Siempre serás Mía

By GinLestrange

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(Dramione) Hermione nunca confesó a sus amigos qué le ocurrió antes de borrar la memoria a sus padres. Qué oc... More

A D V E R T E N C I A
Siempre serás Mía, Granger
La Trampa
A tu merced
Mi refugio... tú.
Hielo y Fuego
Frío
Lo Dulce se Hace Amargo
Un Año No Es Un Siglo
Las Reliquias... Sin ti (Parte 1)
Las Reliquias... Sin ti (Parte 2) - La Batalla
Leña y fuego
La Casa de los Greengrass
Una Decisión Apresurada
Este Soy Yo
El Juicio
El Gen Weasley
La Boda
Olvídame Tú
Tres Ventanas
Adagio
Tocando el Cielo
Mía, solo mía
Magia
Y llegaste tú...

Gotas de Belladona

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By GinLestrange


Draco se sentía muy cansado luego de la cena y mientras todos sostenían una amena charla en la sala, a eso de las once de la noche, pensó que ya hora de retirarse. Tenía mucho que estudiar todavía, pero lo dejaría para el día siguiente. Mientras todos hablaban, algo llamó su atención: a Astoria le brillaban los ojos, era como si un resplandor estelar estuviera posado en sus pupilas. Ya no eran verdes, si no marrones y su sedoso cabello se había convertido en uno un poco más desordenado, y el castaño era más claro, sus curvas se ensancharon y el busto se hizo más pronunciado. Quitó la mirada de la muchacha porque notaría que la observando. ¡Estaba loco! ¡Acababa de ver a Hermione en el cuerpo de Astoria!

—Creo que me debo ir a mi cuarto —dijo poniéndose de pie e intentando mantener el equilibrio—. Ese vino añejado me sorprendió con las defensas bajas —añadió sonriendo y saliendo rumbo a la escalera.

—O con el estómago vacío. Casi no probaste la comida, hijo —dijo Susan con tono amable. Draco asintió.

—Buenas noches —se despidió y subió a su cuarto.

Mientras el resto de la familia se quedó en la sala, Kenson, con un movimiento solapado de cabeza, indicó a su hija que ya era hora de echar a andar el plan, así que la muchacha bostezó notoriamente y también se despidió.

—Creo que también me iré a dormir... este ha sido un día muy largo. Buenas noches.

—Que descanses —le dijo Susan.

Draco entró en su dormitorio, se sentía somnoliento y se tambaleaba. Sí, Narcisa tenía razón, debió haber ingerido algo de alimento, el vino lo sorprendió débil. Se quitó la corbata, luego el saco y los colocó sobre un sitial que estaba a un costado de la cama. Fue en ese instante cuando escuchó unos suaves golpes en su puerta. ¡Diantres, si dijo que quería descansar! A regañadientes se acercó tratando de poner su mejor cara para abrir. Y cuando al fin lo hizo, ¡la vio a ella! ¡A Hermione! ¿Cómo había llegado hasta allí?

—Mía, ¿qué...? ¿Qué haces aquí?

Astoria entonces comprendió el efecto de la poción que su padre había realizado. La estaba confundiendo con su novia.

Y Draco no dudó en tomarle la mano y atraerla hacia su cuerpo, besándola desenfrenadamente. Astoria estaba con los ojos abiertos y casi perpleja... ¡ese hombre besaba como los dioses! ...Y ella que no había besado a ningún dios, todavía...

Con el pie Draco cerró la puerta y siguió besando a Astoria. De repente, algo en su subconsciente se activó, ¿cómo era posible que Hermione estuviera allí? ¡Ella estaba en Australia junto a Lunática! Quiso aclarar la situación y abrió los ojos. Soltó a quien tenía en frente, pero era Hermione... ¿con ojos verdes? Entonces sintió que todo le daba vueltas y se apoyó en la pared. Astoria se acercó a él y le tomó el brazo, impidiendo que cayera al suelo.

—Tú no eres Mía.

—Sí, soy Mía —¿Y quién mierda es Mía? —se preguntó Astoria, intentando realizar su mejor actuación—. Ven amor, acompáñame.

Guió a Draco hasta la cama y lo sentó. Luego corrió las cobijas y con bastante esfuerzo logró que éste quedara acostado en la posición correcta. Draco dormía profundamente, incluso roncaba. Todo iba como estaba planeado.

Con un movimiento de varita le logró quitar la vestimenta, incluso su ropa interior. Sus ojos quedaron adheridos en la perfecta combinación de hombre y sensualidad que era aquel mago, ¿por qué antes no se fijó en él? ¡Estúpida! Perdiendo el tiempo con el feo y vulgar de Flint, rogando para que la amara. ¡Mortífago estúpido! Y ahora tenía a todo un dios griego para ella solita...

Respiró profundo y procedió a desvestirse, teniendo especial cuidado de dejar, tanto la ropa de ella como la de Draco, esparcidas en la alfombra, dejando adrede las bragas en el escritorio y el sostén sobre una silla.

Una vez lista la escenografía, procedió a acostarse... la actuación comenzaría en la mañana... apenas Draco despertara o... los despertaran.

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Tuvo un sueño tan extraño: volvía a ver a Hermione cayendo por las escaleras, golpeándose la espalda y alguien reía a los lejos. Se trataba del mismo sueño que se repetía una y otra vez, pero ahora reía una mujer y esa mujer tenía rostro, era...

—¡¿Qué diablos ha ocurrido aquí?! —Susan, la madre de Astoria, abrió la puerta de la habitación de Draco de par en par, gritando a todo lo que le daban sus pulmones—. ¡Astoria! ¡Draco!

Draco abrió los ojos y vio a la mujer de pie en la puerta de su habitación. A los segundos se dio cuenta que no estaba acostado solo, que Astoria estaba en su cama y... ¡ambos sin ropa! ¿Qué estupidez habían hecho?

De un brinco se levantó y reparó en que no tenía puesto sus boxers. La mujer de la puerta gritó y se cubrió el rostro. Mientras que Astoria se sentó en la cama cubriéndose el pecho. Draco tomó desde bajo su almohada una bata, que solía guardar allí y se la colocó de inmediato.

—¿Qué mierd... —pero Draco no alcanzó a hablar porque Susan gritaba:

—¡Draco Malfoy! ¡Astoria Greengrass! ¿Qué han hecho el par de descarados? Fui a tu habitación y al ver la cama intacta, mi instinto de madre me dijo que podrías estar aquí. ¡Y no me equivoqué!

Los gritos de Susan eran tan fuertes que a los pocos segundos llegó Narcisa, acomodando su bata, seguida por Daphne, la hermana mayor de Astoria.

Draco aún no entendía qué había ocurrido, cómo era posible haber terminado acostado con Astoria. ¿Entonces que él y ella...? ¡¿Pero cómo?! No se acordaba de nada, solo que tenía un gran cansancio y los ojos de ella que brillaban y se parecía a....

—¡¿Qué me diste bruja del demonio?! —gritó Draco a Astoria, intentando que esta se levantara.

—¡Suelta a mi hija! ¡Pedazo de mortífago inútil! ¿Así nos pagas? ¿Burlándote de nuestra hija? —era Kenson que también había llegado al escuchar el alboroto. Pero satisfecho, todo estaba resultando tal cual como lo había planeado.

Narcisa dio unos pasos hasta su hijo y lo tomó del brazo, porque éste lo único que quería era que Astoria le explicara lo que había ocurrido.

—Hijo, ¿por qué lo hiciste?

—¡No he hecho nada, mamá!

—¿Nada, Draco? ¿Te olvidas de lo que me dijiste anoche? —Astoria se cubrió el rostro llorando. Susan corrió a abrazar a su hija y la ayudó a ponerse de pie, cubriendo su cuerpo con la sábana.

—¡Y yo que pensé que habías cambiado! ¡Idiota! ¡Desgraciado! —Daphne se había hecho camino entre todos y había tomado de la solapa de la bata a Draco y lo había puesto contra la pared. El rostro de perplejidad de Draco era tal, que a Daphne le llamó la atención.

—¡Y mira! ¡Si hasta ha manchado las sábanas... mi hijita! —gritó Kenson con fingido sollozo, haciendo alusión a la pérdida de la virginidad de su hija menor.

—¿Qué? —Daphne soltó a Draco y se volteó a mirar. En efecto logró ver un par de pequeñas manchitas en la sábana inferior de la cama. Luego de lo cual su rostro cambió, miró a Draco, como diciéndole —Estúpido— Draco lo entendió de inmediato y luego miró a su padre y a Astoria, esta última solo bajó la mirada.

—¿Y tanto montaje para qué? —dijo Daphne a su hermana y salió hecha una furia de la habitación. Nadie, a excepción de Astoria, entendió lo que Daphne había querido decir.

—¡Tú... tú me las pagarás! —vociferó Kenson a Draco con una mano empuñada, amenazándolo.

—Nos iremos, Kenson. No te molestaremos más —dijo Narcisa.

—¡De ningún modo, Narcisa! Vamos a esperar unos días y si mi hija tiene consecuencias de esto, tu hijo se casará con ella, si no ¡olvídense de su fortuna! Utilizaré todos los medios posibles para que la fortuna hecha por Lucius con dudosa procedencia, sea entregada al Ministerio de Magia para uso benéfico.

—¡No puedes hacer eso, Kenson! ¡Lucius confió en ti!

—¡Y yo confié en tu hijo y mira! Ven Susan... Astoria... —agregó Kenson tomando a ambas para sacarlas de la habitación.

Narcisa cerró la puerta y miró a su hijo quien estaba aturdido, atónito, no entendía qué había ocurrido, ni cómo, o si efectivamente había tenido sexo con Astoria.

—Hijo, dime la verdad, ¿te aprovechaste de esa chica? ¿Hicieron el amor producto de unas copas de más?

—¡Nada de eso madre! Creo que fue ella quien aprovechó de mí. Había algo en ese vino que me dieron anoche, estoy seguro. No es normal lo que me ocurrió.

—A mí no me hizo nada.

—¡Es que a ti no te pusieron Amortencia en el vino!

—¿Amortencia? ¿Y con vino? ¡Pudiste haber muerto!

—No es para tanto, mamá.

—Debes saber que no se pueden combinar ciertos ingredientes de la Amortencia con magnesio y las uvas tienen mucho. ¡Dios! Draco, ¿cómo no te diste cuenta? ¿Cómo caíste en un hechizo tan de niños como lo es una poción de amor?

—No fue poción de amor, madre. Una poción de amor deja al individuo como estúpido por días, totalmente enamorado de la que le dio la poción y este no es el caso. Mis sentimientos están intactos. Observa el dije... —Narcisa miró el colgante que tenía la cadena de su hijo y, en efecto, este no había sufrido cambio alguno—. Fue otra cosa madre, algo que me hizo perder el conocimiento u olvidar lo que pasó entre Astoria y yo... ¡no me acuerdo de nada!

—¿Cómo de nada, hijo?

—Nada madre, ni sé cómo me acosté, ¡menos cómo me saqué la ropa!

—Creo que esos detalles, sobran.

