EL OTRO OT, el que pudo ser y...

By aurart24

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¿Qué pasaría si, en lugar de los chicos que todos conocemos, los nuevos concursantes de OT2017 hubiesen sid... More

Presentación
Capítulo 1: El casting final
Capítulo 2: El casting final. Entrevistas
Capítulo 3: Gala 0. Chapa y pintura
Capítulo 4: Gala 0. ¡Cruza la pasarela!
Capítulo 5: El Chat
Capítulo 6. Primeras horas. Reparto de camas
Capítulo 7: Primeras horas. Primera noche
Capítulo 9: Primer repaso de gala
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Capítulo 8: Primeras horas. Normas y rutinas

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By aurart24

Entraron con prisas, algo nerviosos e impacientes. Ya era oficial, OT había empezado y esos primeros días serían la clave para comprobar la salud del formato, para asegurar que podían captar la atención e interés de la audiencia y no les cerrarían el chiringuito cómo en el último intento... Ricky, acompañada del resto de profesores, fueron entrando a la academia cargando varios documentos sobre los que deberían hablar con los chicos. Recordatorio de las normas de la academia, horarios, funcionamiento de los móviles... Información variada y esencial en esta nueva aventura. Además, debían explicarles un par de novedades y hacer la revisión conjunta de la gala en presencia de todo el profesorado, para poder analizar mejor cada aspecto de la actuación. Sería una primera mañana completita.

Sonó el primer timbre, al llegar a la sala encontraron a los más puntuales ya sentados. Raoul cerca del ordenador estaba pensativo, expectante. Con todo el lío acontecido durante la noche no había dormido demasiado bien, pensando cómo podía rearmar su estrategia carpetil y, sobretodo, con quien hacerlo. A su lado se sentaban Thalia, Nerea y Marina que hablaban sin parar, comentando la gala, sus impresiones, atreviéndose a anticipar las canciones que querían cantar esa semana. El resto de concursantes estaban aún por llegar.

—¡Polluelos! —saludó Ricky al entrar con voz potente, mirándolos directamente visiblemente motivada— ¿Solo cuatro? ¿Y el resto?

—Están viniendo, era el primer timbre —explicó Raoul, muy aplicado él, ganándose la atención de todos los profesores, notando de nuevo aquella mirada intensa.

Siguieron las salutaciones y la conversación amena con los profesores pero Raoul estaba incomodo, como nunca, sintiendo la mirada del profesor canario fija en él, observándolo con una expresión en el rostro que no sabía descifrar ¿Qué le pasaba a ese tío? ¿Por qué le miraba de ese modo? Empezaba a molestarle tanta atención, bajaba el rostro, miraba a todos lados, hablaba con los demás profesores y compañeros, pero no podía ignorarlo, seguía sintiendo aquellos ojos fijados en él. Comprobó el reloj del móvil para confirmar que no estaba loco, no... Aquel tipo llevaba más de tres minutos sin apartar la vista, sin hacer ningún gesto o expresión que delatara su intención. El muchacho se movió un poco en el sitio, inquieto bajo aquel intenso e insistente escrutinio. Eso empezaba a ser bastante creepy, pensó.

—¿Faltaran sillas, no? —escuchó decir a Ricky mirando a su alrededor, como si esperara que una silla pudiera florecer del suelo y arreglar el problema.

—Faltan dos —afirmó Agoney, cerca de la puerta— Ahora las traigo.

—Son más pesadas de lo que parece, que te ayude Roi —advirtió la directora, Roi hizo una mueca de rechazo, odiaba cargar cosas... Odiaba hacer esfuerzos en general... Al notarlo Agoney sonrió, era su oportunidad.

—No se preocupen —dijo colocando la mano sobre el hombro del gallego— ¿Me acompañas, Raoul?

Éste se tensó de nuevo al ser nombrado, desconcertado. ¿Era broma, no? No quería ir con él, no le apetecía nada ir a coger aquella maldita silla y mucho menos si se lo pedía aquel tipo obsesionado. No le gustaba la sensación que sentía cuando él estaba presente, cuando le miraba, la forma en que lo hacía. No le había transmitido para nada una buena impresión. ¿A qué jugaba?

