Hija de la Muerte -Ganadora d...

By AMBresler

19K 2.2K 2.7K

"Tengo que tomar una decisión sobre el chico que amo, Gianmarco. Tengo que decidir cómo va a morir él." "Hija... More

A mis lectores
BookTrailer
Introducción -Fátima-
Reconstrucción -Fátima-
El Derrumbe -Fátima-
El Derrumbe Pt.II -Fátima-
Fantasmas Pt. I -Fátima-
Fantasmas Pt. II -Fátima-
Fantasmas Pt. III -Fátima-
Cama de Alfileres Pt. I -Fátima-
Cama de Alfileres Pt. II -Fátima-
Qué Soy -Fátima-
Típica -Fátima-
La Esquina Pt. I -Fátima-
La Esquina Pt. II -Fátima-
La Esquina Pt.III -Fátima-
Resonancia -Fátima-
Bahiana y el Cuadro Pt. I -Fátima-
Bahiana y el Cuadro Pt. II -Fátima-
Olivia Pt. I
Olivia Pt. II
Basta de Juegos Pt. I -Fátima-
En el Medio Pt. I
En el Medio Pt. II
Año Nuevo -Fátima- Pt. I
Año Nuevo -Fátima- Pt. II
La Asesina de Palermo -Fátima- Pt.I
La Asesina de Palermo -Fátima- Pt. II
Gen Errante
Hija de la Muerte -Fátima-
Aliada
Confesiones -Pt. I-
Confesiones -Pt.II-
Nunca Más
El Puente -Fátima-
Epílogo

Basta de Juegos Pt. II -Fátima-

276 48 88
By AMBresler


Mi primera reacción fue abrir la boca pese a no estar segura de qué saldría de ella. No hizo falta que lo pensara demasiado, porque Gianmarco se volvió hasta darme la espalda y se marchó velozmente. Pude adivinar que saldría al balcón, y estaba deseando hacer lo mismo que él: Huir. Tuve que tragarme el corazón, la impotencia y el ataque de nervios antes de correr apresuradamente hacia la puerta de salida, empujando personas al pasar e hiperventilando por la impresión. Por la decepción también, no voy a mentir. Creo que aquella era la última reacción que esperaba de producirse un encuentro.

Una mano me aferró por la muñeca y me voltearon. Me encontré frente a frente con la mueca cargada de culpabilidad de Bahiana.

—¿Me lo hicieron a propósito? —farfullé con la voz ahogada. No sé si ella podía escuchar lo que yo decía, pero puedo jurar que sí, pues su rostro estaba descompuesto por lo mal que se sentía. —¡¿Ustedes sabían?!

—Fati, no podés irte así...

Me solté de su agarre e intenté ir hacia la puerta una vez más, pues mis lágrimas comenzaban a rebalsar y no me quedaría a humillarme de aquel modo. Bahiana me interceptó y me tomó por los brazos, preocupada.

—Noah lo conoció en el restaurante en que trabaja y atamos cabos —me explicó en un farfullo veloz y nervioso—. Creímos que necesitaban encontrarse para hablar de esto...

—¡Nada les da el derecho a meterse así! —le espeté entre lágrimas.

Sabía que su intención era buena, solo que me expusieron a ese rechazo que tanto temía sentir en carne propia. Durante muchas noches, intenté convencerme de que no tenía el verdadero número de Gianmarco, que quizá había perdido el teléfono o que, siendo un poco más realista, estaba enojado conmigo, pero podría superarlo. Ahora me encontraba ante la innegable prueba de que no sería así, y hubiese preferido ahorrármelo.

—Sólo queremos darles una oportunidad —aclaró Bahiana de forma suplicante—. Queremos que se den una oportunidad...

—No tienen derecho a hacernos esto...

—¿Qué más grave que lo que se hacen ustedes mismos? —susurró ella a pocos centímetros de mi rostro—. No hables con él si no querés, pero los dos están pasándolo mal.

