Capítulo 15: La privacidad es un lujo que no todos poseemos.
La presencia de Larrose en mi habitación en el hospital aquel miércoles fue simplemente el presagio de que las cosas iban a cambiar para mí de ahora en adelante. La tranquilidad y monotonía de los últimos dos meses se fue al caño en el momento en el que Riley me agarró del cuello de la camisa y me estampó contra los azules casilleros de la escuela.
Mi madre llegó cuando comenzó a anochecer y Nick tuvo que volver a Ridgewell —quien, por cierto, había estado conmigo todo momento desde que desperté— y de inmediato surgió el tema del juicio, tal como me había dicho el director Monroe esa misma tarde. Después de que les explicara —incluso a Papá por teléfono, quien lamentaba no poder venir— por enésima vez que no pensaba meter a la ley en medio de algo como eso, decidieron dejar el tema por la paz.
Quien también ha estado conmigo en estos dos días ha sido Freddie, a quien irremediablemente tuve que presentar ante mis padres: deberían haberlo visto completamente colorado mientras mi madre apretaba sus cachetes como si fuera una ardilla y mi padre lo miraba receloso desde la pantalla de mi celular, podía imaginarlo limpiando la escopeta para salir de cacería.
Llegó el viernes y con eso se esfumó toda la tranquilidad y el ensueño que me había envuelto; era hora de volver al mundo real. Si bien me habían dado días de reposo, tendría que volver a Ridgewell y volver a afrontar a todos los chismosos, los profesores, los maliciosos y a Riley Piper cuando me llamen a hablar a dirección sobre el incidente.
Ya podía ponerme de pie yo sola sin que las piernas me empiecen a temblar, la vista se me nublase y la bilis subiese por mi garganta, aunque todavía necesitaba ayuda para algunas tareas que requerían mayor movimiento —como subir las escaleras, que sería una tortura— y tenía que hacer "reposo absoluto", en las palabras del doctor. Al mediodía me acercaron una bandeja llena de comida que tenía que comer obligadamente y una radio, la cual había pedido especialmente para escuchar la transmisión de los chicos.
Mi madre estaba emocionada por escuchar a los chicos, ya que les tenía afecto y solo había podido oír TLBC unas pocas veces por que la señal no llega a casa y el Internet muchas veces no es una opción con mis prehistóricos padres.
—Queremos dedicarle esta transmisión a nuestra queridísima Scarlett, que nos está oyendo desde el hospital a causa de alguien que no voy a nombrar... llamada Riley.—uy si, que sutil, Patrick.
—Esperamos que te recuperes rápido allí porque cuando vuelvas no te dejaremos respirar, Zanahoria.
—En especial Freddie, que está como alma en pena sin su amada. —comentó soñadoramente la rubia, haciendo que estallasen risas detrás de sí.
Oh, Dios mío. ¿Ellos realmente estaban diciendo esas cosas en el aire? Cuando vuelva iba a patear unos cuantos traseros por allí. ¿Y quien me va a golpear? ¿Tú? Recordé.
—Para conmemorar a nuestra pelirroja amiga, el día de hoy decidimos dedicarle una canción. —y Hit me with your best shot se escuchó de fondo, por lo que no pude evitar sonreír y carcajearme un poco. Agarré a mi madre de las manos y comenzamos a saltar y bailar por toda la habitación, pensando en los chicos en Ridgewell bailando igual de desacatados que nosotras.
La canción cesó pronto y pronto comenzaron a decir la conclusión del programa.
—Un caso clínico, Summer Hamilton.
—Una princesa, Scarlett Evergreen —Dijeron todos en unísono, haciendo que sonriera.
—Y un criminal, Patrick Wilson.
—¿Eso responde a su pregunta? Sinceramente suyos, el club de los cinco.
Don't You (Forget About Me) dio por finalizado el programa y en esos momentos añoré muchísimo estar ahí sentada, riéndome de tonterías con esas seis personas con las que compartía cada día ese intimo momento. Es extraño como algo tan simple como un programa radial podía cambiar tanto a las personas.
