Capítulo 74: Corazón delator

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Cuando el Jeep arrancó y nos pudimos alejar de aquel escenario, vi que nos dirigíamos a esas calles desoladas de carácter tétrico que tanto miedo daban. Inmediatamente posé mi mirada en Amber, y ella solo atinó a seguir acariciando mi espalda para contenerme.

―¡Sam, da la vuelta! ―ordenó Austin enojado, acercándose peligrosamente al rubio, pero Sam no se desvió del camino, mantenía la vista al frente―. ¡Detén el puto auto!

―¡Deja de gritarme! ―gruñó en un estado colérico, rojo de la furia y con las venas a punto de explotar sobre su frente―. ¡La van a pagar!

―Esto ya se te fue de las manos, imbécil. ¡Lleva a Becky a casa, ahora!

―No puedo dejarlo así, sabes que no lo haré.

―¡Sí que lo harás! ―gritó Austin, y de un manotazo giró el volante, haciendo que Sam frenara para no perder el control; pero aquello solo hizo que todos los presentes ahogáramos un grito.

Sam, no esperó ni un segundo para sacar un arma de la guantera, y bajar violentamente. Amber jadeó por la impresión, y yo volví a sollozar, pensando en todas las malas decisiones que tomé en la vida para terminar así.

Austin también siguió al rubio, e inmediatamente nos incorporamos para ver qué sucedía en la calle, sobre una especie de callejuela. La escena después de eso, fue espeluznante; solo veía a Austin gritando desaforado mientras agarraba al más alto por los hombros, ejerciendo la presión y fuerza suficiente como para retenerlo en el lugar.

Vi la cara de consternación que ponía el rubio, conteniéndose para no golpear a su amigo. Al comienzo su rostro reflejaba desconcierto, junto a un intento de comprender la reacción del chico, pero su intento fue boicoteado cuando la presión en su hombro se hizo más intensa. Dejé de respirar cuando vi que Sam empujó a Austin, para luego empezar a golpearlo, una y otra vez.

Quise levantarme y salir del auto para detener aquello, pero Amber lo impidió.

―No cielo, quédate aquí ―imploró nerviosa―. Pronto iremos a casa.

Los golpes seguían escuchándose afuera, ahora por parte de ambos, y podíamos escuchar la conversación que apenas mantenían, porque se habían acercado nuevamente al vehículo.

―¡¿Por qué sigues insistiendo?! ―gritó furioso Austin―. ¡¿No te das cuenta que todo esto ocurrió gracias a tus jodidos impulsos?!

―¡Déjame solucionarlo! ―Sam forcejeó nuevamente, haciendo que ambos cayeran al suelo, el rubio sobre el menor.

―¡Tú eres el jodido problema!

Sam levantó su puño, y lo vi dudar mientras lágrimas desbordaban sus ojos; apuntó directamente a la nariz, pero Austin corrió su cara hacia el costado, haciendo que el puño chocara directamente contra el asfalto.

El dolor lo paralizó por un momento, y Austin aprovechó eso para empujarlo y ponerse de pie. El arma había caído en algún momento sin que lo notáramos.

―¿Por qué siempre tienes que tener razón? ―sollozó Sam, levantándose para volver a tomar a Austin del cuello. Ambos se ahorcaban con las manos, y empecé a desesperarme al ver sus rostros enrojecidos por la falta de aire.

Grité con toda la fuerza que me permitía la garganta, para que se detuvieran, pero no me hacían caso, y mi desesperación terminó en un llanto incontrolable.

―Es suficiente ―sentenció Amber, colándose entre los asientos delanteros para tomar el control del vehículo, girando la llave y el volante hacia los dos, y cuando estuvo cerca de impactarlos, dio reversa para volver a la calle.

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now