—Tienes que saberlos para que me entiendas. Lo último que recuerdo fue que estaba muy cansado y miré a Astoria en la sala y vi el rostro de Mía, me di cuenta entonces que el vino me estaba jugando una mala pasada por no haber cenado. Luego, estaba aquí en la habitación y... y alguien golpeó la puerta... era ella...

—¿Astoria?

—No... Mía —Narcisa negó con la cabeza—. Es ilógico, claro que no era Mía, pero de ahí... no hay nada más —Draco comenzó a dar vueltas en la habitación y recordó que había besado a Mía o a Astoria—. La besé.

—¿A Mía?

—No, a Astoria, pero creyendo que era Mía y luego un grito me despertó y era Susan.

—¡Ay, hijo mío! No sé qué vamos a hacer. Kenson y su familia nos han ayudado tanto, no tenemos a dónde ir.

—Por lo pronto yo me iré de esta casa.

—¡No, no te irás! Si Astoria está embarazada te harás cargo de tu hijo.

—¿Y Mía? ¡Yo tengo novia! No voy a dejar a Hermione por el capricho de una niña mimada como Astoria Greengrass.

—Te harás cargo de tus actos, Draco Malfoy Black y, para otra vez, lo que tu padre y yo invertimos en Hogwarts lo aprendas a utilizar en tu vida cotidiana. ¡No es posible que no fueras capaz de reconocer una poción! Y, en cuanto a Mía, espera unos días y si resulta que te debes casar con Astoria, le dirás la verdad a ella. Mía no se merece lo que les has hecho.

—¡Madre, no he hecho nada!

—Esas sábanas no mienten —Narcisa apuntó las sábanas revueltas de la cama de Draco y triste se retiró de la habitación.

Draco estaba desesperado, ¿cómo era posible que su mundo se terminara de derrumbar por culpa del capricho de una niña? Porque para él, Astoria no era nada más que una niña mimada y malévola.

¿Qué pasaría ahora? ¿Qué ocurriría con Hermione? La rabia se apoderó de él. Sin pensarlo y a modo de descargar toda su rabia, tomó un florero que estaba sobre un mueble y lo arrojó a la pared, quebrándose en mil pedazos. Así estaba su vida, destrozada y en cada trozo estaba marcado el nombre de Hermione. La mujer a quien amaba por sobre todas las cosas y que por culpa de un capricho adolescente, estaba a punto de perder.

Los días que siguieron, tanto para Narcisa como para Draco, fueron eternos, entre el silencio y las palabras indirectas. Ya no cenaban con el resto de la familia y éstos no los hablaban. Draco había optado por estar todo el día en la facultad y en el hospital, adelantando lo que era la pasantía, con ello obtenía créditos extras para su proceso estudiantil. Prefería mantener la mente ocupada en aprender que dar vueltas al engorroso episodio ocurrido en su dormitorio hacía un poco más de dos semanas. En ese periodo no había tenido noticias de Hermione, suponía que todavía seguía en Australia y que por eso no recibía lechuzas. Pensaba seriamente en adquirir uno de esos artefactos muggles que sus compañeros de carrera solían utilizar y con el cual se comunicaban al instante con sus seres querido o amigos. Sin magia y con mucha ocurrencia, los muggle se hacían la vida más fácil.

Aquél día, cerca de nueve de la noche, cuando llegó de la facultad, vio que la puerta de la habitación de Astoria estaba abierta. Debía hablar con esa jovencita, necesitaba saber la verdad y dejar en claro varios puntos. Sucedía que, desde ese día en que la madre de Astoria ingresó a la habitación encontrándolos a ellos acostados, no había vuelto a hablar con la muchacha, ella no lo miraba, ni él buscaba su compañía como antes, menos volvieron las clases de computación que eran tan interesantes. Por lo menos había aprendido lo suficiente como para realizar informes, buscar material en internet e imprimirlos. No había llegado al tema de los chats pero sus compañeros de facultad, muggles todos (a los cuales había comenzado a apreciar), le estaban enseñando a usar.

—¿Podemos hablar? —preguntó de pie en el dintel de la puerta.

Astoria estaba acostada viendo televisión y de inmediato tomó el control remoto del aparato y lo apagó. Se sentó en la cama y asintió, sin hablar.

Draco ingresó a la habitación y cerró la puerta tras de sí. Realizando un hechizo muffiato para evitar que alguien los escuchara e interrumpiera. A Astoria eso la intimidó, temía que Draco la pudiera agredir o utilizar algún tipo de arte oscura en su contra. Se puso en alerta y cerró su mente a voluntad.

—Veo que no quieres mostrar nada —dijo Draco dándose cuenta de lo que Astoria acababa de hacer.

—No tengo nada que ocultar. Pero sí, he cerrado mi mente. Sobre todo mis sentimientos.

—La otra noche...

—¡No quiero hablar de la otra noche! —agregó haciendo una especie de puchero de niñita a punto de llorar.

—¡Mira engendro del demonio! —Draco la tomó con fuerza de ambos brazos e hizo que se pusiera de pie—. ¡Lo que me hiciste la otra noche ha destruido por completo mis planes! Yo tengo novia, a la que amo de verdad —Astoria hizo un gesto con la boca, encogiéndose de hombros señalando que no le importaba—. ¡A ti jamás te amaré! Hagas lo que hagas —la soltó con fuerza. Debió apretarla un poco ya que la muchacha se llevó una mano al brazo contrario.

—¿Mía? Así se llama ella, ¿no?

—¿Cómo lo sabes? ¿Estuviste hurgando entre mis cosas?

—¡Me llamaste Mía todo el rato! Cada caricia tuya estaba dirigida a esa tal Mía, ¿quién es? ¿Es una bruja con estatus? ¿La conociste en Hogwarts?

—¡¿Pero qué te importa, bruja venenosa?! Lo que te debe importar es que me di cuenta de lo que me hiciste. ¡Yo jamás me habría metido contigo por gusto!

—Pero aun así estuvimos juntos y lo quieras o no, ¡tú terminarás casándote conmigo!

—Ni lo sueñes, harpía.

—Mi padre ha dicho que si estoy embarazada te obligará a casarte o si no, los dejará en la calle a ti y a Narcisa y estoy segura que tu querida mamacita terminará cortándose otra vez las venas, ¿querrías eso?

Draco sonrió con amargura. Aquella muchacha era todo veneno.

—Tu padre no puede hacer nada de es, pues para cada movimiento de dinero que desee hacer, debe contar con la firma de mi madre.

—Así es, pero solo hasta que la declare interdicta —¡Demonios eso no lo debí decir! —se reprendió ella misma, siempre terminaba hablando de más.

—¿Interdicta? ¿Mi madre? ¡Eso es imposible!

—Tu mamita se intentó quitar la vida, eso la deja como inestable emocionalmente e incapaz de conducir las empresas Malfoy.

—Puede que sí sea un poco inestable pero de ahí a declararla interdicta...

—¡Mi padre tiene poder!, y lo utilizará, que no te quepa la menor duda.

—Veo que tienes todo preparado... armada tu vida con un hombre que te desprecia... porque eso es lo que siento por ti, solo desprecio, pero que a su vez le inspiras lástima. ¿Serías capaz de vivir conmigo? No me conoces, no sabes quién soy o cómo soy, no tienes idea de mi pasado, ni lo que he hecho. ¡Fui mortífago, estúpida! ¡Abracé las artes oscuras! ¿Estarías dispuesta a ver esto todo los días? —Draco se levantó la manga de su camisa y le mostró la Marca Tenebrosa. Astoria abrió los ojos con miedo. Estaba sorprendida, pero por sobre todo, asustada.

—Yo... tú... tú me gustas mucho Draco.

—¿Serías capaz de vivir al lado de un hombre que cada día te recordará que te odia y que te desprecia?

—¡Tuvimos sexo tú y yo! ¡Y eso debe contar! Además existe la posibilidad de que tengamos un hijo.

—Jamás negaría a un hijo, si ese es tu temor. Jamás lastimaría a un niño. Jamás le haría a mi hijo lo que a mí me han hecho. Si tú y yo tenemos un bebé, lo amaré como a nada en el mundo, porque es parte de mí pero a ti Astoria, jamás. Óyeme bien: jamás te amaré y te odiaré por el resto de mi vida por haberme separado de la mujer que realmente amo.

—¡Ella te va a odiar por haberla engañado!

—¡Yo no la he engañado! ¡El engañado fui yo! ¿Qué porquería me diste? ¡Cómo pude ser tan idiota y no notar que le pusiste algo a ese vino! ¡Dime!

—Yo, bueno... quería que te fijaras en mí. ¡Draco, yo te amo!

—No. Tú no me amas, babosa. Ni siquiera te amas tú.

—¿Ba... babosa?

—Ah, no te gustó el nombre... ya veo, porque desde ahora eres Babosa Greengrass.

—¡Draco basta!

—Empieza a conocerme. Soy mayor que tú y tengo mucha experiencia. Soy mujeriego, mentiroso, engreído y con todas esas virtudes deberás aceptarme desde ahora. Empieza a acostumbrarte porque así será tu vida en adelante.

—Es por esa tal Mía, ¿no?

—¡Nunca más digas su nombre! ¡Te lo prohíbo!

—¿Quién es? ¡Dímelo!

—¿Tú, dándome órdenes a mí? ¿Quién te crees que eres?

Dicho esto Draco abandonó la habitación y Astoria se tiró a la cama a llorar. Su padre no estaba en casa para que la fuera a consolar.

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Mientras tanto en La Madriguera, Harry arreglaba su baúl, ya que había decidido mudarse definitivamente a Grimmauld Place, la casa que por herencia le había dejado Sirius Black, puesto que el hecho de ingresar a la Academia de Aurores, le permitía estar en su casa todos los días y podría ir y venir mediante la Red Flu. Además ya se había cansado de las salidas nocturnas de Ron y sus llegadas de amanecida despertándolo. Si quería ser auror y tener buenas calificaciones (considerando que ya no contarían con el apoyo de Hermione, quien regresaría a Hogwarts), debía preocuparse por tener un espacio tranquilo para estudiar y, por supuesto, para descansar. Además, en La Madriguera no tenía privacidad y ya era hora que él y Ginny pudieran darse un tiempo juntos. Cada vez que quería besarla o dar un paso más allá en la relación, llegaba alguien y los interrumpía. Es más, estaba seguro que Arthur, le intencionaba algunas responsabilidades a fin de evitar que estuviera a solas con Ginny.

—¿Te vas? ¿Y mi madre lo sabe?

Era Ron que ingresaba a la habitación con una toalla en la cadera y secándose su colorín cabello. Tiró la toalla pequeña en la cama y se acercó al armario en donde sacó una sudadera negra y se la puso.

—Se lo dije hace un par de días —respondió Harry.

—Oh, bien por ti. Así que al final «el trío de oro» se separa.

—Simplemente cada uno hará lo suyo. Crecemos, Ron, eso es todo. Hermione (espero) que vuelva con sus padres, además ella regresará a Hogwarts y nosotros estudiaremos en otro lado y en un año seremos aurores. Eso sí, también debemos aprobar los exámenes libres que nos enviará la profesora McGonagall.

—Así es.

—Ron, ¿en qué andas? Perdona si mi pregunta te molesta, pero desde que Hermione te dijo que entre ustedes no existía nada, te has dedicado a salir por ahí y llegar borracho.

