Rubí // Killer I: La Joya.

By Changsegi

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En un mundo en el que no se puede confiar en nadie, ella llega sin armas ni memoria para defender al sottocap... More

Sinopsis
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Especial #1
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Especial #2
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Especial #3
Capítulo Treinta y uno
Capítulo Treinta y dos
Capítulo Treinta y tres
Capítulo Treinta y cuatro
Capítulo Treinta y cinco
Capítulo Treinta y seis
Capítulo Treinta y siete
Especial #4
Capítulo Treinta y ocho
Capítulo Treinta y nueve
Especial #5
Capítulo Cuarenta
Especial #6
Capítulo Cuarenta y uno
Capítulo Cuarenta y dos
Capítulo Cuarenta y cuatro
Capítulo Cuarenta y Cinco
Capítulo Cuarenta y seis
Capítulo Cuarenta y siete
Capítulo Cuarenta y ocho
Capítulo Cuarenta y nueve
Capítulo Cincuenta
Capítulo Cincuenta y uno
Capítulo Cincuenta y dos
Capítulo Cincuenta y tres
Capítulo Cincuenta y cuatro
Capítulo Cincuenta y cinco
Capítulo Cincuenta y seis
Capítulo Cincuenta y Siete
Epílogo
Informaciones y agradecimientos

Capítulo Cuarenta y tres

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By Changsegi

Capítulo Cuarenta y tres

Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano

06 de marzo, 2005

Se levantó abrumada con el aroma todavía a su alrededor, pero extrañamente luego de muchas horas había logrado encontrar la movilidad de su cuerpo, observó la habitación en que se encontraba, un extraño y sombrío lugar que tenía un mueble lleno de velas encendidas y un incensario frente a la puerta que se encontraba aun encendido puesto que aún se percibía el aroma de él, pero entonces... ¿por qué? ¿Por qué ya no le afectaba? ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Qué había ocurrido?

Caminó confirmando que sus articulaciones, aunque estaba un poco agarrotada, podía moverse sin complicación alguna, agitó su cabeza intentado eliminar las imágenes que se habían agrupado en su inconsciencia y aunque sabía que los recuerdos estaban ahí latentes cada vez que cerraba los ojos prefirió borrarlos y concentrarse en su cometido.

SÍ, había recordado todo, pero eso no importaba.

Abrió la puerta encontrando un largo pasillo solamente iluminado de velas, podía sentir el frío del cemento bajo sus pies, al parecer ni siquiera recordaba haberse quitado los zapatos, pero no se preocupó de buscarlos en la habitación, solo sabía que necesitaba encontrar a la mamma santissima y ya se estaba retrasando bastante con todo el desastre. Se preguntó como estarían las cosas en Viterbo, ¿Basilio habría abierto los ojos? ¿Habría detenido a los Vitelo o habría sido tan imbécil como para seguir creyéndoles la farsa de ser aliados? Se preguntó, cómo estaría Biago, ¿habría despertado ya? ¿Habría salido del estado crítico o habría empeorado? Quiso no ir por ese lado, no quería pensar en que podría perderlo, ya había sido demasiado tiempo separados como para tener que soportar su muerte, no quería volver a perder al segundo hombre que había amado en su vida.

Llegó finalmente hasta un salón con algo que parecía un trono en el centro, a los costados podían verse filas de velas y esculturas de santos, parecía una iglesia abandonada, sin luz y sin las bancas para sentarse a adorar a Dios, a cambio solo había una larga alfombra que llegaba a los pies del trono en donde estaba la mujer que había visto antes, con las piernas cruzadas y sonriendo con total soltura, parecía tan imponente, tan temible y a la vez tan acogedora que no supo cómo actuar. Tomó una larga respiración y decidió finalmente acercarse, ya estaba ahí y tenía que terminar de una vez.

—Hasta que despiertas, Rubí —saludó la mujer, sorprendiéndola.

—Sabe mi nombre.

—Sé el nombre de todo aquel que pase más allá de un confessio, Rubí —señaló obvia. —Lo que me llama la atención es que hayas logrado llegar viva, ¿cómo le has hecho?

—¿Qué tiene de sorprendente haber pasado a los guardias de una Basílica? —contrapuso Rubí alzando una ceja, aun le parecía haber dado demasiado fácil con su destino si es que realmente esa mujer era a quien buscaba.

—No hablo de los guardias, Rubí, hablo del incensario...

—¿El incensario?

