Can't Fight Against The Youth...

Por KilljoyDownpour

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Era una situación parecida, en la azotea de algún edificio con el viento fresco desordenando su cabello. Fres... Mais

Capítulo 1| Wake up
Capítulo 2| Brand new Season
Capítulo 3| Join us!
Capítulo 4| Give me a break
Capítulo 5| Let's do it
Capítulo 6| Escape
Capítulo7| Wanna?
Capítulo 8| Wow! That's cool
Capítulo 9| Bitter-strawberries
Capítulo 10| xo
Capítulo 11| Piece of Meat
Capítulo 12| Merry Christmas
Capítulo 13| Surprise, mthrfckr
Capítulo 14|Punching Day
Capítulo 15| Fireworks
Capítulo 16| Sarah
Capítulo 17| Twisted Oil Painting
Capítulo 18| Some fun
Capítulo 19| Dance to this Beat
Capítulo 20| The Hug
Capítulo 21| C'mon
Capítulo 22| Bike Ride
Capítulo 23| L. A
Capítulo 24| Seashore
Capítulo 25| Blooming
Capítulo 26| Our Dock
Capítulo 27| Sarah II: Disgusting!
Capítulo 28| People like Us
Capítulo 29| R e a l
Capítulo 30| The Band
Capítulo 31| Third time's the Charm
Capítulo 32| Better Crisps than Pouts
Capítulo 33| About Tears and Stuff
Capítulo 35| Resolution
Capítulo 36| Death of a Bachelor
Capítulo 37| Sit Back, Relax
Capítulo 38| We Love You, Lisey
Capítulo 39| Oh No
Capítulo 40| You are Art
epílogo I| brendon
epílogo II| lisey

Capítulo 34| F is for Frank (Forget the Fight)

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Por KilljoyDownpour

Por Lisey.

Nada más el llanto de Jessica podía oírse por la habitación, y entre el silencio estiré mi brazo para tocar el hombro de Dallon y llamar su atención. Sus ojos me observaron preocupados. Rodeé su cuerpo con uno de mis brazos y él me imitó, haciéndome esconder en su pecho.

Me aparté cuando escuché un portazo que provenía desde la puerta principal.

–¿Pasa algo malo? –susurró Spencer quitándose su chaqueta –, ¿Por qué todos tienen esa...? Lisey, ¿Por qué lloras?

Di un paso a un lado negando levemente, sintiendo un enorme nudo en mi garganta. Mi mentón comenzaba a temblar y debido a eso, pasé una de mis manos por mi rostro, intentando tranquilizarme. No deseaba verme patética, menos frente a Brendon y Jessie quienes me observaban expectantes. Parecía que en serio deseaban verme estallar en mil pedazos.

–Tengo que irme –dije al fin con la voz quebrada caminando hacia la salida–, nos vemos pronto, Spence.

–¿Qué? No –dijo él tomándome de un brazo –, ¿Para dónde vas? ¿Qué haces con esa maleta?

–Tengo que irme, ¿Entiendes? –susurré frente a él observándole suplicante.

Sus ojos azules parecieron conectarse con los míos. Así como había sucedido con Dallon, la expresión medio enfadada y confundida de Spencer cambió rápidamente a una triste, haciéndolo terminar con un suspiro de todo menos tranquilo.

Sin siquiera dejar de observarme, hizo puño sus manos y separó sus labios con duda.

–Brendon, ¿Qué es lo que le has hecho a Lisey? –exclamó duro –. Anda, dímelo.

El nombrado simplemente le observó en silencio con una mueca en su rostro y luego dirigió su mirada a mí, obligándome a apartar la mía. Ni siquiera podía resistirlo, me dolía el pecho, el alma el no ser capaz ni de dirigirle la palabra. A la vez, estaba llena de cólera, me sorprendía su poca capacidad de decir las cosas a la cara, de aceptar que él tenía la culpa.

Si en ese momento me hubiesen preguntado quién era la persona más cobarde del planeta, hubiese respondido que Brendon Urie.

–Pregúntale a Sarah –me desahogué –, y por favor, cerciórate de que esté enterada también.

