Capítulo 60: Sexo (POV AUSTIN)

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Cuando ingresé a la sala de Sam, los sorprendí sentados en el sillón. Ambos estaban sobresaltados por mi repentina aparición, y yo rápidamente recorrí todo el lugar con la mirada, en busca de los dos sujetos.

―¿Qué hay, hermano? ―saludó Sam, parándose y acercándose a mí para saludarme con un abrazo. En su cara podía ver un leve rastro de rubor, eso me sorprendió bastante.

Miré a Rebbeca, y ella estaba igual. O mejor dicho estaba peor.

¿Qué estaba pasando ahí? Detuve mi vista en la botella de ron y los vasos sobre la mesa.

Odiaba que ellos dos hablaran, me molestaba demasiado. Nunca pude entender el cambio rotundo de la percepción de Sam hacia ella, antes no la soportaba, no podía mirarla sin decir que era una mimada, y terminar burlándose.

Sam no era de relacionarse mucho con la gente, ¿por qué tenía que ser justamente ella? ¿No había más personas en este jodido mundo?

De todos modos, sabía que era absurdo molestarme con Sam, él no tenía idea de cómo actuar delante de una chica. Lo que me molestaba era que Rebbeca le siguiera el juego. ¿Es que acaso a ella le gustaba él?

Menuda mierda es lo que pensaba, tenía que volver al punto por el que vine. Se suponía que algo andaba mal.

―¿Todo está bien? ―pregunté sigilosamente, mirando alternadamente a los ojos de ambos.

―Supongo ―respondió Sam, confundido―. Rebbeca insinuó algo como que pensaba tener sexo conmigo, o no... no entendí muy bien. Pero la verdad creo que no estoy preparado.

Lo miré sorprendido, abriendo la boca inconscientemente, supongo que para decir algo que nunca salió de mis labios.

Bien, ya estaba todo jodido. Una sensación de amargura profunda me inundó, pero obviamente no lo iba a hacer notar. Todo ese tiempo traté de ocultar lo mejor posible mi malestar con aquella pareja. Esa vez sería la última, pues renunciaría a ella.

Tampoco era como si me gustara, o algo por el estilo. Como bien lo dije varias veces, era una obsesión, como un entretenimiento divino que no quería compartir con nadie, ni siquiera con Sam.

Quise desistir de ella aquella vez que Sam se desacató con Alex; decidí dejar de enviarle mensajes y evité las llamadas. No tenerla en el vecindario también era bueno, ya que no podía espiarla a la menor oportunidad. Decidí todo eso porque sabía que ella no se alejaría de aquello, y me dispuse a alejarme yo. Nunca tuve en cuenta que ella se acercaría nuevamente,  con su carita angelical, a sacarme de la estación de policías.

Ese día traté de evitarla, juro que lo intenté. Pero ella insistía siempre, desde preguntarme si quería pasar a su apartamento ―por más que fuera solo para ingresar al puto baño―, hasta en aquello que sucedió después de que Sam se descontrolara por pensar que Rebbeca y Alex tramaban arruinarlo. La idea de que Alex y Rebbeca fueran aliados para acabar con Sam me molestaba mucho, no solo por pensar en Sam tras las rejas por ventas ilegales de narcóticos, sino también por pensar en ella con Alex. Y podía estar así por cualquier otro tipo que se le acercase. 

Sabía que tenía que alejarme, pero siempre debía volver. Por el estúpido Sam.

No podía creerlo. Por más que intentase apartarla de mi entorno, parecía que Sam quería hundirla con nosotros. No pensaba en cuánto se iba a marchitar en aquella oscuridad, en aquel mundo lleno de podredumbre. Rebbeca no pertenecía allí, y nunca lo haría.

Cuando me recompuse pude mirarla, y ella sí seguía con la boca abierta.

―Oh, ya veo ―dije girándome para volver a salir por la puerta, mi voz salió asqueada sin poder evitarlo―. No quise interrumpir, en lo que sea que sean sus mierdas.

―Espera, ¿por qué estás aquí? ―preguntó él―. ¿No deberías estar en el instituto?

―¡Mierda Sam! ―solté con rabia. Al final no pude contener el dolor en mi pecho―. ¿Cómo pretendes que esté en el jodido instituto? ¡Me ha llegado un mensaje de que Rebbeca estaba aquí! ―grité amargamente―. ¡¿Cómo se te ocurrió la estúpida idea de traerla?! ¿Es que acaso no te das cuenta del puto nido de ratas en el que vives?

―No me gusta que me estés gritando, Austin ―dijo con el ceño fruncido, girando la vista para mirar hacia Becky―. No es para tanto...

―¿No es para tanto? ―le corté―. ¡Louis te tiene en la mira Sam! Todavía no saldaron lo que pasó con Ben, no es buen momento de tener citas románticas aquí ―escupí.

Rebbeca se levantó de su sitio, bebió de un solo trago uno de los vasos de ron que se encontraban en la pequeña mesa, nos miró duramente a los dos y se dirigió hacia la puerta.

―Tengo que ir al hospital.

Sam asintió cabizbajo, y buscó algo en sus bolsillos. Solo Dios sabe cuánto odié su calma, mientras mis venas querían explotar en cólera. Yo lo miraba incrédulo y estuve a punto de volver a gritarle, pero cuando estaba por hacerlo, encontró lo que estaba buscando.

―Llévala tú ―dijo con pesar, mientras me arrojaba las llaves del Jeep y suspiraba derrotado―. Yo no podría estar con ella sin pensar en sexo.

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Bien, cochinotes. ¿Pensaron que iba a haber sexo en este capítulo por el nombre del título?

Eso no va a pasar, lo siento ): jajaja

Siempre en mi corazoncito, forever ever

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now