—He pasado mi vida investigando las hierbas y sus componentes, Rubí, he olido y probado todo lo que este mundo me puede ofrecer, lo que aquellos incensarios contienen es un tipo de gas natural letal que puede detener el sistema respiratorio en tres minutos y matar en cinco. Pero mírate... estás aquí, frente a mí... viva. ¿Cómo lo has hecho?

La mirada de esa mujer era penetrante en donde podía reflejarse claramente el asombro y la verdad de sus palabras, pero para Rubí no tenía ni una pizca de sentido, sí conocía tipos de gases letales, pero el aroma que había percibido no era ninguno de ellos, además conocía otras sustancias químicas que podrían producir lo que la mujer explicaba, pero nada de ello justificaba lo que ella quería saber, porque claramente y aunque lo deseara, Rubí tampoco tenía la respuesta.

—Bueno... de todas formas ya estás aquí y al parecer te has acostumbrado al aroma, te levantaste sin una secuela, ¿o quizás te he quitado el habla, muchacha? —instó con diversión.

—No... Yo...

—¿A que has venido, Rubí? —interrumpió volviéndose seria bruscamente.

—He venido por la mamma santissima, necesito que me ayude...

—Sí, sí, recuerdo eso... también dijiste que darías tu vida como aval, pero eso no me convence. Además oí por ahí rumores de que quieres acabar con mi marido y no estoy segura de ayudar a alguien que quiere acabar con quien amo.

—Señora —intentó Rubí, pero retrocedió sintiéndose insegura, miró hacia el suelo sintiendo la mirada de la mujer frente a ella y tomó una larga respiración. —No creo que sea necesario que acabe con su esposo para obtener que lo que deseo, me basta con que me dé una mano para acabar con la familia Vitelo, con eso me daré por servida y desapareceré de Italia...

—¿Desaparecer de Italia? ¿Qué te hizo cambiar?

Elevó su mirada notando que la pregunta era genuina, la mujer frente a ella tenía una facilidad por mostrar sus emociones con claridad a excepción de cuando dejaba su mirada neutra y seria, parecía tener la facilidad de manejar algo que no muchos lograban y se preguntó si es que alguna vez podría llegar a ser como ella. Sabía que a pesar de que no quería pensar en todo lo que había soñado mientras estaba inconsciente, tenía que volver, si era cierto Blood Eyes había sido erradicado y todo por su culpa, no era como si realmente se arrepintiera de sus actos en el pasado, pero aun así tenía cuentas que saldar con cierta mujer de la que estaba segura aún vivía en algún recóndito lugar de Portugal. Sí, tenía mucho por hacer, pero primero ordenaría sus prioridades y lo que encabezaba la lista era arreglar las cosas en Italia antes de partir.

—¿Tiene tiempo? Tengo una historia demasiado larga para contar.

—Siéntate en el suelo —ordenó levantándose. —Tengo todo el día para escuchar.

Sonrió, si podía convencer a aquella mujer siendo completamente sincera por primera vez, entonces podría lograrlo, solo necesitaba intentarlo.

*

San Luca, Italia

10 de marzo, 2005

Se sentó en la mesa por onceava vez y repasó su cabello con su mano, suspirando. Seis días, llevaba seis días sin saber algo de su esposa y estaba comenzando a perder la cabeza, nadie podía darle una respuesta y por más que había desplegado todos los medios para encontrarla no había nada. El día en que Rubí había salido de madrugada había querido seguirla, pero a mitad de camino el maldito vehículo había quedado sin gasolina y aquello lo había retrasado. Idara había dicho que estaba en Belcolle en un hospital que mantenía a Biago en cuidados intensivos, había ido, la había buscado, pero no estaba por ningún lado, luego le había dicho que podría estar en Viterbo, en la casona Felivene, pero nada, lo único que alcanzó a ver fue a una prostituta que había conocido antaño en Samo, le llamó la atención encontrarla ahí respondiendo una llamada en donde parecía atareada, pero decidió no tomarle demasiada importancia y se enfocó en todo el día recorrer la ciudad en búsqueda de su mujer, pero nada, malditamente nada.

En ese momento Idara había salido a buscar información con un tal Roger, su padre había movido sus tropas para buscar a Rubí y también habían ido con los Santistas por si tenían alguna información, pero nada, no había absolutamente nada, era como si se la hubiera tragado la tierra de un momento a otro y eso lo estaba desesperando más de lo que alguna vez había pensado que pudiera sentir.

Se levantó otra vez del escritorio y salió hacia el patio trasero viendo a su padre conversar con uno de sus subordinados, esperó a que se desocupara para acercarse y escuchar lo que tenía para decirle.

