La Piedra del Matrimonio

By alseidetao

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Para evitar las maquinaciones del Ministerio, Harry debe casarse con el reacio Severus Snape. Pero el matrimo... More

Capítulo 1: La piedra del matrimonio
Capítulo 2: Con Este Anillo
Capítulo 3: Habitantes de la mazmorra
Capítulo 4: Enfrentándose al mundo
Capítulo 6: Vivir con Snape
Capítulo 7: Lazos que unen
Capítulo 8: Todos los hombres del Rey
Capítulo 9: La estrella del perro
Capítulo 10: Espadas y flechas
Capítulo 11: Enfrentándose a Gryffindors
Capítulo 12: Emplazando culpas
Capítulo 13: Entendiendo a los hombres lobo
Capítulo 14: Volviendo a la normalidad
Capítulo 15: Modales
Capítulo 16: Conociendo a los cuñados
Capítulo 17: Espinas
Capítulo 18: El corazón del laberinto
Capítulo 19: Vínculos
Capítulo 20: Sinistra
Capítulo 21: Serpientes
Capítulo 22: Familia
Capítulo 23: Lobos
Capítulo 24: Lecciones de Historia
Capítulo 25: Nochebuena
Capítulo 26: Regalos de Navidad
Capítulo 27: Antes de la tormenta
Capítulo 28: Vikingos
Capítulo 29: Entender el deber
Capítulo 30: Persecución
Capítulo 31: Acortando distancias
Capítulo 32: El dolor de crecer
Capítulo 33: Largas historias
Capítulo 34: A dormir
Capítulo 35: Al abismo
Capítulo 36: Cargando la piedra
Capítulo 37: El otro lado
Capítulo 38: Política
Capítulo 39: Honor familiar
Capítulo 40: La locura del lobo
Capítulo 41: Salvaje
Capítulo 42: Caramelos de limón
Capítulo 43: Para eso están los amigos
Capítulo 44: Cierra los ojos
Capítulo 45: Amaestrando al dragón
Capítulo 46: Viendo rojo
Capítulo 47: Cedo
Capítulo 48: El Lobo en la puerta
Capítulo 49: Bailando
Capítulo 50: La materia de los sueños
Capítulo 51: Grandes gestos románticos
Capítulo 52: San Valentín
Capítulo 53: Afecto de cortesía
Capítulo 54: Despertando a Lunático
Capítulo 55: Maniobras legales
Capítulo 56: Peones
Capítulo 57: Obviedades
Capítulo 58: El significado de las cosas
Capítulo 59: Algo maligno
Capítulo 60: La voz del Rey
Capítulo 61: La llamada
Capítulo 62: Stonehenge
Capítulo 63: El corazón sangrante
Capítulo 64: El resto del mundo
Capítulo 65: En la luna
Capítulo 66: Sinestesia
Capítulo 67: Cantos afilados
Capítulo 68: La búsqueda del poder
Capítulo 69: Al final de este camino
Capítulo 70: El precio del valor
Capítulo 71: Lo que importa
Capítulo 72: Yendo hacia delante
Capítulo 73: Así es como el mundo acaba
Capítulo 74: El sol moribundo
Capítulo 75: Valeroso mundo nuevo
Capítulo 76: Los indignos
Capítulo 77: Historia antigua
Capítulo 78: Regresando a casa
Capítulo 79: Solucionando
Capítulo 80: Decisiones y Progreso
Capítulo 81: El amanecer de un nuevo día
Capítulo 82: Echando una mano a las cosas
Capítulo 83: Sorpresas en todas partes
Capítulo 84: Extraños compañeros de cama
Capítulo 85: Borrones
Capítulo 86: Furia
Capítulo 87: Pasiones
Capítulo 88: De vuelta al negocio
Capítulo 89: Idas y Venidas
Capítulo 90: Maniobras Legales II
Capítulo 91: Rosas
Capítulo 92: Educación continua
Capítulo 93: Los recién llegados
Capítulo 94: Experiencias de aprendizaje
Capítulo 95: Encuentros cercanos
Capítulo 96: En desacuerdo
Capítulo 97: Hacer las Paces
Capítulo 98: ¿Quién sabe?
Capítulo 99: La paz se desmorona
Capítulo 100: Comienzan las hostilidades
Capítulo 101: Primeras señales del futuro
Capítulo 102: Lecciones desplegadas
Capítulo 103: El fin de los vampiros
Capítulo 104: Reconocimiento y premonición
Capítulo 105: Verdadera naturaleza
Capítulo 106: Exámenes finales
Capítulo 107: Explicaciones
Capítulo 108: La calma antes de la tormenta
Capítulo 109: Reescribiendo la historia
Capítulo 110: La fuerza del vínculo
Capítulo 111: Magia salvaje
Capítulo 112: Consecuencias del ataque
Capítulo 113: Últimos días de tranquilidad
Capítulo 114: Rudos Despertares
Capítulo 115: Primeras Impresiones
Capítulo 116: Desquitarse
Capítulo 117: Nuevos comienzos
Capítulo 118: Tiempos felices
Capítulo 119: Tiempos de fiesta
Capítulo 120: Favor de Merlín
Capítulo 121: Fin del verano, parte 1
Capítulo 122: Fin del verano, parte 2
Capítulo 123: Una falta cercana
Capítulo 124: Retrasar lo inevitable
Capítulo 125: Las formas de la primera ola
Capítulo 126: Compañeros de cama más extraños
Capítulo 127: Planificación de la Operación Castillo Mágico
Capítulo 128: Revelaciones
Capítulo 129: La primera ola se rompe
Capítulo 130: Limpiando
Capítulo 131: Padrinos
Capítulo 132: Percepciones erróneas
Capítulo 133: Zona de conflicto
Capítulo 134: Visitantes
Capítulo 135: Pez fuera del agua
Capítulo 136: La segunda ola
Capítulo 137: La batalla de Hogsmeade
Capítulo 138: Algunas explicaciones que hacer
Capítulo 139: Decir adios
Capítulo 140: Faltas de comunicación
Capítulo 141: Las formas de la tercera ola
Capítulo 142: El Campeón del Rey
Capítulo 143: La batalla de Hogwarts
Capítulo 144: La gratitud del rey
Capítulo 145: Los Comienzos del Rey
Capítulo 146: La Vida del Rey

Capítulo 5: Marcas oscuras

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By alseidetao


Snape no apareció durante la cena. Harry no pudo evitar preguntarse si estaría enfadado con él por lo ocurrido. Se dijo que aquella noche lo descubriría, puesto que no había forma de que evitasen encontrarse. Tras la cena, se presentó en la oficina de McGonagall para cumplir con su detención. Para su sorpresa, la mujer únicamente le indicó que hiciese sus deberes. Por supuesto, las detenciones con McGonagall nunca habían sido tan horribles como las de Snape o Filch, pero generalmente les daba alguna tarea no demasiado agradable de todas formas. Cuando a mitad del castigo McGonagall le ofreció unas pastas, empezó a sospechar que sentía compasión por él, pero no tenía modo de saber si era a causa de la detención que había recibido por los insultos de Malfoy o por algo más inescrutable, como la información que había recibido sobre su vida con los Dursleys. No estaba seguro de que le gustase. Había vivido dieciséis años sin que nadie le tuviese pena, no necesitaba darla ahora.

Le despachó una hora más tarde, deseándole buenas noches con gentileza. En vez de dirigirse a la sala común de Gryffindor, como deseaba, Harry se encaminó a las largas escaleras que llevaban a las mazmorras. Siguiendo el camino que le habían enseñado la noche anterior se encontró delante del retrato de Salazar Slytherin y su serpiente. Ambas figuras le sonrieron, saludándole con una inclinación de cabeza sorprendentemente educada. ­

–El nuevo compañero vinculado de Severus –le dijo la serpiente a Salazar en Parsel. Harry se sonrojó al oírla. ­

–Qué pena que sea Gryffindor –replicó Salazar igualmente en Parsel. ­

–No tiene nada de malo ser Gryffindor –les contestó Harry, también en Parsel.

Tanto la serpiente como el mago parecieron sobresaltados un segundo, antes de sonreír con evidente placer.

­– ¡Cuán interesante! –Comentó Salazar­– Una pareja mejor de lo que había supuesto. ¡Qué disfrutéis una larga vida juntos!

Harry sintió que se le subían aún más los colores.

­–Eldorado –les dijo, y el retrato se abrió permitiéndole entrar en las habitaciones del Maestro de Pociones. Al entrar vio a Snape sentado junto al fuego, sin leer ni beber, sólo mirando las llamas. Sin saber muy bien qué clase de recepción iba a tener, Harry dio un par de pasos hacia él.

