Enséñame a no estar solo.

By LucyOkumura8

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Ambos estaban solos en este mundo, donde las personas los menospreciaban y siempre intentaban evitarlos. Se e... More

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By LucyOkumura8


Capítulo diecisiete.

Decisión.



—Bien...

Izuku se encontraba en la cocina, traía un delantal azul pastel y un pañuelo en su cabeza, el joven había enmangado las mangas de la camiseta gris que traía puesta, para luego ver desafiantemente a la caja de huevos que había sacado de la nevera.

Aquel sábado se había levantado antes de que Katsuki lo hiciera (donde, después de cientos de alborotos, gritos y regaños, pudo conseguir pasar de nuevo la noche en la habitación del rubio) asegurándose de que no se despertara al momento en que se escabulló de la cama.

Pensó que sería un lindo detalle el preparar el desayuno por su propia cuenta como agradecimiento de haberle dejado estar con él.

Había visto en libros de cocina y tutoriales de internet sobre los conceptos básicos de la cocina y también ciertas precauciones que debía de tomar si es que no quería lesionarse y, sobretodo, enfadar a Katsuki.

Había visto en comics, películas y libros un desayuno bastante común que a su parecer era delicioso; un par de huevos revueltos acompañado de dos piezas de tocino, una rebanada de pan tostado y jugo de naranja, en las imágenes que había visto de aquel desayuno siempre le hacia agua la boca.

Y creyó que estaría bien, puesto que generalmente, Katsuki desayunaba un tazón de cereal todas las mañanas, restándole mucha importancia el desayuno, cosa que para Izuku no estaba bien ¡El desayuno era la comida más importante del día y Katsuki no se lo tomaba en serio! Por ello mismo, aparte del agradecimiento, tomó la iniciativa de preparar un desayuno decente.

Así que, una vez recordado los pasos a seguir de la comida, abrió la puerta de la nevera y sacó todo lo necesario, se había asegurado de que todo lo necesario estuviese, a excepción de las naranjas, las cuales le pidió a Katsuki el día anterior como excusa de que las naranjas le subían los ánimos de tanto llorar, lo cual, milagrosamente, el mayor se creyó, trayendo una bolsa de éstas después de que llegó del colegio.

Buscó entre los muebles de la cocina a aquel objeto que le serviría para freír los huevos y tocino, encontrándolo pocos minutos después, tomó el sartén negro que había hallado y lo llevó a la estufa donde se prepararía el desayuno.

Dejó que éste obtuviese la temperatura necesaria para poner los huevos y tocino, fijo su mirada a los dos pequeños óvalos blancos en la mesa, sabía que con un simple golpe podrían quebrarse y sería terrible tener que limpiar el suelo por derramarlo, así que tenía que aplicar la fuerza necesaria para que el cascarón pudiese separarse y no desparramarse, pero tampoco tan suave pues las probabilidades de que se rompiera bruscamente eran mayores, no se sabría hasta que golpe sería su límite.

Decidió dejar a un lado los huevos, primero se iría con lo que creyó más fácil: el tocino. Así que, del paquete que había sacado de la nevera, tomó dos piezas de éste y las colocó como sumo cuidado sobre el sartén, dando un pequeño brinco en su lugar cuando escuchó la grasa de la carne siendo freída, aquello le había ocasionando un gran susto.

Dejó que ambas piezas de carne se cocinasen mientras que él seguía batallando con respecto a qué manera rompería los huevos. Quiso dejarlo en manos del destino y tomó uno, dándole un ligero golpe contra la mesa, escuchó un crujido, supuso que eso sería suficiente, observó el huevo donde había golpeado y vio la grieta que creó en él, supuso que eso sería suficiente.

Posó ambos pulgares en la grieta y separó la cascara con cuidado, dejando que la clara y yema del huevo cayesen al sartén donde se estaba preparando el tocino. Sonrió con orgullo ante su trabajo bien hecho, ahora sólo faltaba el otro huevo y viendo por lo que hizo, no era tan difícil como se lo estaba imaginando.

