La Piedra del Matrimonio

By alseidetao

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Para evitar las maquinaciones del Ministerio, Harry debe casarse con el reacio Severus Snape. Pero el matrimo... More

Capítulo 1: La piedra del matrimonio
Capítulo 2: Con Este Anillo
Capítulo 3: Habitantes de la mazmorra
Capítulo 4: Enfrentándose al mundo
Capítulo 5: Marcas oscuras
Capítulo 6: Vivir con Snape
Capítulo 7: Lazos que unen
Capítulo 8: Todos los hombres del Rey
Capítulo 9: La estrella del perro
Capítulo 10: Espadas y flechas
Capítulo 11: Enfrentándose a Gryffindors
Capítulo 12: Emplazando culpas
Capítulo 13: Entendiendo a los hombres lobo
Capítulo 15: Modales
Capítulo 16: Conociendo a los cuñados
Capítulo 17: Espinas
Capítulo 18: El corazón del laberinto
Capítulo 19: Vínculos
Capítulo 20: Sinistra
Capítulo 21: Serpientes
Capítulo 22: Familia
Capítulo 23: Lobos
Capítulo 24: Lecciones de Historia
Capítulo 25: Nochebuena
Capítulo 26: Regalos de Navidad
Capítulo 27: Antes de la tormenta
Capítulo 28: Vikingos
Capítulo 29: Entender el deber
Capítulo 30: Persecución
Capítulo 31: Acortando distancias
Capítulo 32: El dolor de crecer
Capítulo 33: Largas historias
Capítulo 34: A dormir
Capítulo 35: Al abismo
Capítulo 36: Cargando la piedra
Capítulo 37: El otro lado
Capítulo 38: Política
Capítulo 39: Honor familiar
Capítulo 40: La locura del lobo
Capítulo 41: Salvaje
Capítulo 42: Caramelos de limón
Capítulo 43: Para eso están los amigos
Capítulo 44: Cierra los ojos
Capítulo 45: Amaestrando al dragón
Capítulo 46: Viendo rojo
Capítulo 47: Cedo
Capítulo 48: El Lobo en la puerta
Capítulo 49: Bailando
Capítulo 50: La materia de los sueños
Capítulo 51: Grandes gestos románticos
Capítulo 52: San Valentín
Capítulo 53: Afecto de cortesía
Capítulo 54: Despertando a Lunático
Capítulo 55: Maniobras legales
Capítulo 56: Peones
Capítulo 57: Obviedades
Capítulo 58: El significado de las cosas
Capítulo 59: Algo maligno
Capítulo 60: La voz del Rey
Capítulo 61: La llamada
Capítulo 62: Stonehenge
Capítulo 63: El corazón sangrante
Capítulo 64: El resto del mundo
Capítulo 65: En la luna
Capítulo 66: Sinestesia
Capítulo 67: Cantos afilados
Capítulo 68: La búsqueda del poder
Capítulo 69: Al final de este camino
Capítulo 70: El precio del valor
Capítulo 71: Lo que importa
Capítulo 72: Yendo hacia delante
Capítulo 73: Así es como el mundo acaba
Capítulo 74: El sol moribundo
Capítulo 75: Valeroso mundo nuevo
Capítulo 76: Los indignos
Capítulo 77: Historia antigua
Capítulo 78: Regresando a casa
Capítulo 79: Solucionando
Capítulo 80: Decisiones y Progreso
Capítulo 81: El amanecer de un nuevo día
Capítulo 82: Echando una mano a las cosas
Capítulo 83: Sorpresas en todas partes
Capítulo 84: Extraños compañeros de cama
Capítulo 85: Borrones
Capítulo 86: Furia
Capítulo 87: Pasiones
Capítulo 88: De vuelta al negocio
Capítulo 89: Idas y Venidas
Capítulo 90: Maniobras Legales II
Capítulo 91: Rosas
Capítulo 92: Educación continua
Capítulo 93: Los recién llegados
Capítulo 94: Experiencias de aprendizaje
Capítulo 95: Encuentros cercanos
Capítulo 96: En desacuerdo
Capítulo 97: Hacer las Paces
Capítulo 98: ¿Quién sabe?
Capítulo 99: La paz se desmorona
Capítulo 100: Comienzan las hostilidades
Capítulo 101: Primeras señales del futuro
Capítulo 102: Lecciones desplegadas
Capítulo 103: El fin de los vampiros
Capítulo 104: Reconocimiento y premonición
Capítulo 105: Verdadera naturaleza
Capítulo 106: Exámenes finales
Capítulo 107: Explicaciones
Capítulo 108: La calma antes de la tormenta
Capítulo 109: Reescribiendo la historia
Capítulo 110: La fuerza del vínculo
Capítulo 111: Magia salvaje
Capítulo 112: Consecuencias del ataque
Capítulo 113: Últimos días de tranquilidad
Capítulo 114: Rudos Despertares
Capítulo 115: Primeras Impresiones
Capítulo 116: Desquitarse
Capítulo 117: Nuevos comienzos
Capítulo 118: Tiempos felices
Capítulo 119: Tiempos de fiesta
Capítulo 120: Favor de Merlín
Capítulo 121: Fin del verano, parte 1
Capítulo 122: Fin del verano, parte 2
Capítulo 123: Una falta cercana
Capítulo 124: Retrasar lo inevitable
Capítulo 125: Las formas de la primera ola
Capítulo 126: Compañeros de cama más extraños
Capítulo 127: Planificación de la Operación Castillo Mágico
Capítulo 128: Revelaciones
Capítulo 129: La primera ola se rompe
Capítulo 130: Limpiando
Capítulo 131: Padrinos
Capítulo 132: Percepciones erróneas
Capítulo 133: Zona de conflicto
Capítulo 134: Visitantes
Capítulo 135: Pez fuera del agua
Capítulo 136: La segunda ola
Capítulo 137: La batalla de Hogsmeade
Capítulo 138: Algunas explicaciones que hacer
Capítulo 139: Decir adios
Capítulo 140: Faltas de comunicación
Capítulo 141: Las formas de la tercera ola
Capítulo 142: El Campeón del Rey
Capítulo 143: La batalla de Hogwarts
Capítulo 144: La gratitud del rey
Capítulo 145: Los Comienzos del Rey
Capítulo 146: La Vida del Rey

