El sexy chico invisible que d...

נכתב על ידי AndreaSmithh

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¿Qué pasaría si descubrieras que hay un chico al que sólo tú puedes ver? Eso es lo que le ocurre a Lauren en... עוד

El sexy chico invisible que duerme en mi cama - Andrea Smith
CAPÍTULO 1 (reescrito)
CAPÍTULO 2 (reescrito)
CAPÍTULO 4 (reescrito)
CAPÍTULO 5 (reescrito)
CAPÍTULO 6 (reescrito)
CAPÍTULO 7 (reescrito)
CAPÍTULO 8 (reescrito)
CAPÍTULO 9 (reescrito)
CAPÍTULO 10 (reescrito)
CAPÍTULO 11 (reescrito)
CAPÍTULO 12 (reescrito) + Fechas Ecuador y México
CAPÍTULO 13 (reescrito)
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 (bien)
CAPÍTULO 18 (reescrito)
CAPÍTULO 19 (reescrito)
Capítulo 20
CAPÍTULO 21 (reescrito)
CAPÍTULO 22 (reescrito). POV KEITH
CAPÍTULO 23 (reescrito)
CAPÍTULO 24 (reescrito)
CAPÍTULO 25 (reescrito)
CAPÍTULO 26 (reescrito)
CAPÍTULO 27 (reescrito)
CAPÍTULO 28 (reescrito)
Capítulo 29 (REESCRITO)
CAPÍTULO 30 (REESCRITO)
Capitulo 31 (REESCRITO)
Capítulo 32 (REESCRITO)
Capítulo 33 (REESCRITO)
Capítulo 34 (REESCRITO)
Capítulo 35 (REESCRITO)
Capítulo 36 (REESCRITO)
Capítulo 37 (REESCRITO) FIN

CAPÍTULO 3 (reescrito)

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Retrocedí un paso inconscientemente, pegada al lavamos, alejándome lo máximo posible de la puerta. Luego recordé que no debía tener miedo. Al fin y al cabo estábamos en el instituto, donde había más alumnos, probablemente en aquel mismo momento caminando por los pasillos hacia la cafetería. ¿Y si solo venía a disculparse por haberme asustado el sábado?

Pero, en ese caso, ¿por qué lo hacía irrumpiendo en el servicio de chicas?

—Este es el baño de chicas —musité.

Había tratado de sonar serena y calmada, pero mi voz salió como un pequeño hilillo de voz, delatándome por completo.

El chico dio un paso hacia adelante, más cerca de mí, y me forcé a no retroceder. Además, la salida estaba justo detrás de él.

—¿Me lo dices a mí? —Preguntó.

Entrecerré los ojos, recordando la breve pero intensa conversación que habíamos tenido el fin de semana en el metro. Me había preguntado si podía verlo y yo había pensado que estaba loco.

—Cla-claro.

Tragué saliva. Divisé la puerta, a apenas unos metros, pero con un obstáculo bastante gigantesco en medio de mi posible camino de huida. En mi espalda la mochila con los libros comenzaba a pesar más de lo que recordaba.

—¿Por qué puedes verme?

Me estremecí. Oh, no... Era la misma pregunta que había hecho en el metro. Lo que se traducía a que en aquel momento no estaba borracho o con un chute de drogas. O peor aún, quizás lo estaba aquel día y también este.

Tomé aire y me aventuré a dar un paso al frente, y otro más. Necesitaba llegar cuanto antes a la puerta e irme corriendo, aunque tuviera que pasar a su lado. Mi siguiente opción sería gritar tan fuerte como pudiese hasta que alguien me escuchara.

El chico extendió una mano y frené en mi intento de huida. Todavía nos separaban un par de metros, pero esa distancia continuaba haciéndome sentir incómoda.

—Espera —dijo, y sonó realmente como una petición—. No es lo que pare...

Entonces la puerta del servicio volvió a abrirse. Se quedó callado e incluso se apartó hacia un lado para dejar paso a la chica que acababa de entrar.

—Hola —me saludó brevemente antes de entrar a uno de los cubículos.

Esperé a que cerrara la puerta antes de apartar los ojos. Ni siquiera había dedicado la más ínfima mirada a aquel chico, parado en medio del baño femenino. De haber sido ella, me hubiese quedado a la entrada mirándolo con cara de póker.

—Tengo que irme —murmuré cuando volví a la realidad.

No tenía por qué dar explicaciones pero sentía la extraña necesidad. El camino se había quedado libre, así que decidí reintentar la escapada. Sin embargo el chico volvió a colocarse en mitad del baño, tapándola.

—Déjame explicarte —pidió, y sus ojos azules se clavaron con dureza en los míos—. Eres la única que puede verme.

Incliné mi cuerpo hacia atrás mientras procesaba sus palabras, preguntándome de qué hospital psiquiátrico podía haber escapado. Aunque lo más probable era que se tratase de una broma de mal gusto. Quizás todo estaba organizado por Danielle. Intenté recordar cuándo era el día de los inocentes pero no me cuadraban fechas.

Procurando manejar mi voz a un tono bromista, dije:

—Vamos, no hace falta que sigas con eso...

