Desde la habitación de la casa de campo, Amaia y Alfred podían oír como sus familias charlaban animadamente sobre el viaje que tenían planeado para el puente de diciembre.
Amaia cerró los ojos y respiró profundamente el aroma de Alfred, tenía la cabeza apoyada en su pecho y quería concentrarse solamente en los latidos de su corazón.
- Amaieta, ¿crees que...?
La chica en cuestión no le dejó acabar la pregunta, ya que le mandó a callar con un sonoro "shhhhh" y un golpe en el abdomen.
- Estoy escuchando tu corazón. – Le dijo suavemente mientras empezaba a llevar el ritmo con la mano.
Alfred sonrió divertido y se dedicó a acariciarle el pelo a Amaia. Poco a poco, notaba como se iba durmiendo, como sus extremidades se hacían más pesadas y como sus ojos parpadeaban más rápidamente de lo normal para evitar cerrarse del todo. Era cierto que teóricamente habían subido a dormir, pero parecía que Amaia no acababa de decidirse, ya que aún no había notado los pequeños espasmos que tenía cuando se estaba quedando dormida. Así que Alfred tampoco quería dormirse, le apetecía aprovechar la sensación de Amaia recostada en su pecho todo el tiempo que pudiera.
Mientras tanto, Amaia se encontraba encandilada por los latidos constantes del corazón del chico. Cuando se dio cuenta que sus pulsaciones bajaban el ritmo, fue consciente de que Alfred estaba a punto de entrar en el mundo de los sueños.
En ese momento Amaia esbozó una sonrisa traviesa y se preguntó si podría conseguir controlar la cadencia de los latidos del corazón de su chico.
Disimuladamente, empezó a acariciarle la barriga por encima de la camiseta, y poco a poco fue bajando hasta llegar al botón de los vaqueros de Alfred.
Notó como Alfred se tensaba levemente, pero al no percibir más movimientos por parte de Amaia volvió a relajarse. Durante esos pequeños instantes de tensión, la chica se había dado cuenta que el corazón de Alfred había cambiado el ritmo. Iban a tener una siesta interesante.
- Cucu... ¿no tienes calor? – Preguntó Amaia inocentemente.
Alfred levantó la cabeza de la almohada para poder mirarla.
- Pues la verdad es que no. – Le dijo extrañado. - ¿Tú sí? Vas en manga corta, Amaix.
- Ya... pero creo que mis padres se han pasado subiendo la calefacción.
Acto seguido, Amaia llevó las manos hasta el borde de su vestido rosa y rápidamente se lo sacó por la cabeza, para luego dedicarse a desenrollar las medias que cubrían sus piernas.
- Deberías quitarte algo, Alfred, solo mirarte me da calor.
Y no llegaba a imaginarse cuanta, pensó Amaia mientras seguía los movimientos delicados con los que Alfred se quitaba la ropa.
La desnudez nunca había sido un problema para ellos, estaban acostumbrados a verse sin nada, pero la primera vez que fueron conscientes del cuerpo del otro como a objeto de deseo fue una calurosa noche de verano hacía un par de años.
Amaia no paraba de dar vueltas por la cama frustrada porque el calor no la dejaba dormir, hacía horas que se había quitado toda la ropa, pero hasta el roce con las sábanas le producía un calor inimaginable. Al final, Alfred encendió la luz, se levantó de la cama y se puso unos pantalones de chándal.
- Voy a traer algo fresquito de la nevera, a ver si te tranquilizas.
El chico siempre había sido el más friolero de los dos, cuando ella se paseaba por casa en manga corta y sin calcetines, él llevaba sudaderas gorditas y pantalones de franela.
Amaia vio como Alfred entraba por la puerta llevando un polo de fresa en la mano.
- ¿Se supone que tu brillante idea para que me duerma ha sido que me coma un helado? – Preguntó la chica divertida.
- Había pensado en traerte hielo pero no había, así que te conformas con esto.
- Pues no me apetece. – Contestó Amaia con voz de niña enfadona.
- ¿A no? Pues tú sabrás.
Alfred se volvió a sentar en la cama después de desnudarse, abrió la bolsa del polo y se lo llevó a la boca exagerando la cara de placer. Amaia rió ante las tonterías de su amigo e intentó quitarle el helado de las manos.
- No, no, Amaieta. Ahora es todo mío. Si quieres uno bajas a buscártelo. – Le dijo Alfred haciéndose el interesante, ya que sabía perfectamente que acabaría dándole el helado a ella.
- Alfreeeeeeeeeed, no seas así, tu ni siquiera tenías calor.
- Te aguantas, la próxima vez no despreciarás mis regalos.
Sin ser consciente de la situación y de que los dos se habían quedado desnudos para dormir mejor, Amaia se subió encima de Alfred para quitarle el polo.
Ni cien polos como aquel habrían conseguido dejarlos tan helados como el escalofrío que les recorrió el cuerpo en aquel momento. Con una sonrisa nerviosa, Alfred apartó a Amaia suavemente y le puso el helado en la mano.
- Toma, todo para ti. – Contestó Alfred apresuradamente mientras se dirigía hacia el baño, dejando a una pasmada Amaia sentada en la cama.
Amaia sonrió al recordar aquella noche, no sabía cómo Alfred había tardado tanto en darse cuenta que no era normal sentir ese tipo de atracción por una amiga.
Volvió a colocar la cabeza sobre el pecho desnudo de Alfred, se pegó a su lado y empezó a pasar sus cortas uñas por la suave línea de pelitos que el chico tenía debajo del ombligo.
- ¿Sabes que he pensado, cariño? – Preguntó Amaia en tono inocente.