– ¿Profesor? –dijo con suavidad. Snape no le contestó. Pese a que ni la detención ni la pérdida de puntos había sido culpa suya, Harry pensó que debía disculparse– Lamento lo ocurrido hoy –añadió en voz baja.

­–Y dígame, ¿exactamente por qué motivo se está disculpando? –inquirió Snape en voz baja y grave. No desvió la vista del fuego ni cambió de expresión, cosa que puso a Harry decididamente nervioso–­ ¿Por el hecho de que el mundo de los magos al completo parece pensar que he manipulado a su héroe, forzándole a casarse conmigo por el bien de mi buen nombre, o de que usted obviamente sólo aceptaría tan terrible destino para echarle el guante a mi fortuna? ¿O está disculpándose por el bombardeo de preguntas y especulaciones del que ambos hemos sido víctimas? ¿O por las miradas de odio y desprecio de los Gryffindors? ¿O por las alusiones sexuales de los Slytherin? ¿O quizás por la carta aulladora que he recibido de Sirius Black que me amenazaba de darme cierto trato que no pienso repetir si tan siquiera le miraba de forma inapropiada?

De acuerdo, Snape había tenido un día incluso peor que el suyo. ­

–En realidad, estaba disculpándome por la pérdida de puntos y la detención –admitió conciliador. El hombre le lanzó una mirada imposible de interpretar.

­–Oh –dijo simplemente, antes de encogerse de hombros–­ Por compleja que fuese tal situación, quitar puntos a Gryffindor y ver al señor Malfoy con el labio partido fueron mis únicos placeres durante el día.

Incapaz de contenerse, Harry sonrió:

­–Lo cual explica mi necesidad de disculparme por ello –por un segundo, incluso pareció que Snape fuese a reírse. ­

–Desde luego –asintió secamente. Inmediatamente después se estremeció, clavando los dedos de la mano derecha en su antebrazo izquierdo y maldiciendo por lo bajo. Harry frunció el ceño y dio un paso hacia él.

­– ¿Qué sucede? –preguntó.

– Nada –musitó Snape entre dientes. Pero tras haber visto aquel estremecimiento, Harry se percató de otras cosas: Snape parecía agotado, incluso más pálido de lo normal.

­–Es Voldemort, ¿verdad? –Afirmó–­ ¡Le está llamando! ­

–No tiene gran importancia, señor Potter –le recordó Snape con ojos cerrados y labios tensos de dolor. Su mano se había tensado de tal forma que los nudillos se habían quedado blancos, como intentando exprimir el dolor y extraer la marca oscura de debajo de sus ropajes.

­– ¿Hace cuánto que sufre esto? –preguntó Harry. Sabía que la marca se iba volviendo progresivamente más dolorosa a medida que la llamada era ignorada. No se había preguntado qué podía sucederle a Snape ahora que ya no pretendía responder a la orden. ¿Cuánto tiempo podía torturarle Voldemort con ello? ¿Y cuán agudo podía volverse aquella agonía?

­–No es problema suyo, Potter –le informó Snape. Harry podía darse cuenta de lo difícil que le era mantener el control debido al dolor que experimentaba. ­

–De hecho, sí que lo es –le replicó, tomando una decisión y arrodillándose ante el hombre. Como Snape tenía los ojos cerrados no supo qué hacía hasta que Harry le tocó el brazo, retirando la manga de la túnica para ver la marca oscura. Estaba tan negra como el carbón, y la carne que la rodeaba tan roja que parecía despellejada.

­– ¿Qué está haciendo? –inquirió Snape, mirándole con furia. ­

–Es culpa mía –le dijo Harry. Snape retiró el brazo con brusquedad.

– ­ ¡Claro que no es culpa suya, Potter!

– ­ ¡Si no fuese por mí, esto no hubiese pasado! –le gritó Harry en respuesta.

­– ¡Por supuesto que no! –siseó Snape–­ ¡En vez de esto, estaría jugando a ser el buen Mortífago y sufriendo el Cruciatus porque Voldemort se aburriría sin encontrar muggles a los que torturar!

–­ ¡Si está tratando de asustarme, ahórrese el aliento! –le dijo Harry, bullendo de rabia­– He visto lo que hace, ¿recuerda? ¡Ahora conteste la maldita pregunta! ¿Desde cuándo le lleva doliendo?

