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By SofiDalesio

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HISTORIA GANADORA EN LOS PREMIOS WATTY 2014 en la categoría Misterio/Suspenso: En Ascenso. Historia publicada... More

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Pandora & Valentino disponibles en librerías
¡Pandora a las librerías!
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20 (final)
Mensaje a mis queridos lectores:
Continuación (Primeros capítulos disponibles en mi perfil)

Capítulo 4

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By SofiDalesio


A las siete en punto de la mañana me encontré en Saint Pancras dispuesta a tomar el tren de las ocho y media con destino a París. Decir que no había dormido en toda la noche era poco y despedirse de la agente Shepard fue aterrador. Había pasado la noche en las instalaciones del MI6 y por suerte un equipo de restauración se había ocupado de mi casa antes que mamá o Paul llegaran. Lamentablemente, los tres hombres habían huido sin dejar rastro pero el departamento había sido restaurado y limpiado totalmente para no dejar ninguna pista de lo que había sucedido.

Lamentablemente, yo no era tan flexible como el departamento en cuanto a la situación. Mi hermano era un espía. Mi hermano había partido en una misión y la comunicación se había cortado hacía cinco días. Mi hermano había desaparecido y posiblemente estaba en peligro. Había pasado la mitad del tiempo con él con un doble llamado Thomas en realidad y ahora una doble había tomado mi lugar para engañar a mi familia y cumplir las obligaciones en mi vida.

¿Han oído hablar de veranos excitantes? Para ser el primer día esto ya era demasiado. Una vez en la estación intenté deshacerme del sueño y el estrés con un café pero, déjame decirte, fue en vano. La falta de sueño nunca fue de lo mejor para mí y la situación no ayudaba. Tuve que mostrar mi boleto y pasar por todo un control de seguridad para llegar a la sala de espera del Eurostar. Tenía al menos una hora por delante antes de abordar.

Era simple pensar que el MI6 me había dado algo o al menos un poco de información pero no, me habían soltado sola y desamparada en medio de la estación donde se suponía que debía encontrarme con un agente en el tren. Miré el boleto, vagón siete asiento doce. Ya había viajado en tren muchas veces y estado en París pero esto era totalmente diferente. ¡No sabía nada del agente que se suponía que me ayudaría y cuidaría de mí!

Internamente intentaba distraerme pensando todo lo que le diría a Ethan apenas lo volviera a ver por ponerme en esta situación. Una y otra vez me repetí que nada malo me pasaría, que solo estaría en París unos días para averiguar qué le había sucedido exactamente a mi hermano y encontrar lo que él había tenido en su poder y supuestamente ocultado. Por cierto, no tenía la menor idea de dónde podría haber dejado mi hermano un archivo y mucha gente dependía del éxito de esto.

Ok, aquel camino de pensamientos no iba nada bien. Pensar en Ethan o en la situación no me calmaba para nada por lo que en vez de eso me distraje observando la gran estación de Saint Pancras. El tren salía desde el primer piso por lo que al momento de abordar debería subir por las escaleras mecánicas. Había cientos de asientos dispuestos y una tienda para compras de último momento al fondo.

Miré mi pequeña valija rosa, nada comparada con las enormes valijas que cargaban las demás personas. Unos jóvenes universitarios pasaron frente a mí y me silbaron pero los ignoré

Fui a la tienda por unas galletas y volví, mi estómago gruñía de hambre. No había podido desayunar antes de abandonar los cuarteles del MI6, en ese momento los nervios habían hecho una tarea imposible tomar siquiera un poco de té. Busqué en el bolsillo de mi abrigo y saqué el libreto de Romeo y Julieta para leerlo. Necesitaba aprenderlo perfectamente por completo y realmente esperaba que Maurice no echara a mi doble durante mi ausencia, no deseaba tener que conseguir un cambio de identidad aunque ahora seguramente podría hacerlo.

