Lucha o Vuelo [MiSawa] [DNA]

By Gosabi24

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El reino de Seido ha sido sometido por Inashiro. La depravación y la miseria son lo único que conocen los ha... More

Prefacio
I. Planetary (GO)
II. The Fallen
III. Vampire Money
V. Bulletproof Heart
VI. Summertime
VII. Magnolia

IV. Bad Blood

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By Gosabi24

Primero que nada. Perdonen mi larga ausencia. Tuve bastantes inconvenientes personales y académicos que mermaron mi tiempo. Espero poder retomar las actualizaciones con regularidad aunque no prometo nada (para no quedar mal xD) Espero que este capítulo les guste :3 Ya saben, puede tener algunos errores y bastante Ooc aunque es con todo el amor. A los que siguen aquí, mil gracias y, sí hay nuevos lectores, bienvenidos sean :3

Y, por si no consigo tener el capítulo antes... les deseo una feliz navidad y un fabuloso inicio de año. Mis mejores deseos para ustedes :3

Ahora si, después de la vandalización... ¡disfruten!


Había pasado una semana. Eran cientos sesenta y ocho horas de su vida que se encontraban perdidas gracias a su estupidez. ¿Quién demonios se dejaba enceguecer por el incandescente deseo de devorar la luz cuando era tonto ansiar algo así? Él, por supuesto. Y, como consecuencia de su inmadurez, se encontraba siendo un prisionero de guerra. Aunque, si tenía que ser totalmente sincero consigo mismo, su estancia en la fortaleza de Los Caballeros Celestes no estaba siendo mala. No lo encerraron en un calabozo, tampoco lo privaron de alimento y la única amenaza real que se le presentó cuando despertó fue esa mirada cargada de un odio apenas contenido de la mayoría de los guerreros. Sin embargo, Kazuya no podía dejar de apreciar las diferencias que había entre el joven y egoísta rey con el "joven líder", como lo llamaba escandalosamente su cuidador.


Porque sí, no conforme con humillarlo al hacerlo caer en su propia trampa, ahora debía estar al cuidado (las veinticuatro horas) de ese chiquillo ruidoso que lo miraba de manera malhumorada con esos ojos que brillaban casi tanto como el sol. Bufó frustrado y pateó la piedra que afortunadamente se cruzó en su camino. Porque era golpear ese objeto inanimado o enzarzarse de nueva cuenta en una pelea (de esas que ya comenzaban a hacerse habituales) con Sawamura. Y no es que le molestase ir a puño limpio contra alguien pero odiaba cada que se metía entre ellos ese mequetrefe de mirada afilada y cabello olivo. Ese que era tan rápido (y oportuno) para aparecerse en el momento en el que la riña se ponía interesante y disfrutaba sentir esos nudillos contra su piel.


Y eso sólo demostraba lo enfermo que se encontraba al disfrutar ese violento contacto. Porque, de alguna manera, esas luchas cuerpo a cuerpo le permitan sacar la frustración que su celibato le ocasionaba. Ya que, de encontrarse en el reino, ya habría destrozado a Mei una y otra vez en un intento de mitigar ese fuego que se instaló en su pecho y que le quemaba sin una razón aparente. De pronto todos esos años en los que su consciencia se había visto convenientemente callada hicieron acto de presencia y comenzaron a gritarle cada uno de los reproches que permanecieron ahí, almacenándose y esperando la oportunidad de lanzarse contra él con la fuerza y el hambre de una horda de lobos salvajes. Ansiaba callar esas voces, dejar de mirar esos ojos suplicantes que se aparecían detrás de sus parpados y no lo dejaban en paz. Porque dolía pensar que esa fue la última mirada de su madre y que al igual que él, alguien la ignoró y terminó con su vida.


Ella perseguía un ideal y la asesinaron.


Ellos también pelean por algo y los matas. ¿Qué te hace diferente Kazuya? ¿Qué te hace pensar que a tu madre le habría gustado que te enfrascaras en una absurda venganza? ¿Tanta sangre derramada a llenado de nueva cuenta sus venas y ha hecho latir su corazón? ¡Tu sed de sangre no la revivirá!


Y Miyuki lo sabía pero no podía detener esa bestia que se desató aquel día que llegó a casa con la sonrisa floja y las mejillas doliendo ya que se habían visto desprovistas del contacto materno. Llegó gritando un debiste estar ahí que no encontró respuesta y que se desbarató ante el anormal silencio de las estancia. Entró temeroso, con el aliento trastabillando en los labios y la piel poniéndose de gallina. Se quedó en la entrada de la cocina. La puerta trasera estaba abierta y ahí, junto a las sillas destrozadas encontró el cuerpo de su madre hecho trizas. La ropa hecha jirones, el rostro siendo atravesado por un rictus de dolor, de desesperación y de miedo. La sangre cubriendo el piso y el cuerpo con la anormal palidez.


