¡Mamá, me casé con el perro!

By YuumaNico

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AU.- Asesinatos, secuestros, robos a mano armada, balaceras, tráfico de drogas, yakuzas, etc. Katsuki Bakugo... More

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Aviso Importante
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parte extra porque me sale de los huevos

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By YuumaNico

La camioneta aparcó frente a su casa cerca de las 2 de la tarde. Como siempre el bosque se encontraba igual de silencioso, no había cambios en el espacio, todo seguía igual.

Bakugou apagó el motor del vehículo, deslizó sus manos por la circunferencia del manubrio hasta dejarlas en la cima para luego dejar caer pesadamente su frente en ellas. Se tardó en liberar aquel tormentoso suspiro lleno de cansancio que marcaba el fin de su extensa e inesperada jornada laboral, mañana sería otro día y su cuerpo estaba totalmente agotado. Simplemente quería dormir hasta que se despertara por sí solo para la cena o para cuando lo despertara su propia alarma. Estaba seguro de que con todo el cansancio que llevaba encima podría dormir hasta el otro día sin problemas.

Probablemente tendría hambre, pero en ese momento sus prioridades se centraban en sus ojos pesados y su espalda adolorida, por lo que el almuerzo y toda esa mierda debería esperar hasta que se sintiera pleno para poder cocinar siquiera algo pequeño. Claramente no iba a rebajarse a unos asquerosos fideos instantáneos.

Abrió la puerta de la camioneta y se bajó de un salto, agarró sus cosas y cerró. Caminó hasta su casa sin mucha prisa mientras movía su hombro izquierdo mediante movimientos circulares para aliviar un poco el dolor de aquella zona, la cual había sido torcida gracias a que uno de esos asquerosos yakuzas lo había pillado de espaldas con cuchillo en mano, en donde Bakugou tuvo que hacer una extraña maniobra para zafarse de ese bastardo antes de que le tocara un pelo. Se salvó y pudo vencer al tipo, pero desafortunadamente se ganó aquella leve torcedura de la que se ocuparía en otro momento.

Se molestaba en pensar que aquel dolor ya no se le hacía divertido como los primeros años. Antes, fueran torceduras, heridas con armas blancas o de bala, inclusive los dolores de combate cuerpo a cuerpo le parecían cosas de las que enorgullecerse o de las cuales sentirse emocionado. Si seguía vivo y las lesiones eran resultados de combates o encuentros realmente interesantes y emocionantes, ¿por qué no sentirse bien ante una victoria? Esos días le resultaban los mejores, días llenos de adrenalina y que siempre le levantaban los ánimos y le hacían querer seguir pateando traseros, sin embargo, durante algún tiempo había comenzado a dejar de sentir la misma emoción que antes. Y aquella tarde era uno de esos días en que se cuestionaba en dónde carajos se había ido toda aquella satisfacción. No decía que había dejado de amar su trabajo, es sólo que parecía haber perdido la motivación en algún punto del trayecto y que ahora era el momento en que se percataba de ello.

Y él sabía perfectamente por qué su motivación había comenzado a flaquear de ese modo.

Si bien ayer estuvo realmente excitado en el principio de todo aquel embrollo policial del cual salieron victoriosos, toda aquella energía había caído en picada gradualmente al finalizar su jornada laboral. Y es que eso ocurría siempre desde que comenzó a sentirse así. Podía sentirse realmente energizado durante su trabajo sin importar lo que tuviera que hacer o las altas probabilidades de peligro que a veces traían sus días, no obstante, todo eso se apagaba de tan solo un soplido al momento de llegar a casa.

Bakugou tenía muy bien en cuenta la gran diferencia que existía en llegar a casa y que te estuvieran esperando, y el que nadie lo estuviera haciendo. Ahora ya no ocurría lo mismo como antes ocurría cuando iba en la primaria y su madre lo esperaba en casa, pero las cosas habían sucedido de tal forma que él mismo había destruido por completo aquellos momentos de felicidad. Y él lo tenía muy bien en cuenta, habían sido sus estúpidas decisiones y era su culpa que ahora ya nadie existiera para esperarlo en casa. Era su culpa, pero sabía que las cosas eran mejor de ese modo.

Había pensado que ya se había acostumbrado por completo a la soledad que él mismo había creado, pero quizás se había equivocado del mismo modo en que se había equivocado cuando era un simple y asqueroso quinceañero en hacer todas esas estupideces que hizo y que más de una vez por poco le cuestan la vida y su libertad. Odiaba, detestaba con cada fibra de su ser tener que recordar asquerosidades como esa, pero, aunque quisiera borrarlo como si fuera un gran garabato sobre papel blanco, simplemente no podía borrar su pasado. Quizás todas esas cosas que hizo y todas esas oportunidades que desperdició ya habían pasado, pero siempre las tendría en sus recuerdos y eso lo jodería hasta el día en que uno de esos payasos delincuentes aprendiera a disparar bien y le pegaran unos buenos balazos en la frente, o cuando aprendieran a maniobrar de forma decente un maldito cuchillo y que éste no fuera de mantequilla, joder.

Tendría que aguantar su falta de motivación de la mejor forma que se le fuera posible, de otro modo, terminaría por hartarse y quizás volver a sus tiempos de malísimas decisiones, y eso es lo que menos quería. Pero sabía muy bien que sin motivación no llegaría a ningún lado y su jefe no tardaría en llamarle la atención debido a que últimamente su temperamento se había vuelto más irritante que antes, y eso hasta al mismo Katsuki lo estaba molestando.

Metió las llaves en la cerradura, abrió la puerta sin muchas prisas y entró para encontrarse el mismo silencio con el cual era recibido cada vez que llevaba a su casa después del trabajo. Cerró la puerta despacio y se echó las llaves al bolsillo, siendo el leve tintineo de estas quienes llamaron la atención auditiva del joven pelirrojo ya asomado en las escaleras del segundo piso.

Kirishima había escuchado la camioneta a unos cuantos metros antes de que llegara al exterior de la casa y había olfateado el aroma de Bakugou apenas se bajó del auto, por lo que abandonó rápidamente su cama dentro del armario para esperarlo en la boca de la escalera esperando a que entrara y verlo con sus propios ojos para eliminar aquella idea dentro de su cabeza de que tal vez se lo estaba imaginando. Y verlo entrar a la casa lo llenó de alegría, la cual tuvo que contener sin moverse de su lugar hasta que Bakugou le hiciese una señal de permiso.

Bakugou tardó unos segundos en percatarse de la mirada rojiza la cual encontró al dirigir su mirada hacia la cima de las escaleras, tan ansiosa y feliz como siempre se mostraba cada vez que él era objetivo de aquellos ojos caninos que ahora lo miraban con alivio y emoción.

Por un momento se había olvidado completamente de Kirishima.

En algún momento dentro de su trabajo se había olvidado por completo de su existencia. Fue como si su cerebro por sí solo hubiera considerado a Kirishima como una simple fantasía, un sueño que él había creído real y del que se había desechado personalmente para que Bakugou pudiese seguir rindiendo en su trabajo sin obstaculizaciones innecesarias. Como si inconscientemente se estuviera encargando de eliminar del interior de su cabeza aquellas cosas que estorbaran su camino al éxito y a su profunda desgracia.

Por un momento se había olvidado de que alguien lo estaba esperando en casa.

Se le quedó mirando en silencio. Desde su lugar pudo darse cuenta de la emoción de Kirishima que le provocaba su presencia, podía notar que estaba moviendo su cola probablemente a un ritmo acelerado y las ganas de bajar y lanzársele encima se les notaban a kilómetros. Tal cual si fuera un perro emocionado de volver a ver a su dueño.

Desde la escalera lo escuchó gruñir sutilmente pero con profunda ansiedad, Kirishima estaba esperando órdenes y permiso de acercamiento para darle la bienvenida a casa, y fue inevitable para Bakugou sentir aquella grata perturbación en su pecho al darse cuenta de sus intenciones. -Kirishima, ven.

Eijirou no esperó ni un segundo más, y en cuanto su humano dijo las palabras que tanto esperó salió corriendo escaleras abajo hacia él, dando vueltas a su alrededor con prisa y refregando profundamente su cabeza en sus piernas con una inmensa felicidad que no podía controlar. Bakugou había vuelto y nada podría detener su desbordante alegría que parecía no molestarle en absoluto.

Escucharlo llorar como un perro desesperado y verlo rodearlo con la misma energía desesperada lo hacían sentirse extraño, quizás no era ni de cerca a lo que hace muchos años recibía al llegar a casa, pero el solo hecho de tener a alguien (o en este caso a algo) esperando por él lo hacía sentirse pleno, y que lo recibiera con una felicidad tan inmensa como esa sólo lo hacían sentir más liviano y menos frustrado. Sería una mentira si dijera que algo como eso lo hizo sentir plenamente feliz. Algo a lo cual no estaba acostumbrado, pero que sin dudas lo hizo sentir bien.

-Hey, detente. -Ordenó de un momento a otro sin levantar la voz. Kirishima se detuvo frente a él sin borrar de su rostro su enorme sonrisa esperando lo que fuera que quisiera Bakugou. El cenizo se agachó hasta quedar a su altura a medida que dejaba sus cosas en el suelo a su lado, llevó su mano hasta los cabellos frontales del otro y agarró un mechón. -¿Qué demonios? ¿Por qué estás mojado, imbécil? -Soltó los cabellos y se llevó la misma mano a su nariz para olfatear de qué se trataba, obteniendo nada más que el aroma de su shampoo que compartía hace 3 semanas con esa bestia.

Bakugou frunció un tanto el ceño, se levantó y sin decir nada subió por las escaleras con destino al baño seguido del mismísimo pelirrojo. El único lugar en donde Kirishima sabía y podía obtener agua era del baño, y no quería ni imaginarse el desastre que probablemente habría causado allí dentro rompiendo quizás alguna llave o, en el peor de los casos, haberse comido el jodido shampoo y toda esa mierda.

Juró mientras abría la puerta que si algo de eso hubiera ocurrido iba a matarlo en ese mismo instante, pero sus instintos asesinos se apaciguaron en cuando no vio fugas de agua ni mucho menos la tapa del inodoro abierta. Más bien se encontró con la bañera llena de rastros de espuma y agua recientes, por lo que infirió instantáneamente que Kirishima se había bañado por primera vez por sí solo hace no mucho tiempo antes de que llegara tal cual Bakugou le había estado enseñando.

Miró de reojo al saco de pulgas sonriente, parecía emocionado por el hecho de que Bakugou se hubiese percatado de su nuevo logro personal durante su ausencia. Bakugou salió del baño y se dirigió hacia su habitación siendo acompañado de Kirishima a sus espaldas, esperó que su habitación estuviera hecha un desastre, pero todo estaba intacto, su cama y sus cosas seguían tales cual había dejado bien ordenadas y limpias antes de irse a trabajar. Incluso la cama de Kirishima parecía estar particularmente ordenada como si hubiese querido copiar la forma en la que Bakugou hacía su propia cama.

Quiso reírse por eso, realmente se veía gracioso y ese idiota al parecer se había tomado muy en serio sus enseñanzas. Aunque era bueno y bastante satisfactorio saber que ese salvaje le estaba poniendo atención a lo que le enseñaba y que lo había puesto en práctica durante su ausencia, con el fantástico logro de no haber roto la bañera. Lo de la cama no se lo había enseñado, aquello había sido su propia decisión y su propio aprendizaje, lo cual le dio al pelos de mierda puntos extra bien merecidos.

-¡Bakugou!

Bakugou se dio la vuelta atendiendo al llamado del pelirrojo al cual sin dudas aún no se acostumbraba, no porque no estuviese acostumbrado a que lo llamaran con tanta emoción o tan seguido, sino más bien debido a su voz. Era muy distinto y raro escucharlo hablar como un ser humano en lugar de un perro, pero no llegaba a ser un suceso incómodo, realmente.

