La Piedra del Matrimonio

By alseidetao

686K 67.3K 11.5K

Para evitar las maquinaciones del Ministerio, Harry debe casarse con el reacio Severus Snape. Pero el matrimo... More

Capítulo 1: La piedra del matrimonio
Capítulo 2: Con Este Anillo
Capítulo 3: Habitantes de la mazmorra
Capítulo 4: Enfrentándose al mundo
Capítulo 5: Marcas oscuras
Capítulo 6: Vivir con Snape
Capítulo 7: Lazos que unen
Capítulo 8: Todos los hombres del Rey
Capítulo 9: La estrella del perro
Capítulo 10: Espadas y flechas
Capítulo 11: Enfrentándose a Gryffindors
Capítulo 12: Emplazando culpas
Capítulo 13: Entendiendo a los hombres lobo
Capítulo 14: Volviendo a la normalidad
Capítulo 15: Modales
Capítulo 16: Conociendo a los cuñados
Capítulo 17: Espinas
Capítulo 18: El corazón del laberinto
Capítulo 19: Vínculos
Capítulo 20: Sinistra
Capítulo 21: Serpientes
Capítulo 22: Familia
Capítulo 23: Lobos
Capítulo 24: Lecciones de Historia
Capítulo 25: Nochebuena
Capítulo 26: Regalos de Navidad
Capítulo 27: Antes de la tormenta
Capítulo 29: Entender el deber
Capítulo 30: Persecución
Capítulo 31: Acortando distancias
Capítulo 32: El dolor de crecer
Capítulo 33: Largas historias
Capítulo 34: A dormir
Capítulo 35: Al abismo
Capítulo 36: Cargando la piedra
Capítulo 37: El otro lado
Capítulo 38: Política
Capítulo 39: Honor familiar
Capítulo 40: La locura del lobo
Capítulo 41: Salvaje
Capítulo 42: Caramelos de limón
Capítulo 43: Para eso están los amigos
Capítulo 44: Cierra los ojos
Capítulo 45: Amaestrando al dragón
Capítulo 46: Viendo rojo
Capítulo 47: Cedo
Capítulo 48: El Lobo en la puerta
Capítulo 49: Bailando
Capítulo 50: La materia de los sueños
Capítulo 51: Grandes gestos románticos
Capítulo 52: San Valentín
Capítulo 53: Afecto de cortesía
Capítulo 54: Despertando a Lunático
Capítulo 55: Maniobras legales
Capítulo 56: Peones
Capítulo 57: Obviedades
Capítulo 58: El significado de las cosas
Capítulo 59: Algo maligno
Capítulo 60: La voz del Rey
Capítulo 61: La llamada
Capítulo 62: Stonehenge
Capítulo 63: El corazón sangrante
Capítulo 64: El resto del mundo
Capítulo 65: En la luna
Capítulo 66: Sinestesia
Capítulo 67: Cantos afilados
Capítulo 68: La búsqueda del poder
Capítulo 69: Al final de este camino
Capítulo 70: El precio del valor
Capítulo 71: Lo que importa
Capítulo 72: Yendo hacia delante
Capítulo 73: Así es como el mundo acaba
Capítulo 74: El sol moribundo
Capítulo 75: Valeroso mundo nuevo
Capítulo 76: Los indignos
Capítulo 77: Historia antigua
Capítulo 78: Regresando a casa
Capítulo 79: Solucionando
Capítulo 80: Decisiones y Progreso
Capítulo 81: El amanecer de un nuevo día
Capítulo 82: Echando una mano a las cosas
Capítulo 83: Sorpresas en todas partes
Capítulo 84: Extraños compañeros de cama
Capítulo 85: Borrones
Capítulo 86: Furia
Capítulo 87: Pasiones
Capítulo 88: De vuelta al negocio
Capítulo 89: Idas y Venidas
Capítulo 90: Maniobras Legales II
Capítulo 91: Rosas
Capítulo 92: Educación continua
Capítulo 93: Los recién llegados
Capítulo 94: Experiencias de aprendizaje
Capítulo 95: Encuentros cercanos
Capítulo 96: En desacuerdo
Capítulo 97: Hacer las Paces
Capítulo 98: ¿Quién sabe?
Capítulo 99: La paz se desmorona
Capítulo 100: Comienzan las hostilidades
Capítulo 101: Primeras señales del futuro
Capítulo 102: Lecciones desplegadas
Capítulo 103: El fin de los vampiros
Capítulo 104: Reconocimiento y premonición
Capítulo 105: Verdadera naturaleza
Capítulo 106: Exámenes finales
Capítulo 107: Explicaciones
Capítulo 108: La calma antes de la tormenta
Capítulo 109: Reescribiendo la historia
Capítulo 110: La fuerza del vínculo
Capítulo 111: Magia salvaje
Capítulo 112: Consecuencias del ataque
Capítulo 113: Últimos días de tranquilidad
Capítulo 114: Rudos Despertares
Capítulo 115: Primeras Impresiones
Capítulo 116: Desquitarse
Capítulo 117: Nuevos comienzos
Capítulo 118: Tiempos felices
Capítulo 119: Tiempos de fiesta
Capítulo 120: Favor de Merlín
Capítulo 121: Fin del verano, parte 1
Capítulo 122: Fin del verano, parte 2
Capítulo 123: Una falta cercana
Capítulo 124: Retrasar lo inevitable
Capítulo 125: Las formas de la primera ola
Capítulo 126: Compañeros de cama más extraños
Capítulo 127: Planificación de la Operación Castillo Mágico
Capítulo 128: Revelaciones
Capítulo 129: La primera ola se rompe
Capítulo 130: Limpiando
Capítulo 131: Padrinos
Capítulo 132: Percepciones erróneas
Capítulo 133: Zona de conflicto
Capítulo 134: Visitantes
Capítulo 135: Pez fuera del agua
Capítulo 136: La segunda ola
Capítulo 137: La batalla de Hogsmeade
Capítulo 138: Algunas explicaciones que hacer
Capítulo 139: Decir adios
Capítulo 140: Faltas de comunicación
Capítulo 141: Las formas de la tercera ola
Capítulo 142: El Campeón del Rey
Capítulo 143: La batalla de Hogwarts
Capítulo 144: La gratitud del rey
Capítulo 145: Los Comienzos del Rey
Capítulo 146: La Vida del Rey

