—Usted es infértil —su rostro serio con una mirada apenada, llena de compasión.
—¿Qué? —frunció sus cejas y observó a su pareja y luego al doctor frente a él—. No entiendo, ¿cómo que infértil? Soy un omega.
El hombre de cotona blanca suspiró con una expresión triste, acomodó sus lentes.
—Hay casos donde omegas o betas pueden ser infértiles... usted es uno de ellos, señor Jimin —movía sus manos mientras explicaba calmadamente.
Jimin pestañeó varias veces, podía sentir como sus lágrimas se avecinaban. Un apretón en su mano lo distrajo; su pareja le observaba con compasión y tristeza infinita.
—¿Cómo...? —pronunció sin poder seguir.
—Señor Namjoon, esto suele pasar y en el caso de su pareja es por...
—Por favor, no. —cortó Jimin sin la fortaleza de poder escuchar aquello—. Sólo... vamos, necesito estar en casa ahora —perdido, sin poder pensar en nada más que en la palabra infértil, se levantó y salió dejando atrás a su pareja y doctor.
Aquello no podía estar pasándole a él, era un omega, se supone que podía tener hijos propios, que esa era una de las felicidades de ser omega. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Justo ahora que había decidido dar el siguiente paso con su pareja y tener un hijo? Un cachorro, de ellos dos.
El ruido de un claxon y un tirón que le hizo estrellarse contra un fuerte cuerpo.
—¿¡Cómo se te ocurre cruzar sin ver!? —preguntó el alfa con su corazón latiendo a mil, tomó entre sus manos el rostro del omega y lo observó—. Amor, ¿estás bien? ¿Jiminnie?
Jimin parpadeó varias veces tratando de ahuyentar sus lágrimas sin éxito. Pronto su labio inferior comenzó a temblar y sus sollozos no tardaron en salir.
—L-lo siento... —sollozó—... Tu querías un be-bebé y yo n-o pu-puedo... Lo siento... —rompió a llorar sin importarle estar en la calle abarrotada de personas que, curiosos y sin disimulo, los observaban.
Namjoon sonrió y limpió con sus pulgares las lágrimas de su pequeño omega.
—Vamos a estar bien, Jiminnie, lo prometo —besó los abundantes labios de su pareja con delicadeza, como si al mero contacto se fuera a romper.
Jimin sorbió su nariz, creyendo de todo corazón las palabras de su alfa.
—¿Lo prometes? —cuestionó escondiendo su cabeza en el cuello del contrario.
—Lo prometo. —besó su sien, seguro de sus propias palabras.
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Confió en él. Creyó ciegamente en sus palabras. Voló en lo más alto, casi sobre las nubes y luego cayó en picada. Sus falsas promesas de amor y confianza... no fueron más allá que promesas rotas que terminaron rompiéndolo, más de lo que ya estaba.
—Me engaña, Tae... —pronunció entre sollozos, aferrándose a la marca en su cuello.
—Minnie... —sus ojos lo observaban con dolor—. Tal vez no sea nada, sólo tu inseguridad por... ya sabes... —hace una mueca—. Nunca me cayó bien Namjoon Hyung, pero no creo que sea ese tipo de persona; además, tu marca sigue ahí, lo que significa que no ha mordido a nadie más —trató de animar sin éxito.
—Yo lo sé, Tae; lo presiento. Ya no es como antes, ahora y con suerte llega a casa, no me ve como antes, ni me toca, Tae —hipó tomando otro vaso de cerveza.
Con un suspiro, Taehyung le quitó el vaso de cerveza de sus labios.
—Ya has tomado mucho, Minnie, no te dejaré tomar más.
—Pero... lo necesito, me ayuda a olvidar.
—Pero solo momentáneamente y de regalo viene con un gran dolor de cabeza que no te deja ni levantarte a la mañana siguiente —regañó suavemente.
El pequeño omega volvió a hipar y observó el vaso con anhelo, con un suspiro cedió ante el pedido de su amigo.
—¿Por qué no vuelves a ejercer tu carrera? Así te distraes de todo esto y dejas de pensar en esas cosas. Recuerdo que te encantaba lo que hacías, siempre tenías una sonrisa después de tu trabajo sin importar si era agotador y llegabas cansado.
—Lo sé... —recuesta su cabeza sobre la mesa—. Pero Nam me pidió que lo dejara, ya que le daba celos cuando llegaba a casa con el aroma de otros alfas sobre mí.
—Pero era inevitable, necesitas tocar a esas personas para trabajar con ellos, eres kinesiólogo, de eso se trata —bufó molesto.
—Lo sé y se lo expliqué, pero al final terminé cediendo para evitar peleas innecesarias y tontas.
—¿Innecesarias? ¿Tontas? Minnie, tu amabas y amas tu trabajo, es tu naturaleza querer ayudar a los demás sin pedir nada a cambio y es por eso que escogiste aquella carrera —se toma enojado el vaso que le quitó a Jimin.
—Ya sé... siempre me metía en conflictos por entrometerme en los problemas de los demás —sonríe posando sus codos sobre la mesa y su cabeza entre sus palmas.
—¿Cómo olvidarlo? —sonríe—, fue así como nos hicimos mejores amigos y luego yo era el que tenía que estar salvando tu gran trasero de los problemas.
—¡Ey! Mi trasero no es grande. —hace un puchero.
—Ajá, claro y yo no soy raro.
—... Si pones ese argumento no tengo como contradecirlo —frunce sus labios.
— Se supone que tienes que decir —carraspea su garganta cambiando su voz a una fina—. Oh, gran Tae, tu no eres raro y mi trasero tal vez no sea tan grande.