Se agachó nuevamente frente a él una vez se acercó, la expresión risueña de ese idiota en aquel instante era mucho más reluciente y vivaz que las veces anteriores, resultando ser algo obvio si se trataba de un chico con complejos de perro que se sentía feliz al estar nuevamente acompañado en ese lugar tan desolado y silencioso. Bakugou entendía y conocía muy bien lo que era tener que aguantar aquella soledad silenciosa, aunque era exagerado por parte de Kirishima haber reaccionado de esa manera tan desesperada frente a él en la entrada de la casa. Sólo había sido un día, Bakugou llevaba años viviendo con esa mierda.

Quizás Kirishima se estaba encariñando mucho con él y, aunque no lo pareciera, eso podría traer problemas. Aunque para el único que realmente parecía ser un problema era a Bakugou, pues para Kirishima no resultaba serlo.

Eijirou había estado rezando todo el día de ayer a los espíritus del bosque que volvieran a traer a Bakugou a casa, sano y salvo de donde fuera que hubiese estado. Había vigilado la casa y no había pegado pestaña esperándolo, pensando en qué hacer para que volviera. Tras un ataque de desesperación mientras que la Luna seguía en su punto más alto, pensó en la idea de que si quizás realizaba cosas buenas Bakugou podría volver. Y como no supo exactamente qué cosas buenas podría hacer en un lugar tan limitado como la casa de su humano decidió que haría cosas que a Bakugou hicieran feliz y que de algún modo místico lo hicieran volver.

Es por eso por lo que en ese mismo instante fue a comerse la comida que Bakugou le había dejado y que no había querido tocar debido a la tristeza, pensando que si no lo hacía el humano podría sentirse mal o se le haría una falta de respeto. Después hizo su cama y esperó pacientemente hasta que saliera el sol y se bañó, aunque con agua fría pues no sabía qué clase de trucos mágicos realizaba Bakugou para volverla tibia.

¡Pero eso no importaba! Ahora Bakugou estaba de vuelta y era lo único que le importaba, había hecho un buen trabajo y sus deseos habían sido escuchados.

Bakugou, aunque no quisiera y pensara que ya no podía hacerlo, realmente ese salvaje no podía dejar de sorprenderlo. Él se consideraba una persona bastante estricta con lo que fuera y con quien fuera, y más aún con él mismo. En verdad no podía decir con asombro que aquello había sido un gran esfuerzo por parte de Kirishima, hacer su cama y bañarse eran sus obligaciones, y sabía que esa bestia pulgosa podía ser capaz de hacer mucho más si se incrementaba un par de niveles más a su inteligencia y a sus conocimientos básicos.

Pero ese salvaje apenas llevaba 3 semanas con él y hasta ahora lo poco que había aprendido a decir y realizar podían considerarse más o menos como un gran esfuerzo, aunque nadie le quitaría a Bakugou de la cabeza la idea de que ese adefesio podía hacer mucho más que tragar, bañarse y perseguir su propia cola. No podía negarle méritos a su trabajo solista durante su ausencia. Además, se sentía incapaz de negárselos si le ponía en frente esos ojos redondos llenos de brillo carmesí. -Buen chico. -Sus palabras se deslizaron de su boca casi sin pensar mientras que sus manos se encargaron de frotarle las orejas como premio, provocando que Kirishima cerrara los ojos maravillado disfrutando de la primera caricia por parte de su humano.

Espera.

Bakugou se detuvo en seco esfumando esa idiota expresión de su propio rostro que afortunadamente pasó desapercibida. -...

¿"Buen chico"?

¡¿"BUEN CHICO"?!

Con sus mismas manos aferradas a las orejas de Kirishima hizo a un lado rápidamente al mismo jalándolo de ellas con fuerza, lo mandó a volar y se levantó inmediatamente abandonando la habitación perturbado por sus acciones y ridículas palabras que jamás pensó podría decir. Bajó las escaleras totalmente avergonzado repitiéndose a sí mismo una y otra vez "Te dejaste llevar, imbécil, ¡te dejaste llevar!".

Llegó a la cocina y dejó sus manos sobre una encimera libre sosteniendo su mirada al vacío mientras trataba de tranquilizarse, porque aquello realmente había sido vergonzoso y era un maldito suertudo pues seguramente Kirishima ni siquiera había entendido que él le había dicho... l-le había dicho... -¡FUE UN ACCIDENTE, MALDITA SEA! -Gritó frustrado e irritado totalmente en rojo azotando su frente contra una alacena superior.

Kirishima llegó a la cocina meneando la cola alegremente dejando de lado la forma extraña con la que Bakugou lidiaba con sus emociones, le gustaba ese lado explosivo y varonil de él que se presentaba la mayoría del tiempo, era algo genial de su parte ser tan fuerte y valiente para tratar con sus asuntos. Sólo esperaba que no fuera a dañarse en serio uno de estos días. -¡Bakugou! -Ladró en lugar de llamarlo decentemente en palabras humanas. Aún no se acostumbraba en hacerlo, aunque para Kirishima el nombre de Bakugou sonaba igual de hermoso en ambos idiomas.

El joven policía frustrado por su propia estupidez le dirigió su mirada al perro, por una parte estaba bien que él fuera incapaz de entender el idioma humano ya que con eso Bakugou se salvaba el culo varias veces al día, y si seguía comportándose así de raro más le valía a ese hijo de puta no entender ni pío de lo que le estuviese diciendo. De lo contrario, sería el fin de ambos.

Kirishima deslizó su plato hacia los pies de Katsuki claramente pidiéndole alimento, palabra que hizo reaccionar al estómago del propio cenizo liberando un no tan exagerado gruñido ante la petición de algo con qué llenarse.

Es verdad que en un principio había dicho que simplemente se iba a ir a dormir en lugar de comer algo, pero no podía hacer tal cosa si Kirishima tenía hambre y posiblemente no podría ser igual de paciente que Katsuki, y obviamente no aguantaría hasta que el joven rubio despertara a la mañana siguiente. Además, ¿para qué mentir? Estaba muerto de hambre, por lo que debía aprovechar su nuevo estado de ánimo un poco más despierto para preparar algo por muy simple que fuera.

-Está bien, está bien... Cálmate, maldita sea. Ya te escuché. -Regañó a Kirishima una vez empezó a joder haciendo ruido con el plato como protesta. -Toma, confórmate por ahora con esto. -Abrió la alacena inferior y de allí extrajo la caja de cereales que Kirishima había roto hace un tiempo, el cual no tardó en tomarla y llevarla a la sala para tragar su contenido con tranquilidad sobre la alfombra. Bakugou iba a matarlo, odiaba ver suciedad sobre la alfombra y ese gran hijo de... -Ah... Que se joda. -Suspiró rendido decidiendo que sería mucho mejor y menos frustrante pensar en qué cocinar en lugar de como matar a ese bastardo guarro.

Quizás había sido un tanto cruel haberlo abandonado de esa forma ayer, ¿pero qué más podía hacer? Él no sabía lidiar con ese tipo de situaciones y escuchar gente llorar lo desesperaba y terminaba profundamente irritado, aunque no tuviera razones para hacerlo. Pero bueno, al menos veía que ese rarito no lo odiaba por haberle hecho tal cosa, de todas formas, tampoco le dijo que se iría para siempre y como siempre, ese pulgoso habría exagerado la situación pues exagerar era lo que mejor hacía junto con molestar. Ahora Deku se tragaría todos sus putos regaños y su blablá respecto a los traumas y las malas miradas que se supone se ganaría tras abandonar a Kirishima de esa forma, aunque quizás ese pecoso de mierda se refería a lo que podría suceder si seguía acumulando razones a la lista de Kirishima que lo harían terminar por odiándolo de verdad.

Pero ese ya no sería su problema y tampoco le importaba, después de todo, no estaban tratando con alguien agradable ni nada por el estilo. Si les gustaba pues de maravilla, y si no, que se jodieran, tampoco les iba a rogar que lo quisieran. Mucho menos a ese salvaje.

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Luego de la cena se fue directamente a dormir, no había podido tomarse una siesta después del almuerzo ya que esa bestia de pelos rojos se encargó de realizar su bullicio natural corriendo por toda la casa y haciendo sus típicas payasadas cazando arañas. Durante toda la tarde Kirishima se mostró con sus ánimos a tope y sus energías revoltosas le impidieron dormir a Bakugou dentro de su cuarto, pero el cenizo le detuvo la fiesta cuando lo regañó y lo mandó castigado al armario y así dejara de joder. Kirishima acató órdenes y se fue a echar a su cama mientras que Bakugou se iba al sillón a dormir.

Pero a pesar de que pudo finalmente cerrar los ojos sobre su amado sofá y quedarse dormido con las manos entrelazadas sobre su abdomen, su tranquilidad no le duró mucho. Kirishima apareció en el primer piso persiguiendo una mosca que había aparecido en la habitación del policía y que siguió hasta la cocina. Su labor dentro de la casa era cuidar el hogar del humano y al parecer Bakugou odiaba esos bichos, pues cada vez que veía una mosca posada en alguna parte o volando cerca de él gritaba "¡MOSCAS DE MIERDA!".

Kirishima no tenía ni la más remota idea de lo que Bakugou les gritaba a esos pequeños insectos, pero su grito hastiado y su rápida acción para golpearlas con algo eran una clara señal de que esos bichos debían ser exterminados. Si a Bakugou no le gustaban pues no serían bienvenidas, y tampoco dejaría que se aprovecharan mientras su humano se encontraba durmiendo en la sala.

Eijirou era un buen chico y debía proteger a su amo y la casa, así que persiguió al insecto en silencio tratando de atraparla con sus garras, pero era tan pequeña y rápida que se le escapaba entre los dedos. Gruñía en voz baja con enfado ante su escapatoria, pero no se rendiría tan fácil y no descansaría hasta que la cazara, ya que habría salvado el hogar y probablemente podría regalársela a Bakugou también.

El pelirrojo andaba por todo el primer piso con prisa y tratando de ser lo más silencioso y hábil posible en sus pasos, su melena rojiza se podía observar por allí entre el comedor, la cocina y detrás del sofá en donde Bakugou se encontraba profundamente dormido. Su sueño era tan pesado que ni cuenta se dio cuando la pequeña mosca se posó sobre su nariz y Kirishima llegó hasta el sofá, tenía a su objetivo en la mira y finalmente se había quedado quieto, por lo que no perdió su oportunidad de ataque y de un tremendo manotazo veloz aplastó al bicho y por poco le vuela la nariz al cenizo.

-¡¿QUÉ MIERDA?! -Gritó Bakugou al despertar por tal ataque desprevenido y brusco que lo hicieron llevar sus manos instintivamente hacia su nariz ante el terrible dolor que palpitaba sobre toda la zona facial. Sus afilados ojos rojos se encontraron inmediatamente con el culpable de aquello, quien se encontraba buscando algo en el suelo con suma alegría. Alegría y sonrisa de mierda que le iba a borrar de la cara de un solo puñetazo mil veces peor de lo que el propio Bakugou había recibido.

Eijirou finalmente encontró el cadáver del insecto casi debajo del sofá, cerca de un pie de su humano, lo tomó con orgullo y felicidad y lo dejó sobre su palma con cuidado. -¡Mira, Bakugou! -Ladró emocionado extendiéndole a Bakugou su regalo sobre su pata sin percatarse de que éste estaba lanzando humo de las orejas. -¡Para ti! -Volvió a ladrar.

-VOY A MATARTE...

-¿Ehhh? ¿Vamos a jugar? -Se preguntó Eijirou encuanto el humano lo agarró del cuello. -¡Eijirou ama los juegos! -Agitó su colaemocionado y preparado para la diversión. Pero lo único que se ganó esa tardefue una paliza que por poco lo deja desnucado.     

