La Piedra del Matrimonio

By alseidetao

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Para evitar las maquinaciones del Ministerio, Harry debe casarse con el reacio Severus Snape. Pero el matrimo... More

Capítulo 1: La piedra del matrimonio
Capítulo 2: Con Este Anillo
Capítulo 3: Habitantes de la mazmorra
Capítulo 4: Enfrentándose al mundo
Capítulo 5: Marcas oscuras
Capítulo 6: Vivir con Snape
Capítulo 8: Todos los hombres del Rey
Capítulo 9: La estrella del perro
Capítulo 10: Espadas y flechas
Capítulo 11: Enfrentándose a Gryffindors
Capítulo 12: Emplazando culpas
Capítulo 13: Entendiendo a los hombres lobo
Capítulo 14: Volviendo a la normalidad
Capítulo 15: Modales
Capítulo 16: Conociendo a los cuñados
Capítulo 17: Espinas
Capítulo 18: El corazón del laberinto
Capítulo 19: Vínculos
Capítulo 20: Sinistra
Capítulo 21: Serpientes
Capítulo 22: Familia
Capítulo 23: Lobos
Capítulo 24: Lecciones de Historia
Capítulo 25: Nochebuena
Capítulo 26: Regalos de Navidad
Capítulo 27: Antes de la tormenta
Capítulo 28: Vikingos
Capítulo 29: Entender el deber
Capítulo 30: Persecución
Capítulo 31: Acortando distancias
Capítulo 32: El dolor de crecer
Capítulo 33: Largas historias
Capítulo 34: A dormir
Capítulo 35: Al abismo
Capítulo 36: Cargando la piedra
Capítulo 37: El otro lado
Capítulo 38: Política
Capítulo 39: Honor familiar
Capítulo 40: La locura del lobo
Capítulo 41: Salvaje
Capítulo 42: Caramelos de limón
Capítulo 43: Para eso están los amigos
Capítulo 44: Cierra los ojos
Capítulo 45: Amaestrando al dragón
Capítulo 46: Viendo rojo
Capítulo 47: Cedo
Capítulo 48: El Lobo en la puerta
Capítulo 49: Bailando
Capítulo 50: La materia de los sueños
Capítulo 51: Grandes gestos románticos
Capítulo 52: San Valentín
Capítulo 53: Afecto de cortesía
Capítulo 54: Despertando a Lunático
Capítulo 55: Maniobras legales
Capítulo 56: Peones
Capítulo 57: Obviedades
Capítulo 58: El significado de las cosas
Capítulo 59: Algo maligno
Capítulo 60: La voz del Rey
Capítulo 61: La llamada
Capítulo 62: Stonehenge
Capítulo 63: El corazón sangrante
Capítulo 64: El resto del mundo
Capítulo 65: En la luna
Capítulo 66: Sinestesia
Capítulo 67: Cantos afilados
Capítulo 68: La búsqueda del poder
Capítulo 69: Al final de este camino
Capítulo 70: El precio del valor
Capítulo 71: Lo que importa
Capítulo 72: Yendo hacia delante
Capítulo 73: Así es como el mundo acaba
Capítulo 74: El sol moribundo
Capítulo 75: Valeroso mundo nuevo
Capítulo 76: Los indignos
Capítulo 77: Historia antigua
Capítulo 78: Regresando a casa
Capítulo 79: Solucionando
Capítulo 80: Decisiones y Progreso
Capítulo 81: El amanecer de un nuevo día
Capítulo 82: Echando una mano a las cosas
Capítulo 83: Sorpresas en todas partes
Capítulo 84: Extraños compañeros de cama
Capítulo 85: Borrones
Capítulo 86: Furia
Capítulo 87: Pasiones
Capítulo 88: De vuelta al negocio
Capítulo 89: Idas y Venidas
Capítulo 90: Maniobras Legales II
Capítulo 91: Rosas
Capítulo 92: Educación continua
Capítulo 93: Los recién llegados
Capítulo 94: Experiencias de aprendizaje
Capítulo 95: Encuentros cercanos
Capítulo 96: En desacuerdo
Capítulo 97: Hacer las Paces
Capítulo 98: ¿Quién sabe?
Capítulo 99: La paz se desmorona
Capítulo 100: Comienzan las hostilidades
Capítulo 101: Primeras señales del futuro
Capítulo 102: Lecciones desplegadas
Capítulo 103: El fin de los vampiros
Capítulo 104: Reconocimiento y premonición
Capítulo 105: Verdadera naturaleza
Capítulo 106: Exámenes finales
Capítulo 107: Explicaciones
Capítulo 108: La calma antes de la tormenta
Capítulo 109: Reescribiendo la historia
Capítulo 110: La fuerza del vínculo
Capítulo 111: Magia salvaje
Capítulo 112: Consecuencias del ataque
Capítulo 113: Últimos días de tranquilidad
Capítulo 114: Rudos Despertares
Capítulo 115: Primeras Impresiones
Capítulo 116: Desquitarse
Capítulo 117: Nuevos comienzos
Capítulo 118: Tiempos felices
Capítulo 119: Tiempos de fiesta
Capítulo 120: Favor de Merlín
Capítulo 121: Fin del verano, parte 1
Capítulo 122: Fin del verano, parte 2
Capítulo 123: Una falta cercana
Capítulo 124: Retrasar lo inevitable
Capítulo 125: Las formas de la primera ola
Capítulo 126: Compañeros de cama más extraños
Capítulo 127: Planificación de la Operación Castillo Mágico
Capítulo 128: Revelaciones
Capítulo 129: La primera ola se rompe
Capítulo 130: Limpiando
Capítulo 131: Padrinos
Capítulo 132: Percepciones erróneas
Capítulo 133: Zona de conflicto
Capítulo 134: Visitantes
Capítulo 135: Pez fuera del agua
Capítulo 136: La segunda ola
Capítulo 137: La batalla de Hogsmeade
Capítulo 138: Algunas explicaciones que hacer
Capítulo 139: Decir adios
Capítulo 140: Faltas de comunicación
Capítulo 141: Las formas de la tercera ola
Capítulo 142: El Campeón del Rey
Capítulo 143: La batalla de Hogwarts
Capítulo 144: La gratitud del rey
Capítulo 145: Los Comienzos del Rey
Capítulo 146: La Vida del Rey