Capítulo 28: Vikingos

6.3K 631 61
By alseidetao


Un latido en la cabeza despertó a Harry. Aturdido, trató de alzar la mano para tocarse la sien, sólo para encontrarse con algo que obstaculizaba sus muñecas. Parpadeó confuso, fue consciente del frío extremo que se le colaba en los huesos, y del balanceo violento del suelo. Cuando su vista se aclaró al sobrepasar el dolor de cabeza palpitante, se encontró mirando unas pesadas esposas de hierro que retenían sus manos, con una cadena corta entre ellas. El mundo se sacudió bruscamente, y se deslizó de lado hasta golpear un pesado objeto de madera, con un chorro de algo frío dándole en la cara. Intentó entender lo que veía, mirando hacia arriba aturdido.

Estaba en una gran embarcación, sentado cerca de la popa, caído sobre un enorme barril de madera. Desde su posición en la parte trasera del barco pudo ver la proa alzándose ante él, con el extremo curvo, silueteado en forma de dragón. La proa subía y bajaba con las olas que zarandeaban el barco. Sólo a unos pasos de él, sentados en bancos de madera, había dos hombres extremadamente grandes cubiertos por pesados mantos de piel. Ambos tenían un aire de ferocidad plasmado en sus caras barbudas, como endurecidos por una vida que Harry no quiso ni imaginarse.

Una mirada más allá le mostró que había una docena de hombres de tipo similar por todo el barco. Largos remos, que se movían por sí solos, les impulsaban a través de las revueltas aguas.

Por un segundo Harry sintió una oleada de pánico al pensar que quizás estaba en el bote que llevaba a los prisioneros a Azkaban. Sirius le había dicho que Azkaban estaba en una isla, y que a los prisioneros los conducían encadenados en un barco. Pero pese al corazón acelerado, Harry se forzó a no gritar. No había motivo para que le llevasen a Azkaban. Además ¿por qué iba a parecerse a un barco vikingo el barco de prisioneros? No tenía el más mínimo sentido.

Intentó deducir cómo podía haber llegado hasta allí. Había estado jugando en la nieve con Ron, Hermione y Ginny, y recordaba vagamente que algo minúsculo y plateado había salido volando hacia él, algo cuyo resplandor fugaz al sol poniente le había llamado la atención. Por un segundo pensó que alguien había soltado una snitch en medio de su batalla de nieve, pero entonces aquella cosa había aterrizado y Harry no podía recordar nada más hasta su despertar. ¿Una granada aturdidora? Había oído hablar de cosas similares en el mundo muggle. Quizás hubiese un equivalente mágico. Pero si él y los otros tres habían sido dejados inconscientes ¿dónde estaban los dos Weasleys y Hermione? No veía a nadie más encadenado en aquel barco.