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A la mañana del día siguiente, Bakugou había jurado que volvería a suceder el mismo escándalo del otro día. Al principio pareció serlo, pues Kirishima no le quitó de encima aquella mirada angustiada con la que lo observó desde que se levantaron, desayunaron y Bakugou se vistió para ir a trabajar. Toda la mañana se vio envuelta de un aura más o menos sombría y un tanto incómoda para el joven policía, Kirishima apenas había tocado su desayuno y mientras se vestía no dejaba de dar vueltas por todo el pasillo con extraña ansiedad. No sabía qué hacer para calmarlo, aunque fuera un poco.

Cuando ambos se encontraron una vez más en la entrada de la casa, a diferencia de la primera vez Kirishima no hizo el mismo escándalo agarrándose de sus piernas llorando, sino que simplemente se quedó a unos cuantos metros de él sentado en el suelo mirándolo con pena. Aquella vez se le fue imposible ignorarlo, sintiéndose un idiota por tener que verse perturbado por ese tipo y sus ojos torpes y asquerosos que provocaban aquel disturbio en su interior tan desagradable como su cara.

Sabía que sería malo si repetía lo mismo de la última vez, pasando de él y simplemente yéndose a la camioneta una vez cerrara la puerta con llave. Suspiró un par de veces con pesadez incómoda mientras desviaba su mirada hacia otro lado y golpeaba el costado de su pierna con sus dedos, probablemente era el peor sujeto en todo el mundo tratando con situaciones de ese tipo, teniendo que hablar con ese esperpento para explicarle que volvería cuando lo que menos sabía hacer bien era hablar. Y menos cuando en medio de eso había alguien triste y debía ser él quien debía prácticamente consolarlo o tranquilizarlo para que dejara de poner esa estúpida expresión de la cual no tenía por qué demonios aguantar desde tan temprano. 

Se percató de que estaba perdiendo el tiempo dándole vueltas a las cosas, no podía seguir allí o de lo contrario sería regañado por su jefe por llegar tarde, y ahora que revisaba su reloj estaba con el tiempo justo. Bakugou dejó sus cosas en el suelo a medida que se agachaba, Kirishima en ningún momento le quitó la mirada entristecida de encima. El pelirrojo se acercó al cenizo una vez que el mismo le llamó con un ademán de mano permitiéndole el acercamiento.

Bakugou se tomó su tiempo para pensar en lo que debía decir, obviamente tendría que apaciguar un poco su voz si en verdad esperaba que el chico le creyera y no pensara o se sintiera mal. –Oye, ya pasamos por esto una vez por lo que no hay razón para, uh... exagerar las cosas. –Kirishima le respondió con un lamento casi inaudible. Se dio una bofetada mental. No entendía lo que le estaba diciendo, joder, ¿en qué demonios estaba pensando?

¿Pero qué más podía hacer? Los dibujos no iban a servir y Bakugou no era un maldito artista como para que ese can pudiese ser capaz de descifrar sus jeroglíficos, y tampoco se le ocurría otra forma de poder transmitirle el mensaje. Le molestaba el hecho de que entre ambos no pudieran entenderse, no, más bien, que Kirishima no pudiera entenderlo a él. Bakugou no se hacía muchos problemas en ello, Kirishima se expresaba muy bien corporalmente aunque hiciera pequeñas cosas que se repetían todos los días, los mismos gestos y sonidos que el cenizo había estado aprendiendo a reconocer perfectamente.

Pero Kirishima no podía entenderlo a él, demonios. Y más jodido era para él pues no era exactamente alguien de muchas expresiones o cosas de ese estilo, y probablemente lo único que ese cabeza hueca podía inferir de su humor y sus acciones era que se trataba de alguien problemático y realmente difícil de tratar. En verdad quería que al menos pudiera reconocer alguna palabra de las que le decía para que pudiera cambiar esa expresión dolida en su rostro, pero era difícil y en cierto punto parecía ser imposible.

Pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados y no hacer nada, él no era así y siempre buscaba una solución para los problemas por muy jodido que fuera, sin embargo, tendría que pensar en algo más elaborado cuando tuviera tiempo pues si seguía allí a ese ritmo llegaría 30 minutos retrasado. Y eso para su jefe significaba castigo limpiando todas las putas oficinas. No le quedaba de otra que hacer lo que hasta ahora parecía ser lo único que lograba calmar a esa bestia, por muy vergonzoso y estúpido que se le hiciera.

-Bien, escucha atentamente, bestia. –Bakugou chasqueó los dedos cerca de la oreja del pelirrojo para llamar su atención una vez este había bajado la mirada. –Ya pasamos por esto una vez y en verdad no me dio ni puta gracia tu escandalito, añadiendo que por tu culpa ese bastardo de Deku se aprovechó con su palabrerío. –Kirishima bajó sus orejas con culpabilidad, supo enseguida que lo estaban regañando quizás por lo que hizo allí mismo el otro día. Hasta ahora era la única razón por la cual podría ser regañado, y sabía que lo estaba haciendo debido al tono de voz correctivo que Bakugou estaba utilizando con él. –Pero debes entender con ese cacahuete de cerebro que tienes que no me voy a ir para siempre, ¿entiendes, idiota? –Llevó la misma mano hacia detrás de su oreja para darle una leve caricia esperando que pudiera entender el mensaje mediante ese leve contacto. –No te estoy abandonando, imbécil.

Eijirou sintió un pequeño cosquilleo agradable ante su segunda muestra de cariño por parte de su humano, a pesar de que Bakugou parecía ser alguien bastante frío su tacto se sintió verdaderamente cálido y amable. Una vez más ni se enteró de lo que le acababan de decir, sin embargo, pudo sentirse seguro. Quizás lo supo, Bakugou estaba tratando de decirle que todo estaba bien. Él volvería, así que debía dejar de preocuparse y demostrarle que lo estaría esperando sin parecer un desesperado. No tenía ni la más mínima idea de dónde Bakugou estaba yendo con aquella vestimenta, pero sea al lugar que fuese, volvería. Su humano regresaría con él.

Kirishima se acercó a él y refregó su frente sobre su hombro moviendo lentamente su cola, estaba y estaría bien, fue lo que entendió Bakugou, quien pudo volver a sentirse aliviado. Probablemente Kirishima no había entendido nada de lo que le dijo, pero sin duda alguna había captado el mensaje y ahora le agradecía, por lo que podría irse a trabajar sin el pesar de haberlo dejado solo en casa.

Tal y como la primera vez, Bakugou le dejó comida accesible sobre su plato y bastante agua con la que tendría que soportar hasta que llegara, y en caso de que ocurriera lo mismo y tuviera que quedarse por mucho más tiempo fuera Kirishima ahora sabía que podría encontrar agua de la bañera y, ojalá, ya no del inodoro. Abrió la puerta y antes de marcharse le dedicó el último vistazo a la bestia pelirroja. Kirishima le ladró afirmativamente sentado a unos cuantos metros, podía irse sin preocupaciones.

Sin nada qué decir ni nada más que hacer, Bakugou se fue a cumplir con su labor, siendo aquel día el comienzo de aquello que se repetía cada vez que se iba y regresaba a casa.

Kirishima aprendió que Bakugou volvería cada vez que se marchaba una vez el sol aparecía en el exterior, regresaba inclusive si su trabajo le obligaba a quedarse fuera dos o tres días si se trataban de urgencias. No importaba el tiempo que fuera, Bakugou siempre llegaba a casa y siempre era recibido de la misma forma, siendo su llegada celebrada por el pelirrojo apenas sentía la camioneta llegar afuera y los pasos del cenizo sobre la tierra llena de ramitas y hojas secas acercarse hasta la puerta. Una vez abierta, Bakugou siempre se encontraba con la bestia pelirroja llamándole por su nombre sumamente emocionado, sentado obediente y ansioso a los pies de la escalera, bestia que era recompensada por su paciencia y obediencia con caricias detrás de la oreja o palmaditas sobre la cabeza.

Kirishima había aprendido muchas cosas por sí solo durante la ausencia de Bakugou. Ya sabía asearse por sí solo, hacer su cama, cazar insectos, lavar su plato, ir al baño por sí solo también (sí, antes debía esperar hasta que Bakugou llegara a ayudarlo pues no sabía cómo usar el baño de los humanos. Por favor, no pregunten cómo). Claramente sus instintos caninos y su afán por siempre andar corriendo y metiendo bullicio no se irían nunca, pero no cabían dudas que su salvajismo incivilizado se estaba tranquilizando, aunque aún no supiese cómo hablar ni leer. Pero eso a Kirishima parecía importarle un pepino, mientras fuera feliz aprendiendo poco a poco estaría bien para él.

La personalidad y actitud de Kirishima no parecía cambiar a pesar del paso del tiempo, más bien parecía intensificarse cada vez más en un ámbito más agradable, radiante y amable. Lo de siempre, pero multiplicado por diez cada vez que se sentía más a gusto y relacionado con el mundo humano. El único que parecía cambiar al paso del tiempo a un ritmo más o menos lento pero constante era el mismísimo Bakugou, quien sólo a veces se percataba de aquellas variaciones dentro de su persona lo que resultaba de vez en cuando extensos e intensos episodios de negación y complicación. Pero a pesar de ello no hacía algo para evitarlo y no porque no quisiera hacerlo, sino más bien porque no tenía tiempo al estar ocupándose de su trabajo y de la misma persona que provocaba esos cambios.

De Kirishima.

Por mucho que no quisiera aceptarlo su subconsciente terminaba por hacerlo por él. Ese chico era un caso terrible de lo que en Japón se conoce como una persona "tsundere" y era normal que se negara a muchas cosas a lo que no estuviera acostumbrado, y que al mismo tiempo fueran cosas que no quería que estuvieran dentro de su sistema. Pero estaba jodido, esos pequeños pero potentes cambios ya se habían acoplado a su sistema y no podría eliminarlos tan fácil como él creía, ni gritando ni pataleando.

Y todo eso había comenzado desde que comenzó a sentirse a gusto con que Kirishima fuera el único que lo estuviese esperando en casa, algo que desde hace muchos años no ocurría y siempre pensó no volvería a pasar. Se había acostumbrado a la soledad que siempre habitaba dentro de su casa, pero ahora que había alguien más dentro aquella soledad había sido exiliada de su territorio, aunque esa persona fuera con exactitud un idiota al que muchas veces debía gritarle que se callara o dejara de subirse sobre los muebles. No importaba, bueno, quizás sí porque odiaba tener que ser molestado, pero mientras esa lacra asquerosa estuviera allí y lo recibiera todas las noches era más que suficiente.

Era extraño y jodido tener que aceptarlo, pero habían cosas que no se podían negar.

Pero no todo en ese aspecto estaba bien. Ese idiota de pelos rojos se estaba excediendo, y Bakugou se rebanaba los sesos cada vez que se daba cuenta de que habían más cosas que lo emocionaban o que lo hacían sentir extraño y que se relacionaban exactamente con ese idiota. Era un dolor en el culo tener que afrontar tal inexplicable tormenta de nuevas sensaciones dentro de sí mismo, y, aunque quisiera ignorarlas o tratarlas de cosas sin importancia, había algo dentro de su cerebro que le decía que no era así.

Podría ser uno de los mejores policías de su estación y un chico con bastantes agallas como para ir a meterse a pelear con una decena de traficantes sin nadie que lo acompañara, para eso tenía la técnica y los medios para hacerlo, sin embargo, esto estaba fuera de su alcance pues se trataba de un problema o conflicto emocional. Invisible, intocable. ¿Cómo demonios podría luchar contra eso cuando solamente sabía lidiar con sus problemas físicamente? Su mentalidad era un caso, y eso era una razón bastante contundente como para abstenerse de lidiar con sus propios problemas emocionales.

