Frágil [1° Trilogía Puntos De...

Da Cavildando

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[BORRADOR, SIN EDITAR] Cuando la vida te arrebata sin previo aviso la felicidad no puedes más que sentirte «... Altro

Orden de las historias
Sinopsis
1.
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POV Jackson
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Epílogo
Agradecimientos.

Pov Jackson

41 3 0
Da Cavildando

Es increíble como la vida te hace sentir completo al lado de una persona, te regala miles de sensaciones al lado de alguien que simplemente no se quedará lo suficiente. Clarissa, me había abandonado hace cerca de tres semanas, no mentiría diciendo que no me había dolido o que era sólo mi orgullo el que estaba roto porque había sido ella la que me había terminado y mi dolor está lejos de ser por un simple ego lastimado, iba más que eso porque la quiero y me sentía abandonado, es verdad que tal vez no llevábamos demasiado tiempo de relación, pero el cariño no se basa en el tiempo o eso solía decirme mi madre.

Estas últimas tres semanas había intentado llenarme de trabajo y ni quiera tenía a, Matt, conmigo porque estaba con mi margarita haciendo quien sabe qué. Aún puedo recordar el día en que ambos nos dimos cuenta de que conocíamos a, Matt, yo había estado sintiendo celos de él sin saberlo desde el momento en que, Clarissa, había mencionado que tenía un mejor amigo.

El sólo pensamiento de que mi margarita pudiera estar con otro, compartir sus risas y ocurrencias hacía a mi sangre hervir, nunca me había caracterizado por ser una persona controladora o posesiva, pero con, Clarissa, no podía evitarlo, ella sacaba mi lado de hombre de las cavernas como solía decirme cuando se enojaba conmigo y quizá tenía razón, pero no era algo que podía o quería evitar.

Yo merecía más que un simple, "ya no puedo verte más" Ya no teníamos quince años para que me diera una excusa tan vacía y es que si iba a sufrir por esta ruptura lo haría sabiendo porqué me habían botado.

Aparte de herido me sentía furioso con ella y si iba a recibir una explicación no lo haría con la intención de arreglar las cosas o rogarle por otra oportunidad, simplemente quería una explicación y consideraba que era lo menos que merecía, si me había equivocado en algo merecía saberlo para no repetir los mismos errores.

Había tardado demasiado en considerar el ir a pedirla, pero también tenía que admitir que la extrañaba, quería verla, porque en el fondo, aunque estuviera molesto no podía dejar de preguntarme como de la noche a la mañana cuando ella parecía también quererme, había decidido que no quería continuar.

Salí de debajo del auto de mi padre directo hacia al baño y mientras me bañaba consideraba una y cada una de las posibles excusas que ella podía darme o mejor aún, qué era lo que yo le diría al verla, por, Matt, sabía que ella ya no vivía con sus padres y accidentalmente había dejado caer un papel con su dirección al enterarse que ambos habíamos terminado.

Camino a su nuevo hogar había una floristería y como si este fuera el panal y yo la abeja decidí entrar y comprar un ramo de margaritas, sonreí mentalmente quizá eso la hiciera recordar lo que habíamos sido y contrario a lo que pensaba en medio de mi enojo, si era necesario le rogaria otra oportunidad.

Las margaritas en primer lugar eran las que me habían llevado a conquistarla, en mis recuerdos mi madre sembraba esas flores todo en derredor a la casa y luego nos preparaba limonada, las mañanas de jardinería de mi madre eran mis favoritas y cuando había visto a, Clarissa, inmediatamente me había transportado a esos momentos felices, ella me recordaba a esas flores, no la conocía, pero irradiaba una delicadeza e inocencia que no era capaz de entender.

Era increíble como ella me había convertido en todo un romántico sin siquiera intentarlo, era más que todo por mi deseo de verla sonreír ya que en ella se escondía una chica soñadora y amante a los clichés, por eso me había parecido buena idea comprar esas flores.

Cuando llegué a su apartamento la puerta estaba abierta, sabía que era el suyo ya que podía escucharla hablar dentro y es claro que no está sola.

— Espero te gusten, son mi especialidad.

Al escuchar la risa de un hombre sentí todo mi humor caer en picada dando paso a la rabia y los celos, ¿qué hacía un hombre con, Clarissa?

— Esperaba más tiempo para que me reemplazarán, Clarissa.