Capítulo 7: Lazos que unen

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By alseidetao


A la mañana siguiente Harry se sentó a la mesa de Gryffindor con un libro de pociones para principiantes ante él. Lo había buscado en la biblioteca aquella mañana temprano: era un manual que casi nadie tocaba excepto los de primer año, puesto que no trataba más que lo más básico. Había un apartado dedicado a la necesidad de cortar los ingredientes para las pociones de cierta forma, pero aunque mencionaba los cambios que esto tenía en las propiedades del ingrediente en cuestión, estaba tan cubierto de vagas referencias que un hijo de muggles no lo hubiese entendido, probablemente.

– ¡Oh, Dios, ha ocurrido! –rugió Seamus horrorizado. Harry levantó la vista sorprendido mientras los compañeros se le iban uniendo– ¡Harry está leyendo un libro de pociones!

Harry se sonrojó bajo las miradas de sus amigos, sobre todo de la de Ron.

–Oh, venga, dejadlo estar –les dijo– No es tan malo. Sólo intento asegurarme de que no me catean pociones –volvió el libro y se lo lanzó a Hermione– ¿Sabías que realmente crea una diferencia en la poción final el cortar o machacar ingredientes?

–Sí, claro –asintió Hermione– ¿Qué pasa con eso?

–No lo sabía –apuntó Harry– Ni siquiera recuerdo que se mencionara en clase. Y aunque me han dicho que es algo que cualquier mago aprende a los cinco años, es algo que los hijos de muggle suelen ignorar. ¿Cómo lo supiste tú?

–Lo leí, por supuesto –Hermione señaló el libro– Lo pone ahí bien claro.

–Lo pone de forma extremadamente vaga y confusa –repuso Harry– No hay nada claro, ni de lejos.

– ¿Entonces cómo lo has descubierto? –le preguntó Hermione.

–Me lo dijo el profesor Snape –explicó.

– ¡Oh, Dios mío, Harry! –Gimió Neville– ¿Te está obligando a estudiar pociones en tu tiempo libre?