Es por eso que siempre los ignoraba y dejaba que empeoraran en aquel rincón tormentoso dentro de su cabeza, dejaba que se pudrieran con el tiempo y que en caso de que éstos llegasen a desaparecer, le dieran espacio a los nuevos que llegaran.

Pero los problemas emocionales y reflexivos que cada día aparecían en su vida se estaban acumulando demasiado rápido y sabía que probablemente no tendría el espacio suficiente para retenerlos a todos, y teniendo en cuenta la forma en la que inusualmente solía explotar debido al estrés emocional sabía que debía hacer algo para detener la bomba un momento. Pero si ni siquiera sabía por qué se sentía tan extraño y confundido respecto a ese idiota, ¿cómo pensaba resolver el problema? Era una mierda tener que sentirse de ese modo, pero si se seguía frustrando de esa forma sólo terminaría por acelerar las cosas, por lo que decidió que sería mejor seguir esperando hasta que al menos una pista se presentara a él. 

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Midoriya aprovechó aquel día domingo para ir a visitar a su amigo y al joven pelirrojo que seguía viviendo con él, no tenía nada más que hacer y pensó que sería agradable pasar unos momentos con ellos. Además, los gatitos de su madre habían vuelto a su hogar y ahora su casa estaba vacía y apta para alojar a Kirishima tal cual le había pedido Bakugou en un principio, ya hace un par de meses atrás.

Llegó a la casa de Bakugou y tocó un par de veces para luego esperar pacientemente a que le abrieran, volvió a tocar al ver que nadie respondía y luego llamó directamente al rubio en lugar de tocar por tercera vez. Bakugou tardó un poco en contestar y cuando lo hizo lo insultó por un rato y luego le preguntó qué mierda era lo que quería, que nadie lo había llamado. Pero Midoriya le avisó que venía de visitas y que estaba afuera, recibió negativas por parte de su amigo y al cabo de un rato terminó permitirle entrar. Parecía estar ocupado, o al menos eso dedujo por la forma extraña en que contestaba.

Sin darle muchas vueltas al asunto el pecoso entró a la propiedad de su amigo, miró por todo el primer piso y Bakugou ni Kirishima se encontraban allí, algo que no le extrañó en absoluto pues a esas horas de la mañana de un relajante día domingo probablemente todavía deberían de seguir durmiendo. O al menos Kirishima, puesto que conocía tan bien a Bakugou que sabía que el chico aprovechaba cada segundo del domingo para hacer cualquier cosa productiva desde temprano en lugar de relajarse correctamente.

Subió mientras que silbaba la tonada de una canción que ayer por la noche había escuchado fugazmente en la radio de su auto. Llegó al segundo piso y pudo escuchar la voz malhumorada de Kacchan provenir del baño. Sonrió y se acercó para saludar, deteniéndose inmediatamente al escuchar ciertas palabras que lo dejaron algo liado.

-Maldita sea, Kirishima. Te dije que mantuvieras la boca abierta, joder...

Midoriya se apoyó sobre la pared a un lado del baño arrugando la frente con confusión, ¿Kirishima estaba allí dentro también?

-¡Abre la boca, maldición! –Volvió a escuchar a su amigo quejarse dentro del baño. -¿Ves? Así entra más fácil, idiota. –Midoriya dirigió su mirada perturbada en dirección hacia la puerta del baño que se encontraba semi cerrada... ¿Qué demonios? -¡Hey, imbécil! ¡No lo muerdas! Vuelve a hacerlo y juro que te lo voy a meter hasta  la garganta.

-¡¡¿K-KACCHAN?!! –Exclamó mentalmente, paralizado apegado a la pared, ¡¿qué demonios creía que estaba haciendo con el chico?!

-Bien, terminamos, ahora escúpelo... ¡No, oye no! ¡Que lo escupas, joder, no te lo tragues...!

-¡ALTO AHÍ! –Exclamó Midoriya con su rostro totalmente rojo y sumamente decepcionado con su amigo por haber obligado al pobre e inocente Kirishima a realizar tal acto deshonroso, entrando al cuarto de baño decidido con mucha pena a detener a Bakugou por sus actos funestos. Pero entonces se tranquilizó de golpe al ver lo que realmente estaba sucediendo allí dentro.

-¡Midoriya! –Lo saludó Kirishima con alegría sentado sobre un pequeño taburete con rastros de pasta dental en la comisura de su boca.

-¡¿POR QUÉ MIERDA GRITAS, CABRÓN?! –Le reclamó Katsuki con un cepillo de dientes rojo entre las manos con el cual le estaba cepillando al inútil de Kirishima la dentadura una vez terminaron de desayunar. Sólo eso, no otra cosa. -¡NO TE DEJO ENTRAR PARA QUE VENGAS A GRITAR DE GRATIS, PAYASO!

-¡A-Ah, e-es que yo...! –Tartamudeaba Midoriya apuntando hacia todos lados con sus manos, completamente nervioso y avergonzado debido a su mente extremista que una vez más lo llevaron a pensar cosas extrañas. -¡Hahaha! L-Lo siento mucho... –Terminó por disculparse y reír nerviosamente mientras que Kirishima se le acercaba para saludarlo como correspondía.

-Nerd de mierda... -Gruñó Bakugou lavando el cepillo en el lavamanos. -¡Y TÚ VEN A ENJUAGARTE EL HOCICO, ASQUEROSO!    

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Ambos humanos se encontraban en la sala junto con el híbrido. Midoriya estaba sentado tranquilamente en el sillón observando con alegría nerviosa cómo el cenizo trataba de quitarse de encima a la bestia pelirroja, la cual quería jugar con él y que parecía no querer aceptar un "no" como respuesta.

-Kacchan, tú y Kirishima se han vuelto bastante cercanos. –Comentó sonriendo. –Me alegra que hayan dejado sus diferencias de lado y que lo aceptes, se nota que lo quieres mucho.
-¡¿QUIÉN MIERDA QUIERE A ESTE HIJO DE PERRA?! ¡ME TIENE HARTO! –Respondió amablemente Bakugou aplicando toda su fuerza para poder quitarse al pelirrojo de encima, pateándolo y maldiciéndolo de todas las formas posibles y que Kirishima conocía bastante bien pero que consideraba palabras afectuosas. -¡QUÍTATE, IMBÉCIL! ¡VOY A MATARTE, CABRÓN!

-¡Bakugou...! –Sollozó Kirishima recibiendo las manos del cenizo sobre su rostro tratando de empujarlo fuera de su espacio.

-¡QUITATE, PEDAZO DE MIERDA!

Midoriya sacó del interior de su bolsillo una pequeña pelota de juguete de colores con la cual llamó inmediatamente la atención del pelirrojo. -¡Ven, Kirishima-kun! ¡Juega conmigo! –Kirishima soltó a Bakugou rápidamente para perseguir la pelota una vez el pecoso se la lanzó a la cocina.

-¿"kun"? –Replicó Bakugou levantándose del suelo y tomando asiento en el sofá con leve cansancio tras el forcejeo de recién. –Qué marica eres, Deku.

-Sí, Kacchan, lo que tú digas... -Kirishima le trajo la pelota y el pecoso volvió a lanzársela nuevamente, prosiguiendo con el juego mientras que él volvía a intentar entablar una conversación con Bakugou. -¡Kacchan, es cierto! Ya han pasado 3 meses desde que Kirishima-kun llegó. Pareciera que ahora nos ve como sus iguales y confía en nosotros, por lo que ahora podremos ayudarlo y encontrar la razón de su existencia. –Volvió a lanzar el objeto. -¿No es fantástico?

-¿Él? Por supuesto que no, me parece asqueroso.

-¡Kacchan!

-¡Kacchan! –Repitió Kirishima al verse incentivado por sus instintos, aquellos que lo hacían repetir todo lo que viera e hiciera con tal de aprender y ser un buen chico.

-¡¿CÓMO ME LLAMASTE, BASURA?! –Kirishima huyó con la pelota escaleras arriba para dejarla entre sus tesoros que guardaba en una esquina "secreta" de su cama, en donde se encontraban la media cuchara de palo, algunos calcetines de Bakugou, un zapato y algunos cubiertos que para él se veían bonitos e interesantes. Bakugou murmuró un último insulto hacia el salvaje y luego dirigió su mirada a la televisión, estaban dando las noticias y el presentador le entregaba la pantalla a la señorita que entregaba los detalles del clima de la próxima semana. –Deja de traer basura a mi casa, Deku. Ese cabrón deja todas tus porquerías de regalos tirados en toda la casa y soy yo quien los recoge, no tú y mucho menos él, joder.

Midoriya dejó escapar una risilla ante la mueca de disgusto por parte de su amigo, sabía que odiaba el desorden y que Kirishima no lo ayudaba mucho en evitarse la migraña. –Lo sé, Kacchan, me disculpo por eso. Pero sabes que lo hago porque Kirishima-kun me agrada y porque con esos juguetes él dejará de morder y jugar con tus cosas. –Recordó el día en que Bakugou llegó echando humo por las orejas debido a que Kirishima le había destrozado un cinturón "jugando". Cosas de perros, ya saben.

-Hm, de todas formas terminará por destrozar esas mierdas y volverá a romper mis cosas, así que no le veo futuro a tu plan.

-¡Pero algo es algo, Kacchan! –Midoriya observó al pelirrojo bajar las escaleras ya sin la pelota en la boca, lucía tan feliz como todos los días y cada vez más energético.

Le aliviaba verlo en aquel estado, era un enorme contraste si es que juntaba la imagen de Kirishima desde el primer día en que llegó con la imagen que ahora sostenía mediante una enorme y radiante sonrisa. Sin dudas habían hecho un buen trabajo, y gran parte de ello se lo llevaba Kacchan. Y sabía que el cenizo también había cambiado un poco desde entonces, lo notaba quizás más que el mismo Bakugou, pero debía mantener su sorpresa en silencio si no quería que lo matara.

-Kacchan, ¿aún quieres que me lleve a Kirishima-kun a mi casa? –Preguntó Midoriya repentinamente al recordar a lo que había venido. Tal pregunta llamó la atención inmediata de Katsuki, llevando su mirada tajante hacia el pecoso sintiéndose no muy a gusto con la situación. –Los gatitos ya volvieron con mi madre, así que Kirishima-kun podría ahora quedarse en mi casa. C-Claro que sólo si tú estás de acuerdo, después de todo, no sé si tu opinión haya cambiado ahora respecto a eso. –Finalizó con una leve carcajada amigable.

Pero a Bakugou no se le hizo ni puta gracia lo que Midoriya acababa de decirle. Iba a responder algo, pero se calló inmediatamente. No supo exactamente por qué iba a decir tal cosa en ese momento, fue como si ya hubiera tenido la respuesta desde hace mucho tiempo y su cerebro trató de soltarla sin más. Se quedó dudando sobre ello en silencio sobre su lugar, ¿acaso iba a negárselo? ¿Por qué iba a hacerlo? ¿Acaso no fue él quien en un principio insistió en que se lo llevara?

Sí, sabía perfectamente que él había sido quien le insistió a Midoriya que se llevara a Kirishima al considerarlo una molestia y un estorbo en su vida, por lo que ahora se le hacía completamente extraño el hecho de que hace apenas unos segundos iba a negárselo rotundamente. Él no era así, en verdad consideraba que esa bestia incivilizada se le hacía molesta y muchas veces repugnante incluso de tan sólo escucharla, pero... ¿Por qué ahora salía con algo como eso? ¿Estaba loco? ¿Se estaba volviendo un salvaje también?