Repitió el mismo procedimiento que había hecho con el primer huevo, le dio un golpe contra la mesa y después lo llevó al sartén, vio como parte de la clara se estaba resbalando por la cascara, el golpe que había hecho había sido algo más fuerte así que tenía que apresurarse para separar la cascara, cosa que hizo con velocidad.

Alejó la basura sobrante y observó el sartén con ilusión para comparar lo que él estaba haciendo con respecto a los vídeos que había visto, su sonrisa de orgullo incrementó al ver que era exactamente igual.

De no ser por un trozó de cascarón que se coló con el huevo, cayendo igual en el sartén.

Izuku frunció su ceño al ver aquella pieza de color blanco filtrada con la comida, sabía que era terrible el que el cascarón se escapara entre la comida, no podía dejarlo así.

Por lo que alzó la mano y la dirigió al sartén, con su dedo índice lo acercó al lugar donde estaba el trozo de cascarón y lo arrastraría hasta la salida del sartén. Sin embargo, apenas colocó el dedo en aquel lugar, pegó un chillido agudo ante el dolor que sufrió por tocar el calor que emergía el sartén.

Dio tres pasos hacia atrás, alejándose de la estufa y llevando su dedo a su boca, donde su lengua intentó apaciguar con el ardor que yacía en su dedo índice.

Bien, había sido una mala idea hacer eso.

Se centró tanto en el dolor que olvidó por completo el cascarón en los huevos, donde lo único que consiguió con él fue partirlo en trocitos más pequeños y sería bastante difícil tener que sacarlo.

Una vez que el punzante dolor disminuyó, sacó el dedo de su boca y vio como la punta de éste estaba ahora rojizo, soltó un ligero sollozo por el dolor que aún sentía, esperaba que pronto se pasara.

Regresó a la estufa donde se fría el desayuno, con la ayuda de una espátula volteó el tocino y movió el huevo, para que no se fuera a quemar.

Respiró hondamente después de haber movido el desayuno, decidió hacer el siguiente paso, preparar el jugo. Por lo que se dirigió a una canasta donde tenía las naranjas y tomó cuatro de ellas y las lavó, tomando seguidamente un cuchillo para poder cortarlas.

Las posicionó sobre una tabla de plástico color verde y cortó la primera naranja, después la segunda y tercera, cuando estuvo a punto de cortar la cuarta, se le resbaló por el pequeño charco de agua que había hecho, provocando que el filo del cuchillo le creara una leve cortadura en el pulgar.

Dejó rápidamente el cuchillo en la mesa y dio leves saltitos en su lugar mientras presionaba su mano. Corrió enseguida en dirección al mueble que estaba a la salida de la cocina, donde en uno de los cajones sabía que había curitas, así que, rápidamente tomó un curita y lo colocó en su herida, no era tan grave como para darle tanta importancia, tuvo suerte de alejar rápido su mano para que la herida no fuese más profunda, aunque eso no quitaba el hecho de que le doliese.

Soltó un suspiro con cansancio, no creyó que le iría tan mal como para lesionarse, aunque no era tan importantes dichas heridas, seguían siendo una molestia.

Regresó a la cocina, donde apagó la estufa, suponiendo que los huevos y tocino ya estaban listos, se dirigió a la mesa donde estaba cortando las naranjas y se inclinó para recoger la que se le había escapado, teniendo mayor cuidado para cortarla.

Cuando tuvo las ocho mitades las llevó hacia una jarra para poder exprimirlas con la ayuda de un exprimidor.

Minutos después escuchó ruidos provenientes de la segunda planta, seguido del rechinar de una puerta, supuso que Katsuki se había levantado. Algo apresurado colocó dos piezas de pan en la tostadura, a la vez que buscó en un de las repisas algo de mermelada de fresa que, por lo que había visto en diversos comentarios, era el mejor acompañante para el pan tostado.

Los pasos de pies descalzos se aproximaban hacia la cocina, para después de dos minutos exactos, al voltearse en dirección a la salida, se encontró a Katsuki con los ojos somnolientos y el cabello enmarañado, signos de que se había levantado hace relativamente nada, tomando por sorpresa al pecoso por el hecho de que, inmediatamente que hubiese despertado se hubiera dirigido a donde él estaba.

