Ya no puedo inventarlo

By Lalila112

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Dicen que la vida está llena de recuerdos y personas que se asocian a ellos. Amaia y Alfred irán descubriendo... More

1. SOÑAR JUNTO A TI
2. ROMPÍ TU MUNDO EN DOS
3. QUIERO VERTE REÍR
4. ERES TÚ
5. ES QUE TOT HO FAS TAN FÀCIL (I)
5. ES QUE TOT HO FAS TAN FÀCIL (II)
6. QUE HAS PASADO SIN TROPEZAR
7. HAY PECADOS COMPARTIDOS
8. APRENDIENDO A CALMARME LA EMOCIÓN
9. CUANDO TENGO TU AMOR
10. TU VOZ ME ACARICIA
11. SIN MÁS FRONTERA QUE TUS BESOS
12. QUE VIAJAR A LA LUNA SERÍA REAL
13. DÉJAME QUE YO SEA QUIEN TE QUITE LA ROPA
14. LLÁMAME EL DÍA QUE PUEDAS
15. NO TE PUEDO SUJETAR
16. SI LLORÉ ANTE TU PUERTA DE NADA SIRVIÓ
17. LO QUE QUIERAS PERO HABLEMOS
18. Y DIREMOS ADIÓS A LA TRISTEZA
19. LLEVARTE POR UN MUNDO MEJOR
20. SIGUE SOÑANDO DESPIERTO
21. VINE AMB MI AQUESTA NIT
22. QUE MI PIEL SEA EL FORRO DE TU VESTIDO
23. DE LA NEBLINA DEL AYER
25. EN LA OSCURA HABITACIÓN
26. DÓNDE ESTABAS ENTONCES
27. RELIVE YOUR DARKEST MOMENTS
28. DE NO VERTE NUNCA MÁS
29. SOY EL ESPÍA DE TUS SUEÑOS
30. MY BEDSHEETS SMELL LIKE YOU
31. UN PELLIZCO AGUDO ATRAVESÁNDOME LA PIEL
32. OUR DREAMS HAVE FINALLY COME TRUE
33. ALGO SAGRADO
34. NO DOY TREGUA
35. SHADES OF LIFE ARE RINGING
36. MALDITA DULZURA LA TUYA
37. AND YOU'LL BE ALRIGHT
38. ME DIVIERTE EL JUEGO
39. AT THE END OF MY ROAD

24. SIEMPRE LO DI TODO Y MÁS

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By Lalila112

Amaia se dirigió a paso ligero hacia la mesa donde estaba sentado todo el grupo. A medida que se acercaba iba notando las miradas de todos clavadas fijamente en ella, menos la de Alfred, que estaba centrada en el vaso que tenía entre las manos.

- ¿Por qué me miráis así? - Espetó enfadada mientras se sentaba al lado de su marido y le quitaba la copa de las manos para bebérsela de un trago.

Alfred la miró sorprendido y le acarició suavemente la espalda mientras tosía por culpa del alcohol.

- No bebas así de rápido que te sentará mal. - La regañó Alfred.

- Gracias por el consejo, amor... pero llegas tarde. - Dijo Amaia entre carraspeos.

Ana se levantó del sofá y se colocó frente a Amaia.

- Y parece ser que no es para lo único que llega tarde... Que sepas que me parece muy fuerte lo que has hecho, no esperaba que fueras así. Ahora mismo me das bastante asco.

- ¡Ana! - Exclamó Alfred. - No creo que sea necesario que la juzgues... además, es cosa nuestra.

Amaia palideció ligeramente y miró a Alfred.

- ¿Qué ha pasado, cucu? - Murmuró.

- Por tu cara deduzco que sabes la respuesta a tu pregunta, así que no sé para qué quieres que te conteste. - Le dijo Alfred suavemente.

- ¿Podemos hablar a solas? De verdad que no es lo que parece, amor.

La voz temerosa de Amaia rompió el corazón de Alfred, no le gustaba verla así de asustada por su culpa. Así que, entrelazó los dedos de sus manos y tiró de ella para que se levantase.

