Nieve y Oscuridad [Segunda Pa...

By CatEyesWench

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Una misteriosa forastera llegó desde el lejano norte, desde más allá de las tierras del eterno invierno hasta... More

Capitulo I: El comienzo de un final
Capitulo II: De los errores aprende el hombre ¿no?
Capitulo III: Todos tienen derecho a elegir
Capitulo IV: El melancólico sonido de la noche
Capitulo V: Una voz familiar
Capitulo VI: El monologo de un resurgido
Capitulo VIII: La curiosidad
Capitulo IX: Después de la noche ¿Cuándo sale el sol?
Capitulo X: ¿La realidad?
Capitulo XI: Vienen tiempos difíciles
Capitulo XII: ¿Se fue?
Capitulo XIII: Lo que se.
Capitulo XIV: Serás quien quieras ser.
Capitulo XV: Que digan lo que quieran.
Capitulo XVI: Cuando todo termine
Capitulo XVII: La batalla empieza
Capitulo XVIII: Una decisión
Capitulo XIX: La historia se deforma al pasar de boca en boca
Capitulo XX: Fuego
Capitulo XXI: Luz
Nota de autora

Capitulo VII: ¿Quieres saber quién soy?

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By CatEyesWench

Las miradas de asombro, la incomodidad que en otro tiempo hubiera sentido al tener tantos ojos curiosos sobre ella, no estaba presente. No dio explicaciones, no dijo nada, solo pidió descansar una noche y al siguiente día contaría todo, pero no a cualquiera, solo a Jon. De más está decir que Snow no pudo pegar un solo ojo aquella noche, el hecho que ella estuviera le confundía. Con una experiencia similar, podía decir que la comprendía, pero tenía tantas preguntas pues si bien él mismo regresó de la muerte, ella lo hizo también, pero cambiando al menos rasgos físicos ¿Significaba algo? Sabía Jon que era ella, pero al mismo tiempo lo dudaba. Dio vueltas en la cama intentando conciliar el sueño, pero mientras más intentaba alejar ese tipo de pensamientos, le atacaban con más fuerza.

Evey abrió sus ojos al alba. Le costaba trabajo aun asimilar lo que le sucedió. Al cerrar los ojos podía revivir el momento una y otra vez en pesadillas recurrentes que no le dejaban en paz pero, que no perturbaban su descanso. Eligió una vestimenta simple, una camisa blanca escotada, pantalones y accesorios de cuero café. Su ropa y sus pertenencias continuaban ahí. Observaba con nostalgia y sentía que todo pertenecía a alguien más, que aquellos objetos, aquella ropa, no eran de ella. Ató su cabello en una coleta dejando varios mechones de su cabello suelto.

Pidió caminar por orillas de la playa. Su caminar, sus gestos y su mirada eran completamente diferentes. Parecía que a cada paso que daba reclamaba el suelo como suyo, elegante y sigilosa, cautivante. Su mirada contenía una llama de seguridad, decisión y fuerza pero también gran melancolía.

Caminó en silencio, descendió cada escalera sin emitir una sola palabra. Jon le acompañaba ansioso por escuchar cada palabra, su corazón latía fuerte, estaba nervioso. El sonido del mar era el único que les acompañaba, ella observaba fascinada las olas romper contra las rocas, aun contenía en aquella mirada curiosidad, un vestigio de lo que antes había sido.

-No sé por dónde comenzar. -admitió luego de haber caminado en silencio por bastante tiempo. -Son demasiadas cosas que explicar en un solo momento y tengo temor, -se detuvo y volteó para observar a Jon -temo que ahora definas mi persona por lo que llevo dentro, por lo que no tuve oportunidad de elegir -El pelinegro quiso hablar pero ella continuó el camino -Desciendo de una familia de brujos elementalistas, no todas las generaciones adquieren este don, a veces pueden pasar siglos antes que se presente un nacido capaz de manejar algún elemento. A diferencia de los brujos de las otras tierras, no es algo que podamos aprender, es algo con lo que nacemos. -partiría por lo básico -Hace años, siglos, cientos generaciones atrás hubo una reina, Hela. Ella fue una mujer formidable, una elementalista excepcional hasta que un error cometió. Quiso poder, jugó con magia de sangre, pagó un alto precio en vidas para conseguir habilidades extraordinarias que nadie puede imaginar. Hela trajo tiempos oscuros al reino, mucha gente murió a causa de ella y aunque al comienzo los ciudadanos tenían miedo, pronto se alzaron contra ella y la derrocaron aprovechando un momento de debilidad. -hizo una pausa para suspirar -Hela maldijo a las generaciones de elementalistas que nacieran después de ella; en algún momento, alguno de ellos sucumbiría ante el poder de la oscuridad, sería tentado, le ofrecería poderes más allá de su imaginación a cambio, solo debía propagarla por doquier. Su heredero o heredera sería aquel que tuviera la habilidad innata para controlar el agua y el fuego, elementos opuestos... esa fui yo. -esbozó una pequeña sonrisa, era casi su maldición.

Si bien ella y Hela seguramente no compartían una pizca de sangre, la oscuridad le eligió a ella. Evey tenía la posibilidad de ascender al trono sin problema alguno, de manejar grandes ejércitos a su antojo, de conquistar toda tierra que sus ojos contemplaran. Podría traer una oscuridad peor que la amenaza del Rey de la noche. Había mucho que Hela no logró, su muerte prematura le impidió aprender todo lo que ganó al vender su alma y por ello, quiso heredar sus poderes, dejar su legado.