Di un paso a un lado para bordearlo, pero él también se movió y me lo impidió. Fruncí el ceño y mis labios se convirtieron en una sola línea. En aquel momento no sabía que sentimiento predominaba más, si el de miedo o el de enfado, porque empezaba a tocarme un poco la moral.

El sonido de la cisterna me hizo volver la cabeza hacia atrás. Segundos después la chica que había entrado antes salió.

—¿Estás bien? —Me preguntó, mirándome directamente mientras abría el grifo del agua para lavarse las manos.

Asentí levemente y me volví hacia el muchacho rubio, que todavía seguía plantado frente a la puerta, bloqueando la salida. Había vuelto a adquirir una expresión burlona.

—Sí, es solo este chico. No sé que quiere.

Sus ojos se entrecerraron, mirándome primero a mí y después la dirección de mi dedo.

—¿Qué chico? —Repitió, muy despacio.

Me estaba tomando el pelo. Le señalé con más ganas, prácticamente apuntándole con mi dedo índice como si fuera una pistola. Eso hizo que su sonrisa burlona se ampliara mucho más.

—Eh... Pues este.

Elevó las cejas con escepticismo y se secó las manos con una sacudida en el aire.

—Me estás vacilando, ¿no? —dijo.

Oh, de acuerdo. Ahora lo entendía todo. No era más que una broma. Y de muy mal gusto, la verdad.

—Me estás vacilando tú a mí. ¿Estáis compinchados? Esto es cosa de Danielle, ¿verdad?

Mi cabeza se movió, botando de uno a otro mientras los señalaba intermitentemente con el dedo-pistola.

La chica, todavía con las cejas elevadas, se alejó del lavamanos y se dirigió a la salida. Me bordeó sin dejar de mirarme, como si fuese yo la loca. Era una actriz muy buena, no le dirigió ni una sola mirada. Y él también, porque se aplastó contra la pared para dejarla pasar.

Cuando salió del baño, resoplé exasperada.

—Admito que la trama está muy bien lograda, pero la bromita ya se os ha ido muy lejos —le dije, y crucé los brazos sobre el pecho—. Puedes decirle a Dani... No, ya se lo digo.

Intenté reemprender mi huida, pero ni así me dejó. Se interpuso de nuevo en mi camino, bloqueándolo. Sin embargo esta vez ya había cogido impulso y acabé chocando contra él y rebotando hacia atrás. Retrocedí al menos dos pasos antes de lograr recuperar el equilibrio.

Ya me había hartado.

—Mira, déjame en paz, eh... tú.

Mierda. Ni siquiera sabía cómo se llamaba. No podía darle un sermón sin ese pequeño dato.

—Keith —completó, como si fuese capaz de leerme los pensamientos—. Me llamo Keith.

Llevé la mano a mi boca con rapidez. ¿Qué clase de nombre era ese? La última persona que conocí que se llamase así... Era lo suficientemente mayor como para que no me extrañase.

—De acuerdo, Keith —repetí, tratando de armarme de paciencia—. La bromita ha llegado demasiado lejos. Se acabó.

Aflojé los brazos y los bajé a ambos lados de mi cuerpo mientras el suyo también adquiría una postura más relajada. Por fin habíamos llegado al punto final.

—No me crees —dijo con un tono marcado por la resignación y el desafío—. Es normal, pero te lo demostraré.

¿Qué de...? Pero antes de que pudiera protestar, me había agarrado de la muñeca y tiraba de mí fuera del servicio.

******

El pasillo estaba desierto. Estábamos en una de las zonas más alejadas del comedor, y todavía faltaban unos cuantos minutos para retomar las clases.

—Oye, suéltame —pedí.

Lo hizo, y acerqué la mano de vuelta a mi cuerpo rápidamente. Me quedé quieta, mirándole con recelo, porque no quería ir a ningún lugar con él. Estaba empeñado en seguir con la maldita broma que había perdido toda su gracia. En realidad, nunca fue divertida. Al menos para mí.

Keith se frotó la barbilla, con un gesto pensativo. La luz que se filtraba por las ventanas le iluminó el rostro e hizo brillar su pelo rubio, componiendo un juego de sombras que mostraban lo guapo que era.

Mierda, Danielle. Sí que sabía escoger los actores. Este chico por lo menos podría ser modelo.

—¿Qué puedo hacer para que me creas? Soy invisible.

—Dejar de decir que eres invisible sería un buen comienzo —comenté.

Sus ojos se movieron sobre los míos y formó una sonrisa triste. Tenía un buen futuro en la profesión. Retrocedí un paso para alejarme un poco más de él y ajusté las correas de la mochila sobre mis hombros. Pronto sería la hora de regresar a clase y podría pedirle explicaciones a Danielle.

Entonces una sonrisa iluminó el rostro del chico y mi estómago dio un vuelco. Aquel no era el momento idóneo para sonreír.

Pero no solo mi estómago dio un vuelco. A mi espalda, la mochila también lo hizo.

—¿Qué...? —Comencé sin terminar la pregunta.

