Juramento Inquebrantable [Fre...

By MerlinaRothbart

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By MerlinaRothbart

______________________________

La oscuridad puede corromper al más noble ser humano.
______________________________

Había nubes de tormenta en el exterior, durante toda la semana se habían tornado colores grisáceos en el cielo, sin embargo ahora no hacían más que tornarse amenazantes.

No era común ver a Albus Dumbledore en la escuela, últimamente llevaba a cabo muchas salidas fuera del recinto escolar, quedando al cuidado del colegio el profesorado de su confianza y el puñado de aurores que mantenían turnos para proteger las inmediaciones del lugar.

No obstante habían temas que requerían de su atención.

Nina se hallaba sentada frente a su escritorio, mientras respiraba con tranquilidad. Observó la barba larga y muy cuidada que tenía el hombre, cayendo en la cuenta de que la magia no conseguía frenar el paso de la edad en su piel, en su cabello ni en sus ojos.

—Señorita Illich, ¿desea decir algo más a su declaración?

Ella denegó, moviendo su cabeza en sentido negativo. Había sido llamada para dar su testimonio con respecto a la pelea que Harry y Draco habían mantenido en el baño, Narcissa Malfoy había creado tal alboroto, que el director no había tenido otra opción que posponer compromisos con tal de atenderla y quitar la presencia de ella de la escuela.

Puede que aquella mujer no fuera una mortífaga, sin embargo estaba al tanto de todos los movimientos del señor tenebroso y el mago mayor lo sabía perfectamente, no podía arriesgarse a que ella fuera quien comenzara a generar caos en Hogwarts.

—Ninguno actuó correctamente profesor, no obstante quisiéramos ver como estudiantes, que Potter reciba su castigo.

—¿A qué se refiere, señorita Illich?

—Oh, profesor, sabemos perfectamente que Potter es uno de los favoritos del cuerpo docente e incluso me atrevo a decir que de usted, muchas veces se sale con la suya —recalcó —, me gustaría saber que me encuentro en una escuela que realmente es seria a la hora de enfrentar conflictos estudiantiles importantes.

—No tiene porqué preocuparse. Yo confío en su palabra y su usted me dice que todo se realizó deliberadamente y con la intención de causar daño, lo creeré y sancionaré a Harry con el rigor de nuestro reglamento mágico.

—Pues eso me dejaría tranquila.

—Sin embargo. Me gustaría mencionarle ciertas cosas —señaló, impidiendo que la Slytherin saliera del despacho en el momento en que pensaba retirarse.

—¿Ocurre algo, profesor?

—Oh, no. Pero quisiera mencionar que en esta vida todos tenemos un destino trazado, es como si una línea invisible creciera desde nuestro nacimiento hasta el día de nuestra muerte —explicó —, eso es imposible de cambiar, a menos de que nuestros instintos vayan cambiando el curso de las cosas, a menos que nuestras decisiones demuestren quien somos en verdad, nuestras convicciones son lo único que verdaderamente nos lleva a ser quien somos.

—¿Por qué me dice esto, profesor Dumbledore? ¿Acaso es una especie de acertijo?

—No, nada más quisiera hacerle mención que nadie es culpable de las circunstancias. El señor Malfoy ha sido una víctima en este caso y también el señor Potter.

Muchas veces Albus Dumbledore era incomprendido. Esta era una de ellas, Nina no entendía porque Harry sería una víctima si él fue quien comenzó con la persecución para con Draco.

—¿Trata de decirme que Potter no es culpable de casi matar a Draco? Lo lamento señor, pero no lo entiendo y tampoco lo creo. Pienso de una forma muy diferente a la suya.

—La oscuridad puede acabar con todo, señorita Illich, existen caminos por los que ningún hombre debiese tener que transitar. En ocasiones vivimos situaciones que nos marcan de por vida, que nos causan traumas irreparables ye eso consigue que nuestro interior jamás vuelva a ser el mismo.

Nina observó los ojos profundos del hombre, intentando descifrar lo que realmente estaba intentando transmitir con esas frases ambiguas y decorosas. Sin lugar a dudas tenía una facilidad para hablar, para emitir sus pensamientos y lo más importante, tenía una facilidad increíble para convencer a los demás; lograr que pensaran igual que él, convencerlos de su punto de vista y que lo creyera.

—¿Eso que tiene que ver con todo lo que sucede?

—Draco Malfoy, Harry Potter e inclusive tú, han estado expuestos de forma involuntaria a una especie de oscuridad que ustedes no han buscado. Han convivido con ella en diferentes maneras y tiempo, unos más que otros; eso tiene una consecuencia.

El hombre se levantó y dio vueltas por el despacho, concentrándose en la cadencia de su voz.

—No digo que haya que justificar las acciones de ninguno de ellos, sólo puedo decir que en muchas ocasiones, las personas luchan contra su oscuridad, luchan con la oscuridad que llevan en su interior, pero muchas veces no logran vencerla, no logran permanecer en la luz y tampoco es su culpa, es parte de lo impredecible de la vida. Pero créame cuando le digo que la oscuridad penetra en lo más sensible, en lo más íntimo de las personas.

Por un segundo Nina se desconectó del trasfondo del tema, no entendía a qué quería llegar, de pronto creyó que el anciano ya no hablaba sobre sus compañeros, si no que hablaba sobre ella, que hablaba o trataba de sacar información sobre sus visiones, sobre sus sueños, sobre aquellos pensamientos que atormentaban su cabeza cuándo solían volverse reales.

—Entonces trata de decir que no podemos hacer nada para evitarlo —habló con algo de desdén.

—No, siempre podemos intentar ser nuestra mejor versión, pero hasta la persona más noble puede caer en la inminente soledad de llama a las tinieblas. La oscuridad es capaz de pervertir hasta a la más pura alma, hasta el más noble corazón.

—¿Acaso hay alguien que se mantenga con el corazón completamente noble?

—Decisiones, Nina, decisiones. El señor Malfoy, Harry y tú han tenido que tomarlas, todos han tenido que hacer grandes sacrificios, todos tendrán que esperar a ver lo que el futuro deparará.

Nina asintió y pidió permiso para retirarse, las ocasiones en las que había conversado con Dumbledore siempre eran así. Él siempre se mantenía sereno, imperturbable, mientras que Nina, no hacía más que devanarse los sesos pensando en qué era lo que el hombre trataba de decir.

La bruja siempre pensó y pensaba que Dumbledore era un gran mago, el más grande de todos los tiempos, por lo que oírle hablar de esa forma le causaba ansiedad, sus palabras tenían fundamentos, no eran las palabras de cualquier persona que llegaba y las tiraba al viento.

Eran palabras que tenían un sentido real, palabras que probablemente tenían un significado aparente y otro escondido en los recovecos de su mente.

La joven descendió por la escalera y se dirigió a la enfermería, quería estar con Draco, quería estar junto a él a pesar de que estuviera sedado para que el tratamiento surtiera más efecto. Madame Pomfrey no le decía nada y se había cansado de decirle que él aún no despertaría debido a la medicación, no obstante cuando se percató de que Nina no generaba ninguna interrupción, no haga ruido y tampoco impedía su trabajo, le permitió acomodarse allí junto a la camilla en una silla cómoda.

La Slytherin llevaba un libro y se quedaba leyendo durante algunas horas –como si la biblioteca de estudio se hubiese trasladado al lado de la cama de Draco– luego se iba y volvía luego de un rato. Era increíble la falta que el rubio podía hacerle a pesar de que la mayoría del tiempo era insoportable y engreído, había aprendido a conocerlo y no había porqué negarlo, le quería mucho. Aunque no lo dijeran a diario.

Nina se había dado cuenta de muchas cosas en el lapsus en que Malfoy había estado en la enfermería, la primera fue que sus padres efectivamente estaban teniendo recelo con respecto a él. Como aurores estaban totalmente intrigados con los sucesos acontecidos en la escuela y él era un sospechoso directo, la segunda fue que una vez más comprobaba de que Draco no tenía amigos reales, pues de toda la tropa que andaba tras él, nada más dos habían ido a pasar tiempo con él a la enfermería, la tercera, Astoria estaba completamente enamorada de él y eso la hacía sentir bien.

Draco podía ser muchas cosas, la mayoría de ellas eran negativas, pero merecía ser querido, merecía ser amado y Astoria entraba en la ecuación. Desde que tuvo su enfrentamiento iba todos los días a verle, no le importaba si estaba Nina o habían otras personas, todos los días iba a saludarle y acariciar el dorso de su mano o su cabello muy brevemente para que Madame Pomfrey no la expulsara. Nina observaba su semblante, Astoria era un año menor que ella, pero podía ver claramente en sus ojos el profundo amor que le profesaba a Draco, muchos podrían decir que era una niña y que no sabía nada sobre el amor, pero había aprendido que este se veía así, con actos pequeños y cotidianos, nada de heroísmo sobrevalorado.