–No, nada de eso –Harry frunció levemente el ceño– Sólo estábamos hablando –aunque tenía que admitir que sonaba un tanto extraño. A juzgar por las caras de sus amigos, ellos pensaban lo mismo.

– ¿Estabas hablando? –Inquirió Ron– ¿Con Snape? ¿Charlando como si tal cosa? ¿Sobre qué, sobre Quidditch?

–Sobre pociones –suspiró Harry– Pero no es como si pudiese ignorarle todo el tiempo, a veces tenemos que hablar, digo yo –y si era sincero consigo mismo, estaba empezando a divertirse incluso con algunas de sus conversaciones.

– ¡Debe ser un puto infierno! –exclamó Seamus.

–No es tan malo –les dijo a todos– No es... Él no es... –suspiró y se encogió de hombros– No es tan malo. Tal vez no os lo creáis, pero hasta le digo de todo y me quedo tan fresco.

Esto les dejó atónitos a todos. Hermione parecía realmente sorprendida:

– ¿Me estás diciendo que le insultas y no te quita puntos?

Harry negó con la cabeza.

–No cuando es fuera de horas de clase. Estoy seguro de que siente tentaciones de ello, pero nunca lo hace. Creo que piensa que no sería justo.

– ¿Snape siendo JUSTO? –Ron resopló con incredulidad– Venga ya, cuando nieve en el infierno.

– ¿Alguna vez le llamas por su nombre? –preguntó Dean, curioso. Harry frunció el ceño, perplejo.

– ¿Qué quieres decir?

–Bueno, se me hace raro que llames a tu compañero vinculado Profesor Snape –señaló.

– ¿Y cómo le voy a llamar si no? Él me sigue llamando Señor Potter.

–No siempre –contestó Neville– Te llamó Harry cuando te pidió que fueses con él a Hogsmeade, ¿recuerdas?

Harry lo recordaba perfectamente. También recordaba vagamente que le había llamado así en otras ocasiones; en la cama, si no recordaba mal, aunque no pensaba compartir esa información con sus amigos.

–Me resultaría raro llamarle cualquier cosa que no fuese Snape –les dijo encogiéndose de hombros. Todos asintieron.

–De todas formas –añadió Dean– es un poco raro.

Harry personalmente pensaba que todo el asunto era raro.

Las prácticas de Quidditch habían empezado, y le solían tomar la mayor parte del tiempo libre tras las clases. A menudo, sólo tenía un momento para hacer sus deberes tras la cena. Entonces se sentaba en el escritorio que Snape le había preparado mientras el profesor corregía junto al fuego. Aunque Snape tenía un estudio propio, la mayoría de las noches se sentaba junto al hogar; Harry se preguntó si no sería un hábito nuevo que estaría desarrollando por su bien. Sospechaba que Snape lo hacía para hacerle compañía, aunque no podía imaginar por qué motivo. No era como si le cayese bien aquel hombre, y desde luego Snape no le soportaba a él.

No obstante, no se retiraba a su estudio privado, cuando podría haberlo hecho fácilmente. Y tras un tiempo, Harry se había acostumbrado a su presencia. De vez en cuando el hombre incluso le hablaba, comentando algo que estaba leyendo o que había sucedido durante el día. Harry se encontró hablándole ocasionalmente también, haciendo algunas preguntas sobre sus deberes que normalmente habría preguntado a Hermione si hubiese estado en la sala común de Gryffindor. Para su gran sorpresa, Snape respondía guardándose los comentarios cáusticos para clase en exclusiva. Pociones seguía siendo tan difícil como de costumbre, pero Harry había empezado a mejorar sus notas gracias a que preparaba los ingredientes más cuidadosamente. Más de una vez había pillado a Snape mirando con aprobación el contenido de su caldera, aunque el hombre aún no le había felicitado ni una vez.

La llegada de la ropa que Snape había encargado para él en Torsond sorprendió a Harry, pese a saber que estaba al llegar. No había pensado que fuese tanto: no había tenido tanto en su vida. Y todo era de su talla: se probó varias prendas, mirándose en el espejo asombrado. De acuerdo, no es que las ajustadas calzas le convenciesen mucho, pero tenía que admitir que los jubones eran preciosos. Eventualmente guardó todo en el guardarropa y se reunió con Snape en el salón.

– ¿Y bien? –preguntó Snape, sin alzar la vista del pergamino que estaba leyendo.