Las correas de tela se deslizaron sobre mis hombros y brazos hasta caer al suelo con un duro golpe. Contuve el aliento, porque sabía que habían estado bien sujetas. ¿Cómo...?

Un cuerpo invadió mi espacio personal. El chico se había acercado a mí de nuevo, deshaciéndose de la distancia que había tratado de imponer entre ambos. Se agachó un poco, dejando el rostro a la misma altura que el mío.

—Debería comentarte que además de ser invisible... —hizo una pausa dramática, en la que me esperaba lo peor—. Hago magia.

Sí, claro. Y esto era Hogwarts y no un instituto público.

Me agaché para recogerla mochila del suelo y aproveché el movimiento para volver a poner distancia entre nosotros. Me eché una de las corras sobre el hombro, esta vez cerciorándome bien de agarrarlo con la mano, y le encaré.

—Sea lo que sea esto, se acabó. Para de una vez, porque no tiene gracia.

Y me fui de allí con paso rápido antes de que pudiera replicarme. Nada más doblar la esquina eché a correr, por si acaso me seguía. El corazón me latía agitadamente por el encontronazo. Ese chico... No me transmitía buenas vibraciones.

Enfrenté a Danielle en cuanto llegué a casa. Dejé caer los libros sobre el escritorio más cercano a ella y crucé los brazos.

—¿Es cosa tuya? —Pregunté directamente.

Dani dejó de escribir los deberes atrasados en la libreta para mirarme. Había complicidad en su expresión.

Lo sabía.

—Pillada —musitó, soltando el bolígrafo y mordiéndose el labio para evitar la sonrisa.

—No tiene gracia, Dani —le reñí, dejándome caer en la silla.

Había pasado un momento horrible, por no decir completamente raro. Existían las bromas pesadas, y luego las que no tenían ni pies ni cabeza como estas.

—¿Estás enfadada?

Más bien aliviada, pero no le iba a decir eso.

—¿Cómo se te ocurrió? ¡El sábado lo pasé fatal!

Apretó los labios, escondiéndolos de la vista. Parecía suficientemente arrepentida como para conseguir que no me enfadara del todo con ella.

—Lo sé, por eso lo hice. Solo quería darte un empujoncito...

—¿Un empujencito para qué? —Repetí—. ¿Para pensar que me estaba volviendo loca y que tenía un acosador persiguiéndome?

Sus cejas se alzaron para luego volverse a juntar hasta formar prácticamente una sola. Se estiró sobre el escritorio hacia mí y murmuró:

—¿De qué estás hablando?

Oh. Mierda.

—¿De qué estás hablando tú?

Retrocedió y se relamió los labios, rascándose la cabeza con la mano en un gesto distraído.

—Le di tu teléfono móvil a Elijah cuando te fuiste al servicio, y pensé que ya te había llamado.

Mi corazón dejó de latir durante unos segundos, para luego retomar el ritmo mucho más rápido, elevando mis pulsaciones y agitando la respiración.

—¿Entonces no tienes nada que ver con el loco que me abordó el sábado por la noche en el tren, diciendo que era invisible?

—¡Claro que no! —Dijo, y parecía bastante indignada.

Me mordí el labio inferior y dejé la vista clavada en la mochila, sobre el escritorio. Recordaba la sensación tan extraña cuando las correas se deslizaron por mis brazos... a pesar de estar perfectamente sujetas.

Sacudí la cabeza con fuerza para despejarme. Me estaba volviendo loca.

—¿Por qué lo dices? —Insistió Dani.

El profesor eligió ese momento para entrar por la puerta, imponiendo silencio tan solo con su presencia. Aproveché que me agachaba para dejar la mochila en el suelo y le contesté:

—Porque acabo de verlo ahora, en el instituto.

Y si esto no era una broma de Dani, la situación era más peliaguda de lo que pensaba.


¡Feliz #lunesinvisible personitas preciosas! ¿Qué tal comienza vuestra semana?

Os dije que intentaría subir los capítulos reescritos todos los lunes que pudiera, y puedo adelantar que al menos para los dos lunes siguientes es fijo que podré (a menos que se me olvide porque os juro que perdí la noción y hoy casi no me acuerdo jajajaja).

Me habéis preguntado varias personitas si estos capítulos cambiarían lo que es la trama de la novela, y ahora mismo no recuerdo si lo dije o no (ay, Andrea, come zanahorias), pero NO. No cambiará la trama original, solo habrá más detalles, y si hay cambios os prometo que son muy leves (aunque ya os he leído divagando sobre el padre de Lauren MUAJAJAJAJAJA, pronto sabréis más).

Tengo ganas de mostraros el siguiente capítulo, creo que os va a gustar y os va a recordar a la primera parte...

Un abrazo lleno de besos invisibles,

Andrea.

PD. Twitter e Instagram: andrealetitbe

PD2. Si sois de Guatemala, este sábado Artemis Libros va a hacer una reunión del Club de Lectura para hablar de mis libros y... ❤❤❤

Y este sábado estaré en BILBAO, en La Casa del Libro, a las 18:00h ❤

Y este jueves en Astrolibros, en VITORIA, a la tarde también ❤

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