Deseaba con todas mis fuerzas estrangular a ese hombre, me sentía rabioso de solo imaginarlo cerca de mi margarita, apretaba las flores con fuerzas ya que sabía que si no me controlaba perdería el control en cuestión de segundos y eso era algo que preferiría evitar, sin embargo, la mirada de, Clarissa, me desconcertaba, con otro hombre en su apartamento y parecía feliz de verme.

— Jackson — ella sonrió algo tensa, pero con los ojos brillantes hermosos que solía tener al vernos o cuando hace algo que le gusta— ¿quieres un emparedado?

Le di una mirada incrédula mientras negaba ¿era eso lo mejor que se había ocurrido decir? es que así era, Clarissa, jugando de creativa en los momentos menos indicados, mientras dejaba el ramo de margaritas sobre una mesa que estaba cerca de la puerta había comprendido que yo ya no pintaba nada ahí, lo mejor era irme.

— No gracias — sus miradas debían ser inventos de mi imaginación.

Miré al tipo de reojo aún más furioso al ver su expresión divertida ¿qué era lo que tanto le divertía a ese imbécil? dudaba que con un buen golpe conservará esa expresión, por eso antes de cometer alguna locura empecé mi camino fuera de su apartamento.

Había preferido caminar para intentar calmarme ya que sabía que si no lo hacía era posible que agarrara a ese hombre del cuello y, Clarissa, tendría tanto miedo de mí que nunca me volvería a hablar en su vida.

No pasó demasiado tiempo para que la sintiera correr detrás mío, no había avanzado demasiado ya que buscaba calmarme. pero no quería una explicación o excusa ahora, no estaba de humor para escucharla, así que, aunque sabía que ella estaba tratando de alcanzarme no frené mi paso.

Claro, Clarissa, es el ser más obstinado del planeta, por eso no me sorprendió cuando por fin logró alcanzarme y se plantó delante mío, pero como no deseaba escucharla ya que, aunque odiaba admitirlo estaba celoso, no hice más que intentar rodearla y seguir caminando.

Lo que no esperaba era que ella se colgará de mi cuello, acercando su irresistible cuerpo al mío y reclamara mis labios como si fueran suyos.

— Margarita —dije sin despegarme de sus labios, ya que, aunque estaba celoso y furioso no podía alejarlos de mí, son mi eterna adicción.

Toda, Clarissa, es la sensualidad andante y ella no era consciente de eso, me encantaba que fuera hermosa y lo ignorara, pero no al punto de tener una baja autoestima, era algo en lo que trabajaríamos si lograba recuperarla.

— Te extraño, Jack —dijo sin dejar de besar mis labios, aunque no podía quejarme, me encantaban — Te extraño tanto.

— No lo parecía —dije dejando ver lo mucho que me afectaba haber visto a ese hombre en su apartamento, sin embargo, era incapaz de dejar sus labios, yo también la había extrañado.

— Es sólo, Carl, el de seguridad.

La manera tan simple y despreocupada en que lo decía hacía que le creyera, pero eso no hacía que pudiera dejar mis celos de lado por completo.

— Pues ese, Carl, estaba comiendo de tus emparedados —la tome de la cintura uniendo mi frente con la suya.

Hasta yo sé lo estúpido que es que le reclamará porque le preparara emparedados a otro, pero ella me convertía en un idiota, en un hombre de las cavernas.

— Te ofrecí a ti también y tú no quisiste — bueno tenía un punto, pero esa no era la razón y ella sólo estaba intentando hacerme el despiste.

— Otro hombre estaba comiendo tus emparedados.

Conmigo eso de la carita inocente solía conmoverme cuando se trataba de ella y sabía por su expresión que, Clarissa, entendía que no eran sólo los emparedados, sino que era el hecho de que no estábamos bien y aun si estaba a punto de empezar a reírse en mi cara, mi margarita es imposible cuando quiere.

— ¿Y crees que eso pueda tener arreglo?

Mi enojo no podía durar para siempre y es que, aunque estaba molesto y quedaban muchísimas cosas por hablar simplemente no quería estar más tiempo sin ella.

— Creo que sí, margarita.

No le di tiempo para que pudiera agregar nada más, envolviendo nuevamente a sus labios con los míos empecé a besarle despacio, había anhelado estas últimas tres semanas sus besos, todo en ella me hacía querer regresar una y otra vez, por eso disfrutaría de la calidez de sus besos tomándome mi tiempo, porque nunca la dejaría ir, ella siempre sería mi margarita.

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