( maratón 3/3)
Terminamos de comer. Lavo lo que ensucié, que no fue mucho, ¿Qué lleva hacer unos sándwiches? Me río de mí misma. Próxima tarea: aprender a cocinar para no pasar pena.
Después de unos minutos, Ignacio me dice que quiere acostarse, entonces siento cómo me cae un balde de agua fría encima; no se me paso por la cabeza que llegaría la noche y tendríamos que dormir. O al menos se me había olvidado de ese punto.
— ¿Hablarás con Charlotte? — le pregunto, tratando de ignorar de que estamos en su habitación. Son casi las diez de la noche y me pidió hace unos minutos ya traerlo a la cama.
— Estoy pensándolo, te dije que tal vez — me responde con voz ronca y con un atisbo de sonrisa — Necesito ayuda con la camisa, debo quitármela para dormir
Abro la boca para decir algo, pero entonces me quedo pensando en algo...
— ¿Duermes sin camisa todos los días? — indago.
— Si — dice dudoso
— ¿Y quién te ayuda a quitarte las camisas todas las noches?
Me cruzo de brazos y me acerco a él, tomando el pliegue de su camisa y tirando bruscamente.
— Mocosa, no seas brusca — susurra con enojo.
— Ahora soy mocosa — digo para mí misma, pero sé que escuchó — Alza el brazo — le mando con voz seca.
No lo miro; seguro su rostro es de mofa hacia mí.
— Niña, mocosa, enojona — me dice en susurro.
Me toma con sorpresa; lo ha dicho en forma dulce y mi pum pum acelera cada latido. Quito su camisa esta vez con cuidado, es de verdad muy tedioso pues se hace difícil sacar la manga de su camisa por el brazo donde tiene el yeso.
— Debes usar camisas más livianas — le digo.
— Me gustan estas — responde.
— Pues tienes un yeso. No se pueden sacar tan fácil.
— Pensé que se salían fácilmente, quien me las quita las saca con sencillez...
— Seguro la puta es experta — no lo dejo terminar de hablar
Tiro la camisa en cesto de la ropa sucia y empiezo a quitarle sus zapatos los cuales se colocó para ir conmigo al parque.
— Si, es muy experta. Incluso, no es nada nuevo para ella quitarme la ropa
Mi corazón se detiene y mi rabia crece. Voy hasta sus pies, le quito los zapatos y medias con más brusquedad que la de antes. Cuando ya lo he hecho, me recompongo y los tiro al piso.
— Entonces llámala que te venga a desvestir ella. Seguro y hacen sus cochinadas.
— ¿Cochinadas? — se carcajea.
— ¡Deja de burlarte en mi cara! Eres un mujeriego de lo peor
Ignacio hace un amago para jalarme hasta su cuerpo, pero lo esquivo. Hace otro movimiento con su brazo, pero es sin sentido, ya que no sabe dónde estoy.
— Ven aquí, Camila — me llama suavemente.
— No — respondo con molestia.
— Juana viene por la noche después que tú te vas y me ayuda a quitarme la ropa. No es nada nuevo para ella porque es mi nana desde que nací. Estuvo conmigo, ha estado ayudándome desde que se enteró del accidente — me cuenta
Ahora si estoy más que avergonzada. No sabía que Juana era tan transcendental.
— Y-Yo ...
— Tú nada Camila. Debes saber que no soy un niño. Por ahí pasé hace mucho. Soy un hombre, tienes que saber que no puedo cambiar mi pasado. Sí, he estado con muchas mujeres de las cuales no recuerdo sus nombres, nunca fueron algo serio. Quiero que tengas claro eso. No he tenido relaciones serias, pero me han dicho que la confianza es la base de ello
Guardo silencio y voy hacia él de nuevo a quitarle el pantalón sin ningún nerviosismo. De hecho, lo hago con confianza. He visto más allá... ya saben que es. Sí, su gran dote, ese que tiene en medio de las piernas. Se levanta de la cama y yo termino de sacarle el pantalón, ¿Ahora qué sigue?
— Lo siento — me disculpo — es que eres guapo y millonario.
— ¿Y qué con eso?
— Que todas caen como abeja al pañal.
— ¿Estás interesada en eso también? — me pregunta.