Con una desgana maquillada de actitud se levantó con la mejor sonrisa y caminó hasta su lado, fingiendo. Agoney le devolvió el gesto incrédulo, parecía que era capaz de ver a través de su máscara y eso le ponía muy nervioso, le hacía sentir vulnerable. Sintió su mano en la espalda, guiándolo, marcándole el camino hacia la puerta antes que pudiera pensarlo dos veces, echarse para atrás y volver a sentarse de nuevo en aquella especie de sofá o grada de la sala. Ninguno de los dos dijo nada hasta salir y dejar la puerta cerrada tras ellos.

—¿Cómo pasaron las primeras horas de convivencia? —preguntó Agoney para romper el hielo, con normalidad, entrando a la que sería la clase de las tutorías.

—Bien —se limitó a contestar Raoul, demasiado consternado y desconcertado para elaborar una mejor respuesta. Si no hubiese cámaras sería distinto... Ya le habría recriminado enfadado aquel descaro, pero allí dentro debía controlar su carácter, debía mostrar solo la mejor versión de él. En ese momento vieron pasar a algunos compañeros que iban hacia la otra sala. Raoul resopló y preguntó señalando las sillas— Solo dos?

—Sí, con dos bastará ¿No eres muy hablador, no? ¿O es solo conmigo? —insistió divertido, mientras agarraban cada uno una de las sillas. Raoul le miró incrédulo, sonrojado, visiblemente incomodo con la pregunta. No contestó, mejor ignorar aquello, pensó. Agoney lo notó y se acercó fingiendo que le ayudaba a cargar mejor el pesado objeto— Cógelo bien no te vayas a lesionar antes de empezar, sería una pena con las ganas que tengo de tenerte en clase sudando la camiseta.

Al irse dejó la mano sobre su hombro, deslizándola hasta su antebrazo, alargando aquel cálido contacto. Un roce sencillo, tímido. Un roce que activó todas las alertas del rubio que sentía el pulso acelerado y el calor invadir todo su cuerpo. No, no podía pasarle aquello... Eso no... Pensó visiblemente alterado, con la coartada del esfuerzo para disimular el tono rojizo que pintaba sus mejillas. Agoney sonrió satisfecho, dejándolo solo en la sala con aquella silla en brazos y una sensación de desconcierto total. Vale, el profesor le estaba tirando la caña, a saco, sin disimular. Mierda, mierda... Pensó soltando la silla y llevándose las manos al pelo, estaba agobiándose ¿Cómo podía lidiar ahora también con esto? Primero se le fastidia la carpeta antes ni siquiera de poder empezar y ahora esto. ¿Cómo podía vender su imagen de estrella pop juvenil clásica si empezaban a asociarlo con temática gay? Necesitaba su móvil, consultar sus redes y comprobar si ese giro de guion podía ser rentable, necesitaba asegurar que aquello podía hacerle ganar incluso más apoyo aludiendo también al público gay juvenil, pero no podía hacerlo allí encerrado, incomunicado, y eso le agobiaba. Debía hacer algo y no tenía los datos suficientes para asegurar el éxito de aquella jugada. Tras unos segundos de intentar recomponerse, una voz le devolvió a la realidad.

—¡Ei, nen! ¿Qué haces aquí empanado? —preguntó Alfred asomándose a la puerta, Cepeda a su lado también frenó un poco el paso al verle. Raoul avanzó hacia ellos, cargando la silla sin decir nada— Bua, estás todo rojo, nen ¿Tanto pesa esto?

Asintiendo con la cabeza el rubio salió a su encuentro, silla en mano, y los tres se dirigieron a la sala de visionado de gala. Iban entretenidos hablando del despertar de esa mañana cuando oyeron unos pasos rápidos, enérgicos. Aitana se acercó sin apenas mirarlos, sin querer levantar la vista y arriesgar a que sus ojos se cruzaran con los del gallego, quien la siguió con la mirada. Tampoco quería llegar tarde así que aceleró justo al pasar por detrás de ellos, sin poder evitar sentir aquel nudo en el estómago. Se le pasaría, lo sabía, en cuanto el chico friki volviera a hacer alguna de las suyas esa sensación se diluiría y quedaría en un espejismo lejano, pero hasta entonces parecía que su cuerpo no podía olvidar aquellos ojos dolidos y heridos que se clavaron en sus entrañas. ¿Se había pasado con él? ¿Se le estaba yendo de las manos todo aquello? No era idiota, sabía que había jugado al límite desde el principio, que había sido incluso cruel por momentos. Era consciente que su actitud bien podía merecer una disculpa, pero a estas alturas el orgullo era ya el amo y señor, su más temible aliado y jamás lo permitiría. No se disculparía, no aceptaría ni siquiera haber pensado jamás que esa era una opción real, no para ella, no hacía él.