—¡Buenos días Kacchan! –Saludó con una gran sonrisa Izuku mientras daba unos pasos en dirección del más alto, éste sólo realizó una mueca y llevó su mano derecha por la parte trasera de su cabeza.

—¿Qué jodidos haces? –No mentiría que se alarmó al momento en que despertó y no vio al peliverde a su lado, temía porque se hubiese vuelto a salir sin su permiso, pero apenas salió de la habitación percató el olor a tocino cocido que evidentemente, le decía que algo no estaba bien.

—Prepararé un desayuno para ti. –Al escuchar su respuesta, Bakugou alzó una de sus cejas curioso ante lo que dijo, no esperó que hiciera algo como eso. Acortó más la distancio y rodeó al mayor, tomándolo de los hombros y empujándolo hacia adelante. —¡Anda! Siéntate, ya mismo te lo sirvo. –No soltó sus hombros hasta asegurarse de que hubiese tomado asiento y enseguida corrió a donde estaba la alacena y tomó un plato para servir con cuidado el desayunó que preparó con tanto esmero.

Una vez que estaba listo, lo dejó frente al joven de ojos rojizos, el cual observó atentamente lo que tenía en frente, no estaba mal, aunque no le daba buena espina, es decirse ¿Qué tanta experiencia tenía el otro para la cocina? Eso era lo que temía.

Le dejó a un lado un par de cubiertos para utilizar, acompañado de un vaso lleno con jugo de naranja que había servido igual, lo dejó todo a su disposición y se sentó en la otra silla, observando atentamente a lo que el mayor hacía.

—Hmmm... –Alargó aquel sonido para fijar la mirada en el plato que tenía en frente, estuvo a punto de comerlo hasta que una ligera nube gris llamó su atención, ladeó la cabeza para observar mejor lo que sucedía. —Qué... –Alzó la mano y señaló a las espaldas de Izuku, el cual giró y ahogó un grito de pánico al ver que el humo provenía de la tostadora.

Se levantó de golpe, casi tirando la silla y se aventó hacia la tostadora, desconectándola y presionando el botón para que expulsase el pan que no había quedado con ese crujiente color café característico del pan tostado, el ángel suspiró decepcionado al haberse olvidado de que había colocando ambas rebanadas de pan.

—¿Te gusta el pan muy tostado? –Preguntó algo tímido, quién sabe, a lo mejor la apariencia engañaba y podría tener un buen sabor, como esos malvaviscos que se cocían tanto hasta tomar un color obscuro y aun así sabían delicioso.

—No me gusta el pan carbonizado. –Le fue imposible reprimir una risita al ver el rostro de desilusión del pecoso ante su respuesta, bueno, ya vería que haría con él después.

Dejando los dos trozos de carbón a un lado, decidió devolver la mirada hacia Katsuki, el cual después de lo ocurrido volvió a mirar el plato con comida que tenía enfrente, con un tenedor cortó un trozo de tocino, llevándose a la boca acompañado de una porción de huevo, listo para saborear el desayuno.

Mascó y enseguida escuchó un crujido, el rubio realizó una mueca al percatarse del pedazo de cascaron que encontró en el huevo, no lo culpaba, la primera vez que realizó un huevo se le fue medio cascarón, pero no quitaba el hecho de que seguía siendo desagradable. Por otra parte, el tocino tenía una textura suave, dándole a entender que estaba medio cocido, o por lo menos el trozo que llevó a la boca, pues viendo ambas piezas de tocino en el plato, no daba la sensación de que estuviese crudo, más bien... uno se veía más cocido que el otro.

Tragó a duras penas, llevando en seguida su mano al vaso con jugo y tomando un gran trago de éste.

—¿Y bien? –Preguntó con emoción Izuku, entrelazando sus propios dedos frente a él mientras sin poder reprimir una sonrisa.

—Sabe mal. –Fue honesto ante su pregunta, realizando una mueca mientras llevaba uno de sus dedos a su boca para quitar el pequeño trozo de cascarón que estaba en su lengua. Al momento en que miró a su compañero, vio que, técnicamente, la había cagado.