–Es... está bien –admitió Harry, preguntándose qué era lo que debía hacer ahora. Supuso que tendría que dar las gracias, pero se sintió repentinamente incómodo y muy extraño. No era correcto que precisamente Snape le regalase tantas cosas. Era raro. Snape le miró, con expresión indescifrable.

– ¿Bien? –parecía algo incrédulo. Harry se sonrojó. El hombre debía haber gastado una fortuna en ropa: sólo los materiales básicos eran ya muy costosos.

–Nunca he tenido tanta ropa hasta ahora –dijo– Se me hace... extraño –se sentó nervioso en su silla habitual.

– ¿Qué es lo que tiene de extraño? –preguntó Snape.

–No sé –Harry se removió, incómodo, ante el escrutinio penetrante del hombre– Es sólo que no creo que... quiero decir... ya sé lo que dijiste, pero sigo pensando que debería haberlo pagado yo todo.

–Pensaba que ya lo habíamos hablado –Snape se reclinó en el asiento, dejando caer el pergamino en su regazo con irritación.

–Ya sé lo que me dijiste –repitió Harry– Pero de todas formas... ¡No está bien! No me importa lo que los demás digan o piensen: no me casé contigo por tu dinero. Y no es como si hubieses tenido opción tampoco. ¡No deberías pagar por mí!

– ¿Pagar por ti?

Harry se sonrojó violentamente al darse cuenta de lo que podía sugerir esa frase. Miró a Snape furioso.

– ¡No quería decir eso! ¡Intento decir que no tienes por qué mantenerme! ¡No necesito que nadie lo haga!

Snape se inclinó repentinamente, con un fruncimiento de ceño.

–Señor Potter, esto no tiene nada que ver con el hecho de que yo le mantenga, o pague por usted, o lo que piense que es correcto o incorrecto. ¡Esto tiene que ver con lo que yo y el mundo mágico consideramos mi responsabilidad, y con que no tengo la más mínima intención de aparecer en público con mi compañero vinculado vestido de forma impropia!

La rabia y el dolor atravesaron intensamente a Harry, tan fuertes que casi golpeó aquella cara altiva. Estuvo tan cerca de hacerlo que sus puños se cerraron, que su cuerpo tembló de ira contenida. Tuvo que salir corriendo del cuarto para no hacerlo. Huyó a la librería privada de Snape, cerrando de un portazo y bloqueando la entrada. La furia le recorría en oleadas tan intensas que varios libros salieron volando de los estantes y cayeron al suelo, golpeándolo sonoramente. El ruido le hizo salir de su estado, sobresaltándole. Harry notó que la rabia se disipaba. Se le aflojaron las rodillas y se dejó caer, sentándose en medio del suelo, demasiado consternado para molestarse en buscar un asiento más adecuado. Al disiparse el enfado, lo único que le quedaba era el dolor.

¡Así que Severus Snape se avergonzaba de él! Debería haberlo sabido. Igual que los Dursleys. Ellos le habían encerrado en un cuartucho y habían fingido que no existía; al parecer la opción de Snape era vestirle con ropa bonita y fingir que era alguien que no era. Siempre había pensado que Snape odiaba su fama. No habría creído jamás que llegaría el día en que Snape le obligaría a revestirse con las galas de aquella celebridad que durante tantos años había motivado sus burlas. Pero al parecer así era. Porque le había devuelto su buen nombre. La mera idea dolía.

Harry se encontró luchando contra las lágrimas. No iba a llorar. Nunca lo hacía. Si ni siquiera Voldemort había logrado hacerle llorar, Snape no iba a conseguirlo. No entendía por qué aquello le hacía sufrir tanto. Al fin y al cabo, ni siquiera le gustaba Snape. No le importaba lo que el hombre pensara de él.

Al menos eso creía, ¿no? No se le había ocurrido siquiera que Snape le había comprado todo aquello porque quisiera ser amable con él, ¿verdad? Era tan ridículo... Sobre todo teniendo en cuenta que le había explicado previamente por qué lo hacía. Por supuesto que lo había envuelto en un montón de palabrería sobre los hábitos matrimoniales en el mundo mágico, pero ni una sola vez había dado a entender que lo hiciese porque el bienestar de Harry le importase lo más mínimo.