Todos en la habitación volteamos a ver a Brendon quien se encontraba con la mandíbula apretada y las manos hechas puño, con la mirada clavada en la mía y el cabello más que desordenado. Estábamos estáticos, ahora nosotros expectantes.

Pensé en tomar mi maleta e irme de una vez, pero la reacción de Spencer me sorprendió de tal manera que tuve que soltar todo y correr a tomarlo por el brazo.

–¡Eres un hijo de puta! –alzó la voz, enfadado y acercándose a Brendon dispuesto a golpearlo –, ¿Qué fue lo que te dije respecto a Lisey? Te pedí no te atrevieras a hacerle daño, ¿Lo recuerdas? Dime imbécil, ¡¿Lo recuerdas?!

Dallon se interpuso entre ambos junto con Jessie quien chillaba y lagrimeaba desesperada. Parecía que todos menos Brendon nos habíamos sorprendido por el actuar de Spencer, y cuando éste empujó a Dallon para que se apartara de su camino, los alaridos que soltábamos comenzaron a subir de volumen, armando un verdadero griterío dentro del apartamento.

–¡No te atrevas a tocarlo! –chilló Jessie apuntándole con un dedo –, ¡Brendon no tiene la culpa!

–¡¿Cómo que no tiene la culpa?! ¿Acaso estás bromeando? –esta vez habló Dallon con un poco de dificultad mientras seguía resistiendo contra la fuerza de Spencer –, ¿Es en serio Jessica?

–¡Basta! –exclamé afligida.

–¡Que me dejes hablar con él! –me respondió Spencer, forcejeando e intentando escapar de nuestro agarre –, ¿Acaso no te crees tan hombre para engañar a una chica, eh, mejor amigo? ¿Por qué no abres la maldita boca y aceptas que tienes la culpa de esto?

–Spencer –susurré quebrándome cuando Brendon me observabó con los ojos cristalizados –, Spencer –repetí sintiendo el nudo volver a mi garganta –. ¡¡Spencer!!

Todos detuvieron sus gritos para voltearme a ver y cuando sentí la atención rompí en llanto de nuevo sin dejar de decir «detente», entre sollozos y con la cabeza gacha. La situación me había saturado y realmente ya ni siquiera soportaba estar de pie, sólo deseaba lanzarme al suelo hecha bolita y llorar hasta inundarme.

–Pero Lisey –susurró Dallon –, no es justo.

–No lo es –balbuceé con voz nasal y tomé mi maleta de inmediato, colocando un mechón de cabello tras mi oreja con mi mano libre –, pero creo que Brendon tiene más que claro que ha hecho mal.

–Lisey.

–No, Spencer –Brendon por fin se dispuso a hablar –. Deja que se vaya, está en todo su derecho.

Cuando desperté, la luz dorada que traspasaba el ventanal ya no estaba.

Mis ojos se habían vuelto a poner borrosos, por lo que decidí levantarme antes de ponerme a llorar. Sintiendo un dolor en la parte baja de mi espalda, de seguro por las horas que llevaba en la cama, caminé descalza y a paso lento hacia la puerta de la habitación. No me di el trabajo de buscar un reloj, pero sí pasé mis manos por mi rostro para sacarme el rastro de lágrimas secas y lagañas.

Di una gran bocanada de aire antes de salir a la sala de estar, me sentía nerviosa, no sabía cuánto había permanecido acostada y aquello me avergonzaba. De pronto la idea de ser una carga para Sean comenzaba a asustarme.

–Hasta que al fin te dignas a aparecer.

Sean me saludó desde detrás de la barra de la cocina, llevaba el cabello recogido en una coleta desordenada y un delantal de cocina amarrado a la cintura. Di un salto cuando sentí los brazos de Frank rodearme con fuerza, y le sonreí lo más sincero que pude sin poderme resistir a sus tiernos ojos ilusionados. Le vi sonreírme amplio y correr por la sala para terminar tendido en el sofá más grande, riendo como un niño.

–¿Qué hora es?

–Cerca de media noche –me respondió Sean, dándole un sorbo a su lata de Coca-Cola.

¿Qué día es hoy? Quise preguntar. Observe a mi alrededor sintiendo cómo me daba vueltas, mi vista estaba borrosa aún y el dolor de cabeza parecía querer volver. Cuando estaba a punto de abrir mi boca para quejarme y avisar que volvería a la cama, la imagen de mi atril y un viejo lienzo manchado aparecieron en mi panorama.

Sentí mi corazón voltearse y retorcerse dentro de mi pecho.

–Ah, sí –interrumpió Sean, rascando su nuca –. Fui por tus cosas hoy por la mañana.

–¿N-no...?

–No, él no estaba en casa.

Me apoyé en el sofá sintiendo que me faltaba el aire, agradeciendo el comportamiento de Frank pues no estaba segura si se encontraba enterado o no de la situación, pero aquel fuego dentro de mí se calmó un poco cuando colocó su mano sobre la mía con una sonrisa de comprensión.

Quise romper a llorar, sin ganas de acercarme a aquella tela que de seguro, estaba impregnada con el perfume de Urie.

–Supongo estarás hambrienta –agregó Sean luego de un suspiro –. ¿De dónde es que sacas tanto sueño? No olvides que comer también es importante para tu salud.

–Oh, si ya pareces mi madre –agregó Frank.

–No es a ti a quien le digo –Sean se cruzó de brazos –, tú si pudieras comerías todo el día.

–Que no me diferencio tanto de ti, eh, bestia.

Todo lo que consumí esa noche fue un vaso de agua.

Era en serio cuando decía no tener apetito, más bien, me daba náuseas el simple olor de los alimentos. Convencí a ambos de que al otro día estaría mejor, y me fui a dormir con la promesa de que al día siguiente iría a la galería por la tarde para «distraer mi mente y hacer lo que tanto me gusta».

Cuando amanecí el lunes, me arrepentí de haber prometido algo que ni siquiera tenía ganas de cumplir. No había mayor panorama para ese día, no más allá de quedarme en cama todo el tiempo, sin embargo Frank tenía razón, Sean sí se comportaba como una madre preocupada, eso me lo dejó claro a penas encendí mi celular luego de dos días incomunicada. La lista decía que tenía veintisiete llamadas perdidas de él y luego de unos segundos, su nombre apareció en la pantalla.

–Usted se está comunicando con Lisey McAllister quien no se encuentra disponible, por favor, deje su mensaje después de «beep» –contesté con voz perezosa.

–No me jodas, que de tan sólo escucharte ya me dio sueño –rió mi amigo al otro lado de la línea. De fondo escuché perros ladrar y los bocinazos de los autos, así que observé la pantalla y me fijé en la hora. No había duda que Sean iba camino al trabajo –. Me alegro de encontrarte despierta, eso significa que hoy sí irás a la galería.

–En realidad no, acabo de despertar.

Se quedó en silencio por un instante.

Observé el cielo de la habitación y torcí mis labios sintiendo una leve culpabilidad, a fin de cuentas lo había prometido y desde el momento en que había llegado con Sean, él no se centraba más que en hacerme sentir mejor. Quizás sí merecía aquel esfuerzo por mi parte, ¿Verdad?

–Pero irás, ¿Cierto?

–En realidad no –repetí –, no me siento demasiado bien.

Sí, Sean merecía que hiciera un esfuerzo por él pero no me sentía capaz ni siquiera de salir de la habitación de nuevo. Cuando iba al baño, procuraba no observarme frente al espejo, ni siquiera de reojo. Me sentía como una vergüenza, no había tomado una ducha en esos dos días y menos motivada me sentía al pensar en cambiarme de ropa para no parecer tan sucia.

Era un asco, y seguí siéndolo hasta el viernes por la mañana cuando un milagro sucedió y decidí salir a tomar aire en la terraza.

Hacía frío, estaba nublado y el pijama que llevaba no me abrigaba demasiado. De todas formas, permanecí apoyada en la baranda hasta sentir escalofríos, luego, tomé asiento en una pequeña sillita y observé alrededor.

No sabía que Sean era un fanático de las plantas, al menos nunca me había hablado de ello. Yo tampoco me había fijado y para ser sincera, ¿Quién lo haría cuando lo único que hacía era quedarme encerrada en la habitación de Sean?

Me di el trabajo de contar; diez macetas con frondosas plantas estaban ubicadas una al lado de la otra, unas en el piso y otras colgadas del cielo. A mi derecha, un pequeño helecho aislado se torcía por la brisa fresca.

–Hey –murmuré colocándome en cuclillas –, ¿Por qué tan desanimado, pequeño?

Soy una estúpida, pensé mientras enderezaba el tallo. Lo que me faltaba, ¿Ahora entablaría una amistad con aquel helecho? Al menos dejaría de sentirme sola, aunque la pequeña plantita no me daría el dinero para volver a Nueva York, por más amiga que sea.

Y recordé.

Intenté demorar lo menos posible en la ducha y vestir lo más decente que tenía limpio. No debía notarme deprimida y demacrada; aunque cuando me vi al espejo noté que mi rostro no ayudaría demasiado, por lo que preferí taparlo a la mitad con mi bufanda favorita y salir al mundo exterior, llena de miedo.

Nadie excepto Frank sabía que volvería a la galería, se lo había comentado por teléfono mientras caminaba con falsa seguridad y las mejillas entumecidas.

–¿Dónde vienes? –escuché su voz preocupada.

–Estoy en la entrada pero, no estoy segura de entrar, bueno, sí lo estoy pero...–miré a mi alrededor para cerciorarme de que nadie estaba cerca –, tengo miedo.

–Te recomendaría que no entra...¡Sean espera!

–Un momento, ¿Qué? –apreté el móvil entre mis dedos – ¿Frank?

Lo único que deseaba era correr lejos de ahí pero la curiosidad era más grande y ocurrió lo de siempre, argumenté el dicho de que «la curiosidad mató al gato» con la idea de que yo no soy un gato. Entonces, guardé el móvil en el bolsillo de mi chaqueta cuando la llamada se cortó e inflé mis pulmones, aguantando la respiración y dando un paso al frente. Mi corazón se aceleró y mis mejillas se calentaron, sin embargo seguía viva y esta vez, dentro de la galería.

Rogué al cielo que la secretaria no me haya visto hacer semejante pendejada y levanté mi mano para saludarle cuando un poco más allá, pasado el escritorio, un griterío llamó la atención de ambas. La chica me lanzó una mirada de sorpresa, dándose un tropezón cuando intentó levantarse para ir a observar con los ojos casi saliéndose de sus cuencas.

Yo simplemente me encogí de hombros y le seguí a paso rápido.

–Esto no puede ser posible.

Brendon Urie y Sean Thompson se molían a golpes frente a mis narices.

Todos los que los encontrábamos alrededor parecíamos tener las mandíbulas pegadas al piso, y es que la mayoría de los espectadores parecían estar alrededor de los setentas u ochentas años. Excepto por la secretaria, Frank y yo.

–Hay que separarlos –dije sin quitarles la vista de encima.

Me sentí en una película de acción...barata. Si hubiese tenido que premiar al mejor golpeador de seguro me llevo el trofeo a casa, ¿La causa? Si al principio me sentí asustada por lo que pudiese llegar a pasar, luego me relajé y hasta casi solté una carcajada. 

–Si me hubiesen pagado un dólar por cada golpe fallido, ya hubiese obtenido el dinero para volver a Nueva York.

–¡¡Sean está sangrando!!

Dirigí mi mirar a las puertas de las aulas cercanas; algunos ancianos asomados con rostro preocupado me ablandaron el corazón, sin embargo, cuando una melena medio rizada apareció en el radio no pude evitar rodar los ojos. Jessica había sido quién gritó y con toda la disposición de ayudar con el problema (nótese mi sarcasmo), se quedó de pie a un lado con un saxofón entre sus temblorosas manos.

–¡Voy a matarte! –la voz de Sean interrumpió el montón de insultos que pasaban por mi mente en el momento –. Eres una mierda, una completa...

