcos que estaban anclados en el puerto– Ésa de ahí –señaló una barca con diez remos, cinco por banda. Tenía la línea de flotación baja, pero sus lados eran altos, y tenía una proa orgullosa y erguida, perfecta para cortar a través de olas altas. Sirius sabía que iba a ser un viaje bastante agitado, pero aquel barco sería mucho más seguro que las escobas: los vientos que soplaban en altamar en esta época del año hubiesen hecho el vuelo imposible. Y las barreras intrazables que había alrededor de las Tierras de Invierno hacían imposible Aparecerse allí directamente. El viejo sacudió la cabeza, pero hizo un gesto hacia el barco.

–Es su funeral –les dijo– Yo no pondría un pie en una barca en medio de la noche, pero adelante. Retendré el precio de la embarcación hasta que ustedes vuelvan. Sesenta galeons, y ni un knut menos.

Severus tendió una bolsa de oro sin pensárselo, y luego hizo seña a Remus y Canuto de que le siguieran. Sirius subió al barco con cierta torpeza, rascando con las garras en las planchas de madera cuando trataba de mantener el equilibrio. Remus le siguió, sentándose en uno de los bancos y sujetándolo por el pellejo para ayudarle a quedarse de pie. Se dejó caer pesadamente hacia su amigo, agradeciendo la compañía. Severus se sentó solo, y sacó la varita de la manga. Un hechizo rápido en el barco lo desató, con los remos cobrando vida. Se movieron a través del agua, usando las luces del puerto para guiarse mientras se alejaban de la orilla.

En cuanto estuvieron lo bastante lejos del puerto y fuera del alcance de la vista de cualquier curioso, cuando el bote fue engullido por la oscuridad de la bahía, Canuto volvió a transformarse en Sirius. Severus ya estaba sacando el mapa de la bolsa que Minerva le había dado, usando un lumos para iluminar el banco de madera que iba a usar como mesa de trabajo y en el que extendió el pergamino.

– ¿Recuerdas ese hechizo de navegación? –preguntó Remus. Sirius asintió.

–Yo guío el barco, tú vigila el mapa.

Los ojos de Severus se estrecharon, pero no dijo ni media palabra cuando Sirius sacó la varita y la dirigió a la proa del barco. Remus apuntó con la suya hacia el mapa y murmuró un largo encantamiento. En el mapa, cerca de la línea de la costa, apareció una pequeña marca en forma de barquito, que brilló tenuemente y empezó a moverse lentamente por la página. Si Severus hubiese visto alguna vez el Mapa de los Merodeadores, habría reconocido el diseño.

Una vez Remus terminó su hechizo, Sirius acabó con el suyo, conectando el sortilegio de navegación al dibujo del mapa.

– ¿Dónde queremos tomar tierra, Severus? –preguntó Remus, señalando el contorno de las Tierras de Invierno en el mapa. Severus pareció haber entendido lo que los dos acababan de hacer, y no pidió explicaciones. Señaló un punto del pergamino.

–La Fortaleza de Bifröst está aquí. Seguramente habrán tomado la ruta más corta, así que habrán atracado aquí –señaló otro punto, en la costa de las Tierras de Invierno. Sirius dirigió su hechizo de navegación al lugar indicado. Inmediatamente un trazo de plata apareció, uniendo la barquita dibujada con su destino. La embarcación automáticamente viró hacia aquel rumbo, guiándose sola a través de las aguas. Ahora todo cuanto podían hacer era esperar y rogar que alcanzasen a Harry antes de que nada malo le ocurriera.

Severus enrolló su mapa y los tres se sentaron en silencio. Al salir de la relativa calma de la bahía, les golpeó el viento cruelmente frío del mar, y el barco empezó a balancearse violentamente entre las olas. Tuvieron que realizar múltiples hechizos para suavizar el movimiento ligeramente, pero todos se percataron de que no iba a resultar un viaje agradable. Sirius no podía ni imaginarse lo que debía haber sido para Harry, que para colmo sufriría jaqueca a causa de los efectos de la granada que le había dejado inconsciente. Dio gracias porque Harry no fuese proclive al mareo.

Remus y él compartieron uno de los bancos del centro del barco. El movimiento allí era ligeramente más suave, y Sirius se encontró acercándose más a su amigo en busca de calor. Cuando Remus no hizo esfuerzo alguno por alejarse, lanzó un hechizo de calor sobre la capa que había llevado consigo y la deslizó para cubrir los hombros de ambos, usando la cobertura para pasar discretamente el brazo por la cintura de Remus. El hombre lobo sonrió débilmente y, para su sorpresa, se acercó aún más a él, pegándose a su costado. Había rechazado todos los intentos de coqueteo previos por parte de Sirius, así que aquel era un cambio agradable.

Pero quizás era porque no veía aquello como un coqueteo... en realidad era más un intento de consuelo mutuo. Sirius no quería admitirlo, pero estaba asustado. Aunque Diana había insistido en que este rapto nada tenía que ver con Voldemort, no podían estar seguros del todo. Y aunque fuese verdad, había más peligros en el mundo aparte del Señor Oscuro. Las Tierras de Invierno no eran lugar para un niño indefenso. Dudaba que Harry hubiese sabido siquiera que aquel lugar existía antes. Ya le había sorprendido descubrir que Inglaterra tenía Condados intrazables. Seguramente ni se había imaginado que había países enteros de los cuales los muggle nunca habían oído hablar.

