El poder del hielo (Primera T...

By CristinaDel97

10.3K 506 161

Unos misteriosos hermanos han llegado al castillo de Arendelle en busca de la ayuda de la reina Elsa... ¿Qué... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
La nana de Gudrun
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capitulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo
AVISO

Capítulo 3

653 26 5
By CristinaDel97

Hola de nuevo!! Aquí os vuelvo a dejar el capítulo 3. Perdón por las molestias, de verdad. No tengo ni idea de qué puede haber pasado... :/

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

CAPÍTULO 3

 

El frío recorría el cuerpo de Elsa mientras corría. Sentía como sus músculos se iban entumeciendo a medida que penetraba cada vez más en la tormenta, a medida que el furioso viento glacial que sacudía su ropa la congelaba cada vez más. Ella nunca había experimentado el frío, así que aquello era algo nuevo para ella.

Y no le estaba gustando.

Sin embargo, podía aguantar con el frío físico. No era él el que la hacía temblar entre tiritonas, ni tampoco era el frío de su cuerpo el culpable de que se sintiera como si fuera a morir de dolor en cualquier momento.

Era el frío de su corazón.

Sentía como si una garra helada de uñas afiladas se clavase en su pecho, retorciéndole el corazón y congelándoselo gradualmente. Aquel dolor fuerte y penetrante la hacía llorar y sollozar y, a su vez, las lágrimas se le congelaban en las mejillas, añadiendo así un dolor adicional. Avanzaba a través de la ventisca, buscando una salida, un lugar caliente que le devolviese la calidez a su cuerpo y a su maltrecho corazón.

Y, entonces, cuando ya estaba a punto de desfallecer, lo vio. No fue más que un destello fugaz. Al principio pensó que era una alucinación creada por su mente, que se aferraba desesperadamente a cualquier recuerdo cálido que habitase en ella, pero después entrecerró los ojos para tratar de ver mejor y, efectivamente, pudo observar una figura que se recortaba en la lejanía. Reconoció a Anna en aquella figura, lo cual la hizo sonreír e instar a sus pies medio congelados que se dieran más prisa. Corrió todo lo rápido que su cuerpo entumecido y dolorido le permitía, gritando el nombre de Anna a medida que se acercaba más a ella. Pero las palabras se le congelaban en la garganta. Cuando llegó junto a la figura de su hermana, la garra helada oprimió su corazón con más fuerza y la obligó a detenerse abruptamente.

Era una estatua de hielo. Una estatua de hielo de Anna, para ser más exactos. Tenía los brazos levantados sobre la cabeza, como si tratara de protegerse de algo. En su rostro había una horrible mueca de terror, como si lo último que sus ojos hubiesen visto fuese la cosa más horrible y aterradora del mundo.

Elsa sabía qué era aquello que había visto.

Un monstruo.

A ella.

Gritó el nombre de Anna, abrazó la estatua con desesperación, aunque algo en su interior le decía que ya nada podría salvarla. Las lágrimas fluían de sus ojos en una afanada carrera que nunca llegaban a terminar, pues se congelaban a medio camino.

Pero a Elsa no le importaba. Nada le importaba ya, en realidad. Lo único que sentía en aquellos instantes era el dolor desgarrándole el pecho, y los gritos que ella misma emitía con su propio llanto. No supo cuánto tiempo estuvo abrazada a aquel bloque de hielo que antaño había sido su hermana, tratando desesperadamente de infundirle un poco de calor, calor que había salido de ella hacía mucho tiempo. ¿Cómo iba a darle calor alguien tan frío? Fue entonces cuando se percató por primera vez de la figura que se arrodillaba en el suelo, entre sollozos, y con la vista baja. Se aferraba a los pies de Anna con la misma desesperación salvaje que sentía ella.

-¿Kristoff?-susurró, reconociéndolo por fin.

El chico levantó la cara y le devolvió una mirada anegada en lágrimas y llena de rencor y resentimiento. Elsa se estremeció, pero esta vez, no de frío.

-Elsa,-habló Kristoff, con la voz rota-¿por qué le has hecho esto?

Aquellas palabras hicieron que el corazón se partiera, como fulminado como un rayo.

-Yo… yo no quería…-comenzó, entre sollozos.

-Bruja.-la interrumpió Kristoff, con un siseo-Eso es lo que eres. Ahora ni siquiera yo puedo salvarla. Y tú tampoco. ¿Cómo va a salvarla alguien que le hace esto?

Elsa se quedó paralizada, incapaz de contestar. Mientras Kristoff hablaba, su rostro y su cuerpo se habían ido metamorfoseando lentamente. Sus rasgos duros se habían ido dulcificando, su pelo se había clareado hasta parecer casi blanco, y los iris de sus ojos se habían aclarado hasta adquirir una profunda tonalidad grisácea.

Cuando Kristoff volvió a hablar, su voz ya no era la suya.

-¿Cómo va a salvar a nadie- dijo con voz aguda y claramente femenina- alguien que solo sabe destruir?

Elsa gritó, de dolor, de rabia, de miedo. Gudrun le devolvió una sonrisa siniestra.

-¡AHH!

Elsa abrió los ojos y se encontró en su cama, Estaba empapada en un sudor frío y pegajoso, y sus sábanas se habían convertido en un revoltijo de telas durante la noche. Recordaba perfectamente la espantosa pesadilla que había tenido por la noche, y aquello era algo que prefería olvidar. Evocó sin querer la imagen de Anna congelada, y se estremeció.

‘’No volverá a ocurrir. Ha sido sólo una pesadilla. Una estúpida pesadilla’’

Pero, por si acaso, al vestirse volvió a ponerse los guantes. Hacía meses que no los utilizaba, pero el mal sueño había despertado un desasosiego en su interior que por desgracia no podía eludir.

Una vez perfectamente vestida y peinada, salió de sus aposentos. Era algo más temprano de la hora a la que acostumbraba a levantarse todos los días, pero se veía incapaz de permanecer más tiempo en la cama; al menos no después de aquel sueño perturbador. Necesitaba centrarse en sus deberes como soberana para tener la cabeza ocupada y no pararse a pensar en la pesadilla y en el incidente ocurrido con Anna la noche anterior. Se miró las manos enguantadas, impotente, y las cerró en dos puños.

-No has de sentir.-susurró para sí.

Al ser tan temprano, el castillo estaba silencioso y apagado, y apenas unos pocos sirvientes estaban ya levantados, realizando sus quehaceres con diligencia. Ninguno pareció sorprendido de ver a la reina deambulando por el castillo antes de la hora acostumbrada y, si lo estaban, ninguno lo sacó a relucir cuando Elsa les daba los buenos días al pasar junto a ellos. Se limitaban a contestar con otro educadísimo ‘’buenos días’’ mientras inclinaban la cabeza, y después continuaban con lo que estaban haciendo. Tampoco ninguno de ellos le comentó que la puerta de la habitación de la princesa Anna se había congelado misteriosamente, pues o bien ya conocían lo ocurrido, o el hielo se había fundido durante la noche. Elsa deseó fervientemente la segunda opción. Iba en dirección a las cocinas para buscar algo para desayunar cuando lo vio.

Argus estaba asomado en uno de los grandes ventanales que había en los pasillos de palacio. Elsa se sorprendió al encontrarle allí tan temprano. El chico le había pedido estar presente cuando la reina enseñara a su hermana a controlar sus poderes, y Elsa había aceptado, invitándole también a quedarse en una de las numerosas habitaciones del castillo. Sin embargo, Argus había declinado la oferta educadamente, argumentando que no tendría problemas en encontrar un sitio adecuado en el que hospedarse. Debido a la seguridad de la voz del joven, Elsa no había insistido.

 Argus observaba distraídamente los copos de nieve que caían tras el cristal, con los grandes ojos marrones fijos en algún punto desconocido. Elsa se percató de que el cabello negro le enmarcaba desordenadamente la firme mandíbula, y que la musculatura de sus brazos era mucho más visible ahora que no llevaba las pieles que vestía la primera vez que lo vio. En esta ocasión sólo usaba una camiseta negra de lana y unos pantalones de tela basta, muy desgastada. Elsa pensó que parecía mucho más adulto y maduro que antes.

-Majestad,-se inclinó el chico, cuando Elsa lo saludó-buenos días. Me alegro de veros.

-Me sorprende verte aquí tan pronto, Argus.-dijo Elsa-No me habían anunciado tu llegada.

Argus le sonrió. Elsa pensó que era una hermosa sonrisa.

-Supuse que estaríais durmiendo, majestad. No era mi deseo molestaros, así que le dije a vuestros sirvientes que os esperaría.

-Un detalle por tu parte.-reconoció Elsa-Disculpa si te he hecho esperar.

-No os preocupéis, reina Elsa.-contestó él, mirándola fijamente-Creo recordar que os prometí ser vuestro más humilde servidor.

Elsa no supo qué responderle. Ella rara vez se quedaba sin palabras, pero la mirada de Argus había conseguido turbarla. Se frotó las manos con nerviosismo, en silencio, y se apostó junto al chico a mirar los copos caer desde la ventana. Esperó a que Argus continuara con la conversación, pero él había vuelto a centrar su atención en el punto invisible del horizonte nevado que se atisbaba desde el cristal. Elsa no pudo evitar quedarse mirándolo. Su expresión era tan seria y tan madura… algo en él le decía que había sufrido mucho, muchísimo.

‘’¿Qué estará pasando por su cabeza en estos instantes?’’-se sorprendió pensando-‘’¿Qué habrá ocurrido exactamente para que acudiera a mí?’’

En aquel momento Elsa se preguntó qué diablos estaba haciendo. Se dio cuenta de lo ridícula que debería parecer mirando a Argus fijamente, aunque por fortuna él no pareció darse cuenta: continuaba mirando la nieve caer con expresión inescrutable. Súbitamente, Argus se giró hacia Elsa, que dio un respingo, sobresaltada. Él no se inmutó.

-Perdonad mi indiscreción, majestad, pero creo que deberíamos ir a buscar a mi hermana.

La mención de Gudrun le hizo evocar imágenes de la pesadilla de la noche.

-Oh. Ah.-respondió, sintiéndose patéticamente ridícula-Tienes razón. Mandaré a un sirviente a que la despierte y…

-No hará falta,-la interrumpió el muchacho-yo mismo iré a despertarla.

Elsa enarcó una ceja.

-¿Estás seguro?-inquirió.

Él se limitó a asentir con la cabeza y le preguntó dónde se encontraban las dependencias de Gudrun. Elsa le indicó que le siguiera y ambos recorrieron el largo corredor hasta llegar a la habitación en cuestión. El chico llamó suavemente con los nudillos.

-Gudrun, la reina Elsa te está esperando.-dijo. Entonces volvió a girarse hacia Elsa-No tardará.-le informó.

Y, efectivamente, a los pocos minutos, Gudrun salió de la habitación impecablemente vestida con uno de los vestidos que Elsa le había facilitado la noche anterior. El vestido era largo hasta los tobillos, de manga larga, de color azul claro y muy sencillo, sin ningún adorno exceptuando el fajín de un tono azulado ligeramente más oscuro que el del resto del vestido. A pesar de la sencillez de la tela, era una prenda hermosa, y destacaba en tono grisáceo de sus ojos y la blancura de su pelo y de su piel.

La chica miró a Elsa y automáticamente hizo una reverencia.