A mi me había cambiado, y yo lo percibía.
"Nuestras voces unidas traspasan paredes."
***
—Deja de moverte, princesa. —suplicó Fred mientras trataba de subir las escaleras conmigo a sus espaldas, pero es que sentir su cuerpo duro y musculoso debajo del mío me estaba comenzando a inquietar.
—No me muevo. —bufé contra su oído.
El aliento chocó contra el costado de su cuello y quedó estoico en su lugar, haciendo que se parara más recto, casi tirándome escaleras abajo en el movimiento.
—¿Te molestó eso?
—No. —musitó, reanudando los pasos arriba con rapidez y destreza.
—Pues a mi me ha parecido otra cosa.
Comencé a tirar mi aliento en su nuca y su oído, y pude sentir su piel erizándose debajo de mi tacto a pesar de que él maldecía y no dejaba de subir escalones de dos en dos, haciendo que de pequeños saltos por ello. Llegamos a la puerta de la habitación justo en el momento en el que estampé un sonoro beso en la parte posterior de su cuello, debajo de la nuca.
Un suave y ronco gemido salió del fondo de su garganta justo antes de que entrara a la habitación grandes zancadas, me tirara sobre la cama y me arrinconara sentándose sobre mi cuerpo.
Puso ambas manos a los costados de mi cabeza y me miró a los ojos, con los suyos brillando en un marrón oscuro que me hacia contener el aliento. Intenté en vano zafarme, por que ya había comenzado a temblar y ni siquiera me había tocado, lo que no era un buen augurio, pero el agarre del chico era increíblemente fuerte.
Cerré los ojos y comencé a pensar en mi tío Robert —quien era un cincuentón calvo, petizo, regordete y muy peludo— en un bikini rojo bailando sensualmente Pole Dance. Lo que bastó para enfriar rápidamente el color en mis mejillas y, de paso, darme un poco de asco.
Abrí los ojos lentamente. Fred miraba directamente a los míos otra vez, con la respiración agitada y una de sus manos en mi mejilla lastimada, acariciando el corte con el pulgar. La respiración se trabó en mi pecho cuando bajó la vista a mis labios y humedeció los suyos con su lengua.
—Así que andabas como alma en pena —traté de bromear, pero su rostro seguía implacable, lo que hizo que tragara saliva—. He oído por ahí que me has estado extrañando..
—No te das una idea. —contestó en voz ronca antes de atrapar mi boca con la suya, llevando el beso con una lentitud que estaba enloqueciéndome y sus manos acariciando mis brazos, que estaban a la altura de mi cabeza.
Callé a la pequeña voz que me pedía a gritos que me alejara de allí e incrusté mis manos en su despeinado cabello negro, apretándolo más a mi cuerpo, mientras él daba paso a su lengua, recorriendo mi boca sin ninguna consideración. El calor de la habitación subió instantáneamente unos cuantos grados mientras Fred pasaba sus manos a cada costado de mis caderas y yo introducía mis manos dentro de su remera, tirando de esta para poder tocar todo su torso sin ningún tipo de pudor.
El duro abdomen que me esperaba debajo de aquella tela me dejó prácticamente boquiabierta. No era el Freddie que había conocido años atrás, pero probablemente no estaría haciendo esto con ese chico porque todo esto era reciente, nuevo, y me encantaba.
Se puso de pie, tirando de la remera fuera de su cuerpo con cierta impaciencia y agarró mis caderas, haciendo que me siente a horcajadas sobre él. Besé con urgencia su cuello y su clavícula al tiempo en el que él recorría con sus manos mi cuerpo con cierta maestría que me tenía conteniendo el aliento. Subió a mi boca para volver a besarme, mordiendo mi labio inferior seductoramente, y en un movimiento ya no tenía la parte superior de mi atuendo. Cubrí mis pechos instintivamente a pesar de tener sujetador y el jadeó.
Sacó mis manos de su campo de visión y un jadeo se escapó de su boca.