Era evidente que sí y, sin embargo, no encontraba el valor suficiente para seguir ahí. Quería volver a mi departamento e intentar digerir aquello a solas. Mi determinación flaqueó cuando Bahiana me abrazó efusivamente, derribando esos muros que a veces intentaba levantar de nuevo. Mi pecho tembló por la vibración de los escombros estampándose a mis pies y mis rodillas flaquearon ligeramente. Bahiana me sujetó con más fuerza, que es lo que se supone que las buenas amigas hacen.

—Perdón —murmuró a mi oído—. Pensamos que saldría bien...

Quizá yo hubiese actuado igual de haberla visto sufrir por Noah, no estoy segura porque nunca hice la gran cosa por otra persona desinteresadamente. Me esforcé mucho por Gianmarco, pero lo hice por mí, lo hice para poder acercarme sin tener miedo. Digo que no estoy segura porque ahora sé algunas cosas más sobre lo que significa querer a alguien, y creo que hay pocas cosas que no haría por Bahiana.

O por Gianmarco...

Y él se encontraba en el balcón, seguramente fumando, más cerca de lo que estuvo en los últimos dos meses.

—¿Qué hago, Bahiana? —pregunté de forma débil.

—No sé —admitió Bahiana—. Yo iría a hablar, pero ¡qué diferentes somos, Fati! No lo hubiese dejado ir en primer lugar.

—Eso no me hace sentir mejor —le reproché.

—Bueno... —Bahiana se apartó encogiéndose de hombros y me dedicó una sonrisa triste—. Hay dos formas en las que podés abandonar esta fiesta: Huyendo para preguntarte por siempre qué hubiese pasado, o caminando con la certeza de lo que él siente... —Notó mi expresión y su sonrisa se acentuó—. La segunda da más miedo, ¿a que sí? —Afirmé con la cabeza—. Y, sin embargo, es lo mejor que podrías hacer.

Mis ojos escaparon velozmente al balcón. Estaba a tan solo unos metros, si tuviese un cuarto del valor requerido...

—Y, si no, no te vayas —me pidió Bahiana—. Encerrate en mi cuarto y pegale a las paredes, pero supongo que eso sería un paso más para seguir siendo la que ya sos.

Ambas sabíamos que yo ya no quería ser esa, que temía terminar mis días sola y rechazada. Ella me conocía tan bien y sabía qué decirme, sabía qué palabras usar así me doliera. Quizá, de hecho, necesitaba que me doliera para reaccionar. Aspiro a, algún día, ser una persona que pueda tomar decisiones antes de sentir que las circunstancias la asfixian.

Aún no lo soy, y necesité de aquello para entender.

"Si no querés terminar como tu tío dejá de decirlo y empezá a hacer algo al respecto."

No sentí tanto miedo cuando enfrenté a mis padres en mi cumpleaños. Tampoco necesité tanto valor cuando peleé con Rocío y sus amigas. No me sentí tan desamparada cuando Lucio me tendió una trampa en su casa, y tampoco temblaron así mis rodillas cuando descubrí que mi tío sospechaba lo que yo era.

Ningún momento en mi vida se comparaba con aquel, cuando apoyé la mano en la puerta del balcón y contemplé a Gianmarco a través del cristal. Lo vi encorvado para apoyarse en la baranda, fumando un cigarrillo y contemplando los vehículos que transitaban a trece pisos de distancia, y pensé que nunca fui tan valiente como en ese instante.

Eso me alentó.

Abrí la puerta y me ubiqué tras Gianmarco, decidiendo que merecía lo que él me soltara, pero que también merecía ser amada porque luché mucho por conseguirlo.

Despegué los labios para anunciar mi presencia, pero él se volvió hecho una furia y, por un momento, tuve miedo al ver la expresión furibunda en su rostro. Encaró hacia la puerta y, pese al temor que sentía, me interpuse y abrí los brazos para detenerlo.

—¡No te vayas! —le pedí—. Y no me pidas que me marche.