-Buenos días, Gudrun.-saludó la reina-¿Estás lista para la… clase?-Elsa no sabía exactamente cómo llamar a aquello que iba a hacer con Gudrun.

Para su sorpresa, la muchacha contestó:

-Sí, majestad. Os estoy infinitamente agradecida.

Su voz era suave y aguda, infantil para una joven que debía rondar los dieciocho años. Pero era una voz bonita, al fin y al cabo. Elsa le sonrió alentadoramente.

-No hay nada que agradecer, Gudrun. Y me alegro de haber oído tu voz al fin. Una voz preciosa, por cierto.

La aludida inclinó la cabeza.

-Gracias, majestad.

-Y ahora-anunció la reina-me gustaría que me acompañarais en el desayuno.

En ese instante, Gudrun y Argus cruzaron una fugaz mirada.

-Os lo agradezco, majestad,-respondió Argus-pero yo ya he desayunado. Así que no…

-Pero puedes acompañarnos en la mesa.-le interrumpió Elsa-Mi hermana ya nos estará esperando allí. No la hagamos esperar.

Los dos hermanos volvieron a mirarse, como si estuvieran decidiendo algo telepáticamente. Al cabo de unos instantes, Gudrun rompió el contacto visual y echó a andar en pos de Elsa. Argus sacudió la cabeza, en un gesto que Elsa no pudo interpretar, y las siguió.

Al llegar al comedor real, como Elsa había supuesto, Anna ya estaba sentada a la mesa, esperándola. Abrió los ojos con sorpresa al ver quiénes acompañaban a su hermana, pero no dijo nada acerca de si le molestaba o no.

-Buenos días.-se limitó a saludar.

-Alteza.-respondieron los dos hermanos, inclinándose al unísono, de aquella forma tan siniestra que los caracterizaba.

Elsa miró a su hermana, preocupada por el incidente de la puerta, pero ésta se limitó a mirarla a su vez y levantar las cejas. Elsa conocía ese gesto, significaba: ‘’Quiero hablar contigo inmediatamente’’

-Tomad asiento, Argus, Gudrun.-ofreció Elsa-Tengo que hablar con mi hermana un momento.

Anna se levantó de su silla y se dirigió hacia un rincón del gran comedor. Elsa la siguió. Desde allí nadie podría oírlas, mucho menos si hablaban en susurros.

-Anna, ¿estás bien?-preguntó Elsa en seguida, antes de que Anna tuviera oportunidad de articular palabra.

-No te preocupes por eso.-contestó Anna-¿Por qué vuelves a llevarlos?-le preguntó, señalando las manos enguantadas de su hermana.

Elsa se llevó las manos a la espalda, incómoda.

-Es obvio, ¿no crees?

Anna la fulminó con la mirada.

-No, Elsa, no lo es. Lo de ayer fue un accidente sin importancia. Esta mañana la puerta estaba perfectamente, y nadie se ha dado cuenta de nada.

-Pero prefiero prevenir.-Elsa evitó mencionar la pesadilla que había tenido-Y esto ayudará.-terminó, levantando las manos ante ella.

-¿Y qué me dices de ellos?-continuó Anna, bajando aún más la voz, y señalando disimuladamente con el mentón a Argus y Gudrun, que continuaban inamoviblemente sentados a la mesa.-Te lo repito, Elsa, aunque sé que no me escucharás: hay algo en ellos que realmente me escama.-la voz y los ojos de la princesa estaban empañados por la preocupación.

Elsa suspiró, cansada de la conversación.

-Eres odiosamente tozuda, ¿lo sabías?-siseó.

-Vaya, ¿de quién lo habré heredado?-respondió Anna con sarcasmo.

Elsa de Arendelle se quitó los guantes y extendió las palmas de las manos, que miraban hacia arriba. Sintió un cosquilleo familiar en las yemas de los dedos, y automáticamente la nieve comenzó a manar de ellas, lentamente. La nieve brillaba con un tenue destello plateado que se reflejaba en las partículas cristalizadas del hielo. Era, sin duda, un espectáculo bello, digno de ver.