—Eres tan hermosa. —su voz sonaba incluso más ronca y torturada que antes.
Mordí mi labio inferior tratando de regularizar la respiración, pero Fred no tenía esos planes, al parecer. Volvió a devorar mi boca con fuerza, agarrándome de la nuca, antes de darme vuelta y quedar él arriba mío nuevamente.
Bajó en una hilera de besos hasta mi mejilla, mi mentón, mi cuello, mi clavícula. Un involuntario gemido escapó de lo más profundo de mi garganta, haciendo que él clavara sus ojos en mí y apretara aún más su cuerpo sobre el mío largando un jadeo.
Pero nunca llegó de vuelta a mi boca.
—Monroe mandó a llamarte para que vayas a...
Mierda, mierda, mierda. Fred quedó estoico sobre mi cuerpo y tragó saliva, y bajó la mano con lentitud sacando mi blusa del piso y me la dio en silencio, probablemente resignado a lo que vendría a continuación. Calcé la remera como pude —dada vuelta, de hecho— y miré sobre el hombro de Fred para encontrarme con el rostro colorado de Johnny devolviéndonos una mirada entre anonadada y furibunda, a juzgar por que tenía la boca abierta y apretaba los puños, dejando blancos los nudillos.
—¿Qué le estas haciendo a mi mejor amiga? —preguntó cautelosamente el rubio, cerrando la puerta tras sí. Parecía una pantera moviéndose con sigilo antes de atacar a la presa y arrancarle la yugular con sus dientes.
—Dices que Monroe me buscaba. —dije poniéndome de pie, dando unos cuantos pasos hasta quedar frente a él.
Puse mi mano sobre su brazo y observé como se tensaba.
—Por favor, no hagas esto. —murmuré cerca de su oído.
Y por "esto" me refería a una escena, en la que intentaría romperle la cara a su amigo mientras me gritaba como si fuese una niña pequeña comiendo golosinas después de la hora permitida. Aunque, a estas alturas, no estaba segura si él mataría a Freddie o sería al revés, por el chico tenía la molestia pintado en el rostro: era todo un poema.
Logré que John se calmara y me mirara a los ojos. Elevé las cejas y cabecee en dirección a Freddie. Suspiró.
—Están tus padres y... hum, Riley —respondió captando el mensaje, sin dejar de mirar a este otro—. Quieren tu testimonio y tu... tu decisión.
Asentí con la cabeza y me miré al espejo, espantándome por lo que veía. Tenía las mejillas sonrojadas, los labios hinchados, el cabello enredado en una mata colorada y tenía la remera al revés. Me metí al baño a pesar de que no tenía tanta confianza de dejarlos a esos dos solos con la certeza de que no se iban a matar.
Me peiné el cabello en una trenza que colgaba a un costado, me lavé la cara, me maquillé apenas y me acomodé la blusa del lado que iba. Desde la dura puerta de madera me llegaban retazos de una conversación bastante acalorada, por lo que apoyé la oreja a esta para escuchar con más claridad.
—No tienes ningún derecho a invadir la privacidad que tenemos ella y yo, Johnny.
—¡No es mi culpa que no sepan usar el cerrojo!
—¡Podrías haber golpeado! ¡O te podrías haber ido!
—¿Y dejar que violes a mi mejor amiga? Ni soñando.
—La palabra violación esta muy fuera de lugar aquí, rubio, así que ni siquiera lo sugieras.
Me apreté más contra la puerta, puesto que las voces se hacían más y más lejanas.
—Así como nosotros no interferimos en tu vida... íntima, tú no puedes interferir con la nuestra. ¡Ni siquiera con ese ridículo argumento tuyo que es tu jodida mejor amiga! Somos prácticamente mayores de edad y tenemos la capacidad como para decir con quien acostarnos y con quien no.
—No es ridículo argumento, ¿comprendes? Es mi deber cuidar de ella como si fuese mi hermana, y eso incluye alejarla de todo aquel que quiera aprovecharse de ella.
—¡No me aprovecho de ella, Becker! Nosotros salimos, y la quiero.