—Eso no es de tu incumbencia.

—No, no lo es. Pero tu madre se preocupa por ti. Sé que cada vez que sales te espera sentada en el sillón de la entrada, está allí horas y horas y cuando tú llegas, te recibe con un abrazo. ¿Y sabes por qué lo hace? Porque siente que con Fred no fue lo suficientemente cariñosa y quiere serlo contigo desde ahora, por eso no escuchas gritos de reproche de su parte. Ella en todo los consiente. Ron, tu madre sufre... sufre aun por Fred y sufre por verte así. No la dejes sola tanto tiempo.

—¡¿Qué sabes tú?! ¡Yo sé lo que hago!

—Tienes razón, yo no sé mucho, no me crié con mis padres.

—Perdón, no quise decir...

—No importa, Ron. No es la primera vez que me lo enrostras... pero ¡vale! ya lo dije... ahora queda a tu conciencia si valoras el sacrificio que hace tu madre de esperarte todas las veces que sales, solo para darte un beso de buenas noches.

Ron se terminó de vestir pero no articuló palabra alguna. Luego tomó su varita y salió del cuarto. Antes de cerrar la puerta, se dirigió a Harry:

—Cuando llegue Hermione, ¿vendrás a verla? Tiene todavía sus cosas en el cuarto de Ginny, así que supongo que vendrá a vernos.

—Si no vengo, iré a su casa en Londres.

—Sí, bueno... entonces es posible que también vaya yo a verla.

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Una mañana, durante la primera semana del mes de julio, Draco se levantó temprano como siempre para ir a la facultad. Estaba dispuesto a ofrecerse aquel día como voluntario para trabajar en la unidad de urgencias del hospital general, a fin de seguir avanzando en sus créditos.

Tomó del perchero de su habitación la bata blanca que ya podía utilizar como pasante y se encaminó a la salida de la casa. Como muggle, y no pudiendo aparecerse o desaparecerse a destajo o utilizar alguna red flu, había comprado un pequeño auto, con el cual podía movilizarse. No era gran cosa, era de segunda mano, todo a fin de evitar comentarios y menos demostrar el poderío económico que en algún momento su familia tuvo y que él, algo guardaba de aquello.

Sin embargo, al bajar por la escalera se encontró con que lo esperaban en el primer piso. Astoria con cara de haber llorado junto a Kenson, Susan y Narcisa. Daphne no se veía por ningún lado. A decir verdad, desde el incidente, la que menos se veía por la casa era Daphne.

—¿Hay reunión familiar? —preguntó con sarcasmo al notar los ojos de odio de Kenson y Susan.

Astoria no lo miraba, luego de la confrontación de hacía un par de días, ya hasta vergüenza le daba mirarlo. Draco la intimidaba. Pero mientras más intimidante era, más le atraía... debía averiguar quién era esa tal Mía... que al parecer era la novia de él.

—Vamos a la clínica. Le haremos un chequeo a Astoria.

—¿Qué? ¿Está enferma?

—No le ha llegado su menstruación —respondió Susan. Draco se detuvo de inmediato y lo que parecía ser un buen día, de repente se transformaba en una pesadilla.

—Bien. Nos vemos allá entonces. ¿Qué médico la verá?

—Hubiésemos deseado llevarla a un hospital mágico, pero está muy lejos de aquí y es peligroso... —añadió Kenson.

—Sí, sí. ¿Qué médico?, pregunté —insistió Draco.

—El Doctor Foster, obstetra —respondió Susan.

—Bien. Estaré allí en quince minutos —agregó y salió sin decir más nada.

—Yo... lo siento tanto...

—Calma Narcisa, los hijos son así. Mira yo, con una hija extraña y con otra que se comporta como una z...

—¡Mamá, por favor!

—¡Susan, basta! Demasiado sufre nuestra hija como para que la insultes.

Las dos mujeres mayores salieron rumbo a la entrada de la casa, en donde ya las esperaba el chofer con la limousine lista. Kenson y Astoria se rezagaron un momento en la sala.

—¿Está todo listo, padre? ¿No quedaré en evidencia?

—No hija, todo listo. Ese doctorcito lo único que quiere es dinero y eso se le ha dado. Así que tú tranquila, que Draco Malfoy será tu marido.

—Él me detesta, ¡me dice babosa!

—No le hagas caso... conquístalo. Haz que se enamore de ti.

—Tiene novia.

—Pero tú serás la esposa. Anda vamos, no vayan a sospechar.

Llegaron todos a la Clínica Particular Anderson Paul, en donde atendía el obstetra con que Astoria tenía reservada una hora de atención.

Mientras esperaban, llegó Draco, quien tuvo que ir primero al Hospital General a explicar que ingresaría a su turno un poco más tarde debido a un inconveniente familiar. A esta altura ya estaba convencido que necesitaba un beeper y un teléfono celular.

—¡Vaya! Pensamos que te habías perdido —dijo Kenson.

—¿A qué hora te atienden? —le preguntó a Astoria sin hacer caso al comentario de Kenson.

—Luego de la paciente que está adentro —respondió la muchacha sin mirarlo a los ojos.

Draco no habló nada más, ni siquiera con su madre. Quería evitar hacer algún comentario extra que pudiera indisponer tanto a Astoria como a Susan. Así que esperó apoyado en la pared, mientras los llamaban.

Largos quince minutos tuvieron que transcurrir para que la paciente y su esposo, que estaban adentro en consulta con el doctor Foster, salieran; y otro par de minutos para que la asistente del médico dijera que Astoria Greengrass era la siguiente.

Draco se puso en alerta y caminó junto a Astoria. Kenson y Susan también se pusieron de pie.

