Este capítulo, decidí cambiarlo un poco así que espero que lo disfruten.
Y si encuentras algún error ortográfico pido disculpas ;) .
RACHEL
Una enorme pintura algo rara pero interesante adorna el despacho de James. Un enorme sillón debajo de este descansa con algunos trajes colgando del mismo.
Observo detenidamente el lugar, un gran ventanal de vidrio deja a la vista la mayor parte de la ciudad de New York al otro de su escritorio lleno de papeles y portafolios que se encuentran a mi lado.
Me sobresalto al escuchar la puerta abrirse y una voz ronca detras de ello, giro sobre mis propios pies, él esta ahi con un traje de etiqueta hecho al cuerpo, se encuentra de pie en el marco de la puerta sin ninguna expresión en su cara, solo se limita a observar— ¿Que te trae por aquí?— trague saliva ante mi garganta seca, ante aquella pregunta.
Respiro hondo, tomando fuerzas que hace algunos minutos atrás tenía y que ahora se están yendo al caño.
—Quiero hablar contigo por lo sucedido en el club— menciono y pude ver su mandíbula apretarse ante mi comentario.
¡Acaso de verdad sucedio algo!.
La zuela de sus zapatos, tocan con ímpetu la limpia y blanca cerámica dirigida hacia mi, las manos en sus bolsillos del pantalón y su arrogante mirada me hacen ver como un cachorro con miedo bajo la lluvia.
Retrocedo dos pasos al sentir como su respiración se queda a centímetros de la mía. Ni siquiera estaba a un metros sino a centímetros.
Me sentía intimidada, nerviosa, pequeñita y sumisa ante él.
Desvío la mirada hacia algún lugar no especifico de la oficina pero él seguía acercándose demás, nuestras narices ya casi chocan ante nuestro acercamiento.
Su respiración choca mi rostro y viceversa.
Trago saliva bruscamente y mi cuerpo siente un escalofríos ante el tacto de sus ásperas manos en mi cuello, donde una corriente inicia de ese lugar y debilita aquel montículo de carne entre mis piernas.
Ni siquiera articula alguna palabra solo se limita a observarme.
Su mirada se dirige a mis labios, de igual forma que lo hago y miro como remoja sus labios con su lengua y vuelve su mirada a mis ojos.
Acerca su rostro, dejando que nuestros labios se junten y deposita un beso aunque se aleja un poco, esta vez soy la que no quiere que lo haga. No quiero que se aleje.
Con la poca fuerza de voluntad que tengo, le tome del cabello y vuelvo a juntar nuestros labios, son cálidos.
Se siente tan bien.
Me toma de la cintura y me tumba sobre el escritorio sus manos suben con calma y suavidad nuevamente a mi cuello haciendo que intensificará más el beso.
Nos alejamos un poco para tomar aire, pero vuelve a besarme. Su rostro se hunde en mi cuello dejando pequeños besos, mis ojos se cierran ante aquel toque y remoja con su lengua el lóbulo de mi oreja para luego morderlo suavemente, asi lograr que soltara un gemido.
Estaba excitada, caliente, humeda, el hombre que se encontraba frente a mi me estaba volviendo loca, con tan solo tocarme y besarme.
Desde el principio fue atracción lo que ambos sentíamos y ahora me deba cuenta de ello.
El centro de mi entrepierna pedía a gritos que sus manos llegasen a tocarla.
— Te ves, jodidamente caliente cuando estás vestida así — susurra en mi oído derecho.
Me siento estúpida al estar en esta posición, porque vine a buscar respuestas pero estoy terminaré buscando otra cosa.
Sus dedos se apoderan de ambos lados de mi camisa azul llevándola sobre la cabeza, mi respiración agitada demuestra la poca cordura que llevo consigo misma en estos momentos.
—Desde la primera vez que te vi me volviste loco— vuelve hablar pero esta vez con una de sus manos desabrocha las hebillas del sostén. El calor que emana su cuerpo es tan diferente a la vez que Donovan me tocó.
Trago saliva e intento olvidar el pasado, lo hago al sentir sus labios succionar ese pequeño botón de carne sensible de uno mis senos— ¡Ahh!— gimo, cuando una de sus manos se cuela en el pantalón de mi uniforme. Mi cabeza y espalda desnuda se inclinan hacia atrás ante el frío tacto de sus dedos.
Mi pelvis inconscientemente se mueve al vaivén de sus dedos, delicado y caliente pero me tenso de inmediato cuando siento ingresar dos de ellos en mi cavidad.
—¡Oh, Dios!— gimo, ante sus rápidas embestida.
—Estas tan húmeda que puedo olerte aquí arriba— su forma en la que habla, me calienta más que nada.
Los bordes de mi pantalón de ambos lados, los baja lentamente sin dejar de jugar con otro de mis pezones—¡Oh, si!— vuelvo a gemir.
