Juramento Inquebrantable [Fre...

By MerlinaRothbart

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By MerlinaRothbart

_________________________

62. En los brazos del otro.
_________________________

—¡No lo permitiré!— gritó Molly— ¿Quieres que mis hijos vayan a ese sitio? ¿Quién va a protegerlos? ¡Las cosas ya no son como antes Arthur!

Los días habían sido un poco difíciles desde que el señor tenebroso volviera a alzarse en el mundo mágico. Todos creían que este se materializaría de la nada y aparecería dejando tras de sí, su ola de destrucción y muerte.

Molly Weasley no quería que sus hijos volvieran a Hogwarts y era algo que quería que Arthur también pensara para que la apoyara en la decisión. Sin embargo, el patriarca de los Weasley, le hacía entrar en razón y que sus miedos y paranoias eran infundadas, mencionaba que la escuela estaría segura y que sin duda, no pasaría nada dentro de los muros de piedra del castillo.

—¡Estoy casi segura de que eran ellos los que me siguieron en el mercado! ¿Quién más podría estar acechando?

La señora Weasley no paraba de decir que un grupo de magos le había seguido, que los mortífagos estaban acechando a todos quienes no estuvieran de acuerdo en unirse a sus filas. Aquello era algo que no salía de lo ilógico, los devoradores de la muerte solían dejar mensajes algo perturbadores.

Como por ejemplo derribar un puente muggle hacía unos días a plena luz del día y destrozar la tienda de varitas de Ollivanders la semana pasada, secuestrando al mago, sin dejar rastro de su paradero o indicios de que siguiera con vida.

—Molly, calma.

Las caricias de Arthur siempre solían calmarla y apaciguar su tristeza.

—Te he dicho que mamá se ha vuelto loca— le murmuró Ron a Hermione, quien había llegado con todas sus pertenecias, verla con todos sus implementos había conseguido que tuviera un ataque de nervios.

—Ronald, basta. Tu madre está preocupada por todo lo que pasó, te recuerdo que...

—Hermione, sé lo que pasó. Yo estuve allí también— bufó, sintiéndose irritado por el hecho de que lo tratara como a un tonto—, lo bueno es que todos irán cayendo poco a poco, Malfoy y Rockwood  fueron los primeros.

—Ron...

—Ya verás como el ridículo de Draco no llega echándose esos aires de grandeza en el inicio de curso.

—Ron...— insistió Hermione.

—Eso le hará aprender que el dinero no impidió que su padre esté comiendo ratas en Azkaban, deseo que pronto él también lo haga.

—Buenos días— saludó Nina, abrochado los botones de las mangas de su blusa negra —, ¿cómo durmieron? —preguntó con sarcasmo.

Ronald la observó y sintió que la cara la ardió. No tenía nada en su contra, nada más que fuera la mejor amiga de la persona que más odiara en el mundo. El que ella fuera la novia de Fred siempre terminaba siendo un problema, pues no podían hablar del rubio como si fuera la peor peste del mundo cuando ella estaba presente.

Nina por su parte se alisó la falda al sentarse en la mesa y cuidó de que ninguna astilla rompiera sus pantys. Decidió que no quería ponerse a pelear con el hermano de su novio, menos cuando este tenía tantas cosas en mente.

Sortilegios Weasley abriría pronto y hoy, junto a los chicos, irían a ayudar a implementar la mercancía y después ella se quedaría a ayudarle a montar algunos muebles del departamento. A pesar de que Molly rabió, no fue impedimento para que los gemelos decidieran que era momento de irse de casa para tener una soñada independencia comiendo macarrones y lavando ropa una vez cada tres semanas.

—Bien , espero que no te hayan despertado los gritos de mi madre.

—No, pero quizás si fueras un poco más maduro, ella no se sentiría tan preocupada por tu futuro dentro de la escuela— respondió mientras se servía café.

—¡Ella no está preocupada por eso!

—Sí, como digas— respondió ella sin volver a mirarle, todavía se sentía resentida por haber oído la forma en que hablaban de Draco.

Y sí, él no era ningún santo, pero tampoco era como para desear que estuviera en Azkaban. Además no estaba en su casa, no quería que Molly volviera a gritar, esta vez con ella como blanco.

—Querida, buenos días— saludó la bruja —, perdón por el alboroto.

—No se preocupe, señora Weasley. Su preocupación es real, quizás Ron no debería ir a Hogwarts este año.

—¡Concuerdo con eso, debería desgnomizar el jardín todo el año!— comentó Fred cuando ingresó a la cocina—¡Madre, cómo estás!

—¡Tú no vengas a hacerte el gracioso conmigo!

—¡Ya, supéralo porfavor!