—No, Kenson, este momento le corresponde solamente a posibles futuros papás, ¿no? —dijo Draco. La asistente del doctor lo corroboró—. ¿Ves? Luego les damos las buenas nuevas... Andando —finalizó tomando el brazo de Astoria para ingresar al despacho del médico.

Draco quedó impresionado con la cantidad de implementos médicos y obstétricos con los que contaba aquel doctor. Esperaba a que algún día él pudiera tener una consulta similar o mejor.

Mientras el médico hacía la ficha de ingreso, con los datos de Astoria, Draco solo miraba las manos de ésta. Temblaba por completo y titubeaba en las respuestas... hasta no sabía cuándo fue su última menstruación... rió para sí cuando le preguntó la edad del posible padre.

—Este, no sé... Draco, ¿cuántos años tienes? —eso corroboraba cuán poco sabía Astoria de él.

—Diecinueve, doctor —respondió Draco.

—Y tú diecisiete, jovencita. Creo que ambos son muy jóvenes para pensar en ser padres. Bien, te daré una orden para que te hagan un examen de sangre en este momento, ¿estás sin comer nada?

—No he comido nada.

—Bien, vayan con esta orden al segundo piso y te haces el examen. Con el resultado que demora una media hora, bajas y lo revisamos aquí.

Luego de hacerse el examen y de esperar el tiempo necesario, Draco recibió un sobre cerrado que una encargada le entregó, el cual estaba dirigido al doctor Foster.

Una vez de regreso en la consulta del médico este revisó los resultados.

—Bien, habrá que ver en el ecógrafo entonces.

—¿Qué significa eso, doctor? —a Draco no le sonó para nada bien esa solicitud del médico y le preguntó, aunque temiendo la respuesta.

—Existe un embarazo de tres semanas. Felicidades.

Astoria estaba que saltaba de alegría, en cambio Draco lo único que quería era despertar de la pesadilla.

—¿Me permite el examen?

—Claro, joven. Corrobórelo usted mismo. Sé que estudia medicina así que lo entenderá de inmediato.

Efectivamente el examen era explícito en identificar la hormona gonadotrofina presente en la sangre de Astoria. Hormona que se secreta solo si hay embarazo y este era el caso.

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Dos meses estuvo Hermione entre Camberra y Sídney junto a Luna, hasta que por fin encontró a sus padres. Vivían junto a unos amigos hasta que ambos encontraran trabajo estable, ya que no tenían planes de regresar a Londres.

En medio de todo, lo bueno era que el hechizo que Hermione les aplicó se desvanecía al momento en que Jean y Joseph la vieran nuevamente. Y así fue, apenas la tuvieron en frente, la reconocieron y todos los recuerdos regresaron.

Como Hermione tenía dinero suficiente, logró llevarse consigo a sus padres hasta Sídney y poder pasar allí unas pequeñas vacaciones junto a Luna, quien estaba maravillada con el mundo que ella no conocía, extasiada con viajar en avión (mejor que en thestrall), impresionada con los centros comerciales y lo mejor, la comida. Estaba segura que había subido un par de kilos en esas semanas.

Cuando Hermione explicó a sus padres todo lo ocurrido, un día en la noche, durante una cena en el hotel en donde se hospedaban, ellos la escucharon tranquilamente. No hicieron comentarios. No obstante, cada cierto tiempo Jean tomaba la mano de su hija y la de Joseph. Al final comprendieron los motivos que ella tuvo para borrar sus memorias, pero le hicieron prometer que jamás lo volviera a hacer.

En un instante Jean le preguntó a Hermione por el chico con el cual ella salía. Luna la quedó mirando perpleja. De eso no habían hablado y a Hermione en ningún momento se le ocurrió que su madre tocara ese tema.

—¿Tienes novio, Hermione?, de seguro se te olvidó contármelo —ella sonrió. Sabía que si se lo decía a Luna, ella sabría guardar el secreto.

—¿Están de novios, hija? —insistió Jean.

—Sí, mamá. Estamos de novios.

Luna sonrió y dio un pequeño aplauso. ¡Debía saber quién era! ¡Era Ron, estaba segura que era Ron! ¿Quién otro?

—Es Draco Malfoy, Luna —confesó Hermione. A Luna, de la impresión, se le cayó el tenedor con el que estaba comiendo a la mesa. La miró atónita.

—¿Es una broma, cierto?

—No, Luna. Draco es mi novio. Luego te cuento los detalles, ¿sí?

—Claro, cuando quieras —pero a Luna el hambre se le había pasado. Hermione suponía que le esperaba una larga charla con su amiga en donde tendría que explicar todo desde el principio.

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Era la penúltima semana del mes de agosto, cuando Hermione, sus padres y Luna Lovegood descendían del Boeing proveniente de Sídney, en el aeropuerto internacional de Londres, a eso de las cinco de la mañana.

Luna sonriente y muy contenta con Hermione. Ella le había explicado cómo era que se había enamorado de Draco, cómo él la había rescatado de las garras de los mortífagos y cómo era la vida de Draco junto a su padre. Luna entendía todo. Su amiga tenía derecho a ser feliz y si esa felicidad era junto al Slytherin que nunca soportó, pues bien. Ella la apoyaría.

Como era tan temprano, todos se fueron a la casa de los padres de Hermione, la que a esta altura ya debía estar lista para ser ocupada, puesto que antes de irse fuera del país, Hermione contrató los servicios de una empresa decoradora para la dejaran con un nuevo estilo, lo cual serviría a Jean y Joseph como aliciente para volver y recuperar sus vidas.

En la mañana, a eso de las diez y luego de desayunar, Luna se despidió de todos y se fue por la Red Flu. Extrañaba mucho a su padre y por lo demás, debía organizar algunos pendientes, puesto que solo faltaban dos semanas para ingresar nuevamente a Hogwarts.