«Uhhhhhhh», escuché por parte de los observadores. El golpe que dio mi amigo hizo que la nariz de Brendon comenzara a sangrar. Y entonces me alarmé de sobremanera, tanto así que pude desclavar mis pies del suelo y comencé a caminar en dirección al par. Dios, cada paso que daba me hacía arder la cabeza y es que no podía creerlo, ambos parecían sólo unos niños de primaria peleando por un caramelo.

–¡Llamaré a seguridad! –chilló la secretaria.

–¡Claro que no lo harás! –le respondí de vuelta con aire amenazador.

El montón de mirones se quedó en silencio a penas oyó mi voz. No puedo asegurar mi apariencia pero sí que a los demás les pareció inquietante, eso noté mientras me abría paso fácil entre las personas ya que éstas se alejaban levemente para despejar mi camino. Por primera vez luego de mucho tiempo había perdido la vergüenza ante los demás.

–Muy bien, asesino serial –comenté seria mientras tomaba a Sean por el cuello del sweater –. Dejemos de luchar contra lo imposible y larguémonos a casa.

Como un par de perros rabiosos, ambos se insultaron en murmullos sin dejar de observarse mientras que con Sean nos alejábamos a paso lento. Brendon se había quedado sentado en el mármol mientras Jessica le asistía y le preguntaba cómo se encontraba. Luego de algunos pasos, Sean pasó su brazo por mi hombro y me apegó a él mientras desde lejos le enseñaba a Urie el dedo medio. Rodé los ojos por su exceso de madurez.

–¡¿Qué es lo que se supone que pasa con ustedes?!

–No pude evitarlo –Sean se encogió de hombros –, pensé que era una buena oportunidad para...

–¡Para nada! ¿Entiendes? ¡Para nada!

Sean y Frank se me quedaron viendo en silencio entretanto el grupo de mirones se iba disipando de a poco. Aunque no quise observar directamente, supe que Brendon no quitó su mirar de encima hasta que abandonó la galería minutos después. Jessica le había seguido, casi tropezándose también con sus tacones (deseé que resbalara).

¿Acaso era demasiado difícil entenderme? Era cierto, sí, Brendon se merecía unos buenos golpes pero eso no significaba que realmente lo haría, mucho menos Sean, quien no tenía demasiado que ver en lo que había sucedido.

Me despojé de mi bufanda mientras daba un sonoro suspiro, me sentía acalorada por el enfado y aquello que me frustraba más aún era la mirada desentendida de Sean, como preguntándome qué era lo que había hecho mal. Frank por su parte había colocado una mano sobre mi hombro, siempre comprensivo.

–¡¡Amor!!

Me llevé la palma de la mano contra mi frente cuando observé cómo una falda rosa pastel atravesaba el pasillo. Frank rodó los ojos cuando escuchamos el asqueroso «chuik» de los babosos besos del par. Señoras y señores, esto se estaba convirtiendo en la segunda generación del complejo Dallon-Jessie, y me lamenté por eso.

–¿Qué es lo que te ha sucedido en la nariz? –preguntó Katherine, aún abrazada al cuello de mi amigo.

–Hola, Kate.

–Uh, hola Frankie –sonrió ella sin siquiera observarle –. Vamos querido, ¿me dirás qué es lo que te ha sucedido?

–Cuando pensé que no podría ponerse peor...

Mi comentario había sido fuera de lugar, sin embargo tampoco quise evitarlo; tenía el estómago revuelto, estaba molesta hasta el alma, quería llorar, al mismo tiempo reír y justo en aquel momento debía llegar ella con su maldita falda repetida y actitud de mierda.

Maldito sea el momento en que decidí salir del apartamento.

Junto con Frank nos alejamos sin despedirnos, supusimos que el par se encontraba demasiado ocupado para al menos fijarse en que no nos encontrábamos. Planeamos caminar un poco y sin rumbo para después volver al apartamento de Sean y bebernos un trago de algo que, según Frank, «nos haría olvidar aquel instante amargo».

–Brindo por mí, porque soy fabuloso y porque el vodka también lo es.