—Pero mi trasero sí es grande y tu eres raro —su tono obvio y somnoliento, se encoge de hombros cerrando sus ojitos ya con sueño.
—¿Ahora sí es grande? ¿Y tu humildad dónde quedó, hermano? —pregunta fingiendo indignación—. Ey... Minnie... ¿Minnie? ¿Estás despierto?
Jimin dormía tranquilamente; sus brazos sobre la mesa y su cabeza apoyada en ellas. Su espalda subía y bajaba con parsimonia y pequeños suspiros tiernos escapaban entre sus gruesos labios entre abiertos.
—Ay, Minnie, ¿no pudiste esperar a que llegáramos a casa para dormirte? —preguntó con un suspiro mientras recargaba su rostro en su mano izquierda, observando el tierno rostro de su amigo dormido.
—No... me dejes... —balbuceó entre sueño, frunciendo el ceño.
—Minnie... no sé cuanto debes de estar sufriendo al saber que no puedes dar a luz, siendo que lo que más amas en el mundo son a los niños —corre un mechón rubio delicadamente—. No me puedo poner en tu lugar... pero no me gusta verte así... —su garganta se aprieta, cómo si tuviera un nudo y sus ojos acuosos por las lágrimas—... eres mi mejor amigo, hemos estado juntos desde los quince años... tu me salvaste, Minnie... yo... y-yo en verdad odio verte así... —limpió las lágrimas de sus ojos—. Odio ver como ocultas tu dolor de mi e incluso Namjoon Hyung, prefieres quejarte de su relación que se va rompiendo a quejarte de tu profundo dolor.
—... No... llores... —Tae observa al pequeño omega frente a él, pero este seguía durmiendo.
Taehyung ríe cansadamente—. Incluso dormido te preocupas más por los demás que por ti mismo... —suspira—. Vamos a casa, ya es tarde.
Levantándose, sacó dinero dejándolo sobre la mesa, rodeándola hasta llegar al lado del dormido omega, lo tomó de la cintura levantándolo. Jimin, entre dormido, rodeó con su brazo los hombros de su amigo y recargó su cabeza en ellos.
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Sacar a Jimin de su auto no fue difícil, su amigo era pequeño a comparación de él y de los que lo rodean. Jimin era el prototipo de omega perfecto, con facciones infantiles pero llamativas, una personalidad que siempre atrae, una hermosa sonrisa y mirada que enamora. Perfecto, para él, por que Jimin se describía como la decepción de omega que no podía tener a sus propios hijos y su pareja lo engañaba.
Acomodando en la cama a su amigo, lo arropó y besó su frente antes de irse a su departamento.
Jimin despertó con un fuerte dolor, pero no era el dolor de cabeza esperado, era un intenso dolor en su cuello que era como si quemara por dentro. Con miedo, se levantó de la cama y fue directo a su baño prendiendo la luz, sacó lentamente su pequeña mano que cubría su zona adolorida.
—No... —susurró mordiendo su labio para no llorar. Su marca estaba desapareciendo lenta y dolosamente—. ¿P-por qué? ¿Por qué? ¿Qué eran todas esas promesas entonces? ¿Falsa ilusión? ¿Por que me hiciste eso, Namjoon? —preguntaba a la nada, mientras sus lágrimas recorrían sus mejillas hasta caer al suelo—. ¿Es por que no puedo tener cachorros, cierto? ¿Es por que soy un omega defectuoso? ¿Un omega roto? —se observó a través del espejo, sus ojos hinchados y rojos—. Soy un omega defectuoso, esa es la razón. Yo no debería de ser un omega.
Sus ojos eran vacíos, sin ese brillo particular que tenía y atraía.
—Debo irme... ya... no puedo ni quiero estar aquí...
Sus movimientos eran mecánicos mientras guardaba, o mejor dicho, tiraba algunas de sus prendas dentro de su maleta junto con sus objetos más preciados.
Sin importarle la hora, salió de la habitación y de la casa sin mirar atrás.
—¿A dónde va, joven? —pregunta el taxista observándolo por el retrovisor.
—A los departamentos Omela quinta calle, por favor.
—¿Está bien?
—No, pero... lo estaré... sólo conduzca, por favor —rogó observando por la ventana.
Ya... simplemente no podía... sabía que esto iba a pasar tarde o temprano, pero... dolía, dolía como el infierno. Namjoon fue su pareja desde los veinte y lo marcó a los veintiuno, han estado juntos durante seis años; hace dos años que había descubierto acerca de su infertilidad y había estado sufriendo un año de soledad por parte de su pareja. Hoy fue la primera vez que bebía frente a Tae porque sabía que bebiendo... su dolor brotaría gracias el alcohol en su sistema, pero ya no pudo aguantar más, necesitaba a alguien con quien hablar.
—Joven... ya llegamos —sorbiendo su nariz, limpió sus lágrimas con la manga de su sudadera.
—¿Cuánto es? —el taxista bajó la maleta de Jimin, dejándosela a su lado y sonrió ladino.
—Espero que esté mejor... —susurró subiendo a su auto, alejándose del omega.
Con sus manos temblorosas y cuello doliendo, junto a su destrozado corazón, se adentró al edificio; inclinó su cabeza hacia el portero y se metió a la caja metálica.
De manera perezosa la puerta frente a él fue abierta. Taehyung pestañeó varias veces antes de poder observar bien a su destrozado amigo.
—¿Minnie? —pregunta desconcertado, estaba seguro que hace algunas horas lo había acomodado en su cama y arropado hasta los hombros.
—Tae... —no pudo hablar más, su voz se quebró en llanto y se lanzó a los brazos de su amigo, quien lo recibió preocupado.
Observó la maleta en la entrada y luego a su amigo. ¿Qué había pasado?