Delante de mí, varios metros alejado y cerca de la otra fila de asientos, un joven me miraba. Sonreí apenas intentando contener mi sonrisa mientras pretendía leer y no prestarle atención. Era guapo, alto y delgado aunque no era difícil imaginar un cuerpo musculoso debajo de su ropa. O quizás la edad y las hormonas hacían lo que quisieran con mi imaginación. De un modo u otro no podía negarlo, incluso Steve perdía su encanto en comparación con él.

Steve, la única cosa que parecía ir bien este verano. Nos habíamos visto un par de veces y besado, Cam esperaba impaciente que oficialmente fuéramos novios, y ahora aquí estaba yo partiendo hacia París en un trabajo para el MI6 cuando debería estar más preocupada por haber quedado con él dentro de unas horas. ¿Qué haría mi doble?

Me sentí miserable y me retorcí ante mi mala suerte. Intenté pensar en otra cosa pero la próxima vez que me fijé el lindo desconocido había desaparecido. No debería sorprenderme, después de todo estaba en una estación de trenes, la gente aparecía y desaparecía de un segundo al otro para tomar un viaje.

Así que pasé la siguiente hora de espera intentando memorizar todo el libreto e imaginando cómo debería actuar o decir cada cosa. Hubiera sido mucho más sencillo ponerme de pie y practicar pero ya tenía suficiente por el momento como para además hacer un monólogo en medio de Saint Pancras y que todos me tacharan de loca. Y volví a ver al desconocido, lo admito, pasé algo de tiempo buscándolo entre la multitud hasta que lo volví a ver.

Estaba sentado del otro lado con un bolso negro de mano a sus pies. Le sonreí al ver que me estaba mirando antes de desviar la vista y volver a concentrarme en mi libreto. Ok, era más que guapo o lindo, era ardiente, más que cualquier otro que hubiera visto antes. A pesar de la distancia su mirada fue como si estuviera exactamente en frente de mí. Su cabello caoba estaba revuelto de un modo sexy. ¿Cómo lograban los hombres eso? Su rostro... Bueno, ahora entendía mejor las expresiones de mis compañeras respecto a mi hermano, o Thomas, o Thomas y mi hermano. Era complicado.

Pero al igual que todo lo bueno en mi vida últimamente, él tomó su bolso y partió y definitivamente lo perdí de vista. Y yo tuve que quedarme esperando hasta que el reloj marcó la hora de embarque y me apresuré a las escaleras antes que todos los pasajeros lo hicieran y fuera imposible subir. Una vez en el piso de arriba arrastré mi valija todo lo largo del andén hasta llegar al vagón número siete. Subí, dejé mi valija en la sección del equipaje y me ocupé de buscar mi asiento.

Me dejé caer en el lugar número doce, justo junto a la ventana. Había una pequeña mesa delante de mí y otro asiento vacío. Una y otra vez me pregunté cómo había terminado metida en algo así, huyendo de mi casa a escondidas, dejándole a mamá un doble para que no supiera de mi ausencia. Si no recibía algún crédito por esto o algo a cambio (además de recuperar a mi hermano) el MI6 tendría que escucharme furiosa.

Me recosté hacia atrás disfrutando de la comodidad. Los pasajeros seguían entrando, dejando su equipaje y acomodándose en sus lugares. Hubiera sido sencillo dormir entonces pero debía quedarme despierta para esperar al agente. Por más que faltaban quince minutos para partir el vagón ya se estaba llenando. ¿Qué me había dicho el agente Truman que debía decirle al otro agente? Él me había dejado elegir la frase de identificación, como a un niño que se le daba un dulce cuando iba al médico por una inyección. Lo cual, en serio, no se comparaba nada a la situación.

Seguramente el agente Truman había pensado que encontraría algo de excitante y entusiasmante en elegir la frase para identificarme con el otro agente que me ayudaría. Error. ¿Cómo se suponía que debía estar? ¿Entusiasmada por estar en una misión para el MI6? ¡Estaba aterrada! Y la simple idea de que habían asesinado a papá por ser un espía (aunque nadie me había confirmado tal cosa) y que Ethan podría estar en cualquier estado (¡Por favor, con vida!) era aún peor.