Capítulo 14: Volviendo a la normalidad

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By alseidetao


Remus volvió con la cena y los dos hombres se sentaron con Harry a tomarla, charlando tranquilamente sobre la escuela y sobre Quidditch. Harry observó divertido cómo su padrino coqueteaba más abiertamente con Remus, más cómodo ahora que sabía que a Harry no le molestaba. Remus lo soportó con buen humor, aparentemente molesto y divertido a la vez, pero sin ofenderse. Pero no coqueteó con Sirius a su vez.

Eventualmente la Señora Pomfrey les echó, insistiendo en que Harry debía descansar todavía mucho. La medibruja comprobó el estado de sus heridas una última vez, asegurándole que se curaban bien, y que podría volver a sus habitaciones por la mañana. Después, ella también le deseó buenas noches y se retiró.

Un segundo más tarde Snape se colaba en el cuarto, moviéndose sigilosamente con la túnica negra ondeando tras él.

– ¿Se ha ido ella? –preguntó, con un tono de voz que hizo que Harry se estremeciese por algún motivo. Harry echó un vistazo hacia la puerta por la que acababa de desaparecer la señora Pomfrey.

–Creo que se ha ido a la cama –informó al Maestro en Pociones.

–Bien –Snape se sentó junto al lecho de Harry– Lo último que necesito es otro toque de atención suyo. Echar a Black es una cosa, pero llamarme idiota... ¡qué coraje! –parecía que Snape estuviese bromeando, y Harry le dedicó una sonrisa incierta, no muy seguro de cómo debería responder.

–Por supuesto, señor –dijo en tono neutro. Snape arqueó una de sus negras cejas con un brillo burlón en la mirada, pero no dijo más al respecto.

–Espero que su salud esté mejorando.

–Sí, señor –respondió Harry– La señora Pomfrey dice que podré salir mañana por la mañana.

–Excelente –dijo Snape en tono seco, aunque Harry supuso que probablemente hubiese preferido tener su hogar para él solo unos cuantos días más. No podía imaginar ni una sola razón por la cual pudiese alegrarse de que volviese– ¿No querríamos que perdiese clases, verdad?

