La Asesina de Palermo -Fátima- Pt.I

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Hay momentos en los que no puedo más que preguntarme si busqué hacerle daño a Olivia. Ella sabía mi secreto, Pía se lo contó, y el karma me la puso enfrente para que dejara de fingir que era una persona normal, una que podía mantener una relación humana e inventarse un pasado sin fantasmas.

Gianmarco decidió irse con Olivia a Neuquén, donde velarían a esos padres que lo protegieron y le señalaron un futuro. Yo decidí no intervenir de ningún otro modo y guardé silencio.

Sabía que, mientras me sentaba en mi balcón a contemplar las extensiones de ciudad que despertaban para dejar las festividades atrás y comenzar con un nuevo año, mi novio y su mejor amiga, conocedora de mi más terrible secreto, se ponían de pie frente a dos féretros y lloraban en silencio.

¿Lo sabría Olivia? ¿Habría llegado a la conclusión de que fui yo la culpable...?

¿Se lo diría a Gianmarco?

¿Por qué no iba a hacerlo? Estaba poniendo en peligro la vida del muchacho que ella amaba con solo existir. Ella iba a entenderlo. Iba a decírselo. ¿Y qué iba a hacer yo cuando sucediera? No me sentía capaz de mantenerme cuerda y no destrozarlo todo con furia.

Quizá Gianmarco volvería la siguiente semana y me miraría con desprecio para decirme que ahora lo sabía todo y que me quería lejos. ¿Qué iba a hacer yo entonces? ¿Qué iba a hacer cuando recibiera mi merecido incluso habiendo creído que, en realidad, estaba haciendo las cosas bien?

Apoyé la frente en la superficie fría de la baranda que me protegía del vacío que había a mis pies y cerré los ojos por un instante, creando un plan mental a través del cual pretendía convencerme de que, en realidad, no me importaba si Gianmarco decidía dejarme en su pasado por siempre.

Mierda y más mierda.

Iba a enloquecer si Olivia hablaba y él le creía.

Iba a destruirlo todo.

Un mensaje se anunció en mi celular y me sacó de mis pensamientos torturados. Lo abrí con el corazón acelerado, pensando que tal vez era Gianmarco diciéndome que ya lo sabía todo y que prefería no verme más.

Era Bahiana.


Estoy en mi departamento, ¿podés venir?


Mis manos temblaban cual paciente con párkinson cuando aparté el aparato, poco dispuesta a responderle. Me aferré a la baranda con ambas manos y miré al vacío, jadeando por el pánico que se estaba apoderando de mí. Otro mensaje le siguió a ese:


¿Tengo que ir a buscarte?


No.

Peor que enfrentar a Bahiana, era recibirla en mi casa. Si yo iba a verla, al menos podría huir cuando me placiera. Cerré los ojos una vez más y me apreté contra la baranda hasta que me hice daño en la piel.

Hija de la Muerte -Ganadora de los Wattys 2018-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora