24. SIEMPRE LO DI TODO Y MÁS

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Amaia se dirigió a paso ligero hacia la mesa donde estaba sentado todo el grupo. A medida que se acercaba iba notando las miradas de todos clavadas fijamente en ella, menos la de Alfred, que estaba centrada en el vaso que tenía entre las manos.

- ¿Por qué me miráis así? - Espetó enfadada mientras se sentaba al lado de su marido y le quitaba la copa de las manos para bebérsela de un trago.

Alfred la miró sorprendido y le acarició suavemente la espalda mientras tosía por culpa del alcohol.

- No bebas así de rápido que te sentará mal. - La regañó Alfred.

- Gracias por el consejo, amor... pero llegas tarde. - Dijo Amaia entre carraspeos.

Ana se levantó del sofá y se colocó frente a Amaia.

- Y parece ser que no es para lo único que llega tarde... Que sepas que me parece muy fuerte lo que has hecho, no esperaba que fueras así. Ahora mismo me das bastante asco.

- ¡Ana! - Exclamó Alfred. - No creo que sea necesario que la juzgues... además, es cosa nuestra.

Amaia palideció ligeramente y miró a Alfred.

- ¿Qué ha pasado, cucu? - Murmuró.

- Por tu cara deduzco que sabes la respuesta a tu pregunta, así que no sé para qué quieres que te conteste. - Le dijo Alfred suavemente.

- ¿Podemos hablar a solas? De verdad que no es lo que parece, amor.

La voz temerosa de Amaia rompió el corazón de Alfred, no le gustaba verla así de asustada por su culpa. Así que, entrelazó los dedos de sus manos y tiró de ella para que se levantase.

- ¿Te apetece que nos vayamos ya para casa?

La chica asintió con la cabeza y paseó su mirada por las caras de todos sus amigos, las expresiones variaban, había desde duda hasta enfado.

- Lo siento... yo no quería... - Empezó a excusarse Amaia.

- No tienes que darles ninguna explicación, corazón. - Le susurró Alfred en el oído.



Mientras caminaban hacia la salida, Amaia miraba de reojo a su marido. No le veía enfadado, estaba ligeramente tenso y no sonreía, pero no observaba ningún indicio de rabia, culpa o ansiedad, como había pasado la última vez que la encontró con Roi.

Ya estaban en el parking a punto de entrar en el coche, cuando Roi apareció caminando con paso decidido hasta ellos.

Amaia se agarró fuertemente a la mano de Alfred y contuvo la respiración, no esperaba nada bueno de este encuentro.

- ¡Mira a quién tenemos aquí! - Exclamó Roi. - Si es el cornudo más grande de la ciudad. ¿Aún sigues enganchado a ella, tío? Tienes un problema.

- El problema lo vas a tener tú como no te vayas. - Le dijo Alfred pausadamente, con la voz más grave de lo normal.

- ¿Contigo? ¿Enserio te vas a pelear con alguien por esta? - Preguntó Roi en tono despectivo.

- ¿No crees que eres un poco mayor para tener tan poca educación? Pienso que Amaia te considera un amigo y faltarle al respeto de esta manera dice mucho de ti como persona.

- Que yo sepa a los amigos no se les chupa la polla. ¿No te ha contado lo que estuvimos haciendo mientras no estabas?

Al mismo tiempo que Amaia soltaba un grito de indignación, Alfred se abalanzaba contra Roi. Le agarró por el cuello de la chaqueta y le pegó un puñetazo en la cara.

Ya no puedo inventarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora