Un pequeño gran problema [COM...

By JunoBorieth

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La vida adulta no siempre es como uno se lo espera, y a más de uno le resulta caótico el proceso de adaptació... More

Antes de leer
Prólogo
Dedicatoria
Capítulo 1: Punto de partida
Capítulo 2: Hogar, dulce martirio
Capítulo 3: Saliendo del cascarón
Capítulo 4: Caras conocidas
Capítulo 5: Problemas mentales
Capítulo 6: Retomando asuntos olvidados
Capítulo 7: Sinónimo de Caos
Capítulo 8: La tarta tendrá que esperar
Capítulo 9: Eso es acoso
Capítulo 10: Primer día, alquileres e infiltrados
Capítulo 12: Causante de problemas
Capítulo 13: Eso es parte del trabajo, ¿No?
Capítulo 14: Vertiginosa sensación
Capítulo 15: R U mine?
Capítulo 16: Un día tedioso
Capítulo 17: Mi nuevo hogar
Capítulo 18: A Raquel le encanta el drama
Capítulo 19: Una nueva etapa
Capítulo 20: Un almuerzo bastante peculiar
Capítulo 21: Un pequeño gran problema
Capítulo 22: Más pistas
Capítulo 23: De pequeño, nada (POV AUSTIN)
Capítulo 24: Mala reputación (POV AUSTIN)
Capítulo 25: Atrapados (POV AUSTIN)
Capítulo 26: Abandonado (POV AUSTIN)
Capítulo 27: Pequeño detalle (POV AUSTIN)
Capítulo 28: El polluelo aprende a volar
Capítulo 29: Caída libre
Capítulo 30: Sospecha sospechosa
Capítulo 31: La ducha
Capítulo 32: ¿Duele?
Capítulo 33: Pollitos en fuga
Capítulo 34: Oscuridad
Capítulo 35: Caí en la trampa
Capítulo 36: Mintiendo a la ley
Capítulo 37: Mi lado médico
Capítulo 38: Condicionada
Capítulo 39: Momentos incómodos
Capítulo 40: ¿Esto es en serio?
Capítulo 41: Ilumíname
Capítulo 42: Un dulce despertar
Capítulo 43: Mi novio
Capítulo 44: Perdida
Capítulo 45: La edad no importa
Capítulo 46: No puedo responder
Capítulo 47: Atravesada
Capítulo 48: Eres una hija de perra
Capítulo 49: No hagas algo estúpido
Capítulo 50: Las promesas no siempre se cumplen
Capítulo 51: Podríamos dormir juntos
Capítulo 52: No tienes elección
Capítulo 53: Cotard
Capítulo 54: Necesidades
Capítulo 55: Los que no se olvidan
Capítulo 56: Compañeros
Capítulo 57: El siguiente paso
Capítulo 58: Te necesito en mi vida
Capítulo 59: No soy un crío (POV AUSTIN)
Capítulo 60: Sexo (POV AUSTIN)
Capítulo 61: Tratando de ocultarme (POV AUSTIN)
Capítulo 62: Familia
Capítulo 63: Terapia de shock
Capítulo 64: No puedo perderte de nuevo
Capítulo 65: Soluciones simples
Capítulo 66: Vienen por ti
Capítulo 67: Los fantasmas
Capítulo 68: De película
Capítulo 69: Las redes de Sam
Capítulo 70: Mentiras ocultas
Capítulo 71: Houston, tenemos un problema
Capítulo 72: Eso sí que estaba jodidamente mal
Capítulo 73: Gente equivocada
Capítulo 74: Corazón delator
Epílogo
Agradecimientos
Nota final

Capítulo 11: Primer día, decepciones e infiltradas

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By JunoBorieth

En el segundo tramo de horario de mi primer día, el doctor me había dado las historias clínicas de los pacientes internados en terapia para que los estudiara, ya que, al día siguiente estaría presente a la hora de los controles psiquiátricos y neurológicos. Me dejó sola en su consultorio, mientras yo transcribía los nombres de los pacientes y los detalles más importantes.

En la universidad nos habían enseñado que a los pacientes no debíamos tratarlos según su condición de salud físico/mental. Un ejemplo es que a veces, entre los doctores o los enfermeros, en vez de referirnos a los pacientes por sus nombres, los llamamos por sus enfermedades, por el número de camilla, o por rasgos personales.

"Cámbiale el suero a la mujer de las quemaduras", "la camilla número siete necesita un analgésico", "el rubio bipolar vino, necesita un aumento en su dosis de somníferos".

Si bien es difícil aprenderse los nombres de cada uno de los pacientes, es lo más humano. Se supone que los médicos trabajan para la salud y el bienestar de la humanidad, y humanidad es lo que a veces más nos falta, pues ya me incluyo.

De todos modos, ¿qué hacía el infiltrado con el doctor Alex? ¿Y si era un sociópata, y estaba espiándome?

