Era un día precioso más allá del frío congelante que hacía afuera, lo cual no nos importaba en lo más mínimo. Jimin y yo habíamos decidido salir. Lo miré de reojo. Estaba tiritando, y su aliento se transformaba en una nube blanca que desaparecía en el aire. Lo abracé, y rió muy por lo bajo.
—Estás riendo mucho últimamente.
—Lo siento.
—¿Por qué? ¡Es genial!
—Todavía recuerdo cuando me dijiste que grabarías mi risa —negó con la cabeza.
—¿Crees que no lo hice? —alcé una ceja.
—No lo hiciste.
Me detuve y saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón. Intenté en vano tocar la pantalla para abrir una carpeta, ya que tenía puestos mis guantes. Me los saqué un momento y con una sonrisa en mi rostro le mostré a Jimin la grabación. Él enrojeció a más no poder y estiró su brazo para quitar el dispositivo de mis manos.
—¡Hy--hyung! ¡Borra eso!
—¿Por qué?
—¡Es horrible!
—Yo creo que es hermosa. La tengo de alarma para levantarme.
—Tienes que estar bromeando, ¿Por qué lo harías?
—Porque... de esa forma estás más cerca si no estás conmigo.
—Ah... —rascó su nuca— estamos a sólo unas calles.
—Lo sé, aunque comprendo que no me entiendas porque sé que no me extrañas.
Jimin me miró como si hubiera dicho la cosa más ridícula del mundo.
—¡Claro que lo hago!
—¿Entonces por qué discutes conmigo por eso?
—Porque es raro.
Jimin estornudó.
—No estamos muy lejos de casa. Vayamos. No quiero que te enfermes.
—Siempre dices eso.
—Porque nunca dejé de querer que estuvieras bien.
—¡Pero hyung! —se quejó— Es lindo caminar contigo, y no hay nadie en las calles ahora, lo cual es más cómodo.
—No me importa. Estaremos aún más solos en casa —me encogí de hombros.
Jimin no dijo nada más, y lo llevé hasta mi casa. No tardamos más de diez minutos en llegar. Una vez adentro, lo vi suspirar satisfactoriamente ante el calor de la calefacción. Nos quitamos nuestros abrigos y preparé una gran merienda sobre la mesa de la sala. Después de habernos sentado, le propuse ver una película, y él accedió.
Llegada la mitad de la historia que estábamos viendo en la pantalla de la televisión, me paré para llevar nuestras tazas y unos tazones que se habían vaciado de vuelta a la cocina. Una vez que lo hice, quise volver a la sala, pero me quedé parado en el arco que dividía dicha habitación con la que había visitado anteriormente. Desde allí podía tener una perfecta visión de Jimin. Estaba oscuro, y sólo lo podía ver gracias a la luz de la pantalla. Estaba muy concentrado en lo que estaba viendo, y tenía una sonrisa en sus labios. Podía ver los finos rasgos de su rostro y su cuerpo sentado en el sillón de una manera tan bella... y no era por el ángulo, por la luz, o por alguna otra cosa. Era sólo porque era Jimin.
Sigilosamente, me escabullí hasta mi cuarto y bajé procurando que no pudiera verme. Me agaché cerca de él, aunque a una cierta distancia, y tomé una foto. El flash iluminó todo a nuestro alrededor por un segundo y él volteó la cabeza hacia mí. Se paró de un salto.
—¿¡Qué hiciste!?
—Te... saqué una foto.
—¡Bórrala ya!
—Jim--
—¡QUE LA BORRES!
También me puse de pie y me arrimé a una de las paredes en donde estaba la tecla de la luz para poder encenderla. Cuando lo hice, pude ver con claridad que Jimin estaba aguantando las ganas de llorar. Arrojé la cámara sobre el sillón y tomé su rostro entre mis manos. Él me apartó suavemente y miró en otra dirección.
—Odio que me saquen fotos.
—Odiar es un término muy grande.
—Sí, pues... es el correcto —se cruzó de brazos y volvió a sentarse—. Lo detesto.
—Había oído algo una vez —me senté junto a él—. Me lo dijo tu mamá.
—¿Entonces por qué lo hiciste?
—Porque te ves precioso.
—Mientes.
Volví a agarrar la cámara, la encendí, y busqué la imagen. Se la mostré.
—No quiero verla.
—Por favor, es sólo un segundo.
Después de haber suspirado, Jimin miró la foto.
—¿Qué? —preguntó con un poco de molestia.
—¿Qué ves?
—Yoongi...
—¿Qué ves ahí que no te gusta?
—Todo —rodó sus ojos.
—¿Qué, específicamente?
—Mira, Yoongi... realmente aprecio tus intenciones, pero no me gusta nada de mí ahora, y así fue durante mucho tiempo. Supongo que falta bastante para que pueda ver una foto mía sin sentir asco.
—¿Sientes asco?
Me sentí más y más triste al haberlo visto asentir con la cabeza. Aclaré mi garganta.
—¿Tú... sabes qué es lo que yo veo? —me acerqué aún más a él— Veo... a un joven con un don único para el canto, uno muy inteligente, lleno de amor en su corazón... un amor que no sabe dividirse correctamente, pues es casi todo para los demás, y casi nada para el muchacho que lo lleva dentro. Veo... una sonrisa real y muy bonita, y unos ojos que te lo dicen todo apenas te encuentras con ellos ¿Y sabes qué? Tienen el poder de meterse dentro de tu alma y enamorarte en un segundo. Veo a un chico con una personalidad mágica que está oculta dentro de su ser, y que cautiva a todos los afortunados que llegan a conocerla. Ese chico es hermoso de pies a cabeza, por dentro y por fuera, y lo adoro con todo mi corazón.
—¿Por qué siempre me haces llorar? —preguntó entre risas mientras secaba sus lágrimas.
—No lo sé, es lo que menos quiero.
Jimin mordió su labio inferior, y luego recostó su cabeza en mi hombro. Su mirada aún estaba fija en la fotografía que había tomado de él.
—¿Por qué siento que estamos viendo a personas diferentes? —cuestionó mientras con su dedo índice repasaba su propia silueta en la pantalla de la cámara.
—Porque estás viendo a otro Jimin. Tal vez... a la versión de ti que los demás te hicieron creer que era real. Tú no eres ese. Quisiera que lo creas.
—Bueno... ahora al menos sé que hay otra versión de mí que es mejor.
Jimin subió sus pies al sillón y abrazó sus rodillas, tal y como lo hacía cada vez que algo pasaba en su interior.
—¿Te gustaría... que la borre?
—¿Eh?
—Hablo de la foto.
Silencio. Él parecía estar pensándolo mucho, y terminó negando con la cabeza. No dio ninguna explicación, pero supuse que ahora que, en cierto modo, gracias a mis descripciones había podido verse a través de mis ojos, la foto se veía distinta para él. Tal vez hasta le había terminado gustando.
—Jiminnie...
—¿Sí?
—¿Sería mucho pedir... que nos tomemos una foto juntos?
Mis ojos de cachorro abandonado bajo la lluvia funcionaron a la perfección para que él hubiera accedido a mi petición. Esa tarde, nos la pasamos tomándonos fotos. Había logrado un pequeño avance con él, un paso que no daba desde hacía años, y sabía que era el comienzo. Confiaba en él. Jimin podía amarse.
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Siento que pasaron ochenta años desde que actualicé esto ahre
Diría algo pero en serio muero del sueño, así que les deseo buenas noches (o días, o tardes, lo que sea) 💕
Espero que les haya gustado el capítulo 💕