—Rubí estuvo en la plaza de San Pedro —dijo su padre entregándole una foto de Rubí mirando hacia el cielo. —Esto fue hace seis días, luego no hay rastro alguno de ella.

—Algo tiene que haber ocurrido, debo ir a buscarla.

Se dio media vuelta dispuesto a ir por un auto y partir a Roma, pero antes fue detenido de golpe por la mano de su padre que lo sostuvo desde el hombro.

—El domingo Rubí tenía una cita con la mamma santissima en este lugar —agitó las fotos frente a él y lo miró seriamente. —Si lo piensas racionalmente, es muy probable que Rubí haya ido a buscarla antes y posiblemente la encontró.

—Eso no me alivia ni un poco —masculló Adolfo. —¿Crees que lo haya logrado, que la hayan aceptado o que la atacaron por llegar de imprudente? No voy a arriesgarme, papá, necesito saber que ella está bien.

La mirada que le dio su padre fue lo suficientemente comprensiva como para darse cuenta que en realidad le importaba esa mujer más de lo que alguna vez pensó que llegaría a pasar, quizás estaba enamorado, pero no iba a reflexionar sobre ello en ese momento cuando lo único que necesitaba era que volviera de una vez. Su padre lo soltó permitiéndole caminar a la casa, corrió escaleras arriba en busca de algo de ropa y dinero, lo suficiente para que el viaje no tuviera imprevistos y luego bajó hasta la entrada principal en busca de un auto.

Se puso en marcha, pero no logró avanzar ni tres cuadras cuando vio de reojo uno de los autos de su familia estacionado en medio de un callejón que poco podía visualizarse, estacionó más adelante yendo a comprobar, encontrando que dentro del vehículo estaba Rubí con los ojos cerrados pareciendo dormir. Llegó hasta el lado del copiloto y abrió la puerta sin problemas, adentrándose un tanto molesto y feliz por haberla encontrado, pero confundido al verla con esa actitud.

—Te estaba esperando —susurró Rubí sin abrir los ojos.

—¿Dónde has estado?

—Arreglando algunos asuntos —respondió en un suspiro. —Al parecer las fotos llegaron más rápido de lo que esperaba.

—Tú las enviaste, ¿por qué?

—Sabía que intentarías buscarme, así que esperé.

—¿Por qué no volviste? ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué no hablamos en casa? ¿Por qué desapareciste tantos días? —preguntó sintiendo la desesperación subiendo por su garganta.

Rubí abrió lentamente sus ojos girando su cabeza para verlo. Se veía cansada, pero no menos hermosa y notó como su corazón patinó al encontrarse con esa mirada tras seis días de larga espera. Estaba perdido.

—Te voy a extrañar —susurró Rubí desconcertando a Adolfo.

—¿De qué hablas? —quitó su mirada de él para volverla al frente.

—Conseguí tu salida del país, podrás viajar por el mundo como querías y daremos un acta de defunción sin problemas. No hay pasajes porque te irás en una embarcación que te llevará a Estados Unidos. Desde ahí podrás ir a cualquier lado, también te daré el dinero suficiente y mensual para que no tengas problema alguno.

—Detente, ¿de qué diablos estás hablando, Rubí?

—Del trato que habíamos hecho, ya puedo enviarte a donde más querías.

Adolfo se calló, la observó asustado, sí, tenía razón hacía unos cuantos meses hubiera dado todo por irse de una buena vez de Italia y recorrer el mundo, pero no, ya no, quería estar con ella, quería seguir conociéndola, e incluso aunque gran parte de lo que hacía su padre no le gustaba, era algo por lo que sacrificaría si es que aquello significaba estar junto a Rubí. Pero cuando la miró, supo que incluso si hubiera dicho eso, no había vuelta atrás, la mirada de su esposa expresaba genuinamente su esperanza porque se fuera, ella necesitaba quitarlo del camino, no estaba seguro del porqué, pero al parecer era muy importante para ella.

—¿Cuándo me voy? —preguntó finalmente quitándole un suspiro de alivio a Rubí.

—Bien, pensé que comenzaríamos una discusión —comentó acomodándose en el asiento y encendiendo el motor. —Nos vamos ahora mismo.

—¿Qué? No, necesito hablar con papá antes y buscar ropa, pasaporte... algo. ¿Rubí? —dejó de hablar notando que su esposa ya había comenzado a dar marcha al auto, y no parecía estarlo escuchando.

—Sé que esto debe ser muy repentino y probablemente te moleste, pero realmente necesito cumplir mi parte del trato. No te preocupes por Piero, yo se lo explicaré todo y me haré cargo de lo demás.