-Ahora hazlo tú.-le indicó Elsa a Gudrun. Era obvio que la chica podría hacerlo sin problemas, pero la reina quería verlo con sus propios ojos. Aún le resultaba extraño que hubiese alguien con el mismo poder que ella, y le gustaba cerciorarse de que era cierto.

Gudrun, por su parte, extendió la mano como había hecho ella y la imitó sin dificultad.

-Maravilloso.-suspiró Elsa.

-No es maravilloso,-espetó Argus de improviso-es una maldición.

-Lo sé,-respondió Elsa calmadamente-y también sé que es algo horrible, pero hay cierta belleza en él.

Argus soltó un bufido de desdén

-Siento mucho ser tan maleducado, majestad, pero mi hermana y yo no hemos atravesado toda una cordillera para que nos digáis lo hermosa que es su maldición.

‘’Anna tenía razón, su prepotencia se aprecia a leguas de distancia’’

Elsa iba a replicar cuando Gudrun habló.

-Tranquilízate, Argus.-dijo, posando una mano sobre el brazo de su hermano-¿Acaso pretendes saber tú más que la Reina del Hielo?

Un pesado silencio cayó sobre la habitación inmediatamente después de las palabras de Gudrun. Tan sólo se oía el viento rugir en el exterior del castillo. Gudrun clavó sus ojos grises en Elsa, y la reina comenzó a sentirse fuertemente mareada de pronto.

-Parecéis conmocionada por vuestro sobrenombre, majestad.-comentó Gudrun al apreciar la palidez que había cubierto el rostro de Elsa.

-No…, no me gusta.-tartamudeó. Ni siquiera ella sabía por qué había comenzado a sentirse tan mal de pronto-Yo… mis disculpas… no… no puedo…

Elsa se dejó caer pesadamente en uno de los numerosos sillones de terciopelo que constituían el mobiliario del salón en el que se encontraban. Cerró los ojos, tratando de comenzar a sentirse mejor, pero una especie de nebulosa gris comenzó a extenderse en el interior de sus párpados cuando lo hizo. Volvió a abrirlos en seguida, y se encontró el rostro de Argus alzarse frente a ella.

-¿Reina Elsa? ¿Estáis bien?-dijo con voz preocupada.

Elsa apenas pudo negar con la cabeza. Se sentía muy débil, como si todas sus fuerzas la hubieran abandonado de pronto, y notaba como el sudor la empapaba.

-Llamad… a… Anna…

En ese momento sucedió algo muy extraño. Los dos hermanos compartieron una mirada significativa, y Elsa comenzó aterrorizada de pronto, una sensación que ya comenzaba a antojársele familiar…

‘’Como en mi sueño’’-alcanzó a pensar en un último momento de lucidez.

La pequeña y palidísima mano de Gudrun fue lo último que sus ojos vieron antes de que la Reina del Hielo se desmayara.

Continue Reading

You'll Also Like

159K 26.8K 158
Cuando se despertó, Wen Chi había transmigrado a un libro. En el libro, el protagonista obtuvo accidentalmente un sistema y, con la ayuda del sistema...
138K 24.2K 90
Pequeño Hongo | Little Mushroom | 小蘑菇 Autor: Yi Shi Si Zhou Capítulos: 84 + 5 capítulos extra Estado: Terminado An Zhe era un hongo cuya misión duran...
107K 14.8K 59
Sinopsis Tras encender el gas para perecer junto a quienes codiciaban la fortuna de su familia, Lin Yi transmigró a otro mundo, ¡y estaba a punto de...
439K 48.4K 60
Esta es la historia de una mujer que intentaron casar con muchos lords, pero que se enamoró de muchas princesas. ~~~ Monarca es la historia de la pri...