Una ráfaga helada sopló sobre él, cegándole por unos segundos con su soplido polar, y se encontró temblando violentamente. ¿Serían Mortífagos? Se preguntó. ¿Le estarían llevando a Voldemort? ¿Pero por qué raptarle? ¿Por qué no matarle directamente?

– ¿Tienes frío, mozo? –uno de los hombres de gesto siniestro había notado su movimiento y volvió sus penetrantes ojos azules hacia él. Alguien más allá de él le lanzó una pesada capa de piel, en el cual el hombre envolvió inmediatamente a Harry. Parecía hecho con la piel de un oso, aunque Harry no estaba muy seguro de que hubiese osos por Inglaterra hoy por hoy. No obstante agarró el abrigo y se enroscó bien en él, agradecido por el calor que ofrecía. Recolocándolo sobre sus hombros, hizo rápido inventario de su condición.

Aparte del dolor de cabeza, no parecía estar herido, y éste ya remitía. Ahora estaba más agradecido que nunca por haber tomado aquella poción que Severus le había regalado para su vista, puesto que dudaba que sus gafas hubiesen podido sobrevivir al rapto. Una rápida búsqueda por dentro de la chaqueta que vestía le confirmó que no llevaba varita. Estaba completamente indefenso.

Le daba reparo atraer atención sobre sí, pero tenía que descubrir dónde estaba y qué pretendían hacerle. Obviamente no pretendían que muriese de frío: No hubiese hecho falta que le diesen el abrigo, así que podía reconfortarse pensando que le querían vivo. Aunque, considerando lo que sabía que los Mortífagos hacían a sus prisioneros, quizás seguir con vida no fuese algo tan bueno...

– ¿Dónde estoy? –le preguntó al hombre que le había envuelto en el abrigo. Éste frunció el ceño tras la barba y gritó algo incomprensible a alguien que estaba más lejos. Harry reconoció vagamente algunas de las palabras que usaba, o sintió que debería reconocerlas, pero no pudo descifrar el sentido de lo que el hombre había dicho. Parecía similar al inglés antiguo.

Hubo movimiento por la parte trasera del barco y Harry se volvió para tener una visión mejor de los hombres. Su opinión sobre el bote se vio reforzada al ver mejor al resto de sus ocupantes: aparentemente eran vikingos. Hombres enormes, con largas cabelleras trenzadas, rubias o pelirrojas, y pesadas barbas. Ahora podía ver que todos ellos iban armados con enormes espadas y hachas. Siempre había creído que no quedaban vikingos en el mundo, o al menos en su mundo... pero de nuevo el mundo mágico parecía haber hecho una excepción. Realmente, debería haber prestado más atención en la clase del Profesor Binn...

Un hombre alto y rubio se acercó a él desde la parte más alejada del barco, sentándose no demasiado lejos de Harry. Aunque vestía de forma muy distinta a cuando le había encontrado por primera vez, Harry le reconoció de inmediato. Una cota de mallas y una pesada piel reemplazaban el fino jubón y la capa de terciopelo, pero el cabello y la barba eran las mismas. Miró atónito a Alrik Brand, el esposo de Diana Snape.

– ¡Alrik! –exclamó sin poder creerlo, notando el amargo sabor de la traición. No le hubiese sorprendido enterarse de que Julius Snape apoyaba al Señor Oscuro, pero nunca hubiese creído algo así de Alrik. Aunque el hombre había sido bastante brusco y directo, a Harry le había gustado él y su amable esposa– ¿Por qué? –exigió saber, rabioso. Alrik frunció el ceño.

–Relájate, mozo –le ordenó– No estás en peligro.

– ¿Qué no estoy en peligro? –Resopló Harry– ¡Me lleváis a Voldemort!

Sus palabras fueron recibidas de forma extraña: todos los hombres contuvieron el aliento y luego gruñeron, haciendo gestos supersticiosos contra el mal. Era un signo con la mano que les había enseñado la profesora Trelawney, así que Harry dudaba mucho que tuviera algún poder. Alrik se inclinó y aferró el hombro de Harry, sacudiéndole.

– ¡No pronuncies ese nombre! ¿Quieres que todos caigamos al mar? –Soltó al chico y retrocedió– Esto no tiene nada que ver con Aquel­que­no­debe­ser­nombrado. Lo cierto es que tampoco tiene nada que ver contigo, en realidad... Simplemente necesitamos algo del Ministerio de la Magia, y raptarte es la única forma en que podíamos obtenerlo. Te prometo que no te haremos daño, y te soltaremos tan pronto el asunto se haya resuelto.

Harry le miró fijamente, incrédulo. ¿Un evento insensato que se inmiscuía de aquella forma en su vida, y que no tenía nada que ver con Voldemort...? Parecía imposible.

– ¿Me habéis tomado por rehén? –dijo sin acabar de creérselo del todo. Alrik asintió.

–Te llevamos a mi hogar en las Tierras de Invierno. Volverás sano y salvo junto a Severus en cuento todo se resuelva. Te doy mi solemne juramento de cuñado de que no estamos de lado de tu enemigo

–Si no queréis hacerme daño, devolvedme mi varita –insistió Harry, pero Alrik negó con la cabeza.

–No puedo correr el riesgo de que intentes escapar. Te devolveré la varita cuando vuelvas al hogar.

La frustración y la rabia inundaron a Harry, pero supo que no había nada que estuviese en su mano hacer.

– ¿Diana está compinchada en esto? –preguntó, sintiendo la necesidad de saber si la hermana de Snape le había traicionado también. Sorprendentemente, aquella pregunta hizo brotar murmullos de desaprobación de algunos de los hombres y muchos volvieron a realizar el signo contra el mal, aunque no con tanta urgencia como la otra vez. Alrik los miró, y luego volvió la vista de nuevo hacia Harry.

–Da mala suerte pronunciar el nombre de una mujer cuando se navega –informó a Harry– Pero no, mi esposa nada tiene que ver en esto. Ella y mis hijas están en Colina Alta.

–Señor Alrik –le llamó uno de los hombres. Estaba de pie en el punto más alto de la popa, oteando a través de las aguas­, veo la señal luminosa.

Alrik asintió sombrío y se volvió hacia los demás.

–Tenemos que movernos rápido. Nuestra mejor defensa es la velocidad El chico debe llegar a la Fortaleza de Bifröst al precio que sea.

Harry sintió que su rabia se diluía ante la alarma creciente que sentía. Los hombres en torno a él habían comenzado a desenvainar sus armas, sacando espadas y asiendo escudos de hierro que habían yacido en el suelo del barco. Ahora veía que todos ellos vestían distintos tipos de armaduras, desde cuero hasta cotas de malla. Muchos de ellos se colocaron yelmos de hierro batido en la cabeza. Harry presentía que aquello iba a ser algo más que un simple viaje a una tierra desconocida. Parecían estarse preparando para la guerra. Alrik volvió a palmearle el hombro, atrayendo su atención.

–Cuando tomemos tierra, tendremos que ir deprisa bosques adentro. No hables ni hagas ruido innecesario. Si intentas huir de nosotros, morirás.

–Dijiste que no me haríais daño –protestó Harry con el corazón en la garganta.

–Y no te lo haremos –le aseguró Alrik– Estamos aquí para protegerte. Nuestro mundo no está domesticado como el tuyo –señaló a tres de los hombres más próximos. Además de las espadas, vio que habían sacado sus varitas. Nadie más parecía igualmente armado– Estos son Gudrik, Olaf y Bjorn. Son nuestros magos más poderosos. Quédate con ellos, pase lo que pase. ¿Entiendes?

Harry asintió, repentinamente aterrado de lo que pudiese amenazarles. La noche era negra como boca de lobo, una neblina pesada oscurecía el aire entorno a ellos, pero podía notar cómo el barco se agitaba aún más violentamente al acercarse a la orilla desconocida.

– ¿Qué es lo que hay ahí fuera? –preguntó, preguntándose qué podía asustar tanto a aquellos hombres.

–Muerte –le informó Alrik siniestramente. Hizo un gesto a los hombres. Éstos se prepararon, listos para saltar desde el barco. El hombre que Alrik había llamado Gudrik agarró a Harry del brazo.

–Quédate a mi lado, chico, pase lo que pase –le susurró por lo bajo, con el rostro preocupado, siniestro y terrible. Harry oyó cómo el fondo del barco rascaba contra rocas y arena en una oscura playa, e instantes más tarde le sacaban de su asiento y era arrastrado a peso por encima de la borda. Alguien grande y corpulento le agarró y no tuvo más que un instante para jadear por el sobresalto del agua helada que le lamió los pies, antes de ser llevado en una garra de acero a tierra firme.

Había más hombres esperándoles en la orilla, todos fuertemente armados y portando antorchas que llameaban y chisporroteaban en el aire cargado de humedad. En algún momento del brusco traslado, el pesado abrigo de piel había caído de hombros de Harry, pero apenas se percató de ello debido al terror que le atenazaba. Fue lanzado al centro del grupo, y prácticamente le arrastraron entre todos, alejándole de las aguas y adentrándose en la negra espesura. Podía oír el tintineo de las cotas de mallas y el crujido de la grava bajo los pies de todos ellos. Las antorchas chisporroteaban y siseaban en la niebla, lanzando horribles sombras alrededor del grupo. Harry, con las manos aún impedidas por las pesadas cadenas de hierro, luchó por mantenerse a la altura en la oscuridad, apenas capaz de ver a dónde iban pese a su nueva visión perfecta. No entendía por qué nadie había lanzado un Lumos, puesto que el hechizo hubiese sido sin duda mejor que las movedizas luces proyectadas por las antorchas.

Nadie hablaba mientras caminaban, pero parecían saber hacia dónde se dirigían. Cuando el peligro inminente no se obvió, pese a las terroríficas palabras de advertencia de Alrik, Harry intentó elucubrar dónde podían hallarse. No había oído hablar nunca de las Tierras de Invierno o de la Fortaleza de Bifröst, pero tampoco había sabido nada del Condado de Colina Alta. Supuso que lo más probable era que se tratase de otro condado intrazable. Nuestro mundo no está domesticado, le había dicho Alrik, aunque Harry no podía ni empezar a imaginarse qué podía haber querido decir con ello.

Se preguntó cuánto tiempo habría pasado inconsciente en el barco. Sólo podían haber sido minutos, horas como mucho. Seguía siendo de noche, pero no podía decir qué momento de ella sin más referencias. En diciembre, el sol no se alzaba hasta bien entrada la mañana. Podían haber pasado horas antes de que despertara.

Siguieron caminando, sin bajar el ritmo, aparentemente sin cansarse. Harry estimó que habían pasado unas dos horas de marcha antes de que se empezase a dibujar en el cielo la más pálida de las luces. Al verla, Harry se desesperó al percatarse de que tenía que haber estado sin sentido durante horas. En ese tiempo, le podían haber llevado a cualquier parte del mundo.

Un ruido cercano hizo que todos se detuvieran en seco, con las manos tensas sobre las armas. Los tres magos se dispusieron de inmediato en torno a Harry, con el resto formando un círculo a su alrededor. Viendo el miedo en sus caras, Harry evitó hablar, pero miró hacia Alrik en busca de alguna pista de lo que estaba ocurriendo.

El sonido volvió a hacerse patente, un grito agudo que estremeció a Harry de arriba abajo.

–Son los Grendlings –siseó Alrik– Nos han olido.

– ¿Están solos? –susurró otro de los hombres, y todos miraron hacia los tres magos que protegían a Harry. Olaf frunció el ceño, pero sacudió la cabeza.

–No siento nada más –les dijo. Harry no entendió de qué hablaba, pero los demás parecieron relajarse fraccionalmente. El gemido quejumbroso volvió a hacerse oír, más cercano esta vez, y todos se tensaron para el conflicto inminente.

Por debajo del chisporroteo de las antorchas y el rugido del viento, Harry pudo captar el sonido de algo que se movía a través de los bosques. El corazón empezó a batirle en el pecho velozmente, y pese al frío notó cómo el sudor se deslizaba por su espalda, mientras aspiraba el aire helado. Miró frenéticamente de un lado a otro, tratando de ver algún indicativo de lo que les acechaba, con las manos apretándose y relajándose alrededor de la fría cadena que le aprisionaba las muñecas. Deseó con todas sus fuerzas tener su varita, odiando aquel sentimiento de impotencia. Había veinte hombres a su alrededor, aproximadamente, veinte magos armados que parecían saber hacer buen uso de sus espadas, pero no podía entender por qué diablos sólo tres de ellos enarbolaban sus varitas.

Y entonces vio el destello de ojos rojos en la oscuridad del bosque, y en un instante estuvieron rodeados, negras siluetas proyectándose desde los árboles para atacarles con dientes y garras. El silencio se quebró al momento, surcado de gritos de batalla. Pudo oír cómo los hombres gritaban y las espadas atravesaban carne y hueso, vio las heladas hojas de las espadas reluciendo a la luz de las antorchas.