Sabía que si el pecoso se llevaba a Kirishima su vida fácilmente se haría menos agotadora y tendría más horas de sueño y menos destrucción dentro de su casa, era cuestión de sólo responderle con un simple "sí" y que él se encargara del pelirrojo desde ahora. Sólo era responder eso y su vida volvería a la normalidad, tendría más paz y probablemente dejaría de pensar en todas esas extrañas y desagradables sensaciones que había comenzado a padecer.

-No sé por qué mierda me lo preguntas a mí, imbécil. Pregúntale a él, joder... –Respondió fingiendo restarle importancia.

Probablemente si lo hacía volvería a su vida normal, esa vida que sólo consistía en vivir dentro de esas cuatro paredes, comer, dormir y trabajar. Un ciclo interminablemente aburrido y sin sentido del cual se había visto obligado a salir gracias a ese desgraciado de pelos rojos, de ese ciclo que quizás compartía la culpa por haber perdido su motivación, la cual hace dos meses había recobrado otra vez solamente gracias a que esa misma bestia de la cual se quería deshacer lo estaba esperando en casa. Misma casa de la cual Kirishima probablemente no querría irse y la que se vería irrumpida nuevamente por la soledad a la cual Bakugou no quería otra vez tener que acostumbrarse.

Pero... flaqueaba. Por alguna razón dudaba en permitir que se quedara, y aquella razón era por el simple hecho de aquellos extraños sentimientos que lo tenían al borde de un colapso nervioso. Y fue un imbécil por haber respondido eso al pecoso. No se había sentido capaz de dar una respuesta concreta luego de haber flaqueado en su pensamiento, una gran contradicción que lo llegó a responder de forma absurda y estúpida "deberías preguntárselo a él". Decisión de la que ahora se arrepentía, ya que si resultaba ser el único que en verdad quería inconscientemente que ese bastardo se quedara, Kirishima no dudaría en irse con el pecoso de mierda pues le caía demasiado bien como para negarse.

-... -¿Por qué demonios comenzaba a sentirse enojado? Se estaba inquietando, incluso crispando.

Midoriya notó aquella tensión en los hombros de su amigo, ¿se había molestado? –Sí, supongo que... tienes razón, Kacchan. Le preguntaré a Kirishima-kun, después de todo es su decisión.

Midoriya llamó al pelirrojo el cual no tardó en llegar de la cocina con unos palillos de comida en la boca. Izuku se las quitó pues necesitaba que le respondiera y porque esas cosas no eran juguetes ni comida.

–Kirishima-kun. Necesito preguntarte algo, ¿está bien?

-¡Hambre!

-¿H-Hambre? –Al pecoso le resultaba gracioso el pobre vocabulario con el cual Kirishima se comunicaba, exclamando muchas veces cosas que ni siquiera venían al caso justo como en ese momento. –No, Kirishima-kun, hambre no. Yo iba a hablarte sobre tu nueva estadía en mi casa, ¡ya sabes! Allá tengo muchas cosas con las que podrías jugar y también tú propio cuarto, de esa forma tú...

Pero fue deteniéndose lentamente en cuanto sus ojos verdes se toparon con su amigo explosivo. A pesar de que desviaba su mirada en dirección contraria de donde ellos estaban y se cruzaba de piernas, apoyando su codo sobre el respaldo de brazos como si pasara de ellos. Como si le importara un carajo lo que hicieran cuando en realidad no era así, porque Midoriya conocía tan bien a Bakugou que podía afirmar que su amigo lo que menos quería era que Kirishima se fuera. Pero le daba pena decirlo y prefería que las cosas pasaran, decisiones absurdas que más de una vez lo llevaron a perder cosas valiosas.

Midoriya estaba profundamente en contra de ese tipo de actitudes por parte de Bakugou, se había prometido a no dejar que se saliera con la suya las veces que hiciera lo mismo, cuando volviera a callarse cuando en verdad quería decir muchas cosas aunque fueran de mala manera. Pero sólo por esa vez se lo dejaría pasar y, al mismo tiempo, cumpliría su deseo cohibido.

Izuku volvió a dirigir su mirada al dulce pelirrojo sonriéndole con amabilidad. -¡Ah, olvídalo! No importa, Kirishima-kun. Olvidé que no podrías entenderme y quizás no sabrías de lo que te estoy hablando, así que supongo que será mejor volver a preguntártelo cuando sepas comunicarte con nosotros debidamente, ¿está bien? –Kirishima asintió a lo que fuera con un ladrido feliz. -¡Está bien, gracias por tu comprensión! –Acarició su cabeza rojiza mientras miraba de reojo a Bakugou, suspirando aliviado al notar que sus hombros comenzaban a relajarse poco a poco. Su amigo era un verdadero caso de orgullo, pero... estaba más que seguro que eso cambiaría con el tiempo. 

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Eijirou observaba desde la comodidad de la alfombra cómo Bakugou despedía a Midoriya mediante su característica manera de comunicación que existía entre ellos. Ese día Midoriya se había ido más temprano de lo usual y eso lo apenó un poco ya que no tendría con quién jugar ahora, porque sabía que Bakugou no iba a hacerlo aunque volviera a molestarlo. Pero no podía hacer nada a esas alturas, seguramente Midoriya tenía cosas que hacer en su propio hogar y no podía interrumpir egoístamente en su vida.

Cuando Bakugou cerró la puerta se quedó un momento delante de ella, sosteniendo su mirada y su mano en el pomo pensando en lo que había sucedido antes. Realmente se estaba perdiendo y las cosas comenzaban a escapársele de las manos, debía dejar de dejarse llevar por la confusión que llevaba encima y tratar con su vida con más calma, dominio y seguro. Pero ese día se le haría difícil pensar en volver a actuar con más disciplina si se sentía más o menos flácido, como si su cuerpo y mente ahora estuvieran sobre nubes debido al momento inquietante que pasó anteriormente.

Sacudió la cabeza dirigiéndose hacia el comedor, sobre la mesa había un informe que debía rellenar para mañana y hacerlo posiblemente podría ayudarlo a despejarse de todo ese embrollo que ahora lo envolvía. Esperaba que ese tipo de sensaciones no se acostumbraran en manifestarse o de otra forma las cosas terminarían mal, por alguna razón se sentía inseguro sobre algo que nació respecto a las palabras del pecoso antes de que retractara su oferta hacia Kirishima.

Sabía que él mismo se había dicho que la decisión finalmente era la de Kirishima, pero al momento de pensar en que éste hubiera respondido que sí... Agh, ¡ya basta de tonterías, joder! Se estaba sintiendo enfermo y no quería pasar rabiando el resto de la tarde con pensamientos estúpidos como esos.

Tomó asiento y agarró inmediatamente una pluma para comenzar a rellenar los espacios de uno de los tantos informes policiales que seguramente llegarían sin parar durante la semana tras la nueva aparición de los yakuza, informes que no se les hacían extraños y de los cuales ya sabía perfectamente cómo completar sin equivocación, aunque fuera un verdadero fastidio hacerlo. Y más aún cuando se sentía así de asqueroso y raro. En fin, debía hacerlo y punto.

Eran dos simples hojas que debía leer y luego completar, no era algo difícil y mucho menos pesado, seguramente terminaría en menos de 20 minutos en hacerlo contando su pequeña incapacidad mental que ahora sufría. Al menos se divertiría escribiendo la pre-sentencia de esos malnacidos que se creían la gran cosa cuando en realidad eran pequeños insectos que podía aplastar con un simple dedo, tal cual los aplastó con un par de golpes y unas cuantas esposas.

Su plan consistió en completar el informe y luego comenzar a cocinar, ya era medio día y no pudo empezar antes debido a la visita de la molestia con pecas, y era necesario comenzar a cocinar temprano para que Kirishima no empezara a joderlo con que tenía hambre y que ambos empezaran a desesperarse y Bakugou terminara agarrándolo a golpes con la espátula. Pero su trabajo policial se vio interrumpido con los constantes rasguños ruidosos por parte de Kirishima sobre la puerta de entrada. -¿Qué demonios pasa ahora? No hay nadie afuera, Kirishima, por Dios... -Se quejó pasando de él. Midoriya era el único que venía de visitas y si hubiera estado afuera no habría razón para que no hubiese tocado la puerta.

Volvió a las hojas, pero nuevamente fue interrumpido por la insistencia de Kirishima a la puerta.

-¿Qué pasa, joder? –Le preguntó molesto desde el comedor, obteniendo la mirada emocionada de Kirishima desde la puerta quien le pedía con sus ojos juguetones que abriera la puerta, haciéndole señales obvias de querer salir al rasguñar cerca del pomo con insistencia.

Pero aquello estaba prohibido, y él lo sabía.

–No. –Respondió Bakugou secamente para luego volver a fijar su mirada al papel sin poder ignorar al pelirrojo que había comenzado a ladrarle con entusiasmo y seguía rasguñando cada vez más fuerte la puerta. -¡Ya te dije que no, maldición! ¡Basta!

Eijirou entendió que Bakugou no iba a abrirle la puerta por mucho que siguiera insistiendo y que sólo terminaría por hacerlo enfadar seriamente, y aquella rotunda negación lo dejaban triste y molesto. Eijirou sabía muy bien la razón por la cual no lo dejaba salir, nunca antes se lo había pedido antes a Bakugou por lo que personalmente nunca le dio señales erróneas de que quisiera escapar, sin embargo, sabía muy bien que no lo dejaría salir incluso si se lo rogaba. Bakugou no confiaba en él y eso quedaba en evidencia por la forma en la que bloqueaba todo acceso hacia el exterior dentro de la casa fuera a dejarlo solo o no.

Eso lo decepcionaba y molestaba un poco, ¿qué había hecho como para que Bakugou desconfiara de esa forma con él? Entendía que quizás los humanos probablemente fueran más desconfiados que los de su raza, pero Eijirou había pasado mucho tiempo con él y jamás había hecho algo en su contra como para que desconfiara de su lealtad. Eijirou confiaba demasiado en Bakugou incluso si tenía en contra suya la comunicación, ¿por qué él no podía hacer lo mismo?

No decía que no le gustara la casa, ¡la amaba! Pero se estaba comenzando a inquietar y a aburrir de estar todo el día encerrado y tener que mirar el bosque a través de las ventanas. Extrañaba el aroma fresco del bosque, el aire refrescante, sentirse libre de trepar los árboles y correr por sobre el césped como antes lo hacía. Extrañaba la naturaleza, solamente quería salir a jugar un rato y volver a sentir sus patas sobre la tierra y el viento golpearle el rostro, sólo quería eso y nada más, aunque fuera un poco. Y si Bakugou no iba a permitírselo, lamentablemente para él, Eijirou tendría que hacerlo por su propia cuenta.

-¡Hey, no! –Gritó Bakugou levantándose de la silla y corriendo rápidamente para detener a Kirishima que había comenzado a girar y forzar el pomo de la puerta. -¡Basta, ya te dije que no! –Lo regañó seriamente enojado quitando su mano de allí, acción que no le gustó para nada al pelirrojo pues frunció el ceño al igual que él crispando la cola.

-¡No, Bakugou! ¡No! –Reclamó de la misma forma Kirishima intentando una vez más agarrar el pomo, pero Bakugou se lo impidió dándole un manotazo. -¡No! –Se quejó empujando las piernas de Bakugou.

-¡No es no, porfiado de mierda! ¡Tú no puedes salir y no vuelvas a atreverte a ponerme una mano encima, maldito bastardo! –Bakugou se interpuso entre la puerta y el pelirrojo impidiéndole que volviera a tocar el pomo dispuesto a volver a gritarle e incluso golpearle para negarle la salida. No podía permitirle tal cosa, no cuando ese bastardo podía ser capaz de emocionarse y salir huyendo apenas abriera la puerta. No iba a permitir tal estupidez, no cuando... ¿No cuando qué, exactamente?