Cuando las puertas se cerraron y una mujer avisó por el comunicador en inglés y luego francés que partiríamos en cualquier momento tuve que luchar contra el pánico. Miré a mi alrededor. El vagón estaba lleno, a excepción del único asiento frente a mí y que debería estar ocupado. Era oficial, algo le había sucedido al otro agente lo cual era muy posible considerando lo que debía ser su vida o el agente Truman me había mentido y mandado sola en un tren a París lo cual increíblemente no me sorprendería. ¿Qué se suponía que hiciera entonces?

Una adolescente de dieciséis años sola en París: Ningún problema.

Una adolescente de dieciséis años en una misión del MI6 sin ninguna experiencia o entrenamiento y sabiendo que su error sería bastante caro: ¡Muchos problemas!

Intenté tranquilizarme, no podía ser tan malo. (Podía serlo, y peor, pero era mejor no pensar en eso). Mis manos estaban inquietas sobre el libreto por lo que tuve que controlarme para no romperlo, lo necesitaba si aún seguía con vida y Maurice no me había echado de la obra para cuando volviera. Pero, fuera de eso, el libreto era lo único que tenía de mi vida normal y no pensaba soltarlo.

Sentí el tren cobrar vida y ya estaba pensando en lo que le diría al Servicio Secreto de Inteligencia por hacerme esto o lamentando no haber traído mis guantes de box cuando escuché una palabra que solo pude identificar como una muy mala palabra en sueco. ¿Quién lo diría? Escuchar a Ethan maldecir en sueco cuando se le había caido una sartén en el pie esa vez en la cocina sí había servido para algo. Levanté la vista y me encontré con el mismo joven que había estado en la estación y había desaparecido antes. Él estaba en medio del pasillo mirándome.

—Tienes que estar bromeando. ¿Una Bright?

—¿Tú?

¿Qué tenía esta gente conmigo? Me olvidé completamente de que debería haber citado Hamlet y haber esperado una respuesta en confirmación. Él resopló y se dejó caer en el asiento frente a mí. Dejó su boleto sobre la mesa de modo que pudiera verlo e hice lo mismo. Había estado totalmente convencida de que encontraría a un hombre como el agente Truman o el agente Scarlet, o tal vez a una mujer. No había imaginado que me dejarían sola con alguien que debía de tener la misma edad que Ethan o similar.

—Mataré a alguien por esto, tendré suerte si al final no termino muerto —dijo él.

—Gracias. ¿Y se supone que tú vas a ayudarme? —dije molesta.

—No, tú vas a ayudarme —el tren se puso en marcha—. Y estamos atrapados aquí por lo menos dos horas por lo que espero que puedas soportarlo. Deben estar realmente desesperados para haberte mandado a ti.

—¿Y qué es lo que tengo yo de malo?

—Eres una Bright, y las mujeres de esa familia y los asuntos internacionales nunca se llevaron bien.

Él lo dijo sencillamente, como si fuera la noción más simple y lógica del mundo. Apreté los dientes y lo miré molesta pero algo me dijo que tendría una respuesta si lo contradecía y su calmada indiferencia tan solo me enfurecía más. Además, no era la primera vez que escuchaba algo así aunque nunca de ese modo. Las mujeres en mi familia... Ok, tendíamos a ser bastante independientes y fuertes o eso había escuchado. Como mamá, nadie en su sano juicio se atrevería a enojarla, o la abuela Bright, quien según Ethan si respetabas en algo tu vida nunca debías mentirle a esa mujer a pesar que yo nunca la había conocido, o la tía Vivien, una mujer dulce pero tan astuta como un zorro hasta que un trágico accidente había acabado con su vida años atrás.