Se encontró mirando fijamente a Severus mientras atravesaban las agitadas aguas. El hombre estaba sentado cerca de la proa, a unos metros de ellos. Les estaba ignorando, escrutando las negras aguas que les rodeaban aunque Sirius sabía de buena tinta que no podía ver nada en absoluto. El cielo estaba cubierto, y no podían ver ni luna ni estrellas sobre sus cabezas. El brillo suave del hechizo lumos que había lanzado sobre el banco que había entre ellos era la única luz de la que disponían.

Severus lucía la expresión más sombría y amarga que Sirius le hubiese visto jamás. El viento arrojaba su cabello lejos de la cara y la noche creaba oscuras sombras en los duros ángulos de su rostro. No había belleza en él, ni suavidad, pensó Sirius. No merecía a alguien como Harry, y Sirius no entendía como alguien tan amable como su propio Remus podía confiar en alguien como él.

Está de nuestro lado, le habían dicho tanto Remus como Dumbledore, una y otra vez. Y según ambos, había tratado de salvar a James y a Lily, avisando a Dumbledore cuando había descubierto que Pettigrew les había traicionado. Pero incluso así, Sirius no podía ver nada positivo en él. No sonreía, no bromeaba, no reía. Parecía que nada le complaciera en el mundo excepto torturar y fastidiar a sus alumnos.

Era genial en pociones, eso sí. Y pensar que podía curar a su pobre Remus pronto... Apretó contra sí al hombre lobo. Por mucho viviera, no iba a olvidar jamás la mirada de esperanza desgarrada que había visto en los ojos de Remus el día de Navidad, cuando Harry había explicado en qué consistía su regalo.

Qué extraño, pensó Sirius. Ni por un segundo había dudado que Snape fuese a hacer aquella poción para ellos. No se le había ocurrido siquiera que pudiese negarse, y se preguntaba qué decía eso respecto a sus sentimientos. Pero por supuesto, no podía rechazar el proyecto, razonó Sirius. Lo hubiese hecho aunque fuese únicamente por orgullo: realizar una poción que nadie salvo el Maestro Salazar Slytherin en persona había hecho... Y además tenía el deber de hacerlo también. Harry era su compañero vinculado, y Remus era, al menos para Harry, parte de su familia. Sirius debía admitir que, por lo que había visto, Snape se tomaba sus deberes como compañero de Harry muy en serio.

Frunció el ceño en dirección a él, tratando de descubrir qué era lo que le estaba desasosegando. Al mirar, se dio cuenta de que Snape llevaba una capa sobre las rodillas, y que una de sus manos apretaba convulsivamente sus pliegues. Era muy raro: el Maestro ya llevaba un abrigo. ¿Para qué necesitaba dos? Aunque había algo extrañamente familiar en el que tenía en su regazo...

– ¿Para qué llevas ese segundo abrigo, Snape? –le preguntó, incapaz de resistir la curiosidad. La mano de Snape se tensó sobre la capa, como si pensara que Sirius se la iba a arrebatar, pero su rostro permaneció frío e impenetrable.

–Es de Harry –respondió simplemente– Se olvidó de ponérselo.

Sirius se quedó mirando al hombre, pero éste no reaccionó ni se giró. Su cara no traslucía ninguna emoción, pero su mano seguía aferrando apretadamente el abrigo, casi de la misma forma que Sirius se aferraba a Remus. Posesividad, pensó. ¿Pero era ese el motivo por el cual estaba abrazando a Remus? No lo creía. Buscaba más bien reconfortarse, y ofrecer consuelo a su vez. ¿Pero por qué iba a buscar consuelo Snape en un abrigo...? No lo estaba haciendo, razonó, pero aquello implicaba algo... Implicaba que Snape creía que Harry iba a necesitar aquel abrigo, que Snape iba a poder entregárselo. También implicaba que estaba preocupado porque Harry pudiese estar pasando frío.

De repente, Sirius comprendió que, por algún motivo, aunque pareciese imposible pensando en todo lo que sabía sobre los Slytherin, Severus Snape se preocupaba por su sobrino. De alguna extraña manera, la forma en que su mano se apretaba sobre el abrigo que Harry había olvidado decía mucho más de lo que meras palabras hubiesen podido declarar.

Echó un vistazo a Remus, para encontrarse con que el hombre también miraba hacia Severus, con la vista fija en la capa que llevaba sobre sus rodillas. Había tristeza en los ojos del hombre lobo, y una ligera curvatura en sus labios que Sirius reconoció como una sonrisa de empatía. Pero Remus siempre había sido más rápido que él entender todo...

Dios mío, pensó, cuando la comprensión le golpeó como un puñetazo en el estómago: Snape realmente se preocupaba por Harry. Snape podía incluso querer a Harry. Se encontró apoyando la cabeza en el hombro de Remus, con el corazón doliéndole por algo que no podía explicar. ¿Es que el mundo se estaba volviendo loco?        

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ultimo capitulo de la "maratón" espero con esto hallan podido perdonarme los días que no subí

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