Mientras tanto en Dinamarca, Draco se hallaba en la sala de clases cuando logró ver una lechuza parada en una de las ventanas. Sabiéndose el único mago en el aula y, mientras el profesor explicaba unos problemas, subrepticiamente y sin hacer ruido, salió por la puerta trasera.

Llegó hasta el patio de la facultad, lugar en donde la lechuza le entregó una carta. Sacó de su bolso, unas patatas fritas y se las dio al ave, esta las probó y las tiró lejos, luego se ganó un buen picotón y se fue. Draco sonrió. Esa era el ave más extraña que había conocido.

Sabía que se trataba de Hermione. Al fin tenía noticias de ellas, sin embargo el temor lo invadió, el momento de enfrentarla y decirle la verdad se acercaba... Hermione lo odiaría, no lo perdonaría y estaría para siempre decepcionada de él.

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Amor:

He llegado esta mañana, estoy feliz y tengo novedades.

Trata de buscar la forma de conseguir un traslador y para vernos en nuestro departamento en Londres, porque sé que la distancia es muy extensa como para aparecer y desaparecer, ¿sí?

Te esperaré mañana a las cinco. Si no llegas, entenderé que no pudiste.

Te ama, Mía.

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¿Novedades? ¿A qué se referiría Hermione? Y si ella estaba... ¡Eso sería maravilloso! Un hijo de él y ella, era su sueño. De ser así, Hermione tendría unos tres meses... Posiblemente ya se le notaría la panza. Aunque podía también ser otra cosa. Una noticia de esa envergadura Hermione no se la guardaría por tanto tiempo.

Se apresuró en ir a la casa de los Greengrass, debía ver la forma de cómo conseguir un traslador. Posiblemente Kenson, con sus contactos, lograra la activación de algún artefacto.

—¿Quieres un traslador para ir a ver tu novia? ¡Estás de mente si piensas que yo te lo voy a facilitar!

—Debo explicarle lo ocurrido con Astoria.

—Y que te vas a casar con ella ahora en septiembre —Draco tragó en seco. Quedaba poco para esa fecha. Hermione lo odiaría para siempre.

—Eso se lo debo decir yo personalmente.

—Está bien. Me conseguiré uno para mañana. Y ahora déjame tranquilo. Debo ver un par de asuntos y entre esos lo de tu audiencia que es para el día quince, una semana antes de tu matrimonio.

—Ojalá me metan en Azkaban —farfulló.

—¿Dijiste algo?

—Sí, en mi mente. Nos vemos.

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Eran las cinco de la tarde y Hermione se había arreglado para ir a ver a Draco. Suponía que lo vería ese día. Lo extrañaba tanto... se pondría tan contento cuando le dijera que sus padres estaban de regreso y que ya era hora de mostrarse como novios.

Miró su cabello, que lucía liso, producto una buena porción de queratina en un salón de belleza muggle, un vestido rojo clásico por sobre la rodilla y un maquillaje suave, a excepción de los labios que eran carmesí, igual al tono del vestido.

Sonrió y, tomando su varita, desapareció de la habitación para aparecer en el departamento que antiguamente pertenecía a Andrómeda Black.

Para sorpresa de ella, Draco ya estaba allí, sentado en el sofá, con un vaso plástico en la mano. Al parecer ese era el traslador que había utilizado. Al verla se puso de pie y lo arrojó a un lado. Hermione lo único que quería era abrazarlo así que se arrojó a sus brazos.

Draco la recibió y besó con vehemencia porque la amaba con todas sus fuerzas. Esa bruja que siempre le ganó en el colegio, era la razón de su vida. Moriría un poco cada día cuando no la pudiera tocar o besar más.

Hermione sintió que algo no andaba bien. La pasión de Draco no era como ella la recordaba y lo notó nervioso y titubeante. Se separó de él y lo miró a los ojos, en donde corroboró que su rostro estaba triste.

—¿Qué ocurre? —Draco le tomó las manos y las besó.

—Te amo, Mía.

—Y yo a ti, Draco. Pero dime, ¿qué te ocurre?

—Después de lo que te diga, me vas a odiar.

—Me asustas, ¿qué ha pasado? ¿Tuviste problemas en la facultad? ¿Es por lo del juicio? ¿Por la condena de Lucius?

—Herm...

—¿Por tu madre?

—Hermione, escúchame: durante tu ausencia ha ocurrido algo que no jamás imaginé... como tonto caí... no... no tengo excusa.

—¿Qué pasó, Draco? —Hermione sintió que su garganta se secaba, Draco la miraba afligido, pero decidido, ¿otra mujer en la vida de él? ¿Sería eso acaso?

—Este yo... bueno... ¡demonios qué difícil! —dijo deslizando las manos por su cabello.

—Vamos Draco, dime lo que sea.

—Voy a ser padre —dijo de una vez, mirándola a los ojos. Sentía que su barbilla temblaba, que sus piernas no lo sostenían. Pero así debía ser. Ella se merecía saber la verdad.

Hermione se respiró profundo, tratando de controlarse, en tanto los latidos de su corazón eran tan fuertes que parecía que se le saldría del pecho. Era angustia y dolor como jamás las había sentido. Pegó su mirada en él y miles de imágenes se le vinieron a la mente. Eso no podía ser real. Quiso reír, ¿era una broma acaso? Por cierto, de muy mal gusto.

—¿Qué...? —no sabía si efectivamente le había dado el tono de pregunta o era el inicio de una frase—.... que... no te entiendo.

—Astoria Greengrass va a tener un hijo mío.