Nos habíamos acomodado sobre la alfombra, con la música favorita de Frank y con nuestras espaldas apoyadas en los sofás. Mi nuevo amigo, con toda la dedicación del mundo me había preparado una combinación de Sprite y vodka, terminando con un «disfrútalo» mientras me daba el vaso. Su concentración de barman profesional me había sacado más de una carcajada.

–Es como beber alcohol etílico –comenté al tercer vaso, sin poder evitar arrugar mi rostro luego de cada sorbo –, creo que prefiero la cerveza.

–¡La cerveza es para nenas, Lisey!

–Soy una nena.

–¡Claro que no! ¿Acaso crees que no te vi mientras arrastrabas a Sean fuera de la pelea? –se largó a reír – La mayoría de las personas lucían muy sorprendidas, ¡incluso el comentario que soltaste con Katherine me pareció atrevido! Pero aún así te apoyo, esa pareja me va como golpe en el estómago.

–¿Por qué? 

Desde el primer día en que le conocí supe que la relación entre Katherine y Sean no era del todo su agrado, aunque nunca lo había oído decir algo al respecto, no hasta ese momento.

Frank bebió todo el contenido de su vaso sin detenerse a respirar y lanzó un «Ahhh» cuando su trago acabó. En el fondo sonaba Last Night on Earth de Green Day.

–Katherine me parecía la persona más perfecta del planeta hasta que se emparejó con Sean –ambos nos quedamos en silencio. Realmente me había tomado por sorpresa, pues desde un principio creí que todas aquellas muecas que hacía cuando les veíamos juntos sólo se trataban de su rechazo a lo cursi. A medida que el tiempo pasaba, más le comprendía –. Hace un tiempo éramos cuatro integrantes en la banda, Sean sólo cantaba, Kate estaba en el bajo, Charlie en la batería y yo en la guitarra. Yo llegué un tiempo después de que su proyecto comenzara y desde ese tiempo Katherine ya estaba enamorada de Charlie, y bueno, yo comencé a enamorarme de ella.

–¿Y qué pasó con Charlie?

–Se fue a Canadá. En un principio pensé que Katherine se encontraría triste por lo que la invité a salir muchas veces y en la mayoría me rechazó. Esto no fue hace mucho, ¿Entiendes? Y de la noche a la mañana, Sean y ella aparecieron juntos como si se hubiesen amado desde el principio.

–Recuerdo que Sean me comentó cuando Katherine comenzó a enviarle «señales» –recalqué las comillas con mis dedos –, y él no se veía muy convencido.

–De lo que yo sí estoy convencido es que él no la quiere tanto como te quiere a ti.

–Bueno, siempre me ha dicho que soy su mejor amiga –arrastré las palabras con una sonrisa.

–No sé si me has contestado eso porque lo habías notado y te avergüenza o porque eres demasiado boba.

–¿Qué?

La puerta principal nos hizo dar un salto a ambos, incluso Frank se había puesto de pie y volteado para ver de quién se trataba. Completamente segura de que quien había entrado era Sean, lancé una carcajada poco disimulada y de borracha, apuntando a mi amigo con torpeza.

–Ah, tú debes ser Katherine.

La sonrisa en mi rostro desapareció cuando vi que no se trataba de mi mejor amigo. Era un chico alto, delgado y pelirrojo; vestía una camisa blanca con una corbata oscura desordenada y cargaba un maletín de cuero.

El ambiente tenso que se creó fue interrumpido de inmediato por Frank, uno demasiado borracho para mi gusto.

–Travis –arrastró sus palabras y el vaso que se encontraba en su mano se hizo añicos cuando impactó el suelo.

Me había llamado Katherine, ¿Era en serio?




Al fin bitches, he vuelto con otro capítulo después de un siglo.

La Universidad absorbe mi vida y la destruye, perdónenme por eso, y es que cuando creo que tendré tiempo vienen los problemas y pummm, fin.

Gracias por llegar hasta acá y un montón más a aquellxs que me leen y se unen en los comentarios. Me alientan a seguir mijos.

#RandomFact: ¿Recuerdan que mi fic es del 2011 pero que ahora lo reescribí? Bueno, en el fanfic del 2011 Sean y Kate jamás fueron novios 🌈.

Lots of lov <3 

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