¿Déjà vu? La tía Vivien había sido la hermana de papá y el tío John y por alguna razón su trágico accidente ya no sonaba tan... accidental. Y luego estaba su hija, mi prima Alice (si sabes lo que te conviene nunca la llames por su nombre), que había huido de su casa hacía unos meses luego que su hermano se comprometiera con una verdadera perra. Pero Alice había ahorrado toda su vida diciendo que huiría de su casa por lo que tanto no me había sorprendido la noticia.

—No puedes juzgarme sin conocerme, y mi nombre es Emma Stonem —dije.

—Klaus, y créeme que tengo razón.

—Entonces tenemos unas largas horas por delante.

Los próximos minutos pasaron en silencio mientras pretendíamos ignorarnos. Al momento de hacer una escala en Ashford la situación no había cambiado para nada. No levanté la vista del libreto que estaba sobre mi regazo. Leer los diálogos no era tan sencillo para aprender como estar en escena actuando.

Por el rabillo del ojo podía ver el reflejo de Klaus en la ventana. Se mantenía en silencio e indiferente, sin mirar nada en especial. Debía tener algún entrenamiento de espía para eso o algo similar porque yo difícilmente podía quedarme sin hacer nada mucho rato, ya mantenerme sentada y leyendo el libreto me resultaba demasiado. No podía dejar mis manos quietas, o mis pies, necesitaba hacer algo.

—¿Sufres de hiperactividad por casualidad? —preguntó él finalmente.

—Algo así.

—¿No puedes simplemente quedarte quieta?

—Si no te gusta puedes cambiarte de asiento.

—Preferiría haberme negado de haber sabido que tendría que tratar contigo.

—Y yo preferiría haber pedido a alguien más amable. Me dijeron que podía confiar en ellos.

—Gran error. Regla número uno en esta vida, nunca confíes en nadie. Ni siquiera en ti mismo. No sabes lo que eres capaz de hacer hasta que el momento llega.

—¿Qué momento?

—El momento —dijo él de un modo fastidioso para mí.

—Hubiera pedido a Thomas de saber que tendría que tratar con alguien como tú.

—¿Parker? Por alguna razón él es el doble y yo estoy aquí.

—¿Conoces a mi hermano?

—Debo haberlo visto una vez o dos, le hice un favor en Madrid creo.

—Genial, Madrid, y yo en casa limitándome a excursiones escolares e intercambios. ¡Negué mil veces vacacionar en otros países para pasar tiempo con él! Y mientras tanto el señor estaba recorriendo el mundo.

—Sí, definitivamente una Bright.

—¡Y deja de llamarme así! Mi nombre es Emma Stonem, mi madre es Brigitte Stonem una importante agente y representante de celebridades, y te puedo asegurar que lo que menos hacemos es causar problemas internacionales. No sé qué es lo que tienen contra mí.

—Somos precavidos, y realistas. Eres peligrosa. Eres una chica.

—Y tú eres un chico que no me debe llevar muchos años que digamos.

—Yo estoy en el negocio familiar desde que nací. ¿Y tú? ¿Cuánto tiempo? ¿Doce horas? Al menos espero que sepas hablar francés.

—Perfectamente —dije y me crucé de brazos—. Para tu información domino diez lenguas.

—Diecisiete a la perfección —dijo él en cambio—. Y yo debería estar en Mónaco en vez de estar haciendo de chaperón de una chica de quince años.

—Dieciséis. Y no es mi culpa si en vez de estar en Mónaco estás aquí. Y yo debería estar en casa, mi mayor incógnita debería ser si tomar el curso de japonés avanzado durante el verano o no y en vez de estar yendo a París debería estar pensando en qué ponerme para mi cita con Steve Maroon. Mi mayor preocupación debería ser la presentación que tengo en un mes, no el paradero desconocido de mi hermano.

—Una actriz, genial. Definitivamente terminaré muerto al final de esto.

Apreté los dientes para no responderle. Se suponía que este sujeto se ocuparía de mi protección, golpearlo tan fuerte como pudiera en el rostro seguramente no sería una buena idea. No me importaba que tan bueno estuviera, no dejaría que nadie me tratase así.