Podía imaginarlo echando humo por la nariz, podía palpar su rabia y su frustración, pues él tampoco quería irse, pero no tenía una excusa lo suficientemente buena como para quedarse. Regresó a la baranda, dio un golpe al aire y volvió a enfrentarme.

—¡¿Vos sabías de esto?! —me preguntó.

Negué con la cabeza lentamente.

—Podés adivinar por mi expresión que no —susurré.

Sabía que él lo había notado, yo estaba igual de sorprendida y descolocada. Solo que estaba menos enojada, y por eso quería hablar. En aquel momento no me importaba que no hubiese atendido mis llamadas: Solo quería entender. Quería decirle que estuve equivocada, que quince minutos sí eran suficientes con él y que hice muchas cosas para poder estar a su lado.

—¿Para qué venís hasta acá? —me espetó Gianmarco sin molestarse en ocultar su rabia—. ¿Ya llamaste a la policía?

Sus palabras dolieron, pues él debería saber que yo no haría algo así y que solo se trató de una amenaza vacía. Un intento desesperado por ponerlo a salvo del peligro que creía ser y que, al fin, confirmé como una simple ilusión.

—Gianmarco...

—¡No me hables así! —rugió él. Yo podía notar la frustración que él sentía y creo que era eso lo que más me dolía: Lo que yo le hice. —¡No me hables como si te sintieras mal, la puta madre! ¿Por qué no te sincerás, Fátima?

—¿Con qué...?

—¡¿Te acordás lo que me dijiste cuando te fui a buscar?! ¡¿Te acordás cómo te comportaste conmigo?!

Me sentí enmudecer y mi corazón se encogió, porque recordaba muy bien lo desagradable que fui en mi intento de desaparecer. Y, peor, lo hice luego de abrirme y contarle cosas personales sobre mí, haciéndolo creer que todo cambiaría para bien desde entonces. Para mi humillación, mis ojos ardieron y comenzaron a inundarse por las lágrimas abrasadoras lentamente.

—Quise llamarte para explicarte y no me atendiste —me defendí.

—¿Tenía que atenderte, Fátima? —rebatió él.

"¡¿Qué hacés acá?!"

"¡¿Qué hago yo acá?! ¡¿Por qué me esquivás así?!"

"¡¿Quién te crees que sos para exigirme respuestas?! ¡¿Quién te dio el derecho?! ¡Salí de acá, Gianmarco, haceme las cosas más fáciles!"

Los recuerdos de la discusión me aturdieron por un instante. Yo le pedí que me hiciera las cosas más fáciles. Me lo merecía, pero él estaba usando en mi contra palabras sacadas de contexto, estaba recordando lo que le convenía. Lo apunté con un dedo acusador cargado de rabia y ya no me importó que mis lágrimas me delataran.

—Si hubieses escuchado lo que te dije...

Me interrumpí cuando Gianmarco soltó un bufido cargado de rabia y se dispuso a esquivarme para entrar a la fiesta y, de seguro, marcharse de una vez por todas. Me interpuse una vez más. Yo no iba a permitirlo, tendría que escucharme quisiera o no, porque yo hice demasiados esfuerzos por merecer ese instante de su atención.

—¡Estaba asustada, Gianmarco! —insistí de forma suplicante y hablando pese a sus intentos de evadirme—. ¡Te lo dije, te dije lo que pasa con las personas que me rodean! ¡No quería que te fueras también!

—¡¿Y por eso me alejaste vos misma?!

—¡¡Sí!! —Mi grito resonó en el aire, reverberando en las densas nubes que amenazaban con lluvia y me dañaron la garganta. Gianmarco se paralizó en el lugar y, por primera vez, pareció que estaba escuchando para comprender en lugar de solo responder. —Si pudieras entender que estaba intentando cuidarte...

—¿Y qué cambió ahora? —inquirió él.