–No, señor –asintió Harry. Luego recordó algo– Aunque... No tuve tiempo de terminar mis deberes de pociones. Pensaba hacerlo después de volver de Hogsmeade –supuso que esto le iba a costar a Gryffindor una docena de puntos. Snape nunca había sido indulgente con los retrasos, fuese cual fuese la excusa.

–Quizás debería haber terminado sus deberes antes de ir a Hogsmeade –sugirió Snape, con un brillo en los ojos que Harry reconoció. Estaba calculando cuantos puntos podía quitarle, y triplicándolos in mente si Ron y Hermione fracasaban también.

–Sí, señor –Harry le miró furioso, tratando de centrarse en esos puntos que pronto le iban a restar, pero fallando miserablemente. Porque las palabras de Snape habían iniciado otra cadena de pensamiento distinta, una que estaba intentando desesperadamente evitar. Intentó aferrarse al castigo, trató de imaginarse el marcador en la oficina de McGonagall, pero todo ello se desvanecía... Estaba oscuro, y la vela creaba sombras en las viejas paredes de piedra, y de alguna forma las palabras de Snape siempre parecían golpear más profundamente y con mayor fuerza que las de ninguna otra persona. Y el otro pensamiento, el pensamiento horrible, estaba rugiendo mientras cobraba vida en su interior, consumiéndole. Una pregunta directa de Ron no lo había logrado, tampoco la mirada preocupada de Sirius, pero un simple insulto burlón de Snape derrumbó por completo la pared de contención que ni siquiera había sido consciente de haber erigido. Cerró los ojos con fuerza para evitar la imagen de la diversión de Snape. Luego se dio la vuelta, quedando de lado y dándole la espalda para que no viese su dolor. Su respiración se bloqueó. Se le escapó un sollozo antes de que lo pudiese contener. Sus manos se aferraron a las sábanas.

Porque, por supuesto, Snape tenía razón, maldito fuera. Debería haber hecho algo tan simple como acabar sus deberes... y nada habría ocurrido. Los Mortífagos ya se habrían ido de la armería para cuando Harry hubiese llegado; no le habrían visto, no le habrían atacado. Con un simple retraso, todo se hubiese evitado. Los del pueblo no hubiesen muerto, y Harry no tendría que haber matado a aquellos tres hombres cuyas caras se sumarían ahora a las de las víctimas que le perseguían. Aquella idea le producía una sensación de vacío, de frío, de dolor, de amargura.

Y no iba a llorar. ¡No iba a llorar! Inspiró con fuerza para contener las lágrimas, manteniéndolas en su interior, empujándolas de nuevo hacia el hueco en su interior. Su cuerpo parecía estar muy frío. Temblaba. Se sintió a punto de hiperventilar.

Entonces, increíblemente, unas manos cálidas se hicieron notar en sus hombros, unos dedos fuertes le apretaron, y estiraron de él hasta que se encontró con su espalda contactando con el pecho de Snape, y el hombre le hablaba en voz baja y tranquilizadora, diciendo cosas que ahora mismo Harry no podía entender, hundido tan profundamente en su propia oscuridad.

Notó algo frío en los labios, algo que su mente catalogó de forma automática como cristal, cuando Snape le colocó en la boca el frasquito con una poción. Luego los dedos de Snape se enredaron en su cabello mientras el hombre le echaba la cabeza hacia atrás, forzándole a tragar. No le importaba, no le preocupaba en absoluto. Estaba tan acostumbrado ya a ello a causa de las últimas semanas que confiaba ciegamente en que el líquido no le haría ningún daño. Incluso reconoció el sabor: Pócima para dormir sin soñar. La poción se derramó lentamente hasta sus venas, y notó el letargo familiar apresándole. Se dejó llevar, sin preocuparse de que fuesen los brazos de Snape los que le sostuvieran, los que le abrazaban. Escuchó la voz tranquilizadora de Snape, incapaz de reconocer las palabras o procesar su significado. Incluso se giró para poder escuchar el tranquilizador sonido del latido de su corazón. Era un sonido tan agradable... mucho más que los gritos que intentaban abrirse pasó en su mente. Mucho más que la oscuridad.

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­

Es curioso lo rápido que regresaron las palabras de Sirius Black para torturarle. "Vuelven los recuerdos y te hacen pensar cosas que no deberías. A veces esos recuerdos te encienden, te hacen decir o hacer cosas y ni siquiera sabes por qué." Severus pensó que esa debía ser la causa ahora, el porqué se hallaba abrazando a Harry Potter mientras éste hiperventilaba, esperando que la poción hiciese efecto.

No había pretendido afectar así al chico. Sólo había venido a traerle la pócima, preocupado porque volviese a tener pesadillas. Pero un simple comentario descuidado sobre los deberes, pretendidamente jocoso, le había desmoronado emocionalmente. Había visto el momento preciso en que ocurría, el gesto de dolor contenido que le había cruzado la cara. En parte lo había estado esperando: el chico no había reaccionado aún al hecho de que casi le habían matado de nuevo, de que había muerto gente, de que se había visto forzado una vez más a defender su vida. Debería haberse venido abajo en brazos de su padrino o de sus amigos.

No pudo evitar recordar el Torneo de los Tres Magos. Entonces tampoco se había desmoronado, luchando contra las lágrimas con todas sus fuerzas. Sin llorar. Ni siquiera en brazos de Molly Weasley. Nunca una sola lágrima.

Pero claro, éste chico era quien ponía hechizos de silencio en su cama antes que despertar a sus compañeros de dormitorio con sus pesadillas.

Lo que sorprendía a Severus era que el muchacho se hubiese venido abajo delante de él. Por supuesto, había tratado de ocultarlo enseguida, le había dado la espalda, se había tragado las lágrimas; Severus se preguntó si las dejaría caer alguna vez. Pero no había luchado contra él cuando le abrazó, ni se había resistido a beber la poción que le llevó a los labios.

Sus propias acciones le habían dejado anonadado. No era un hombre amable, ni dado a reconfortar a nadie; pero no había podido hacer ninguna otra cosa, incapaz de soportar el sufrimiento de Harry sin al menos intentar ayudarle. En realidad, había esperado el rechazo. Pero no había llegado.

Y lo que había dicho... Todo ese sinsentido sobre que todo iba a ir bien, que Harry estaba a salvo, que no pasaba nada si se dejaba ir. Pura basura, por supuesto; pero sospechaba que el chico estaba demasiado ido para preocuparse o entenderle de ninguna forma. Probablemente hubiese podido prometerle la luna en ese instante y nunca se la hubiesen reclamado.

Notó cómo el chico se calmaba por fin. Esperó a que se apartara de él. Poción o no, seguía siendo el odiado Maestro en Pociones... Pero Harry le sorprendió volviéndose en sus brazos para descansar sobre su pecho, respirando apaciblemente. Un segundo más tarde se percató de que el chico se había dormido... en sus brazos.

Harry Potter se había quedado dormido en sus brazos.

Por todos los infiernos, pensó. ¿Y ahora qué se suponía que debía hacer?

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­

Recordaba vagamente que alguien se había movido y se deslizaba lejos de él durante la noche. Murmuró una protesta, y luego se volvió a dormir profundamente, sin darle mayor importancia.

La señora Pomfrey le despertó una hora antes del desayuno. Se sentó adormilado, sintiéndose descansado de verdad. La mujer le echó un vistazo a su hombro una última vez, declaró que estaba satisfactoriamente curado y le ofreció una pila de ropa, dirigiéndole a las duchas. Reconoció las vestimentas como algunas de las que Snape le había comprado. Debía habérselas traído en algún momento de ayer.

Se sonrojó al recordar lo ocurrido la víspera. La visita tardía de Snape, la crisis de Harry, el sabor de la pócima en sus labios. No iba a pensar en el resto, decidió. Dudaba que Snape lo mencionara siquiera. Probablemente se hubiese sentido mortificado por el comportamiento de Harry.

Pero había sido amable con él. Harry no olvidaría eso, aunque sospechaba que tarde o temprano tendría que pagar por ello... Probablemente durante la clase de Pociones de aquel mismo día, de hecho.

El desayuno fue una experiencia peor de lo que había esperado. Todos le miraron cuando entró y se dirigió hacia la mesa de Gryffindor. Le recordó al día tras su matrimonio, sólo que en esta ocasión susurraban sobre sangre, muerte y luchas. Se le ocurrió que era la primera vez que muchos de ellos veían una batalla de cerca. Incluso durante la del último año habían estado a salvo en las salas comunes. Para cuando les habían permitido salir, el Ministerio ya había retirado los cuerpos.