—Voy por algo de beber. No te muevas de aquí.

Le dediqué una mirada de odio antes de ignorarlo y retomar mi libreto. Estaba casi segura que por algo de beber se refería a dejar el vagón para poder quejarse libremente por mí. ¿Y qué clase de persona era? ¿Se suponía que era un espía y debía confiar en él? Deseaba hacerle mil preguntas pero dudaba que pudiera en un lugar público y también estaba segura que el hecho de que fuera una simple civil me impediría obtener las respuestas que quería.

Me puse en pie apenas Klaus estuvo de vuelta en el vagón, no me dejaría subestimar ni tratar de ese modo. Él me bloqueó el paso cuando nos encontramos en el corredor, tenía una mirada de advertencia y algo me decía en que fácilmente podría inmovilizarme al igual que Thomas. Pero no lo haría en medio de un tren lleno de público, al menos eso esperaba. Miré la botella de agua en su mano y tomé una rápida decisión.

—¿A dónde vas? —preguntó.

—Tengo hambre. Voy por algo de comer —dije y le sostuve la mirada unos segundos—. ¿Qué? ¿No puedo hacerlo?

Me miró con desconfianza pero terminó por hacerse a un lado. El tren se tambaleó en aquel momento y caí sobre él. Me sujetó por los brazos para que no me diera contra el suelo y me soltó cuando volví a estar de pie. Volvió a su asiento y yo me alejé con indiferencia, fingiendo que nada había sucedido en realidad.

Sonreí al salir del vagón y mirar su cartera. Este es un secreto de chicas. Mi prima Alice, mi problemática prima Alice que fue sorprendente que no hubiera terminado en una correccional de menores antes de huir de casa, la oveja negra de la familia Alice, es conocida por no ser una chica que respeta del todo las leyes. Ella me enseñó a robar, o a colarme en algún lugar sin pagar, o a falsificar la firma de mamá de un modo bastante creíble. Alice era una chica mala aunque no trabajaba para el Servicio Secreto, o eso esperaba porque de lo contrario comenzaría a sospechar de cada miembro de la familia y eso incluía a muchas personas.

Comprar una pequeña lata de Pringles en el vagón de servicios pareció una excelente idea, necesitaba ingerir algo salado. Tomé la cartera de Klaus y la revisé un poco antes de preguntarme si su identificación no era falsa y si su nombre tampoco lo era. Había más que libras y euros y por primera vez noté la verdadera utilidad del libro –primeramente-aburrido-y-luego-no-tanto- de billetes y monedas del mundo que Ethan me había regalado para una navidad. De hecho, cada vez notaba más lo que él había hecho con mi vida.

Desde que supe leer me había incentivado a leer todo el periódico. Desde que tuve permiso para ver televisión me había dicho de estar atenta a las noticias. Él había hecho que mamá me inscribiera en cursos de idioma o actividades físicas y mamá lo había hecho porque mamá solo escucha la mitad de las cosas, es decir las propuestas de Ethan interesantes para que mamá no perdiera el tiempo conmigo y no mis protestas, aunque a fin de cuentas siempre me terminaba gustando. No era una persona que podía estar sin hacer nada. El hecho de que mamá me inscribiera en una escuela privada elitista donde mi compañero de banco era el hijo del embajador de Suiza era otra cosa, pero eso también le había brindado mucho a mi vida. La escuela y el trabajo de mamá me habían enseñado a comportarme y mantener una apariencia correcta. Y Ethan con sus juegos, sus respuestas en otros idiomas, sus regalos, sus modos indirectos de aumentar mi curiosidad para que decidiera investigar y aprender cosas por mi cuenta, él me había entrenado para saber qué hacer en una situación así.