Eijirou le gruñó enfadado por su egoísmo y falta de confianza hacia él, estaba seguro que jamás le hizo algo como para que lo tratara de esa forma cuando simplemente quería salir a interactuar con la naturaleza unos momentos. Hasta ahora siempre había sido amable con él y hecho todo lo que tuviera a su alcance y de lo que fuera capaz de realizar con sus pobres conocimientos para hacerlo feliz y lo quisiera como Eijirou lo quería. ¿Bakugou no podía comprender que se sentía encerrado? De él y de Midoriya ya no desconfiaba, el concepto de monstruo se había desvanecido de sus imágenes y ahora los veía como tesoros a quienes les debía la vida y a quienes protegería con dientes y garras, pero ver que Bakugou lo estaba reteniendo en su casa y se comportaba de esa forma solamente por querer ir a jugar con tierra lo hacían sentir mal.

No decía que se sentía infeliz dentro de su nuevo hogar junto con él, pero comenzaba a sentirse incompleto cada vez que miraba por fuera de la ventana y veía la belleza de la naturaleza de la cual había sido alejado sin saber si por su propio bien o por otra razón. Sólo quería salir a jugar, no quería traicionar a nadie.

-¡Vete a tu cama! –Le ordenó Bakugou enojado apuntando hacia las escaleras.

-¡No! –Se negó Kirishima gritando igualmente.

-¡VETE A TU CAMA!

Lamentablemente para el pelirrojo, su escasa capacidad de comunicación humana le impidió poder expresar lo que en ese momento quiso gritarle devuelta a Bakugou, y en el caso de que hubiera tenido la oportunidad de hacerlo posiblemente le hubiera gritado que lo odiaba. Pero no pudo hacerlo porque su lengua materna se lo impedía, así que simplemente corrió escaleras arriba para ir a meterse a su cama dejando al cenizo solo en la entrada, sosteniendo su expresión enfadada por un buen rato hasta que se percató de que posiblemente la había cagado una vez más. Era cierto que Kirishima no le había dicho nada y simplemente se limitó a gruñirle antes de irse, pero entendió perfectamente el mensaje de odio que le dirigió con su mirada canina antes de desaparecer escaleras arriba.

Se alejó de la puerta una vez colocó el cerrojo, fue nuevamente hasta el comedor para seguir con su trabajo con sus hombros jodidamente tensos. Dejó sus manos, o más bien puños apretados sobre la mesa y fijó su mirada sobre el informe, agarró la pluma dispuesto a olvidar esa mierda de aquel imbécil y seguir con su trabajo, pero la presión y la exaltación pudieron más que él y terminó por lanzar con fuerza el lapicero hacia el frente. El pequeño objeto rebotó sobre la mesa y Bakugou azotó uno de sus puños sobre la misma, para luego pasar la misma mano por su rostro y dejarla sostenida en su frente con una frustración de mil demonios. No se sentía bien y las cosas habían empeorado.

Ese imbécil lo estaba jodiendo, estaba harto de tener que lidiar con sus porquerías y verse perturbado por cualquier cosa insignificante y estúpida que hiciera. Las ganas de plantarle la cara contra el suelo le sobraran y no quería seguir soportando sus ridiculeces, o más bien ya no podía hacerlo. Ese bastardo lo hacía sentir que hacía todo mal cada vez que lo hacía sentirse mal o cuando terminaba enojándose con él, ¿por qué demonios debía sentirse así por alguien tan insignificante como él? ¿Quién mierda era Kirishima para dárselas de pobre e inocente? Ahora se arrepentía de haberlo dejado en casa, ¡en verdad podía irse con quien quisiera y jamás volver a mostrar su puta cara cerca de su territorio, lo tenía hasta las pelotas!

Desquiciado, malnacido, desgraciado y arrastrado saco de pulgas bueno para nada... Podía perderse en el bosque y ojalá lo volviera a atacar un oso, y mucho mejor si fuera el mismo de la vez anterior que esta vez terminara con su trabajo de hacer trizas la existencia de ese hijo de puta que tan mal lo hacía sentir. Que se fuera al carajo y que no volviera a aparecer su asqueroso rostro por su casa o él mismo se encargaría de borrarle su porquería de rostro de un solo escopetazo. Que se muriera y que lo dejara tranquilo, ¡que se jodiera él y sus putos ojos de mierda!  

********************************

El cenizo tenía casi todo el almuerzo listo, ya había preparado el arroz y el curry, solamente le faltaba preparar la ensalada y todo estaría jodidamente finalizado y podrían de una vez almorzar "tranquilamente".

Estaba picando los vegetales sin relajar su ceño que ya comenzaba a doler de tanto tiempo estar fruncido, pero a Bakugou parecía importarle una mierda y simplemente ignoraba aquello pues estaba concentrado en lo que estaba haciendo y además, porque seguía enfadado y no podía dejar de pensar en lo estúpido y ridículo que era Kirishima. Y él también, por supuesto, ¡pero más Kirishima!

Había pasado más de una hora y hasta ahora no había escuchado ningún tipo de sonido provenir del segundo piso y tampoco pasos provenir del techo, seguramente esa bestia llorona seguía amurrada entre las sábanas y sería un verdadero problema tener que obligarlo a bajar a comer. Aunque ese día no estaba con ganas de pelear y si ese retrasado de mierda no bajaba a almorzar cuando se lo pidiera, lo dejaría con las ganas, no le daría ni una basura para comer más tarde y que se muriera de hambre por ser un rencoroso asqueroso que pensaba que podría obtener todo lo que quisiera mediante sus lágrimas ridículas y sus lloriqueos de marica.

¡Que se jodiera! Bakugou ya estaba harto de su estupidez y no le volvería a dar el gusto en nada, que se pudriera él y su existencia paranormal alejada de las manos de Dios y de cualquier otra entidad a la que se le haya ocurrido crear tal esperpento. No había aceptado criar a un hijo de puta desgraciado y malcriado, y si quería joder a alguien solamente por cumplir sus caprichos pues que tomara sus cosas sucias e impregnadas por su asqueroso olor y que se largara donde el estorbo de Deku o a cualquier otro lado en donde le aguantaran su basura.

-¡QUE TE DEN, MALDITO BASTARDO! –Gritaba mentalmente mientras picaba los vegetales a tal velocidad furiosa que fácilmente podría rebanarse un dedo. -¡Desgraciado! –Se quejó mientras detenía su masacre para meter los vegetales a un colador para lavarlos.

Estaba harto de todo y de todos, odiaba tener que sentirse así de agitado por cosas inútiles. Kirishima era un inútil y alguien que no merecía su atención, un estorbo de la naturaleza que se enojaba por todo cada vez que le negaba algo. Que se jodiera ese imbécil, ¿acaso era un niño? ¿Cuántos años tenía como para comportarse así? Ni siquiera Tarzán por muy salvaje que fuera se comportaba de esa forma tan infantil y exagerada como él.

Pero, ¿era factible comparar a alguien de la realidad con un personaje de una película? Bueno, ¿a quién mierda le importaba? Kirishima no era nada más que un dolor en el culo el cual podía irse directo al infierno o de la cueva de la cual hubiera salido.

Volvió a poner otro tipo de vegetales sobre la tabla para picarlos aun siendo controlado por su ira, pero lentamente fue bajando la potencia hasta que se detuvo sin quitarle la vista de encima a la cuchilla.

¿No era algo hipócrita desear que se largara cuando hace unas horas se había inquietado del sólo hecho de pensar que ese marica de Deku estuvo a punto de llevárselo? -...

Sabía que estaba enojado, ambos lo estaban, y posiblemente estaba pensando y diciendo cosas demás que ni él mismo se creía. Sabía con exactitud a lo que se refería con eso pero, realmente estaba molesto y simplemente estaba lanzando ideas explosivas al azar dejándose llevar por su ira. Puede que muchas de ellas fueran ciertas, pero del mismo modo muchas de ellas eran simples blasfemias de las cuales era consciente pero que se negaba rotundamente a aceptar. Era normal en él negarse a aceptar cuando se equivocaba, se le era difícil aceptar su error, pero es que estaba tan cabreado...

Suspiró cansado de todo aquel embrollo del cual parecía no hallar salida, sentía como si siguiera enredándose más y más, perdiéndose entre sus ideas llegando al mismo punto en donde se reunían la culpa y la negación.

-...?!

El momento de reflexión express de Bakugou se vio abruptamente interrumpido ante un grito desgarrador por parte de Kirishima desde el segundo piso. Soltó el cuchillo inmediatamente y corrió escaleras arriba esperando que ese imbécil siguiera con sus extremidades intactas, escuchando sus lamentos dolorosos caninos a medida que se acercaba a la habitación en donde lo encontró frente a la ventana agarrándose la mano con fuerza.

-¡¿Qué mierda hiciste, imbécil?! –Lo regañó enojado una vez llegó ante él y le revisó la mano que intentaba ocultarle, pero lo obligó a que le mostrara encontrándose con uno de sus dedos sangrando debido a que se había arrancado la uña completa desde la matriz. -¿Cómo demonios...? –Se fijó entonces que la uña se encontraba atascada en la base de la ventana, lo que lo llevó a deducir rápida y furiosamente que Kirishima había tratado de abrir la ventana forzándola. -¡¿Estabas intentando escapar, bastardo?! –El pelirrojo no respondió, desviando la mirada cabizbajo al ser descubierto. Eso hizo enfadar aún más a Bakugou. -¡Respóndeme cuando te hablo, maldito! ¡¿Te estabas escapando?! –Le apretó la muñeca sin querer para que le pusiera atención y respondiera.

-¡No! –Respondió el otro negando con la cabeza rápidamente a lo que fuera que Bakugou le estuviera reclamando comenzando a asustarse por su expresión y sus gritos. -¡N-No, Bakugou, no!

-¡¿Entonces por qué mierda estabas forzando la ventana, ah?! ¡¿Me ves con cara de estúpido, desgraciado?!

-¡No...!

Incluso si Eijirou estaba acostumbrado a los gritos y a la personalidad difícil de Bakugou, pensando muchas veces que le gustaba verlo comportarse como un animalito enojado, pero en ese instante sintió todo lo contrario a una expresión y situación agradable. Tuvo miedo de lo que estaba escuchando y de aquello que se negaba a ver cerrando los ojos con fuerza, no quería seguir viendo esa expresión por parte de Bakugou hacia él como si fuera a dañarlo seriamente. Tenía miedo, aquel miedo que sintió el primer día en que llegó a esa casa y pensó seriamente que iba a ser asesinado volvió y se intensificaba cada vez que Bakugou le apretaba más la muñeca.

Bakugou tuvo que detenerse en cuanto vio las lágrimas de Kirishima caer por sus mejillas, era la primera vez que lo veía llorar y supo enseguida que se había excedido, había perdido una vez más el control de sus emociones y ahora en lugar de ir a socorrerlo como era debido terminó por aterrarlo. Lo soltó de inmediato, estaba temblando y mantenía sus ojos cerrados con fuerza mientras se cubría o más bien se protegía de él con su otro brazo. Incluso si el mismo Bakugou sabía que no iba a hacerle daño y que, por ende, no debía sentirse mal por algo que no hizo ni pensaba hacer, sintió una enorme opresión dentro de su pecho como si hubiera hecho algo horrible.

No encontró palabras para explicarse, para explicarle a Kirishima que no iba a dañarlo y que simplemente se había descontrolado, no pudo pensar en nada pues se quedó en blanco. Fue extraño, completamente desgarrador que nunca había experimentado incluso dentro de sus años sirviendo como policía. Simplemente se quedó mirándolo pasmado, mientras que el pelirrojo se arrastraba sobre su trasero hacia atrás hasta chocar con la pared para luego recogerse de piernas sin quitarle la vista al rubio de encima, y no para decirle que estaba bien o que estaba enojado, sino más bien para mantenerlo vigilado por si se atrevía a acercársele.