— Obvio no — respondo con exaltación
Él sonríe de lado y no me resisto. Me monto en su cama manteniéndome de pie tras él. Veo su sorpresa al rodearle el cuello y atraigo con cariño su espalda hacia mí, dándole un sonoro beso en el cachete
— Me interesas tu como persona. Creo que desde hace mucho te lo estoy demostrando, solo que no me prestabas atención.
— Si lo hacía — me responde algo de ternura
Veo como se gira sobre sí para quedar frente a mí. Busca mi cuerpo con su brazo libre y rodea mi cintura para luego alzar su rostro, buscando él mi boca. Pero falla en el intento, por lo que sonrío.
— ¿Enserio? — pregunto dudosa y divertida por sus amagues hacia mi rostro. Sé que me quiere dar un beso.
— Sí, mocosa. Solo que debía pensar mejor las cosas. Eres menor de edad; creí que tratándote como lo hacía se te quitaría ese loco enamoramiento que tienes.
— No es loco. Lo que siento por tí es lo más bonito del mundo — le hablo amorosamente
Él vuelve a dirigir su boca hacia la mía, pero roza es mi barbilla y río.
— ¡Joder, dame el puto beso de una buena vez! — exclama irritado.
— No.
— Camila deja de jugar
Eso ha sonado a amenaza por como salió su voz.
— Ignacio, prométeme que hablarás con tu hermana y que dejarás de hablarle a esa tal Vanessa, que por cierto hoy estaba aquí besando.
— Camila...
— Promételo.
— Está bien, ahora dame un beso
Antes de darle el beso, pienso en que Ignacio lo ha prometido. Solo espero y cumpla lo que le he pedido. No soportaría verlo de nuevo con esa mujer, pero sobre todo que al fin pueda perdonar a Charlotte, aunque no sea fácil para él.
— Te quiero, Ignacio — le suelto de sopetón sin resistirme a mis sentimientos
No le doy tiempo de reaccionar o responderme; simplemente le doy un beso cargado de apego. Sus suaves y carnosos labios se unen a los míos, habiendo una sincronización perfecta, como si hubiesen sido hechos para ser unidos por el destino. Su lengua contra la mía es una liberación de endorfinas. Siento un leve mordisco en mi labio inferior y a Ignacio separando su boca de la mía, dejándome con ganas de más. Es muy adictivo.
Sé que esta vez ha terminado el beso para que no pase lo de antes. Mis labios están hinchados y los de él también.
— Ya quiero acostarme, así que baja de la cama y busca en mi clóset alguna camisa que te sirva para dormir — me manda
No lo puedo creer. Me pondré algo de Ignacio, pero...
— Umm, ¿Dónde dormiré? — le pregunto, separándome de él y bajándome de la cama, abriendo las sábanas para sacudir y acomodar las almohadas.
— Aquí conmigo, en mi cama — responde con sorna
Abro mis ojos, pensé que esto no pasaría. Al menos, no por ahora.
— Tranquila, mantendré la distancia. La cama es suficientemente grande.
Hago silencio y lo miro: su cara es de total seriedad, lo que me da la confianza y me hace saber que está hablando con total sinceridad. Voy hacia él.
— ¿De qué lado duermes? — pregunto una vez he llegado hasta Ignacio para meterlo a la cama.
Entonces caigo en cuenta que está en bóxer, lo que me hace tragar saliva. Me perturba meterme en la cama sabiéndolo así. Una vez Ignacio está en la cama, voy hacia su clóset y busco en el lado donde tiene las camisas. Después de unos segundos viendo cual está más desgastada, escojo una verde. Cierro el clóset y voy al baño: me ducho, siendo atrevida en tomar jabón, crema dental y shampoo. La verdad, al quedarme no pensé en traer algunas cosas de mi uso personal. Opto por lavar mi cachetero y abrirlo en lugar donde amanezca seco. Me seco con la toalla que veo a la vista y me coloco la camisa. Salgo del baño, pongo la ropa que me quité en el sofá, que está en la habitación, y voy hacia la cama para meterme en ella.
Ignacio está con los ojos cerrados. No me resisto; con cuidado, paso mi brazo por su cintura y me recuesto a su pecho. Espero no se dé cuenta que no traigo nada debajo de su camiseta, que estoy en pelotas literal, con mi zona íntima descubierta. No le doy más importancia y así caigo en brazos de Morfeo.
Esto se descontrolo jaja este capitulo lo escribi medio dormida.
Gracias por el apoyo, instagram: aylifer96