—¿Por qué quieres sacarme de aquí? —preguntó con un tono monótono notando que ya no habría forma de detenerla.

—Porque de esa forma me aseguro que no maten a mi mejor amigo otra vez —sentenció con dureza.

—Yo soy tu esposo, Rubí —corrigió Adolfo frunciendo el ceño.

—Y desde ahora seré una mujer viuda —se encogió de hombros y dobló en una esquina para adentrarse a la carretera.

Donde fuera que estuvieran yendo, estaba seguro que no tenía escapatoria y por más que estaba en contra de irse, quería, realmente deseaba hacer feliz a esa mujer, aunque eso significara alejarse.

*

Vibo Marina, Italia

10 de marzo, 2005

Rubí estacionó frente a unas carpas que se instalaban a la orilla de la costanera de la ciudad. Se bajó con la mirada confusa de Adolfo sobre ella, pero ignorándolo caminó con tranquilidad hasta llegar a las barandas que separaban el mar con la orilla. Observó el horizonte sintiendo como su cabeza martillaba con el dolor, aquellos días había dormido tan poco y sentía que no daría abasto, pero tampoco podía detenerse, necesitaba hacer muchas cosas y el tiempo comenzaba a parecer ir más rápido.

—¿Qué sucede? —preguntó Adolfo llegando hasta ella por detrás.

La abrazó escondiendo su cara entre la curva de su cuello y aspiró su olor como de costumbre, se sentía tan bien entre sus brazos, pero no podía... Necesitaba que Adolfo se fuera, y aunque sonara cruel, quitarse una carga menos sobre los hombros.

—Podemos caminar desde aquí —respondió Rubí removiéndose de entre sus brazos para mirarlo frente a frente y envolver sus manos detrás de su nuca. —Voy a extrañarte demasiado —confesó.

—No sabes ni siquiera cuanto te extrañaré, si con solo seis días ya estaba volviéndome loco, no sé cómo lo haré ahora que será por mucho más tiempo, ¿Será una eternidad?

—Puedes volver cuando quieras, pero no menos de cinco años.

—Eso es demasiado —se quejó triste.

—Lo siento —susurró Rubí. —Pero quizás te enamoras de una ciudad por allá y encuentres tu lugar con la persona que te ame.

—¿Y por qué no puedo quedarme aquí a amarte a ti? —preguntó buscando su mirada. Rubí lo observó con una sonrisa, acarició su mejilla con su mano sintiendo lo suave de su piel al tiempo que Adolfo se inclinaba y besaba su palma sonriéndole con suavidad. —¿No es una opción?

—No, lo siento.

—Entiendo —asintió. —Sea lo que tengas que hacer, Rubí, prometo que volveré, cinco años y espero que tengas resuelta toda tu mierda para poder tomarte completamente, eres mía, no lo olvides porque eso jamás cambiará.

—Encontrarás a alguien que te ame —repitió.

—Encontraré con quien divertirme por allá, pero jamás a alguien que ame como a ti —confesó abruptamente.

—Dijiste que nunca podrías amarme.

—Me como mis palabras, porque lamentablemente lo hice —levantó su mano y acarició la mejilla de Rubí. —Te voy extrañar, esposa amada.

—Y yo a ti, amado lobo.

Sonrió solo porque sabía que incluso si los años pasaban y no volvía estaría satisfecha con haberlo conocido y sentido la emoción de todas sus caricias. Ambos se acercaron lo suficiente para cerrar el espacio, no habían promesas que pudieran ser cumplidas en la mente de Rubí, pero de todas formas prefirió sellar esa despedida con un beso lento y perezoso al son de las olas que chocaban detrás y la música que creaban sus corazones al palpitar.

*

Viterbo, Italia

12 de marzo, 2005

Se encontraba toda la familia Vitelo y Felivene, con la excepción de las señoras que aún permanecían en Belcolle a la espera de noticias de Biago en el hospital, los Jefes de Familia habían convocado a una reunión de emergencia ante la situación crítica y además estaban presentes los caporegime de ambas familias como apoyo a las decisiones que se tomarían. Vita observó la mesa con los papeles en frente, había información que no le cuadraba, pero aun así como Dane le había advertido se mantuvo callada retorciendo sus dedos en su regazo mientras los mayores hablaban.

—¡Esto no puede quedar así, han matado a mi hija! —exhaló Gioto golpeando la mesa. —No tenemos que tener compasión alguna cuando claramente esto apunta a algunos de Cosa Nostra, quizás Lo Piccolo nos quiere agregar a su batalla silenciosa contra Rotolo.