Bueno. Esa era otra cosa que nos habían dicho en la universidad que no debíamos hacer; diagnosticar —en mi caso juzgar— a un paciente, sin haberlo tratado. Me reprendí a mí misma por mi falta de profesionalidad y terminé de anotar los últimos pacientes del doctor Alex. Una vez terminado, repasé todo de nuevo para asegurar. Al día siguiente teníamos que ir a controlar los avances de cinco personas con depresión; dos de ellas con ansiedad crónica y una con ataques de pánico, otras dos personas que padecían demencia, y una niña con autismo. Un total de ocho pacientes a lo largo del día.

El doctor Alex apareció nuevamente en su consultorio, sobresaltándome en el instante por su brusquedad al abrir la puerta. Estaba vestido con una camisa a cuadros y pantalón negro, encima traía su bata, y el estetoscopio colgando en su cuello, y así, me miró sorprendido al notar mi presencia en su escritorio.

—¡Vaya! Lo siento, no estoy acostumbrado a compartir mi consultorio —dijo notando mi pequeño susto, pero recuperando su compostura al instante—. Si ya terminaste con eso puedes irte.

Tardé en reaccionar, estaba analizando una a una sus palabras, y estaba completamente segura de que debí parecer una completa idiota. Pero es que, ¿sólo eso?

Pensé que mi primer día iba a ser más interesante, el recorrido lo pude haber hecho días antes, con Amber. Y las historias clínicas podía estudiarlas en casa. Me pareció una pérdida de tiempo valioso, contando que no aprendí nada.

—Sí, ya he terminado. —Una vez saliendo de mis pensamientos, junté todas mis cosas y llevé el bolso a mi hombro—. Supongo que hasta mañana doctor —dije tratando de que la decepción no tome el control en mis palabras.

—No te olvides, debes estar a las ocho —dijo antes de que cierre la puerta de su consultorio.

—Ni ti ilvidis...—repetí sus palabras para luego reírme de mí misma por mi inmadurez.

Caminé hasta el estacionamiento rápidamente, para irme lo antes posible a la casa de mis padres, pero cuando salí del edificio, una sensación me embargó y me puso los pelos de punta; me sentía vigilada.

Odiaba esa sensación, me hacía sentir nerviosa e incómoda, sin contar la parte de que me asustaba un poco. Miré a los lados para corroborar mi suposición y efectivamente, alguien me estaba observando.

Él estaba apoyado en un Jeep negro, mirándome desafiante. Y todavía no me sabía el nombre de aquel chico rubio tatuado.

***

Una vez en casa, después de higienizar a Jo, preparé mi ropa para el día siguiente junto con mis otras cosas. Sin saber qué más hacer, volví a agarrar un libro; esta vez me decidí por El prisionero del cielo, uno de los libros de la tetralogía de El cementerio de los Libros Olvidados.

Fui al jardín con Jo siguiéndome por detrás. Pero estar de nuevo en el jardín, me hizo recordar el mensaje de Austin, ese mensaje que me dejó con un poquito de miedo.

Vamos... No es que siempre fuera así de miedosa con todo, pero a Austin no lo había visto aún desde que llegué, y el tipo ya había conseguido mi número, y me había demostrado que estuvo observándome la noche del día jueves.

A pesar de haber cambiado sus pañales —bueno no, pero casi—, no conocía al nuevo Austin. Es decir, yo no era la misma persona que hace siete u ocho años atrás. Él también debió haber cambiado. ¿Quién dice que no se volvió un acosador?, ¿o un maniático de la carne de conejo? ¿Y si era un vendedor de armas ilegales en el mercado negro? 

Debía dejar de asociar a Austin con armas. Bueno, por lo menos esperaba que no existiese relación alguna entre él y las armas.

Con curiosidad, escalé un par de ramas de una de las enredaderas que cubrían el alto muro. Y con dificultad llegué a tocar el final de la pared musgosa, y haciendo un poco más de esfuerzo, pude levantar mi peso con las manos, apoyando mis brazos.

—Carajo —dije viendo que estaba en la pared que conectaba al jardín de la señora Harrison y no al de la señora Marga.

Tuve que bajar e ir al otro extremo del jardín, el que sí era el lado que me interesaba. Volviendo a maniobrar, espié desde mi improvisado escondite de plantas enredadas.

Pero en su jardín no estaba Austin. Solo estaba nuevamente él.

Era como una maldita piedra en los zapatos.

Tenía que averiguar qué tenía que ver ese rubio en todo esto. Pero antes tenía que... —Mis pensamientos fueron interrumpidos por el crujir de una de las ramas que me sostenía bajo mis pies. Segundos después, me encontraba desplomada en el césped mirando hacia el cielo, con mi brazo izquierdo bajo mi cuerpo y Jo olfateando mi cara.


________________________

¡Buenas buenas!
Que golpazo se dio esta chica, todo por andar de chismosa jajajaja
Espero que les esté gustando la historia, a mí me gusta escribirla. Si es que les gusta, háganmelo saber en los comentarios o regálenme estrellitas... y si no les gustó, también háganmelo saber, siempre son bienvenidas las opiniones, y a mí me ayuda a seguir creciendo como intento de escritora.
En fin, ¡Gracias por darnos una oportunidad!
Les mando un beso de parte de Jo, y todo el amor que pueda dar mi pequeño corazoncito en problemas. 🖤

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