- ¿Te apetece que nos vayamos ya para casa?

La chica asintió con la cabeza y paseó su mirada por las caras de todos sus amigos, las expresiones variaban, había desde duda hasta enfado.

- Lo siento... yo no quería... - Empezó a excusarse Amaia.

- No tienes que darles ninguna explicación, corazón. - Le susurró Alfred en el oído.



Mientras caminaban hacia la salida, Amaia miraba de reojo a su marido. No le veía enfadado, estaba ligeramente tenso y no sonreía, pero no observaba ningún indicio de rabia, culpa o ansiedad, como había pasado la última vez que la encontró con Roi.

Ya estaban en el parking a punto de entrar en el coche, cuando Roi apareció caminando con paso decidido hasta ellos.

Amaia se agarró fuertemente a la mano de Alfred y contuvo la respiración, no esperaba nada bueno de este encuentro.

- ¡Mira a quién tenemos aquí! - Exclamó Roi. - Si es el cornudo más grande de la ciudad. ¿Aún sigues enganchado a ella, tío? Tienes un problema.

- El problema lo vas a tener tú como no te vayas. - Le dijo Alfred pausadamente, con la voz más grave de lo normal.

- ¿Contigo? ¿Enserio te vas a pelear con alguien por esta? - Preguntó Roi en tono despectivo.

- ¿No crees que eres un poco mayor para tener tan poca educación? Pienso que Amaia te considera un amigo y faltarle al respeto de esta manera dice mucho de ti como persona.

- Que yo sepa a los amigos no se les chupa la polla. ¿No te ha contado lo que estuvimos haciendo mientras no estabas?

Al mismo tiempo que Amaia soltaba un grito de indignación, Alfred se abalanzaba contra Roi. Le agarró por el cuello de la chaqueta y le pegó un puñetazo en la cara.

- ¡Pídele perdón! - Gritó Alfred. - Eres un pedazo de mierda. ¿Te jode que ella pase de ti? Pues mala suerte, así es la vida, no podemos obligar a las personas a querernos.

Roi, con la cara roja y los ojos llenos de rabia, fue a tirarse encima de Alfred cuando este se giró para subir al coche, pero Amaia se lanzó encima del chico con todas sus fuerzas. Los segundos que tardó Roi en reaccionar fueron suficientes para que Amaia y Alfred entraran en el coche y salieran de ese parking.


Alfred conducía con la mandíbula apretada, el ceño fruncido y los nudillos blancos por la fuerza con la que sujetaba el volante.

- ¿Estás bien? - Preguntó Amaia preocupada.

- No soy una persona violenta. - Contestó Alfred con un hilo de voz.

Amaia le miró con pena y cubrió la mano que Alfred tenía en el cambio de marchas con la suya. Apoyó la cabeza en el hombro del chico y suspiró.

- Ya lo sé, amor. No te sientas mal, se lo ha ganado a pulso. Yo antes también le he dado un puñetazo. - Rió Amaia levemente para aligerar el ambiente.

Alfred sonrió de lado y besó la cabeza de la chica. A pesar que sabía que Roi se merecía mucho más que un golpe por todas las palabras que había pronunciado y todo lo que había hecho, no podía evitar sentirse culpable. Nunca había sido partidario de la violencia, creía en el diálogo por encima de todo, pero en esta ocasión había fallado a sus principios, se había dejado llevar por la furia.



Sus pensamientos le llevaron hasta el día en que se había peleado con Ángel en reivindicación contra los golpes por muy flojos que fueran.

Amaia y él estaban jugando en el parque, aquel día en concreto habían decidido transportarse hasta el mundo de Mary Poppins y llevaban toda la tarde pintando con tizas y bailando alrededor de sus dibujos.

- Sería genial tener una niñera. - Dijo la pequeña Amaia de 6 años.

- ¿Por qué? - Preguntó Alfred confundido.

- ¡Porque nos llevaría a sitios divertidos! Podríamos bailar con pingüinos, subir a un tiovivo, beber té mientras volamos...

- Ni siquiera nos gusta el té, Amaix. Yo prefiero que no tengamos niñera, así podemos hacer lo que queremos.