Un silencio fúnebre se formó dentro del cuarto, Kirishima lentamente se fue arrastrando hacia el armario con cuidado y atento a todos los movimientos que Bakugou hiciera, pero el joven humano no supo hacer nada más que observarlo en blanco hasta que se metió dentro del armario y se escondió entre las sábanas.

Una vez Bakugou recobró el sentido se levantó y caminó hasta el refugio de Kirishima para tratar siquiera de convencerlo de curarle la herida, pero fue rechazado apenas el pelirrojo sintió su presencia a un metro de radio de donde se encontraba. Le gruñó profunda y amenazadoramente advirtiéndole que se detuviera, diera media vuelta y se fuera o respondería como defensa, haciendo a Bakugou recordar la misma situación que entre ellos sucedió los primeros 3 días de su estadía dentro de su casa. Esos días en que Kirishima lo veía como a su enemigo y nada más. 

*******************************

Le echó otro vistazo al reloj de la sala desde el sofá en donde estaba sentado, más bien echado con el botiquín a un lado. Habían pasado otros 10 minutos, que sumados a los demás ahora se volvían casi una hora y un cuarto desde que abandonó la habitación luego de aquel extraño pero terrible episodio entre Kirishima y él.

Había ido a buscar el botiquín a la cocina y se lo consigo a la sala, en donde tomó asiento y no volvió a levantarse pensando en qué mierda haría ahora para que ese pedazo canino de mierda volviera a mirarle. -...

¿Qué demonios estaba haciendo?

Se sentía incapaz de pensar en algo, había sido verdaderamente un jodido día de mierda y todo parecía empeorar tras pasar las horas. Se sentía jodido hasta la coronilla y se sentía impaciente de saber qué porquería se le vendría encima ahora, ¿dónde estaba la cereza del pastel, ah? La estaba esperando con los brazos abiertos, seguramente no podría ser más peor que aquello que hace rato había sucedido.

Se sentía un verdadero estúpido, tomar café no lo ayudaría en nada. Encender la radio sólo lo haría estresarse y cabrearse más, sentía que cualquier ruido podría sacarlo nuevamente de sus casillas. Tampoco podía dormir, las ganas se le esfumaron de la misma forma en la que se esfumaron sus ganas de hacer cualquier otra cosa, como caminar por la sala o terminar el maldito informe que seguía incompleto sobre la mesa del comedor. Aunque prefería abstenerse de hacer cualquier otra cosa que no fuera quedarse quieto y en silencio en el sofá, ni siquiera le entraban ganas de parpadear por temor a que fuera a cagarla también con tal solo hacer eso.

Día de mierda, ni siquiera sabía por qué carajos había cogido el puto botiquín si al fin y al cabo no iba a utilizarlo pues Kirishima no iba a permitirle tocarlo ni de broma, seguramente seguía asustado y esta vez sí iba a largarse con la escoria pecosa cuando viniera a visitarlo otra vez dentro de la semana.

Pero posiblemente eso sería lo mejor, al menos el pecoso sabría regañarlo sin necesidad de gritarle en toda la cara como un puto loco.

Incluso si esa no había sido su intención. -... -Bakugou no era un enfermo mental o un desquiciado contagiado de rabia, o al menos eso quería creer. No había actuado de esa forma solamente porque le hubieran entrado ganas de gritarle y asustarlo, no era tan despreciable como para hacer tal cosa sólo por gusto, es solo que... probablemente se había asustado por el grito que ese idiota pegó, y al verlo herido de esa forma cuando posiblemente pudo haber hecho para evitarlo sólo lo hizo inquietarse más. Claramente no estaba negando que había sido un imbécil al reaccionar de esa forma tan precipitada cuando pensó que Kirishima estaba intentado escapar, quizás ni siquiera estaba haciendo eso y simplemente... no lo sé, ¿quería aire fresco?

Se había hiperventilado y nada más, Bakugou no despertaba con ganas de ser un monstruo de vez en cuando. Podría parecer que sí, pero esa impresión sólo se debía a su personalidad y actitud que en verdad lo hacían merecedor de tal título. Pero podía aclarar con sinceridad que aquello que pasó dentro de su habitación no lo había hecho con intención, ¿pero quién demonios iba a creerle? Kirishima no lo entendería aunque se lo explicara con dibujos en la pared, y posiblemente tampoco querría ver su asqueroso arte ni su asquerosa cara.

En fin, eso era lo que se merecía por ser un imbécil.

Volvió a mirar el reloj de la pared, otros 10 minutos se acumulaban en su tiempo de exclusión de su propio cuarto.

Miró hacia el frente por un rato, observó la tele y el mueble que la sostenía. Ese bastardo había estado mordiendo otra vez las esquinas, maldición. Luego observó hacia la ventana, afuera seguía igual de brillante como hace rato ya que seguía siendo temprano por la tarde, y el almuerzo ya debía de estar congelado dentro de las ollas. Miró el botiquín que tenía al lado. Hace pocos días que lo había llenado de vendas otra vez, tenía lo necesario para curarle la herida a ese salvaje pero no el suficiente coraje como para disculparse.

Dios, cómo odiaba pensar en tanta mierda...

Miró nuevamente al televisor. –Rata asquerosa. –Le dijo a su propio reflejo ennegrecido sobre la pantalla.

Se quedó así unos momentos en silencio, miró al techo sin escuchar ni el más mínimo sonido provenir desde arriba, se levantó del sofá agarrando el botiquín y subió las escaleras sin más. No iba a seguir allí sin hacer nada, prefirió ir a probar suerte con ese idiota en lugar de seguir insultando a su propio reflejo como un demente. Sí, existían muchas probabilidades de que ese tipo lo echara a ladridos y mordidas de su propio cuarto, pero al menos habría hecho el intento de ayudarlo y ya no se sentiría tan basura.

Se quedó de pie debajo del umbral de la puerta observando el perímetro. Pudo observar desde allí que Kirishima estaba durmiendo de costado mirando hacia el exterior del armario, notando que también llevaba el dedo herido metido en la boca como si fuera un bebé con disfraz de cachorro. Bakugou trató de ignorarlo, era ridículo... Adorablemente ridículo.

Entró sin hacer mucho ruido acercándose con cuidado al armario, logró agacharse frente al pelirrojo sin despertarlo, pero a pesar de que logró llegar hasta él sin hacerlo veía casi imposible que pudiera sacarle el dedo de la boca sin despertarlo en el acto. Sería imposible, pero no podía echarse hacia atrás y debería arriesgarse a que ese retrasado despertara y le echara la bronca por violar su espacio.

Bakugou tomó la mano del pelirrojo con cuidado y con la lentitud más grande del mundo fue alejándola de su rostro para que de esa forma se sacara el dedo de la boca, lográndolo al cabo de un rato y ganándose una terrible mordida en toda la zona del pulgar en cuanto éste despertó y lo atacó instintivamente.

-¡Aghh, joder...! –Masculló Bakugou apretando los dientes viéndose obligado a aguantar el dolor punzante de los afilados dientes de Kirishima atravesándole la piel con profunda presión.

-...!! -Eijirou se percató de lo que acababa de hacer y abrió la boca de inmediato para soltar al humano, sintiéndose terrible por lo que le había hecho y profundamente arrepentido, sentándose en el suelo rápidamente para sostener la mano herida de Bakugou comenzando a llorar con culpa y dolor aplicando presión en la herida. -¡Bakugou! ¡Bakugou...!

-Demonios, Kirishima, no exageres... ¡No es para tanto! –Le pedía al otro mientras escuchaba sus terribles lamentos y lo observaba ver refregar su mano contra su rostro mostrando profundo arrepentimiento. -¡Oye...!

-¡Lo siento mucho, Bakugou! ¡Lo siento, perdóname, realmente no quería hacerlo!

Kirishima sabía y temía de que Bakugou no pudiera entender sus más sinceras disculpas respecto a lo que había hecho como defensa propia, pero para su buena suerte Bakugou pudo interpretar sus lágrimas y sus sollozos como tales. Pero incluso si se estaba disculpando por algo que él mismo se buscó y de lo cual él mismo había inferido las consecuencias de perturbar su sueño y espacio, no iba a aguantar nuevamente su escándalo. Estaba bien que se expresara y todo, pero detestaba el ruido y mucho más si se trataba de alguien llorando. -¡Oye, está bien! ¡Estoy bien, idiota!

Bakugou detuvo al pelirrojo jalándole una oreja, Kirishima soltó un leve quejido para después tomarle atención a Bakugou que en verdad no parecía enojado por lo que le hizo, pero ver su herida en su mano le hacía volver a sentirme pésimo y con ganas de meter la cabeza en la tierra.

Eijirou había prometido ser el mejor compañero del mundo para Bakugou, pero había roto su promesa y lo había dañado. Se sentía horrible consigo mismo, merecía el exilio y morir abandonado en la cima de la montaña. No merecía ser llamado ni hombre ni compañero, era simplemente una vergüenza.

Bakugou frunció un poco el ceño al verlo bajar nuevamente la cabeza, ya estaba harto de tener que verlo hacer eso cada vez que se sentía apenado o culpable, ¿acaso no debía ser él el único enojado aquí? ¿De qué demonios se apenaba? -¿Por qué mierda te pones así, imbécil? ¡Te defendiste como se debe, cabrón! –Exclamó Bakugou más o menos jodido de ver que ese idiota podía ser tan nena como amenazador, siendo el cambio en su voz la que llamó la atención de Kirishima al escucharla completamente diferente de aquella vez en que lo agarró por la muñeca. -¡Debes dejar de ser tan jodidamente compasivo o todos pasaran sobre ti, pedazo de estúpido!

¿Ya no estaba enojado? Eijirou no lo entendía, había sido un cambio tan extrañamente radical que no sabía en qué creer.... Se hubiera mostrado feliz por ver que Bakugou no había vuelto a ser el mismo de un principio, pero se sentía inseguro, le asustaba pensar que Bakugou lo estuviera engañando y que de un momento a otro él volviera a gritarle y mostrarle ese lado suyo que le ponía los pelos de punta.

Katsuki notó la angustia plasmada y creciente en el rostro de Kirishima, no podía culparlo ni reclamarle nada, él fue el culpable de volver a despertar su inseguridad canina tras haberle tratado de esa terrible forma y ahora tendría que aguantarlo y buscar la manera en que se olvidara de ese episodio colérico del cual fue testigo. ¿Pero cómo hacerlo sin empeorar nuevamente las cosas?

Nuevamente se encontraron en un silencio incómodo. 

Se quedaron así por un rato, Bakugou se mordía el interior de la mejilla ante la incomodidad del silencio que tanto detestaba, mientras que el otro mantenía su mirada lejana y de vez en cuando miraba de reojo la herida que había causado en la mano del humano.

No dejaba de repetirse que había sido un verdadero día de mierda.

Al cabo de un rato, Katsuki decidió levantarse del suelo y recogió el botiquín sin que ninguno de los dos emitiera palabra alguna o hiciera un movimiento demás.

Kirishima observó aún sentado en la boca de su refugio cómo el cenizo se marchaba de la habitación y tomaba rumbo hacia el baño, emitió un pequeño quejido triste volviéndose a regañar a sí mismo por la falta que había hecho contra la mano de Bakugou, se había excedido y ahora sólo le quedaba asumir su gravísimo error y morir con la culpa carcomiéndole los sesos hasta que se muriera. Todavía tenía el leve pero potente sabor de la sangre del cenizo en su boca y eso lo hacía sentir cada vez peor, pensando que quizás el mínimo castigo que debía auto-infligirse por su crimen era arrancarse las 9 garras que le quedaban en sus patas delanteras o simplemente comer rocas hasta triturarse por completo los dientes. Siendo para él y para las reglas dentro de su raza castigos bastante simples, pero insanos ante los ojos mundanos.