Su sonrisa se hizo pequeña, tanto como si no quiera hacerlo pero lo hacía por obligación, el brillo de sus ojos desapareció, dejando un claro rastro de decepción, cosa, que le hizo sentir una punzada de dolor en el pecho.

—Y-ya veo... –Murmuró con pena mientras rascaba su mejilla con el pulgar en donde tenía el curita, captando de inmediato la mirada del mayor, ¿Se había lastimado? Ahora si que se sentía mal por lo que dijo.

—No... Es decir... Pudiste haberlo... ehm... –Intentó remediar lo que dijo, pero no hallaba la manera en cómo hacerlo, tampoco mentiría y sería hipócrita diciendo que estaba delicioso, eso era lo que menos quería, pero... si tan solo hubiese sido más suave. —¡Ah! –Al ver el vaso de jugo lo tomó y lo alzó. —El jugo sabe bien. –No era mentira ello, en verdad tenía buen sabor puesto que era prácticamente imposible arruinar un jugo donde lo único que se tenía que hacer era exprimir la fruta. Ante lo que dijo, una sonrisa se dibujó en el rostro del pecoso, alzando con emoción su rostro y fijando la mirada en su amigo, feliz por lo que dijo.

—¿¡De verdad!? –Preguntó con cierta emoción, le hacia sentir feliz y aliviado saber que no todo lo que hizo había estado mal. Katsuki respondió con un suspiro pesado, para después tomar otra porción del mal desayuno que tenía enfrente, para después asentir en afirmación a su pregunta.

—Sí. Pero, déjame que yo me encargue de la comida. –Porque se negaba rotundamente a ser quien probase los experimentos que podría llegar hacer Izuku, de ser así seguro que acabaría con un fuerte malestar en el estómago.

Sin queja alguna, el ángel aceptó, tampoco quería pasar de nuevo por aquellas heridas que había obtenido, a pesar de que sabía que si seguía practicando mejoraría, preferiría dejarlo allí antes de hacer enfadar más al mayor.

Así transcurrió la mañana, sin nada que fuera tan relevante para ellos, al igual que el resto del día.

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Hasta que al llegar la hora de dormir, de nuevo la misma discusión se presentaba entre ellos.

—Dije que no, maldita sea.

—¡Ahhh! ¡Pero Kacchan!

—Pero nada estúpido, he dicho que no.

Ambos jóvenes se encontrabas afuera de la habitación del rubio, donde éste mirada molesto al ángel.

—Ya te dejé dormir dos veces, no pienso hacerlo de nuevo. –Se mantuvo firme mientras cruzaba sus brazos.

Izuku mordió levemente su labio inferior ante la negación del más alto, él en verdad quería seguir durmiendo con él, podía dormir rápidamente cuando estaba a su lado, le hacía sentir cómodo y seguro, no quería volver a dormir en aquella habitación fría y aterradora.

—¡Por favor, Kacchan! Yo no quiero estar en esa habitación... Me da miedo estar allí.

—¿Y eso en que me afecta? –Pregunto sin importancia en las molestias que le daba. El peliverde respiró hondamente y fijó su mirada en los ojos rojizos del otro mientras apretaba fuertemente los labios.

—Voy a llorar si estoy en esa habitación.

—Eso es chantaje.

—Y me sentiré triste.

—Sigue siendo chantaje.

—Tú también te sentirás triste.

—No-

—No podrás dormir, ni esta noche ni en ninguna si sigo durmiendo en esa fea habitación. –Katsuki se quedó en silencio, la simple "amenaza" le hizo titubear, no es como si en verdad le importara cuanto llorara el pecoso, el problema es que ¡Cuando lloraba le hacía sentir tan terriblemente mal! Diferentes malestares lo atormentaban y más cuando la causa del llanto era por él. Podría dejarlo pasar en esa ocasión, puesto que no habría problema si no dormía esa noche pues al día siguiente sería un tranquilo domingo.

Pero la idea le inquietó cuando mencionó que no sería sólo esa noche.

Presionando fuertemente sus dedos contra su brazo, rechinó los dientes y le gruñó.