—No podemos simplemente apuntar a un culpable —habló Dane con calma. —Además no hay que perder la organización de las familias, si el negocio decae con esto, perderemos todo.

Vita la observó con asombro, con todo lo que estaba pasando aun no comprendía como podía parecer tan serena y consecuente.

—¿Qué propones? —le espetó Gioto.

—Necesitamos acordar quienes se quedarán como Jefe de emergencia en la casona mientras Biago se recupera, y quién tomará el mando de esta persecución para no actuar apresuradamente.

—Yo —habló de pronto Dante acomodándose en la mesa. —Quiero llevar el mando de esto, si alguien le hizo daño a Biago tendrá que verse conmigo y todos mis hombres. Y creo que quien debe tomar el mando de la familia es Flavio, lo ha hecho muy bien hasta ahora incluso teniendo en cuenta que su hermano mayor está mal —se inclinó para observarlo, pero Flavio no le devolvió la mirada.

—Gracias, Dante —asintió Basilio con suavidad.

—Padrino, es lo menos que puedo hacer contra todo este desastre. Debemos encontrar soluciones, podemos encargarnos los caporegime de esto, por lo menos por el lado de la familia, ¿están de acuerdo? —preguntó a Matteo, Santino y Marchetti que estaban a su lado.

—Nosotros, Señor, podemos encargarnos de aumentar la seguridad en ambas casonas —aseguró Costa, uno de los caporegime de Gioto.

—Creo que el tema no está en Palermo —interrumpió Franco. —Los atentados han sido solo contra nosotros y es probable que Agata simplemente haya sido un error de cálculos de quienes nos odian —razonó, llamando la atención de todos en la mesa.

—¿Qué estás queriendo decir? —entrecerró sus ojos Dane conteniendo las ganas de hacerlo callar.

—Que probablemente a quienes debemos apuntar están más cerca de lo que parece —comentó observándola con intensidad.

—¡Me parece absurdo! —se sobresaltó Gioto. —Si quieres acusarnos habla claro, muchacho —reprochó con asco.

—Tranquilos, no vamos a alterarnos entre nosotros, no cuando estamos todos sufriendo por este acontecimiento. Debemos tomar una decisión, lo propuesto por Dante y Costa será suficiente por ahora. Flavio serás el Don provisorio mientras Biago se recupere, Dante tomará el asunto hasta descubrir quienes fueron los desgraciados que hicieron este desastre y los caporegime aumentaran la seguridad, por ahora intenten no apuntar a nadie hasta tener las pruebas suficientes. ¡Vamos a moverse! —ordenó moviendo sus manos haciendo que todos se levantaran y tomaran sus respectivas carpetas.

Comenzaron a despedirse y a salir de la sala mientras que Basilio solo pudo quedarse en su asiento sosteniendo el puente de su nariz con su índice y pulgar, se sentía cansado, agotado, había dejado el mando de la familia por el mismo motivo y sabía perfectamente que si lo volvía a tomar quedaría acabado y vulnerable, no podía decaer cuando todo estaba mal y su hijo estaba al borde de la muerte, por lo que esperaba que las decisiones que estaba tomando fueran las correctas.

—Rubí vino y golpeó a Dane —escuchó de pronto, tuvo que abrir sus ojos asombrado de encontrar a Flavio frente a él.

—Lo supe, esa muchacha aparece y desaparece, ya me tiene harto, cuando esto se acabe lo primero que haré será encargarme de que desaparezca para siempre.

—¿Por qué crees que la golpeó, papá? ¿Realmente crees que Cosa Nostra tiene que ver con esto?

—¿Qué tiene que ver una pregunta con otra, Flavio? Si no quieres el mando puedes decirlo, puedes cambiar funciones con Dante.

—Me asombra que sea tan simple para ti, papá, pero a decir verdad creo que estamos obviando algo importante en todo este asunto. Rubí me dijo que tuviera cuidado y cuando volvió ni siquiera se quedó por mucho, nunca le he tenido estima a esa mujer, papá, pero estoy seguro que lo último que haría sería destruirnos.

—Hace unos meses habrías jurado que ella fue quien nos destruyó, Flavio.

—Hace unos meses no me había dado cuenta de quién era el verdadero demonio —susurró con un tono bajo y sombrío.

—¿Qué es lo que sabes, hijo? —cuestionó Basilio frunciendo el ceño.