– ­ ¡No use ese tono conmigo! –rugió Snape. Incapaz de controlarse, Harry dio un paso atrás y le dio una buena patada a la silla en la que el profesor estaba.

– ­ ¡Te odio!

– ­ ¡Bien! –gritó Snape, y luego acalló un gemido de dolor al tiempo que se encogía, aferrándose el antebrazo de nuevo.

Pese a su rabia, ver a Snape sufriendo hizo que algo diese un vuelco en el interior de Harry. No pudo soportar la idea de quedarse mirando sin hacer nada. Sacó la varita y llamó a Dobby, desesperado.

–Dobby, trae al Director, por favor –le dijo al elfo–­ dile que necesito que venga de inmediato.

–­ ¡Sí, Harry Potter, yo voy ahora mismo! –le aseguró Dobby, desvaneciéndose un segundo más tarde. ­

– ¿Por qué diablos ha hecho eso? –preguntó Snape con amargura. Harry no contestó. En vez de ello, se sentó a esperar, mirando cómo Snape cerraba de nuevo los ojos convulsivamente, con las uñas clavándose en la ropa y la carne bajo ella, como si tratase de detener la terrible agonía que le hacía sufrir la marca. Harry sentía que toda aquella situación era irreal. Un segundo más tarde las llamas cambiaron de color debido a polvos Flu. Dumbledore salió de la chimenea. ­

–Harry, ¿qué problema hay? –dijo el anciano con preocupación evidente. Harry simplemente señaló a Snape, sin palabras. Dumbledore le vio y comprendió de inmediato­. Severus– ¿cuánto tiempo llevas así? –inquirió el Director, con voz firme y autoritaria. ­

–Unas horas –admitió Snape esta vez. ­

–Ven conmigo –ordenó Dumbledore, ayudándole a levantarse­– tengo una idea que podría ayudar –Snape fue con él sin dudar, pero tal y como Harry les seguía, Dumbledore le detuvo con una amable sonrisa–­ Quédate aquí, Harry –le ordenó­– Estaremos de vuelta en breve. Deberías intentar dormir un poco.

Reconociendo una orden cuando la oía, Harry se retiró y les vio salir del cuarto. Un segundo después estaba a solas en las habitaciones de Snape. Parecían extrañamente vacías sin la presencia del otro hombre. No muy seguro de lo que debía hacer, vagó por ellas, mirando las cosas, con la mente en otro lugar. En el dormitorio descubrió una carta que le esperaba en su mesilla de noche. Se preguntó por qué no la había recibido en el comedor. La recogió y reconoció la letra de Sirius en el sobre. Seguramente había llegado al mismo tiempo que la carta para Snape. La abrió con entusiasmo y leyó la misiva que le había enviado su padrino:

"Querido Harry:

Dumbledore me ha informado de lo que pasó anoche para que supiese la verdad y no me sorprendiese por las tonterías que publicaron los periódicos de la mañana. ¡Lamento tanto lo ocurrido! No puedo ni empezar a expresar mis remordimientos por el hecho de no haber podido ayudarte o prevenir lo que los Dursleys te hicieron. Sabía que no te trataban demasiado bien, pero no tenía ni idea del alcance de ello. Si lo hubiese sabido, te habría llevado conmigo el primer verano, fuesen cuales fuesen las consecuencias legales. Al menos, podrías haber vivido con Remus. Si no hubiese creído que al menos estabas a salvo con ellos, no te habría dejado allí jamás.

Entiendo la necesidad de este matrimonio: Dumbledore tiene razón, no puedes arriesgarte dejando Hogwarts, y Fudge habría logrado que te matasen en cuestión de días, no tengo la menor duda. ¡Pero no puedo creer que el candidato más adecuado que te encontrasen fuese Snape! ¿Por qué motivo no eran aceptables Hermione o Ron, o alguno de los hermanos de Ron? ¿Y qué hay de aquella chica que te gustaba, Cho no sé cuántos? No te preocupes, ¡si Snape hace algo que te desagrade o te hace daño de cualquier forma, le daré su merecido! No dejes que ese bastardo te maneje a su antojo. ¡No tienes obligación alguna hacia él, ni lealtades ni nada por el estilo, te digan lo que te digan! Vendré a verte lo antes posible. Hasta entonces cuídate mucho, y si necesitas lo que sea llámame o llama a Lunático.

Te quiere,

Canuto".

Aquella carta le hizo sentir mejor, pese a todo. Se dijo que lo mejor sería contestar enseguida y se sentó a escribir una breve nota en el secreter de la librería, asegurándole que estaba perfectamente y que no tenía que preocuparse por él. Luego lo dejó preparado para que se enviase por la mañana.

Tras ducharse, Harry trepó a la cama dejando gafas y varita en la mesilla que ahora debía empezar a considerar suya. No dejaba de pensar en qué le habría dicho Sirius en la carta aulladora a Snape. Estaba tumbado en la cama imaginándose la escena. Debía de haber sido única.

Una hora más tarde Snape regresó, yendo derecho al baño para cambiarse. Unos instantes emergía de nuevo con el pijama de la noche anterior puesto. Mientras se movía por el cuarto apagando velas, a Harry se le fueron los ojos hacia su antebrazo. Varias capas de algo parecido a un alambre plateado se enroscaban en él, cubriendo la marca.

­– ¿Está bien? –preguntó en voz baja Harry cuando Snape se acercó a la cama. Él asintió. ­

–Albus ha encontrado una forma de bloquear el dolor –le informó mientras se acostaba junto a Harry. El chico asintió y le dio la espalda. Para su sorpresa, el hombre volvió a hablar– ¿Por qué dijo que todo esto era por su culpa? –su voz sonaba más curiosa que enfadada. Por un momento Harry sintió la tentación de decirle que no tenía costumbre de charlar en la cama, pero luego sencillamente decidió decirle la verdad.

­–Si hubiese matado a Voldemort, no podría herir a nadie más.

­– ¿Y piensa que es su responsabilidad matarle? –preguntó Snape. ­

–Uno de los dos debe morir –replicó Harry, contemplando las sombras que vestían las cortinas del lecho. Una mano fuerte se cerró sobre su hombro y le obligó a girarse, dejándole sobre la espalda. En la oscuridad apenas percibía una silueta que se inclinaba sobre él, pero pudo sentir el calor de la mirada repleta de rabia de Snape. Inexplicablemente, su pulso se aceleró.

­– ¿Qué diablos quiere decir eso?

– ­ ¡Quiere decir que o bien le mato o me matará a mí! –repuso Harry, un hecho básico de su vida que había aprendido a aceptar. La mano de Snape parecía arder en su hombro–­ De cualquier forma, al final uno de los dos muere, ¡y mientras la gente sufre por ello! –por no mencionar el horror que se desataría si Voldemort era el afortunado en aquel duelo...

­–La gente sufre porque Voldemort es un ser monstruoso y malvado que lleva haciendo cosas horribles desde mucho antes de que usted naciera. Y antes que él estuvo el mago Grindelwald, y Dumbledore no era más responsable de sus crímenes de los que usted lo es de los de Voldemort. Tome responsabilidad de sus propios actos, ¡no de los de Voldemort!

–Mis propios actos consisten en haber dejado vivir a Peter Pettigrew cuando debería haberle matado –repuso Harry con amargura­– Gracias a esa única acción estúpida Sirius sigue buscado por la ley, Cedric fue asesinado y Voldemort regresó de entre los muertos. ­

–No eres un asesino –le dijo Snape–­ ¡Y nadie espera que lo seas!

Harry le miró con incredulidad.

­–Sesenta y tres Aurores murieron defendiéndome el año pasado, y cuarenta y siete Mortífagos lo hicieron cuando le robé el Ojo de Odín a Voldemort. Tienes razón, no soy un asesino, ¡soy un asesino de masas! ¡Y si pudiese volver atrás mataría a Colagusano y me ahorraría las estadísticas!

–Eso fueron víctimas de guerra –la voz de Snape estaba áspera debido a la emoción contenida, aunque Harry no podía discernir cual­– No eres responsable de ellas. Matar a alguien es coger un cuchillo y clavárselo a alguien en el corazón. ¡Hay una diferencia! ¡Una gran diferencia! Y una que espero que no descubras jamás. Además, aunque hubieses matado a Pettigrew, Voldemort habría encontrado a otra persona que le trajese de vuelta.

­–Entonces quizás hay inevitabilidades –repuso Harry con amargura. Se soltó de la mano de Snape que todavía descansaba en su hombro y volvió a darle la espalda–­ Si ese es el caso, esperemos que sea inevitable que descubra cómo matar pronto antes que tarde.