¿Está muerta?


Se acercó aunque por dentro se muriera por correr en otra dirección. Cayó de rodillas. Las lágrimas corrieron libres por sus mejillas. Gritó. Gritó tanto que ensordeció. Se lanzó hacia el cuerpo. Se aferró a él. Lloró. ¡Por favor mamá! Sin embargo, sus suplicas no encontraron una respuesta. Sintió unas manos aferrándose a sus hombros. En una fracción de segundo supo que lo separarían eternamente de ella. ¡Por favor! Por favor... no me dejes... Sujetó con fuerza los inertes hombros femeninos en un intento por asirse a ella. No sirvió de nada. Su infantil intento por permanecer con ella fue frustrado. Fue levantado en vuelo. ¡Lo estaban obligando a dejarla! Tomó por última vez su mano tratando de quedarse con ella. No sirvió de nada. Esa mano ya no era cálida ni maternal; sólo exudaba la gelidez de la tumba. Lo llevaron lejos. Lo dejaron al cuidado de su mejor amigo. Llovió en su hombro. En vano intento recoger los pedazos de su destrozado corazón...


—¡¿Qué demonios?! —Inquirió, furioso, al salir de su ensoñación y advertir el tirón que daba la cadena en su pie.


—¡Muévete general inútil! —Gritó Sawamura.


Bufó frustrado y (en parte) agradecido al ver interrumpidos sus recuerdos. No obstante, ser consciente de su realidad no le proporcionaba ningún alivio. ¿Qué tan bajo debía caer para estar amarrado a su peor "enemigo"? Chris estaba resultando ser realmente cruel. Porque no se le podía denominar de otra manera si se tomaba en consideración que estaba atado al ruidoso arquero. Porque, según él, sería más sencillo para Sawamura vigilarlo si los encadenaban. Así cortaban sus posibilidades de escape. Y si lo hacia pero resultaba humillante. Se sentía como un perro. Aunado a ello, su humor si parecía el de uno. Así que siendo demasiado orgulloso y obstinado sólo se limitó en mirar en dirección de castaño y permaneció de pie ahí donde estaba. Ven tú; ni de coña voy a seguirte el ritmo.


Aunque, no podía negar, que era placentero ver el enfado con el que ese chiquillo se acercaba a él cuando no bailaba a su son. Con pasos furiosos, Sawamura recorrió la distancia que los separaba, y lo tomó de la camina. Acto seguido lo sacudió.


—Pedazo de holgazan, ¡deja de hacer tan difícil mi trabajo! —Exclamó fastidiado lo cual solo ocasionó que se ensanchara la sonrisa ladina de Kazuya.


—No está en mi mano facilitarte las cosas. —Contestó encogiéndose de hombros.


—¡Eres un idiota, Miyuki Kazuya!


—Gracias. —Murmuró aparentando modestia.


—¡No era un cumplido!


—Eso ya lo sé. —Acotó guiñándole un ojo.


Y pensó que las cosas habían terminado ahí. Que haría lo que hacia usualmente: tomarlo de la mano y arrastrarlo hasta el lugar en el que debía estar, no obstante, en esa ocasión, sujeto su brazo de tal forma que la posición le facilitó que lo colocara sobre su hombro. ¡Iba a llevarlo como un vil saco de patatas! Pero en lugar de ofenderlo (como al principio de la semana lo hubiera hecho) esa acción le sacó una sonrisa bobalicona.


—Y no te acostumbres Miyuki Kazuya, esto lo hago sólo porque tengo prisa. —Y dicho lo anterior comenzó a caminar.


Tal vez... sólo tal vez su cautiverio no era una cosa mala. Y tampoco es que se fuera a quejar. Por supuesto que no. La excelente vista valía la infantil humillación.


—¿Otra vez espiando? —Inquirió esa voz que gobernaba su mundo y que (en ese instante) casi lo mata del susto.


—Cada día estás más cerca de ser un gato que un humano. —Murmuró al darse la vuelta y encontrarse con esos tímidos ojos rosados.


—No quería asustarte.


—Mentira. Sé que eres igual de perverso que tu hermano. —Comentó jocoso mientras enterraba los dedos en ese sedoso cabello.


—Puede... puede que sea un poco. —Concedió con la voz entrecortada al disfrutar de la caricia. Chris sonrió orgulloso de sí mismo.


—¿Me buscabas para algo en especifico? —Preguntó luego de un par de segundos.