Ron y Hermione le esperaban, manteniendo su sitio libre. Y Neville, Dean y Seamus le dieron una bienvenida calurosa, repleta de preguntas preocupadas sobre su estado de salud. Recibió el esperado aluvión de preguntas por parte del resto de su casa. Las contestó con estudiada vaguedad.

Eventualmente Hermione y Ron se las arreglaron para tener unas pocas palabras en privado con él, informándole de que Sirius y Remus les habían pedido que le dieran que volverían aquella tarde y estaban planeando quedarse un poquito más por la zona. La idea llenó a Harry de calidez. No había tenido mucha oportunidad de pasar tiempo con su padrino, además de que quería saber qué ocurría entre él y Remus. En un par de noches sería luna llena, así que sabía que Remus estaría algo más nervioso que de costumbre, pero había sido divertido ver el coqueteo la noche anterior. Era la primera vez que veía a dos hombres interactuar de esa forma, y no le había parecido tan distinto de lo que Ron y Hermione hacían.

–Deberías haber visto a Dumbledore antes, Harry –comentó entonces Ron. Hermione asintió.

– ¿Qué ha ocurrido? –Harry hizo una pausa en la comida, echando una mirada preocupada a la mesa de profesores, pero Dumbledore parecía estar como siempre: le guiñó el ojo a Harry antes de devolver su atención a un muffin de arándanos. Harry se arriesgó a echar un vistazo a Snape, pero el Maestro en Pociones estaba ocupado mirando con furia a su taza de café y no le devolvió la mirada. Harry se encontró sonrojándose de la forma más inexplicable.

–Un grupo de reporteros trató de entrar en Hogwarts esta mañana –explicó Hermione– y como mínimo tres de los candidatos a Ministro estaban con ellos, exigiendo verte –se estiró y cogió la copia del profeta que Dean había estado leyendo hasta hacía poco. Hermione le mostró la primera página a Harry. "¡¡Hogsmeade bajo ataque!! El Chico­que­vivió combate contra Mortífagos", decía el titular en brillantes letras rojas situadas sobre una fotografía de la devastada calle.

– ¿Qué hizo Dumbledore? –preguntó Harry mientras hojeaba velozmente el artículo.

–Les echó –respondió Ron con una sonrisa triunfante– ¡Fue genial! Les insultó más que Snape en uno de sus días malos. Nunca pensé que vería a Rita Skeeter correr tanto.

– ¿Rita Skeeter? –exclamó Harry, mirándole alarmado. Hermione sacudió la cabeza, tranquilizadora.

–No te preocupes, Harry. Dumbledore ha puesto alarmas por todo Hogwarts. En el momento en que Rita entrase en el recinto, todos los retratos empezarían a gritar, no importa en qué forma lo hiciese. Y ya hemos avisado a Canuto de que anda husmeando por ahí.

Harry se relajó ligeramente, aunque no le hacía la más mínima gracia que aquella mujer estuviese cerca mientras su padrino estaba de visita. Volvió a atender al artículo, fijándose en la cantidad de citas de gente no conocía de nada con las que, aparentemente, había tenido largas y sesudas conversaciones. Notó con satisfacción que el diario se deshacía en elogios hacia Severus Snape, sobre todo teniendo en cuenta que tan sólo unos meses se le nombraba como al "presunto Mortífago" cada vez que su nombre aparecía impreso. Ahora le aclamaban como a un héroe. Sospechaba que esa era la explicación de la mirada negra que el inocente café de Snape estaba recibiendo. Algo le vino a la cabeza a Harry, que se giró hacia sus compañeros de mesa.

–Ron, Neville ¿qué sabéis sobre esgrima?

– ¿Esgrima? –Ron resopló– Eso son cosas Slytherin, Harry. Mi padre no quiere ni que se lo nombremos. Bill quiso recibir clases cuando iba a la escuela y hubo bronca en casa por culpa de eso. No salió nada de ello.

–Pero tu padre no se opone a las peleas –puntualizó Harry– Se lio a puñetazos con Lucius Malfoy en medio de Flourish y Blotts.

Ron se encogió de hombros.