No es que a Harry le importase tampoco. Le acababa de decir a Snape que no necesitaba que nadie le cuidase. Y no lo hacía. Nunca había necesitado a nadie. Desde luego los Dursleys nunca le habían cuidado. Y aunque Sirius lo hubiese hecho gustosamente, nunca había tenido la oportunidad. Lo que menos necesitaba era fingir que aquella farsa matrimonial era otra cosa que lo que era, un inconveniente para ambos. Snape no era su familia de verdad.

No, no servía de nada sentirse herido por cualquier cosa que Snape hiciera o dejara de hacer. Debería haber cerrado aquella discusión con su declaración habitual de odio y dejarlo estar. ¡No iba a volver a iniciar una conversación con aquel hombre nunca más!

Suspirando, Harry se puso lentamente en pie. Estaba agotado: la práctica de Quidditch le había dejado por los suelos, y los últimos diez minutos habían devorado su poca energía restante. Pero al menos ahora había recuperado su autocontrol, su ánimo, su resolución. Al fin y al cabo, sabía por qué estaba allí. Los dos lo hacían, gracias a las palabras de Snape.

Abrió la puerta y regresó a la sala común. Snape aún leía junto al fuego, pero lo dejó para mirarle cuando entró. Su cara no tenía expresión alguna. Yendo hacia el secreter, Harry empezó a recoger sus deberes, preparándose para ir a acostarse.

– ¿Se puede saber a qué ha venido esto? –inquirió Snape. Harry no devolvió la mirada que sentía sobre sí.

–No –murmuró– No importa.

– ¿Harry? –el sonido de su nombre le sorprendió y alzó la mirada. Snape le contemplaba con asombro.

– ¿Por qué me has llamado así? –le preguntó. Snape pareció quedarse aún más atónito.

– ¿Qué?

–Harry. A veces me llamas así. ¿Por qué? ¿Por qué te molestas? –Aclaró Harry– No lo habías hecho nunca. Siempre me has llamado Potter, o Chico, o Estúpido, o Cretino. Siempre te habían parecido adecuados. ¿Por qué cambiar ahora? ¿Se supone que debería llamarte Severus?

Snape convirtió sus ojos en dos rendijas.

–Nunca has sido demasiado reticente a llamarme lo que te apetecía.

–No es lo mismo.

–Somos compañeros vinculados. ¡Tarde o temprano tendremos que acostumbrarnos a ciertas familiaridades! –insistió Snape.

– ¿Por qué la sociedad lo espera?

– ¿Pero qué diablos significa todo esto? –Preguntó Snape, exasperado– Estás enfadado por algo. ¿Qué? ¿Qué es lo que he hecho?

Dándose cuenta de que había roto su resolución de no volver a hablar nunca más con el hombre, Harry sacudió la cabeza, dándole la espalda.

–Nada. No te preocupes. No importa –casi había llegado a la puerta del dormitorio cuando una mano le agarró el brazo, deteniéndole, girándole. Alarmado, Harry miró a Snape. Hasta ahora, el hombre no le había tocado excepto en caso de necesidad. Pero lejos de la expresión enfurecida que había esperado encontrarse, Harry descubrió que Snape parecía... ¿preocupado?

– ¿He hecho algo que te haya dolido?

– ¡No! –negó Harry con vehemencia.

– ¿Entonces qué diablos es lo que ocurre? –Preguntó Snape– He hecho algo que obviamente te ha contrariado.

Harry no podía creerse lo que oía.

– ¡Has pasado años tratando de herirme! ¿Por qué debería preocuparte?

La mano de Snape se tensó sobre su brazo.

– ¡Porque en esta ocasión no lo pretendía!

– ¿Entonces es distinto cuando lo haces a propósito? –resopló Harry.

–Sí –gruñó Snape, con una mirada ya no preocupada sino furiosa, echando fuego por los ojos.

– ¡Te odio! –le gritó Harry, satisfecho de tener la oportunidad adecuada para repetirlo una vez más. El problema era que empezaba a sospechar que no era del todo cierto.

– ¡Eso dices siempre! –Exclamó Snape– Pero debería señalar que eso no invalida lo que he dicho. Odias a los Dursleys también, y mis hermanos me odian, y yo odiaba a mi padre. El odio es algo común en las familias. ¡A veces es lo único que las une!