—Creo que deberías irte a dormir.

La voz áspera del rubio la sacó de sus pensamientos y no hizo más que sonreír de alegría al notar que él estaba despertando. Madame Pomfrey lo había mantenido sedado y si había logrado vencer a la poción significaba que estaba mejor.

—¡Draco! ¡Al fin despertaste! —chilló mientras saltó de la silla donde se encontraba acomodada —, llamaré a Madame Pomfrey para que te revise, dame un minuto.

La enfermera llegó en cosa de segundos e hizo un sin fin de preguntas al mago, conversó con él sobre lo que había pasado y también le comentó que tendría que pasar un día o dos más en la enfermería pues todavía algunas heridas no sanaban del todo puesto que se habían infectado al momento de la cicatrización.

Una vez que volvieron a estar a solas y que la bruja advirtiera sobre los horarios, Nina asintió y se acercó a él con entusiasmo contenido.

—¿Te duele mucho?

—Duele como la mierda, ¿qué ha pasado? —preguntó sobresaltándose al notar que muchas personas al parecer habían tenido acceso a examinarle.

—Tu madre estuvo aquí, además de que Snape ha venido a monitorear ciertas cosas —pronunció la joven aludiendo a la marca tenebrosa —, al parecer tu padrino es muy cuidadoso de tus intereses.

Draco rió con algo de amargura, Snape no estaba cuidando de sus intereses, solamente estaba cuidando su propia posición dentro de la locura y caos en que pronto Hogwarts se convertiría. Observó a la chica y acercó su brazo a la mano de ella.

—¿Hay algo que te preocupa en este momento?

—Tú, tú me preocupas mucho.

—No tienes que preocuparte por mí, Nina. Se supone que de aquí en adelante debo sobrevivir, no estar preocupado por quedar inconsciente y que alguien pueda ver realmente lo que soy. No puedo pedir que alguien cuide de mí, la gente debería cuidarse de mí.

—Quizás no eres así, verdaderamente.

—Ahora soy así, debo ser así. De eso depende mi vida.

Nina quiso cambiar de tema. Había algo en su interior que le removía, cada vez que Draco hablaba de esa manera se sentía incomoda, sentía que sucesos nefastos estaban por consumirlos y eso no quería experimentarlo.

—Astoria ha estado aquí todos los días.

—Astoria no sabe lo mucho que me importa, creo que no he sido lo suficientemente sincero con ella —tragó saliva —, siempre estoy en esa postura de no querer que la gente vea que pienso, que siento, que quiero hacer realmente y aparte de ti —señaló —está ella, quien jamás me ha juzgado, ha respetado mis tiempos, ha logrado cosas que no sabía que podía, han habido cosas en mi interior que existían y no sabía, ahora lo ser porque ella me lo ha mostrado.

—¿Y no te gustaría poder vivir sólo eso? Hablas como si esta fuera tu única opción y pues te recuerdo que no tienes ni siquiera veinte años, no eres un adulto, creo que realmente sólo somos niños viviendo en un mundo que nos arroya y nos lleva a donde en realidad no deberíamos estar.

—Quisiera tener la posibilidad de enamorarme, sólo enamorarme y experimentar el amor —contestó —quizás cuando todo esto pase, podré hacerlo.

Nina sonrió y se acercó para acariciar su cabello. Le alegraba saber que en realidad su interior no estaba corrupto, todavía no había oscuridad. Todavía existía el Draco que era su mejor amigo, no se había ido, a pesar de haberse convertido en un mortífago.

—No te sacrifiques, no te sacrifiques por ser quien no eres, Draco.

—Voy a intentarlo —terció y sonrió de forma genuina, aunque solamente era un señuelo, era para que Nina pudiese quedarse tranquila e irse a descansar —, creo que voy a volver a dormir, siento que mi cuerpo en este momento tiene más sueño que ganas de vivir.

—Nos veremos en un rato, no creas que no volveré a venir.

Besó su frente y después de ese salió de la habitación. Draco la contempló y con cuidado se incorporó en la camilla, sacando los pies para comenzar a vestirse.

No tenía tiempo para dormir.

Ahora era su vida la que estaba en juego.

Un tórrido sonido fue lo que sacó a todos los estudiantes de la tranquilidad de la noche.