—Maldito bastardo. –Fue lo último que dijo para hacerse a un lado, dejándole el paso libre al otro para que entrase a su habitación, el cual no dudó en hacerlo con una gran sonrisa en su rostro ante la aprobación. —Juro que un día te moleré a golpes esa sonrisa... –Refunfuñó con fastidio mientras azotaba la puerta para cerrarla, dirigiéndose al mismo lugar al que iba Izuku.

El pecoso se aventó sobre la cama y se envolvió entre las sábanas de esta, aspirando el aroma de Katsuki, no entendía el porque, pero le gustaba mucho el aroma que desprendía el más alto.

Con un suspiro más, Katsuki se acostó al otro extremo de la cama, dejando bien definido un hueco considerable para separarle de Izuku, le dio la espalda y apagó la lámpara de la mesita de noche que tenía a un lado, refunfuñando una vez más para quedarse en silencio.

Izuku le siguió, dándose la vuelta para darle igualmente la espalda, acomodó mejor su cabeza sobre la almohada y respiró hondamente, qué cómodo era sin duda alguna el dormir en aquel lugar.

A los pocos minutos, ya se había quedado dormido y, pudo haber seguido en ello, hasta que el movimiento del cuerpo que tenía a lado se movió, acompañado de un ligero golpe que recibió en el hombro.

Abrió sus ojos y ladeó ligeramente su cabeza hacia atrás, viendo por sobre su hombro que Katsuki había girado, mirándole ahora a la espalda. Sintió una gran necesidad de hacerlo igual y verle, las veces que él había dormido a su lado, le gustaba ver el rostro de tranquilidad que tenía éste al dormir.

Así que, cuidadosamente se giró, quedando cara a cara con el joven de ojos carmesí, contuvo la respiración cuando vio que el contrario se removió, balbuceó algo y luego se quedó quieto.

Una leve sonrisa se dibujó en el rostro de Izuku, como lo esperaba, el rostro contrario se veía tan tranquilo y, aunque fuese tenebroso de decir, se veía adorable. Sin el ceño constantemente arrugado por tenerlo fruncido, la mueca que dejaba ver sus dientes, en cambio, tenía sus ojos cerrados, permitiéndole ver sus pequeñas pestañas rubias, escuchaba la respiración tranquila que tenía, donde expulsaba el aire a través de su boca, pues tenía sus labios ligeramente separados, haciendo que el aire llegase a chocar con su rostro.

De pronto sintió como su corazón latía con mayor velocidad, haciéndole tragar pesadamente, no entendió porque de pronto había sucedido eso con sus latidos, simplemente le estaba observando.

Alzó lentamente su mano y estirando sus dedos, rozó la yema de éstos contra la mejilla de Katsuki, deslizándolos con lentitud para acariciar la zona y llegar hasta la barbilla, su dedo índice aún permaneció en aquel lugar, mirando atentamente la barbilla de éste, subió un poco más sus ojos, encontrándose con los labios de éste.

Por alguna extraña razón sintió la necesidad de juntar sus labios contra los de él, era verdad que extrañaba los besos que a veces le daba para que se volviera a transformar en gato, o los simples besos que recibía cuando se iba y regresaba del colegio, sería una lástima ahora que su secreto había sido descubierto, por lo que ya no había ningún motivo para recibir besos por parte de Katsuki, se había acostumbrado tanto a ellos que ahora le hacían falta.

Suspiró de manera silenciosa para después empezar a juguetear un poco con el rostro del mayor, la vista que tenía frente a él era tan interesante que por el momento no tenía sueño. Trazó figuras con su dedo en su mejilla, aquel mismo dedo se deslizó sigilosamente por su cuello y hombro, haciendo las mismas figuras por su brazo hasta llegar al dorso de la mano contraria.

El latido de su corazón incrementó más cuando sus dedos ligeramente tocaron los contrarios, se sentía un poco raro con aquella emoción que invadía repentinamente su cuerpo, una emoción tan amigable y cálida, una que le hacía sentir la necesidad de suspirar una y otra vez, cosa que evidentemente no lo hizo, podría llegar a despertar al mayor y seguro que lo noquea por estar tan cerca de él.