—Rei-san te está buscando. Ella y Kataoka quieren discutir la verdadera utilidad de Miyuki aquí en la resistencia. —Murmuró aún con los ojos cerrados y frotando su mejilla contra su palma. —¿Por qué insistes en reformar al inashiriano?


—Yo también, por nacimiento, pertenezco a las casacas blancas, ¿recuerdas? —Acotó al mismo tiempo que llevaba la otra mano a su mejilla. Dio un paso hacia atrás lo que obligó al pequeño Kominato a retroceder y chocar con el árbol que se encontraba detrás. Cuidar desde lo lejos a Kazuya tenía sus ventajas.


—Pero tú no eres como él. —Aseveró Haruichi.


—No. —Aceptó él. —Lo más probable es que yo sea peor. —Y después de aseverar aquello, se inclinó y mordió esa pequeña boca como si se tratara de una jugosa manzana.


Lentamente deslizó la mano por su espalda hasta colocarla en su cintura. Lo pegó a su cuerpo. Continuo con el beso. Chris planeaba que fuese algo sutil pero lo suficientemente bueno para distraerlo de esa inocente pregunta que no traería nada bueno, sin embargo, no contaba con que probarlo lo haría perder el poco control que tenía. Él no se caracterizaba por ser impulsivo ni mucho menos por ser tan apasionado como su joven pupilo pero cuando se trataba de ese pequeño joven de sedosos cabellos rosados, el corazón hacia una fiesta en su pecho y miles de hormigas se hacían presentes en su piel. Le cosquilleaba con insistencia la epidermis y sus dedos ansiaban enterrarse en la blanda carne que le gritaba por convertise en masilla entre sus dedos.


Metió la mano bajo la ropa. La calidez de ese virginal cuerpo se le presentó como un afrodisíaco. Quería un pedazo de eso, de él... de esa piel impoluta que aún no recibía marcas de ningún tipo. Y que jamás las tendría de nadie que no fuese él. Por que lo deseaba tanto que se sentía como un volcán en erupción. Quería... necesitaba... más de él. Mucho más. Enterró la otra mano en su cabello y lo acercó aún más a él. Se bebió su aliento y sus gemidos. Pero aún le quedaba un poco de autocontrol. Se separó a regañadientes y recargó su frente en la contraria.


—¿Por qué te detienes?


¡Si! ¿Por qué lo haces? Inquirió esa incordiosa voz en su cabeza. Porque él no se merece que lo ensucie alguien tan podrido como yo.


—Porque si te pone un dedo más encima, voy a martarlo. —Aseveró una tercera voz que logró que el cuerpo de Haruichi se tensara. Ante esa reacción por parte del Kominato menor no supo si sentirse afortunado o desgraciado. —Haruichi, regresa a la aldea. Después hablaré contigo. —Le ordenó el Kominato mayor. Uso un tono tan afilado que el pequeño no pudo replicar.


Con la mirada baja le dio la espalda y se alejó. Cuando estuvo lo suficientemente lejos Ryo se acercó a él. Si bien era cierto que Chris era superior a él en musculatura y tamaño, el Kominato mayor era de temer. Era uno de los mejores espadachines de Los Caballeros Celestes y, además, era experto en venenos y en la lucha cuerpo a cuerpo no le iba nada mal. Prácticamente él era un arma letal. Así que fue sabio y dio un paso atrás.


—Vuelve a acercarte a mi hermano y lo lamentarás. Somos pocos los que sabemos tu escabroso pasado así que no arruines la confianza que el pueblo seidiano te tiene y tampoco ensucies a un ser acendrado como Haruichi. Él no merece cargar con tu oscuridad.


—He intentado alejarme de él. —Intentó excusarse pues entendía esa preocupación filial.


—No lo has hecho con el suficiente ahínco. —Contraatacó.


—Sin embargo, es decisión de Haruichi si quiere quedarse conmigo o no.


—¿Y cuándo planeas hablarle acerca de tu pasado? —Preguntó molesto.


—Aún no lo sé. —Aceptó Chris pues aún no lograba juntar el valor para confesarse.


—Hazlo rápido. Antes de que te ame tanto que esa verdad le rompa el corazón. —Dicho eso se dio la vuelta y siguió los pasos de su hermano.


Lo miró alejarse. Golpeó con fuerza el árbol que se hallaba a su espalda. ¡Cuánto daría por cambiar el pasado! Pero no podía y esa era su más grande condena. Resonó en su mente la pregunta de Haruichi ¿por qué quieres salvar al inarishiano?


Porque... soy igual a él. Porque... mis manos también se encuentran manchadas de sangre. Porque... tal vez, si él consigue el perdón también pueda alcanzarlo yo.

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