Amelie Illich-quien se encontraba haciendo guardia ese día- percibió una vibra en el aire, no tenía nada que ver con su ejercicio profesional, era una sensación desagradable que recorrió su espina dorsal y llegó hasta la base de su cuello. Entrando la noche, el castillo de Hogwarts era rodeado sombras lúgubres y tenebrosas que no hacían más que rodear los doseles y muros. Ella junto a sus compañeros aurores se mantenían alerta de cualquier movimiento inesperado que pudiera manifestarse. 

—¡Ayuda, ayuda; necesito que alguien venga a la torre norte! —sintió cómo uno de sus compañeros utilizó un encantamiento vociferador —, ¡Wallace ha sido asesinado; están aquí, están en el castillo! 

Amelie percibió el horror recorrer su cuerpo, había lidiado con esa sensación durante toda su vida, no obstante siempre conseguía hacerle un poco de mella en el interior. Era una destacada profesional y jamás dejaba de conmoverse ante un compañero caído. Iba a moverse rápido ante la alerta, comenzar a dar aviso a los profesores y llegar a la oficina del director, pero en ese instante sus ojos vieron la forma en que el cuerpo de Albus Dumbledore se quebraba al caer en el césped del patio y la resplandeciente luz verdosa aparecía en el cielo. 

—¡Han conjurado la marca tenebrosa! —¡Hay que proteger a los estudiantes! ¡Ellos están aquí y han asesinado a Dumbledore! ¡Han de ser demasiados para haberlo logrado!

El pánico se hizo presente y los refuerzos no tardaron en llegar, solamente que en el instante en que se movían por el aula, no encontraban la persecución que esperaban afrontar. Amelie fue caminando en silencio por los pasillos cuando con un grupo de compañeros fue caminando hacia donde estaba el acceso a a oficina, se repartieron entre buscar a los mortífagos, asesorar a los docentes y cuidar a los estudiantes, que a estas horas ya iniciaban a murmurar y querer acercarse al patio que yacía custodiado. 

Otro auror estaba mal herido en el suelo, estaba justo antes del pasadizo a la oficina de Dumbledore. 

Amelie se hincó a su lado, notando que tenía un profundo corte en la pierna.

—Snape, Severus Snape les ha ayudado, fueron hacia el bosque prohibido.

Mientras tanto, en las mazmorras, los estudiantes de Slytherin no habían percibido lo sucedido, estar en las habitaciones prácticamente abajo de la tierra muchas veces les privaba de cierta visión, en otras ocasiones les protegía.

Pansy se incorporó de la cama, mirando una ventana. 

—¿Qué demonios es eso?—inquirió al notar el verdoso toque en el cielo, saliente de entre las nubes. 

Nina y Astoria se acercaron a donde ella indicaba, y la bruja se apartó para darles visibilidad. 

Nina lo supo de inmediato. 

Había sucedido. 

—Es la marca tenebrosa— siseó más para ella que para los demás.

—¿Qué mierda?— preguntó Parkinson —¿están aquí?

La gran mayoría de los Slytherin tenían familiares comprometidos con la causa del señor tenebroso, habían sido mortífagos, otros aliados, otros solamente querían guardar las apariencias, pero era seguro de que ninguno estaba preparado para unirse como un soldado a las filas del señor tenebroso, ninguno quería que la escuela fuera invadida y tener que escoger entre la libertad o ser un esclavo. 

Rápidamente todos comenzaron a salir y caminar por los pasillos a tientas, no obstante Nina no se dirigía hacia donde todos iban, ella se dirigió a la enfermería, con el corazón doblado por el dolor, por la incertidumbre. Añoraba que el camino hacia el sitio se hiciera eterno, pero sus piernas actuaban por sí solas. 

Ella sólo quería entrar y ver a Draco en la camilla, durmiendo o leyendo algún libro lúgubre y aburrido. 

Pero no. 

Al llegar la camilla estaba vacía y las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. 

—Maldito hijo de puta— murmuró. 

Draco se había ido. 

Había cumplido su cometido y se había ido. 

Ahora no sabía si estaba vivo o muerto.

—¡Idiota!— gritó dándole puñetazos a la almohada. 

Se agarró la cabeza con desesperación , sin poder contener la frustración. 

Todo había terminado.

El mundo ya no era igual y recordó las tristes palabras del director. 

La oscuridad podía corromper lo que fuera, hasta al más noble ser humano. 

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