Los tres chicos intercambiaron miradas sin decir nada cuando el segundo timbre les motivó a apresurarse y entrar rápidamente a la sala del revisado de gala. Mireya y Miriam ya habían llegado y se sentaron en la segunda fila, Raoul dejó la silla y se colocó junto a los muchachos cerca de la puerta y justo en el último segundo Juan Antonio se coló estilo lagartija, por los pelos, ganándose el aplauso de todos los presentes. Se acabó el tiempo.

—¿Estamos todos? —preguntó a pesar de conocer la respuesta.

Llegaría tarde, Amaia lo sabía, pero no había podido evitar quedarse haciéndose la remolona en la cama, disfrutando de las posibilidades que la soledad del cuarto le brindaba. Aún con las mejillas encendidas se apresuró a darse una ducha rápida y vestirse en apenas cinco minutos. En cuanto salió del baño escuchó el timbre y vio a Aitana y Juan Antonio correr por el pasillo. Qué horror... Ya llego tarde a la primera clase, pensó. Fue corriendo a la habitación para dejar las cosas y salir pitando pero al entrar se chocó con alguien, perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo.

—¿Estas bien? —preguntó Martí ofreciéndole la mano para levantarse, ella se quedó mirándolo sin poder reaccionar. ¿Qué hacía éste tipo aquí? Al notar la falta de respuesta el rubio se impacientó— ¿Sabes que no tenemos todo el día, no?

—Sí, sí... Lo siento —dijo Amaia reaccionando, cogiendo la mano que le ofrecía para alzarse. Sin pausa se apresuró a tirar las cosas de cualquier forma sobre la cama, después lo ordenaría, pensó, y se dirigió corriendo hacia el muchacho, percatándose en ese instante de un pequeño detalle — Oye... ¿Llevas todo este rato en el cuarto?

Martí se giró y la miró con una sonrisa mordaz, no hacía falta escuchar su respuesta pero aun así tardó unos segundos antes de contestar.

—¿Me preguntas si te he visto en la cama esta mañana buscando a Nemo? Pues mira no.

Amaia se quedó parada, unos segundos, para estallar finalmente en una sonora carcajada. Debería haber sido algo vergonzoso o incomodo pero aquella forma de decirlo no podía haber tenido más gracia, aquella ironía indirecta y sibilina. Martí seguía andando, sin prisa pero sin pararse, ignorando a una Amaia que iba y venía tratando de frenar el ataque de risa que la obligaba a ir parando a coger aire y correr después para alcanzarle.

—Qué risa... —dijo la chica apenas sin aire, llegando a la puerta de cristal de la sala principal, alcanzando al chico y poniendo su mano sobre el hombro del rubio— No se lo digas a los demás que igual se enfadan.

—Qué más da, estaréis tres meses aquí encerrados, os la cascareis todos como monos al final... —dijo Martí sonriendo ante el nuevo ataque de risa de la pamplonesa.

—¡Hombre, míralos! —escucharon la voz rotunda de Ricky, que sacaba la cabeza de la sala de revisado— Los reyes católicos se dignan a hacer acto de presencia. La próxima sus quedáis fuera que lo sepáis y encima con cachondeo que venís...

—Perdón, lo siento mucho de verdad, lo siento —se disculpó Amaia mientras se sentaba cerca de la puerta, junto a Alfred y Cepeda, para llamar el mínimo de atención. Martí en cambio caminó sin decir nada, con las manos en los bolsillos, y atravesó toda la sala sin ninguna prisa, con toda la parsimonia hasta colocarse en el último rincón.

— Bueeeeeno.... Pues ya estaría... Que bonicos estáis todos así sentaditos con la camiseta lila, me emociono —dijo Ricky ocupando su silla en mitad de la sala, frente a los chicos, rodeada del equipo que la acompañaría en esa aventura que apenas empezaba.