Trastabillé y me golpeé el hombro contra la puerta. ¿Él había dicho que me quería? Es decir, sabía que lo hacía por que era mi amigo desde hacía años pero, la forma en la que lo dijo fue... diferente. Mi estómago se encogió y por poco si vuelvo a vomitar.
—Eso espero —suspiró Johnny, su voz haciéndose más fuerte segundo a segundo—. Por que yo no permitiré que le rompas el corazón. ¿Ya estas, Scarl...?
Abrió la puerta en la que estaba postrada y caí de cara al suelo, no sin antes pegar el grito en el cielo y agarrar del cuello de la camisa de Johnny, tirándolo para abajo conmigo. El chico frotó su codo y rió, acercándose a mí para ver sino me había golpeado en gravedad.
—Zanahoria, eres igual de cuidadosa que un elefante en una cristalería.
—Al menos conozco el término "privacidad". —murmuré entre dientes y fingí una sonrisa.
Sonrió y se puso de pie, luego extendió su mano y tiró de mí para que me parara. Tambalee un poco y me agarré de su hombro mientras la sensación de mareo volvía a mi.
—Estoy bien, estoy bien —dije elevando las manos al aire cuando ambos se aproximaron a mi—. Terminemos con esto de una vez.
Salimos de la habitación y caminamos todo el largo pasillo hasta llegar a las escaleras, pero antes de que pudiese comenzar a bajar Freddie me tenía agarrada entre brazos, con una mano debajo de mis rodillas y la otra a la altura del cuello. Maldije y me sacudí, esperando que lo notara y finalmente, pero alegó que "el doctor dijo que..." y con eso estuvieron evitando que ponga los pies en los escalones hasta que llegamos a la sala común.
En ella había un enorme grupo de chicas en el centro en el que estaban Molly, Chanel y el resto de las populares sin dejar de mirar sus teléfonos y chismear sobre quien era el más sexy, quien la más fea, la menos a—la—moda y otras trivialidades. Chanel captó con rapidez mi mirada al vuelo y me asintió con la cabeza con señal de aprobación, probablemente ya enterada del lugar al que iría —quizás por que habían mandado a llamar a su "amiga" momentos antes, duh—. Fruncí los labios y le devolví el gesto.
—Larrose vino a verme el miércoles por la tarde —largué de pronto mientras atravesábamos la plaza hacia la dirección, captando las miradas de asombro de ambos chicos—. No pueden decir ni una palabra a nadie, ¿vale? Si les cuento es por que confío.
—Puedes confiar en nosotros.
—Soy una tumba. —comentó Johnny cerrando su boca en su cierre imaginario.
—Me pidió que haga expulsar a Riley.
Johnny murmuró algo imperceptible a mis oídos y frunció la cara, arrugando la nariz, y Fred me miró con seriedad.
—¿Por qué querría eso?
—Dice que es una completa perra que no hace más que tratar de llevar a las porristas a la ruina, y creo que dijo algo de tener antecedentes y hacer bullying.
—¿Riley haciendo bullying? —preguntó el rubio ensimismado— Al menos sabemos que esa parte es cierta, por que hace unas dos semanas la vi haciendo que dos chicos del equipo de fútbol, dos suplentes, metieran a un par de críos a los lockers del vestuario.
—Si Monroe está enterado de eso, dudo que la dejen en paz por mucho tiempo —dijo Freddie en mi dirección—. ¿Seguro que puedes confiar en Chanel, princesa?
—Pues no lo se, pero tendré que arriesgarme.
Una pequeña vocecita comenzó a gritar dentro de mi cabeza "piensa en como te sentiste hace tres años, cuando era a ti a quien metían dentro de esos casilleros. Piensa en la Scarlett de 15 años, no puedes dejar pasar esta oportunidad." Decir que habían sido unas perras conmigo era quedarse extremadamente corto, pero no iba a terminar mi año vengándome de todo aquel que hizo mi vida un calvario.
Hacer que expulsen a Riley Piper era, sin embargo, un comienzo.
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