—Más de lo que me gustaría y suficiente como para saber que no puedo hacer nada. Estoy con las manos atadas por mi cobardía, y me gustaría que pudieras abrir los ojos como mamá te lo pidió. Ahora iré y cubriré mis funciones hasta que Biago se recupere, prometo que cuidaré la casona, solo espero no morir en el proceso.

Quiso preguntar qué se traía entre manos, pero Flavio salió antes de que pudiera decir alguna otra palabra, no había entendido ni siquiera la mitad del discurso de su hijo, pero de todas formas no había sido menos perturbador para su cabeza.

*

Belcolle, Italia

01 de abril, 2005

—Hay que acabar de una vez, Flavio, tendrás el privilegio de quitarle el dolor, de hacerlo descansar, no tendrás que preocuparte más y tendrás lo que siempre habías deseado, solo hazlo y entonces lentamente las cosas tomarán su curso como debe ser.

Observó la jeringa entre sus manos, contenía bromuro de pancuronio un relajante muscular que con la cantidad correcta podría detener la respiración y matar a la persona en el sueño, Dane se lo había dado y lo había enviado al hospital para aplicarlo en Biago, su hermano había salido del riesgo hacía unas horas, pero estaba en coma esperando que la inflamación de sus contusiones disminuyera y así poder despertar. No quería matar a su hermano, no quería hacer una estupidez como seguir obedeciendo a Dane, pero no tenía más opciones cuando hacía un mes Dane había secuestrado a Stella y la tenía encerrada en algún lugar de Italia manteniéndola alejada de él. Se sentía desesperado y Dane cuando podía siempre le envenenaba la mente con ideas como si él fuera el gestor de todo, quería pensar que en realidad no era así, que solo estaba siendo un peón, pero eso lo detestaba incluso más sabiendo que no tenía el poder de detener a esa bruja.

Se levantó de los asientos en la sala de espera y caminó hasta la puerta de Biago, sabía que no era horario de visita, su madre había ido a descansar un poco y probablemente no volvería hasta mañana, ya era de noche y seguramente las enfermeras habían ido a tomar un descanso, era el momento exacto en que podría actuar sin ser visto, pero aun así sintió su cuerpo temblar ante lo que le esperaba detrás de la puerta.

Abrió lentamente y se adentró entre la penumbra, las máquinas de Biago eran lo único que sonaba en la habitación por lo que caminó con tranquilidad hasta encender la luz y enfocarse en su hermano en la camilla, pero antes de que pudiera dar un paso más se encontró con una sonrisa siniestra del otro lado de la habitación, algo que lo hizo temblar de tal forma que terminó botando la jeringa de sus manos.

—Me alegra verte, Don Flavio —susurró Rubí acercándose hasta tomar la jeringa del suelo.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó con un pequeño temblor en la voz.

—Me parece, Flavio, que ya no eres ni de cerca el hombre que conocí alguna vez —comentó Rubí observan la jeringa entre sus manos. —¿Qué es? —preguntó extendiéndosela.

—No —negó alejándose para no tomarla. —No puedo hacerlo.

Caminó hasta quedar frente a Biago, quien dormía apacible en su camilla. Sintió como los pasos de Rubí se acercaron hasta que rodeó la camilla quedando frente a él mientras lo observaba con seriedad.

—¿Te envió Dane? —cuestionó con severidad.

—Lo siento, es esto o dejar que Stella y sus hijos mueran, Rubí, no lo entenderías.

—¿Stella? ¿Dónde está?

—Dane la secuestró, la alejó de mí y no puedo hacer nada para poder salvarla de sus garras, debo obedecer de otra forma... de otra forma —negó apretando sus puños.

No quería que todos acabaran como su hermano, quería ayudar y la única forma que conocía en ese momento era obedecer a Dane, pero sabía que eso Rubí no lo entendería, ella jamás comprendería.

—Te dije que tuvieras cuidado y que detuvieras todo lo que pudieras el avance de Dane y lo único que has hecho es ser un maldito cobarde que llora por su amante, ni siquiera te mereces el título que tienes.

—¡Es una mierda, Rubí! ¡No puedo hacer nada que ella no quiera!

—Estás siendo estúpido —negó sacando de su pantalón un celular, marcó unas teclas y se lo puso en la oreja.

En silencio Flavio esperó mientras Rubí se mantenía observando a Biago.

—Dame la ubicación de Stella Bianchi —estuvo en silencio por unos minutos y luego levantó la mirada hacia Flavio. —¿Cuál es su verdadero nombre?

—Stefano Bianchi —hizo una mueca y miró hacia un costado, no le gustaba recordar ese detalle de quien amaba, para él siempre sería Stella, su Stella.

—Stefano Bianchi, tienes una hora para buscarlo, si no lo encuentras te despido, Idara —cortó la llamada y luego se enfocó en Flavio. —Si la encuentro y te demuestro que está bien bajo mi cuidado, ¿dejarás de ser un estúpido? Necesito que estés de mi lado esta vez.

Flavio pestañeó varias veces sintiendo un millar de emociones en su pecho con solo esa propuesta. Claro que aceptaría, pero el miedo seguía ahí rondándole en la cabeza, podía ser que Rubí salvara a Stella, pero ella no podría abarcar a toda la familia, no tenía ese poder, por mejor asesina que fuera, Rubí no podría contra alguien como Dane.

—No sabes cómo es ella, Rubí, no sabes lo que puede llegar a hacer.

—Y tú no sabes que es lo que yo puedo llegar a hacer —susurró Rubí. —Confía en mí, Flavio, Dane tiene los días contados y me encargaré de que su disfrute se acabe tan pronto como sea posible, solo necesito que sigas ahí soportando, pero no siguiendo sus órdenes, porque de otra forma me tendré que ver en la obligación de acabar contigo también, y creo que en eso Stella no estará de acuerdo.

—Pero no puedo hacer nada, Dane irá contra mí.

—Solo mantente cerca, no necesitas hacer nada más. Dile que me viste hoy aquí, que no pudiste matar a Biago porque yo estaba aquí, no le cuentes que me dijiste sobre Stella, ah y dile que muy pronto nos volveremos a ver —Rubí extendió una sonrisa nuevamente un tanto tétrica que lo hizo estremecerse, no quiso preguntar lo que significaba eso, por lo que simplemente asintió y en silencio se mantuvo observando la forma en que aquella mujer miraba a su hermano pareciendo rezar porque despertara pronto.

*

Viterbo, Italia

11 de abril, 2005

Dane Vitelo nunca antes se había sentido tan feliz en su vida, sintió como su cuerpo parecía exhalar felicidad mientras que sus músculos reflejaban lo relajada que se sentía. Se levantó de la cama después de una gratificante noche de sexo con Dante y sonrió a la vida sintiéndose la mujer más plena del mundo, de verdad era una sensación que recomendaba, todos alguna vez deberían de sentirla, pensó, pero claro, alejados de ella, su felicidad dependía de la muerte de otros y eso la hizo reír, quería pensar que solo necesitaba unos días más para que finalmente Biago muriera, podía ser que Flavio había sido un cobarde que no había tenido el valor de acabarlo, pero las consecuencias de aquel accidente estaban siendo efectivas para acabar de una vez con su vida. Dejaría que fluyera después de todo podía esperar.

Luego de asearse y vestirse como la Señora de la casona, caminó con tranquilidad hacia la oficina que alguna vez perteneció al Don de los Felivene, en ese momento estaba vacía y sabía que lo estaría por mucho tiempo hasta que por fin pudiera tomar por completo el poder del lugar, tiempo, solo necesitaba tiempo y ese día había despertado con la paciencia suficiente para decir que ya vendría todo su regocije, aun así no desperdició la oportunidad para ir tras el escritorio y sentarse en aquella silla, sintió el cuero sobre sus manos y el leve movimiento cuando se inclinó hacia los lados, sintió el respaldo contra su camisa y la comodidad era la exacta para sentirse incluso más feliz.

Sonrió, sabía que si los días seguían así no solo podría estar feliz todos los siguientes a ellos, sino que además, por fin lograría todo lo que se había propuesto alguna vez, había tenido contratiempos, sí, ¿pero quién no? En ese momento se propuso que disfrutaría y luego todo podría ser lo suficientemente complicado como quisiera serlo, daba igual, ella podría con todo porque había sobrepasado su mayor obstáculo y había logrado su mayor meta.

Pensó en que si Basilio y Fiore estaban en el hospital en ese momento y Flavio seguramente estaría en sus rondas por la ciudad no habría nadie en el lugar, por lo que se permitió quedarse por un largo tiempo más, cerró los ojos descansando y sintiendo la comodidad a su alrededor, no supo cuánto tiempo pasó, pero cuando abrió los ojos notó una sonrisa altanera que le repugnó en el segundo.

—Me parece que lo estás disfrutando bastante —comentó Roger con sorna.

—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar cuidando de tu jefe?

—Hay alguien más cuidando de él, alguien que lo hace mejor que yo por cierto —se estiró en su silla y se inclinó sobre la mesa. —Dime, Dane, ¿estás muy feliz? ¿Sientes que ya has cumplido tus metas?