La multitud a su alrededor rieló y se agitó, moviéndose para cubrir todos los ángulos y propinando a Harry empujones por todos lados al intentar todos los hombres mantenerle en el centro del círculo. Ahora podía ver a las criaturas, unas figuras vagamente humanoides que parecían moverse con la misma facilidad a cuatro patas que de pie, con enormes bocas repletas de dientes como cuchillos y garras de siete centímetros de largo. Osos, pensó, o enormes y salvajes felinos... Los Grendlings estaban cubiertos de gruesas pieles peludas, y sus ojos eran ardientemente rojos, resplandecientes en la oscuridad. Dieron botes y gritaron, repartiendo golpes a diestro y siniestro con sus mortales garras que chirriaban contra las cotas de malla, los poderosos cuerpos rompiendo como piedras la formación defensiva de escudos rápidamente alzados.

Harry, atrapado en el centro de la batalla, contempló horrorizado cómo uno de los hombres era derrumbado por cuatro de los Grendlings y su cabeza arrancada de los hombros antes de que sus compañeros pudiesen atacar con las espadas y apartar a las bestias de él. Hubo chorros de sangre que rociaron a todos, gritos que creaban ecos en la noche. Harry se tambaleó y tropezó, dándose cuenta con horror de que estaba pisando los cadáveres de hombres y Grendlings caídos en los primeros minutos de la batalla.

Hubo un respiro, una pausa, un repentino descanso cuando los Grendlings retrocedieron y luego cercaron a los hombres, preparándose para un nuevo ataque, mientras ellos estrechaban su círculo en torno a Harry.

Y entonces hubo un repentino estremecimiento colectivo, como si el invierno acabase de abatirse sobre ellos, y pese a la leve luz de la mañana las sombras crecieron. Una sensación helada les atravesó más allá del calor de la batalla.

– ¡Vienen los Dementores! –gritó Olaf, avisando a los demás. El corazón de Harry casi se detuvo en aquel instante. Podía sentirlos ahora. El espanto no fue menos terrible por familiar cuando la oscuridad les devoró a todos, arrancándoles los pensamientos, toda esperanza o sueño. Los Grendlings notaron que aquel acercamiento propiciaba su ataque y se lanzaron sobre ellos de nuevo. La batalla volvió a entablarse, pero ahora Harry veía las embozadas figuras de los Dementores deslizándose por entre los árboles. Algunos de ellos se afanaron como polillas atraídas por la luz sobre uno de los heridos que yacía más allá del círculo de guerreros. Harry les vio aspirar, preparándose para el Beso.

– ¡Expecto Patronum! –aulló Olaf, blandiendo su varita junto a Bjorn y Gudrik. Un tenue hilo luminoso y plateado brotó de la punta, golpeando a uno de los Dementores y apartándole momentáneamente del moribundo. Cinco más ocuparon su lugar.

Harry contempló aquello horrorizado. Los otros dos no tuvieron mejor suerte. La luz plateada que surgía de sus varitas apenas molestaba a los Dementores, que seguían aproximándose. Dos más cayeron, no por obra de los Grendlings que parecían contentarse ahora con desgarrar la carne de los muertos, sino debido al desespero que les inundó. Harry vio cómo más criaturas se acercaban para Besarles.

– ¡Mi varita! –Gritó aterrado– ¡Devolvedme mi varita! –no sabía dónde estaba Alrik ahora, ni siquiera si seguía vivo, pero sí que sabía que aquellos hombres no tenían la menor oportunidad contra aquellas criaturas que se abalanzaban sobre ellos. Si los tres magos que le protegían eran lo mejor que tenían, estaban todos condenados.

Incluso mientras gritaba y oteaba a su alrededor desesperado en busca de algo que pudiera usar para defenderse, vio cómo el hechizo de Olaf se desvanecía en un parpadeo cuando uno de los Grendlings atravesó la defensa de su espada y le lanzó al suelo. Dementores y Grendlings se movieron al unísono para terminar con él, y en el destello breve de antorchas caídas Harry pudo captar cómo la varita de Olaf estaba caída a sus pies.

No pensó, sólo se agachó y tomó la varita, sintiendo el poder surgir de su interior. Se aferró con todas sus fuerzas a su más intenso recuerdo y alzó la varita con la magia cantando en su interior, ardiente como el infierno.

– ¡Expecto Patronum!

Su voz resonó entre los árboles, y de la punta surgió una explosión de luz cegadora. La silueta fantasmagórica de Cornamenta rugió al cobrar vida. Los Dementores retrocedieron ante su avance, arrasados por sus enormes protuberancias óseas que les mandaron volando a la noche cuando corneó aquellas figuras sombrías que estaban delante de él. Luego Cornamenta se volvió y cargó contra el resto, con los cuernos resplandecientes, aplastando la oscuridad bajo las pezuñas.