- No, pero seguro que me lo dirás. – Respondió Alfred.
- Quiero oír cómo se te acelera el corazón.
- ¿No se suponía que íbamos a dormir la siesta? ¿Ahora quieres que me ponga a hacer deporte?
Alfred siempre había sido bastante inocente respecto a Amaia, a pesar que él sabía que era una chica decidida, asertiva, lanzada... nunca llegaba a acostumbrarse a sus salidas de guión.
- No exactamente... ¿Me dejas intentarlo? – Preguntó Amaia con la voz dulce como la miel.
El chico se encogió ligeramente de hombros y esperó a que Amaia le diese instrucciones. En vez de escuchar su voz diciéndole lo que tenía que hacer, Alfred sintió como la mano de la chica bajaba hasta colocarse suavemente encima de su miembro.
- ¿Puedo? – Le preguntó Amaia en un susurro.
Alfred tragó saliva y asintió con la cabeza, dejándose llevar por las caricias que Amaia le ofrecía, hasta explotar en éxtasis.
Amaia miraba a un boquiabierto Alfred mientras se limpiaba las manos con una toallita y pensaba que definitivamente había conseguido acelerarle las pulsaciones.
La chica se acostó nuevamente a su lado y le dejó un besito en la peca que Alfred tenía debajo del ojo.
- ¿Sabes que yo también estoy enamorada de ti, verdad? Aunque antes no te lo haya dicho directamente.
- Me alegro. – Rió Alfred que aún tenía la respiración acelerada. – No tiene ningún sentido buscar el momento exacto en que nos empezamos a sentir así, pero creo que, inconscientemente, he estado enamorado de ti toda mi vida.
- Pues te ha costado darte cuenta.
- ¿A ti no? – Preguntó Alfred curioso.
- Bueno, no tanto como a ti. ¿Quieres saber cuando descubrí que estaba enamorada de ti? – Preguntó Amaia vergonzosa.
Alfred se giró para poder mirarla de frente y asintió con la cabeza mientras le acariciaba la espalda siguiendo el camino marcado por su columna vertebral.
- Fue el día que tuviste el accidente con la moto de Mimi, hace aproximadamente un año. ¿Eres consciente que a la primera que llamaron del hospital fue a mí? Por cierto, siempre he tenido la duda, ¿Cómo se te ocurre tenerme de contacto de emergencia? ¿No sería mejor tener a alguien con carnet de coche?
- Tampoco te creas tan importante, que también tengo a tus padres y a los míos. – Bromeó Alfred.
- Que gracioso. Pues ahora ya no te cuento nada más. – Dijo Amaia enfurruñándose y cruzándose de brazos.
- Jo, perdóname cuquita, solo era una broma. Si ya sabes que eres la persona más importante de mi vida.
Amaia sonrió y con un dedo le apretó el moflete a Alfred.
- Ya lo sé, pero quería oírte decirlo. – Sonrió. – Bueno, lo que te estaba diciendo, que me voy por las ramas. Cuando llegué al hospital y vi como le sonreías a Lorena me paralicé completamente.
- Realmente en ese momento no sabía ni a quien le estaba sonriendo porque iba de sedantes hasta arriba. – Rió Alfred suavemente.
- Pero tu carita era de enamorado, Alfred, tú no te la viste. En realidad, ahora pienso que era más bien cara de atontado, pero en aquel momento me pareció así, no me juzgues.
Alfred no podía admirar más a la mujer que tenía delante de él, cada palabra, cada gesto, cada mirada... Era única, alternativa.
- Además, tampoco iba tan mal encaminada, porque a las pocas semanas empezaste a salir con ella, así que chitón. – Refutó Amaia a la mirada burlona de Alfred.
Lorena estaba estudiando para ser enfermera y había dado la casualidad que cuando Alfred tuvo el accidente ella estaba haciendo prácticas en el hospital donde le llevaron.
El chico no podía decir que le había gustado Lorena desde que la vio, pero no se sentía del todo incómodo a su lado y además podía mantener conversaciones interesantes con ella, así que cuando la chica se lanzó a besarlo no la rechazó. Él había sido siempre sincero con ella, nunca le había ocultado sus sentimientos, o la falta de ellos, y como dos personas libres y responsables, habían decidido que no importaba, que se lo podían pasar bien juntos.
- Total, que tuve como una epifanía, ¿sabes? – Continuó Amaia. – Fue como volver a verte por primera vez, pero bajo una luz totalmente diferente. Así que esa noche, mientras combatía el insomnio, me dediqué a analizar lo que me había pasado, hasta que llegué a la conclusión de que estaba enamorada de ti.
- ¿Y por qué no me dijiste nada? – Le preguntó Alfred tiernamente mientras le acariciaba la mejilla.
- Al principio tenía miedo... y luego empezaste a salir con Lorena, así que lo dejé pasar.
Alfred abrazó fuertemente a Amaia contra su pecho y empezó a dejarle besos por el pelo. En ese momento, el chico se prometió a sí mismo que le recordaría a Amaia lo mucho que la amaba todos los días durante el resto de su vida.
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¿Os acordáis que Amaia odiaba las motos? Pues eso. 😉
Mañana tengo un día bastante atareado, así que no voy a poder publicar hasta la noche.
Espero que disfrutéis el capítulo. ¡Estoy deseosa de leer vuestros comentarios y críticas! De verdad, siempre que sea desde el respeto, aprecio mucho vuestras opiniones para poder mejorar.
Además, este capítulo se lo dedico especialmente a @csonarcontigo , ella ya sabe por qué.
¡Muchas gracias a todxs!