Toda su atención está allí abajo, siento como poco a poco me lubrico y mucho más al sentir como su respiración corta y pesada se detiene en aquel lugar. Arqueo aún más la espalda cuando comienza a lamer la tela de mis bragas y percibo que con apenas tocarme siento el mundo a mis pies.
Uno de sus dedos levanta apenas la fina tela de mis bragas y un lengüetazo que recorre de abajo hasta el punto clave de excitación me hace volver a mover las caderas. Los nudillos de mis manos están blancos de lo fuerte que agarro el borde del escritorio.
—Estas deliciosa— vuelve hablar, pero su fascinante excursión en mi vulnerable vulva está lejos de terminar de explorarla. Con los dientes, de un tirón se deshace de la pequeña tela que separa su rostro de mi humedad.
Pero me sorprende cuando siento que sus labios están dejando castos besos en mi abdomen, mi respiración es agitada y para normal.
Elevo un poco la cabeza para obtener más visión de él entre mis piernas pero me quedo estupefacta a lo que mis ojos observan.
En una de sus manos, acaricia su carne eréctil y gruesa, ayudándo a estimularse. Jamás había tenido algo de ese tamaño, como si fuese de otro mundo.
Sin exagerar.
—Eso no me va a caber— fue más un comentario que una pregunta.
Una pequeña sonrisa se le dibujó en el rostro, si de broma se tratase—Seré delicado por esta vez, si—.
Con la misma mano de antes, ayuda a ingresar la punta de su glande en mi entrada, me tenso.
— Duele— me quejo, pero Ethan al contrario comienza a estimular ese punto de placer que vuelve loca a cualquiera. De a poco comienza a ingresar su miembro en mi entrada aunque al principio es un poco doloroso también se estaba convirtiendo en placer.
—¡Ohh, si! — gimió Ethan.
Aquel gemido me motivó acelerar más mis movimientos, provocando un fuerte gruñido de su parte.
La mitad de su miembro se desliza dentro de mi entrada. Es tan delicioso y pecador que no quiero que acabe.
—No lo hagas, déjame tomar el control — apoya ambas manos sobre el escritorio por un momento, su frente y cuerpo destilan sudor.
Desde mi vista es demasiado atractivo que hasta ahora me doy cuenta.
Mi garganta está seca y mi cuerpo sudoroso.
—¿Porque no hablas?, ahora quiero escucharte gemir mi nombre de esa linda boquita tuya — el ronroneo de su voz, me lanza una descarga en mi entrepierna. El color de sus ojos son más oscuros y no deja de mirarme— ¿ Lo vas hacer?—pregunta.
Niego asustada, a lo que pueda hacer tras levantar una ligera comisura en sus labios.
Mi boca y mis ojos se abren demas al sentir la intensidad de los movimientos de sus embestidas, los intensifica y en su rostro puedo ver cómo se divierte con esta placentera tortura que salen de su parte.
—¿Vas a gemir mi nombre?—vuelve a preguntar, pero no se que decir. Siento como mi mundo cae cuando uno de sus dedos se adueña de mi clítoris.
Ni siquiera puedo fingir, sus embestidas son toscas a pesar de haber dicho que iba a ser delicado.
—¡Ahh!—suelto, una de sus manos acarician mi pecho desnudo mientras disminuye las embestidas. Trago saliva ante el contacto de su mano en mi garganta. No es brusco al contrario mientras su pelvis choca contra mí húmedo y descontrolado coño sentía como estaba llegando al clímax. Por eso sus embestidas se están convirtiendo en lentas.
Mis paredes internas comienzan involuntariamente a contraerse—¡Diablos, Rachel!, no hagas eso o me vendré justo ahora y aún no lo quiero—.
Lo siento suplicar.
No aguanto más.
—¡Porfavor, no pares!— ordeno, cuando empieza a intensificar sus embestidas sin dejar de jugar con mi clítoris.
El choque de nuestros cuerpos, es excitante y armónico.
Desconocido pero a la vez placentero y vivido.
Tenso mis músculos al sentir una oleada de movimientos con cada embestidas que él da. Mis manos se aferran esta vez a su nuca, ambos jadeamos al vaivén de nuestros cuerpos.
—¡Ya no puedo más!— jadeo cerca de su boca.
Un leve y casi ahogado sonido suelta de su garganta con cada embestida.
—Vamos, hagámoslo juntos— la respiracion se me entrecorta, tras escuchar lo que dicen sus labios. Falta poco para que lleguemos al clímax, lo sé puedo sentir como su cuerpo comienza a tensarse por completo y sus penetraciones se hacen cada vez más rápidas.
Sin resistir ni un minuto o segundo más, rodeo con mis piernas su pelvis aumentando más sus estocadas y me corro escondiendo mi rostro en su cuello en medio de quejidos y jadeos.
—¿Estas bien? — pregunta un poco agitado, mientras retira lentamente su miembro de mi.
Ni siquiera tengo el valor de míralo a la cara.
—No lo sé — respondo.