Evey le contó sobre su nacimiento, el descubrimiento de su control de agua y eventualmente, el fuego. Contó al Rey del norte como el pobre guardia del palacio había sido degradado a cenizas. Contó sobre aquel día en la cueva donde se salió de control y asesinó a quizá, uno de sus únicos amigos. El último hecho hizo que la gente desconfiara de ella, que muchos le evitaran y ya no le observaran con la misma comprensión que antes. Muchos de los amigos que pensó tener se alejaron de ella para evitar la mala fama, y los pocos que quedaron, algunos solo lo hicieron esperando ganar algo a cambio. Habló sobre su decisión de desertar al trono y sus derechos de sangre. Relató su viaje al sur, sobre la insistencia de su padre de quedarse entre cuatro paredes. Narró aquel instante en que se dio cuenta que ya no resistiría más y aquel donde finalmente decidió vivir.

-Decidí aceptarlo, -continuó su relato -lo que Hela dejó para que algún desdichado continuara con su legado. Quise volver pero no por sus razones, no para terminar lo que ella empezó, sino para evitar que algo similar suceda. -no esperaba que entendiera completamente pero, aun así tenía la esperanza de que no le viera con temor -Mi intención al venir aquí fue la de morir en batalla pero... -se detuvo y sin mirarle añadió: -te conocí y cambias algo en mi. -esta vez sí se volteó a observarlo -Fue ahí cuando me di cuenta que ya no quería morir en esa batalla. Hiciste que mi corazón sintiera calidez de nuevo, me hiciste sentir en casa. -No podía evitar que aquellas palabras ayudaran a formar un nudo en su garganta, pero lo que sí podía hacer, era retener las lágrimas -No espero que comprendas, es demasiado que asimilar, sobre todo considerando que la magia es algo que en esta época no se trata más que de cuentos. Te comprendería si no entiendes.

Jon la observaba sin alcanzar a entender completamente todo lo que ella había dicho. Pudo notar la oscuridad que le rodeaba (no literalmente) a la muchacha, tenía demasiado peso sobre sus hombros. Evey dijo que fue comparada con aquella mujer que nombraba y si bien jamás había escuchado sobre esta, le creía. El sureño conocía ese sentimiento de rechazo por incluso, la propia familia. Sabía lo que era ser juzgado por ser algo que no había elegido ser. Creía en sus palabras, todas y cada una de ellas, pero no sabía que decir, no hallaba las frases correctas que decir.

-Ya no tengo límites. -prosiguió ella cuando el prolongado silencio no lo rompió él -Hay mucho que no sé sobre mí, ya no sé quién soy ni de lo que soy capaz, -sus ojos se fijaron en los del pelinegro -pero sí sé que puedo hacer mucho más esta vez sin morir en el intento. -Una de sus características sonrisas arribó a sus labios -No soy la misma mujer que conociste en el Castillo Negro.

Había madurado de golpe, aquel día cuando de rodillas se mantuvo por horas, se dio cuenta de muchas cosas, pudo ver demasiado. Hela se presentó en sus memorias, le dejó ver toda la destrucción que causó, le mostró toda la destrucción que podía causar. Evey no deseaba ser un peligro cuando ya debían encargarse de eliminar uno, pero debía hacérselo saber pues ella misma era una bomba de tiempo.

-Evey... -comenzó Jon. Si bien físicamente la mujer había cambiado, la seguía viendo como la misma persona -Que estés de vuelta, aquí frente a mi es dicha suficiente. -tomó su mano -Quiero que sepas que estaré aquí, que puedes confiar en mí, no debes cargar con todo eso sola. Compartimos mi carga, me ayudaste en momentos difíciles y estuviste ahí para apoyarme cuando más lo necesitaba. -no, no iba a juzgarla. Jon había visto lo suficiente para saber que Evey no era una mala persona, no era alguien llena de malicia y dudaba que ahora lo fuera -Aun con cabello y ojo de diferente color, para mi seguirás siendo la misma. -Se atrevió a sonreírle y, en respuesta, ella lo hizo también.

-Debí contarlo antes, por si algo sucedía, -la mujer puso su otra mano sobre la de él -pero temía ser juzgada, -explicó -que tuvieran miedo de mí, que me rechazaran. -un suspiro dejó sus labios -gracias.

-No agradezcas, -con un pequeño jalón la acercó hacia él para abrazarle. -es lo menos que puedo hacer.

¿Tenía miedo? Sí, tenía miedo de perderla otra vez. Quizá su ignorancia, el haber nacido detrás del muro le impedía comprender la gravedad de la cuestión, aun así, confiaba en que ella no sería ningún mal. La llegada de la forastera a su vida fue el alba, la llenó no solo de luz, sino también pintó de colores el mundo gris. De vez en cuando Evey le hizo olvidar los problemas, el peligro que se acercaba y aunque eso no lo distrajo de su objetivo, si le reconfortó, hizo que aquella pesada responsabilidad que cargara, fuera más ligera.

-Jon. -musitó apoyando su cabeza sobre su pecho -Gracias por no hacerme a un lado -su propia familia lo había hecho, muchas personas también, su inseguridad y temor era justificado por los hechos que marcaron su pasado -Vamos a patearle el culo al Bufón de la Noche y después de eso me compraras un dragón. -rodeó el torso de Snow con sus brazos -Prometo que no dejaré que esto me consuma -su tono de voz adoptó seriedad.

-Confío en ti. -la estrechó con cuidado y se inclinó para besar su cabeza. -Lo harás bien.

Ese corto tiempo no pudo dañar el lazo que habían forjado los dos. Evey se sintió mejor, sintió la calidez que aquel día le fue robada, experimentó el aumento de la frecuencia de sus latidos. Había tomado la decisión correcta y ahora debía asegurarse de mantenerse por el mismo camino porque esta vez no iba a renunciar, no después del precio que había pagado para regresar.

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