- Es verdad... pero necesitamos a alguien que nos cuide, cuquet. ¡Deberíamos decírselo a las mamás!

- ¡No! Porfitas, Amaieta. - Dijo Alfred quejándose. - Nosotros nos cuidamos el uno al otro... no necesitamos a nadie más.

- Nos podemos cuidar igual... la niñera no sería nuestra mejor amiga, Alfred. - Refutó Amaia exasperada. - Mira, hacemos una cosa... ¿vale?

- ¿Qué cosa? - Preguntó el niño desconfiado.

- Me voy a esconder, si me encuentras, ganas y no tenemos niñera... pero si no me encuentras, gano yo y tenemos niñera.

Alfred miró escéptico a su mejor amiga, después de tantos años conociéndola sabía perfectamente que siempre que jugaban a algo quería ganar... y usaba todos los medios de los que disponía para hacerlo. A pesar de eso, aceptó la propuesta y se giró para contar mientras la niña se escondía.

Empezaba a oscurecer, Alfred había buscado por todo el parque y no había conseguido encontrar a Amaia. El niño miraba hacia todos los lados preocupado, con lágrimas en los ojos, cuando Ángel se acercó hasta él.

- ¿Qué te pasa, Alfreddie M? ¿Dónde está la niña?

Alfred corrió hasta Ángel y se abrazó a él mientras sollozaba.

- No sé dónde está l'Amaieta, si le ha pasado algo será mi culpa. Quiero que venga ya.

- ¿Cómo que no sabes dónde está? ¿Por qué tú culpa? - Preguntó Ángel alarmado.

- Porque no quería tener una niñera, pero Amaia tenía razón, necesitamos que nos cuiden porque yo no sé cuidar de ella y la he perdido.

El niño estaba hipando descontroladamente y empezaba a hiperventilar, así que Ángel le abrazó fuertemente mientras cogía el móvil para llamar a la policía.

Mientras los agentes hablaban con Ángel, Amaia apareció.

- ¿Alfred, qué te pasa? - Preguntó la niña asustada mientras corría a abrazarle.

Alfred contuvo la respiración y se agarró fuertemente a ella, estrujándola contra su tembloroso cuerpo.

- Amaieta, ¿dónde estabas? Creía que te había pasado algo malo. - Susurró el niño sin dejar de sollozar.

- Me había escondido en la otra calle para que no me encontraras. No quería que te pusieras triste. - Le dijo la niña con pena.

- ¡Amaia! ¿Dónde te crees que has ido? - Exclamó Ángel.

- A esconderme... - Murmuró Amaia aún pegada a Alfred.

- ¿Fuera del parque? ¡Sabes perfectamente que no se puede salir de aquí! ¿Lo sabes, verdad?

- Sí... pero...

- ¡Pero nada! Para empezar ya puedes pedirles perdón a estos policías que han perdido su tiempo para venir a buscarte. Y después, corriendo hacia el coche, que en casa hablaremos tú y yo.


Cuando llegaron a casa, Ángel se dirigió hacia la puerta de los García Castillo para dejar a Alfred y poder llevarse a la niña, pero no llegó a tocar el timbre, ya que las súplicas del niño para quedarse con Amaia fueron demasiado para él.

Al escuchar el portazo proveniente de la entrada, Javiera salió a ver qué pasaba, para encontrarse con una Amaia cabizbaja escondida ligeramente detrás de Alfred y con un Ángel tenso como la cuerda de un violín.

- ¿Qué ha pasado? - Preguntó preocupada.

- ¡Que esta niña merece un escarmiento! Le damos toda la libertad del mundo y se cree que puede vacilarnos, ¡pues se acabó, Javiera! No más parque, no más piscina, no más salidas al campo y no más Alfred. Punto.

- ¡Una mierda! - Gritó Amaia.

Después de la exclamación de la niña, se produjeron unos segundos de silencio, durante los cuales Amaia estuvo mirando a Alfred sorprendida por su propio arrebato.

Sin pensárselo dos veces, Ángel agarró a la niña y le dio un golpe en el culo.