Pero de pronto, sintió como sus mejillas ardieron y su respiración se entrecortaba, al momento en que sintió como los dedos de Katsuki se moviendo y se juntaron más con los de Izuku, rápidamente le miró, asustando ante la idea de que se hubiese despertado, pero no, aún seguía profundamente dormido, el movimiento había sido involuntario.

Pero lo suficientemente fuerte como para que alterara todo el interior de Izuku, quería alejarse y gritar con todas sus fuerzas, una emoción simplemente... interesante. 

—¿Qué mierda es lo que haces?

Katsuki e Izuku se encontraban en la habitación del primero, donde el rubio se encontraba realizando unas actividades el colegio y el otro se encontraba husmeando el armario del mayor.

—Sólo busco algo nuevo. –Respondió de lo más tranquilo el pecoso.

El ángel estaba un poco aburrido de la misma ropa que tenía Katsuki, no variaba de colores serios como el gris, negro o rojo, quería saber qué si había más variedad de colores, como verde, azul u otro, por ello mismo vaciaba cajones enteros de ropa para buscar.

—Más te vale volver a poner todo en orden si no quieres que te patee el trasero, idiota. –Gruñó sin siquiera mirar atrás, pues era demasiado obvio que el peliverde estaba desordenando sus pertenencias.

Izuku alargó un "sí" en acuerdo a lo que dijo y se metió al armario, gateando para ver que más encontraba, es verdad que encontró ropa nueva, camisas en tonalidades de azul y blanco, pero no fue eso lo que le llamó la atención, sino una pequeña caja que estaba en la esquina del armario, en lo más profundo de éste, arqueó una de sus cejas y estiró su brazo hasta dicha caja, saliéndose del armario con lo que acababa de hallar.

Se trataba de una caja marrón sin mucha gracia, cualquiera pensaría que era una caja de zapatos ordinaria, pero cuando la agitó escuchó varias cosillas, pues tendría cualquier cosa, pero zapatos no era.

Quitó la tapa que lo cubría y se encontró con varias fotografías, papeles de colores y de libreta, algunas cositas como juguetes pequeños, figuras extrañas y unas pegatinas de colección.

Ladeó su cabeza hacia un costado, confundido por todas esas cosas que se hallaban en la caja, curioso tomó las fotografías y las observó.

Sus labios se curvearon en una sonrisa al ver la enternecedora imagen de un Katsuki de niño, sonriendo tan ampliamente que podía ver sus blancos dientes, donde uno de éstos no estaba, dejando un hueco en ellos, el niño vestía de un uniforme deportivo mientras sostenía un trofeo dorado.

Aquello había sido un gran dosis de ternura, ver a un pequeño Katsuki era simplemente adorable, Izuku quería rodar por el suelo ante la ternura que le produjo ver la fotografía.

Decidió ver la siguiente fotografía que se encontraba debajo de esta, encontrándose a Mitsuki más joven mientras sostenía un bebé, supuso que se trataba del menor de los Bakugou por aquella mirada de gruñón. Su pobre corazón no podía con tantas cosas lindas.

Cambió la fotografía, encontrando a la familia Bakugou, con el hijo en medio mientras sonreía y era cargado por ambos padres, los tres sonreían en una clara expresión de diversión, los tres traían puesto una diadema con grandes orejas circulares color negro.

—Kacchan ¿Qué son esas orejas que tienen puestas tus padres y tú? –Preguntó con curiosidad el pecoso, mirando hacia donde estaba el mencionado.

—¿Qué? –Enseguida miró hacia atrás, encontrándose a Izuku sentado sobre sus piernas mientras sostenía su caja de recuerdos donde conservaba algunas fotografías, enseguida frunció el ceño y lanzó un rugido. —¿Quién te dijo que podías agarrar eso? ¡Déjalo de inmediato en su lugar si no quieres que te golpee! –Amenazó sin dejar de mirarle enfadado, provocando que Izuku se hundiese en sus hombros.

—Lo haré, pero responde lo que te dije. –Bakugou rodó sus ojos, seguidamente de haber bufado, volvió la vista hacia enfrente y continuó con su trabajo.