Hermione se llevó la mano al pecho en donde colgaba su dije el que decía que Draco la amaba, ¿cómo se explicaba entonces que él fuera a tener un hijo con otra mujer? Lo tomó con fuerzas y retrocedió unos pasos.

—No, eso no es cierto. Tú... tú no pudiste...

—Me engañó. Utilizó algo... Amortencia quizá y...

—¿Amortencia? ¡Amortencia! Algo... algo tan ordinario y común... ¡Draco! ¡¿Cómo no te diste cuenta?! —gritó, pero su grito se ahogó en llanto.

Era imposible para Hermione contenerse. Sus lágrimas y dolor eran evidentes.

Draco tenía el corazón destrozado, se acercó a ella y pero Hermione volvió a retroceder otro paso.

—No esperaba que ella hiciera algo así, pero estoy seguro que esa poción tenía algo más. La Amortencia deja al individuo como estúpido por un par de días si no se da el antídoto correspondiente, pero yo desperté bien, incluso creí que había estado contigo...

Hermione lo miró sin creer, Draco era inteligente, ¿cómo podía excusarse con algo tan básico como lo era una estúpida poción de amor? ¡Si hasta en Sortilegios Weasley la vendían!

—¿Cómo un mago como tú, Draco Malfoy, no fue capaz de darse cuenta que lo estaban hechizando? La hierba buena se siente en la infusión. El olor, la textura...

—¡Me la dio en el vino de la cena!

—¿En el vino? ¿Y dices que no estuviste como estúpido?

—Así es. Yo... yo lo siento Hermione.

—¡Se nota que en sexto año andabas pensando en cualquier cosa menos en los estudios! ¡Te dieron Amortencia con doble dosis de belladona! ¡Por eso me viste! ¡Por eso no estuviste babeando con la lengua afuera por dos días! Dime, ¿te acuerdas de todo lo que hiciste?

—No, en realidad no me acuerdo de nada.

—¡Dios mío! Aunque... sinceramente, eso de que no te acuerdas, no me lo creo, la Amortencia está hecha para que el individuo se acuerde de su amor fugaz.

—Es la verdad, no recuerdo nada. ¡Me debes creer Hermione! ¡Yo te amo a ti! —pero Hermione ya no lo escuchaba.

—¿Cómo pudiste? ¿Qué le viste? ¿Qué sentiste cuando la tocaste?

—¡Te digo que no me acuerdo de nada, Mía! Te lo repito, esa es la verdad.

—¿Pensaste en mí en algún momento? —Hermione preguntaba y no escuchaba las respuestas. Draco entendió que todo lo que él dijera, ella no lo creería.

—Siempre pienso en ti amor y por eso que te lo digo, necesito tu apoyo.

—Y resulta que ahora ella está embarazada... ¿Apoyarte dices? ¿Qué? ¿Quieres que sea la madrina del bebé? —Draco abrió la boca para responder que no, pero sabía que era imposible que ella pensara con claridad. La entendía, porque si ella hubiese sido la infiel (aunque no fuera a voluntad) él tampoco la escucharía—. Dime Draco, ¿y si yo fuera la que está embarazada? ¿Qué harías? —el rostro de Draco se iluminó y una sonrisa esperanzadora se dibujó en su rostro.

—¿Esa es la novedad que me tenías? ¿Estás esperando un bebé, Mía? —e intentó tocar el vientre de Hermione pero ella le dio un golpe en la mano.

—No me vuelvas a tocar, Malfoy.

—Mal...

—Para tu tranquilidad, no. No estoy embarazada.

—¿Cómo es que tú y yo hemos estado tantas veces juntos, hecho el amor de mil formas y no quedas embarazada? Y con Astoria... —sabía que eso no lo debía preguntar, pero por un segundo se vio siendo padre de un niño deseado junto a Hermione.

—¡Calla! No me des detalles. ¡Tú eres el médico! ¡Dímelo tú! Ta vez soy estéril o infértil. ¡Ve tú a saber! O quizá aún sigas creyendo que tomo pociones anticonceptivas.

—Yo no he dicho eso, Mía.

—¡Ya no soy tuya! ¡No me digas más así!

—¡Siempre serás Mía, Hermione!

—No más, Draco. Ve... ve y cásate con la fina y sangre pura de Astoria y deja a esta marcada sangre sucia —añadió mostrándole su brazo con la marca hecha por Bellatrix—... hacer su vida como quiera. Me iré. No me verás más.

—¡Hermione, por favor espera!

—En nombre de todo lo que vivimos... te deseo lo mejor —finalizó ella poniéndose una mano en el pecho y de un tirón arrancó la cadena, momento en que desapareció de la vista de Draco. Al hacerlo, la cadena con el dije de la serpiente y la leona cayeron a la alfombra del departamento.

Draco se puso de rodillas y la recogió. Lloraba como niño... acababa de perder a la mujer de su vida. Y él se condenaba a casar por obligación con alguien que jamás amaría y que solo le provocaba odio y repulsión.

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Si mi amor, fue el mejor, si decías que era yo la mujer ideal

¿Por qué buscaste otro amor?

Te entregué, mi calor, mis caricias, mi ilusión

y nunca lo podré entender ¿Por qué dijiste adiós? Mi amor.

¿Qué te ha dado ella, que yo no te haya dado?

¿Qué sentiste al besar su piel? ¿No pensaste acaso en mí?

¿Qué te ha dado ella? Quizás realmente nada,

tal vez por eso estás aquí pidiéndome perdón

llorando por tu error.

Si tu amor, me falló si tu lealtad voló

ya no sé cómo olvidar la herida que hiciste en mí.

Si es verdad, mi amor aún te amo, sin razón

y hoy pretendes continuar pidiéndome una vez más mi amor.

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