- ¿Dónde has aprendido a hablar así? La hemos malcriado y mira con las que nos sale. - Masculló enfadado.

Ángel no tuvo tiempo de seguir con el discurso que tenía pensado soltar, ya que sintió unas manos que le tiraban de los brazos provocando que soltase a Amaia y la dejase en el suelo.

La niña estaba boquiabierta, sus padres nunca la habían pegado... a pesar de que la palmada no fue fuerte, el gesto dejó a Amaia paralizada.

Alfred la agarró de la mano y tiró de ella para que se acercase a él, mientras fulminaba con la mirada a Ángel.

- ¿Desde cuándo se pega en casa? Porque os habíais olvidado de decírnoslo. - Exclamó Alfred con indignación. - Luego les decís a Javi y Ángela que no se peleen porque les caerá un castigo.

La mirada enfadada de Alfred provocó que los dos adultos se relajaran ligeramente, sobretodo Ángel, que había cogido a la niña en un impulso y no había pensado en la imagen que iba a dar o cómo podría sentirse su hija.

- Es verdad, lo siento, Amaia... pero estoy muy enfadado contigo, encima que te escapas, luego contestas con palabrotas... esa no es la educación que te hemos dado.

- ¡Lo siento no es suficiente! Se supone que tu eres el adulto, Amaia ha hecho mal saliendo del parque, pero tiene 6 años... tú muchos más... - Contestó Alfred. - Tal vez deberíais habernos estado vigilando más de cerca, entonces no habría pasado nada.

- Creíamos que erais lo suficiente responsables como para jugar solos un rato. Cuando Amaia tenía 3 años lo hacíais... ¿Vais a peor con los años? ¿No podremos confiar más en vosotros? - Preguntó Ángel indignado con el niño.

- Ángel, por favor... deja de discutir con Alfred. - Suspiró Javiera harta de la situación. - Parece que el niño de 8 años seas tú.

Javiera se agachó a la altura de los niños y les habló con voz suave.

- ¿Estás bien, hija? Papá no quería darte, ¿vale? Ha sido sin querer y no lo volverá a hacer nunca más, ni él, ni yo, ni María Jesús, ni Alfredo, ni nadie más de la familia. Ahora bien, tienes que entender que no puedes escaparte sola, es peligroso. Lo que me preocupa es que tú ya sabes que no debes hacerlo... entonces no sé si vamos a poder confiar en ti.

- Lo siento mucho, mami. - Lloriqueó Amaia. - No lo volveré a hacer nunca más porque Alfred llora, eso significa que está mal.

Aceptando a regañadientes el razonamiento de la niña, y apuntándose mentalmente volver a hablar del tema con ella, Javiera se levantó y le dio un codazo a Ángel.

- ¿Me perdonas, cariño? Te juro que no volverá a pasar más, como bien ha dicho Alfred, en esta casa no damos golpes. - Dijo Ángel avergonzado.

Amaia se echó a los brazos de su padre mientras lloraba y le abrazó fuertemente. Ángel levantó la vista y separó uno de sus brazos de alrededor de su hija para invitar al niño al abrazo. Alfred le miró con el ceño fruncido y negó con la cabeza.

- Yo no te perdono, estoy triste contigo. - Sentenció antes de darse la vuelta y emprender el camino hacia la habitación de Amaia. - Te espero arriba, Amaix.

Ángel abrió la boca para contestar a Alfred, pero Javiera le comunicó de forma silenciosa que lo dejara estar, no era el momento.


....................................................................

Antes de nada quería decir que el otro día una de las personas más talentosas que hay por estos lares me dio consejos de escritura, en este capítulo en concreto aún no los he aplicado porque ya lo tenía escrito de antes y no tengo tiempo de modificarlo. Aviso porque seguramente notareis un cambio ligero de estilo en capítulos venideros.

Dicho esto....

¡MUCHÍSIMAS GRACIAS! Sé que mis actualizaciones no son tan constantes como antes pero no tengo tiempo, lo siento mucho.

¡Nos leemos pronto!

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