Cornamenta dejó un rastro de fuego plateado por allí por donde pasaba, y los Grendlings retrocedieron a su vez, aterrados. Libres del terror de los Dementores, los guerreros reaccionaron y saltaron sobre ellos, desgarrándoles y cortándoles con sus espadas. En unos instantes, todo cuanto quedaba de la batalla era los gemidos de los heridos. Los Grendlings estaban muertos o habían huido, y los Dementores se habían desvanecido en la noche.

Cornamenta hizo la ronda en torno a ellos, andando en círculos y envolviéndoles en un círculo de fuego al trazar Harry un anillo de protección en torno a ellos con la varita. Los hombres guardaron silencio, con los ojos fijos en la resplandeciente criatura que se volvió entonces y saludó a Harry con una profunda reverencia antes de saltar hacia él y desvanecerse de nuevo en el interior de la varita. Estremecido de terror y cubierto de sangre ajena, Harry dejó caer lentamente la mano que sostenía la varita.

Por un largo instante, nadie se movió mientras Harry miraba la pesadilla que le rodeaba. De los veinte hombres que le habían tratado proteger, sólo doce seguían con vida, todos ellos heridos. A cinco pasos de él había un cuerpo tan destrozado que dudaba que nadie fuese capaz de identificar los restos. Los cadáveres de los monstruosos Grendlings estaban por todas partes, el suelo ennegrecido de su sangre. Sabía que al menos la mitad de los caídos habían perdido mucho más que sus simples vidas. Sus almas habían sido devoradas por los Dementores, de los cuales parecían incapaces de defenderse.

Tres hombres con varitas; magos que usaban espadas en vez de magia para ahuyentar a sus enemigos. Hombres que entraban por su propia voluntad en un bosque repleto de Dementores. Ningún daño, había dicho Alrik. No sufriría ningún daño. Harry alzo la varita de nuevo.

–Accio varita de Harry Potter –no se fijó en la dirección de la que provenía, pero un instante después sintió en la mano libre la forma familiar de su varita. Inmediatamente, dejó caer la varita de Olaf al suelo y retorció las cadenas que le aprisionaban las muñecas– Alohomora –ordenó, y las cadenas cayeron obedientemente al suelo. El peso de las cadenas había sido lo único que evitaba que sus manos temblaran convulsivamente.

Uno de los hombres se aproximó entonces, dejando las sombras y plantándose delante de él. Pese a que iba cubierto de pies a cabeza por sangre, Harry le reconoció. Era Alrik. Tenía una expresión que no supo cómo interpretar. Harry alzó la mano de inmediato y apuntó al centro del pecho del otro hombre. Sintió un cosquilleo por donde la sangre que le había salpicado a él se deslizaba por su rostro. Su corazón batía tan fieramente que podía oír el latido en sus venas. No se reconocía en aquel instante, no podía decir ya lo que sentía: pánico, rabia, odio, o nada en absoluto. Todo cuanto sabía es que estaba alzando la varita contra otro ser humano, y que podía matarle con poco más que un pensamiento. Alrik cayó de rodillas delante de él, con los brazos caídos a los lados, en gesto rendido.

–Te lo ruego –suplicó, en un tono de voz que devolvió algo similar a la vida a la mente en blanco de Harry– no nos abandones –Harry miró completamente atónito cómo el resto de hombres hacían la misma genuflexión, uno tras otro– Te lo ruego –repitió Alrik– no nos abandones.

Sus palabras fueron como un chorro de agua fría, y Harry se tambaleó al retroceder, con el olor de la muerte alzándose del suelo humeante.

– ¿Por qué me habéis traído aquí? –Harry apenas reconoció su propia voz. Estaba ronca y rota de tanto gritar– ¿Por qué estamos en este lugar? –le habían traído aquí. Alrik había traído a sus propios hombres a aquella trampa mortal. Pese a que podrían haberse defendido de los Grendlings con sus hachas y espadas, era obvio que habían estado indefensos ante los Dementores. Venir había sido la peor de las locuras.