—Ahora sé que no soy peligrosa —respondí. La súplica trascendió mi voz y la hizo temblar, me hizo temblar a mí con mis lágrimas y el dolor que sentía al comprender que Gianmarco no estaba entendiendo.

El muchacho se pasó una mano por el cabello y negó con la cabeza. La situación lo superaba.

—¿Y qué hago con eso, Fátima? —Su voz se volvió mucho más suave, pero más distante también—. Es que no entiendo, ¿volvemos a compartir momentos breves antes de que decidas desaparecer otra vez? No sé cómo se te ocurre que yo puedo lidiar con eso, tengo una vida acá...

—Lo sé —aseguré débilmente. Solo quería que lograra entender.

—Y no puedo interrumpirla cada vez que a vos se te ocurre entrar y salir sin motivos —finalizó él. Sentí la determinación y seguridad en sus palabras, y comprendí que el tiempo se había agotado. Mi cuerpo se estrujó cuando él me tomó por el hombro y me miró a los ojos como si me pidiera perdón. —Teníamos motivos para estar como estábamos cuando nos conocimos... No deberíamos perder eso de vista.

—No entiendo —admití.

—Somos dos personas solitarias, Fany —susurró Gianmarco. Mi sobrenombre cavó cruelmente en mi pecho y me quitó las palabras y el aliento. —Y creo que empiezo a entender por qué.

También decidió que era mejor estar así, eso podía entenderlo sin necesidad de que él lo dijera. Presionó suavemente mi hombro y se marchó antes de que yo lograra reaccionar. Las voces y la música se oyeron con claridad antes de que la puerta al cerrarse las ahogara por completo, dejándome plantada en aquel solitario balcón, de cara a una decena de edificios donde la vida simplemente continuaba. Me quedé pausada allí, con una lágrima secándose en mi mejilla y con la sensación de vacío haciendo eco en ese hombro que Gianmarco soltó.

Bahiana me dijo que podía irme de ahí sabiendo lo que Gianmarco sentía.

Yo sabía que no me iba a bastar con eso.

Logré reaccionar y arranqué el estupor de mí, recuperando el poco coraje que sentí minutos antes. Entré al departamento y corrí entre los invitados, ignorando las miradas sorprendidas de Bahiana y Noah. No les di tiempo a detenerme, porque no podía tardarme: Corrí hacia la salida y me abalancé por las escaleras que, esta vez, eran trece tramos. Nunca le exigí tanto a mi cuerpo, pero avancé tan rápido como mis pies me permitían y salí al frío exterior de un golpe, presionando los puños y buscando con la mirada.

Lo vi a lo lejos, así que caminé tras él con decisión, aprovechando aquel impulso de locura y valentía.

—¡GIANMARCO!

Él se volteó y yo me detuve, quedando a diez metros de distancia. Se veía sorprendido, pero me enfrentó de inmediato, porque ahora era su turno de ponerse tan firme como yo lo hice cuando lo amenacé con llamar a la policía.

—¡¿Qué parte de lo que hablamos no...?!

—¡No! —lo interrumpí yo—. ¡Ahora me toca a mí!

—¡Ya hablaste suficiente, Fátima! —me recordó—. ¡Y yo tuve que respetarte!

—¡Vas a tener que llamar a la policía para que yo también me marche! —le advertí.

Comencé a avanzar hacia él, decidida. Recorrí un camino demasiado largo hasta allí, pagué por mi karma y me expuse solo para tener esa oportunidad. No iba a desperdiciarla ahora que se había presentado.

—¡Tenía miedo! ¡¿Está bien?! —grité. Nunca imaginé que, un día, montaría tal escena en la vía pública. Debería considerar una suerte que fuesen las tres y media de la madrugada e hiciera frío, porque esa cuadra estaba completamente vacía. —¡Pero ya no lo tengo y quiero intentar ser mejor!

—Entonces intentalo —replicó él—. Pero hacelo antes de pretender algo con alguien.

