CAPÍTULO 8 (reescrito)

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Una hora y tres copas después, estaba claro que aquella fiesta no era para mí. No conocía a casi nadie a mi alrededor, además de los amigos de Jordan. Danielle y Marco se estaban enrollando en un sofá donde ni con otras tres copas más me atrevería a sentarme, y para colmo no podía dejar de pensar en el dichoso chico invisible, y si continuaba fuera esperándome o se habría ido ya a... a hacer lo que sea que hacen los chicos invisibles.

Bueno, o a hacer lo que quiera que hiciese Keith. Si iba a tener que verlo en más ocasiones debería empezar a llamarlo por su nombre.

Pero... ¡maldición! Todo aquello era demasiado raro. ¿En que vida te imaginas que te encontrarías con un tipo al que sólo tú puedes ver? De pequeña tenía un amigo invisible, o eso decía mi madre, e incluso en alguna ocasión había fantaseado con ver fantasmas, pero... Esto era completamente distinto.

Keith era distinto a todo lo que te podrías imaginar.

Y guapo.

Maldición, las tres copas habían subido más de la cuenta.

Estaba dándole el último sorbo al final de mi tercera copa, replanteándome si acercarme a Danielle con un palo para separarla del tal Marco, cuando Jordan se acercó a mí. Llevaba una cerveza en la mano.

—Eres muy joven para beber alcohol, ¿sabes? —Bromeé, porque apenas nos sacábamos un año.

Jordan se cuadró de hombros, sonrió y se apoyó a mi lado en la pared. A nuestro alrededor la música sonaba a todo volumen, las luces apenas llegaban a iluminar algunos rincones y había tanta gente que el calor era abrumador. Por no comentar el hecho de que olía a hierba.

—Tú también —contraatacó, y alzó las cejas hacia mí.

Su lata de cerveza chocó contra mi vaso de plástico. Me sacaba al menos una cabeza de altura, y medio cuerpo de ancho. Se había apuntado al equipo de fútbol del instituto desde el primer año, y según Gabrielle, estaba muy concienciado a ganar una beca de deportes en dos años. Quería ser el primero en la familia que fuese a la universidad.

Dejé mi vaso en una mesa que tenía cerca y le di un codazo.

—¿Te diviertes en tu cumpleaños?

Se encogió de hombros y dio un sorbo a su cerveza. Siendo sincera, no parecía demasiado alegre. Sabía que irnos a otra fiesta no había sido una buena idea.

—Al menos la compañía es buena —contestó por fin.

Busqué con mis ojos a sus amigos, pero no vi a ninguno de ellos por el salón de la casa, donde estaba el alma de la fiesta. Entonces volví a mirarle a él y...

Se había inclinado un poco hacia mí.

—Gracias por venir a mi cumpleaños, aunque fuese para hacer compañía a mi hermana.

Tragué saliva, comprendiendo a qué se refería con compañía, pero me las alegré para formar una sonrisa en mis labios.

Oh, Dios mío. Con compañía no se refería a sus amigos, sino a mí. Las palabras de Danielle diciendo que le gustaba a su hermano retumbaron por mi cabeza, cobrando más y más fuerza.

—También vine por ti —contesté en un hilo de voz más bajo de lo que había pretendido.

Se acercó un poco más. Podías apreciar cómo le relucían los ojos en la penumbra.

—¡Lauren! ¿Nos vamos a casa?

Prácticamente di un salto cuando Danielle apareció de la nada, tomándome de la mano y girando completamente mi cuerpo hacia ella. Parpadeé y lancé un mirada cautelosa y rápida hacia Jordan. Se había vuelto a apoyar contra la pared y tomaba un sorbo largo de la cerveza.

El sexy chico invisible que duerme en mi cama  © | REESCRIBIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora