Estrella Fugaz (Sol Durmiente...

By AlbenisLS

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SEGUNDO LIBRO DE LA TRILOGÍA 'ROSA INMORTAL'. Macabros asesinatos comienzan a ocurrir en las cercanías del p... More

Caracas, Venezuela. Marzo de 1988.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capí­tulo 6.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31: Casus Belli.

Capítulo 7.

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By AlbenisLS

Era el mismo hombre que seis meses atrás había abierto las puertas del salón de reuniones de la editorial, tal como si hubiese abierto las puertas de mi nueva vida. No lo vi más nunca luego de ese episodio, pero luego de haberme puesto a pensar, se me ocurrió que él sabía el secreto de la familia Bolívar, que sabía que eran vampiros. 

Increíble como una cosa en la que no piensas a menudo, de pronto aparece en tu camino nuevamente, dándote una sorpresa. Pues esa fue la reacción que me llevé cuando el hombre de baja estatura estiró su brazo hasta mi, con la intención de presentarse.

-Mucho gusto, señorita Arismendi.- dijo el hombre, con una voz un poco aguda y rápida. Por alguna razón, ese hombre me recordaba a un conejo.

No me movía. Estaba inerte viendo al pequeño hombre de pie a u lado de mi, mirando a través de unos lentes para ver. Sacudí la cabeza cuando Cristóbal aclaró por tercera vez su garganta, con la intención de que volviera del lugar donde me hallaba. Di dos pasos hasta él, y le estreché su mano, un poco áspera al tacto.

-Mucho... Mucho gusto.- Mi cara seguramente era la de una loca. No recordaba haber parpadeado en un buen rato, hasta que finalmente decidí tomar el control de mi cuerpo y actuar bajo las circunstancias. Esto de que las emociones me ganaran a cada rato era algo que debía mantener al margen.-Yo lo recuerdo, fue el que presentó a los Bolívar.-

-En eso tiene razón, señorita Arismendi.- dijo de nuevo el hombre con voz apresurada.- Veo que se cambió el color de cabello.-

-Por favor, llámeme Rosa.- insistí. La actitud sobria y sabia del hombre hacían contraste con su personalidad que inspiraba amistad, algo que era bastante raro en la raza de los brujos. Se había dado cuenta de mi nuevo color de cabello, por lo que no pude evitar esbozar una sonrisa amable.

-De acuerdo, Rosa.- de pronto sonrió- Si no les importa, preferiría hablar acerca de todo lo que sucede en otro lugar, tal vez en su casa, señor Cristóbal.-

El hombre tenía toda la razón. No estábamos precisamente en el lugar más adecuado para hablar de todo lo que estaba sucediendo. Por un lado, un vampiro con ansias de sangre estaba rondando por allí con toda la intención de asesinar brujas, y por el otro, el aquelarre no permite la entrada de un brujo desertor a sus territorios, y al estar en completa exposición, el señor Emerich era un blanco fácil para ambos. Cristóbal y yo asentimos, y pronto estábamos los tres en la preciosa mansión del color del ámbar y con grandes ventanales.

Las lámparas de la sala nos recibieron con su gran iluminación, y yo jamás me acostumbraría a la asombrosa vista del pueblo que se lograba ver a través de los cristales. Héctor y Lucía, los hermanos vampiros de Cristóbal, aparecieron de la nada, tal como si hubiesen estado allí todo el tiempo, y me saludaron con mucho afecto.  Ambos eran muy amables conmigo, y la verdad me agradaban mucho, aunque no negaba que a veces su excentricidad me incomodaba.

Tomé asiento en los cómodos sofás de terciopelo, y Emerich y la familia Bolívar hicieron lo mismo. Ahora, estábamos todos los que teníamos que ver en este complicado y peligroso asunto de los asesinatos que ya estaba segura que eran de mano de aquel rubio de ojos verdes.

-Bien, Emerich, te trajimos hasta aquí porque necesitamos saber qué está sucediendo con los brujos del aquelarre.- comenzó a decir Cristóbal, en un tono formal que hizo que me moviera en el asiento. Emerich hizo un chasquido con la boca y comenzó a hablar.

-No señor Cristóbal. No han muerto solo brujos del aquelarre que habita en el pueblo, sino de muchos otros. El vampiro que ustedes conocen como Ariel se ha encargado de investigar a fondo cuáles son los aquelarres que rodean la capital, y está dispuesto a acabar con ellos.-

-Pero, ¿por qué?- preguntó Lucía, poniéndose de pie. Se le veía bastante preocupada, y cómo no, si las noticias no eran nada buenas para un clan de vampiros.- ¿Por qué habría de matar brujas?-

-Creí que ustedes lo sabían bien. Sobre todo usted, señora Lucía. Es bien sabido que entre las comunidades de brujas y vampiros siempre ha existido una especie de 'mala relación'. La verdad, se debía a la razón de que los vampiros, al descubrir que la sangre de brujo magnificaba sus habilidades en gran cantidad, comenzaron a atacar a los aquelarres. Ese fue el principio de la Gran Protección.-

Por fin algo que sabía. Como buena periodista, no iba a dejar que unos cuantos temas sobrenaturales me acongojaran, por lo que hice mis largas investigaciones. La Gran protección fue la época en la que las brujas se congregaron para hacer que cada casa humana estuviera a salvo de los ataques de vampiros, hace casi tres mil años.

Además, hubo algo que me inquietó. ¿Por qué Emerich le había dicho a Lucía que ella debía saber bien el por qué de las muertes? Al fijar mi mirada en la cara de Lucía, pude ver que estaba crispada, y en sus facciones encontré... Vergüenza. Algo le causaba mucha pena a Lucía Bolívar, y la verdad me causó mala espina.

-Eso lo sabemos bien, Emerich. Pero sospechamos que Ariel no solo está matando brujos para aumentar sus habilidades.- dijo Héctor, acercándose a su esposa y posando una mano en su hombro. Podían ser aliados, pero la ligera hostilidad que existía entre las razas se notaba entre Emerich y los tres vampiros que se hallaban en la habitación. Y yo me sentía justamente en el medio, como el muro que impedía que una guerra se avecinara entre esas dos especies. Era amiga de Sonia, una de las mejores personas que había conocido en mi vida, y amaba a Cristóbal con todo mi corazón; y pensar en esos dos sentimientos luchando uno contra el otro era una sensación desagradable.

-¿Ah no? ¿Entonces para qué más lo haría, señor Héctor?- preguntó con aprehensión Emerich. También llegué a notar que el pequeño hombre se dirigía a los Bolívar como 'señor' y 'señora', pero en cambio ellos lo llamaban directamente con su nombre de pila. Tal vez él trabajaba para ellos, literalmente.

-Esa es la segunda razón por la que estás aquí. Queremos que uses tu magia para averigüar qué quiere Ariel, y dónde está en este momento.-

¿Era posible? ¿La magia de un brujo podía rastrear a una criatura como Ariel?

-Lo siento, pero si Ariel está bebiendo sangre de brujo, es imposible que lo pueda rastrear.-

Claro, como siempre, obstáculos en el camino. Las cosas jamás podrían ser fáciles para nosotros, se veía venir desde un principio, cuando descubrí que sin quererlo formaba parte de un mundo que creía inexistente, cuando supe de la manera más repentina que estaba diseñada para  ser asesinada por un vampiro.

-¿Y qué otra cosa podemos hacer? Es lo que queremos averigüar, ¿o no?- pregunté, poniéndome de pie al igual que Lucía y Héctor, cuando Cristóbal también se levantó, dejando solo a Emerich en el sofá.

-Lo siento, pero no hay nada que yo pueda hacer para encontrar a su hermano.- dijo el hombre, finalmente poniéndose de pie.

-Ariel dejó de formar parte de nuestro clan hace sesenta años. Ya no es nuestro hermano.- dijo Lucía, mirando algo severamente al hombre. Lo que había sugerido el hombre hacia ella la había dejado muy mal, y me preocupaba.

- De todas formas. Debo irme, señores Bolívar y señorita Aris... Digo, Rosa.- sonrió hacia mi, y yo le hice una leve sonrisa con los labios cerrados. La verdad, estaba decepcionada.

El hombre caminó hacia el patio de la gran mansión, donde se hallaba la piscina en la que una noche Cristóbal y yo nadamos, cuando me propuso formalmente ser su novia. De repente, el cuerpo del hombre ya no era cuerpo, sino una especie de neblina oscura que salió disparada hacia el cielo. Había olvidado que los grandes brujos eran capaces de volar, y por lo visto, Emerich era uno muy bueno, aunque luego de lo sucedido me había puesto a dudar.

-¡Qué fiasco! Emerich no pudo ayudarnos esta vez.- repuso Cristóbal, con voz que expresaba enojo, le dio un golpe con el pie al sofá que lo hizo mover unos quince centímetros. De verdad que estaba frustrado.

-¿Entonces no podemos evitar nada?- pregunté, cuando de nuevo me fijé en el rostro de Lucía. Sus ojos normalmente color miel tenían una extraña tonalidad, al igual que cuando Cristóbal...

Estaba llorando. Lucía Bolívar estaba llorando sangre. Se veía totalmente triste, y me afectó verla así. Por lo general, Lucía era alguien jovial. A su manera, claro, pero alguien sonriente ante la vida. 

-Lu, calma. Sabes que no hiciste nada malo.- le decía Héctor, acariciando la ondulada cabellera de su esposa, mientras ella se recostaba en su hombro, sollozando.

-¿Qué sucede? ¿Por qué Lucía está llorando?- dije en tono compasivo, mientras me acercaba a la pareja de vampiros. Lucía se separó del hombro de su esposo, cuya camisa verde ahora estaba arruinada con una considerable mancha de sangre. Su cara estaba toda sangrienta, y aunque intentara limpiarse con las manos su limpio cutis, se le regaba por todos lados haciéndola lucir algo aterradora. 

Sabía que era algo común en los vampiros llorar sangre, pues al ser lo único que bebían sonaba lógico, pero me costaba acostumbrarme a ver un llanto tan intenso como el de Lucía.

-Lo... Lo siento, Rosa. No quise asustarte ni nada. Es que... Ese maldito brujo no va a dejar de torturarme.- dijo ella, respirando agitadamente mientras intentaba calmar sus lágrimas.

-¿Qué pasa? No entiendo.- dije, confusa. ¿Con qué la torturaba Emerich?

-Rosa... Es algo bastante delicado. Una parte de nuestra historia a la que Lucía no le gusta hablar...- pero Héctor fue interrumpido por la delicada voz femenina de Lucía.

-No, querido. Está bien. Después de todo, ella forma parte de esta familia ahora. Debe saber qué me puso así.-

Mi corazón se agitó, pues estaba a punto de saber algo acerca de Lucía Bolívar, la elegante vampiresa. Escuché como tomaba aliento, mientras me sentaba en el sofá. La castaña comenzó a hablar.

-Fue en 1823, dos años después de que Cristóbal se unió al clan. Marianne se había ido a recorrer América del Sur, pues ella siempre ha sido nómada. Una noche, Héctor y yo estábamos saliendo del teatro, cuando una sensación quemante se apoderó de mi estómago y mi garganta. Caí al suelo por culpa del dolor, incluso se me salieron las lágrimas. Fue lo peor que pude haber sentido.-

-¡Oh por Dios! ¿Qué te pasó?- exclamé atónita, imaginando la escena en plenas calles de Caracas en el siglo XVIII. Incluso podía ver a una elegante Lucía paseando con su abombado vestido del brazo del guapo Héctor, luciendo un precioso traje.

-¿No se te ocurre nada?- preguntó Lucía, de pronto sonriendo levemente, tal como si fuese muy obvia la respuesta. La verdad, nunca me había pasado que una pegunta me dejara en blanco, pero esta vez en realidad me quedé muda.

-Había encontrado sin querer a mi sangre real.- respondió Lucía, torciendo un poco el gesto y mirando al vacío. 

El secreto mejor guardado de Lucía Bolívar había salido a la luz.

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