No era una simple civil, podía hacerlo, podía encontrar a mi hermano y también encontrar lo que el MI6 quería. Era una actriz excelente, era fuerte, dominaba varias lenguas y entendía otras gracias a Ethan, los años de ballet y yoga me había dado una elasticidad y flexibilidad increíbles, sabía un poco de pelea y mi mente tenía diversa información sobre historia, geografía, actualidad, todo.

Pagué por las Pringles y no me sorprendió encontrar a Klaus, si ese era su verdadero nombre, a la salida del vagón comedor. Lo miré con indiferencia, su expresión era neutral e indescifrable. ¿Todos los espías estaban entrenados para ser así? Tomé su cartera y se la mostré.

—¿Buscas esto? —pregunté y él la arrebató de mis manos—. No soy una simple chica, no me subestimes, y será mejor que tengas cuidado con cómo me tratas.

—Si vuelves a tocar mis cosas haré que te arrepientas el resto de tu vida.

—Que, si esto sale mal, no será mucho así que no me importa.

Él ignoró mi comentario, me tomó por el brazo y me acompañó/escoltó/arrastró hasta el vagón siete y mi asiento. Podría haberme desecho de su agarre, lo deseé más que nada pero ya bastante en contra tenía a la persona que se suponía debía confiarle mi vida como para empeorar la situación. Tenía que ser realista, a pesar de lo que dijera el MI6 yo sabía que corría peligro, si habían capturado a mi hermano por ese archivo que había tomado seguramente esos tipos vendrían por mí también si lo encontraba. Y lamentablemente, el joven que estaba bastante molesto y con todo derecho (no debía ser muy bien visto que un agente entrenado fuera robado por una chica), era el único compañero y seguro que tenía.

—Ok, lo lamento, no debí tomarla —dije.

—No me sorprende que lo hicieras pero no esperaba que lo hicieras. Después de todo eres una Bright, estaba seguro que tus manos eran igual que tu lengua —dijo él.

—Intento llevarme bien contigo pero si me sigues tratando así no llegaremos muy lejos.

Le sostuve la mirada con dureza, no pensaba ceder. Unos pequeños consejos al momento de colisionar contra alguien, consejos de parte de Alice: Nunca pierdas de vista sus manos, si vas a robar no utilices el pulgar, escoge el mejor momento para que parezca accidental, estate segura dónde está lo que quieres. Había cumplido con cada uno de ellos aunque el último siempre era cuestión de suerte, él podría haber guardado su cartera en el bolsillo de su chaqueta luego de comprar pero también en su pantalón y ahí no metería mano a pesar que Alice aseguraba saber cómo hacerlo.

—Podemos intentarlo de nuevo —dijo él finalmente y extendió una mano—. Klaus.

—Emma —dije estrechándosela.

—¿Entonces eres actriz?

—Me gusta actuar y da un gran crédito adicional en la escuela. Creo que el teatro es divertido, te deja explorar diferentes facetas de ti mismo.

—Odio el teatro, no son más que un grupo de tontos en escena repitiendo diálogos que memorizaron —dijo él.

—Esos son malos actores.

—De todos modos es aburrido.

—Es profundo, no hay nada como el teatro. Lo popular para divertir, la tragedia para emocionar, la comedia para hacer pensar. No hay nada tan maravilloso como las viejas obras.

—Locos de su época que se morían de hambre.

—Esta conversación no llegará muy lejos —dije y suspiré—. ¿Qué es lo que te gusta a ti? ¿Qué haces? ¿Cómo es tu vida? —él no respondió—. Supongo que no hay respuesta, es confidencial o algo así.

—No eres muy parecida a tu hermano —dijo en cambio—. De hecho, no se parecen para nada.

—Él se parece más a mamá pero sacó la actitud de papá, dicen que yo soy al revés, me parezco a papá pero con la actitud de mamá.

Puse un mechón de cabello detrás de mi oreja y bajé la vista. Era cierto, no era mentira. O al menos eso creía, los recuerdos de papá eran muy vagos y no había fotografías de él en casa. Él... Bueno, tan solo digamos que no había estado muy interesado en conocerme. De todos modos, ese nunca había sido un buen recuerdo y las preguntas sobre mi familia y lo que realmente había sucedido ese día tan solo parecían aumentar con las horas.

—Ya veo —dijo él.

—¿Es mi hermano el único? —pregunté.

—No puedo responder eso, deberías saberlo.

—Sé que me estoy poniendo en peligro, soy consciente del riesgo que corro y también sé que quizás no vuelva a ver a mi hermano nunca más. Estoy confiando en ti. Posiblemente esté confiando mi vida en ti. ¿Entonces por qué no puedes responderme? Es mi familia de quien estamos hablando.

—No estás exactamente en la lista de personas seguras o en las que se pueda confiar. Hay específicas órdenes de no responderte ninguna pregunta o darte información. Eres una persona de riesgo.

—¿Qué?

—Lo siento.

Lo miré sin saber qué pensar y luego me dejé caer contra la ventana. ¿Por qué me sentía como si yo fuese la villana? Aquello no tenía ningún sentido. Yo era la chica buena, yo quería recuperar a Ethan y ayudar. ¿Entonces por qué me trataban como si no lo fuera? El agente Scarlet no se había molestado en ocultar su desprecio y oposición ante lo que estaba sucediendo pero no había creído que todos pensaran lo mismo.

El resto del viaje resultó ser largo y silencioso. Al momento de bajar en Gard du Nord mi autoestima y mis esperanzas estaban por el suelo. Pero quizás aquella era la mejor parte de ser actriz y tener como director a Maurice, él sabía forjar bien un carácter fuerte si quería seguir en su equipo. Así que al momento de bajar del tren me convencí que nada de esto era tan malo y las cosas podían estar mil veces peor, intenté verle el lado positivo. Estaba en París, sin ningún control parental o de mayores, y sola con un espía ardiente. No estaba tan mal. ¿Verdad? Y cuanto antes terminara con esto antes podría volver a mi vida y tomar el curso avanzado de japonés.

Tomé mi valija y bajé del tren. Esperé hasta que Klaus apareció cargando su bolso negro en su espalda y lo seguí por la estación hasta salir. Agradecí llevar puesto un vestido, el aire era cálido y para ser media mañana el sol cegaba con sus rayos. Guardé el libreto y busqué dentro de mi bolso hasta sacar y ponerme mis lentes Vogue. Había un hombre de pie junto a un largo auto negro estacionado en la calle. Klaus se acercó al hombre de traje sin vacilar y este nos observó.

—He escuchado que en Londres llovían perros y gatos.

—Entonces temo por mi amiga Kat, no me gustaría que cayera del cielo aunque se tiene un buen golpe merecido al igual que Doug —dijo Klaus.

El hombre asintió en silencio, una frase clave y de identificación, eso debía ser. Entonces él se fijó en mí, tenía la misma mirada de desconfianza y desprecio que el agente Scarlet

—Y esta debe ser la Bright.

¡Hola, yo era la hermana de un espía! Se suponía que era la chica buena, que se podía confiar en mí. ¿Y qué tenían todos con que fuera una Bright? Por empezar, mi nombre era Emma Stonem, no Bright. Y además, Ethan también era uno y nadie parecía darle importancia a eso. ¿Por qué creían que las mujeres Bright y los asuntos internacionales no debían relacionarse?

—Nos traerá problemas, seguro —dijo el hombre.

Él se dio vuelta. Klaus me tomó por el brazo y me calló con una mirada antes que pudiera protestar. Quise refunfuñar pero también me tuve que contener al respecto. Me limité a entrar al auto junto con él. El hombre rápidamente puso el auto en marcha y Klaus tomó una carpeta del suelo.

—Hace veinte días Ethan Bright fue enviado en una misión a París para conseguir un dispositivo de almacenamiento con información confidencial e importante. Hace cinco días, en su último mensaje, dijo haber obtenido tal cosa. Lamentablemente, ese fue su último mensaje y se perdió el contacto. Desapareció, sin dejar ningún rastro. No sabemos nada de él o del dispositivo —dijo Klaus—. Nuestra misión es encontrar el dispositivo.

—¿Y qué hay de mi hermano? —pregunté.

—Estoy hablando de seguridad internacional, no creo que lo entiendas. Tu hermano hizo un juramento de servir a su país a costa de su vida. Esto es más importante. Ya hay un grupo buscándolo pero nuestra misión es encontrar el dispositivo que él dejó oculto en algún lado antes que lo atraparan —dijo Klaus—. Y si tú estás aquí es porque dices conocer sus trucos. Ethan Bright es un espía altamente capacitado pero en estos días nadie ha podido saber dónde escondió el dispositivo.

—¿Y cuál es tu papel?

—Yo trabajo para el Servicio Secreto de Inteligencia británica y soy un espía altamente entrenado y capacitado. Además, no eres una persona de fiar, no te dejaré sola ni un segundo.

—¿Y se supone que debo confiarte mi seguridad? Creo que estaría mejor por mi cuenta —dije.

—Ya tendrás tiempo para tus quejas Bright.

—¡Mi nombre es Emma! —exclamé.

—Esto no es un juego, no es ninguno de tus libros o historias. Esto es la vida real. Hay mucho en juego, más de lo que imaginas. Lo más importante que tienes es tu cubierta. Hazte pasar por una chica normal de dieciséis años.

—¡Soy una chica normal de dieciséis años!

—Esa es la idea.

Resoplé, esto era ridículo. Klaus abrió la carpeta y extendió entre nosotros un mapa de París con tres puntos marcados en rojo, rutas en verde y más marcas en negro. Él señaló una marca roja cerca del Champ de Mars con un número cinco escrito al lado y me miró.

—Empezaremos aquí. Este es el último lugar en el que Ethan estuvo y fueron tan solo dos días —dijo Klaus—. Él cambió muchas veces de lugar, ya lo estaban siguiendo.

—Dices que el último comunicado fue hace cinco días. ¿Tienes más? —pregunté.

—Esa es información confidencial y que no está a tu alcance.

—¿Entonces cómo pretendes que ayude? ¿Qué información está a mi alcance? No sé ni siquiera qué hago aquí si después de todo me dan información a medias.

—Ethan Bright es un gran espía y como todo gran espía su mente es un secreto indescifrable. Sí, sabemos que es tan cuidadoso como para haber oculto el dispositivo si sabía que no estaba a salvo y no, no sabemos dónde lo escondió. Eres su hermana, tienes que ser capaz de descifrar su cabeza y descubrir dónde lo escondió. Eres nuestra única opción, si no nos ayudas podría ser demasiado tarde.

—No soy una espía —dije.

—No necesitamos una espía, necesitamos a alguien que entienda a Ethan y esa eres tú. Si no puedes hacerlo dilo ahora y te vuelves a Londres, ni siquiera te acordarás de esto.

Lo miré seriamente, al parecer la mayoría de nuestras discusiones siempre concluían en sostenernos la mirada sin ceder. Hubiera sido demasiado sencillo volver a Londres y que esto no resultase más que un sueño lejano aunque la idea de borrado de memoria era aterradora. Volver a mi vida sería lo mejor. Podría estar en casa, acompañando a mamá a sus eventos, saliendo con Steve Maroon, asistiendo a mis cursos o aprendiendo japonés, ensayando con Maurice.

Pero Ethan no estaría allí, y por más que me hicieran olvidar una parte de mí siempre notaría la diferencia entre él y Thomas. No podía abandonar a mi hermano y además esos hombres ya habían entrado a mi casa una vez. ¿Cómo podía estar segura que no lo volverían a hacer?

Miré el mapa delante de mí, no me quedaba otra opción. Había personas involucradas en esto, mi hermano corría peligro por más que todos se limitaran a hablar de su situación como desaparición.

—De todos modos ya estoy en París —dije y miré por la ventana.

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