Los demás profesores sonrieron, conociendo a la mujer sabían las ganas con que había afrontado aquel nuevo proyecto, los deseos y cariño que había depositado en aquellos chicos a los que eligió durante el casting. Esa mañana tenían muchas cosas que contarles, Ricky empezó por presentar de nuevo al profesorado, explicaron cada uno con más detalle a qué iban a dedicarse, su función en la academia y algunas normas básicas sobre sus clases: horarios, si necesitaban alguna vestimenta, manías particulares de cada profesor... Durante toda la explicación Miriam no podía dejar de mirar a Ana, de admirar la belleza de aquella chica que le había robado el corazón. Sin poder controlarlo cogió la mano de Mireya, tratando de encontrar su complicidad.

—¿Qué pasa? —dijo Mireya sorprendida, sin rechazar el contacto— Como aprietes tanto vas a escurrirme la mano.

—Tía, esto es muy fuerte... ¿Pero has visto sus pestañas? Que las veo desde aquí, que son las pestañas más bonitas que he visto en mi vida. Qué volumen, qué longitud, mira qué rizado tan perfecto tienen, seguro que se puede calcular el número pi con ellas.

—Qué numero pi, ni numero pon. Frena un poco que se te está recalentando el disco duro —contestó Mireya, notando la mirada de Mimi, quien les hizo el gesto de silencio con una sonrisa en los labios— Joder, cállate que nos van a reñir.

—Es preciosa, una diosa... —siguió murmurando Miriam, ignorando al resto del mundo, sin saber que alguien más se había percatado de aquel interés suyo hacia la canaria.

Ajena a todo, Ricky siguió explicando cómo funcionaría el día a día en la academia, tema micrófonos, cámaras, móviles... También les recordaron algunas cláusulas del contrato respecto al 24h, qué temas debían evitar, cómo funcionaría el envío de objetos desde el exterior, posibles sanciones... Parecía que tenía cuerda para rato y los concursantes empezaban a desconectar.

—Estate quieto —se quejó Nerea, molesta por el constante movimiento de Juan Antonio, que no paraba de mover las piernas. La chica intentaba voluntariosa seguir atenta todo el discurso de la directora pero aquel vaivén constante le arrebataba toda la atención.

—No puedo más... Pedazo rollo nos está soltando la pava esta —contestó él nervioso, incapaz de estarse quieto tanto rato— ¿Cómo puedes resistirlo?

—Pues mira chico, haberte sentado en primera fila porqué aquí detrás nos molestas bastante —Thalía afirmó con la cabeza, apartándose ambas un poco del chico, claramente molestas.

—Hostia las pequeñajas éstas... ¿De qué vais? ¿Te crees la reina aquí o algo?

—Chicos, calma —intervino Marina, conociendo el carácter de ambos— Seguro que queda ya poquito, un ser humano no puede hablar tanto sin morir por agotamiento, os lo digo por experiencia que he visto muchos sermones de curas que casi acaban en tragedia, amén.

Sentado en otro lado Cepeda vio aquella situación sin poder evitar una sonrisa, al menos esta vez no la he liado yo, pensó. Siempre le había pasado lo mismo, era grande y torpe, tímido, ni guapo ni demasiado feo por lo que tampoco acababa de serle indiferente al resto. Siempre había sido el raro, el tío virgen y friki que la lía y parecía que dentro de la academia su suerte seguía en la misma dirección. Suspiró cansado, tenía sueño y luchaba por no pegar una cabezada de un momento a otro. No pudo evitar mirar a Aitana de reojo, esa mañana la había notado rara... Sabía que había estado ignorándolo y aunque por una parte se alegraba de poder gozar de algo más de tranquilidad se preguntaba qué había sucedido. Aun consciente del asco y repugnancia que ella decía sentir hacia él era la chica con quien más había hablado, con quien más se había relacionado y eso le alegraba. Prefería eso antes que la indiferencia que tantas veces había sufrido ya. No aspiraba a nada, no creía poder ser su amigo, ni caerle bien jamás, mucho menos que ella pudiera hablarle como a un ser humano normal, por eso se conformaba con poder mirarla de lejos y, por lo menos, no desmayarse cuando le dedicaba su atención. De golpe sus miradas se cruzaron, los ojos de Aitana se encontraron con los suyos y por primera vez no se escondió, decidió plantar cara. Notó la sorpresa en el rostro de la chica, un segundo de duda y en esa ocasión fue la misma Aitana quien bajó el rostro, fingiendo mirar algo en el pantalón antes de volver la atención a Ricky. Cepeda sonrió, feliz, satisfecho. De golpe una voz interrumpió su pequeño momento de triunfo.