—Son sólo un tonto adorno que daban en un estúpido parque de diversiones. –Al escucha lo último, los ojos verdosos del ángel brillaron y se agrandaron más, mirando con emoción a aquel que le respondió, había leído de aquellos lugares, sabía que eran sumamente divertidos.

—¡Ohhh! ¡Kacchan! ¡Vayamos a uno! –Pidió con suma emoción.

—No, son bastante aburrido y patéticos. –Y tan rápido como consiguió su respuesta, el peliverde se desilusionó ante su negación.

—Pero aquí parecen que se están divirtiendo mucho... –Murmuró lo suficientemente alto como para ser escuchado por Katsuki.

—Es porque era un estúpido niño, ahora, deja de fastidiar y guarda eso. –Ordenó a la vez que cambiaba de página el libro, provocando un puchero en el menor.

Era mejor obedecer a lo que dijo, de lo contrario no se salvaría de unos golpes.

Pero cuando estuvo a punto de guardar la caja, algo llamó su atención, una hoja de papel con unos garabatos, curioso decidió tomar la hoja y ver mejor lo que tenía.

Era un dibujo de Katsuki, deduciendo por las líneas trazadas de manera infantil, podía decir que aquel dibujo lo había realizado cuando tenía entre seis a ocho años. El dibujo constaba de él mismo, dibujado de una manera graciosa mientras tenía una capa roja en los hombros. A su lado había un texto escrito por el niño que realizó el dibujo.


"Cuando sea grande ¡Quiero ser el héroe más fuerte de todos y patearles el trasero a todos los malos del planeta!

Las personas me admiraran por ser tan genial ¡Tendré muchos amigos y seguidores!"


Izuku sonrió ante aquel dibujo y lo que tenía escrito, le pareció algo tan adorable e inocente, aunque igual algo triste... Pues cuando era niño, Katsuki quería tener muchos amigos, mientras que ahora, en su presente estaba condenado a una soledad, igual que él.

Guardó las cosas en la caja y la dejó en su lugar, al igual que la ropa que había sacado de su lugar.

Una vez que finalizó, se colocó de pie y caminó lentamente hacia la silla en donde se encontraba sentado Katsuki, caminó hasta quedar justo detrás de él y después se inclinó para pegar su frente contra la nuca de éste, haciéndole sobresaltar y enseguida gruñir.

—¿Qué demo-

—Kacchan. –Interrumpió en un susurró suave, haciéndole guardar silencio al mayor. —Tú eres mi héroe. –Habló de la misma manera, para después sonreír de manera leve.

Era verdad, Izuku consideraba como su héroe a Katsuki, pues fue quien le dio la oportunidad de conseguir su meta, de quién lo salvó de aquel horrible lugar... Quién le brindaba una compañía tan agradable a tal punto que le hacía olvidar que había estado en soledad, era su amigo, él lo admiraba... él... Lo apreciaba mucho.

—Ahora si estás muerto. –Gruñó con vergüenza el más alto, con las mejillas levemente pintadas de rosa, sabía que había un vergonzoso dibujo en esa tonta caja, y, por las palabras de Izuku, sabía que él lo había visto.

Y de esa manera, una persecución más se creó por toda la casa de los Bakugou.  

El lunes llegó con velocidad y por lo tanto las clases iniciarían una vez más.


—Qué... Estás bromeando... ¿Verdad? –Aquella mañana en el instituto, un par de amigas se encontraban en el aula que les correspondía. Una de ellas se encontraba impresionada por lo que acaba de escuchar, mientras que la otra, negaba a su comentario.

—No, hablo en serio. Le confesaré mis sentimientos a Bakugou. –Respondió con seguridad una chica de cabello castaño corto, con dos mechones de cabello más largo a cada lado de su rostro, mientras se levantaba del pupitre y se dirigía a la salida, la falda de su uniforme se movía mediante ella caminaba, se giró hacia donde su amiga estaba y le sonrió, sin poder evitar el leve rubor en sus mejillas y la sonrisa temblorosa clara señal de nerviosismo.

—Ah... Estás loca, Ochako... 

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