—No entiendo porqué hay tanto apuro en dejar su casa, ustedes aún no tiene idea de cómo es la vida lejos de los padres.

Sin duda alguna, la pelirroja se hallaba dolida por la pronta partida de los muchachos. Esperaba que antes de que eso sucediera, estuvieran casados, tuvieran un empleo formal y fueran sin duda un poco más mayores. Molly siempre fue una mujer territorial, por lo que tener lejos ya a muchos hijos no era lo más cómodo para ella.

—Madre, el futuro es hoy. Debes entenderlo.

—Ya van a volver rogando por mi comida, ya verás cómo te arrastras por un poco del amor de tu madre.

Fred se acomodó en la mesa junto a Nina y acarició su mejilla en una cómplice caricia. Cuando observaba sus ojos no existía nadie más, ni Hermione quien los veía con ganas de que fuera ella y Ronald, ni este que protestaba con su madre, o está última que despotricaba en contra de sus insensatos hijos.

—¿Cómo has dormido, no crees que estás un poco demasiado guapa para acomodar cajas?

—Mis pantalones están sucios, además en mi defensa, mi ropa no hará la diferencia, puedo acomodar las cosas con una varita—sonrió la chica—, te lo recuerdo.

—Pero aún no puedes usar magia fuera de la escuela— la observó entrecerrando los ojos.

—No, pero tú sí— mencionó dándole un beso en la mejilla—, quizás puedas prestarme la tuya y todo sería más fácil, o pues tendré que clasificar nada más.

—¿Siempre eres así de hábil?

—Pues sí.

—Termina pronto ese desayuno, necesito besarte pues cada vez tus instintos de serpiente me asombran más.

—¿Y eso te gusta?

—Yo diría que más que eso— murmuró el chico en su oído, sintiendo c os qui en su cuello.

—Eres un atrevido— respondió por lo bajo.

—Ya conoces como soy— dijo guiñando un ojo mientras bebía su té—, impredecible.

Tras terminar de comer, ambos se levantaron y se dispusieron a ir a ordenar algunas cosas que debían llevar a Londres. Fred había conseguido usar el Ford Anglia de su padre para que cayeran todos quienes irían a ayudar en la tienda.

—Estoy ansiosa por conocer tu tienda nueva, de verdad estoy tan orgullosa de ti— farfulló Nina mientras subían las escaleras para guardar algunas cosas personales que el pelirrojo aprovecharía de llevarse al apartamento.

Fred entró y guardó en una caja algunas decoraciones, fotografías y cosas de valor sentimental.

—Siento que al fin estoy siendo yo.

—Rara vez no eres tú, Freddie. No hay nadie más.

Él solía cautivarse con ella, no obstante en ese instante no pudo reprimir las ganas que tenía de besarla más allá de un tierno beso. Tomó su cara entre las manos y profundizó su lengua dentro de su boca, ella correspondió a la intensidad, saboreando sus labios y disfrutando del momento.

Él aferró su cuerpo al de ella, bajando sus brazos hasta llegar a su cintura, ella acomodó su mano detrás de la nuca. Eso hasta que sintieron a alguien carraspear al lado de ellos, rápidamente se separaron y Nina se enrojeció.

—Quiero recordarles que esta también es mi habitación. Es en el otro apartamento que tendremos un espacio para cada uno— sonrió George, mientras se secaba el cabello con una toalla—, igual si quieren, puedo dejarles a solas.

Nina se aclaró la garganta y sonrió nerviosa, volviendo a guardar algunos libros y pertenencias de Fred, quien a su vez observó a George de mala forma por haber arruinado el ambiente que se había generado entre ellos.

—Iré a buscar comida para llevar— declaró sintiendo vergüenza, pues si bien no era una chica tímida, tampoco le gustaba que la vieran alborotada con Fred—, salgamos pronto, tenemos mucho que hacer el día de hoy.

Aún sentía su cuerpo acalorado y la cara le ardía por los besos intensos que recién había llegado darse con el mago. Habían cosas que iban más allá de lo físico, solamente que no sabía la forma correcta de expresarlas.

Cuando todos salieron de Ottery Saint Catchpole y sobre volaron los cielos de Inglaterra, Nina fue sentada sobre el regazo de Fred, George condució llevando a Ginny de copiloto y Ron junto a Hermione se fueron peleando y discutiendo como de costumbre.

El pelirrojo fue acariciando la espalda de su novia con cariño y esta a su vez pudo dormir durante el viaje. Cuando llegaron a lo que sería el 93 del Callejón Diagon, todos se sorprendieron por la gigantografía mágica de los gemelos que escondía un conejo.

—Todavía no está andando porque no se ha inaugurado, ya verán que será más genial de lo que se ve— comentó George haciendo entrar a todos tras sacar los hechizos de protección.