—¡Ese es el último paso que tengo que dar! —insistí. No estaba dispuesta a permitir que ese rechazo acabara conmigo, no me funcionó ninguna de las veces anteriores. —¡Quince minutos sí son suficientes cuando los paso con vos! ¡Hice muchas cosas para poder hablarte sin tener miedo, y merezco que me escuches!

—¡Nunca dejé de escucharte, Fátima! —Era evidente que él no estaba comprendiendo ni siquiera la mitad de las cosas que yo decía.

—¡¿Era suficiente ese tiempo conmigo?! —inquirí. Él guardó silencio y temí que no me respondiera, que se volviera y se marchara. —¡¿Yo hacía que fuese suficiente?!

Gianmarco presionó los labios. Permanecía enfrentándome con todo el cuerpo, presionando los puños y dudando en el lugar. Por un instante me dio la sensación de que se ladeaba para marcharse, y me pregunté cómo haría para olvidarlo si eso sucedía. Pero se quedó. Y afirmó con la cabeza.

—Sí... —Esa palabra brotó como un susurro entre sus labios.

—Era lo único que necesitaba saber —respondí.

Avancé hasta él ignorando su mirada desconcertada, me aferré a sus hombros y planté un beso en sus labios. Pensé que me apartaría, que a lo sumo tardaría en responderme, pero no fue así: Una de sus manos me tomó por la espalda y la otra se hundió en mi cabello para intensificar el contacto. El aire estaba helado, pero eso lo recordaría tiempo después. En aquel momento no sentí más que calor, un calor que me impulsaba a hacer aquello a lo que temí desde el día de mi cumpleaños, quizá desde toda mi vida: Acercarme genuinamente a alguien.

Gianmarco me soltó por un instante, pero solo fue para poder abrazarme por la cintura y levantarme un poco sin dejar de besarme. Yo rodeé su cuello y se me escapó una débil sonrisa mientras mis labios respondían al solo impulso de sellar ese momento que, al final, sí nos llevó lo que parecía ser una eternidad dividida en quince minutos.

Pero ya lo dijo él: Esos pocos minutos lo son todo cuando es lo único que tenés.

Quince minutos besándolo a mitad de cuadra y bajo una nublada noche silenciosa se sintieron como días enteros recibiendo el sol de lleno mientras flotaba en las cálidas aguas del caribe, y también como la corriente eléctrica que te recorre por una fracción de segundo y se te graba en la piel por siempre.

No, Gianmarco no era lo único que yo tenía.

Supongo que era eso lo que lo hacía aún mejor: El hecho de que nos estábamos eligiendo sinceramente.

Gianmarco no era lo único que tenía, pero, de haberlo sido, hubiese bastado con eso, y con quince minutos a su lado.

Es una cosa muy relativa el tiempo, ¿saben?

Quince minutos besándolo se sintieron como una dulce, apasionada y cálida eternidad.

Y los seis meses que siguieron a eso, se sintieron como quince minutos que dejan sabor a poco en la boca.

Supongo que canté victoria demasiado pronto, pero... ¿No lo hubiesen hecho ustedes también?

No lo olviden, esta es mi historia: La historia de cómo una asesina y su karma acabaron con todo lo que estaba bien.

Continue Reading

You'll Also Like

83.7K 10K 32
¿Kim SeokJin? Ese chico, deseaba y anhelaba que fuese mi pareja pero.. Existía... ¿Kim NamJoon? Uno de mis mayores contrincantes y enemigos. No le t...
10.3K 1.4K 46
El problema no es que sea un ser sobrenatural, el problema es que son dos. *Por Viviana Valeria V.
241 80 30
Takumi Kurozuki, un chico cuyo corazón fue sumergido en las sombras del mundo, y decidió plantarle cara a la oscuridad que lo rodeaba. Llamenlo desti...
15.2M 1.3M 37
TRILOGÍA DEMON #1 ¡A LA VENTA EN LIBRERÍAS! "El infierno está vacío. Todos los demonios están aquí." -William Shakespeare.