–Éste es nuestro hogar –le dijo Alrik, con la sangre goteando por la barba brotando de una pequeña herida en la frente­. Aquí vivimos. Pero los Dementores nos tienen en su poder, y nosotros no podemos defendernos de ellos. Hemos rogado ayuda al Ministerio, pero nos han vuelto la espalda. Te hemos traído aquí para que tuviesen que escucharnos, para que los ojos de Britania entera se vuelvan hacia nosotros y vean nuestra necesidad. Estos Dementores devoran a nuestros hermanos, a nuestras esposas, a nuestros hijos, y si nos dejas todos pereceremos.

Harry le miró horrorizado.

– ¿Hay niños aquí? –susurró.

–Sí –asintió Alrik– Los Dementores no tienen escrúpulos en llevárselos. No sienten piedad, y no podemos combatirlos. Te ruego que nos acompañes a la Fortaleza de Bifröst y hables con mi padre. No nos vuelvas la espalda como ha hecho el Ministerio. Por favor.

Todos estaban de rodillas ante él, rendidos y suplicantes, incluso aquellos que parecían demasiado débiles para aquel esfuerzo. Harry se encontró bajando la varita sin pensarlo. Pese a ello, Alrik no se levantó, con una pregunta brillando en sus ojos. Lentamente Harry inclinó la cabeza. Alrik se alzó entonces.

– ¡Reunid a los heridos y muertos! –ladró a los demás. Todos ellos actuaron de inmediato. Harry se quedó a un lado, demasiado atontado para saber qué pensar y temblando de cuerpo entero. Miró cómo los hombres separaban a los humanos de los Grendlings caídos. Gudrik y Bjorn estaban haciendo todo lo posible con sus hechizos para curar las heridas que pudiesen ser mortales. Olaf había perdido una de las piernas y la mitad del vientre. Sus ojos inmóviles estaban helados en una expresión de terror. Si Harry hubiese tenido algo en el estómago, lo habría echado en aquel mismo instante.

Pronto se evidenció que los hombres no tenían forma de transportar los cadáveres. De los doce restantes, tres apenas eran capaces de caminar y necesitaban ayuda para seguir adelante. Eso dejaba seis hombres para llevar ocho cuerpos, aunque uno de éstos sólo quedaba el torso.

–Les dejaremos aquí –dijo Alrik, sombrío– No podemos retrasarnos.

–No podemos dejárselos a los lobos –siseó uno de los hombres, desesperado.

–Tampoco podemos esperar a que los Grendlings vuelvan –repuso Alrik.

Harry no entendía lo que estaba pasando. En sus seis años en Hogwarts creía haber entendido cómo funcionaba, básicamente, el mundo mágico... pero esto escapaba a su comprensión. ¿Qué problema tenía aquella gente? Se suponía que los adultos no actuaban así. Levantó la varita y apuntó al primer cadáver.

–Mobilicorpus –ordenó. El cuerpo, sostenido ahora por magia, se alzó horizontalmente del suelo y se movió hacia el extremo del claro. Harry lanzó el hechizo siete veces más y el resto de cadáveres se alinearon detrás. Los hombres le miraron sorprendidos, con una expresión que, de nuevo, Harry no reconoció ni pudo entender. Su estómago se revolvió– Guíanos –gruñó a uno de los hombres que estaba mirando los cuerpos levitando con ojos incrédulos.

Harry no pudo decidir si la emoción que bullía en sus entrañas era rabia o desolación. Llegado a este punto, tampoco estaba seguro de que le importase. Todo cuanto sabía es que anhelaba desesperadamente volver a casa, pero no podía soportar la idea de los Dementores devorando las almas de los niños. Así pues, se puso en camino tras una línea movediza de cuerpos que goteaban, y siguió a los guerreros vikingos bosques adentro.        

~~~~~~~~~~~~~~~~~

5 de 7 :3

Continue Reading

You'll Also Like

160K 17.3K 24
"Sin resurrecciones" ***ERROR*** El dios de las mentiras ha vuelto, pero es solo un bebé. Ahora ha visto en Thor a su nuevo héroe. El dios del true...
111K 11.4K 18
Después de Hogwarts, después de la batalla final. Severus se va de vacaciones a Rumanía. Severus encuentra a alguien que pensaba que estaba muerto. ...
3.5K 407 6
.˚ 𑁍 ༘┊͙ 𝗦𝗨𝗡𝗙𝗟𝗢𝗪𝗘𝗥 .˚ ⵢ ☽ 🕵🏻♀️. * : ━━━━━━✧❃✧━━━━━━━ The farewells that hurt most are those that are never said and never understood...
33.3K 3.3K 22
Harry está a punto de graduarse de Hogwarts y espera convertirse en Auror. El director le asigna una misión que le garantizará un lugar en el entrena...