—¡Vaya, qué grande y espacioso!—señaló Nina observando el espacio y los aparadores de la tienda —, lucirá estupendo chicos, les felicito.

—Pues Fred no paró de parlotear sobre lo de los muebles antiguos que contrastaran con nuestros coloridos empaques— resolvió George— asumo que eso es algo muy francés.

Of course.

—Pueden ir a la bodega, está escaleras abajo, allí están las cajas con los productos para que comencemos a desempacar.

Todos los magos se pusieron manos a la obra para ayudar a los gemelos con la distribución de los productos en la tienda. Poco a poco todo fue tomando forma y la estancia comenzó a ser más colorida y decorada con algunas imágenes y corpóreos que harían juego con el estilo del local. No venderían dulces además de chocolatinas confitadas, pues sabían que su negocio sería un éxito rotundo y no necesitaban hacerle competencia a las demás confiterías.

Los gemelos se sentían muy contentos por el nuevo logro que habían conseguido, si bien Harry les había ayudado con las finanzas después que les obligara prácticamente a aceptar el dinero del torneo de los tres magos, ellos tenían lo principal, la idea y los productos para cautivar al resto de las personas que llegaran a su establecimiento.

Luego de una tarde muy productiva, Fred se acercó a George con cautela y le dijo algunas cosas en privado, este asintió con una sonrisa en el rostro y después de eso llamó a los demás para que ya le acompañaran al auto.

—Iremos a hacer algunas compras, volveremos después a casa— farfulló Fred, guiñandole un ojos a su novia.

Esta sonrió, pues siempre se sorprendía de las ocurrencias que este tenía.

Después de que Ginny protestara un poco y de que Ron mencionara que también quería ir si es que se trataba de comida. Fred suspiró y cerró la puerta con los hechizos de protección correspondientes. Ya había comenzado a oscurecer y después del ataque a Ollivanders no podían arriesgarse a ser el nuevo blanco de los mortífagos.

—¿Me acompañas?— preguntó estirando una de sus manos—, te tengo una sorpresa.

—¿Qué tienes en mente ahora?

—Quiero que conozcas cómo va quedando el apartamento.

Nina accedió dándole la mano a Fred y este por su parte, subió las escaleras. La bruja entró cuando el mago abrió la puerta y se contentó al notar que los gemelos ya tenían algunos muebles que decoraban el living, la cocina era americana y tenían un balcón muy bello, donde había una pequeña mesa con unas velas encendidas.

—Quería que tuviésemos un momento para nosotros, se me ocurrió que podríamos comer en los balcones, así como me contabas que a veces lo hacías en Francia— mencionó con una sonrisa aflorando en sus comisuras.

—Fred, tienes una vista hermosa— respondió cuando observó las luces de Londres y el cielo despejado.

—Es casi tan perfecto como tú— susurró.

Nina sintió que lo que estaba a punto de hacer estaba equivocado.

Que debería haber esperado un poco más o que al menos tendría que haberse comido el postre francés que Fred se esmeró en ir a comprar a una de las dulcerías más costosas en medio de Londres muggle. No obstante sus ganas de besarlo fueron mayores y no pudo resistirse a hacerlo cuando notó como su rostro se iluminaba con la cálida luz de su apartamento.

—No soy tan perfecta— susurró sobre sus labios.

Fred la hizo para con su cuerpo y correspondió a la intensidad del beso. El broche de sus labios era el único sonido en aquel apartamento, pues el atardecer ya había terminado, dando paso a la luz de la luna que había inundado todo en el exterior.

Nina no paró de besarlo en ningún momento, eso hasta que el joven se separó de su boca, para descender hasta su fino cuello, dejando besos delicados que poco a poco comenzaron a ser más intensos. El latido de los corazones de ambos se intensificó cuando ella inició a dejar besos suaves por los costados de sus clavículas que quedaban descubiertas cuando abrió el botón de su camisa.

Nina...

No emitieron ninguna palabra más, pues las risas cómplices de ambos al parecer sabían lo que deseaban hacer. Fred tomó la iniciativa y la condujo sin dejar de besarla y muy despacio, hasta la que era su habitación. No habían muchos muebles allí, sólo un armario a donde este había estado dejando ropa, una cama grande y algunas cajas apiladas a un costado.

Fred la empujó suavemente sobre el colchón, intentando controlarse. Debía mantener la cordura aunque el momento fuera demasiado intenso para él, ambos habían esperado por esa vivencia sin saberlo a ciencia cierta, pero la instancia se había dado y los dos querían dar el paso.

Querían demostrar con su cuerpo todo lo que sentían por el otro.