Snape no respondió y Harry cerró los ojos con fuerza, luchando contra las lágrimas que ardían en ellos. No iba a llorar. Nunca lo había hecho antes, y no iba a empezar ahora. ­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­

Snape despertó muchas horas después, alertado por el llanto de pánico estrangulado que se oía a su lado. Al girarse vio a Harry agitándose en la cama, con la cara retorcida en agonía al tiempo que parecía luchar contra un atacante invisible. Maldiciendo por lo bajo, Snape alargó la mano hacia su mesilla en busca de otro vial de la pócima para dormir sin sueños. No podía creer que se le hubiese olvidado, no tras prometer al chico la noche anterior que tendría tanta como necesitase. Tras los acontecimientos de la víspera y la conversación previa al sueño, debería haber sabido que más pesadillas eran de rigor.

Encontró la botella y agitó a Harry hasta despertarle, llamándole con suavidad. De nuevo el chico se estremeció y se apartó de él, tan violentamente que se cayó de la cama y se deslizó hacia abajo, aterrizando en el suelo con un sonido ahogado. Severus se incorporó a su vez y rodeó el lecho hasta el lugar donde yacía el chico.

Sudando y temblando, pero despierto gracias a Dios, Harry le miró con ojos muy abiertos, alarmado, con el aliento entrecortado. Sin pensar, Snape sencillamente le cogió por los hombros, quitó el tapón del vial con los dientes y le puso el recipiente en los labios.

– ­ ¡Bebe! –le ordenó. Harry bebió sin discutir, sin intentar escapar de su abrazo. Una vez vaciado el vial, el chico se sonrojó y miró al suelo avergonzado­– Lo siento –le dijo al chico–­ Había pensado dártelo antes de que te durmieses.

–No es problema suyo –repuso Harry de forma tensa, repitiendo las palabras que Snape le había dirigido aquella tarde cuando la marca había estado ardiendo en su brazo. Tomado por sorpresa, Snape se quedó unos segundos sin saber qué decir, preguntándose si Harry le había dicho aquellas palabras exactas a propósito. Suponiendo que el chico se sentía vulnerable y, por tanto, a la defensiva, concluyó que probablemente era el caso. Astuto Gryffindor, pensó para sí, casi diciéndolo en voz alta y premiándole con puntos. ­

–De hecho, sí que lo es –contestó con suavidad, con la determinación de devolverle la agudeza. El chico le contempló sorprendido, estrechando la mirada­– No puedo dormir contigo revolviéndote de esa forma –explicó, redirigiendo la conversación lo más lejos posible de cualquier reparto de culpas o responsabilidades. Harry resopló con una mezcla de disgusto y diversión, sacudiendo la cabeza.

– ¿Ahora es cuando repito que le odio?

­–Si eso te hace sentir mejor –repuso Snape. Dándose cuenta de que el chico empezaba a temblar, le ayudó a levantarse­– A la cama, antes de que la poción te deje sin sentido –­Harry no protestó cuando Severus le arropó. Éste volvió a su lado, percatándose de que el chico cerraba los párpados al tener efecto la poción–­ ¿Qué soñabas, Harry? –le preguntó con suavidad, sabiendo que ya estaba medio dormido. ­

–Los muertos –contestó–­ Siempre son los muertos –y entonces se apagó como una vela, a salvo en una modorra sin sueños.

La luz de la única lámpara que Snape había dejado encendida jugueteó creando brillos en las bandas plateadas que tenía en el brazo enroscadas cuando Severus alargó la mano para tocar la cicatriz en la frente de Harry. Ambos tenían su dosis de cicatrices, se dijo. Las suyas podían ser más viejas y numerosas, pero las de Harry eran más profundas. Hasta ahora no había pensado en lo mucho que tenían en común realmente. Pero la conversación que habían tenido antes de dormir era alarmantemente similar a algunas que él mismo había tenido con Albus Dumbledore. Tal vez el anciano tenía razón al empujarles a unirse. Lástima que se gustasen tan poco. Casi deseaba tomar a Harry entre sus brazos y mantener a ambos a salvo de todas las cosas horribles del mundo.

Suspirando, se tumbó junto a su compañero vinculado y le contempló dormir, eventualmente durmiéndose él mismo sin darse cuenta de que aún tenía una mano en torno a las cálidas espaldas del chico.    

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