– ¡Si eso es cierto estaremos juntos hasta que la muerte nos separe! –gritó Harry a su vez, con el corazón dolido ante la idea. Familias fundamentadas en el odio. Era lo más horrible que pudiese imaginar. Intentó no pensar en los Weasleys y en el tiempo que pasaba con ellos las pocas veces que, durante las vacaciones, conseguía irse pronto de Privet Drive. Al parecer, aquella armonía estaba fuera de su alcance. Snape parecía no tener respuesta para esto, y Harry le miró con furia– Deja de tocarme –le ordenó. Snape pareció confuso durante un breve instante.

– ¿Qué? –preguntó, antes de darse cuenta de que su mano continuaba sujetando férreamente a Harry. Le soltó como si quemase, dando un paso atrás. Harry se giró y entró en el dormitorio, cerrando la puerta a su espalda. Hasta ahora, Snape le había dejado cambiarse en completa privacidad. Pese a la pelea, dudaba que el hombre vulnerase esa costumbre.

Entró en el baño, aseándose de forma automática. Se puso el pijama y regresó al dormitorio, donde se detuvo un instante a mirar el interior de su guardarropa. Los preciosos ropajes nuevos parecían burlarse de él. Acarició las suaves telas, recordando el día que había ido a Torsond. No lo había pasado tan mal entonces... Había disfrutado pinchando a Snape con aquel comentario sobre ser el único Maestro en Pociones casado con un jugador de Quidditch profesional. Y escoger todo aquello había sido divertido.

Pero Snape lo había hecho sólo porque se sentía avergonzado de Harry. ¿Cómo podía imaginarse que aquello no le iba a ofender? No obstante... Snape nunca decía nada que no pretendiese decir. ¿Realmente no le había querido ofender? Harry frunció el ceño.

Si aquello era cierto... "No tengo la más mínima intención de aparecer en público con mi compañero vinculado vestido de forma impropia". ¡Eso era un ataque directo! Pero si no le estaba intentando insultar, ¿a quién si no? Las únicas otras personas que se mencionaban en aquella frase eran el propio Snape y el público en general.

Snape y el público.

Harry palideció de golpe, recordando otras conversaciones. Snape se había convertido en Mortífago para recuperar el honor de su familia matando a su padre. Al fallar en ello se había convertido en espía, sufriendo Dios sabía qué clase de torturas a manos de Voldemort por el bien de un deber que él sentía que había fracasado en cumplir. Aquel hombre era terriblemente honorable, pero al ser Slytherin sus motivos y métodos eran prácticamente indescifrables.

La comprensión le golpeó como una maza: no era de Harry de quien estaba avergonzado. Creía genuinamente en todo aquello de ser responsable de cuidar de Harry, de mantenerle, y si Harry aparecía en público vestido de forma inapropiada sería un indicativo claro de que Severus Snape no cumplía con su deber. De que le estaba descuidando, como los Dursleys habían hecho.

Lo que quería decir que la ropa era un regalo. Entregado a causa del sentido del deber y no por gentileza o afecto, pero regalo igualmente. Y Harry casi le había pegado por ello. Sintió nauseas.

En ese momento la puerta se abrió y Snape entró al cuarto, yendo hacia el baño sin mediar palabra.

–Gracias –dijo Harry con suavidad, deteniéndole mientras cruzaba el dormitorio. Cuando no oyó respuesta alguna se giró hacia él. Snape le estaba mirando como si se hubiese vuelto loco– Por la ropa –explicó Harry– Gracias por la ropa. Me gusta. Nadie me había regalado tanto nunca, y es... –­se detuvo. Esto era lo que había causado la discusión inicialmente. Sí, seguía siendo raro, pero lo entendía un poco mejor– Sólo... Es... Gracias.

Una vez más Snape pareció perdido, incapaz de hablar. Finalmente sacudió la cabeza.

–De nada –dijo con sencillez. Harry le sonrió y se dirigió a la cama a dormir, dejando a sus espaldas a un Severus Snape completamente desconcertado.        

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Bien aquí el capitulo prometido, para el siguiente en menos de 24 horas 5 estrellitas o comentarios.

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