—Como mola, nen ¿Ves las ondas del sonido? Son así como, así del palo.... Bufff.... ¿Sabes?—escuchó decir a Alfred, estaba mirando al techo, concentrado, señalando algo. Cepeda se fijó sin suerte, allí no veía nada.

—Buaaaa tío es increíble, parece que floten —dijo Amaia, mirando absorta al mismo punto que señalaba el dedo de Alfred. Tras unos segundos ambos se miraron y sonrieron, abriendo mucho la boca, flipados por su descubrimiento. Cepeda volvió a mirar aquel punto, como era de esperar seguía vacío ¿De verdad estaban viendo algo?

Raoul les miró de reojo, negando con la cabeza, aprendiendo a evitar el contacto visual de su interesado profesor. Esta vez parecía más discreto pero aun notaba alguna mirada perdida de vez en cuando. Suspiró, más le valía relajarse porque este concurso no sería todo lo placido que había imaginado...

—Bueno pues hasta aquí la primera parte ¿Sus habéis enterao de algo? —preguntó Ricky dando una palmada, llamando la atención de los concursantes que respondieron sin tener muy claro qué debían responderle— Bueno pues podemos seguir. Veamos... Este año tenemos una sorpresa, pa asegurarnos que estáis bien y que no sus falte de na, hemos decidido que cada alumno tendrá un tutor.

—¿Qué? —exclamaron varios de ellos, sorprendidos— ¿Tutor de qué?

—Anda ¿Y eso? —preguntó Amaia con sorpresa.

—Joder, esto se parece cada vez más a mi instituto... Empieza a no molarme un pelo —se quejó Aitana cruzándose de brazos

—Visca, qué gracia y qué original todo —se escuchó la voz de Martí, al fondo, aplaudiendo con alegría impostada. Amaia no pudo evitar volver a reírse al verlo.

—Oye, pues a mí una tutora me molaría —añadió Miriam, sonriendo a Ana que la miró devolviéndole el gesto, el corazón le empezó a latir.

—A ver, dejen hablar a la directora, aún no saben qué es esto del tutor —interrumpió Agoney, viendo el ambiente demasiado negativo.

—Gracias cariño —dijo Ricky sonriendo— Sabemos que OT es algo mu grande pero a veces es un poco jorobao de soportar, pa que negarlo. Hemos pensado que estaría mu bien si podéis tener cada uno un tutor que os ayude cuando queráis matar a alguien o os agobiéis con las canciones y todas esas cosillas. Pa que veáis que somos buena gente. Cada uno de vosotros tendrá un profesor de referencia, una mamá pato a la que seguir. Así pues, patitas cantad!

Los concursantes se miraron expectantes. Miriam no podía ocultar los nervios, mirando a Mireya de reojo para ir comentando cada segundo.

—Tía, tía, tía... Qué me da, qué me tiene que tocar Ana —empezó a decir muy rápido, en bucle.

—Cómo te toque te da un patatús que ríete tú del desmayo del virgen ayer...

—Joder pues yo quiero la bailarina —dijo Marina sin dejar de mirarla.

—Empiezo yo —interrumnpió Agoney, mirando fijamente a Raoul. No, no... Pensó el rubio— Conmigo tendrán tutoría privada siempre que ustedes lo deseen... Thalia, Nerea y Raoul.

El canario mantuvo la mirada con una sonrisa triunfal en el rostro, notando el estupor en los ojos del rubio. Mierda, estoy vendido... Pensó Raoul, incapaz de romper el contacto visual con su ahora tutor. Por su lado Nerea y Thalía estaban más que contentas viendo que les había tocado el profe buenorro como tutor, sonriendo y dándose las manos radiantes de felicidad. Todos aplaudieron.

—Sigo —dijo Mimi con voz potente, poniéndose en pie— Los concursantes que podrán contar conmigo. A ver, el resto también podéis hacerlo no os equivoquéis eh, buen rollo siempre. ¡Pero mis niños oficiales serán Juan Antonio, Martí... y Miriam!

El moreno pegó un brinco desde la segunda grada para abrazarse contento a su nueva tutora, contrastando con la apatía y desmotivación con que tanto Martí como Miriam habían recibido la noticia.

—Lo siento, hemos venío a jugar no pasa nada —murmuró Mireya por lo bajini, acariciando el muslo de su amiga.