Pero sus orejas peludas y puntiagudas se agitaron ante lo que pareció ser un casi inaudible llamado por parte de Bakugou. Giró su rostro hacia la puerta esperando no se tratara de una broma por parte de su cerebro perruno, pero para su buena suerte, su cerebro no le gastó ninguna broma.  Bakugou en verdad lo estaba llamando desde el baño, a regañadientes y con toda la vergüenza del mundo le llamaba sentado en el borde de la bañera ya con su mano semi vendada, esperando a que el saco de pulgas viniera de una buena vez y así pudiera dejar de sentirse como un idiota. Se sentía ridículo, ¿por qué debía ablandarse solamente por él? Qué desgracia, ¡qué decepción! 

La bestia pelirroja apareció en el baño, para Bakugou había sido una eternidad pero no podía quejarse por ello, después de todo, su leve compresión lo hacía reconocer que Kirishima quizás se sintiera confundido con toda la situación de la tarde siendo más que seguro que también ahora le mirara con recelo. Estaba en todo su derecho de hacerlo, pero tanta desconfianza en sus ojos inquietaban a Bakugou, quien tuvo que aguantarse ese mal sabor de boca durante todo el rato que le estuvo curando el dedo al mismo Kirishima. Puede que quizás no era del todo así, posiblemente Kirishima sólo estaba molesto y herido por haber sido tratado de esa forma solamente por haber querido abrir una ventana, pero fueran así las cosas o no Bakugou no podía dejar de sentirse apestado.

-Listo. -Dijo una vez terminó de ocuparse del dedo del pelirrojo, soltó su mano y dejó que este se fuera tranquilamente en silencio devuelta a la habitación. -...

Guardó las cosas dentro del botiquín y se levantó de su lugar para guardarlo dentro del mueble que sostenía el espejo, cerró e inevitablemente se encontró con su reflejo. Simplemente patético, él y la situación que lo llevaban a comportarse de esa manera.

Habían pasado apenas 3 meses desde que él apareció, se trataba de algo fuera de lo normal, un desconocido que apenas sabía hablar tonterías y con quien no tenía ninguna otra relación que pasara más allá de lo profesional, una carga que compartía con otro imbécil que ni se enteraba de lo que ocurría dentro de sus dominios. Y no estaba hablando de la casa. Se preguntaba si al pecoso le hubiera ocurrido lo mismo que ahora le ocurría pesadamente a él si se lo hubiera llevado los primeros días, ¿habría sido él quien se hubiese sentido confundido en estos momentos si se hubiera quedado con Kirishima? ¿Se habría librado de todo ese problema si fuese sido Midoriya quien se lo hubiera encontrado primero, o es que se trataba de algo que iba más allá de ello?

¿Por qué le daba tanta importancia a tal tontería? ¿Qué demonios le pasaba? Parecía ser que él era lo único extraño dentro de la casa, alguien a quien le costaba reconocer.

Posiblemente una desgracia.

El cenizo apareció por la puerta de su habitación encontrando al pelirrojo sentado dentro de su refugio improvisado, "¿ahora qué pasa?" vio reflejada la cuestión dentro de sus ojos apenados mientras que escondía su cola. -Kirishima, ven. -Lo llamó Bakugou desde la puerta haciendo una señal baja con su mano para que lo siguiera fuera del cuarto. El pelirrojo negó sutilmente con la cabeza, no quería abndonar su cama en donde se sentía seguro y en donde se estaba castigando absteniéndose de acercarse a Bakugou para evitar causarle más daño.

Demonios, masculló Katsuki. Lo que menos le gustaba era que las personas hicieran que las cosas fuesen más difíciles, pero debía bloquear su irritación y molestia si no quería tener que ser él quien fuera qur empeorara la situación. Suspiró. Debía pensar rápido, ¿qué debería hacer un profesional como él en un momento como este?

Katsuki se fue hasta las escaleras dejando a Kirishima con la mirada fija al suelo, pero rápidamente la volvió a levantar hacia el pedazo de pasillo que se podía observar desde la puerta (aún rota) abierta al escuchar que lo llamaban una vez más. -Kirishima, vamos. -Se escuchó desde el pasillo.

Eijirou se retiró de su refugio rápidamente  y salió de la habitación, Bakugou le estaba insistiendo mucho, y que hiciera eso fuera de un ámbito brabucón hacia él y sus faltas ya era motivo suficiente como para no hacerle caso. Llegó a su lado al principio de la escalera y lo miró confundido ladeando su cabeza. El humano volvió a pedirle qur lo siguiera y él obedeció bajando las escaleras detrás de él y llegando juntos a la entrada de la casa. Lo vio tomar la cosa de oro brillante con una mano y se quedó quieto antes de hacer otra cosa. -¿Bakugou? -Pronunció el nombre de su humano con tristeza. Si no quería dejarlo salir Kirishima lo entendería, no iba a obligarlo a hacer algo qur no quisiera y mucho menos si lo iba a hacer con esa fea expresión en su rostro. -No, Bakugou.

-Cállate, imbécil. -Respondió.

Apretó el pomo de la puerta sin mucha fuerza. Dejarlo salir tal como quería fue lo único racional en lo que pudo pensar, algo bastante lamentable pues muchas personas que conocían sus capacidades afirmaban que Bakugou era un hombre de reflexión y decisiones tan rápidas como correctas. Pero en ese momento fue la única respuesta que halló a su problema, ya que si el deseo de Kirishima por salir era tan grande como para intentar escapar por la ventana no le quedaba de otra que permitírselo. Lo miró esperando no equivocarse en su decisión, raramente dudaba de ellas pues se concideraba un genio y alguien capaz, pero esta vez esperaba confiar en lo que pensaba respecto al brillo de sus ojos y que Kirishima no huyera apenas abriera la puerta.

-Bakugou... -Volvió a insistir el pelirrojo jalánolo del pantalón.

-Cara de mierda, no me vas a convencer con esa insistencia de porquería. Quieres salir, ¿no? Pues vas a salir. -Respondió retornando su voz arrogante y mirada altiva.

Kirishima levantó sus orejas y su cola comenzó a moverse lentamente hasta agitarse con fuerza y felicidad, comenzando a gruñir emocionado y a moverse por el suelo impaciente porque Bakugou abriera la puerta, acciones y gestos que hicieron al cenizo soltar un suspiro lleno de alivio acompañado de temor. Ya no había vuelta atrás, ahora sólo debía abrir la puerta y que las cosas siguieran su curso tal y como la vida quería que lo hicieran.

Tragó saliva mientras que el pelirrojo daba vueltas detrás de él con prisa, asintió dentro de su mente y sin nada más que pudiera hacer o pensar para cambiar el rumbo de la situación que allí se llevaba abrió.

Apenas la puerta se abrió dándole paso a la luz a que entraba y llegara al rostro de Kirishima, junto con el aire fresco que se deslizó por sus facciones y el agradable sonido de la naturaleza se hizo presente, el chico abrió sus ojos brillosos llenos de entusiasmo y abrió su boca sonriente totalmente embelesado. Por fín podría volver hacia la dulce libertad.

-¡Kirishima! -Gritó Bakugou con pánico en cuanto el aludido salió corriendo velozmente hacia el bosque de golpe apenas la puerta le dio la oportunidad de hacerlo. -¡Detente, Kirishima! ¡Oye...! -Le gritaba con todas sus fuerzas corriendo fuera de la casa para ir a buscarlo, deteniéndose a tan solo metros de la casa una vez la silueta del pelirrojo desapareció por completo entre los frondosos árboles y arbustos, dandose cuenta con agitación y el ceño fruncido debido a la silenciosa angustia que había sido un gran error haberlo hecho.

Lo sabía, lo supo siempre y aún así lo hizo. Confió en que no lo haría, que haría cualquier estupidez dentro del radio establecido y seguro, pero eso no sucedió. Simplemente corrió y corrió alejándose cada vez más y en cueatión de segundos había desaparecido, dejándolo solo fuera de la casa y un desagradable dolor en el pecho.

No supo exactamente cuánto tiempo se quedó allí de pie y esperando.

¿Por qué? Bakugou realmente había pensado que no lo haría, que ese idiota iba a dar media vuelta al primer llamado, pero vio que se había equivocado, y quedarse allí esperando algo que no sucedería era una simple pérdida de tiempo. Debía volver, tenía  que terminar un informe y preparar sus cosas para mañana, no podía dejar bajonearse de esa manera por algo que ya había previsto que sucedería. Era estúpido, la vida seguía con o sin ese salvaje, después de todo, el agua y el aceite no podían mezclarse. No iba a dejarse llevar con una tontería sentimental como esta, era simplemente ridículo.

Katsuki dio media vuelta y caminó de vuelta a su casa, quizás ahora que tenía más tiempo de hocio para él solo podría ver una película tranquilo, aunque la verdad era que en ese momento sólo tenía ganas de irse a dormir y no hacer ni una mierda de informe. Estaba cansado, nuevamente después de tantos años volvió a sentirse cansado de todo.

Subió un escalón de la escalera de entrada de la casa viéndose incapaz de pensar en algo que no fuera en aquello que le estaba jodiendo el pecho, ¿podría detenerlo y esfumarlo con una taza de café bien cargado? Posiblemente no, pero de todos modos no le importaba.

Bakugou se detuvo en medio de la pequeña escalera de entrada al escuchar el creciente sonido de lo que pareció ser alguien corriendo en dirección a él, girándose rápidamente por instinto adquirido por todos esos años de labor policiaco, siendo Kirishima quien no le dio tiempo para prepararse para atajarlo cuando este se le lanzó encima creyéndose jodidamente liviano como para hacerlo. Pero eso no fue así, ganándose únicamente una terrible caída por parte de ambos sobre la madera con el emocionado y carismático pulgoso sobre el cenizo, quien tuvo que tomarse unos segundos para acostumbrarse al dolor de su cabeza que se azotó contra el piso tras la sorpresiva caída.

-¡Joder, maldita sea...! -Se quejó entre dientes apretando los ojos con fuerza. -¡¿Qué mierda pasa contigo?! ¡¿Acaso tú no...?! -Pero detuvo sus palabras cabreadas en cuanto él mismo respondió su respuesta al verlo allí, sobre él con una enorme sonrisa que le aseguraba que esa bestia estaba ahí y no se trataba de un espejismo ni de una mentira, constatándose de ello al escuchar su molesta voz llamando a su nombre y observando su rostro lleno de tierra y agradecimiento.

Y es que sus ojos no le mentían cuando le decían que estaba bien, que no iría a ningún lado.

¿Qué era esto?

-Maldita sea... No puedes quedarte ni 5 minutos limpio, imbécil... -¿Qué era este sentimiento?

Aquella cuestión tomó más intensidad y las dudas se congelaron dentro de su cabeza junto con sus insultos dentro de su boca en cuanto Kirishima se olvidó de sus limitaciones, acercándose a su rostro sin otras intenciones que no fueran agradecerle por dejarlo salir afuera dejando una pequeña y suave lamida sobre su boca. Kirishima volvió a su lugar y bajó sus orejas asustado por haberlo hecho enojar tras ver su extraña expresión, se había olvidado por completo gracias a su incontrolable alegría que Bakugou le había prohibido estrictamente que hiciera eso. Pero luego se tranquilizó y levemente se sorprendió una vez el cenizo volvió a parpadear y no recibió ni un golpe ni grito de su parte, más bien lo vio girar su rostro tratando de disimular el nuevo color de su rostro.

-Que no se te haga costumbre hacer esta mierda, imbécil... -Alcanzó a escuchar Eijirou gracias a su potente audición volviendo a sonreír y luego echarse sobre el pecho de Bakugou ante aquella agradable atmósfera que entre ellos se había formado, entrándole ganas de dormir allí mismo en cuanto sus orejas fueron acariciadas por tercera vez.

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