Se mantuvo en silencio observándolo con cuidado, sabía que Roger no era un simple guardia que respaldaba a Biago, él había sido mano derecha y además aliado de Rubí, por lo que también intuía que había sido él quien había estado jodiéndola tras su espalda cuando sucedió lo del banco, en ese momento reflexionó tontamente; ¿Por qué no lo había matado aún? Tarde se estaba dando cuenta que era un dolor de culo más, del cual deshacerse.

—¿Has venido a fastidiarme?

—No, vine a entregarte ciertos documentos que quizás sean de tu interés.

Dejó sobre la mesa un sobre sellado que extrañamente tenía un diseño que se le hacía conocido, pero no tuvo el suficiente tiempo como para averiguarlo por su cuenta.

—Te lo envían desde la 'Ndrangheta.

—¿Ahora estás jugando con los Calabreses? —cuestionó alzando una ceja y tomando el sobre.

Lo vio encogerse de hombros mientras rasgaba el papel y descubría su contenido, se encontró con varios papeles hechos picadillos que terminó por repartir en el escritorio, en medio de ellos habían tres cartas, las dos primeras un anuncio poco decoroso de que su unión entre Berlusconi y Napolitano había terminado porque ambos representantes políticos habían optado por un mejor aliado. Arrugó las cartas una vez terminó de leerlas y dio un grito sobresaltando a Roger en su asiento, la última carta ni siquiera tuvo tiempo de leerla cuando ya estaba levantándose de su silla dispuesta a irse, pero antes de que pudiera escapar Roger la tomó del brazo obligándola a volver a su lugar.

—Es mejor que lo leas completo, Dane, así sabrás que hacer antes de actuar precipitadamente —Roger sonrió aumentando su rabia, pero aun así obedeció tomando la última carta.

—Es una invitación —susurró. —De la Mamma santissima... Quiere que vaya a Roma para una reunión —su corazón palpitó asustada, sabía de qué se trataba esa posición porque alguna vez en el prostíbulo había un hombre que pertenecía a los Quartinos, él solía hablar de la jerarquía en la 'Ndrangheta y sabía que la mujer que estaba pidiendo su presencia era prácticamente la mano derecha de quien controlaba todo el país.

—Es una oportunidad de oro, al parecer —sonrió Roger con malicia.

—Tengo que prepararme, la reunión es en tres días, tengo que estar decente y saber las cosas que pediré —balbuceó levantándose.

El enojo se le había esfumado, Roger tenía razón, era una oportunidad que no se le daba a nadie en la vida, tenía que prepararse, tenía que enfocarse en cuidar de su imagen, sus acciones, quizás la había llamado por eso, alguien destacaría por fin todas sus virtudes y logros, seguramente aquella mujer sabía todo lo que había hecho y se lo agradecería, le ayudaría a completar sus metas y llegar hasta la cima. La idea la entusiasmó de tal forma que ni siquiera pensó que había dejado los papeles en el escritorio y que además Roger había quedado solo en la oficina. No importaba, tenía que enfocarse en completar su felicidad y obtener por fin todo lo que había deseado alguna vez.

—Mierda, veré a la mamma santissima —exhaló extasiada. 

*******

Ujujuju Hola mi bella gente 🙊 

Nuevo capítulo lleno de cosas y detalles que yo siendo buenas les podría explicar si preguntan.

Pero bueno ahí veremos la creatividad de cada uno, ¿que les pareció el capítulo? ¿Qué piensan que pasará ahora? ¡Hay tanto por escribir y tan poco tiempo para hacerlo! Pero ya me daré mis momentos 🙈por ahora mil gracias por leer, les amo, creo que ya lo saben.

Debo decir que este capítulo ha sido uno de lo más fáciles que he sentido que escribí sólo se dio al natural, y como todo en la historia hay dato reales y falsos, 🙊 ya los diré en los datos curiosos.

Ahora debo informarles que esto fue una sorpresa para mi (actualizar tan pronto) si que no se me vayan acostumbrado, que soy más errática en esto de las actualizaciones conmigo nunca se sabe 😅

Gracias por leer, por comentar y por votar, les amo y espero que nos estemos leyendo pronto otra vez, besos y mordiscos mis amores ❤️

Atentamente el sustento.

Posteada de dato curioso.
No existen aromas letales y naturales, por lo menos en mi investigación no encontré 😅, pero lo que contenía la jeringa de Flavio si es real, se utiliza para la eutanasia o las penas de muerte en países que si esta permitida esa condena.

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