—No, no pasa nada, lo acepto —susurró, mirando a Mimi mientras se sentaba de nuevo en su silla, acariciando sutilmente el brazo de Ana al levantarse ésta y ambas se sonrieron con afecto al sentir aquel contacto. Miriam no podía creer lo que había visto— ¡¡TÍA!! ¿Has visto eso?

—Ui... Que aquí hay tomate Orlando del que está bien exprimidito... Ui, ui, ui, ui... Donde te vas a meter tú... Aborta misión, por favor, abortando misión. Olvídate de la canaria que seguro está liada con la de baile que encima ahora es tu tutora... Esto tiene unos tintes telenoveros...

—No puedo Mireya, es el amor de mi vida.

—Pues cuando te metas la hostia contra el amor o la vida, no sé cuál te enganchará primero, asegúrate de pedir algo pal dolor y que no te salga morao en la cara que queda mu mal en camara.

—Ejem —empezó Ana, algo más tímida que el resto— Me alegra mucho poder anunciarles que mis estudiantes serán Aitana, Alfred y Mireya.

Mireya no reaccionó, mirando al frente sin querer comprobar el odio y envidia en la mirada de su amiga. Notó como ésta soltó su mano de golpe y se movía un poco para no estar tan cerca de su hasta ahora amiga.

—Miri... —musitó la andaluza— Luego preguntamos si nos podemos cambiar ¿Vale?

Pero Miriam no contestó tratando de digerir lo que a sus ojos era una alta traición, aunque involuntaria, de su nuevo mejor amiga del alma. Por su parte, Aitana miró a la canaria con indiferencia, le había tocado la tutora más rara con esos tics, pensó... Pero al menos se veía una buenaza, seguro que podía camelársela y usarla a su favor. Alfred tampoco parecía demasiado interesado en todo aquello, observó unos segundos a su nueva tutora, le saludó con el pulgar y enseguida volvió a despistarse con alguna cosa que comentó a Amaia y Cepeda.

—Los últimos serán los primeros —dijo Roi levantándose bruscamente, echando la silla para atrás con el movimiento— Si sabéis contar ya lo habréis deducido pero cómo no puedo estar seguro de ello os lo voy a decir igual. Bien, los elegidos sois Marina, Amaia y Cepeda. ¡Juntos al estrellato!

Roi abrió los brazos esperando recibir el abrazo entusiasta de sus pupilos pero solo Amaia respondió, levantándose con una sonrisa en los labios hasta dirigirse hacia su nuevo tutor. Parecía divertido, pensó.

—Vamos preciosa, vas a ganar ¡Chicos, abrazo de grupi!—animó Roi a los dos restantes, nada forzado... Sin muchas ganas tanto Marina como Cepeda se levantaron y los cuatro se abrazaron durante unos segundos. Marina aprovecho para acercarse al cuerpo de su compañera, olía demasiado bien... Al menos algo positivo, pensó— Sois tan divinos los tres, voy a ayudaros siempre en todo lo que pueda no os preocupéis por nada. Ai, que divinos.

Cepeda notó la mano del hombre sobre su mejilla, acariciándole con afecto, le guiñó el ojo y pasó a toquetear un poco el cabello de colores de Marina, murmurando algo sobre la tonalidad y vibración del color. Este tío es muy raro, pensó Cepeda.

—¡¡UUUUUUUUUH!!! Qué tarde es, mi arma. Sentaros ya chicos —exclamó Ricky viendo la hora, alejando sutilmente a los tres chicos de la zona— Espero que estéis todos contentos y os podáis sentir bien con los tutores que tenéis. Cualquier cosa o problema también podéis venir a mí que al final, pa que engañarnos, mando un poquillo más que ellos.

Mireya miró a Miriam sonriendo, tratando de calmar la tensión entre ellas.

—¿Ves? Luego hablamos con Ricky para arreglarlo —dijo flojito pero Miriam seguía congelada, mirando al frente, ignorándole lo más grande, esperando que se le pasara el disgusto.

—Bueno polluelos ahora llega el momento que estáis esperando —anunció Ricky sonriendo— llega el momento de enfrentaros a la verdad de la vida, vamos a ver cómo actuasteis ayer en la gala y lo podréis comentar aquí con los profesores de cuerpo presentes. Así que.... ¡¡Empezamos el revisado de la gala 0!!


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¡Empieza el repaso de gala! 

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