El pelirrojo tenía más experiencia que ella –no es que fuera demasiada–, no obstante estaba seguro de que sabría como guiarla y causarle sensaciones gratas, pues era su primera vez. Se le iría la vida en aquella si fuera necesario, pues no se trataba solamente de algo físico, él amaba a Nina con todo su cuerpo y alma y estaba dispuesto a todo por ella.

Desabotonó uno a uno los botones de su blusa y suspiró al ver los bellos detalles de su sujetador. Volvió a besar su cuello y su boca fue descendiendo hasta su abdomen, Nina se sacudió por un cosquilleo que jamás había sentido antes, todo era muy nuevo para ella.

Las manos del mago subieron hasta sus pechos y la amasaron por encima de la prenda, sintió que poco a poco su temperatura también subía, pues sintió molestia para contener la erección que ya se estaba formando dentro de sus pantalones. No obstante se concentraría en besarla tanto como la deseaba.

Fred desprendía aroma a pino silvestre y ella aroma a vainilla y lirios que lo enloqucieron. Poco a poco su mano descendió, para acariciar su centro, consiguiendo que de la boca de la chica salieran suspiros de placer.

Nina por su parte se quitó los zapatos sin desatarlos con los mismos pies, para acomodarse mejor sobre la cama. Se sentía en el cielo y Fred estaba causándole sensaciones desconocidas y placenteras para ella. No obstante sintió que lentamente el deseo despertó en ella y también le quito la camiseta, dejando el torso desnudo liberado, acarició y besó el cuello del chico y paseó sus dedos por su espalda.

Ambos sentían que sus respiraciones se agitaban y Fred muy a su pesar se detuvo para comenzar a quitar el resto de las prendas de su novia. Se sentía como un rey, como si en esta ocasión le hubieran preparado el mejor de los manjares; cuando vio la silueta de su bruja en ropa interior, sintió que explotaría como un adolescente, pero se controló. Quitó su cinturón y se quedó exactamente igual que ella.

Los dos se dedicaron a explorar su piel en profundidad, a besarse, acariciarse y tocarse con intensidad. Cuando este desabrochó su sujetador, Nina sintió algo de vergüenza y pudor, jamás había estado desnuda ante los ojos de alguien, menos cuando su acompañante la miraba con deseo, como nunca pensó que alguien le miraría.

Pero confiaba plenamente en los brazos que la sostenían y las manos que la acariciaban. Fred tomó entre sus manos, los pechos de la joven y le parecieron perfectos, apetecibles y deseables, consiguiendo que su miembro doliera, inquietandose y frotándose contra su vientre.

—¿Estás segura que quieres continuar?— le preguntó después de un preámbulo que a ambos los mantenía excitados y ansiosos.

—Sí— respondió ella con la voz cargada por el deseo— quiero estar contigo...

Fred sintió que las manos le temblaban, su boca besó sus pechos y ella le regaló otros suspiros que consiguieron que perdiera el control que había mantenido hasta ahora.

—No sabes como te deseo, puede que no seas perfecta, pero para mí lo eres más que la constelación sobre nuestras cabezas— farfulló mientras la besó profundamente.

Con algo de torpeza se levantó para liberarse y usar protección, pues quería que ella se sintiera segura y sin presiones. Ella se relamió los labios y separó ligeramente las piernas cuando esté se hizo un sitio entre ellas.

Entró en ella despacio, no quería causarle dolor. No obstante era su primera vez, Nina percibió como si le dieran un pellizco en el interior, además de sentirse llena por dentro, pero la sensación fue indescriptible, añoraba el hecho de lo que ambos estaban viviendo.

Lentamente él se fue moviendo en su interior y ella comenzó a seguir su ritmo. Entre suspiros, besos y caricias, sus cuerpos se adhirieron y aclimataron al otro, logrando darse placer como nunca antes. Ella sintió que un torrente de sentidos la invadió, sin poder contener los gemidos que brotaban de su garganta.

Fred no se pudo aguantar más y se derramó después de llegar al punto más alto del placer. Salió de ella despacio, ambos observándose mientras su respiración se volvía calma.

—Eres lo mejor de mi vida, Nina Illich.

—Puedo decir lo mismo, Freddie— respondió y cerró los ojos, asimilando los sucesos que había vivido recientemente.

—No te vayas jamás de mi vida, te lo suplico.

—¿Por qué habría de hacerlo?

—Eres demasiado maravillosa...

—Pues lo que tenemos es más maravilloso todavía— susurró sobre sus labios.

Fred se acomodó a su espalda y se abrazó a su cintura. El sueño y la descarga de endorfinas hizo lo suyo y ambos se relajaron, quedándose suspendidos y abrazados durante la noche.

Ninguno necesitaba algo más.

Estaban en los brazos del otro.

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