–Bueno, dice que unas cuantas tortas no tienen nada de malo, aunque mi madre le tiró bien de las orejas por esa pelea... Pero los duelos a espada son otra cosa, son deportes sangrientos, y muy a menudo se asocian a Magia de Sangre, Magia Oscura.

– ¿Y tú? –Harry se volvió hacia Neville.

–Mi abuela me hizo dar clases –admitió Neville– No soy muy bueno en ello. Y como arquero soy peor todavía. Pero decía que tenía que aprender al menos las bases. Muchos críos reciben clases, pero sólo los Magos Oscuros se meten a practicar deportes de sangre.

Magos Oscuros, y al parecer Severus Snape. No estaba muy seguro de qué pensar al respecto. Echó un vistazo por encima del hombro hacia la mesa de Slytherin.

– ¿Creéis que alguno de esos de allá sabrán? –les preguntó.

–Por supuesto –respondió Ron.

–Draco y Blaise seguro –coreó Neville– Lucius Malfoy es un esgrimista muy reconocido. Uno de los mejores. Lo mismo que... –se interrumpió de golpe, sonrojándose. Harry adivinó lo que iba a continuación.

–Lo mismo que Severus Snape.

Neville asintió con aire de disculpa.

–Esa es una de las razones por las que le tengo tanto miedo, Harry –confesó el chico– Ya sé que ahora es tu compañero vinculado y todo eso, lo que significa que no es un Mortífago... Pero las historias que he oído sobre él dicen que solía batirse en duelo mucho cuando era joven.

Harry se sintió un poco a la defensiva, como queriendo proteger a Snape, sobre todo cuando vio la vieja desconfianza asomar a los ojos de Ron.

–Es buena cosa que esté de nuestro lado entonces ¿no? –Dijo rápidamente– Si no fuese por él y por Dumbledore, los tres estaríamos muertos.

Y eso fue todo. Ron suspiró y asintió, y todos cambiaron de tema.

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­

Para gran sorpresa de Harry, Snape no quitó puntos porque no entregase sus deberes. Los otros alumnos fueron entregando sus redacciones mientras Snape pasaba de pupitre en pupitre dándoles instrucciones sobre el nuevo tema que iban a tratar. Cogió los pergaminos de Hermione y de Ron, el cual estaba sólo a medias, miró brevemente a Harry con expresión ilegible, y siguió adelante, sin dejar su monólogo ni un instante. Fue todo tan fluido y sutil que los Slytherin ni se percataron de ello. Hermione y Ron, sin embargo, sí lo hicieron, y ambos miraron a Harry con sorpresa. Harry se encogió de hombros, agradecido por aquel indulto. Se sentó junto a Hermione durante la comida y terminó su redacción, diciéndose que le debía a Snape entregar lo antes posible.

Los tres se escabulleron a una de las torres libres cerca de la oficina del Director para visitar a Sirius y Remus después de comer. Harry seguía preocupado por Rita Skeeter, y les preguntó sobre las guardas que había colocado Dumbledore para asegurarse de que no pudiese entrar en Hogwarts.

–Aunque ella no pueda entrar –dijo Harry después de que le convenciesen de que estaban a salvo– no deberías estar a la vista, Sirius. Hay muchas posibilidades de que algunos estudiantes de Slytherin sepan que eres un Animago. Dudo que Pettigrew lo haya mantenido en secreto. Seguro que Malfoy como mínimo lo sabe.

–Ya nos hemos ocupado de eso –dijo Sirius con una sonrisa descarada– Remus sabe un hechizo –se transformó en Canuto para que Remus pudiese demostrarles de qué se trataba. Un veloz movimiento de varita por parte del hombre lobo y aquel inmenso perro pasó a parecer un pequeño y peludo cruz. Canuto el cruz parecía encantado con su cola bífida, que meneó alegremente haciendo reír a todos los presentes.

–Es una ilusión, por supuesto –les dijo Remus– pero una complicada de desvelar.

–Así y todo –comentó prudentemente Harry– un perro en compañía de Remus Lupin puede resultar sumamente sospechoso.

Sirius volvió a transformarse en sí mismo.

–No te preocupes por mí, Harry –sonrió– Soy buen escapista. Y tenemos otra ilusión en reserva: Remus me puede hacer idéntico a Crookshanks.

Harry suspiró.

­–Me mata pensar que un asesino como Lucius Malfoy va tan campante y tú tienes a medio Ministerio buscándote –pero permitió que su padrino le distrajese con historias que pronto les tenían a todos riendo. Debido a todo ello, Harry volvió a las mazmorras una media hora después del toque de queda. Se les había pasado el rato volando, y finalmente fue Remus quien le recordó que ya no tenía el lujo de escabullirse de vuelta a la torre de Gryffindor. Remus se ofreció a acompañarle para reducir un posible castigo, pero Harry se opuso a ello. El año acababa de empezar, pero tarde o temprano se le iba a pasar la hora -siempre ocurría algo­ y ahora era tan buen momento como cualquier otro para descubrir qué iba a hacer Snape al respecto.

Snape estaba sentado en el salón, leyendo junto al fuego. No miró entrar a Harry. Sin saber muy bien si debía o no reconocer su tardanza, Harry dudó un segundo junto a la puerta. Finalmente cruzó la habitación en dirección al escritorio y recuperó el pergamino con el escrito que había redactado a la hora de la comida. Se acercó a Snape con cautela, sentándose en frente de él, en el sofá.

–He terminado mis deberes –dijo tentativamente. Snape alzó la mirada ante esto, sin expresión. Miró un segundo al documento, y finalmente lo cogió para dejarlo en la mesa del café.

–Gracias –dijo sencillamente. Volvió a leer su libro tras este breve intercambio. Harry le observó largamente, preguntándose si estaba dejando el tema de lado a posta. Probablemente. Suspiró.

–Siento haber llegado tarde –dijo en voz baja.

–Eres afortunado de que Filch no te pillase –remarcó Snape, sin alzar la vista– Ha estado patrullando estos pasillos mucho últimamente, tratando de cazar a un par de estudiantes de Slytherin.

Harry esperó, pero nada más vino a continuación. Frunció el ceño. ¿Le iba a hacer jugar a las adivinanzas? Esperó unos minutos, para finalmente dejarlo correr. Sacudió la cabeza y se dirigió al dormitorio.

– ¿Sigues queriendo ir a esa comida de familia conmigo? –preguntó Snape antes de que se fuese. Harry se detuvo en el marco de la puerta. ¿Ése era el motivo por el cual no le quitaba puntos? ¿Por qué quería un favor?

–Prometí que iría –le recordó. No iba a romper una promesa aunque Snape actuase como un capullo. Además, sentía curiosidad por su familia.

–Es este sábado –le informó el hombre– Espero que no sea inconveniente.

–Tengo entrenamiento de Quidditch por la mañana, pero eso es todo.

–Iremos por trasladador –explicó Snape– Ya he hecho los arreglos para ello.

– ¿Me dirás qué llevar? –preguntó Harry, sintiéndose repentinamente nervioso al pensar en las ropas más elegantes que Snape le había comprado. Hasta ahora se había dedicado en exclusiva a las más casuales, pero supuso que para una cena en familia tendría que arreglarse algo más. Snape asintió, con una leve sonrisa burlona en los labios.

–Elegiré algo apropiado –miró hacia el dormitorio– He dejado preparada pócima para dormir sin soñar en tu mesilla.

–Gracias –Harry se sintió repentinamente nervioso, con aquel comentario recordándole lo acontecido la noche anterior– Buenas noches –añadió con suavidad antes de entrar a toda prisa en el cuarto.

Se duchó y se puso el pijama. Agarró el vial de poción al subirse a la cama. Dejó varita y gafas sobre la mesilla antes de beber. Luego se metió bajo las sábanas y buscó la postura cómoda para la noche, sintiéndose repentinamente relajado, a salvo, y más a gusto en su propia cama de lo que había estado en la enfermería.

Su propia cama. Ese concepto le llamó la atención: no era su propia cama. Era la de Snape. Él sólo dormía en ella. Pero de todas formas era más cómoda que la de la enfermería...

Ya se estaba adormilando cuando Snape se le unió, pero aún a través del velo de somnolencia causado por la pócima notó de forma distante cómo el hombre se metía en el lecho, cómo alargaba la mano para apartar un mechón de cabello de su frente. Luego se dejó llevar por una sensación de paz y satisfacción que perduró en su sueño hasta la mañana.

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okey en este momento soy feliz por fin en día que no me toca actualizar se llego a mas de 5 comentarios :3

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